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dimecres, 24 d’agost del 2022

Carta LXXX. Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales.

Carta LXXX. 

Catálogo de los obispos de Urgel: inexactitudes del impreso en las sinodales. Los santos Ctesifon y Urbicio no fueron los primeros obispos de esta iglesia, ni consta ninguno de los que la gobernaron en los siglos III, IV y V. El primero conocido es S. Justo: noticias sobre su culto y escritos, entre ellos el sermón inédito de S. Vicente M. De los otros prelados hasta fines del siglo VIII. Dudas sobre algunas cosas que se cuentan del famoso obispo Félix: proyecto de una apología sobre su carácter, santidad, y sincera retractación de sus errores. 

Mi querido hermano: En los correos anteriores procuré darte una idea general de la santa iglesia de Urgel, tocante a su constitución interior, usos, fábrica y otras cosas, cuanto bastaba para descubrir como de un golpe el terreno, y dar a conocer este campo fértil de nuestra historia eclesiástica. Obra más larga es y trabajosa el irlo recorriendo paso a paso, examinando uno tras otro los hechos de sus prelados. Pero hay entre ellos algunos tan ilustres y señalados en letras y virtud, que estoy cierto que no te ha de pesar el tiempo que gastares en leer, como yo doy por bien empleado el que me ocupó en examinar los monumentos que nos dejaron, y en escribir lo que de ellos resulta. Aun de los que no pueden igualarles en la importancia de su nombradía, desea la historia, saber la existencia y cronología exacta para la mejor y más fundada averiguación de los hechos civiles, puesto que en los congresos y en los diplomas reales era costumbre que se hallasen y asistiesen los obispos. Y si quisieren aprovecharse, no será poca la utilidad que sacarán los vecinos de la Galia Narbonense, cuya historia eclesiástica no puede llegar a su perfección sin el puntual conocimiento de los obispos de la que llamaban Marca Hispánica. La perspectiva de estas utilidades, y más que todo el placer de hallar la verdad en sus mismas fuentes, me han sostenido para que no desmayase en esta empresa, ardua sobre manera, por no haberme precedido ninguno en semejante trabajo, y por haber tenido que sacrificar mucho tiempo a la fastidiosa ocupación de registrar centenares de pergaminos que sólo eran útiles para fijar la existencia de los obispos. Cosa que quien haya probado, ese solo sabrá apreciar en lo que vale. Mas esta es mi obligación, y Dios quiera que haya cumplido bien con ella. He dicho que nadie me ha precedido en este trabajo; porque nada me ha aliviado en él el catálogo de obispos de esta iglesia desde los tiempos apostólicos, que en 1747 se imprimió al principio de las sinodales del ilustrísimo Señor Don Fr. Sebastián de Victoria y Emparan (o Emparán). Antes, si he de decir lo que siento, ha duplicado mi fatiga por las increíbles equivocaciones, anacronismos e inexactitudes de que está lleno. Frecuentemente omite nombres de obispos, sin dejarles hueco entre el antecesor y sucesor, los adelanta y los atrasa, y también hace de uno dos y de dos uno. Dejo a parte que guiado por los falsos cronicones, y dejándose arrastrar de un amor desmedido a su iglesia, pone por su primer obispo y fundador a S. Ctesifon, uno de los siete varones apostólicos, por la semejanza de Vergi, ciudad donde fijó su silla aquel santo obispo, con Urgellum y Orgellum. Lo cual ya no hay quien lo tenga por verosímil, mucho menos por cierto. En igual grado está el segundo obispo que señala en el año 52 de Cristo, es a saber, S. Urbicio M., bastándole para ello la autoridad de Marcillo (Crisis de Catal.) y la de Argaiz en sus anales. Tengo para mí que así como la semejanza de Vergi fue ocasión de poner al primer obispo, así para el segundo lo fue el hallar un S. Urbicio que padeció martirio en Serrateix, lugar que antes era de esta diócesi. Mas ya en lo de aquel monasterio se dijo, que este santo mártir pertenece al siglo VIII (a: V. tomo VIII de este viaje, pág. 125 sig.). No me admiro que el amor de la patria incline el ánimo del que escribe a desear, como digamos, que fuesen ciertas las glorias que de ella se cuentan; mas que se diga afirmativamente lo que el que escribe sabe que está lleno de dudas, esto no lo sé entender; como si la verdad histórica por ser de esta clase dejara de ser verdad, y de merecer todo el respeto que a ella se debe, o como si por tratarse de cosas piadosas fuese menor pecado dar entrada a la mentira, que ninguna ley tolera ni aun en las civiles. Digo pues que dejo esos arcanos históricos para los escritores que con mayor comodidad y copia de libros puedan demostrar esas fábulas, en que no es menester que se fatiguen mucho. Yo como viajero diré sólo de lo que pueda apoyarse en algún documento existente. Por tal cuento el precioso códice de cánones, que se guarda en esta iglesia, del cual diré otro día, y en donde están las subscripciones de los obispos que asistieron a los concilios. 

Así que empezaré mi catálogo de obispos Urgelenses desde donde empieza esta noticia, no contando en su serie a los que no consten en este códice ni en el Gerundense, cuyos apuntes tengo a la vista. No será inútil para el mismo objeto la copia (a: Apend. n. 1) de un breve catálogo de estos prelados, que hallé en uno de los cartorales del monasterio de Gerri. Llega hasta la mitad del siglo XII, que es cuando se escribió, como lo indica la letra. Defectos tiene, y no pocos; mas también tiene aciertos, que han contribuido a hallar la verdad. Y si por defectos las hubiéramos, inéditos deberían quedar todos los cronicones antiguos, sin exceptuar uno solo. La historia necesita que se divulguen sus pruebas cualesquiera que ellas sean. Baste de esto, y vamos a nuestra labor. Sólo advierto que aunque comenzaré desde el siglo VI, no por eso se infiera que no hubo prelados anteriores que gobernasen esta iglesia; antes tengo por verosímil que los hubo desde el primero o segundo siglo de la cristiandad, la cual consta que plantó aquí S. Saturnino O. de Tolosa, de quien decía un códice de Ripoll en el siglo XI: qui primus post apostolos nostrarum partium ignorantiae tenebras evangelicâ praedicatione detersit (a: V. tom. VIII de este viaje, pág. 26). Y siendo cierto que S. Fructuoso era metropolitano de Tarragona a mitad del siglo III, no sería extraño que hubiese otros obispos en la provincia, y que uno de ellos fuese el de Urgel. Mas con todo eso, no constando quienes eran, mejor es pasar todo ese espacio de tiempo en silencio, viniendo a lo cierto e indubitable. Por la misma razón dejo de hablar de los que el catálogo de Gerri pone inmediatos a San Justo; no porque yo niegue que lo fuesen Egigano por espacio de XXII años, y Gudila VIIII; sino que veo que no guarda el orden cierto, colocando a Maurelio antes de S. Justo, y así hay otras dudas que me obligan a desentenderme de ese examen que a ti y a mí sería fastidioso, y a contentarme con mi códice de cánones: en el cual el primero que hallo cierto e indudable es 

S. JUSTO. 

Desde antes de 527 hasta después de 546. 

Era hermano de Justiniano, obispo de Valencia, Nebridio o Nifridio de Egara (hoy Terrasa) y Elpidio, obispo de silla no conocida. Gobernaba esta iglesia en el año 527 en que aprobó los cánones del concilio Toledano II, aunque llegó después de estar ya determinados. Dícelo él mismo en la suscripción, que es como sigue en el códice Urgelense: In Christi nomine Iustus, ecclesiae catholicae Urgellitanae episcopus, hanc constitutionem consacerdotum meorum in Toletana urbe habitam, cum post aliquantum temporis advenissem, salvâ auctoritate priscorum kanonum, relegi, probavi, et subscripsi. Con las mismas palabras subscribió su hermano el obispo Nifridio; y esto prueba que ambos fueron juntos al concilio, y que algún incidente les estorbó llegar al tiempo de su celebración, aunque todavía debieron hallar reunido aquel congreso. Mas según la fundada sospecha de Nicolás Antonio, tengo para mí que como obispos de otra provincia no fueron llamados a aquel concilio, que sólo fue provincial; sino que el hallarse en Toledo nació de otras causas que les debieron obligar a ir a aquella corte. Y sin embargo firmaron aprobando sus cánones; porque esta era la costumbre y atención que se guardaba con todos los obispos extraños que por cualquier motivo se hallaban en la corte, como se usó también con Marracino, desterrado de su silla y confinado en aquella ciudad. Ferreras y Flórez sospechan que acaso nuestros dos obispos fueron allá con motivo de lo que se tratase contra este Marracino; lo cual si así fuese, debíamos tenerle también por obispo de la provincia Tarraconense. El hallarse sus firmas en último lugar, no prueba que fuesen más modernos que los otros obispos en la dignidad. También se halló S. Justo en el concilio de Lérida de 546 (a: Otros fijan este concilio en el año 524. Yo sigo por ahora la cuenta del cód. Gerundense, que lo supone celebrado en la Era 584, año 546), al cual subscribió en segundo lugar sin indicar su sede, como tampoco la expresan los otros obispos confirmantes; mas no hay dificultad en creer que sea nuestro obispo Urgelense, el mismo que subscribía en Toledo 19 años antes. Y más constando con evidencia que no comenzó a ser obispo hasta después del año 517, puesto que Nifridio, que siempre firma antes que el nuestro, sólo suena obispo desde ese año en el concilio de Gerona, y en el de Tarragona del año anterior subscribe sólo como presbítero y ministro de la iglesia de Egara. De donde es llano inferir que Justo, menor en la ordenación que Nifridio, no fue obispo hasta después del año 517, y que lo fue hasta pasado el 546. De las virtudes y culto de este santo obispo hallará noticia el que la quisiere en los Bollandos y en Domenech (SS. de Cataluña). Acá se celebra su fiesta a 28 de Mayo, con el oficio todo del común, sin haber en ningún códice memoria de haberlo jamás tenido propio. Más digno es todavía de notarse que habiendo memoria cierta de que en el siglo XI eran aquí veneradas sus reliquias, y empleadas como dije otro día (a: V. el tom. IX, pág. 193 y 195) en la consagración de los altares, y aun de haberse erigido algunos en honor suyo en las iglesias de la diócesi, según se verá en este catálogo cuando lleguemos al año 1079; sin embargo no hay mención de su fiesta en 1161, al tiempo que se señalaron las principales del año para fijar las obligaciones de los prepósitos en ellas (b: V. ibid. pág. 294). Sin duda se reputaba por fiesta poco principal, o acaso no la había, como ciertamente lo podemos asegurar de los siglos XIV y XV, puesto que no se halla memoria de ella en esos siglos ni en los misales ni en los breviarios propios de esta iglesia, como tampoco en una consueta entera y muy bien digerida del siglo XV. El mismo silencio se observa en cuantas letanías he visto desde el siglo XIII hasta el XV, siendo así que jamás se omite en esos códices la memoria de los Santos Ermengol y Odón, que son tan posteriores; aunque acaso esa misma pudo ser la razón de ser venerados los unos y no el otro, hasta que la impresión de los concilios y de las obras antiguas recordó el mérito de este insigne doctor de la iglesia goda. El cual no es menos célebre por su literatura, como puede verse en la bibliot. vet. de Nic. Antonio, donde se halla que escribió un comentario sobre los Cantares de Salomón, y además una carta a Sergio, obispo de Tarragona (ad Sirgam papam) enviándole dicho libro, y otra al diácono Justo, que fue el que le movió a que lo escribiese. Estas obras se imprimieron varias veces, y las hallarás en la bibliot. vet. PP., y las dos cartas en los concilios del cardenal Aguirre, y yo las he hallado también MSS. en algunos archivos en códices de poca antigüedad. Y esto es lo único que se sabe de sus escritos. De los cuales S. Isidoro en el tratado de viris illustr. dice solamente: Iustus, Urgellitanae ecclesiae episcopus Hispaniarum, et frater praedicti Iustiniani, edidit libellum expositionis in Cantica Canticorum, totum valde breviter, ac aperte, per allegoriarum sensum. Mas yo puedo presentar a los eruditos otra obrilla de este doctor, inédita hasta ahora que yo sepa, y es un sermón predicado por él en la solemnidad de S. Vicente M.; el cual he hallado en dos códices de estos archivos. El primero es un breviario de la iglesia de Cardona, que hoy está en el monasterio de Bellpuig de las Avellanas, adonde se lo llevó y depositó el P. D. Jaime Pascual, individuo de aquel monasterio. Está escrito a principios del siglo XIII o a fines del anterior. Hállase en él el oficio propio de S. Vicente M. tal cual lo tiene hoy mi orden de Predicadores; sino que las seis primeras lecciones tienen este título: Passio Sancti Vincentii archidiaconi, et martyris Christi, edita a dompno Prudentio: Princ. Quoniam nobilem beati Vincentii triumphum &c. La lección VII es del evangelio: la VIII y IX son del sermón sobredicho, con este título: Sermo sancti Iusti Urgellen. episcopi. Grande fue el gozo que tuve con este hallazgo, y con el de algunos fragmentos del mismo escrito que hallé en algunas hojas sueltas de otro breviario, donde igualmente se atribuye al mismo padre, porque eso solo era ya una prueba de ser obra de este doctor, cuyo lenguaje además en nada desdecía del que usaron los PP. de nuestra iglesia goda. En este estado llegué a la iglesia de Roda en Aragón, donde entre otras cosas preciosas, de que hablaré algún día dándolo Dios, conservan un códice santoral o leccionario fol. vit. MS. en carácter gótico cursivo, lo más tarde a principios del siglo XI, que sólo contiene sermones en las fiestas de nuestra Señora, actas de los mártires primitivos, y de solos tres confesores, es a saber, S. Bricio, S. Martín y S. Nicolás. En este libro pues, entre varios sermones para la fiesta de S. Vicente, titular de la iglesia, se halla entero y mucho más completo que en aquel breviario el sobredicho sermón con este epígrafe: Sermo sancti Iusti, Urgellensis episcopi, in natale sancti Vincentii martyris. La copia adjunta dirá lo que ello es (a: Apend. n. II), en la cual, por no alargar ahora mi narración y distraerme mucho de mi objeto, he puesto varias notas sobre algunos pasajes de esta obrilla, tocantes a la verdadera patria de tan insigne mártir, al lugar donde se predicó este sermón, y otras cosas curiosas. Desembarazado de esto, prosigo mi catálogo de obispos, en el cual hallo que el impreso cuenta por sucesores de S. Justo a Egigano y a Marcelo, sin citar autor ni documento por donde conste su existencia y el lugar que les da: y del primero afirma que fue obispo desde el año 540 hasta 575 en que murió: y el segundo desde el año siguiente hasta cerca del 590. Mucho acotar es esto en quien confiesa que no queda monumento alguno de tales prelados. El MS. de Gerri los antepone a S. Justo: y de un Marcelo hay memoria en el concilio Valentino de 546, en el cual firmó por él su vicario el arcediano Salustio: y en el Toledano I subscribe un obispo de ese nombre; mas en ninguno de los dos lugares se expresa su silla. 

Y así déjolo, porque es andar a tientas. 

SIMPLICIO.

existente desde 589 hasta 599. 

Subscribió este prelado en el famoso concilio Toledano III del año 589 entre los obispos católicos, núm. 27, como leo en Flórez y en los códices de Urgel y Gerona. También se halló en el concilio II de Zaragoza de 592 y en el de Barcelona de 599. 

El impreso que, como si lo estuviera viendo, nota la muerte de este prelado en el año 604, dice que en el siguiente le sucedió Gabila, el cual murió en 624, y que luego entró Leuderico, que habiendo asistido al concilio Toledano de 634, murió hacia el 650. Cierto es envidiable la satisfacción del que ordenó este catálogo, que así va distribuyendo el tiempo y acomodándolo como le place, de modo que venga bien a aquellos prelados, de quienes si se atreve a citar algún documento, es por desgracia equivocado. Del llamado Gabila ninguno alega; y acaso será el Gudila que el catálogo de Gerri puso mucho antes de S. Justo. Pues el haber asistido Leuderico al concilio Toledano de 634, no sé de donde lo pudo sacar, porque en el cardenal Aguirre, a quien suele citar alguna vez y que pone ese concilio IV no en 634 sino en 633, no se halla tal Leuderico obispo de Urgel, sino

RANARIO 

en 633. 

Así se escribe también en el códice de esta iglesia sin variedad alguna, ni aun en el lugar de su firma, que es el 34. Lo mismo está en el códice Gerundense, con sola la diferencia de escribir Orgelletanus, y el de aquí Urgellitanus. Con esto se hace más notable la omisión del impreso, que no contó este prelado entre los de Urgel. 

MAURELLO 

año 653 y 655 

Así le llaman nuestros códices, no Marcello, como el impreso, el cual omite su asistencia al concilio VIII Toledano. En los concilios V, VI y VII no se halla noticia de obispo de Urgel, ni de vicario que asistiese en su nombre. Mas en el VIII, celebrado en el año 653, asistió Maurello firmando según nuestros códices en el núm. 41, aunque en otros varía este lugar. Dos años después se celebró el concilio IX, y en él subscribió el mismo obispo en el núm. 10. ¿Quién hará caso de que el impreso diga que murió hacia el año 670? Aunque si esto fuese así, no habiendo por otra parte memoria del sucesor Leuberico hasta el año 683, parece quedar hueco suficiente para colocar al obispo Jacinto, el cual siguió las banderas del tirano Paulo contra el rey Wamba, y defendiendo el castillo de Livia en la Cerdaña fue hecho prisionero por las tropas de aquel rey juntamente con Araugisclo. Digo que vendría bien colocar aquí a este obispo, porque cabalmente aquel rey lo fue desde el 672 hasta el 680. Mas el daño está en que no tenemos una certidumbre de que fuese obispo de Urgel; porque aunque Pedro de Marca (M. Hisp. col. 62) es de este parecer, ¿quién asegurará que no lo fuese de otra silla de la parte de Narbona donde Paulo mandaba? Porque la historia de la expedición de dicho rey, escrita por nuestro Juliano Toledano, único documento donde se menciona Jacinto, bien le llama obispo, mas no dice de qué silla. Y el estar Livia en la diócesi de Urgel, no es una prueba que fuese su obispo el preso en aquel castillo, así como tampoco eran de este territorio e iglesia los que lo conquistaron. Ya se sabe lo que es una expedición militar. Así que mientras otra cosa no conste, seguiré contando por obispos de esta iglesia a los que ciertamente consta que lo fueron. Tal es 

LEUBERICO o Leoberico

desde 683 hasta 693. 

El impreso dice que se halló en el concilio de Toledo del año 674 (debió decir 675); mas ni en este que fue el XI, ni en el XII, hay mención de ningún obispo Urgelense. En el XIII del año 683 suena ya Leuberico, que envió a aquel congreso al presbítero Florentino, el cual subscribió entre los vicarios. Lo mismo hizo en el concilio XV del año 688. Mas en el XVI del año 693 asistió personalmente firmando en el lugar 49; y esta es la última memoria que hay de este prelado. Después del cual el sobredicho catálogo pone la serie no interrumpida de los obispos del siglo VIII de esta manera:

Principio. Muerte. 

Urbicio 700 martirizado. 704.

Marcelo 705. 721.

Justo 722. 733.

Leuderico 735. 754.

Esteban 755. 765.

Dotila 773.

Verdaderamente es para alabar la puntualidad y certidumbre con que se señalan las épocas de estos seis obispos, en medio de la escasez de documentos que confiesa el mismo autor del catálogo. No por eso negaré que lo fuesen, o que lo fuesen otros. Porque aunque a principios de ese siglo VIII se verificó la entrada de los árabes en España (711), que a manera de un torrente la inundó hasta los Pirineos; mas en estas asperezas pudieron sostenerse poco tiempo aquellos bárbaros, donde además sabemos que en 736 mandaba a los cristianos el príncipe Chintila. Así tengo para mí que no se interrumpió la serie de los obispos de Urgel, aunque muchas veces tendrían que andar prófugos y desterrados de su silla. Y si hubo alguna interrupción, debió ser muy breve, merced a las armas de Pipino y Carlo Magno, que pronto comenzaron a arredrar a aquellos conquistadores. Así hallamos que hacia el año 783 florecía ya aquí en crédito de literatura, y en la singularidad de opiniones, el famoso Félix; de cuya vida, porque no falte aquí su noticia, haré un compendio breve, según lo que de él dicen comúnmente los historiadores, dejando para tiempo más desocupado, si Dios me lo concede, hablar de él como dogmatizante, cosa en que acaso no saldrá tan feo y criminal como se supone. 

FÉLIX

desde por los años 783 hasta 799.

Era grande amigo, y algunos dicen maestro, de Elipando, metropolitano de Toledo; lo cual, como observa muy bien el M. Flórez (Esp. sag. tom. V. pág. 352), no puede entenderse de discipulado de escuela, sino de haber aprendido de él los errores que a uno y a otro hicieron tan famosos. Algunos creen que fue francés: Eginardo le supone español; lo cual no quita que fuese educado en Francia, no estando entonces España para educar jóvenes. Esta es la condición de los hombres, que nadie quiere consigo al que tiene alguna tacha. Como quiera que esto sea, lo cierto es que mucho antes del año 785 era ya Félix obispo de Urgel; porque ya en ese año comenzó a escribirse contra los errores que corrían en su nombre, como luego diré. Fue así que Elipando, arzobispo de Toledo, consultó a Félix sobre lo que debía creerse de Jesucristo como hombre: a lo cual nuestro obispo respondió que Jesucristo en cuanto a la humanidad sólo era hijo adoptivo y nominal de Dios; cuyo error propagaron ambos, Elipando en las Asturias y Galicia, y Félix en las provincias limítrofes de los Pirineos. Comúnmente se dice que Félix fue el autor de esta herejía, que de su nombre se usó llamarla Feliciana. Será esto verdad porque se esmerase más en propagarla, o porque el crédito de su sabiduría la hiciese más célebre; mas no porque fuese el primero que diese en ese desvarío; el cual tuvo su origen en Córdoba, donde ya tenían escuelas florecientes los árabes, y con ellos estaban mezclados muchos doctores cristianos. Y esa nueva doctrina de la Bética fue la ocasión de que Elipando consultase a Félix, y de que este dogmatizase sobre ello. Digo que esto debió suceder por los años 782, puesto que ya tres años después, entre otros españoles que se opusieron al error, hallamos que Beato, abad de Liébana, y Eterio, obispo de Osma, refugiado en Asturias, escribieron dos libros contra Elipando y Félix. Al mismo tiempo el papa Adriano I escribía a los obispos de España precaviéndoles contra el nuevo error. Mas los que lo defendían se obstinaban en él, respondiendo a los dos que le impugnaban con escritos, llamando a Eterio mozo y engañado, y dando a Beato el apodo de antifrasio, que significa lo contrario de su nombre, esto es, no Beato. La fama del nuevo dogma llamó la atención de los obispos extranjeros, los cuales lo condenaron en varios concilios. 

El primero que en esto se cuenta es el de Narbona del año 791, o de 788, como se lee en la Marca Hisp. (col. 343), en el cual se hallaron los obispos de Arles (Arlés), Aix, Embrun, Viena, Bourges, Auch y Bourdeaux (Burdeos), y en que añaden que el mismo Félix subscribió a la condenación de su error. Otra condenación se supone hecha en el mismo año 791 en un concilio de Frioul, congregado por S, Paulino, obispo de Aquileya. Félix debió reincidir en su error, puesto que en el año siguiente fue citado a la presencia de Carlo Magno y al concilio de Ratisbona, donde fue condenada de nuevo por él mismo su doctrina; y llevado desde allí a Roma la abjuró otra vez delante del papa, con lo cual se le permitió volver al gobierno de la iglesia de Urgel. Mas o sea que él recayó, o como yo creo que Elipando, que llevaba mal estas condenaciones parciales, escribió a Carlo Magno para que esto se tratase en un concilio pleno, lo cierto es que en el año 794, estando aquel rey en Francfort (Frankfurt), congregó allí un concilio de 300 obispos, que establecieron varios cánones, en el 1.° de los cuales fue condenada la herejía de los nuestros. Algo hay que decir sobre aquel congreso, que en el canon 2.° condenó también el dogma católico de la adoración de las imágenes, por no haber sabido leer o entender el canon del concilio Niceno. Mas esto ni es de este lugar, ni quita que fuese bien condenado el error de los adoptivos. Y no sólo los concilios, sino muchos sabios extranjeros escribieron contra nuestro obispo Félix; entre los cuales se distinguió Alcuino, al cual el nuestro respondió con acrimonia y con muestras de ánimo poco dispuesto a ceder en su empresa. A pesar de todo dicen que de nuevo se retractó en un concilio de Aquisgrán (Aachen) del año 797, y que recayendo otra vez, hubo necesidad de juntar un nuevo concilio en esta iglesia de Urgel en 799, al cual asistieron los obispos Laidrado de Lyon, y Nefridio de Narbona, y el abad Benedicto, con otros obispos y abades de la Gocia (Gotia). Esto dice la Marca Hisp. (col. 268 y 345), y pretende probar la existencia de este concilio por dos razones: 

1.a porque según los cánones africanos el error debía condenarse donde había nacido: 2.a porque Félix en la fórmula de confesión que hizo después, dice que según lo que le había prometido en Urgel el obispo Laidrado, vino libremente a la presencia del rey (de los Francos, franceses, Francorum y Franchorum regis; por supuesto, también de los catalanes, se llamasen o no así; y rey de parte de los alemanes), y fue allí oído sin que se le hiciese molestia ni vejación alguna. De 

donde infiere aquel escritor que en 799 estuvo en Urgel el obispo de Lyon Laidrado, lo cual no podía ser sino con ocasión del concilio. Dejando en su probabilidad la primera de estas dos razones, la segunda hace poca fuerza; porque como luego verás el Laidrado que en ese tiempo se hallaba en Urgel, era obispo de esta iglesia, y no de la de Lyon. Así que yo dudo mucho de la verdad del concilio tenido aquí, y más en ese año, en que todos los historiadores convienen que fue por última vez condenado en el concilio Romano, y depuesto enteramente de su silla en una solemne asamblea que se tuvo en Aquisgrán, y desterrado a Lyon. No sé si pudieron caber todas estas cosas en solo el año 799.

Como quiera que sucediesen, Félix acabó sus días en el destierro, privado enteramente de su silla. Algunos escritores dicen que murió en el año 800, otros en el de 804 y otros en el de 818. También varían sobre la ortodoxia final de este obispo. El primero en acriminarle fue Agobardo, obispo de Lyon, el cual al principio de un opúsculo que escribió contra los errores de Félix, afirma que halló entre sus papeles una nota o esquela en que renovó su opinión ya condenada; de donde concluye que murió en el error. Mas en cosa tan grave era necesario que aquel escritor probase que dicha cédula era posterior a su deposición y retractación. Así es que no haciéndolo, a pesar de su dicho, la mayor parte se inclinan a creer que murió en la verdadera fe de la iglesia católica. En la colección del cardenal Aguirre hallarás la confesión de su fe, que es una epístola dirigida a varios clérigos de Urgel, exhortándoles a la verdadera fe de Jesucristo, y detestación del error que abrazaron con él. Dentro de poco verás otras pruebas de la existencia de esos mismos clérigos, y de las penitencias que en razón de eso se les impusieron. Esta profesión de fe la escribió desde su destierro, cuando enteramente depuesto de su silla no tenía ya esperanza de volver a ella con el engaño de una confesión fingida. Y así es de creer que la hiciese con sinceridad, y que en ella perseverase. Otra prueba de su final conversión debe ser el carácter de Félix, a quien todos, incluso Alcuino que fue su antagonista, y el obispo Agobardo que tanto se ensangrentó (ensañó) contra él después de muerto, todos, digo, suponen ser hombre de muy santa vida, y de un celo esmerado por la pureza de la fe, cuyo ardor y no otra cosa le hiciese caer en el error. Así todos celebran lo que trabajó en defender la religión cristiana contra los mahometanos, particularmente Alcuino, el cual en su carta XV hace mención de una disputa de Félix contra un sarraceno, la cual dice que no había podido ver, y que según le habían informado se hallaría en poder de Laidrado, obispo de Lyon. Esto es lo que por ahora he recogido del famoso obispo Félix, a quien de una parte la iglesia de Urgel ha contado por uno de sus siete obispos santos, y el escritor del catálogo de Gerri en el siglo XII redondamente llama santo, y a quien junto con Elipando excusan Francisco Suárez, Gabriel Vázquez in comment. theolog. y Nieremberg en su carta a D. Lorenzo Ramírez de Prado (inter opera Luitprandi, pág. 518): y a quien de otra censuran con mayor o menor acrimonia Alcuino, Agobardo, Jonás y otros escritores franceses de aquel tiempo, a los cuales se han agregado Pagi en las notas a Baronio, Madru de Udina en la edición de las obras de S. Paulino de Aquileya y otros muchos. El que menos mal lo trata de estos le supone de un carácter ridículamente inconstante, que cinco o seis veces retractó su error, y otras tantas volvió a él. Y esta misma censura que no parece merecer un hombre, cuya santidad de vida todos confiesan, y cuyos escritos, los pocos que nos quedan, no indican esa ligereza pueril: esta misma censura es la que da margen a dudar de muchas de las cosas que de él se cuentan, y a pensar que acaso no sería tan difícil como parece ordenar una apología de prelado tan famoso; y esto sin salir de lo mismo que se lee en los historiadores franceses, ya que la desgracia ha querido que entre algunos documentos que quedan por acá del tiempo del obispo Félix, no se haya conservado ninguno de los muchos que debía haber tocantes a su causa. Quede esto en proyecto por ahora. A Dios. 

P. D. La apología que he dicho del obispo Félix no se dirige a defender el error que se le atribuye: líbreme Dios de tal crimen; sino sólo a defender o excusar cuanto pueda ser su persona, así como veo que todos le acriminan, copiándose unos a otros, y acaso sin examinar las tachas de los primeros que trataron de eso. Pudiera pues reducirse a probar los artículos siguientes. 

1.° Carácter de Félix: su vida santa e irreprensible: su celo por la pureza de la fe, y sus disputas con los sarracenos.

2.° Causas que le movieron a enseñar aquel error: motivos políticos que le empeñaron en él en un principio. 

3.° La terquedad e inconstancia casi pueril en defenderle es en gran parte supuesta. 

4.° Anacronismos y contradicciones de los escritores antiguos que hablan de las cosas de este obispo.

5.° Excepciones que deben notarse en algunos de los que le impugnaron. 

6.° Que no murió en su error. 

Así por esta manera podría clasificarse la defensa de quien tiene la desgracia de que hayan perecido los documentos que le justificarían en parte si existieran. Sobre todo, el artículo 4.° da mucho de sí, según tengo observado; por ejemplo: ¿quién creerá posible, por más que Pagi se dé tormento en hacerlo verosímil, que en solo el año 799 se tuviese el concilio de Urgel, y que de resultas fuese Félix a la conferencia libre de Aquisgrán, y que luego pasase al concilio Romano, donde fuese depuesto? ¿Caben en sólo un año tantas idas y venidas, y tantos y tan graves congresos? No lo dudes: en este negocio se han multiplicado los concilios, y aun se han alterado sus épocas; y Dios sabe lo que resultará si se examina detenidamente esta materia, en que, sobre la falta de documentos ciertos, parece haber habido empeño en no aclarar los que quedan. Así es que se da por cosa averiguada el viaje de Laidrado, obispo de Lyon, a celebrar un concilio en Urgel en 799, y otro viaje poco después para curar las llagas que hizo el error en esta cristiandad. Pues no tardarás a ver que en el año 806 tenía esta silla un obispo propio llamado Leideredo, con el cual seguramente equivocaron el otro. Más: el catálogo de Gerri sólo concede a Félix 9 años de pontificado; y esto por lo menos hace ver, que habiendo comenzado hacia el 783 o siguiente, sólo le duró hasta el 794, que es puntualmente la época del concilio de Francfort, en que fue depuesto y desterrado a Lyon, como asegura Adón en su crónica (M. Hisp. col. 271). Y si esto es así, que yo creo ser lo cierto, ¿qué lugar daremos a lo que se cuenta de la persona de Félix, digo de sus nuevos viajes y comparecencias, en los años posteriores hasta el 799? Déjolo otra vez, hasta que Dios quiera.

dilluns, 8 d’agost del 2022

CARTA LXIV. Casa de Puig en Berga. Viaje al monasterio de Serrateix:

CARTA LXIV. 

Casa de Puig en Berga. Viaje al monasterio de Serrateix: origen de esta casa y de su abadía: memorias de S. Urbicio y de otros santos venerados allí. Fábrica y renovación del templo. Sepulcro del conde Oliva Cabreta: códices, catálogo de los abades. 

Mi querido hermano: La misma tarde que salí de la Portella llegué a la villa de Berga, que es de un vecindario respetable, y en lo antiguo mereció ser cabeza del condado de su nombre. Me hospedó el comerciante D. Pedro Puig, que es al mismo tiempo arquitecto inteligente, y ha transformado su casa en una academia de las nobles artes, en las cuales se ocupan con fruto todos los individuos de su dilatada familia: tiene sus talleres separados de dibujo, de escultura, de pintura, y también un salón de música con la orquesta a punto, y varios instrumentos y colección de buenos papeles, y un órgano completo que se deja atrás a los de algunas iglesias. Viéneles de casta la afición a las artes de gusto, bien así como descendientes del célebre pintor Viladomat, cuyos estudios y borrones heredaron y conservan con el debido aprecio; los cuales, digo la curiosidad de verlos, fue la ocasión de que yo pudiese conocer a esta apreciable familia, y disfrutar de su afabilidad y trato dulce y festivo, que rara vez dejan de acompañar a los que estudian la naturaleza. Pocas horas me detuve, y esas bastaron para desengañarme de que el archivo de la iglesia parroquial no contiene ninguna de las otras delicias que yo apetezco; y así me pasé a la soledad del monasterio de Serrateix que abunda en ellas, cuyo abad el M. I. S. D. Felipe Antonio Escofet me recibió no sólo con el agrado propio de la hospitalidad monástica, sino con los deseos que suelen acompañar a un literato. El monasterio está situado a dos horas al E de Cardona en un llano que se forma en lo más alto del monte, que las escrituras llamaron Serra Texii, de Taxo, de Texo (árbol teixtejo; taxus baccata), de donde vino la dicción Serrateix. Pertenecía al appendicio o distrito de castro Edrale o Herralle, y tenía además su castillo y lugar, que algunas escrituras llaman Vico Serratex, y nos conservan memoria de guayta y bada, que no había sino en lugares poblados. Disfruta de un horizonte muy despejado, y de puntos de vista deliciosos.La primera memoria que hasta ahora se conoce de esta casa, es la publicada en la Marca Hisp. del año 977. Mas antes de eso es cierto que existía ya el monasterio, como consta del contexto de ese mismo instrumento, de que hablaré después. Y existía ya había 37 años, como se ve en una escritura que aquí está original (arm. de la camarería) fecha II. Idus Ianuarii, anno V. rege Ledevico filio Karloni, que es el Ultramarino (año 940 de Cristo); y contiene la donación de un alodio en el lugar de Arboceda junto al castro Edrale, hecha por Onofredo vizconde y su mujer Guinedella; los cuales dicen: Tradimus a domino Deo, et eius matri Sancte Marie CENOBII Serratexi, Sanctique Urbicii martiris, qui in presenti eius ecclesia requiescit. Había pues ya monasterio e iglesia dedicada a Santa María y S. Urbicio. Todavía se suponía en ese tiempo que la casa era anterior, pues en una escritura de que hablaré en la serie de los abades del año 987, se dice de ella: quam hedificavit Guifredus comes bone memorie. Y si hablaba de los Wifredos de Barcelona, ya se sabe que el III y último de ellos murió en 912. O pudo ser que lo aplicasen al Wifredo que fue conde de Besalú desde el año 950 hasta el 967. Con ser esto así, también lo es que no estaba allí señalada la regla de su profesión, ni tenían los monjes abad, ni la casa se hallaba autorizada por la potestad civil y eclesiástica. Todo esto dicen que se verificó a 15 de Octubre del año 977, en que se extendió la solemne escritura que hallarás en la obra citada (apend. n. CXXII.), la cual nota Balucio que se copió de un pergamino viejo de Manresa. En este monasterio se halla original, harto conforme con la copia impresa, cuanto basta para excusarme el trabajo de trasladarla de nuevo. Sólo hallo que aquí se nota en la fecha el año XXII de Lotario, y Balucio o equivocadamente o de propósito puso el año XXIII. Es cierto que si se sigue la cuenta usada de los años de aquel rey o desde el 10 de Septiembre de 954, o excluidos los meses de él, desde todo el 955, el día 15 de Octubre de 977 corresponde al año XXIII de ese rey. Mas yo entiendo que el notario no se equivocó en ello, sino que muy de acuerdo puso el año XXII, por ser de los que atrasaban un año la época de este reinado. Y para creer esto bastaría pensar que no es fácil hubiese equivocación de pluma, o ignorancia del autor en cosa tan principal como es la fecha de una escritura de la importancia que esta, en la cual subscribieron condes y obispos, y se trataba de la jurisdicción parroquial, de la erección de un monasterio y de su dotación. Pero hay además otros muchos ejemplares que apoyan esa cuenta que siguió el notario; y algunos verás en el episcopologio de Urgel. Basta ahora para prueba otra escritura de esta casa, donde se refiere la elección del primer abad Froyla, que sólo es ocho días anterior a la otra; cuya fecha entera dice: anno trabeationis Xpi DCCCCLXXVII, era millesima XV, indictione V, nonis Octubrii, anno XXII regnante Leutario Francigeno rege. Si en ambas escrituras en tan poca diferencia de días puso el notario el año XXII de aquel rey; ¿por qué le hemos de enmendar nosotros la plana, presentando el documento de otro modo que él lo dejó escrito? ¿Hay quien se atreva a decir que se equivocó, porque no se acomodó en su cómputo al nuestro? En resolución los documentos antiguos deben publicarse como están, y las correcciones que en ellos haya que hacer se hacen por medio de notas, pero no en el texto. Vengamos ahora al origen de esta abadía. Balucio como vimos la fijó en el 15 de Octubre de 977, apoyado en la escritura citada, donde se refiere esta elección del abad Froyla. Pero bien claro está en el texto de aquel documento que ya entonces la supone hecha, y fundado también el monasterio; porque aquella escritura no es más que de la dotación de la nueva casa, y está muy distante del carácter y manera de las que son verdaderamente de elección. La del primer abad Froyla está aquí mismo original, hecha ocho días antes, de la cual he copiado lo necesario, suprimiendo las cláusulas de estilo que pongo a la larga en otra de otro abad posterior, porque la copié primero. En resolución la cosa pasó de esta manera. El monje Froyla, por revelación de Dios y de su santa madre, quae demonstravit sibi suum proprium oratorium, edificó la primera iglesia, donde se recogió con algunos monjes, cuyos nombres pone la escritura de elección de abad. Lo cual visto por el conde Oliva Cabreta y su hermano el obispo Mirón, con el consentimiento de Wisado II, obispo de Urgel, resolvieron formalizar el monasterio, señalándole por distrito (parrochia) toda la sierra de Taxo, dándole el derecho de elegirse su propio abad con consentimiento del fundador y sus sucesores y de los obispos de Urgel, y determinando su alimento, vestido, camas &c., todo según la regla de S. Basilio y S. Benito, mandando por último que el monasterio sea iglesia mayor, esto es, parroquial con facultad de bautizar y enterrar a todos los que en aquel lugar vivieren. Y esta es una nueva razón para decir que allí debió haber población que mereciese llamarse Vicus como dije. El conde Oliva lo era entonces solamente de Cerdaña; y pues él obraba en este territorio como señor, y mandaba que los abades no se eligiesen sin el consentimiento de sus sucesores, claro está que este condado de Berga a que pertenecía el monasterio, estaba incorporado entonces y unido con el de Cerdaña. Lo mismo se verá mas adelante, cuando hallemos que solos los condes de Cerdaña dan su consentimiento para elegir estos prelados. Este es el origen del monasterio, cuyas vicisitudes en lo formal y material se dirán en el catálogo de los abades. Su titular siempre fue Santa María; mas juntamente nombran todas las escrituras antiguas y modernas a S. Urbicio M. (o Urbano, como le llama la de elección del abad Froyla), añadiendo qui ibidem quiescit. Y yo no dudo que este santo será el que en el viaje a Ripoll viste llamado patriae nostrae martyr (a: V. sup. pág. 26). Modo de hablar que claramente denota la tradición de que San Urbicio padeció martirio por estos países. Y ahora hallo en esta casa un martirologio del siglo XI, en el cual día 6 de Agosto hay escritas al margen y de letra del siglo XII estas palabras: VIII. Idus Augusti. Eodem die in Spaniis, in vico que nuncupant Taxo, depositio Sancti Urbicii martiris, qui cum esset in fide Xpi perseverans, a paganis iugulatus est, et sepultus infra baselica Dei genitricis Marie: et cum eo alii duo, Felicule et Victoris, cuius memoria habetur XVI. Kal. Marcii. La expresión a paganis iugulatus indica que este santo y sus compañeros fueron martirizados por los moros en alguna de las correrías que hicieron por acá: y que ellos vivirían en este lugar que después se llamó Vicus. El vulgo siguiendo la antigua tradición llama roc de Sent Urbici a un peñasco no lejos de este monasterio, señalándolo como el lugar de su martirio. Su fiesta se celebra aún aquí el día 6 de Agosto. El cuerpo no es inverosímil que estuviese debajo del altar mayor, donde hay una cavidad bastante capaz a modo de capilla o confesión pequeña. Hoy está en su altar propio, colocado en una urna recién hecha; la anterior que será obra del siglo XIV se conserva en el archivo. Ambas le representan como obispo y mártir, y con ese rito es venerado. Aténgome a los monumentos antiguos, que como viste sólo le llaman mártir. Sospecho que el añadirle el dictado de obispo pudo nacer de la opinión de los que ponen un S. Urbicio obispo de Urgel, en el siglo I.° de la iglesia, segundo después de S. Ctesifon (Tesifón). Lo cual aunque fuese así, y no tan incierto como es, no basta para confundir aquel prelado con estotro que bien claramente se da a entender que era lego y no más. También se veneran aquí los cuerpos de Santa Felícula, S. Víctor y S. Cenón en urnas nuevas. 

La iglesia actual es obra de fines del siglo XI y principios del siguiente. Además de su fábrica, lo dice una nota coetánea que hay al fin del martirologio citado con estas palabras: Anno XVII. Philipo rege, XVII. Kal. Septembris, feria IIII. post assumptionem Sancte Marie, sic inquoavit domnus abba Petrus, et Miro Sanla ipsa opera Sancte Marie. Es decir que empezó la fábrica de la iglesia miércoles a 16 de Agosto del año 1077 en que regía la let. dom. A. Más de 40 años tardó a concluirse el edificio, el cual finalmente consagró S. Olaguer, arzobispo de Tarragona, a petición y con asistencia del obispo de Urgel Pedro Berenguer, y del de Vique Ramón Gaufredo, y del abad Guillermo. No he topado con la escritura de este acto; pero sé que existía en el año 1586, cuando visitó esta casa el obispo de Elna Pedro, como subdelegado del nuncio apostólico César obispo de Novara; el cual en el inventario que formó de todas las escrituras, extracta esta que digo, copiando también su fecha de esta manera: anno MCXXVI. trabeationis Xpi, III. Kal. Octobris, anno XVI. Ludovico rege Francorum regnante. Consiguiente a esto es la costumbre que aún dura de celebrarse acá la fiesta de la dedicación el 29 de Septiembre; que es otra prueba de ser el mismo templo. Sin embargo lo mezquino e incómodo del edificio y la ninguna proporción y aun fealdad de su bóveda, obligó al señor abad actual a valerse de la pericia del arquitecto que dije D. Pedro Puig, para que sin alterar la substancia de la obra se le hiciese un adorno interior de buen gusto en el orden corintio, el cual está ya casi concluido. Y yo acordándome de la queja que tenemos de nuestros mayores, que por modestia o por pereza no nos dijeron cuatro palabras de sus edificios y de sus cosas, puse una sencilla inscripción por donde conste a los venideros, que este templo es el mismo del siglo XII. Con estas noticias de su fábrica ciertas y seguras, como tomadas de las memorias originales de la casa, no cuadra bien lo que nos dice la Marca Hisp. (col. 469 y 1189), que este monasterio fue unido y sujeto al de S. Martín de Canigó y a su abad Pedro Suñer en el año 1091. Porque si esto quiere decir que este monasterio quedó reducido a obediencia o priorato del otro, debe tenerse por falso; pues no faltó acá entonces la serie de abades propios, como lo verás luego. Y así no cabe aquí el derecho que se dice darse al de S. Martín sobre todo lo de esta casa, scilicet, de largiendis honoribus, et monachis mutandis, et regularibus disciplinis dandis &c. Mucho menos viene bien la causa que se alega para dicha cesión, que es lo arruinado y relajado que se hallaba el monasterio. De la relajación de los monjes nada diré; mas la ruina y descuido del edificio no cabe que se ponderase tanto en el año 1091 (XXXI. anno Philippi regis Francigeno), cuando acabamos de ver que catorce años antes el abad Pedro ya puso la primera piedra de la iglesia, y que poco después ya estaba concluida. Así que o la cesión que se supone hecha por Guillermo conde de Cerdaña es falsa, o pertenece a otra época que ignoramos. Aténgome a lo que me enseñan mis documentos domésticos. Entrando en esta iglesia a mano izquierda hay un sepulcro viejo de piedra sin inscripción alguna, ni empresa en los escudos que son llanos; sólo se ve sobre él tendida la figura de un caballero armado con daga y espada. La tradición ha dicho que esta es la sepultura del conde de Cerdaña y después de Besalú Oliva, apellidado Cabreta, que murió en 990, el cual quiso enterrarse aquí como fundador de esta casa, obra tan principal de sus manos y liberalidad. Esta circunstancia hace muy verosímil la tradición, y mucho más no habiéndose hasta ahora descubierto lugar alguno de la sepultura de aquel príncipe. Porque lo que se lee en la Marca Hisp. (col. 497) que está enterrado en la iglesia de Custoya del Rosellón, debe tenerse por una voluntariedad de Balucio que todo lo quisiera meter en Francia. El obispo de Elna hizo algunas donaciones a aquella iglesia por el alma de este conde; mas no dice ni hay rastro de su sepultura en ella. Y así yo estoy por el entierro de Oliva en Serrateix, mientras no se me demuestre lo contrario. Por consiguiente apoyé el pensamiento del actual señor abad, acerca de grabar en el pedestalón sobre que descansa el sepulcro una inscripción breve, de cuyo autor sé que quisiera fuese mejor y enteramente digna de príncipe tan católico, a quien tan sin razón han injuriado algunos escritores. Antes que se me olvide, en la escritura que dije de la consagración de esta iglesia, entre varias cosas con que entonces la dotaron, se halla lo siguiente: "Item, de dominicatura de Serrateix, cum ecclesia Sancti Petri, que ibidem est fundata, cum decimis &c." 

Existe todavía esta iglesita de S. Pedro, separada del monasterio.

Pocos códices antiguos quedan aquí, merced a las invasiones de los franceses, de cuyas manos es maravilla que se salvase lo que queda. Sin embargo se guarda un buen leccionario MS. del siglo XII, del cual se han tomado algunas notas para las vidas de santos &c. Mucho más apreciable es el martirologio que ya dije MS. del siglo XI, donde están alargadas las actas de los mártires, y la fiesta de la Anunciación de nuestra Señora a 18 de Diciembre, con otras vejeces de esta clase. Es sensible que le falten las hojas de más de la mitad del mes de Noviembre. Al fin del códice, y después de varios metros, se halla el calendario con la noticia de varios óbitos de personas de cuenta para la historia, con otras que nada le importan. De ello es el extracto que va adjunto (a: Apend. n. XXV).

El siguiente catálogo de los abades de esta casa, que he formado por escrituras la mayor parte originales, dirá también alguna cosilla curiosa tocante a la historia de este lugar.

Abades de Santa María de Serrateix. 

Froyla o Froylano (Froilán, Froilo), Ya se dijo que este es el que edificó la iglesia y monasterio, en el cual vivía con otros monjes en el año 940. Su santa vida llamó la atención del conde Oliva y de su hermano Miro y del obispo de Urgel Wisado II, bajo cuyos auspicios fue elevado el monasterio a abadía de la orden de S. Benito, dotada por ellos abundantemente, y elegido este varón para su primer abad día 7 de Octubre de 977, como verás en el extracto que dije del acta que acerca de ello se formó (a: Apend. n. XXVI), donde subscriben los monjes electores. Ocho días después confirmaron todo lo hecho los citados señores, con la escritura que dije publicada en la Marca. Hisp. Antes que muriese este abad, y a los diez años de su elección, hallamos otro llamado

Nimbla, es a saber, en el año 988, cuando Ermemiro vizconde de Cardona concedió a él y a su monasterio dos cargas de sal en cada semana, las cuales tomasen desde el jueves hasta el sábado. La fecha entera de esta escritura es era 1025, año de la Encarnación 987, año I. del rey Hugo, día 25 de Marzo. Y como ese rey no subió al trono hasta el 3 de Julio de 987, es claro que el día 25 de Marzo de su año I era el de 988; en el cual no sólo les duraba el año anterior, sino que contaron la era que a él correspondía. Y es de advertir que el 25 de Marzo era el primero de la Encarnación de 988, y sin embargo todavía lo contaron aquí como perteneciente al anterior. El estudio de la diplomática obliga a observar estas menudencias, de las cuales siempre se saca partido. Yo he copiado esta escritura que está aquí original (a: Apend. n. XXVII), no sólo por eso, sino porque claramente dice que el vizconde Ermemiro estaba entonces en el año II de su vizcondado; lo cual servirá bien para cuando se hable del origen de aquellos señores de Cardona. Hace también memoria de que este monasterio había sido edificado por el conde Wifredo: y expresamente menciona y aun tiene la firma original de Jozfredo o Jozcefredo, hermano del conde de Barcelona Borrell, que entonces aún vivía. Poco después debió morir este abad Nimbla, puesto que luego vuelve a comparecer en el gobierno de esta casa el mismo

Froylan, que debió separarse de él por su edad avanzada, como consta que lo hizo segunda vez en el año 993 de Cristo, VI del rey Hugo, en que hallándose ya muy viejo y falto de fuerzas, trató de dejar la abadía, o a lo menos de que se le nombrase coadjutor. Es para extrañar que no se halle el óbito de estos primeros abades en el necrologio que dije, hallándose el de los sucesores. Lo que puedo decir es que Froylan vivía a 20 de Abril anno VI. Ugo magno regi, que es el año 993, día en que Baro y su mujer Kemo hicieron una permuta ad Froylane abba, et Wadamiro monaco, et Blandinus monacus, et Sentelles monacus, et Eimilus sacer. Vivía también el día 5 de Junio del mismo año, que es el en que el mismo pidió que se le eligiese sucesor, con estas palabras: Ego Froylus abba non possum 

obedienciam Sancte Marie, sanctique Urbici exercere et gubernare, nec legem meam adimplere, quia defecit virtus mea, et loquela mea. Así hablaba él mismo cuando con los demás monjes procedió a elegir al sucesor 

Emilo o Eimilo, que era monje en aquella casa, el mismo que poco ha vimos era sacerdote. Halláronse presentes a este acto la condesa Ermengardis (variantes Armengola, Hermenegilda, Ermengauda) viuda de Oliva Cabreta, con sus cuatro hijos Bernardo (Tallaferro) conde de Besalú, Wifredo de Cerdaña, Oliva intitulado conde, después obispo de Vique, y Berenguer obispo de Elna, junto con Salla obispo de Urgel y varios nobles del país. De esta elección se extendió la escritura que va adjunta (a: Apend. n. XXVIII), la cual copié por entero, y por eso en la del primer abad que hallé después omití las cláusulas de estilo. En la fecha tiene el original algunas roturas; pero es cierto que es del día 5 de Junio del año VI del rey Hugo, que es 993. Habiendo sido Emilo aclamado abad ese día, es fuerza que pertenezca al año siguiente otra escritura original del día 9 de Marzo del mismo año VI del rey Hugo, en la cual Wiscafredus vicario, et uxori sue Ranlo firman una permuta de alodios, sitos en el término de Viver, con este monasterio, cuya congregación se expresa así: Froilus abba, et Emilus abba, Bladunis monachus, et Sentelles monachus, et Dato presbiter, et Ermemirus presbiter, et Wifredus presbiter. Aquí se ve que Froilán vivía y era abad juntamente con Emilo, lo cual, digo la coexistencia de dos abades, no es nueva en estos países. Emilo murió día 26 de Enero, que nota el necrologio, y debe ser el del año 1005, en que pocos días después fue electo el sucesor

Rainardo, como consta de la escritura que de ello se hizo fecha anno trabeationis Xpi millesimo V, era millesima quadragesima III. Indictione III, XVII. Kal. Aprilis, anno VIIII regnante rege Roberto Francigeno, aput nos autem imperante Domino nostro Ihesu Christo, cui honor &c. Todos estos datos cuadran entre sí. La elección se hizo cum consensu domni Wifredi comitis, necnon et domni Sanlani gerarchice sedis Vico, esto es, obispo de Urgel. El Wifredo era conde de Cerdaña; y esto es lo que me obligó a decir antes que a aquel condado estaba unido este de Berga al tiempo de la fundación del monasterio. Sigue la memoria de este abad en el año 1018, anno XXIII. quod Robertus rex Gotorum regnandi sumpsit exordium. Esta es la fecha de la donación de un alodio que hicieron a este monasterio Ansulfus Berengarii, et uxor Ollovara que vocant Blancha. Et facio hoc, dicen, propter metum famis, quia venit super me angustia, et dereliquerunt me filii mei, et filiae, et omnes propinqui mei, et deffecta sum usque ad mortem, donec aprehendit me domnus Rainardus abba et monachi Sanctae Mariae in helemosina Sanctae Mariae. Observa el dictado de rex Gotorum que dan a Roberto; que cierto debía equivaler a rey de la que llamaban Gotia. El óbito de este abad lo pone el necrologio VIII. Kal. Augusti, sin decir el año; mas es cierto que vivía aún en el de 1026: y con todo eso también lo es que seis años antes, en el XXV de Roberto, suena ya abadMiro, que ciertamente fue el sucesor, y ahora sólo sería su coadjutor. Del tiempo de este abad y del año XXI del rey Enrique 1051 de Cristo, hay una escritura en que Miro Sanllani (Sallani antes) da un alodio al monasterio propter misericordiam, quam fecit mihi Deus, et Sancta Maria; quia veni ad exitum mortis, tantum quod habuissent iam facta ipsa fossa in ipso loco Sancte Marie, et ipsum celum (sic) sive omnia vestimenta iam facta, unde induissent mihi ipsi mei homines; et Deus, et sua mater fecerunt mihi misericordiam. Acaso este Miro Sanla es el mismo que algunos años después emprendió la reedificación de esta iglesia, en acción de gracias del beneficio recibido. Las memorias del abad continúan hasta el año 1064 o siguiente (V del rey Felipe). Sucedió 

Pedro, en cuyo tiempo se construyó la iglesia actual, y gobernó hasta por los años 1089. Su óbito está a 3 de Febrero.

Bernardo lo fue hasta el 1093.

Guillermo existía ya en 1097, y siguen sus memorias hasta 1126 en que se consagró esta iglesia. Su óbito está en el 6 de Noviembre.

Miro existía en 1135. Desde este año no se halla noticia de ningún abad hasta el de 1167 en que suena otra vez 

Miro, que debe ser distinto del anterior, y cuyas memorias duran hasta 1191. El necrologio sólo menciona el óbito de un Miro.

Pedro lo fue desde 1195 hasta el día 13 de Octubre de 1246 en que murió. Apellidábase de Solio o de Solerio, porque no está muy clara una escritura del año 1230 en que el mismo dotó una lámpara en esta iglesia de los réditos del molino que él había construido in alveo de Anavel, el cual comenzó a moler dicho año. El año siguiente a la muerte de este prelado día 7 de Enero se vio en este monte el fenómeno que dice el necrologio, donde lo hallarás y excuso repetir aquí.

Benito gobernó desde 1249 hasta el 8 de Julio de 1267 en que murió. De su tiempo quedan aquí unos metros latinos que he copiado y van adjuntos (a: Apend. n. XXIX); en los cuales verás cómo el día 31 de Julio de 1251 llegaron acá varios nobles del país persiguiéndose unos a otros, cuyos nombres describe el poeta, y pugnando por apoderarse de los que se habían refugiado en la iglesia, mataron en ella a dos hombres y prendieron a otros, y cómo el obispo de Urgel (Ponce de Vilamur) purificó el templo violado en el jueves 15 de Junio del año siguiente. Parece que la invectiva principalmente es contra los habitadores de Cardona, a los cuales llama: homines VICI SALSI mortalis. En fin ello es una curiosidad, allá te lo hallarás.

Arnaldo existía en 1267.

Bernardo en 1269 y en 1271. Creo que este es el apellidado de Cura, cuyo óbito pone el necrologio día 1.° de Junio, y debe ser de ese último año.

Bertrando en 1272.

Arnaldo, según el necrologio murió en 1277. 

Bertrando. Hay memorias suyas hasta 1303. 

Berenguer de Llusá desde 1303 hasta 1329 en que murió.

Bernardo de Pons, electo 1329, murió en 1340. 

Mateo Juliá: 1340: murió en 1346.

Simón de Pons, en cuyo tiempo se hizo la torre de las campanas, electo en 1348, murió en 1373.

Berenguer de Sorigues, de 1377 a 1412 en que murió. 

Galcerán Canudes, de 1415 a 1429 en que renunció.

Gabriel Mas electo 1429, murió en 1466.

Bernardo Pujol renunció en 1469.

Luis de Claramunt murió en 1505.

(comendatarios, los 5 siguientes)

Enrique, obispo 1505 1508.

Gabriel Camp 1510 1529.

Lorenzo de Marimón. 1530 1533. 

Miguel Puig 1535 1541. Fue obispo de Elna, Urgel y Lérida. 

Bernardo Capeller 1544 1563.


Francisco Senjust, 1566, murió en 1593.

Ángel Juallar, de 1594 a 1600 en que pasó a la abadía de Canigó.

Luis de Alentorn, 1600, trasladado a Bañolas en 1611.

Juan Cristóbal Abella, 1611, 1613.

Bernardo Cedó, 1613, murió 1616.

Juan de Aymerich, 1616, murió 1627.

Francisco Camps, 1627, murió 1632.

Gil Jorge Bru, 1632, 1645.

Pedro Fontellas, 1645, 1648. 

Francisco Pascual, 1648, 1653.

Josef Bover, 1653, trasladado a Gerri en 1671. 

Miguel de Guanter, 1672, pasó a Gerri en 1686.

Gerónimo Abrich, 1686, murió 1687.

Jaime Ginestar, 1690, murió 1704.

Gerónimo Vidal y de Nin, cisterciense, 1710.

Onofre Nogues (Nogués) y de Anglesill, 1721, murió 1727.

Juan de Berart y Cortiada, 1728, murió 1761. 

Martín Martínez de Aspurz, 1762, murió 1780.

Francisco Escofet y de Roger, 1781, trasladado a la Portella en 1784, costeó el claustro que se reformó bajo la dirección del arquitecto D. Pedro Puig. 

Josef Ignacio de Figueras, 1785, murió el mismo año.

Peregrín de Verthamon, 1797, trasladado a Amer 1789. 

Miguel de Nicuesa, 1790, pasó a San Juan de la Peña 1793.

Juan Benito Carcavilla, 1795, murió 1797.

Felipe Antonio Escofet, 1798, actual.

A Dios y me paso a Cardona. 

Anales de Cataluña, Narciso Feliu de la Peña y Farell (Index)

(Nota del editor : Se corrige parcialmente la ortografía en castellano.)  Imagen: Biblioteca de Catalunya. Llibres Pere Borrás: MCMXIX: D. V...