dijous, 26 de maig del 2022

CARTA XV. Noticias de las escuelas literarias de Valencia desde su conquista.

CARTA XV. 

Noticias de las escuelas literarias de Valencia desde su conquista. 

Mi querido hermano: La universidad de Valencia, cuyo estado antiguo deseas saber, no debe su origen, como otras de España, al poder de algún príncipe, sino a los conatos de algunos pocos sabios, y de un magistrado celoso, que venciendo lentamente los esfuerzos de la ignorancia, pudieron al fin zanjar y levantar este edificio tan útil al reino y a la nación. Casi tres siglos pasaron después de su conquista sin poderse verificar el establecimiento tan suspirado; no siendo acaso el menor estorbo la prepotencia de la universidad de Lérida, única por entonces en la corona de Aragón. Mayor fue la prudencia que mostraron ambos cabildos eclesiástico y secular en allanar las dificultades nacidas del derecho que ambos pretendían tener al establecimiento de los estudios: estos dos cuerpos pueden tener la gloria de haber criado esta escuela sin auxilio alguno de mano extranjera. Cuanto más agradable es la vista de un terreno fertilizado con los sudores y afanes del pobre labrador, que las perspectivas y concertadas arboledas de un jardín plantado de un golpe por la mano de un poderoso; así creo que te agraden las noticias que he recogido de esta universidad, donde fuiste educado, considerados sus pequeños principios, y los pasos por donde ha llegado a la grandeza que hoy tiene. Poco ha aliviado mi trabajo el libro que publicó en 1730 el canónigo de esta iglesia don Francisco Ortí Figuerola, intitulado memorias históricas de la universidad de Valencia; porque este escritor ocupado principalmente en publicar la vida de los literatos hijos de esta academia, olvidó o no pudo recoger todas las noticias anteriores a su erección. Algo más debo en esta parte al tratado que dejó MS. el padre fr. Joseph Texidor de los estudios antiguos y modernos de Valencia; bien que de esta obra sólo pude ver cuatro cuadernos sueltos, y aun esos rápidamente y en breves instantes, que no permitió más su poseedor. El principal caudal he recogido del archivo de esta muy ilustre ciudad por favor de su secretario don Joaquín Mascarós. Justo es que sepas los nombres de los buenos españoles, que pospuesta toda pasión o preocupación, coadyuvan a mis trabajos poniéndose de parte de nuestro fin, que es el lustre de la nación y el adelantamiento de la literatura. La primera memoria que hay de escuelas en esta ciudad después de su conquista es del año 1240, en que el obispo Ferrer de Sanmartí con su cabildo, distribuyendo entre sí las rentas, cargos &c., señalaron al preceptor, que entonces era un maestro Domingo, doscientos besantes (a), y el cargo de cuidar de la escuela de la ciudad. 
(a) Como son tan varias las opiniones acerca del valor de los besantes, singularmente de plata, que eran los que señalaban al precentor (así se lee), he querido copiar lo que dice el padre Texidor en sus antigüedades de Valencia (lib. I. c. 18) para fijar lo que valía esta moneda a mediados del siglo XIII: “en el archivo (dice) del real monasterio de Valdigna encontré una escritura en pergamino, que pasó ante Arnaldo Astruch, notar¡o en Valencia, en el mes de Mayo (no dice el día) del año 1254, en ka cual Guillem de Varre, como procurador de Gómez de Muñoz de Terhuel (así se lee), ajustando cuentas de lo que Ramón de Mirambell había recibido y entregado de cuenta, de dicho Gómez, le alcanzó seis mil besantes de plata: et muntant (son palabras de dicha escritura) viginti quatuor millia, et trecentos septuaginta et quinque solidos regalium Valentiae ad rationem quatuor solidorum et unius denari minus pugesa computato besantio. Tenemos pues que en el mes de Mayo de 1254 cada besante de plata valía cuatro sueldos y un dinero menos una pugesa, que es lo mismo que cuatro sueldos y tres cuartos de dinero valenciano, llamados reals de Valencia, que batió el rey don Jayme el conquistador. 

Así consta de la escritura que autorizó Pedro Salvat, notario de dicho obispo en la sacristía de la Seo, a 23 de Junio de dicho año, cuya copia se halla en el libro llamado de la Bisbaliia, fol. 8, que se guarda en el archivo de dicha iglesia, donde se lee: in praecentor autem ita statuimus et ordinamus quod praecentori asignat (assignat) episcopus ducentus besantios in sua parte reddituum vel in primitiis ecclesiarum aliquarum. Item assignamus ei scholam civitatis. No parece que estas palabras deban entenderse de escuela erigida en esta iglesia, tal que pudiera llamarse escuela del obispo o del cabildo. Porque en esta clase no se erigieron hasta pasados algunos años; es a saber, la de gramática en 1259, y la de teología en 1345: cumpliendo en la primera época con el precepto del concilio lateranense III, cap. 18, y en la segunda con el del lateranense IV, cap. II. Y pues entonces dicen expresamente que estas dos cátedras debían regentarse en la iglesia, y en la otra anterior consignación de escuelas sólo se dice: scholam civitatis, no hay fundamento para afirmar que fue escuela erigida en esta iglesia, ni aunque la regentase el mismo chantre; sino que probablemente se le encomendó el cuidado, o digamos superintendencia de las que se iban estableciendo en la ciudad. Según esto no es fácil averiguar qué escuela pudo ser la que regentó S. Pedro Pascual en esta iglesia, siendo su canónigo por tiempo de un año hacia el 1250, cosa que aseguran unánimemente los escritores de su vida y de la historia general de este reino, fundados en las palabras que el santo dejó escritas en la prefación de su biblia parva, donde dijo que había enseñado por espacio de treinta años teología y otras ciencias. Si esta serie de años se han de entender sin interrupción alguna, y sí esta pudo tener lugar en el único año de su prebenda, no estoy para averiguarlo ahora, ni creo que sea fácil. Lo que consta es que el obispo don fr. Andrés de Albalat decretó con su cabildo que hubiese en esta catedral un maestro que enseñase la gramática, que esto fue, como dije, en el año 1259. En el epítome de las constituciones de esta iglesia, tit. IX, se leen estas palabras: eadem constitutione statuerunt unum magistrum qui regat scholas in grammatica in ecclesia, expensis domini episcopi et capituli. Hállase esta constitución en la colección del cardenal Aguirre tomo IV. pág. 180. 

No dejó de contribuir a estos establecimientos del clero el celo y ejemplo del rey don Jayme, que apenas conquistada la ciudad, trató de establecer y fomentar en ella toda suerte de ilustración. Ortí publica en su libro un breve del papa Inocencio IV, dado en León a 15 de Julio año tercero de su pontificado, que fue el de 1245, por donde consta el proyecto que había formado dicho rey de erigir en esta ciudad un estudio general: cum tu, le dice el papa, ferventi cupias animo in ipsa civitate Valentia studium ordinari, quod utique non solum regno praedicto, sed aliis etiam vicinis erit utile; y seguidamente concede a todos los maestros eclesiásticos que en él se hallasen empleados la libre percepción de los frutos de sus beneficios, a excepción de las distribuciones cotidianas (quotidianas). Hizo además este rey un fuero sobre la libertad de escuelas, el cual, como diré después, hallé alegado por los jurados en una deliberación del año 1374. Por ser esta la única noticia que pude adquirir del tal fuero, me costó gran trabajo el buscarle en la colección de los de esta ciudad y reino. Al fin le' hallé en el libro IX, título de metges, apotecaris è speciers. rub. XXXII, n. 17, y dice así: atorgam que tot clergue ò altre hom pusque francament, è senstot servi è tribut tenir studi de gramatica ede (e de) totes altres arts, è de fisica (medicina) è dret è canonich en tot loch per tota la ciutat. Si la intención primera del rey don Jayme fue erigir un estudio general, como parece por el breve del papa Inocencio, algunos estorbos debió de experimentar en ello cuando se vio obligado a establecer un fuero tan opuesto en sus efectos a los que se propuso en su primer plan de estudios. Lo singular es que sobre no haber logrado el establecimiento de escuelas generales, ni aun esa libertad de enseñar todas las artes y ciencias, tuvo efecto en esta ciudad por espacio de muchos años, permitiéndose en ella solamente las escuelas de gramática y lógica hasta el de 1345. Prueba esto un privilegio del rey don Jayme II, dado en Barcelona a 30 de Abril de 1319, cuya copia he visto en un códice MS. en vitela, que contiene los privilegios concedidos a Xátiva, y posee en aquella ciudad el señor don Manuel Jordán. En este documento se ve que el justicia de Xátiva se oponía a la erección de escuelas de gramática y lógica, pretextando la prohibición real de que se enseñasen la filosofía, medicina, derecho canónico y civil en otras ciudades más que en la de Lérida. (Esta universidad es del año 1300)

El rey, suponiendo subsistente y dejando en su vigor esta prohibición, declara que no fue su ánimo extenderla a las escuelas de gramática y lógica, y en su consecuencia manda que se establezcan en Xátiva, como lo estaban, en otras villas y ciudades de sus dominios. De este documento, que para mayor ilustración de este punto va copiado al pie (a), resulta que a los principios del siglo XIV sólo en Lérida se permitía enseñar dichas facultades mayores, y que en Valencia no había más estudios que de gramática y lógica: digo estudios, que establecidos o autorizados por el gobierno civil o eclesiástico, mereciesen el nombre de públicos. 

(a) Carta com se pogues en Xativa legir gramatica et logica. Jacobus Dei gratia, rex Aragonum, Valentiae, Sardiniae, et Corsicae, comesque Barchinone, ac sanctae romanae ecclesiae vexillarius, amirantus, et capita neus generalis: fideli nostro justitiae Xativae aliisque officialibus nostris, vel eorum loca tenentibus ad quos praesentes pervenerint, salutem et gratiam. 

Cum ad audientiam nostram ex assertione pro parte juratorum et universitatis villae Xativae nobis facta pervenerit quod vos praetextu inhibitionis et mandati per nos facti nequis in civitatibus aut villis ditioni nostrae subjectis, praeterquam in civitate Ilerdae (aún se pronuncia Lleidae) sub certa poena audeat docere seu audire jura canonica vel civilia medicinam aut philosophiam, inhibetis ne in villa Xativae legantur grammaticalia et logicalia, et nos velimus quod sicuti in civitatibus et villis aliis ditionis nostrae grammaticalia et logicalia leguntur impune, sic in dicta villa Xativae legi permittantur, cum intentionis nostrae non sit inhibitionem praedictam ad grammaticalia et logicalia se extendere. Idcirco vobis  dicimus et mandamus quatenus permittatis in dicta villa Xativae grammaticalia et logicalia absque impedimento aliquo legi et doceri, et a legentibus seu audientibus poenam aliquam minime exigatis. Data Barchinone pridie kalendas Madii, anno Domini millesimo CCC nono decimo. 

Verdad es que por aquellos tiempos hubo en esta ciudad personas doctísimas de todos estados. Los conventos, singularmente el de santo Domingo, conservan en sus archivos memorias auténticas de muchos religiosos profesores de las lenguas árabe y hebrea, teólogos y oradores eminentes. Mas nada de esto prueba que hubiese estudios públicos de las ciencias eclesiásticas. Por lo que toca a la medicina se infiere lo mismo del decreto del rey don Alfonso IV de Aragón, expedido en 1329, en que manda que se elijan cada año dos médicos examinadores de los que pretendiesen ejercitar esta facultad en Valencia y su reino; y encargando que sean fisichs de auctoritat, no hace mención, como parecía regular, de los maestros que enseñasen esta arte por encargo del gobierno, ni aun de los que tenían escuelas separadas a su arbitrio (a: Vid. Collect. foror. regni Valentiae libro IX. rúbrica 32, número 4.). Lo mismo debemos conjeturar de las demás facultades, mientras no se descubran documentos que prueben lo contrario. Pasado el primer siglo, después de la conquista de esta ciudad, ya se muestra muy otro en ella el estado de la literatura. En el año 1345, a 30 de Marzo, el obispo don Raymundo Gastón instituyó en la catedral una lectura pública de teología. Esta es la memoria más antigua que nos queda de cátedra de esta ciencia, erigida y dotada perpetuamente en esta capital en la escritura de su erección, que publicó Diago (hist. de la prov. de Aragón lib. I. cap. 21), se estableció que fuese perpetuamente regentada por religiosos dominicos, y que se diesen al profesor doce libras en reales cada año por el obispo, y por cada uno de los doce pabordres veinte sueldos en su mes. 

Así se cumplió por espacio de un siglo, comenzando en el año sobredicho fr. Guillermo Anglés, y leyendo hasta el de 1368. Siguiéronse fr. Juan Matheu hasta el 1380: fr. Juan Monzó, natural de Valencia (a), hasta 1385: S. Vicente Ferrer hasta 1390: fr. Antonio Canals, y por su ausencia su hermano fr. Pedro Canals, hasta 1405: fr. Juan Çaera hasta 1427, y fr. Arnaldo Corts hasta 1443. Muerto este último en Agosto de ese año, a 11 de Septiembre del mismo, el vicario general del obispo don Alfonso de Borja y el cabildo resolvieron que en adelante, excluidos los religiosos, regentasen dicha cátedra un canónigo o beneficiado de la catedral, y en su defecto cualquier clérigo de la Diócesis que estuviese graduado. Así se lee en el epítome constitut. sed. Valent. t. X. 

(a) Sobre las razones que alega Ximeno en su biblioteca tom. I. pág. 17 para probar que este religioso tan célebre, es natural de Valencia, y no de Monzón, como pretenden los aragoneses, tengo a mano una deliberación del consejo general de esta ciudad de 4 de Abril de 1375, en que se resuelve dar a dicho fr. Juan Monzón cien florines de oro para su viaje a París, y más doscientos para que se graduase de maestro en teología, y entre los motivos de esta donación alega el consejo el ser dicho fr. Juan natural de Valencia: è encara (dice) perço com es natural de la dita ciutat. Con esto se responde a Latasa, el cual en su biblioteca antigua de escritores aragoneses (tom. 2. p. 91), desentendiéndose de todos los argumentos de Ximeno, muchos de los cuales es cierto que no pasan de conjeturas, sin alegar uno siquiera que merezca este nombre, quiere hacerle natural de Monzón, fiado sólo en el testimonio de los PP. Quetif y Echard, y en la identidad de su apellido con el nombre de esta villa. Pero cualquiera ve cuan poco vale todo eso en contraposición de una prueba tan decisiva como la que he dicho. 

Esta lectura cuya provisión pertenecía al obispo y cabildo, no se tenía, como algunos creen, en el aula capitular de esta iglesia, la cual no se construyó hasta pasados trece años, en el de 1358, sino en la casa llamada de la almoyna, o limosna, domini de capitulo (dicen las constituciones tit. VI) ordinarunt quod in domo eleemosynae (elemosina : almoina) sedis non possit legi scientia cuiuscumque facultatis existat sive legum, sive canonum, nisi dumtaxat theologica, quae ibidem legi est consuetum. De estas palabras consta también que sólo se permitía enseñar teología; mas que esto se hiciese por el texto del maestro de las sentencias, consta por una carta que he visto en el archivo de esta ciudad (tomo VII de cartas), en la cual los jurados, con fecha de 29 de Enero de 1401, exponiendo al papa Benedicto XIII (Luna) los méritos del actual lector fr. Pedro Canals, dicen de él lo siguiente: eum libenter assumpsit (capitulum) ejusdem Valentinae ecclesiaein lectorem, in qua per duos annos elapsos, et tertium in quo sumus, tenens cathedram magistralem, legendo sententias, jam circa finem IV libri existens &c. 

Parece que con el establecimiento de esta cátedra dispertaron (despertaron) los ánimos de algunos maestros, y se movieron a abrir estudios de otras ciencias y artes. Por lo menos hacia los años 1373 se ven ya autorizadas por el gobierno, junto con las escuelas de gramática y lógica, las de otras artes, aunque no las especifica la deliberación del consejo general de 4 de Marzo de este año, que he copiado del manual número XVI, fol. 136 (a). Mándase en ella a los jurados que del dinero común compren una casa donde se reúnan todos los estudios, con lo cual se remedie la incomodidad que padecían los maestros, especialmente el llamado del capitol, y que andaban con sus escuelas divagando por la ciudad, sin hallar casa conveniente para la enseñanza. Si por maestro del capitol entendían el de la catedral, sería el profesor de gramática, que ya más de un siglo tenía esta iglesia, y no el de teología, cuya cátedra, como dije, tenía su asiento fijo en la almoyna, que era casa perteneciente a la iglesia desde los tiempos del obispo don fr. Raymundo Despont, a fines del siglo XIII. Por otra parte parece que hacia el mismo tiempo se suscitó cierta competencia entre el obispo y el magistrado sobre el derecho de establecer y arreglar las escuelas. 

(a) Dice así: "anno M. CCC. LXXIII die veneris de mane IV mensis Martii.... Item com fos proposat en lo dit consell que com les escoles de gramatica è logica è daltres arts ques mostren en la dita ciutat, no haguessen loch cert, ne alberch propri, e perço ses devengues (ses + salto línea + s'esdevengues) quels maestres, è specialment aquell qui es appellat de capitol havien a discorrer ça è la per diverses parts de la ciutat a cercar e trobar alberch e comunament, non podien haver, almenys covinent ò tal com pertany à escola, è per aquesta raho los escolans fills dells bons homens de la dita ciutat, e altres perdien lus (lur, lurs : su, sus) temps en havien altres dan a vegades. Per tal lo dit honrat consell volent provehir a aquesta indempnitat, ordena e comana als honrats jurats de la dita ciutat è à la maior part daquells que de la pecunia comuna de la dita ciutat compren un alberch pera les dites escoles, aytal è segons que a la saviea è discrecio lur o de la maior partida dells sera mils vist esser faedor.” 

Llegó el negocio a términos que el obispo don Jayme de Aragón echó mano de las excomuniones, y mandó encarcelar a un Pedro Costa, bachiller en artes, que por encargo de la ciudad tenía escuela en la casa que para este fin se había comprado en la parroquia de S. Bartolomé. A esta pretensión y a los procedimientos que de ella dimanaron se había ya opuesto el magistrado en 14 de Agosto de 1374; pero con mayor energía el domingo 17 de Septiembre siguiente, en que el consejo general protestó por medio de mensajeros al señor obispo esta violencia, y lograda la libertad de Costa, mandó se publicase el día siguiente un pregón, en el cual se mandaba que nadie se opusiese a la libertad concedida en esta parte por los fueros y privilegios antiguos, y en su cumplimiento pudiese cualquier clérigo o lego enseñar libremente donde y como le pareciere la gramática y otras artes, entre las cuales expresan la medicina y el derecho civil y canónico. Aludían en esto al fuero ya alegado del rey don Jayme I (a). 

(a) En el manual de consejos del archivo de esta ciudad núm. 16. fol. 220 se halla el pregón mandado publicar en la forma siguiente. “Ara ojats queus fan saber los honrats justicia, jurats, consellers e prohomens de la ciutat de Valencia, que com alcuns hajen intencio que escola o estudi de gramatica, o daltres arts en la dita ciutat nos puxa, nes deya tenir sino en cert nombre, o en certa manera, lo contrari de la qual cosa es ordenat expresament per fur: per tal a tolre la dita intencio los dits justicia, jurats, consellers e prohomens dels quals se pertany notificar los furs, privilegis, e libertats de la dita ciutat, e aquells defendre e matenir (mantenir); ab la present publica crida intimen e notifiquen a tots en general que per expres fur antich es ordenat e atorgat que tot clergue o altre hom puixa franchament e sens tot servy è tribut, tenir studi de gramatica o de totes altres arts e de fisica, e dret civil e canonich en tot loch per tota la ciutat: lo qual fur e coses en aquell contengudes los dits justicia, jurats, consellers e prohomens volen esser observades, e entenen aquelles legudament (degudament : debidamente) defendre e mantenir, si per alcun o alcuns era assajat lo contrari.”  

No es difícil calcular los daños que debía producir esta libertad verdaderamente opuesta a los progresos de la literatura, fomentada antes al parecer con la reunión de las escuelas. Aun cuando los maestros que las querían abrir sufriesen el correspondiente examen de su suficiencia, y se tomasen otras precauciones oportunas, era casi imposible que abierta una vez la puerta a muchos maestros, no se abriese igualmente a la división de sistemas y partidos; y siendo regular que en esta situación cada maestro intentase humillar a sus rivales, bien se echa de ver cuan poco medrarían las ciencias y artes por este medio. Al contrario, podía esperarse que la reunión de todas las escuelas en un cuerpo de universidad proporcionase a la juventud una instrucción ordenada y metódica, cual es la que nace y se perfecciona bajo unas mismas ideas. Cierto es que si este plan fuese parto de la ignorancia vendrían a ser las universidades los baluartes más inaccesibles al buen gusto y a la sólida literatura. Los sabios de aquel tiempo, a quienes tocaba remediar un daño sin ocasionar otro, trabajaron inútilmente mucho tiempo en unir estas escuelas separadas.

Con este objeto encargó varias veces el magistrado que se formasen nuevos estatutos. En 28 de Septiembre de 1389 mandó el consejo general que dos juristas, dos médicos, cuatro notarios y algunos prohombres de la ciudad examinasen los que había formado Pedro Figuerola, maestro en artes y en medicina; y a 12 de Octubre del mismo año resolvió que fuesen puestos en ejecución, siendo aprobados por el obispo y cabildo. Ambos acuerdos he visto en el manual de la ciudad, núm. 19, mas con el dolor de no hallar copiados allí los estatutos. Lo mismo me ha sucedido con otros que se presentaron en 27 de Septiembre de 1399, dispuestos por el célebre fr. Francisco Eximénez, de la orden de S. Francisco, Micer Pedro Catalá, licenciado en decretos, Francisco Tallat, licenciado en leyes, y Salvador Ferrando, notario (manual 21. fol. 294). No bastando tampoco estas constituciones para el provechoso establecimiento de las escuelas, la ciudad, que no perdía de vista objeto de tanta consideración, encargó de nuevo su reforma y arreglo en 28 de Febrero de 1410 (a). 

(a) En el manual 23 fol. 201 en el día y año dichos se lee la siguiente deliberación: "E deduhits en relacions los adops, correccions, e melloraments que merexien les escoles de arts e de gramatica e logica e filososofia de la ciutat de Valencia, axi en los maestres e cambrers, e lectura de aquells e studi, e doctrina, e salaris, e regiment, lo consell delibera, concorda e provehi recomanant als honorables jurats que tots o part dells ensemps ab los honorats Micer Guillem Strader, En Salvador Ferrando e En Pere Carcassona, e altres homens de sciencia quels pareguen esser apelladors, e deure entrevenir en lacte, sabessen los feyts e veessen, e mellorassen, e ordenassen en e de les dites escoles en lo cap, e en los membres per raho del studi, e doctrina, e salaris ço quels paregués esser fahedor, e deure esser possat (posat : puesto) en tall, e orde, e regla e manera bona a instruccio, e doctrina, e bones costums dels fills de la ciutat, heu (e ho) reduissen en memoria per capitols referidors al consell de la ciutat.”

Mas ni aun esta diligencia bastó ni bastaran cuantas se hubiesen hecho de nuevo, mientras no se allanasen dos dificultades radicales, que daban por el pie a estos y otros cualesquiera estatutos. Una era la repugnancia del obispo y cabildo en aprobar los formados por personas legas: y otra mucho mayor la que ya dije de la separación de las escuelas. Es muy verosímil que contribuyese mucho a vencer estos estorbos el ilustrado hijo de esta ciudad S. Vicente Ferrer, que se hallaba en ella a fines de ese año 1410, el cual sobre el respeto con que era oído de todos por su virtud, conocía por su doctrina y larga experiencia las ventajas que había de acarrear a su patria la reunión de escuelas, y la armonía y concordia con que debían proceder los encargados de su establecimiento. Produjeron al fin todos estos afanes el fruto deseado, y miércoles a 7 de Octubre de 1411 decretó segunda vez el consejo general la reunión de todos los estudios de la ciudad en la casa que era del noble mosen Pedro Vilaragut, mandando que los jurados tratasen con el cabildo de la Seo sobre los capítulos que debían regir, así en la doctrina, como en las dotaciones, y lo demás tocante al gobierno del nuevo edificio literario (a). 

A consecuencia de esto a 5 de Enero de 1412 fueron leídos y aprobados en el mismo consejo los nuevos estatutos, después de haberlo sido por el obispo de esta iglesia don Hugo de Lupia y Bagés con su cabildo. El citado Ortí anticipa equivocadamente un año esta sesión: y es bien extraño que no publicase aquel documento, tan digno de la luz pública, por ser como la base de las constituciones que se formaron más adelante,

(a) Esta deliberación se halla en el manual núm, 23, fol. 460, y dice así: “item lo consell es de oppinio que les scoles de la ciutat sien sots doctrina è disciplina de mestres en lalberch que solia esser del noble mossen Pere de

Vilaragut, e ara es dels obrers de murs e de valls: e que los honorables jurats tracten ab lo capitol de la Seu, en facen capitols tals com los parega esser fahedors axi en la lectura, e doctrina, e regiment, e com en salaris.” 

y una muestra de las ideas literarias de aquel tiempo. Por lo mismo, aunque no he podido rastrear los autores de dichos capítulos, ni si fueron enteramente nuevos, o sólo reforma de los presupuestos anteriormente, he tenido por muy útil el trabajo que me he tomado en sacar por mi mano la adjunta copia de la que se conserva en el archivo de esta ciudad (a: Manual n. 23. f. 433. Se hallará en el apénd. n. VII.). 

Van también ilustrados con algunas notas, que me han parecido oportunas para aclarar los lugares oscuros. Con esto me dispenso de extenderme en su análisis. Lo que echo de menos en ellos es la deliberación del derecho en la provisión de cátedras, su número y salarios: cosas que sin duda quedaron unánimemente acordadas por ambos cuerpos. Muy pronto mostró la experiencia la utilidad que debía esperarse del nuevo estudio general en el número crecido de estudiantes que acudieron a él de todo el reino en tanto grado, que a pesar de lo mandado en los estatutos núm. I, tuvieron que sacar las escuelas de gramática de la casa señalada, y fijarlas en distintos parajes de la ciudad. El magistrado por su parte no descuidó en fomentar por los medios posibles la literatura. En el año 1420, para estimular al estudio de la jurisprudencia, logró del rey don Alfonso V un privilegio en que concedía los honores militares a todos los valencianos que ejerciesen los oficios de justicia civil o criminal, jurados, mustaçaf (almotacén) &c. (a). 

En 1424 dio cien florines de oro al maestro Guillem veneciano, para que leyese y explicase los poetas latinos que le fuesen señalados, continuando entretanto la lectura de la eneyda (Eneida) de Virgilio y de los libros de consolatione de Boecio (b). En 1427 consiguió que alternasen los valencianos con los catalanes y aragoneses en el rectorado de la universidad de Lérida.  

(a) Hállase este privilegio en la colección impresa de los de esta ciudad, folio 183. núm. II. Ortí le publicó también en las memorias citadas pág. 429. 

(b) Esta deliberación es de 28 de Septiembre de ese año: la he visto en el manual, núm. 28 fol: 83, dice así: "mes avant lo dit consell provehi que fossen donats e pagats de les pecunies de la dita ciutat a mestre Guillem veneciá, poeta, cent florins, los quals los honorables jurats de la dita ciutat havien promessos pagar al dit mestre Guillem qui sera profert (se había ofrecido), legir per hun any aquel libre o libres de poetes que volrien, la qual  lectura faria publicament en les cases de la dita ciutat; et lo qual dit mestre Guillem ja en lo temps de la juraderia passada (de los jurados anteriores) habia començat, e apres continuat loablement per cascuns dies, axi fayners, com de festes per alternats dies la lectura dels libres de Virgili eneydos, e del Boeci de consolacio. 

Trae esta noticia Escolano (p. I. lib. 5. cap. 24), en la cual no he podido certificarme por no haber hallado en el archivo de la ciudad el manual de los años 1426 y 1427. Con estos y otros estímulos se fomentaron maravillosamente los estudios, y vio nacer esta ciudad en su seno una porción de maestros ilustres, seculares y regulares que la honraron con su doctrina en todo el discurso de este siglo XV, cuyo catálogo se puede ver en las memorias de Ortí, cap. XI, y en la biblioteca de Ximeno. Nada diré de la literatura de aquel tiempo, que se hallaba aquí como en todas nuestras provincias, caminando hacia la perfección a que llegó en el siglo siguiente. Sin embargo, no quiero dejar de darte noticia de una obrita de este tiempo, desconocida hasta el nuestro, que vi y copié años pasados en la biblioteca de mi convento de S. Onofre, extramuros de esta ciudad, la cual puede servir de muestra del gusto con que entonces se trataba la filosofía moral. Con una muy linda alegoría del autor personifica la prudencia, la cual, vestida con propiedad supone bajar del cielo a dar al pueblo valenciano varios documentos sobre l'estament de la vida política. Es admirable la claridad, laconismo y sencillez de su estilo, el lenguaje sumamente gracioso y correcto. Es breve, y por lo mismo he querido añadir unas coplas lemosinas, las cuales nunca vi hasta ahora impresas (a: V. el apéndice núm. VIII.), y están en el mismo códice que fue de los duques antiguos de Segorbe, y a fines del siglo XVI vino a parar a manos del maestro fr. Tomás de Arteaga, hijo de aquella casa. Contiene además la vida de S. Onofre, y una relación del hallazgo del cuerpo de san Antonio Abad: escritos ambos llenos de noticias fabulosas creídas en aquel tiempo, pero documentos muy apreciables de la riqueza y propiedad de la lengua lemosina. Tal vez fue fruto de los progresos de este estudio general la presteza con que se adoptó en esta ciudad el arte de la imprenta, que tanto extiende y facilita los conocimientos literarios. El erudito don Joseph Villaroya, bien conocido por sus escritos (por ejemplo: COLECCIÓN DE CARTAS HISTÓRICO-CRÍTICASEN QUE SE CONVENCE QUE EL REY D. JAYME I. DE ARAGÓN NO FUE EL VERDADERO AUTOR DE LA CRÓNICA O COMENTARIOS QUE CORREN A SU NOMBRE. ESCRITAS A UN AMIGO POR D. JOSEPH VILLARROYA DEL CONSEJO DE S. M. Y SU ALCALDE DE CASA Y CORTE. - editado, está online), en una disertación impresa en 1796 demostró que la edición más antigua de España es la del libro que se conserva en la biblioteca de este mi convento, intitulado obres, ò trobes en llaor de la Verge Maria (llaor : loor), la cual se hizo en esta ciudad año de 1474, cuando se entendía en imprimir la voluminosa obra de un diccionario que se publicó por el mes de febrero de 1475, en el cual se imprimieron otros muchos libros. A esta gloria que resulta a Valencia de ser la primera ciudad que adoptó e introdujo la imprenta en la península, acompaña otra, que consiste en la abundancia de libros que publicó en lo restante de ese siglo, y en el esmero con que se ejecutaron algunas de estas ediciones, que cierto pocas de aquel tiempo les igualan. Aun en el nuestro es notorio cuanto debe el gusto tipográfico español a las imprentas de Valencia, señaladamente a la de Monfort, cuyo actual director ha sabido desprenderse de inmensos caudales para llevar al más alto punto de perfección el gusto y la finura de su padre don Benito, fundador de esta oficina. Si en esto se descubre la aptitud y el genio que tan acreditado tienen estos naturales para las bellas artes, en el primer siglo de la tipografía mostraron su amor a las ciencias, abrigando antes que nadie a los artistas extranjeros que les proporcionaban este secreto de promover la buena literatura. Mas volviendo a tomar el hilo de mi narración, bien se ve que a pesar de este y otros auxilios, no teniendo esta reciente academia la facultad de conferir grados, faltaba un grande estímulo a la juventud, y un escalón muy principal para que llegasen a su perfección las ciencias y artes. Habíanse ya extendido en aquel tiempo las reservas pontificias hasta los grados de doctor: oficio que en lo primitivo daban los obispos cuando se contaba entre los órdenes y grados de la jerarquía eclesiástica; de lo cual queda memoria en el concilio I de Zaragoza, celebrado el año 380. Donde no se hallaban universidades erigidas o confirmadas por el papa, sólo este daba facultad para que se confiriese el grado de doctor. Puedo citar de esta práctica un ejemplar perteneciente a esta ciudad, cuyos jurados escribieron a Benedicto XIII con fecha de 29 de Enero de 1401, pidiéndole que hiciese esta gracia al dominicano fr. Pedro Canals, a la sazón lector de teología de la catedral, interesando al mismo efecto al cardenal don Fernando Pérez Calvillo, obispo que fue de Vique, y después de Tarazona; y al general de la Cartuxa (cartuja) don Bonifacio Ferrer (hermano de Vicente, traductor de la Biblia en lengua valenciana, como él mismo lo escribe), que a la sazón se hallaba con dicho Benedicto. He visto copias de estas cartas en el archivo de esta ciudad (tom. VII. de cartas). Y es de notar que así al papa como al ven. don Bonifacio pidieron que dicho religioso fuese promovido al magisterio de teología por mano del maestro que ellos y el cabildo eclesiástico juntos o separadamente eligiesen: sub magistro, dicen al primero, quem nos et dictum capitulum simul vel separatim duxerimus eligendum; y al segundo: sots aquell maestre, lo qual nos, è lo capitol de la Seu ensemps, ò separadament eligiriem. Lo mismo puede conjeturarse que debió de suceder con algunos otros insignes varones de aquel tiempo; aunque la mayor parte conseguían el grado de doctor en Lérida, París, Oxford y otras academias, donde concurrían, con no pequeñas incomodidades, y exportación de sumas crecidas, al estudio de las facultades mayores señaladamente de la jurisprudencia. Deseaban aquellos verdaderos padres de la patria que las luces de sus hijos reconcentradas en esta capital atrajesen las de las otras academias, enriquecidas a costa de nuestros literatos. Logróse esto a fines del siglo XV: época la más oportuna para que nada estorbase los progresos del siglo de oro de nuestra nación. Comenzó el consejo general esta grande obra decretando en 14 de Agosto de 1498 la renovación y extensión del edificio destinado para estudio general, y encargando la formación de nuevas constituciones a los jurados mosen Jayme Vallés (pone Valles), caballero, don Damián Bonet, don Bernardo Vidal, don Luis Amalrich y don Pedro Belluga, ciudadanos mosen Juan de Vilarasa, don Gaspar Amat, ciudadano, Racional, y don Bernardo de Assio, síndico. Desempeñaron estos su comisión, juntándose el día 30 de Abril de 1499 en la casa del dicho Racional, que estaba frente de la iglesia de S. Martín, y publicando los estatutos y capítulos que formaron de nuevo, más apreciables que los antecedentes, porque especifican todas las clases de ciencias y artes que se habían de enseñar, el número de los maestros y su dotación, el nombre de los que entonces fueron escogidos, las horas del estudio, los libros, actos, penas, oficios y otras costumbres pertenecientes a la literatura y política de aquel siglo. Los encontré en el manual de deliberaciones núm. 50. fol. 316, y de allí es la adjunta copia que envío de mi mano, e ilustrada con algunas notas (a: V. el apéndice núm. IX.). 

En el capítulo LI dan facultad al rector para que con tres o cuatro maestros en teología y con el síndico de la ciudad ordene las constituciones interiores del estudio, determinando los libros que se han de leer y el modo de tener las lecciones y actos &c. De esto nada he podido ver.

En capítulo LV resolvieron que se escribiese al santo padre y al rey suplicándoles que concediesen a esta academia la facultad de conferir grados de doctor, bachiller &c., como se acostumbraba en Roma, Bolonia y Lérida. Era a la sazón sumo pontífice Alexandro VI, que de arzobispo de esta iglesia había sido elevado a la silla de S. Pedro. Enviaron pues a pedir a su santidad esta gracia con algunas otras por medio de Micer Juan Vera, capiscol y canónigo de esta catedral, en carta fecha a 5 de Mayo de 1500. De la cual y de las instrucciones que dieron al encargado por ser cosa curiosa, he sacado esa copia del archivo de la ciudad (tomo XXXIII de cartas) (a: V. el apéndice núm. X.): suplicaron esto los Jurados cuando estaba ya expedida la bula en 23 de Enero del mismo año, sin duda a solicitud del cardenal de Capua, como insinúan los mismos en la instrucción dada al canónigo Vera. Otra bula se había expedido también con la misma fecha, nombrando por jueces, conservadores de la nueva universidad al arcediano mayor, al deán y al chantre de esta santa iglesia; el rey don Fernando el Católico aprobó y confirmó todo lo hecho a 16 de Febrero de 1502. No diré más sobre estos documentos por haberlos publicado ya Ortí al fin de su libro con otros muchos pertenecientes al gobierno interior de la academia, distribución de cátedras y demás que sería largo referir. Reimprimiéronse después junto con las nuevas constituciones de la misma universidad en el año 1733.

Esta es la época de la academia literaria de esta ciudad, a quien sucesivamente honraron los reyes con privilegios, visitas personales y otras demostraciones. Su principal gloria consiste en haber florecido en ellas las ciencias, como consta de la historia de la literatura nacional. Desde su fundación comenzó a reinar en ella el nebrisense (Antonio de Nebrija), y con él el buen gusto en las humanidades, singularmente en las lenguas orientales. Verdad es que hubo aquí, como en otras escuelas de España, maestros de mal gusto, enemigos de las buenas letras. Uno de ellos, que lo fue de Juan Luis Vives, logró que este joven emplease su ingenio en componer declamaciones contra Nebrixa, yerro que enmendó después con ventajas, singularmente desde que en Lovaina comenzó a estudiar, olvidando lo que había aprendido en París. Es notorio lo que este célebre español contribuyó con sus luces y ejemplo a los progresos de las ciencias y artes en esta su patria: por otra parte son muy conocidos en Europa los dignos hijos de esta academia en los tres siglos que cuenta de duración. Al presente renacen en ella las ideas finas y sólidas, que por una suerte casi general habían desaparecido con el siglo XVI. Las luces que se han esparcido por toda la Europa han hecho ver la necesidad de reformar en parte el método antiguo de la pública enseñanza, y de clasificar mejor las escuelas. Cimiento es muy sólido de los progresos que de este nuevo plan espera, y ya comienza a experimentar el público, la necesidad de dedicarse los alumnos de estas escuelas al estudio de las lenguas orientales. Las cuales, aunque ya se enseñaban en ella desde su fundación, el rigor actual en los exámenes y la precisión de los ejercicios públicos de griego y hebreo, que debe hacer cualquiera para entrar en la clase de los opositores, estimula a que no se tome como de ceremonia un estudio tan necesario para el progreso de las buenas letras. La medicina que con tanto crédito se ha enseñado y enseña hoy día en esta universidad, cuenta para su adelantamiento con un nuevo jardín botánico que se está construyendo junto al convento de S. Sebastián de padres Mínimos de S. Francisco de Paula. La suavidad de este clima, la abundancia de aguas, y la inteligencia y el celo infatigable de los labradores hacen esperar que antes de mucho tiempo vengan a ser propias de este suelo las plantas más exóticas, con lo cual se proporcione a los profesores de medicina una muy completa instrucción en este ramo, que sólo se adquiere teniendo a la vista y vivas las reproducciones del reino vegetal.

Otro beneficio más general hizo a esta academia su digno hijo el ilustrísimo señor don Francisco Pérez Bayer, enriqueciéndola con su copiosa y exquisita biblioteca (que se perdió en gran parte en la guerra de la independencia), de la cual por un raro ejemplo se desprendió para este fin antes de su muerte. Por este medio ha venido a poseer la universidad, no sólo la gran colección de libros raros y singulares que poseía aquel célebre literato, sino también las obras magistrales de todas las ciencias y artes, que agregó él después a costa de grandes expensas para completar una biblioteca pública digna de esta academia, que le debía su nuevo lustre, y de esta ciudad, que tal vez será la más sobresaliente de España en el número de bibliotecas copiosas, así de monasterios, como de personas particulares. Me falta añadir que del origen de las diez y ocho cátedras que hay en esta universidad con el título de pabordrías, habla Ortí largamente. Se reduce a que don fr. Andrés de Albalat estableció en esta iglesia hacia el año 1259 doce prepósitos o ecónomos, a cuyo cargo estuviese recoger y administrar las rentas de la iglesia, repartiéndose esta carga por los meses del año, de los cuales tomaron el nombre con que se distinguían. De otras semejantes prebendas, erigidas en Tours, hace mención Ducange (V. praepositus), y en Barcelona los estatutos de esta iglesia de 1332, que publicó Martene (anecd. tom. IV. col. 612). Con el tiempo crecieron los de acá en rentas y exenciones, y así permanecieron hasta santo Tomás de Villanueva, el que en 1553 las suprimió todas, aplicando sus rentas a la mensa capitular, a excepción de la que llamaban del mes de Febrero, cuyos frutos al fin del mismo siglo, se aplicaron a diez y ocho cátedras de esta universidad, que han conservado el nombre antiguo de preposituras o pabordrías. Los naturales ya de antiguo llaman a los que las obtienen pabordes: palabra derivada, como parece, de la francesa prebotez (preboste). 

Basta ya de carta: si queda algo para contestar, lo diré otro día.

A Dios. Valencia 20 de Febrero de 1803. 

dimarts, 24 de maig del 2022

CARTA XIV. De algunas preciosas reliquias de Valencia.

CARTA XIV. 

De algunas preciosas reliquias de Valencia. 


Mi querido hermano: Ya dije otra vez que los afanes inseparables de esta vida laboriosa suelen templarse con ciertas satisfacciones y consuelos inesperados que los premian cumplidamente, y aun los hacen olvidar. Tal es el que experimenté al ver con mis ojos algunas preciosas reliquias que se conservan en varias iglesias de esta ciudad. Materia agradable para quien ama la religión, y nada ajena de mi propósito; en todo caso no hablaré sino de las reliquias que pueden llamarse litúrgicas por su conexión con el objeto de mi viaje, y no de todas, sino de las más singulares, que llaman la atención y merecen especial memoria. Entre ellas, la primera es el cáliz que se conserva en la metropolitana, en el cual se cree haber consagrado el Salvador en su última cena. No es fácil señalar el modo con que fue trasladada esta santa reliquia de Jerusalén a Roma, desde donde se cree haberla enviado a España el glorioso mártir S. Lorenzo. Lo que consta es que (1) del monasterio de S. Juan de la Peña fue llevado este cáliz al palacio de los reyes de Aragón en Zaragoza; y de allí le trajo a Valencia don Alfonso V, y le dio a esta iglesia en 1437. Aun para los más severos críticos que ponen en duda la verdad de esta tradición, es este antiquísimo cáliz un monumento muy respetable de los primeros tiempos de la Iglesia. Por no errar en su descripción he querido más bien enviar una copia exacta, (insertar imagen del cáliz) que a mi presencia, y con el favor que debí al canónigo don Joseph Roa, dibujó el P. lr. fr. Carlos Hernández, de mi orden, (dominico) joven a quien por los trabajos que tiene emprendidos, espero deberán alguna perfección en España las bellas artes. La materia de este vaso se cree vulgarmente ser ágata cornerina oriental. El sabio italiano don Attilio Zuccagni, director del gabinete de historia natural de Florencia, y médico del rey de Etruria, en el reciente tránsito de SS. MM. católicas por esta ciudad, a instancia mía, le examinó atentamente, y juzgó ser un ónix verdadero. Mas yo no hallo en sus vetas (pone betas) la figura de uña, que, según los naturalistas, es el carácter de aquella piedra. Las de esta copa bajan casi perpendicularmente desde el borde, formando como unas aguas, o claros y oscuros que sólo se perciben bien mirándolas contra la luz. 

Carlos Hernández, cáliz, Cristo, última cena, catedral de Valencia


Por espacio de muchos años se depositó en este cáliz el cuerpo del Señor el día de jueves santo, hasta que en el año 1744, cayéndosele de las manos sobre los corporales al canónigo don Vicente Frigola al tiempo de sacarle de la arquilla donde está custodiado, se dividió la copa en tres trozos, y aunque después se unieron perfectamente, desde entonces no se sirven ya de él para este destino. A esta santa reliquia hace esta iglesia fiesta anual, instituida, siendo arzobispo el beato Juan de Ribera, por don Honorato Figuerola, canónigo de esta catedral, en el testamento que otorgó a 31 de Agosto de 1607. El mismo labró a sus expensas la rica custodia de plata, donde es conducida la santa reliquia en procesión, poco menos solemne que la del Corpus, a la cual y a sermón se reduce toda su fiesta. 

El oficio todo es del día en que se celebra, el cual desde su institución hasta el año 1650 fue el 14 de Septiembre, que entonces era colendo. Mas el arzobispo don fr. Pedro de Urbina la trasladó al día de S. Mateo, a excepción de los años en que la Exaltación de la Cruz cayese en domingo; y así se observa. Otras y preciosísimas reliquias guarda esta iglesia, cuyo catálogo publicó don Pascual Esclapés en sus memorias de Valencia, Con todo, no quiero omitir el religioso aparato con que se muestran una por una al pueblo en la tarde de la feria II de Resurrección. (2) Tomándolas en las manos el canónigo capitular las va presentando al pueblo, y (3) al mismo tiempo lee un sacerdote unos versos antiguos en lemosín, de que voy a dar alguna muestra. Al mostrar la reliquia de los dos dedos de la mano izquierda de S. Lucas dice: 

“Devots christians, en lo present reliquiari ha dos dits de sanct Lluc Evangeliste de la ma esquerre, que trametè à esta esglesia la reyna doña Margarita, muller del rey don Martí, haventhi bona devoció, digau axi:” 

De vostra ma dos dits esquerros toquen 

Lo nostre cor, volentvos imetar, 

Beneyt sanct Lluc, vullaunos impetrar 

Quels angels sancts en l'alt cel nos colloquen. 

Después se dice el himno y antífona correspondiente, y lo mismo se observa en las demás respectivamente. 

De la mirra. 

"Devots christians... ha de la mirra que oferiren los tres reys quant adoraren lo infant Jesus, donada per lo papa Calixte III, haventhi bona devoció, digau axi:” 

Puix reverim la mirra consagrada 

Que pels tres reys, Jesus oferta us fon 

Feu que tingam en aquest fragil mon 

De greus peccats la vida preservada. 


De la leche de María Santísima. 


De sancta llet ab que Jesus nodrireu, 

Verge sens par, vostres mamelles sanctes, 

Feu que nodrits los que devots la miren 

Sien per vos, puix gracies ne feu tantes. 


(4) De la camisita de Jesús. 


Mare de Deu, perqui fon prim cosida 

La reverent camisa del Senyor 

Feunos estar cosits en vostre amor 

Perque vejam aquell que la vestida. (la : la ha)


Del cáliz. 


O calzer sanct, devots ab reverencia 

Te reverim, puix en tu lo Senyor 

Ha consagrat la sanch que ja licor 

De notres (nostres) crims purga la pestilencia. 


De los santos corporales: 


"Devots christians, aquestos sons los sagrats corporals, que cremantse (en un poble de Arago nomenat Ayñon) tota una esglesia, miraculosament foren conservats ilesos de mig del foch, que nos cremaren, haventhi bona devoció digau axi:”

O corporals conservats per miracle 

Del foch cremant, per Jesus infinit 

Daunos esforç perquel mal espirit 

Creme james nostre sanct tabernacle. 


A este modo se muestran todas las demás reliquias. Concluido esto se dice el v. Reliquias tuas, Deus, adoramus in terris, alleluia, alleluia. R. Ut per eas salvemur in caelis. Oratio. Deus qui hunc diem nobis celeberrimum contulisti, in quo mirabiles tuas reliquias, et beate Virginis matris tuae Mariae, et sanctorum tuorum nos venerari concendis in terris: quaesumus ut pro tua 

misericordia majestatem tuam perenniter contemplemur in caelis. 

No es fácil averiguar el año en que comenzó esta práctica, que a primera vista parece antigua. Yo creo que cuando mucho es de fines del siglo XV, porque en uno de los códices de este tiempo se lee en el oficio del viernes santo, que adorada la santa cruz y depositada en el sagrario, se muestren al pueblo la santa espina y las reliquias. Esta rúbrica se halla suprimida de mano reciente, y ya no hay rastro de ella en los códices posteriores. Así que, es verosímil que en los principios del siglo XVI se trasladase esta ceremonia a día más desocupado. Por otra parte, estos versos saben más al siglo XVI, que a las poesías y al lenguaje de los anteriores. Se me olvidaba decir algo de (5) una muela de extraordinaria magnitud, tenida por de san Cristóbal, que guardaba entre sus reliquias esta iglesia, en cuya manifestación al pueblo se leían estas palabras: 


Cristofol gran en virtuts y persona 

E martyr sanct, del qual hui lo quexal 

Tots contemplam, pregam à Deu eternal 

Que del infern la pena nons confona. 

Hymn. Martyr Dei &c. 

(insertar imagen colmillo, muela, quexal, quixal)

colmillo, muela, quexal, quixal, San Cristóbal


Buscando yo esta muela en el relicario de la catedral para comprobar lo que de su tamaño dice Luis Vives, no la he podido hallar, y me aseguran que la recogió en los últimos tiempos de su pontificado el difunto arzobispo don Francisco Fabián y Fuero. No extrañaría yo que correspondiese al colmillo, que como reliquia del mismo santo mártir conserva este mi convento de Predicadores, cuyo dibujo envío hecho exactamente por el natural, de mano del citado P. Hernández, con las cuatro vistas necesarias para formar juicio de su convexidad, de la profundidad de sus raíces, y del estado en que le dejaron los que por devoción han limado y aun desgajado de él algunas partecillas. Es blanco, algo ennegrecido en la raíz, y como tostado en lo liso de la parte convexa. Y ya que este santo mártir nos llevó al convento de santo Domingo, daré noticia de un vaso antiguo que vi en su relicario.

vaso antiguo , relicario, atlante, cuerno

Es cavado en un cuerno de rinoceronte de forma prolongada, sostenido de un atlante de plata, tal como lo representa la copia que envío, dibujada también por el P. Hernández. Parece haber servido para usos profanos, por la opinión de que el cuerno de esta bestia es contra veneno. Ciertamente la desnudez del atlante y la mitología que en ello se contiene, no deja lugar para creer que fuese, como algunos piensan, uno de los cálices ministeriales, o bien alguna de las amulas o tazas en que se ofrecía el vino para el sacrificio, y de donde se dejaba caer en el cáliz por medio del colatorium. Y así a mi parecer hay equivocación en tenerle con las sagradas reliquias, bien que sea alhaja digna de conservarse. Hay aquí también reliquias de santa Enchina, san Hempronio, san Laverino, nombres que no hallo en el martirologio; a no ser que este último sea san Lauriano, obispo de Sevilla, y mártir. La misma duda tengo en orden al verdadero nombre de (6) santa Anglina v. y m., cuyo cuerpo, depositado en una arquilla, se halló por los años 1588 en el hueco de una pared del capítulo de este convento, como refiere el maestro fr. Vicente Justiniano Antist, dominico, al fin de los opúsculos de S. Vicente Ferrer, y otras obrillas que publicó en un tomito en 8.° el año 1591. Reza esta comunidad de dicha santa día 22 de Octubre, inmediato al de santa Úrsula, de quien se cree fue compañera, y una de las once mil que, como dicen, la siguieron en el martirio. También se venera el cuerpo de S. Jorge Mártir en una arca, que por su escultura e inscripción parece del siglo XV. Baronio en las notas al martirologio habla de muchas reliquias de este santo: y por otra parte son tantas las que hay suyas en sólo este reino, sin que conste que se hayan sacado de dicha arca, que yo más bien creo ser este pequeño cuerpo formado de huesos de varios santos; y cuando sea de S. Jorge, sin escrúpulo se puede afirmar que no es del célebre mártir nicomediense, de cuyo cuerpo depositado en la Palestina, aun en el siglo XIII, son muy contadas las reliquias que se esparcieron por el occidente (a: V. acta ss. die 23 April.). Hablo conjeturando, porque no fue posible abrir el arca. Prolijamente examiné todas las preciosidades de este relicario por si la casualidad me presentaba entre las reliquias del ilustre hijo de esta casa S. Vicente Ferrer algún trozo de sus manuscritos. Más feliz ha sido en esta parte el colegio de Corpus Christi, fundado por el beato Juan de Ribera, donde se guarda un volumen de sermones latinos escrito de mano de dicho santo; los cuales se publicaron en la edición que se hizo en esta ciudad el año 1692 en cinco tomos en 4.° Ojalá tomaran para sí este ejemplo otros cuerpos, que gloriándose justamente de poseer monumentos preciosos de la literatura eclesiástica, esterilizan esta gloria por no hacer común el tesoro de donde procede. Llega a tal punto la equivocación en esta materia, que hay cuerpo que abiertamente pospone el interés propio, y la utilidad pública y el crédito que resultaría a los autores de ciertas obras inéditas, a la honrilla mal entendida de ser él solo su poseedor. Será menos apreciable si se publica, y perderá la casa esta gloria... Dijéronse estas palabras a un sujeto, que tratando de publicar un libro, deseaba verificar una cita de cierto códice que nadie disfrutaba, ni aun el que lo poseía: en esto no podemos negar que han sido más francos y liberales que nosotros los extranjeros: por cuya causa, siendo tal vez nosotros más ricos, no es extraño que la avaricia y mezquindad literaria nos haya hecho parecer pobres.

Tornando pues a mi canto llano, digo, que el códice de este colegio contiene los sermones que el santo escribió de su mano, predicados por los años 1410 hasta el 1414, en que le dejó en Morella, villa de este reino, en casa de un tal Gavaldá, cuyos descendientes le regalaron al beato patriarca Ribera. De él se infiere lo primero, que S. Vicente Ferrer escribió gran parte de sus sermones en la lengua latina, aunque los predicase en lemosín: lo segundo, que su estilo es muy semejante, y aun el mismo que el de los sermones que se suponen copiados y traducidos al latín por sus discípulos. En aquel tiempo era casi general la corrupción de la lengua latina, tolerábase el uso de los barbarismos, latinizando cada cual a su arbitrio muchas voces y frases de su propia lengua. Esto hizo S. Vicente en la suya, escribiendo por ejemplo: sicut bladum exit per saccum foradatum subtus; y aun injiriendo palabras lemosinas puras: v. gr. varons, bona gent, truchimant, exarop, y otras tales que se copiaron de este códice, y se hallan en la citada edición con la interpretación latina al canto: lo tercero, que por esta razón y por la uniformidad de este MS. con los demás sermones latinos impresos con el nombre de dicho santo, se puede juzgar que son suyos todos ellos, porque aunque no los escribiera todos de su mano, y predicara de repente muchos de ellos, pudieron muy bien los oyentes con la facilidad de escribir, o apuntando después las ordituras, conservar gran parte de sus sermones. 

Indagando yo alguna vez por qué causa suelen tenerse por apócrifos estos sermones latinos de S. Vicente, hallo que no se alega otra sino la barbarie y poca cultura del lenguaje latino. Esto les hace dudar de su autenticidad; y aun sé de alguno que con un cierto aire de burla, solía recitar largos trozos de ellos, escogiendo los menos limados. Nace esto de no conocer los vicios literarios de los tiempos y de los países, los cuales, no oponiéndose a la santidad, son compatibles con el celo de los varones apostólicos, que tienen necesidad de hacerse en cierto modo pequeños con los pequeños, y llanos y fáciles con los rudos para salvar los fines de su misión. San Vicente, obligado a predicar a la gente de su siglo ignorantísima y generalmente bárbara, echó mano de símiles llanos y sencillos, y a veces de expresiones vulgares cuando no hallaba otras inteligibles a los más rudos, las cuales parecen bajas a los literatos que ahora las leen, y entonces por salir de un pecho abrasado en celo, contribuyeron maravillosamente a la conversión de los pobrecitos que las oían. Negar por esto solo que sean obra de S. Vicente estos sermones, téngolo por tan desacertado como negar que sean de los malos oradores que conocemos las oraciones churriguerescas que andan impresas en su nombre. No pongo a los de S. Vicente en esta clase; antes los juzgo diametralmente 

opuestos, pues en ellos sólo respira la sencillez y libertad y voz del tronido apostólico, mientras en estotros no se ve sino hinchazón y violencia continua de las palabras de la Escritura, y caramillos de un ingenio vano, que se predica a sí mismo con daño también de las almas, y ruina del arte y de la lengua española. Sin embargo, ingenuamente confieso que me suenan mejor esos sermones en la lengua lemosina en que el santo los predicó, la cual se hablaba entonces correctamente, y me parecen conservar más la unción de aquel espíritu. Cinco volúmenes de ellos en lemosín conserva esta catedral, escritos hacia los tiempos en que floreció S. Vicente. Para muestra envío copia de uno de ellos, que es el de la Exaltación de la santa Cruz, por lo mismo que se halla impreso en la colección latina. Coteja uno con otro, verás como nada tiene este sermón que desdiga de su autor, y que los intérpretes se tomaron alguna libertad en variar los textos, extendiendo algunas especies, y alterando otras. En resolución yo juzgo que la mayor parte de los sermones impresos con el nombre de S. Vicente Ferrer, son obra suya legítima; porque así como en este colegio, así también se han conservado otros originales en los archivos de algunas iglesias y comunidades religiosas. No dudo que hay algunos interpolados por sus oyentes o discípulos, en cuyas sentencias y palabras todavía resalta el buen espíritu de su autor, de las cuales decía el maestro Antist (a: Vida de S. Vicente Ferrer (part. I. cap. 7)), que aun muertas, mueven extrañamente. Muy útil sería una nueva edición de estos sermones, en que estuviesen separados los legítimos de los interpolados o sospechosos. Alguna luz daría para este discernimiento la colección de sermones en latín, que se halla en la misma catedral con este título: sermones dominicales, recollecti, per magistrum Vincentium Ferrarii de bona memoria, per totum annum: códice anterior a la canonización del santo, como lo prueban estas palabras y su carácter. Vamos a otra cosa. 

Escolano (lib. V. col. 986) habla de unas antiquísimas crismeras, o vasos de bautizar, como existentes en su tiempo en la iglesia parroquial de S. Juan del Hospital, convento antiguo de la orden de Malta. Aunque no fuesen sino vasos de óleo para la extremaunción, que es lo más cierto, la circunstancia de ser acaso las más antiguas de esta ciudad, y anteriores a su conquista, llamó mi atención para examinarlos. Debí al actual teniente prior que los buscase con gran diligencia, y sin otro fruto que la bien fundada sospecha de que se deshicieron para forjar otros. Con esta ocasión me presentó él mismo una cruz de plata, que contiene un pedazo de lignum crucis (leña, madera de la cruz): obra sin duda del siglo XIII, como se echa de ver por estas letras grabadas en la caña o vara, que aparecen deterioradas, y con algunas interrupciones. Hic sunt... in ista cruce ex ligno Domini, ex tranco (sin duda cráneo) S. Andreae... Domini nostri Jesu Christi, et ex ossi.... S. Ambrosii, et ex lapide sepulchri Domini, et ex sepulchro sanctae Mariae Matris... Registré allí también en el hueco de la pared de una gran capilla un trozo de la columna, donde dicen haber sido azotada santa Bárbara. Es de piedra, a lo que parece, ordinaria, alta como dos palmos y medio, sobre la cual hay un pilón donde solían poner agua, la cual, bañando la superficie de la columna, se daba después a los enfermos. En otro lugar más elevado se ve un sepulcro, donde dicen estar los huesos de la emperatriz de Grecia Constanza, hija del emperador de Constantinopla Federico; la cual cuando vino a esta ciudad pidiendo auxilio a su sobrina doña Constanza, mujer del infante don Pedro, el que sucedió a don Jayme I de Aragón, trajo consigo esta reliquia, y en el testamento que otorgó en 1306 la legó a dicha iglesia. En un altar lateral de la misma capilla se halla cubierto con un mal lienzo un precioso casilicio de jaspes y otras piezas exquisitas. Tendrá como tres palmos de altura, y en su nicho se hallan dos huesos cruzados, con este rótulo S. Jocundi. S. Concordiae. 

Fuera del recinto de esta iglesia se ven vestigios de otra que fue la del tiempo de la conquista. En una de sus capillitas se venera una imagen de María Santísima con el título del milagro. El pueblo da esta invocación a la del hospital de pobres sacerdotes, que a buena cuenta es de nuestra Señora de la Seo. En el misal impreso en 1509 he hallado una misa sanctae Mariae sub titulo miraculi, aludiendo sin duda a esta invocación, la cual no sé de 

donde pudo nacer. Igual incertidumbre tengo en orden a otra misa sanctae Mariae de pace, que hay en el mismo misal; acaso corresponderá a la imagen que con este título se venera en la parroquial de santa Catarina.

Con estas curiosidades alivié un tanto la pena de no haber hallado las crismeras. Acabó de restablecer mi sosiego el haber recibido el mismo día la copia del oficio que se rezaba antiguamente en Alicante en la fiesta de la santa Faz. La historia de esta imagen escrita por el padre Joseph Fabiani, e impresa en Murcia el año de 1763, impugnada después sólidamente por el doctor Agustín Sales, se reduce a que de (7) aquellas tres faces (caras), que dicen haber dejado el Salvador estampadas en el lienzo de la Verónica, la una fue llevada a Roma, y la otra a Jaén. La tercera que se quedó en Jerusalén, andando el tiempo vino también a parar a Roma, de donde la sacaron los venecianos hacia la mitad del siglo XV para libertarse de la peste que padecían. Y viendo el buen efecto que causó la presencia de esta sagrada reliquia, se negaron a su restitución, hasta que a instancias del papa la devolvieron al mismo cardenal que la había conducido a Venecia. No dicen quien fuese este; pero sí que antes de llegar a Roma, sabedor de la muerte del papa, se quedó con la santa faz, la cual regaló poco después a un Mosen Pedro Mena, electo cura de la parroquial del lugar de S. Juan, en la huerta de Alicante, en pago de lo bien que le había servido. Cierto que por grandes que fuesen estos servicios, no dejará de parecer paga muy crecida la posesión de una alhaja tan preciosa. Añaden que esta traslación se hizo poco antes del año 1489, en el cual se verificó la famosa procesión de rogativa de que tantas maravillas se cuentan; y entre otras, que en el lugar donde después en 1518 se fundó el convento de religiosas franciscas, el peso extraordinario de aquel sagrado lienzo, y la lágrima que se le vio destilar, obligó a detenerse el numeroso pueblo que la acompañaba. A este prodigio y otros que siguieron se atribuye el origen de la fiesta que se celebra a 17 de Marzo. El oficio antiguo, dice Fabiani, le compuso el P. fr. Benito de Valencia, de la orden de S. Francisco, o sea fr. Francisco Bendicho, como suponen las 

lecciones de él, cuya copia incluyo. El cual con la fiesta fue aprobado por el papa Clemente VII el año 1525 por el vivae vocis oráculo, dado al cardenal diácono Hércules de Rangonibus. Estas son las palabras que cita Fabiani, 

como sacadas del breve apostólico original: quod possint celebrare festum vultus Salvatoris nostri sub ritu duplicis majoris 17 die Martii; et quod si in dominica venerit, fiat de festo, et dominica transferatur ad secundam feriam; et quod dicant officium proprium de dicto festo. Esto hay de la fiesta.

(8) El hallar esta historia tan desnuda de fundamentos, y el ver que tiene contra sí tantas dudas en sus principales puntos, me hace creer que esta imagen (9) sea más bien una de las muchas copias que se veneran en la cristiandad, sacadas de la que existe en S. Pedro de Roma. El Señor nos dé espíritu de verdadera devoción para separar con las luces de la Iglesia lo cierto de lo incierto (10), y no exponer las verdades de nuestra sagrada 

religión a las burlas y sátiras de sus enemigos. Hubo tiempos de ignorancia, en que no conociéndose la íntima concordia de la verdad y de la piedad, por un celo mal entendido, se fingieron cosas que ha tenido que aclararlas después el celo ilustrado y según ciencia, que es el verdadero. En esto mismo que estamos hablando de las reliquias, me ocurre ahora el uso que de ellas hacían algunos pueblos de Aragón a fines del siglo XVI, y principios del XVII, sacándolas a las orillas de los ríos, o sumergiendo las imágenes de los santos en los pozos para alcanzar por su intercesión la lluvia en tiempo de sequía. El concilio celebrado en Zaragoza en 1615, pidió a varios teólogos su parecer sobre si debía tolerarse o no semejante rito. En la biblioteca de este mi convento he visto original el parecer que dio el ven. fr. Gerónimo Bautista de Lanuza, aprobando esta práctica con ciertas restricciones. Muy de otra manera pensaba el doctor Gabriel Sora, que tres años después fue electo obispo de Albarracín, el cual en su parecer, que existe allí mismo, declara este culto por supersticioso. De los dos enviaré luego copia, porque a más de su erudición, contienen algunas noticias de las practicas eclesiásticas de aquel tiempo. Mucho me he alargado hoy; pero he querido no llevarme a Segorbe, adonde pasaré de aquí a pocos días, el cuidado de conservar en la 

memoria estas especies sueltas que la fatigan por su inconexión, y acaso a ti por lo mismo te cansarán menos.

Dios te guarde muchos años. Valencia 12 de Febrero de 1803. 


NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) Del monasterio de S. Juan de la Peña fue llevado este cáliz &c. 

Esta preciosa alhaja depositada en el monasterio de S. Juan de la Peña, como suponen varios historiadores de Aragón, por los obispos de Huesca cuando invadieron los bárbaros aquella ciudad, adonde se cree haberla enviado desde Roma S. Lorenzo M., el año 1399 fue trasladada por el rey don Martín a la capilla de su real palacio de Zaragoza, llamado Aljafería, donde estuvo todo el reinado de don Fernando I, llamado el Honesto, y parte del de su hijo don Alfonso el V, el cual a su vuelta de Nápoles, estando en Valencia el año 1424, y habiendo hecho traer a su palacio las reliquias de la real capilla de Zaragoza, una de las cuales era este precioso cáliz, antes de partirse para Castilla, con motivo de la prisión de su hermano, las dejó depositadas en la sacristía de la catedral, como consta del instrumento que se extendió a este fin en 11 de Abril del mismo año, y existe en el libro notal del año 1419, en 1427, que se conserva en el archivo de las casas consistoriales. En 18 de Marzo de 1437 resolvió el rey don Alonso hacer donación a esta santa iglesia de las reliquias que en ella había depositado, en cuyo instrumento se lee que una de ellas era el cáliz en que consagró Christo el jueves de la cena. Abrióse el cofre donde estaban guardadas estas reliquias, en el reinado de don Fernando II el Católico, a 5 de Septiembre de 1506, con cuyo motivo se hizo nuevo inventario de todas ellas, que existe en el libro manual de consejos y provisiones del dicho año 1506, en 1508, y en él se describe el cáliz, diciendo tener dos asas de oro, y el pie del color del mismo cáliz, el cual está guarnecido al rededor de oro con dos balaxos (balajos) y dos esmeraldas, y el pie con treinta y ocho perlas. Los fundamentos en que se apoyan las conjeturas sobre la traslación de este cáliz de Jerusalén a Roma, y de Roma a Huesca, pueden verse en la disertación que acerca de esto escribió don Agustín Sales, impresa en Valencia el año 1736. 

(2) Tomándolas en la mano el canónigo capitular. La Iglesia inspirando por todos los medios a los fieles la debida veneración a las sagradas reliquias, ha procurado que se les manifiesten siempre por manos de sus mismos pastores, de eclesiásticos constituidos en dignidad. De los sumos pontífices y cardenales de la santa Romana Iglesia y otros prelados de la cristiandad, que por su mano mostraron al pueblo varias reliquias, dio Pedro Moreto un largo catálogo (diss. de ritu ostension. sacr. reliq. cap. 30. 31. 33). En la iglesia vaticana los canónigos manifiestan las reliquias a la veneración pública, y aun el maestro de ceremonias Cándido Cassina añade sus diarios MSS. ad ann. 1709), que solos ellos pueden subir al relicario. En las constituciones MSS. de la iglesia de santa María Transtiberim, hechas por el cardenal Altaempsio (cap. 4) se lee también: reliquiae populo ostendantur per aliquem praelatum, et illo deficiente, per canonicum. El IV concilio provincial de Milán en el decreto sobre la manifestación de las reliquias dice: à sacerdote qui post episcopum in illa ecclesia digniorem sacerdotalem locum obtinet, nisi aliquando episcopus ipse id munus sibi obeundum censuerit, exponantur, et recondantur. La cual práctica se sigue constantemente en Burgos (Salazar martyrolog. 9 de Abril t. II. pág. 552), y en otras iglesias de España. El fijarse esta ceremonia el día segundo de la pascua tuvo origen de la basílica constantiniana, donde, como dice Ciampino, feriam secundam paschatis populo in statione affluenti visendae exponebantur (reliquiae) in triginta octo tabernaculis (de aedif. Constantin. página 74). 

En este mismo día se mostraban también al pueblo en Roma y en Constantinopla las insignes reliquias de la santa cruz (Gretser. de cruce lib. I. c. 74), en Bezanzon el sudario de Cristo (Chifflet de lint. Christi sepulchr. cap. XI.), y en Nuremberg el sagrado clavo (Curt. de clavis Dom. cap. VIII.), y otras preciosas reliquias en el antiquísimo templo de S. Esteban de Bolonia (Trombelli de cultu ss. diss. VIII. c. 23 §. 13). 

Tal vez esta práctica de tantas iglesias dio ocasión al IV concilio de Milán (p. I. tit. de sacr. reliq.) a que señalase la pascua de Resurrección entre las grandes solemnidades a que limitó la pública manifestación de las reliquias. 

Tampoco es reciente la práctica de mostrarse estas sagradas reliquias desde el púlpito o de algún otro lugar elevado, como se hizo con la sangre de S. Esteban, de la cual dice un antiguo escritor (auctor. lib. de mirac. S. Steph. qui Evodio trib. cap. II.): cùm ad ecclesiam perduxissent, atque supra pulpitum elevassent. Y más abajo (cap. III.): cùm... super cathedram velatam essent reliquiae constitutae. Desde el púlpito de la iglesia vaticana mostró al pueblo el papa Gregorio IX las cabezas de S. Pedro y S. Pablo (Raspon, descript. eccl. later. lib. IV, c. 19). Los monjes de Corbie mostraron también las reliquias de S. Adalardo ascendentes gradus pulpiti (Mabill. acta ss. Benedict. p. I. p. 370). Otro tanto se lee haber hecho el cardenal Ursino con las reliquias halladas en la iglesia de Benevento (acta concil. II. prov. Benev. an. 1698 p. 47). Pudiéramos alegar ejemplos de otras iglesias por donde ha venido a ser casi general esta costumbre en Italia: pluribus modo Italiae urbibus, dice Pedro Moreto (de ritu ostension. sacrar. reliq. cap. XXVII. p. 55)...  usus viget è pulpitis reliquias monstrandi. Romae monstratas vidi è pulpito die sanctorum Philippi et Jacobi in basilicam XII apostolorum. 

(Nota del editor: Ver en El Decamerón la jornada sexta, novela décima

Fray Cipolla, cebolla, quiere mostrar al pueblo, aldeanos, la pluma del ángel Gabriel, que es una pluma de un papagayo; le dan el cambiazo con carbón, y dice que son las brasas del fuego donde asaron a san Lorenzo. Más reliquias, en chapurriau: Primeramen me va amostrá lo dit del Espíritu San, tan sansé y sano com may u va está abans, y lo tupé del serafín que se li va apareixe a San Francisco, y una de les ungles dels querubíns, y una de les costelles del Verbum, y los vestits de la santa fé católica, y algúns dels rayos de la estrella que sels va apareixe als tres Reys Magos o Reixos, de Oriente o de lleván, y una botelleta en la suó de San Miquial cuan va luchá en lo dimoni, y la mandíbula de San Lázaro y atres. Y com yo libremen li vach entregá les faldes de Montemoreno en llengua vulgar, y algúns capítuls del Caprezio que mol tems habíe estat buscán, ell me va doná alguna santa reliquia, com van sé una de les dens de la santa creu, y una botelleta en una mica del soroll de les campanes del templo de Salomón, y la pluma que tos día del arcángel Gabriel, y un dels socs de San Gherardo de Villamagna, que li vach doná, no fa mol, a Florencia, a Gherardo de los Bonsi, que li té una grandíssima devossió; y me va doná los calius als que va sé rostit lo benaventurat mártir San Lorenzo; y totes estes relíquies les vach portá aquí, y totes les ting.

Y es verdat que lo meu abad may ha dixat que les amostrara mentres no se sertifico si són verdaderes o no, pero ara que per algúns milagres fets per nelles y per cartes ressibides del patriarca se ha assegurat que són verdaderes, me ha consedit la lissénsia per a que to les amostra; pero yo, en temó de confiáles an algú atre, sempre les porto en mí. Sert es que porto la pluma del arcángel Gabriel, per a que no se faigue malbé, a una arqueta, y los calius als que va sé sucarrat San Llorens a un atra, y com les arques se assemellen tan, ya m´ha passat alguna vegada que hay pres la que no ere, y ara me ha tornat a passá; y creén que había portat la arqueta aon está la ploma, hay portat aquella aon están los calius. Lo que no reputo com a errada, sino que me pareix que ha sigut la voluntat de Deu, y que ell mateix me ha ficat la arqueta de los calius a les mans, fénme enrecordá que la festa de San Lorenzo es de aquí a dos díes; y per naixó, volén Deu que yo, al mostrátos los calius en los que lo van rostí, ensenga a les vostres almes la devossió que an ell li hau de tíndre, y aixina en ves de la pluma me va fé pendre los beneits calius bañats en la sang y aigua del cos de aquell santíssim mártir. Y per naixó, fills meus, traéutos les capuches y arriméutos aquí devotamen a vórels. Pero primé vull que sapigáu que consevol que toco estos calius y fa la siñal de la creu pot viure segú tot lo añ de que no li cremará lo foc que nol toco. Y después de dí aixó, cantán un laude de San Llorens, va obrí la arqueta y va amostrá lo carbó, y después de que un rato la estúpida multitut haguere mirat en reverén admirassió, en mol soroll de peus tots se van arrimá a fray Sebeta, y donán almoynes mes grans de lo que acostumáen, tots li rogáen que los tocare en los calius. Per naixó, fray Sebeta, agarrán aquell carbó en les mans, damún de les camisotes blanques y faldes y datra roba, y als vels de les dones va escomensá a fé les creus mes grans que li cabíen, afirmán que tot lo caliu que se gastáe fén aquelles creus tornáe a apareixe después a la arqueta, com ell habíe vist moltes vegades. Y de tal guisa, en bon profit seu, habén crusat a tots los aldeáns, per aquella rápida invensió se va burlá de aquells que, traénli la pluma, habíen volgut enfótressen de ell. Estos, están al sermó y habén vist lo extraordinari remey que habíe trobat, y cóm se les habíe arreglat y en quines paraules, sen habíen enrit tan que pensáen que sels engancharíen les barres; y después de anássen tots, anán cap an ell, en molta festa li van contá lo que habíen fet, y después li van torná la pluma, que al añ siguién li va valdre tan com aquell día li habíen valgut los calius. Giovanni Boccaccio, siglo XIV)

(3) Al mismo tiempo lee un sacerdote &c. De esta práctica de ir señalando en alta voz cada una de las reliquias que se proponen a la veneración pública, tenemos un antiquísimo ejemplo en la iglesia de Jerusalén, cuyo obispo al mostrar al pueblo la santa cruz, decía: ecce inventus qui fuerat absconditus salutis thesaurus: ecce signaculum in quo signati sumus: ecce crux per quam cogniti sumus crucifixo. 

Por el II sínodo de Benevento (n. 24.) consta que uno de los obispos que asistieron a él, vestido de pontifical, al tiempo de mostrar las reliquias al pueblo, iba leyendo su catálogo altà et intelligibile voce. En Aix la Chappelle se anuncian también las reliquias al pueblo por boca de un personaje (Petr. Beeckius in Aquisgrán. cap. IX.), de cuya dignidad dice Moreto: illum esse censerem presbyterum aut saltem ecclesiasticum virum superpellicio amictum voce praestantem. Romae utique ita observatur. Neque ministerium illud dignitate insigni homini inconveniens (de ritu ost. reliq. cap. LVII). Al presbítero que publica las reliquias en Nuremberg, llama vocalissimum Pirckeimero (historic. cap. VIII.), que era sin duda algún sochantre, como se practica en Civitella. 

Del uso de la lengua vulgar en la manifestación de las reliquias dice Moreto: idiomate utuntur denuntiationis ministri quod ab omnibus vel ferme omnibus percipi valeat. Hinc frequentiùs vulgare est (loc. laud. cap. LVII). 

En la iglesia de S. Juan de Letrán se hace esta ceremonia anualmente el día de pascua en italiano y en latín. El entonar en esta ocasión himnos o motetes o antífonas, y hacer otras demostraciones públicas de alegría, es rito confirmado con ejemplos de la antigüedad eclesiástica (Moret. ib. c. LVIII.), y aprobado y prescrito por san Carlos Borromeo en el IV concilio provincial de Milán, donde se manda que al tiempo de exponerse las reliquias a la pública veneración: hymnus vel de apostolis, vel de martyribus, vel de confessoribus, vel de virginibus canatur, prout sunt sancti sanctorumque reliquiae quae exponuntur; tum antiphonae et alia ejusmodi ad rem accommodata; ultimoque loco oratio de sanctis illis: si verò sanctus sanctave est, cujus proprius hymnus, antiphona, oratiove, extat, illa canatur, 

(4) De la camisita de Jesús. Sentencia es común, aun entre los más severos críticos, que la santísima Virgen empleó sus benditas manos en labrar esta clase de ropas a su santísimo Hijo Jesús. Conforme a lo cual decía Juan Bautista Mantuano:

Cùm primùm dulces infans proferre loquelas

Coepit, et adversis vestigia figere plantis;

Mater ei tunicas habiles ordita novumque

Vestis opus, niveo puerum velavit amictu.

Del paradero de una de estas sagradas reliquias dice Juan Jac. Chiffletio (de lint. sepulchral. Christi cap. VI. pág. 32): inconsutilem enim tunicam Filii, operam mirabili texuisse creditur; necnon lineam ejus adhuc pueri subuculam consuisse, quae è crassiore lino facta Romae servatur in aede sacra sancti Joannis Lateranensis. 

Otros vestigios quedan de las labores de manos de esta especie en que se ocupaba la santísima Virgen, como consta del testimonio de Nicéforo (lib. XIV. c. 2), y del venerable Beda (lib. de locis sanctis c. V). Tal vez pertenece a esta clase el manto o capa del niño Jesús, que se conservaba desde el siglo XII en el monasterio de Argenteuil (Saussaii panoplia sacerdot. append. de cappam pueri Jesu) a la cual reliquia llama Baudrand túnica inconsútil, diciendo que por ella vino a ser famoso aquel pueblo: Christi veste inconsutili celebre (Baudr. nov. lexic. geogr. v. Argentolium).

Otra igual reliquia se conserva en Tréveris, la cual los anales de Brouver llaman unas veces tunica inconsutilis, y otras sacrata Domini vestis. Parece haberse comenzado a exponer a la pública veneración el día 3 de Mayo del año 1512 (Brouver. annal. Trevir. lib. IX. n. 48. tom II. pág. 329): también consta haberse mostrado en Enero del año 1594 a Ernesto, archiduque de Austria, en un viaje que hizo a aquella ciudad: XV Januarii Christi Domini tunica inconsutilis archiduci caeterisque proceribus in aede summa extra ordinem exhibita (id. ib. lib. XXII. t. 2. pág. 427). 

(5) Una muela de extraordinaria magnitud tenida por de S. Cristóbal. Escolano (hist. de vul. lib. V. c. 3) fundado en la legitimidad de esta muela de S. Cristóbal, conservada en el relicario de Valencia, pretende probar contra Baronio haber sido aquel santo mártir verdadero gigante. Dice lo primero, que aquella muela fue dádiva de los reyes de Aragón, añadiendo, que los reyes de ordinario reciben las reliquias de los sumos pontífices y de grandes prelados. Lo segundo, que en la villa de Estrada o Coria, en Castilla, muestran otra muela como la nuestra, con nombre también de S. Cristóbal. Lo tercero, que en la aprobación de la santa muela, uno de los príncipes extranjeros que acompañaban a los reyes Felipe III y doña Margarita en su viaje a Valencia, refirió que en cierta ciudad que declaró había visto la mitad del casco de S. Cristóbal tan espantoso, que podían caber en ella tres celemines de trigo. Lo cuarto, que no pudiéndose negar que esta muela fue de cabeza humana, sin fundamento se asegura que fue de otra y no de la de san Cristóbal. Lo quinto, que acaso S. Cristóbal y los demás gigantes no nacieron con el número de muelas, dientes y clavos que nacemos todos, sino con aquellos que bastan para gastar la comida, y para no hacer una cabeza desigual y disforme; esto es, con una de aquellas muelas en cada quixada (quijada), y quando mucho, dos por banda. Lo sexto, que el negar esto, es contradecir a la común pintura con que generalmente pintaban al santo en toda España con figura de gigante.

Estas conjeturas han dado ocasión a que se crean auténticas otras semejantes reliquias de S. Cristóbal que se conservan en España. De algunas que se veneraban en Toledo, supone Tamayo con la autoridad del falso cronicón de Juliano, que fueron llevadas a aquella iglesia poco después del martirio del santo, y que el año 828 fueron trasladadas a Valencia (V. Nicol. Ant. cens. de hist. fabul. l. XII. c. 10. §. 8) Tal vez creyó ser de este número el diente que se guarda en el convento de Predicadores de aquella ciudad y la muela perdida, la cual vio Luis Vives entre las reliquias de la iglesia metropolitana: molarem dentem pugno majorem, quem dicebant esse illius. Bivar en sus comentarios al falso cronicón de Máximo dice que en la iglesia catedral de Astorga vio el año 1631 una parte de la mandíbula de S. Cristóbal, que pesaba trece libras de a diez y seis onzas. Gil González Dávila (teatro ecles. t. I. p. 20) dice que en Santiago de Galicia se venera un brazo de S. Cristóbal, del cual asegura Molina (descripción de Galicia fol. 5. 6) ser de extraña magnitud. Tamayo, con testimonio de Gil González Dávila (t. II. fol. 441), dice que en la iglesia de Coria se conserva un colmillo (dens columellaris) de san Cristóbal, proporcionado al brazo de Compostela. Otro diente grande de S. Cristóbal se halla en Milán en un antiguo templo de este santo mártir, el cual permitió S. Carlos Borromeo que se expusiese a la veneración pública (J. A. Castellion. p. I. saec. 2. fascic. IX. pág. 232. seq.). Bernardo Breydenbach en su peregrinación a Jerusalén (p. I.), hablando de las reliquias de Venecia, pone entre ellas os quoddam magnum S. Christophori. De esta ciudad son casi todas las reliquias de S. Cristóbal, que envió al real monasterio de S. Lorenzo Guzmán de Silva, embajador de Felipe II. El mismo Breydenbach hace memoria de un grande alfanje de S. Cristóbal (ap. Theophil. Rayn. symbol. anton. §. I. n. 3). 

Melchor Incoffer (in mantissam ad opus pro epistolam Deiparae not. 76), por testimonio de un obispo de Bosnia, refiere que tomada Constantinopla por los Turcos, se trajo a occidente con una escritura pública (o auténtica) del patriarca Genadio un pie de S. Cristóbal, y la pierna entera hasta la rodilla con su carne y piel, todo de extraordinaria magnitud. Acaso pudo conservarse esta reliquia en la capilla donde se celebraba su fiesta en Constantinopla, como consta de los menologios de los griegos (menaea IX Mai p. 86). De otros dientes y huesos muy grandes de S. Cristóbal que se conservan en varias catedrales y monasterios de Europa, traen un largo catálogo los sabios editores de las actas de los santos el día 25 de Junio (comm. praev. §. II. III.), asegurando (§. V. n. 53. 54.) que de nada de esto puede colegirse la estatura gigantesca de S. Cristóbal, mientras no se aleguen a favor de ella otros documentos, y que las razones de Serario a favor de la opinión contraria sólo prueban que no es imposible, siendo cierto que ha habido gigantes. No es ajeno de nuestro propósito advertir con esta ocasión la antigüedad del culto de S. Cristóbal en España. En el oficio muzárabe tiene oficio y misa. San Eulogio hace memoria de la iglesia y monasterio antiquísimo que había ya en su tiempo en Córdoba dedicado a S. Cristóbal. El rey de León don Ramiro II, hacia los años 934, entre otros monasterios fundó el de san Cristóbal a la ribera del río Cea, cerca de Duero  Mariana l. VIII. c. 5, Mabillon annal. ord. S. Bened. t. III. p. 509). 

Escolano (p. I. lib. V. c. 10. col. 959) dice que por consejo de S. Vicente Ferrer fue expuesta en Valencia en varios lugares la imagen de S. Cristóbal; “aconsejados, dice, los regidores por S. Vicente Ferrer del remedio que debían tomar para defenderse de una pestilencia que corría, mandaron asentar en muchas esquinas de calles y plazas de Valencia la imagen del santo, sustentando el niño Jesús en proporción de gigante: avisados por él que bastaba para cerrar y tomar los pasos a que no entrase el mal.”

Estos y otros documentos hicieron decir a Baronio: frequens erat ac religiosus in Hispaniis Christophori martyris cultus.

(6) Santa Anglina virgen y mártir... de quien se cree fue compañera (de santa Úrsula), y una de las once mil que la siguieron en el martirio. A la relación del hallazgo de este santo cuerpo, publicada por Antist y Marieta, deben añadirse las juiciosas reflexiones con que Nicolás Antonio (cens. de hist. fabul. lib. VI. c. 4, § 2 y 3) desvanece la ficción de los supuestos Luitprando y Juliano, donde se, insertó el nombre de esta santa virgen y mártir, añadiendo que fue una de las compañeras de santa Úrsula.

La facilidad del que forjó estos cronicones fabulosos poco tiempo después de haberse descubierto el cuerpo de santa Anglina, se demuestra por las razones que tienen algunos sabios y piadosos católicos para poner en duda no la existencia de santa Úrsula, sino la historia de su martirio en toda su extensión, esto es, la agregación de las once mil compañeras, las idas y venidas de toda esta multitud de doncellas de Londres a Colonia, a Roma, a Basilea, y otra vez a Roma y a Colonia, como se refiere en sus actas. Nadie tiene esto por imposible, sino por inverosímil, mayormente cuando unos hechos tan señalados no se prueban con documentos antiguos y auténticos. El primero que desconfía de la autenticidad de estas actas es el cardenal Baronio: “accidit, dice (in not. martyrol. rom. ad 21 Octobr.), ut deperditam veram germanamque earum virginum historiam, quisquis (ut libuit) sive quae suo ingenio commentatus fuerit, sive quae ab aliis levi quodam vulgi rumore acceperat, scripturae monumentis commendarit, non sine magno veritatis detrimento, cum gravissimam historiam commentitiam penè reddiderint.” En los anales (ad ann. 383. n. 4) añade que a excepción de lo que sobre esto dejó escrito Geofredo, obispo de S. Asaph, en el reino de Inglaterra, todo lo añadido por los demás está lleno de ficciones y fábulas: reliqua quae edita habentur acta, plurimis constant cuique prudenti refecta esse figmentis. Este juicio de Baronio se funda en la misma variedad y aun oposición de los escritores de este martirio, de la cual resulta una multitud de contradicciones, que desdice de la simplicidad de las actas legítimas de otros mártires. Sigiberto en su cronicón (ad ann. 453) dice que santa Úrsula y las once mil vírgenes padecieron el año 453. Pedro de Natalibus (in catal. lib. IX. c. 87.) anticipa su martirio al año 450. Baronio (loc. laud.) la fija en el año 383. Sigeberto (cron. ad ann. 453. c. 21 Octobr.) supone que santa Úrsula era hija única de Nothus, noble príncipe de la Gran Bretaña, al cual el antiguo autor de las actas de estas santas (tract. de reb. britann. in bibliot. 

vatic. n. 944.) llama Deonotus: y el obispo Geofredo Dionocus, rey de Cornwallis (Cornwall). Pedro de Natalibus asegura que era hija única de Maurus, rey de Escocia: Geofredo, que fue dada por esposa a Commano: Pedro de Natalibus a Ethereo, hijo del rey de Inglaterra. Surio, refiriéndose al antiguo escritor de sus actas, conviene en muchas cosas con Sigeberto, en otras se diferencia de Geofredo y Pedro de Natalibus, y en otras añade especies que no trae ninguno de estos tres escritores. Baronio da más crédito a Geofredo que a los otros. Mas como supone en sus anales que en la historia que escribió Geofredo de la Gran Bretaña mezcló varias fábulas: multa de aliis auctor habet fabulosa, quae veris non nihil fidei detrahunt: y que por lo mismo debe leerse con suma discreción: magno delectu liber illi legendus est: parece regular que ponga en este número las actas de que tratamos. Sin embargo, es casi general la opinión de que hubo una santa Úrsula virgen y mártir, y aun se cree que España conserva su cabeza en el monasterio de Valvanera, como consta del catálogo de las reliquias de aquella casa, publicado por Bravo en su historia; de lo cual hablan también Tamayo (a 8 de Septiembre p. 115), y Nicolás Antonio (censura de hist. fabul. lib. VI. c. 4 §. 3, p. 322). Mas que esta santa hubiese tenido once mil compañeras en la corona, quisieran Baronio y otros piadosos críticos que se dijese con más sólido fundamento. Es digno de atención que la santa Iglesia nunca haya fijado este número de las compañeras de santa Úrsula. El martirologio romano dice: Ursulae et sociarum ejus: lo mismo se repite en la oración del oficio. Esto es general aun en los misales y breviarios anteriores a S. Pío V. Sólo el martirologio de Wandelderto se extiende al número de mil: millia mactavit... Tratando algunos doctos católicos de apurar el origen de esta persuasión popular, se han dividido en varias conjeturas. Algunos hallan que pudo haber dimanado de la equivocada inteligencia de algunos martirologios antiguos, donde se lee S. Ursul. et XI. M. V. Santa Úrsula y once mártires y vírgenes. Pues siendo fácil haber dado a la M valor de mil, pudo leerse santa Úrsula y once mil vírgenes. 

Otros juzgan que no fueron las compañeras de santa Úrsula sino una sola llamada Undecimila, de cuyo nombre creen haberse formado los dos vocablos: undecim millia; de suerte, que hallando en algunos martirologios 

MSS. SS. VRSVLA. ET. VNDECIMILLA V. M., esto es: sanctae Ursulae et Undecimilla virgines martyres, creyeron que undecimilla con la V y la M siguientes denotaba el número de once mil compañeras de santa Úrsula. 

De esta opinión fue el padre Sirmondo, y maestro de Valois (valesian. p. 48, seq.), adoptándola y dándola por segura, da en rostro a los doctores de la Sorbona que no hubiesen tenido presente esta manifiesta equivocación o ficción, cuando eligieron a santa Úrsula y las once mil vírgenes por patronas tutelares de su iglesia (V. Thiers des superst. t. II. p. 2. lib. 3. c. 7. § 10 seq.). España está llena de reliquias de las once mil vírgenes. En las iglesias de Jaén y de Baeza, y en la parroquia de santa Cruz de Baeza, dice Vilches, que se veneran diez cabezas de estas santas vírgenes. Supone este escritor que santa Úrsula y muchas otras de sus compañeras son oriundas de Baeza (Vilches ss. y santuarios del obispado de Jaén y Baeza p. I. c. 28. p. 66). 

Don Martín de Ximena (anales eclesiásticos de Jaén pág. 161), haciendo un catálogo de las reliquias que se veneran en aquella catedral, dice al fin: “sin estas hay otras muchas reliquias, de las cuales son la más principal la cabeza de una de las once mil vírgenes, de la cual santa se reza en la misma iglesia con oficio doble a 21 de Octubre con conmemoración de S. Hilarión abad y de santa Úrsula y sus compañeras.” Y en la p. 163 dice que en el convento de S. Francisco de aquella ciudad, fundado en el siglo XIV, se venera otra cabeza de una de las once mil vírgenes. 

En S. Lorenzo el real entre las reliquias dadas a Guzmán de Silva, embajador de España en Venecia el año 1574 por el reverendo Jacobo Marino, rector de la iglesia parroquial de santa Eufemia en la Judeca de Venecia, se halla parte de hueso de una de las once mil vírgenes de una pulgada. También dio al dicho Guzmán de Silva el reverendo fr. Daniel Venetus, prior del monasterio de santa María de los siervos de Venecia: una parte de la cabeza de una de las once mil vírgenes es un casco de tres dedos de largo y dos de ancho. El reverendo Cipriano Tramesino, de la iglesia parroquial de S. Agustín: parte de hueso de santa Úrsula y sus compañeras, son cuatro huesos todos juntos como una nuez. El M. Adrián de Padua, del convento de S. Juan y S. Pablo de la orden de santo Domingo: tres huesos de las compañeras de santa Úrsula de varios tamaños. Y últimamente se trajo a este monasterio con el cuerpo de la reina doña María, primera mujer de Felipe II, una cabeza de una de la compañía de las once mil vírgenes (catálogo MS. de las reliquias de S. Lorenzo el Real). 

(7) Aquellas tres faces que dicen haber dejado el Salvador estampadas en el lienzo de la Verónica. Hacia la mitad del siglo XV comenzó a extenderse la opinión de que una mujer de Jerusalén, llamada Verónica, presentó un lienzo o pañuelo a nuestro Señor Jesucristo, en el cual, enjugándose el sudor, dejó estampado su sagrado rostro. Añadieron que esta mujer tenía su casa en aquella ciudad, distante quinientos y treinta pasos de la de Pilato (Poncio Pilatos). Esto dice Bernardo Breydenbach en su viaje a la tierra santa del año 1483, e impreso dos años después en Maguncia (Mainz). Sus palabras son estas: procedentes per viam illam longam, per quam et Christus de domo Pilati usque ad crucifixionis locum ductus est, ad subscripta ex ordine devenimus loca. Item, ad domum sanctae Veronicae quoe ad passus quingentos et quinquaginta distat à domo Pilati, ubi Christus ejus peplo imaginem faciei suae impressit, quae hodie Romae habetur.

Sobre la palabra del obispo Metodio, citado por Mariano Escoto (in cron. ad an. 39), dice Baronio (ad an. 34. n. 138), que esta mujer se llamaba Berenice, o Verónica, Berenice quae et Veronica dicta habetur. Si el Metodio citado por Escoto fuera el santo obispo de Tiro y mártir, que floreció en el tercer siglo de la Iglesia, y no Metodio el patriarca de Constantinopla, que floreció en el IX, sería gravísimo este testimonio a favor de la existencia de esta santa mujer; supuesto que a Metodio el monje de Constantinopla, no pudo referirse Escoto, que le precedió cerca de dos siglos. 

San Antonino (I. p. cron. tit. VI. c. 25 §. 2) Añade que esta mujer era amiga íntima de la santísima Virgen: que casó con S. Amador, que fueron ambos primero a Roma, y de allí a las Galias con S. Marcial, y que muerto su marido siguió Verónica a S. Marcial en el territorio de Bordeaux, (Burdeos) donde permaneció. Martialis venit cum beato Petro apostolo Romam, et per eum missus fuit in Galliam habens in comitatu Amatorem et conjugem ejus Veronicam, quae familiaris et praecordialis amica fuit Virginis Mariae. Sanctus verò Amator in rupe, quae modo Amatoris dicitur, solitariam vitam egit, ibique obiit. Veronica autem sanctum Martialem praedicantem secuta est in territorio Burdegalensi, ibique consenuit. 

Felipe de Bergamo (in supplem. chron. lib. 8. ad ann. 32.) dice: Veronica mulier hierosolymitana Christi discipula matrona siquidem sanctitate ac pudicitia insignita his temporibus à Tiberio Caesare per Volusianum necessarium suum virum strenuum à Hierosolyma cum sudario Christi Romam accersitur. Detinebatur quippe idem Caesar magno infirmitatis morbo, qui cum primum mulierem sanctam suscepisset, et Christi imaginem contigisset, ab omni infirmitate curatus est. Ob quod miraculum ipsa Veronica ab ipso Caesare magno in pretio deinceps habita est. Ibidem enim usque ad mortem cum Petro et Paulo apostolis atque Clemente pontifice ecclesiam Dei constituens, perseveravit. Haec ipsa est quam Dominus à sanguinis fluxu fatigatam, ut sacra evangelii habet historia, vestimenti ejus fimbriam tangendo, sanaverat, atque etiam passionis ejus tempore, eadem imagine, vultus sui in signum amoris donata fuit. Ipsa autem imago panniculo sic impressa Clementi pontifici et successoribus ejus ab eadem ex testamento declarata, nunc usque ibidem in beati Petri templo à Christi fidelibus magna cum religione revisitur. 

El año 1685 se imprimió en París una vida de santa Verónica, en la cual se da por seguro: 1.° que vivió mucho tiempo con Jesucristo y su santísima Madre: lo 2.° que se llamaba Berenice o Verenice, mas que el uso ha introducido la voz Verónica, y en algunos lugares la de Vénica o Venisa: 

3.° que casó con S. Amador doméstico de la santísima Virgen y de S. Joseph: 4.° que nuestro Señor la curó del flujo de sangre: 5.° que cuando iba al calvario con la cruz acuestas salió de su casa, que estaba al paso, y viéndole bañado en sudor y cubierto de sangre; se quitó el velo blanco de la cabeza, y se lo presentó para limpiarle el rostro, y que en él dejó esculpida el Señor una perfecta imagen de su rostro, y se lo devolvió para dejarle esta muestra de su amor: 6.° que recibió el Espíritu Santo con los apóstoles el día de Pentecostés: 7.° que después se fue a Marsella con S. Amador, S. Lázaro y santa Marta, de donde pasó a Roma hacia el fin del imperio de Tiberio: 

8.° que dejó en testamento el santo sudario del rostro del Salvador a S. Clemente: 9.° que por último murió en Roma en Febrero del primer año del pontificado de S. Clemente.

Todo esto que se dice sin documentos antiguos ha dado ocasión a que se arraigue la opinión de que hubo tal mujer llamada Verónica, cuya fiesta se ha celebrado mucho tiempo en algunas iglesias el martes de carnaval, a lo que aparece, con el santo fin de oponer a las máscaras de este día la imagen del Salvador bañada en sangre, y estampada en un lienzo por el mismo Señor cuando iba a dar la vida por nuestra salud.

Otras iglesias fijaron la fiesta de la Verónica en el día 4 de Febrero, en el cual recogió God. Henschenio casi todos los monumentos que existen sobre su historia, a excepción del MS. del vaticano. No se sabe qué escrito es el de Juan Raynoldo sobre la Verónica, citado por Casaubon, ni si es impugnación o defensa de la tradición popular (Tillem. sur J. C. not. 33). Juzga Tillemont que Verónica pudo ser el mismo nombre Berenice, común entonces entre los judíos, sobre lo cual merecen leerse las observaciones de Franc. Quaremio,(elucidar. terrae sanctae lib. IV. peregrin. 6. c. 14. §. 4. seq.) Bzovio (annal. eccles. an. 1216. n. 15 y 16), y Ducange (gloss. V. Verónica.) 

Lo que hay en esto de probable es que Verónica es palabra derivada por trasposición y por síncope de Vera iconica, o Vera icona; siendo cierto, como notan Vosio y otros buenos latinos, que en la baja latinidad icona o iconica es lo mismo que imagen: de suerte que no debe aplicarse la voz verónica a una mujer (cuya existencia no consta), sino a una imagen del Salvador esculpida en un lienzo. En prueba de esto cita Mabillon en su viaje de Italia a Pedro de Mailli, que floreció en el siglo XII, en el pontificado de Alexandro III, y romano, canónigo de S. Pedro de Roma, que escribió ha casi seiscientos años, cuyas palabras son: sudarium Christi quod vocatur Veronica &. oratorium sanctae Dei genitricis virginis Mariae quod vocatur Veronica ubi sine dubio est sudarium Christi, in quo antepasionem suam sanctissimam faciem, ut a majoribus nostris accepimus, extersit, quando sudor ejus factus est sicut guttae sanguinis decurrentis in terram. (Mabill. itiner. ital. t. I. p. 88). 

Por estas palabras se echa de ver que en aquellos tiempos se creía haber sido estampada esta imagen del Señor en el huerto, y no en la calle de la Amargura, como después se ha dicho.

Esto mismo confirma Pedro Diácono, bibliotecario de Monte Casino, en el siglo XII, el cual en su itinerario de la Tierra santa dice: sudarium cum quo Christus faciem suam extersit, quod ab aliis Veronica dicitur, tempore Tiberii Caesaris Romam delatum est (ap. Mabill. itiner. italic.) 

La ocasión de esta traslación de la imagen de Cristo a Roma en tiempo de Tiberio la cuenta Metodio, citado por Escoto, diciendo que este emperador gravemente enfermo de lepra, oídas las maravillas que obraba el Salvador, le envió legados rogándole viniese a curarle. Mas como a su llegada a Palestina hubiese ya muerto y resucitado, entendiendo que una mujer conservaba su retrato, llevándola consigo a Roma, la presentaron al emperador, el cual con la presencia de la santa imagen recobró la salud (Scot. ad an. 39.)

Molano dice que Tomás Stapleton le contó haber leído en la biblioteca vaticana una antiquísima historia de esta traslación de la imagen de Cristo a Roma en tiempo de Tiberio César: del cual códice habla también Baronio en sus anales, y es el MS. que dijimos no haber visto Henschenio. Tal vez le vieron Sigeberto, que floreció en el tiempo de Escoto, y Constantino Porfirogénito, anterior a entrambos más de un siglo, los cuales cuentan esta historia casi en los mismos términos (V. Honor. à sancta Maria animadv. in reg. et us, crit. lib. IV. diss. 8. art. I). Como quiera es antiquísimo en Roma. 

Agustino Patriarca en la descripción de la llegada de Federico III a Roma en tiempo de Paulo II dice: re divinam peractam pontifex cum imperatore et omni pompam ad Salvatoris nostri faciem adorandam in sudario expressam, quam Veronicam appellant processit. El mismo nombre se daba a la imagen del Señor en Roma en los tiempos de Inocencio III, Inocencio IV y Nicolao IV. Entre las misas votivas del misal de Maguncia de 1493 hay una con este título: de sancta Veronica, seu vultu Domini, En el de París: de sancta Veronica Christi Domini, sive facie Jesu patientis.

En el misal antiquísimo de la iglesia de Jaén se lee otra misa semejante con una secuencia muy devota alusiva al santo rostro del Salvador, que copiaremos en su lugar. En el procesional de la misma iglesia de París, entre varias conmemoraciones de la corona del Salvador, del sepulcro &c. hay una con este título: de sancto vultu Lucensi, item et de S. Domini Veronicam, cuya antífona y versículo alude al rostro del Salvador, y más claramente la oración: concede quaesumus, omnipotens et misericors Deus, ut qui filii tui Domini nostri Jesu Christi faciem propter peccata nostra in passione deformatum &c. En el gradual de la misma iglesia de París entre las misas votivas: missa de sancta Veronica Domini, seu de vultu Christi patientis quae celebratur feria tertia quinquagesimae.

En la iglesia de S. Eustaquio de París, donde se celebraba la fiesta de la santa Verónica a 9 de Septiembre, todo el oficio era de nuestro Señor Jesucristo, padeciendo en su sagrado rostro, y nada de la santa mujer que se supone. Don Martín de Ximena en los anales eclesiásticos de Jaén p. 160 dice lo siguiente: "Hay en esta santa iglesia muchas reliquias de santos. La principal de todas y que de tiempo inmemorial se guarda en ella... es la santa Verónica, que es uno de los retratos que nuestro Señor y redentor Jesucristo en el día de su sacratísima pasión, yendo con la cruz acuestas por la calle de la Amargura... dejó impresos de su sacratísimo rostro en un lienzo que le ofreció la piadosa y santa mujer Verónica.”

Donde se ve como a pesar de la verdadera significación que se daba vulgarmente en aquella tierra a la palabra verónica, denotando con ella el sagrado retrato del Salvador, todavía se había introducido en ella la opinión de que este retrato se estampó en un lienzo ofrecido al Señor por la mujer llamada Verónica. Esto se confirma por una oración del antiguo misal de Jaén, dirigida a Dios por intercesión de esta santa, que dice así:

Deus qui nobis signatis vultus tui memoriale tuum ad instantiam beatae Veronicae imaginem tuam sudario impressam relinquere voluisti: praesta quaesumus per sanctam crucem et gloriosam passionem tuam, ut qui te heic 

in speculo et aenigmate veneramur in terris, desiderabilem ac veram faciem laeti ac securi videre mereamur in caelis. Qui vivis &c.

Esta opinión se extendió a varias iglesias aun de fuera de España: en el misal ambrosiano de 1560 se lee también misa de santa Verónica, donde hay las siguientes oraciones:

Praesta nobis, quaesumus misericors Deus, ut qui beatae Veronicae festivitatem devotis obsequiis celebramus, ejus intercessionibus per tuam clementiam adjuvemur, et de praesentis saeculi fluctibus liberemur. Per &c. 

Da quaesumus, sancte Pater, ut beatae Veronicae, quae in conspectu majestatis tuae existit gloriosa, suis orationibus nos per fidem integram, et sanctae vitae munditiem gratos tibi reddat et devotos. Per &c.

En otros misales, como en el de los cartujos de 1669, se lee en la fiesta de santa Verónica la misa Cognovi: la oración: Exaudi nos, Deus salutaris noster, ut sicut de beatae Veronicae festivitate gaudemus &.c. La epístola: Mulierem fortem. El evangelio, del milagro obrado por el Señor con la mujer que padecía flujo de sangre; por donde se colige haberse creído lo que tenía asegurado Felipe de Bérgamo, que esta fue la mujer llamada Verónica que le dio el lienzo cuando iba a ser crucificado (V. Thiers superst. p. II. lib. 4 c. 6. pág. 437. seq.) 

(8) El hallarse esta historia tan desnuda de fundamentos en sus principales puntos. No hay documentos que den por averiguado este milagroso suceso de la Verónica, y así algunos dudan de esta historia y aun de la existencia de esta santa mujer. 

“De veritate tamen ejusdem historiae non quidem quod attinet ad sudarium, sed quod spectat ad piam illam feminam Veronicam nonnulli dubitare coeperunt tum quia tota retro antiquitate Veronicae nomen ignotum est, et primi qui historiam vulgarunt saeculo duodecimo non Veronicam, sed Venicem aut Veronicem aut Berenicem appellant, tum quia licet Veronicae tamquam piae et sanctae feminae nomen reperiatur in martyrologio galesinii non reperitur tamen in martyrologio romano correcto et ampliato per cardinalem Baronium. Bollandani idcirco ab ea, quam comprobare tentaverant sententia, in subsequentibus libris recedendi animum praesetulerunt, uti videri potest t. VII, mensis Maii p. 358. n. 26. Cumque ipsum sudarium Veronicae nomine fuerit appellatum a Nicolao IV...  et 

complures praeterea pontífices, Clementem videlicet VI, VII, VIII et Gregorium XIII aliosque sacrosanctum sudarium apellantes Veronicam referat Jacobus Grimaldus... ex his nonnulli in eam devenerunt sententiam, verosimile admodum esse, quod Vera Icon exigua litterarum transportatione facta sit Veronica.”

(Benedict. XIV. de serv. Dei beatif. et canoniz. l. IV. p. II. c. 30. n. 12). 

Dudan de la existencia de esta piadosa mujer Tillemont, Serry (exercit. 53. núm. 4): Thiers (superst. loc. laud.): Papebrochio (mens. Mai. t. VII. p. 356 n. 126, et in responsione ad P. Sebastianum à S. Paulo art. I. §. 4. n. 7. seq., et art. XI, §. 2. n. II), que cita también en su favor a Lucas Holstenio: Mabillon (iter. italic. p. 86. 87): Foggini (en la defensa de lo que enseñó contra las actas de S. Rómulo pág. 66). Fúndanse 1.° en la variedad de los nombres dados a esta mujer: en el silencio que guardan en orden a ella Eusebio, Sócrates, Sozomeno, Teodoreto y otros historiadores de los primeros siglos de la Iglesia: en el testimonio de los que dicen que esta imagen se esculpió estando el Salvador en el huerto, y no en el camino del calvario: en que la iglesia de S. Pedro del vaticano, que hubiera sido la primera en hacer fiesta a esta santa mujer, no hace memoria de ella en sus martirologios ni en ninguno de sus oficios. Atque hujus quidem basilicae exemplum, dice Trombelli (de cultu ss. dissert. IX. CXXXV. §. 2): opponi debet exemplis ecclesiarum illarum quae in divinis officiis, mulieris hujus Veronicae dicta meminerunt et preces illi ac sequentias recitant: en que el mismo Baronio (ad ann. 34. §. 113) pareció inclinarse a la existencia de la Verónica, no injirió su nombre en el martirologio publicado por el de la iglesia romana, no obstante que se hallaba ya en el martirologio de Galesinio. Y aunque es cierto, dice Trombelli (ib. §. 3), que Urbano VIII inclinó a la existencia de esta pía mujer en la inscripción que puso en la capilla del santo sudario; fue esta una opinión suya privada, que no ha tendo influjo en esta controversia, ni sus sucesores la han tenido por suficiente para que de la Verónica se haga oficio o memoria en la iglesia vaticana. Y así es que a pesar de este hecho impugnó Papebrochio a Henschenio teniendo por fingida la historia de la Verónica, y otros católicos la impugnan. Mas no porque estos hechos sean inverosímiles o menos probables, debe calificarse de necia la opinión popular que los da por ciertos, diciendo S. Agustín: quòd in hominum doctorum litteris invenitur, famaque vulgatum est, nec stulte dici putandum est, etiam si verum non est. Donde se ve la gran distancia que hay de los católicos que impugnan esta opinión, a Calvino y otros herejes que se burlan de ella. El culto de esta santa imagen no se termina en ella sino en Jesucristo, a quien representa. Y así es tiempo perdido el que gastó Galleo en persuadir que los católicos nos encomendamos a las mismas imágenes de Cristo, fundado en aquella deprecación a la santa Verónica: salve sancta facies nostri redemptoris, in qua inter species divini splendoris, impressa panniculo nivei candoris. Salve vultus Domini imago beata. Nos deduc ad propria ò felix figura (Gallaeus not. in Lact. de orig. error. lib. II. c. 2. op. Lact. pág. mihi 144). La miseria de esta razón puede colegirse por lo que añade: item hoc modo adorant crucem: “ave crux spes unica: auge piis justitiam, reisque dona veniam,” reproduciendo las calumnias de sus mayores, que condenan como absoluto el culto relativo de la santa cruz, que se termina a Cristo clavado en ella, y representado por ella.

El llamar novedad estas expresiones es ignorancia de la historia eclesiástica. Las palabras ò crux, ave spes unica son de un himno antiquísimo de Teodulfo o de Fortunato: las demás de esta prosa son tomadas de S. Efrén, de S. Ambrosio, de S. Atanasio y de otros PP., como lo demostró Tomás Waldense a los wiclefitas (th. waldens t. III. tit. 20. c. 159) mostrándoles elogios de la santa cruz todavía más fuertes que los que cantamos en el oficio eclesiástico. Aun los elogios indiscretos de la cruz o de algunas cosas piadosas por católicos menos cautos merecen indulgencia por la piedad de donde nacieron. Los protestantes y los impíos andan a caza de esta indiscreción o simplicidad para convertirla en odio de la misma religión. Puede aplicárseles lo de S. Agustín a los maniqueos: imperitia nonnulorum catholicorum venatio haereticorum et impiorum (S. Aug. lib. XIV. contra Faust.) Conforme a lo cual decía el sabio Gretsero: multa pio et recto animo olim dicta et scripta sunt, cum morum major esset candor et simplicitas, quae hoc saeculo criticis et sannionibus abundante, nemo vel diceret vel litteris mandaret (Gretsero de S. cruce lib. I. cap. 61. pág. 189). 

(9) Sea más bien una de las muchas copias... de la que existe en S. Pedro de Roma. En suposición de haber alguna imagen de Cristo milagrosamente formada al tiempo de su pasión, lo es la venerada en Roma en la Iglesia de S. Pedro: sive Veronica, dice Benedicto XIV, fuerit pia femina quae sudarium facie Domini admovit, sive Veronica unum atque idem sit cum ipso sudario; certum est sudarium ipsum insignissimam esse reliquiam, et multis ab hinc saeculis cultum in ecclesiam vaticanam obtinuisse (de serv. Dei beat. et canon. lib. IV. p. 2. cap. 30. n. 12.) Por los monumentos que publicó Jacobo Grimaldi en 1612 consta que a principios del siglo VIII el papa Juan VII colocó esta Verónica en una magnífica capilla, edificada para este fin en la antigua iglesia de S. Pedro; de lo cual habla también Pedro Mailli, que floreció en el siglo XII, y escribió la historia de la iglesia de S. Pedro: debe corregirse la equivocación de Honorato a S. María, que creyó haber hablado de esta imagen Anastasio el bibliotecario (in Stephan. III); pues alude allí a la otra que está junto a S. Juan de Letrán, como advierte Benedicto XIV (de serv. Dei beat. et canoniz. lib. IV. p. 2. c. 30). Por un martirologio MS. del Vaticano (VIII. cal. Decembr.) consta también la dedicación de esta capilla a fines del siglo VIII: consecratio altaris sancti sudarii, la cual dice el mismo Anastasio haber enriquecido con ricos dones León III a principios del siglo IX. Entonces se llamaba ya imago Salvatoris.

Esta imagen fue llevada en procesión por el papa Esteban III a pie descalzo en las rogativas públicas, que hacia la mitad del siglo VIII hizo el clero y pueblo romano, amenazado de las atrocidades de Aiustulfo, rey de los longobardos. De Celestino II, que fue papa a mediados del siglo XII, dice Benedicto, canónigo de S. Pedro, que un día al año después de decir misa en aquella iglesia iba a ofrecer incienso a esta capilla: postea vadit ad sudarium Christi quod vocatur Veronica. Inocencio III hace memoria de la procesión de rogativa que se hacía todos los años el domingo primero después de la Epifanía, en que se llevaba esta imagen del Salvador desde la iglesia de S. Pedro hasta el hospital de sancti Spiritus (Innoc. III serm. in dom. I post Epiph.), la cual rogativa llama antiquísima Honorio III en varias cartas, escritas al dicho hospital el año 1222. Además de este día, ya en el siglo XIV, en el pontificado de Urbano V, se exponía esta imagen a la veneración pública los cuatro últimos días de la semana santa, y en la fiesta de la ascensión. La cual práctica duró hasta Paulo V, el cual habiendo dispuesto su traslación a la nueva basílica vaticana, mandó que no se mostrase al público sino el viernes santo.

Por último, Urbano VIII colocó con suma decencia el sagrado rostro en un nuevo altar que construyó, y en él una imagen de la Verónica con esta inscripción: 

Salvatoris imaginem Veronicae sudario exceptam 

Ut loci majestas decenter 

Custodiret Urbanus VIII. Pont. Max. &c. 

Estos y otros muchos monumentos recogió Grimaldi, por donde consta cuan antigua es la veneración que tienen en Roma a esta santa imagen. Tal vez a esto se refiere el misal ambrosiano, por el cual prueba Bzovio que era venerada esta imagen antes del siglo VII. A esta imagen refiere también Honorato a S. María el oficio de la Verónica, que se halla el día 27 de Noviembre en varias iglesias de España, especialmente en un breviario antiguo del convento de santa María de Gracia de Alicante.

Esta imagen es distinta de la antiquísima venerada en la iglesia de Edesa hasta el siglo X, en que fue trasladada a Constantinopla. De la de Roma sacaron varias copias, llamadas también Verónicas. Tal es la que Jacobo Pantaleón Trecense, que después fue papa con el nombre de Urbano IV, estando en Roma el año 1249, envió al monasterio de religiosas cistercienses de Montrevil con una elegante carta y una inscripción, que ha dado motivo a varias conjeturas de Mabillon, Harduino y otros críticos. Acaso es copia de ella también la que se venera en la santa iglesia de Jaén, que allí se cree llevada por S. Eufrasio, uno de los siete obispos consagrados por los apóstoles. Esta copia es muy parecida a la de Montrevil, del cual dio un dibujo Honorato a S. María. Sucede con esta imagen lo que de otras de esta clase dice Gretsero, que son veneradas como originales. Para hacer más verosímil esta opinión, así Claudio Clemente en su tabla cronológica, como el doctor Juan Acuña de Adarve (de las efigies de nuestro Redentor non manufactas disc. 37. 6. 3), el obispo don Sancho, Dávila y Ximena en los anales de Jaén, fundados con el testimonio de Julián Pérez, aseguran que eran tres los sudarios en que se esculpió el sagrado rostro del Salvador: que uno de ellos se quedó en Jerusalén, y de los dos que llevó a Roma la Verónica trajo uno S. Eufrasio a España, con el cual se quedaron los tiranos que martirizaron a este santo obispo, hasta el último rey moro de Jaén, que con la ciudad y estado perdió aquel tesoro. Durante la dominación de los moros, dice Francisco Ruiz Puerta, que fue guardada esta imagen por los cristianos mozárabes que allí vivían, y que ganada la ciudad, la sacó de allí el santo rey don Fernando para traerla en sus conquistas; lo que escribe también Lucio Marineo Sículo en el libro 5. Muerto el santo rey, a poco tiempo de ganada Sevilla, el obispo de Jaén don Nicolás de Biedma, que había sido arcediano de Écija en la iglesia de Sevilla, favorecido del papa Clemente el competidor de Urbano VI en tiempo del cisma, pudo restituir esta imagen a su antigua morada. 

(10) Y no es exponer las verdades de nuestra sagrada religión a las burlas y sátiras de sus enemigos.

1. Calvino impugna este hecho de la Verónica fundado en el silencio de los evangelistas: quinam fieri potuit ut si in linteum occurrentis Veronicae Christus faciem suam tanto miraculo impressit, evangelistae rei tam 

mirificae, et cum primis digna quae fidedignis testibus posteritati commendaretur, nullam mentionem fecerunt?

2. Agrava el argumento diciendo, que habiendo referido cosas menores y de menor importancia, no era regular que hubiesen omitido tan esclarecido suceso: cum evangelistae multa minoris momenti... diligenter litteris consignarint; utique factum tam illustre et memorabile non praeteriissent. 

3. Añade todavía que el silencio de este hecho, siendo cierto, sería reprehensible: alioqui merito ipse Spiritus Sanctus oblivionis et oscitantiae accusari posset.

4. Tanto más cuanto callando este encuentro de la Verónica con el Salvador, cuenta el evangelio la compañía que le hicieron otras mujeres por el mismo camino hasta la cruz: evangelistae nominant mulieres quae Christum ad crucem comitatae sunt: de Veronica altum est ubique silentium.

5. Por último, que no se lee haber hecho Cristo igual merced a las otras mujeres, que con tan viva fe le acompañaron hasta el calvario: aliis mulieribus quae tanta fide et charitate flentes, Christum ad supplicium crucis euntem prosecutae sunt, nullum ejusmodi miraculum contigisse legitur. A ratione ergo alienissimum est id quod de Veronica vetus traditio et persuasio habet. 

Los herejes por lo común, como no templan la crítica con la religión, fácilmente dan en el extremo de la impiedad, aun cuando impugnan opiniones infundadas o poco sólidas. Esto le sucede a Calvino, el cual afectando amor a la verdad, se desentendió de la piedad, y tuvo por razonable esta impugnación ajena de toda razón y aun de todo buen sentido.

Porque en cuanto a lo primero nada tiene de extraño, que aun cuando fuese cierto este hecho de la Verónica, le hubiesen pasado en silencio los evangelistas, constando por uno de ellos, que es S. Juan, haber obrado el Salvador otras mayores maravillas que no quedaron escritas, y bastan para llenar de libros el mundo. En cuanto a lo segundo no sabemos nosotros en la economía y orden y fines de Dios cuales cosas son menores, y cuales mayores. No es mayor para Dios lo más maravilloso, sino lo más útil a sus designios. En lo tercero dijo una blasfemia. Porque constando que calló el Espíritu Santo varios hechos de Cristo, cuya noticia nunca pudo ser ni llamarse inútil, sería cierto que fue reprehensible callándolas.

En lo cuarto toma cuentas al autor de la Escritura, porque escribió unos hechos, y no otros.

En lo quinto pone tasa a los dones de Dios, haciéndose escudriñador de los corazones, y midiendo el mayor mérito y valor de los afectos del ánimo por las señales exteriores.

Otra vereda toman los buenos católicos que impugnan por las reglas de la piedad este hecho de la Verónica. No dicen que sea falso porque le callan los evangelistas, ni menos los juzgan reprehensibles por haberle callado siendo cierto; sino porque al silencio de los evangelistas se agrega el de toda la antigüedad eclesiástica, saben que lo que no consta de la Escritura y de la tradición, está sujeto a las controversias de los críticos, de suerte que aquella opinión será más digna de seguirse que tenga a su favor más grados de probabilidad histórica. 

Curta biografía de Braulio Foz.

BRAULIO FOZ. Va estudiá los primés estudis a Calanda, y al 1807 apareix matriculat a la Universidat de Huesca. Allí, com mols atres compañs,...