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dilluns, 8 d’agost del 2022

CARTA LXIII. Viaje al monasterio de S. Pedro de la Portella

CARTA LXIII. 

Viaje al monasterio de S. Pedro de la Portella (a: Este viaje y los que siguen en este tomo se hicieron a fines del año 1807.): su fundación, titular, dedicación, y cofradía notable instituida en él. Consagración de Guislaberto, obispo de Barcelona. Actas originales de un concilio de Narbona. 

Mi querido hermano: Desde el monasterio de Ripoll, la segunda vez que en él estuve, saliendo del obispado de Vique tomé la ruta hacia poniente y al antiguo condado de Berga, que antes fue de la diócesi de Urgel, y hoy pertenece a la nueva sede de Solsona. El primer punto a donde me dirigí, fue el monasterio de S. Pedro apellidado de la Portella, cuyo abad D. N. Blanco, consumido de años y de achaques, se resistió a dejarme ver las antiguallas diplomáticas de la casa. El disgusto que tuve con esta negativa, después de un viaje tan incómodo por caminos ásperos y sumamente peligrosos, creció sobre manera, viéndome a media tarde (porque esa era la hora) solo en aquel desierto tan desapacible y con tan poca compañía. Porque has de saber que el monasterio no es más que la iglesia y tres o cuatro casas sueltas sin cerca, con otros tantos monjes, de los cuales en aquel momento no hallé ninguno. Mas a poco rato volviendo de su paseo, y enterados de mi situación, me ayudaron a vencer la resistencia o digamos manía de aquel venerable viejo, con el cual me pasaron cosas que no son para escritas, y sabrás algún día dándolo Dios, y reirás con ellas. Pues digo que aquellos venerables solitarios lograron que su superior abriese el archivo peculiar de su dignidad, que era una arquilla metida en un rincón, y depósito de cosas harto apreciables.

Y lo primero que me pusieron en la mano fue una escritura original, cuyo exordio es este: Anno ab incarnationis Domini nostri Ihesu Christi nongentesimo, era nongentesima XXXVIII, indictione X, die chalendarum Decembrium, anno II. regnante Karolo rege. 

Todo esto va bien, dije, menos la indicción que no era la X sino la III: y esto que parece una equivocación del notario, no lo es en una escritura original como esta, sino que tengo para mí que algunos siguieron en las indicciones una cuenta diferente de la nuestra; de lo cual hay muchas y repetidas pruebas. El año II del rey Carlos el Simple está bien: y esta es una demostración de que en Cataluña se calendaron las escrituras de su tiempo, comenzando a contar su reinado desde el año 898 en que murió Odón. Continué leyendo, y me hallé con la dedicación o como decían consagración de la iglesia de Santa María, S. Saturnino y S. Hilario del lugar de Lacorre, que antiguamente había sido de idólatras, y estaba en lo alto de una roca: cuya solemnidad y confirmación de la dote y distrito o parroquia de la iglesia hizo el obispo de Urgel Nantigiso a ruegos de los vecinos de aquel lugar, cuyos nombres se expresan: imponiendo además al sacerdote que allí hubiese la obligación ut per singulos annos terciale censum persolvat de annona modios V. et solidos II. denarii. Dijéronme los monjes que dicha iglesia (hoy llamada de Lacor) dista poco del monasterio, al cual se unió con el tiempo, y esta es la razón de hallarse en él esta escritura; la cual copié y ya adjunta (a: Apend. n. XXI).

No estaba entonces fundado este monasterio, ni lo estuvo hasta un siglo después, es a saber, hasta por los años de Cristo 1003. Pereció la escritura primordial de la fundación, pero de los documentos que iré alegando y de otros cuya mención no es necesaria, consta que los fundadores fueron Wifredo, hijo de Portella y de Doda su mujer, casado con Ermetruit; los cuales dotaron la casa para que en ella se profesase la regla de S. Benito. Todo esto, con el año que dije, consta de un cabreo, o relación de los predios del monasterio, que queda en él, cuyo principio es el siguiente a la letra: Anno ab incarnatione Domini nostri Ihesu Christi millesimo trigesimi tertii, era millesima septuagesimi primi, indictione prima, epacta VII, anno tertio regnante Aenrico rege Francorum (todos estos datos están conformes), et anno TRIGESIMO quo domus haec constructa, et ex quo hic monachi sunt coadunati, Deo annuente, sub regula almi patris Benedicti vivere cupientes, adiuvante Christo: exinde simul fratres in unum congregati, definitum est ab illis ut ex prediis eiusdem cenobii cartula deberetur inquiri &c. Esta escritura tan próxima a la fundación del monasterio, no deja duda en que se verificó treinta años antes, esto es, en el de 1003. (N. E. anno TRIGESIMO quo domus haec constructa)

Los nombres de los fundadores constan en otra escritura de donación hecha por ellos cinco años después, en el de 1008, XII del rey Roberto; la cual vi en la misma abadía, y va copiada sólo por esto (a: Apend. n. XXII). Dícese en ella: Ego Doda femina, cum filio meo Wifredo, PROLES Portelle, donatores sumus &c. De otra escritura del año 1035, que diré luego, consta que la mujer de Wifredo se llamaba Ermetruit, y que los que hasta ahora no suenan más que como sus bienhechores, eran sus constructores, como allí se dice. 

Averiguado esto, pasemos a ver el título del monasterio. Todas las escrituras antiguas le llaman de S. Pedro de Fronteñá (Sancti Petri Frontanianensis, o de Fronteniano), por estar en el territorio (appendicio) del castillo de ese nombre. Ahora, y yo no sé desde cuando, es conocido con el dictado de la Portella. Sólo diré que al fundador Wifredo su misma madre Doda le llama hijo de Portella, y parece ser que este nombre del padre vino a ser propio de un castillo cercano de que era señor, como aparece de otra escritura del año 1069 en que un hijo de este Wifredo y nieto de Portella se llama a sí mismo senior castrum Portellensis. Mas como al mismo tiempo continuaban intitulando al monasterio de Fronteniano, debe decirse que no se introdujo entonces el otro dictado, pero que al fin de ese castillo se derivó. Volvamos al examen de las escrituras.

Entre las cuales me presentaron una muy apreciable, en cuyo análisis me detendré con gusto y no sin provecho. En primer lugar veamos la fecha que está en el exordio: Anno ab incarnationis Dominice XXXV. post millesimum, era MLXXIII, inditione III, epacta XX, XI. Kal. Octobris, anno V. regni Aienrici regis. Todos estos cómputos cuadran con el día 21 de Septiembre del año de Cristo 1035. En ese día, que cayó aquel año en domingo, se congregaron en este monasterio el arzobispo de Narbona Wifredo, S. Ermengol obispo de Urgel y Wifredo de Carcasona (que es el que antes lo había sido de Besalú). Los motivos de esta reunión fueron tres: 

1.° consagrar al nuevo obispo de Barcelona Guislaberto: 

2.° dedicar la iglesia de este monasterio y confirmar su dotación: 

3.° erigir una cofradía de los que ayudasen con sus bienes a la nueva fundación.

En cuanto a lo primero, que sin duda fue el principal objeto de esta reunión, como lo indica la escritura, así como es curioso el hallar el principio del pontificado de Guislaberto, ignorado hasta ahora, también es notable que para su consagración se reuniesen en lugar tan áspero aquellos prelados. Y aunque al mismo tiempo se propusiesen hacer las otras cosas, como es así la verdad, yo entiendo que del venir aquí Guislaberto pudo ser otra la causa, que era el ser él de por acá, y el estar heredado en este condado de Berga. Cosa que indican las muchas escrituras que de él y con sus firmas y las de sus padres Udalardo y Rachel o Richilde, se hallan en el archivo de Solsona. Mas esto no pasa de conjetura. Algo más es el hallarle ya firmando de su mano, Guislabertus levita, en escritura del año 1005: cosa que no viene bien con el estado de matrimonio que le atribuyen los historiadores. Esto ya no es de aquí; mejor será examinarlo en lo de Barcelona. 

Lo segundo que se propusieron aquellos prelados fue consagrar la iglesia del monasterio, dedicándola a nuestro Señor Jesu Cristo, a S. Pedro, S. Juan Bautista y S. Martín confesor, que serían los tres altares que en ella habría, y confirmando todo lo que sus fundadores Wifredo y su madre Doda y su mujer Ermetruit le habían dado, y cuanto en el día de su consagración ofrecieron los nobles y pueblo que concurrieron a aquella solemnidad.

Lo tercero que hicieron los obispos fue dar su consentimiento y aprobar la cofradía que instituyó el obispo territorial S. Ermengol, concediendo varias indulgencias a sus individuos, y mandándoles que mutuamente se auxiliasen en sus enfermedades, y estableciendo sufragios para los finados; todo ello en favor de los que contribuyeren al monasterio con pan, vino, oro o plata.

No para en esto el contenido del documento, sino que establecidas las dos últimas cosas, mandaron aquellos prelados al fundador del monasterio Wifredo, que con la escritura que de ello se extendió se presentase al futuro concilio de Narbona, y obtuviese de los obispos asistentes en él la aprobación de todo. Obedeciendo Wifredo se llevó consigo la escritura con un gran hueco en blanco entre el remate de lo acordado en este acto, y las firmas del arzobispo de Narbona y de S. Ermengol, para que en el concilio se continuase a renglón seguido el decreto de los obispos, como en efecto lo está. Y esta es la razón de hallarse la firma original de S. Ermengol después del decreto de aquel concilio, al cual ya no pudo asistir, pues consta que murió a los 42 días de haber aquí consagrado a Guislaberto y la iglesia del monasterio &c., es a saber, a 3 de Noviembre del mismo año 1035. 

Pusiéronse pues los decretos conciliares, primero aprobando canónicamente la dotación del monasterio, y segundo confirmando la hermandad instituida por S. Ermengol en favor de la misma casa. Mas en este último se especifican y amplían los favores y gracias mucho más que lo hizo aquel santo obispo. 

A esto siguen las firmas de los metropolitanos Wifredo de Narbona y Raiambaldo de Arlés, con las de 31 obispos de los siglos XI y XII que sucesivamente fueron aprobando la cofradía. No me es fácil averiguar a punto fijo por falta de libros cuales son de todos ellos los XVII que se hallaron en aquel concilio, como dice el decreto, porque sus suscripciones andan mezcladas con las de otros obispos ciertamente posteriores, que firmaban donde hallaban vacío, como saben todos los prácticos en esto. Tampoco se sabe el año en que se tuvo aquel concilio, pero es innegable que ha de ser anterior al 1046, puesto que todavía firma como asistente Oliva, obispo de Vique, que murió en ese año. Yo me atreva a decir que se tuvo en Narbona en 1043, y que es el que mencionan las colecciones de concilios; aunque dan de él tan escasa noticia. Mas al fin se sabe que asistieron a él el arzobispo de Arlés y otros obispos que suenan en el nuestro. Para cuando se haga una nueva edición de aquella obra no vendrá mal este documento que va copiado (a: Apend. n. XXIII) con la nota de los años en que lo fueron los obispos de nuestras iglesias. Por último no eches en olvido la existencia de S. Ermengol en este año 1035, al cual todos suponen muerto lo más tarde en 1033. En el episcopologio de Urgel se demostrará hasta la evidencia que no falleció hasta el 3 de Noviembre del año que dije. Y basta de esto.

Del año 1069 vi otra escritura que también copié (b: Apend. n. XXIV), y es la donación de la iglesia de Santa María de Quarr (Quart), hecha a este monasterio por Bernardo Guifredo, señor del castillo de la Portella, y por su mujer Migdonia, los cuales habían comprado su territorio al vizconde de Cerdaña Bernardo Seniofredo y a su mujer Guillia, por precio, scilicet, dice, XXV uncias de auro optimo probato, quem dicunt henés. No sé qué oro sería este llamado henés. Firma en la escritura Bernardo, obispo de Urgel, uno de los de ese nombre en el siglo siguiente. En este documento se hace mención del abad de este monasterio Ponce, el primero de quien tenemos noticia. Muy escasas son las que tengo de los sucesores. En 1265 lo era Arnaldo: en 1285 Romeo: en 1338 murió Bernardo: en el mismo año a 4 de Julio fue electo Guillermo de Rovira, confirmado por Arnaldo, obispo de Urgel: en 1396 lo era Raimundo, en 1442 Francisco: en 1530 Pedro de Vilatorta.

Nada más tengo que decir de esta casa, ni de su parte material, sino que me despedí de ella tan contento como había entrado triste. Buen agüero, dije para mí: no va mal en la nueva diócesi de Solsona. A Dios. 

dilluns, 6 de juny del 2022

Tomo 4, CARTA XXVII. cárcel, San Vicente mártir,

CARTA XXVII. 

Cárcel de S. Vicente mártir en Segorbe. Carta del Obispo D. Juan Bautista Pérez al Prior de los padres dominicos de Castres en Francia, sobre el paradero de las reliquias de este Santo: iglesia antigua y hospital de S. Vicente en Valencia: cárceles y lugares de su martirio: pontifical antiguo que se conserva en esta iglesia de Segorbe. 

Mi querido hermano: Hay en esta ciudad en una casa de la calle que llaman del Mercado, un oratorio donde se cree haber estado como en depósito S. Vicente mártir cuando le conducían desde Zaragoza a Valencia. Ciertamente si se considera la situación de Segorbe en el camino recto de una a otra capital, parece esta tradición harto verosímil. Mas no lo es tanto, si atendemos a lo distante de esta época, habiendo mediado cuatro siglos de dominación mahometana, y también a que esta casa está fuera de los muros antiguos de la ciudad, donde aun cuando estuviera edificada, no es regular que depositaran, aun de tránsito, a un preso de tanta consideración; quiero decir, a un confesor de la fe, que con tanto esfuerzo se opuso a la impiedad de los edictos imperiales. He procurado también reconocer la pared y los agujeros donde dicen haber estado las argollas y las cadenas, y hallo que es tapia de poca consistencia. No es mi ánimo despojar a esta ciudad de la gloria de haber sido ennoblecida con la presencia de tan ilustre Mártir. Por lo mismo quisiera haber hallado alguna noticia de esto entre las exquisitas apuntaciones del señor Pérez; mas no la hay en medio de la gran diligencia que puso aquel docto prelado en apurar las actas de su martirio, y señaladamente el paradero de sus santas reliquias. Copiaré aquí una carta suya dirigida al prior del convento de mi orden de Castres, diócesis de Albi, en que le pide copia de la relación que escribió el monje Ammonio (a: Este opúsculo de Aimonio le publicamos en el Apénd. n. I. de un cod. de la santa iglesia de Barcelona.) sobre la traslación del cuerpo del Santo a aquella casa; cuya sentencia prefiere a la del Cabo de S. Vicente y Lisboa. La carta está en uno de sus volúmenes, que son actas de los santos españoles, y dice así: Admodum Rdo. Domino Priori monasterii ordinis Praedicatorum oppidi Castri in dioecesi Albiensi, ubi Sancti Vincentii martyris corpus requiescit: Joannes Baptista Perez, Episcopus Segobricen. salutem. 

“Noli mirari, pater religiosissime, quod ignotus tibi homo, et tantis terrarum spatiis disjunctus, beneficium a te petere ausim; charitas enim Christi absentes etiam copulat, et in ejus obsequium quoquo versus facilem sternit viam. De tuam vero benignitate, et pietate dubitare non possum, quin cum tantae religioni, et ecclesiae beati Vincentii praepositus sis, ejus quoque martyris gloriam ubique vigere, et quam latissimè patere cupias. Patria mihi est Valentia, urbs Hispaniae citerioris clarissima, in qua olim Divus Vincentius levita hispanus tempore Diocletiani imperatoris sub Datiano praeside nobile subiit martyrium. Nunc autem, Deo sic volente, praepositus sum ecclesiae Segobricensi, quae unius diei itinere ab eadem urbe Valentiam abest. Itaque cum ecclesiasticae historiae cognoscendae causam martyrum Hispanorum res gestas studiosè legerim, fateor, vel amore patriae, vel meam erga D. Vincentium reverentiam ductus, libentissimè legi quaecumque de hoc clarissimo martyre litteris mandata reperi. Sed de ejus corporis translatione dubiam apud nostrates quaestionem esse animadverti, nec satis hactenus explicatam. Nam omnes quidem fatentur eo tempore, quo Hispania penè tota a sarracenis fuit occupata, delatum fuisse a christianis corpus S. Vincentii ex urbe Valentiam in alias terras; sed de loci tamen nomine litigant. Quidam enim tradunt sacrum corpus nostri Vincentii anno Christi octingentesimo quinquagesimo quinto ab Audaldo monacho, et altero ejus socio translatum, in monasterium nomine Castrum, tunc ordinis Benedictini, dioecesis Albiensis. Quam narrationem summatim continet Aimoinus antiquus gallorum historicus libro 5. cap. 20., et breviaria item Valentina praedicant. Quin et ego ipse ante triginta annos incidi in libellum veteris impressionis Ammonii monachi de hujusmodi translatione, cujus exemplum, vel impressum, vel manuscriptum non dubito apud vos esse, cum hujus sancti corpus tunc ad vos delatum habeatis. Sigebertus autem historicus anno 970 ait: corpus Sancti Vincentii levitae martyris, quod olim a duobus monachis ex Hispaniam in urbem Italiae Capuam (Capua) perlatum fuerat, et ex Capuam Cordunum, tandem a Corduno translatum in urbem *Metense operam Theodorici Metensis episcopi, hoc ipso anno 970; nisi forte alius, Vincentius martyr hispanus hic sit, nam *constat ejusdem nominis plures fuisse. *Aliam vero ex nostratibus, in primis autem *lusitani, contendunt nostri Vincentii corpus anno fere 760 ex urbe Valentiam relatum in  promontorium Hispaniae sacrum, quod vergit ad occidentem, et ibi anno 1173 ab Alphonso rege Lusitaniae repertum, translatum esse in urbem Olisiponem, ubi dicunt hodie religiosè coli. Id probant non modò ex suis historiis, sed testimonio etiam, antiqui historici Rasis sarraceni. Quin etiam Robertus Abbas montis, qui ante quingentos annos scripsit, in additionibus ad Sigebertum, anno 1184, cum utramque opinionem, et Ammonii, et lusitanorum retulisset, neutram ausus est definire. Auget verò magis hujusmodi dubitationem quod apud Laurentium Surium legitur in vitam Sancti Domnoli episcopi Cenomanensis, qui vixit circa annum 570 (interfuit enim secundae synodo Turonensi) caput Sancti Vincentii martyris ab eodem Domnolo positum fuisse in ecclesiam urbis Cenomanensis, quae nunc vulgo Lemain dicitur, quod de nostro Vincentio dictum intelligit Caesar Baronius in martyrologio; et praeterea quod Caesaraugustae in Hispaniam ejusdem Sancti Vincentii bracchium religiosè ostendunt. 

Ego quidem multis causis, quas commemorare longum esset, adducor ut credam corpus nostri martyris Valentini apud vos potius esse. Id ut apud nostrates confirmare possim, te, pater religiosissime, obsecro, ut si forte eum libellum Ammonii, vel historiolam translationis beati Vincentii apud vos habetis, quae vix erit trium foliorum, non ex breviariis, sed ex lectionariis longioribus fideliter describi, et ad me mitti vestra paternitas curet. Faciet in eo non mihi modò, sed ipsi sancto martyri rem, ut spero, gratissimam. Nam in ejus gloriam libellum ipsum, ne iterum pereat, typis mandari cupio. Poterit autem suam ad me epistolam dirigere in Hispaniam in urbes vobis proximas, vel Barcinonem, vel Urgellum ad reverendissimos dominos episcopos Barcinonensem, vel Urgellensem; vel si maluerit, in curiam Philippi Hispaniarum regis catholici ad Petrum Franquesa, regium secretarium; inde enim ad me certò perferetur. Deus optimus maximus paternitatem vestram diu servet sibi incolumem. Segobricae die 20 Januarii 1594.”

Hasta aquí el señor Pérez, cuya carta es regular que despierte en ti el deseo que mostrabas otro tiempo de saber lo que pertenece a la iglesia antigua de S. Vicente mártir de Valencia, su renovación y destino en los tiempos de la conquista; item a las cárceles que santificó en aquella ciudad. Mis ocupaciones no me han permitido hasta ahora satisfacer tus deseos: ni aun hoy lo pudiera sin distraerme mucho de lo principal, a no tener a mano copia de lo que sobre estos artículos dejó escrito el P. Fr. Josef Texidor en sus Observaciones sobre las antigüedades de Valencia (Lib. IV y V). 

Su trabajo aliviará el mío en esta parte, contentándome con hacer un extracto de su larga narración. Dice pues este escritor que la iglesia a que fue trasladado el cuerpo de S. Vicente mártir desde el lugar donde le había depositado la piadosa mujer llamada Jónica, fue construida extramuros de la ciudad de Valencia. Así consta expresamente de las actas de su martirio (a), que publicaron Bolando, Ruinart y el Maestro Flórez (Tomo VIII de la España sagrada pág. 231.) 

(a) Cessante perfidorum crudelitate, ac fidelium crescente devotione, beatissimus martyr ad sepulturae honorificentiam inde levatus, dignam cum reverentiam deportatur, et sub sacro altari extramuros ejusdem civitatis Valentiae ad quietem reponitur. (Act. mart. S. Vincentii in fine.) De esta iglesia debe entenderse lo que dice A. Prudencio en el himno V. (Passio S. Vinc. M.) Sed mox, subactis hostibus, Jam pace justis redditam, Altar quietem debitam Praestat beatis ossibus. Y el Corratense (Vit. et Pass. B. Vinc.) Cessante autem persequutione, ad basilicam est translatum, et ibi honorificè est sepultum. 

Contra este testimonio tan decisivo nada vale el dicho del Doctor Agustín Sales, que en su Historia del santo sepulcro afirma que aquel santo cuerpo fue depositado en la iglesia de este nombre dentro de la ciudad. Prudencio y Adón Vienense, sobre que apoya Sales su dicho, nada dicen que le favorezca; sólo refieren sencillamente que el cuerpo fue depositado en una basílica. Adón señala el tiempo de su construcción, que fue cessante perfidorum crudelitate, et fidelium crescente devotione, lo cual se debió a Constantino Magno en el siglo IV. Es regular que esta antiquísima iglesia experimentase la misma suerte que las demás de España en la terrible persecución de Abderramen (Abderramán) en el siglo VIII. Los cristianos salvaron de su furor las reliquias de nuestro santo, conduciéndolas al promontorio o cabo de S. Vicente, como escribe Flórez. En Valencia prevaleció por algun tiempo la opinión de que fueron llevadas a Castres, pueblo de Francia, en la diócesis de Albi. A lo menos en el archivo de esta ciudad (Tomo V de Cartas) se conserva la que escribieron los Jurados a Clemente VII, fecha a 14 de Mayo de 1394, pidiendo alguna reliquia de este insigne mártir, cujus corpus venerandum, dicen, a praefatam urbe olim subtractum, nunc apud monasterium Fratrum Praedicatorum civitatis Castren. de Albages, Tolosanae provinciae (Toulouse), requiescit.

Debieron reedificar luego los cristianos la iglesia destruida; puesto que en el año 1172, cuando el rey D. Alfonso II de Aragón entró con su ejército por el reino de Valencia, una de las condiciones que asentó con el rey moro Mahomat Aben Lop, fue que quedase por el conquistador dicha iglesia con todos sus diezmos y derechos, el cual luego hizo donación de ella a Dodón, abad del monasterio de S. Juan de la Peña, como puede verse en la historia de Briz lib. I. cap. 57. Continuó este monasterio en la posesión de dicha iglesia hasta el año 1232, en que el rey D. Jayme I hallándose en Monzón la dio al abad Don Arnaldo y a su monasterio de S. Victorián, como consta de la real carta, fecha a 19 de Marzo de aquel año, la cual existe copiada en un libro en pergamino del archivo del priorato y casa de S. Vicente de la Roqueta. Durante el sitio de Valencia celebró en esta iglesia la primera misa el obispo de Segorbe D. Ximeno, como ya insinué en las cartas anteriores (Carta XIX. t. III. pág. 44.).

Conquistada la ciudad, reedificó el dicho rey la iglesia y monasterio en el mismo sitio que la antigua, y en frente de ella construyó un hospital, al cual dotó con el castillo y villa de Quart, y con la alquería llamada Ladera, cerca de Valencia, y con el diezmo de toda la renta real de la sal y pescado de la albufera, queriendo que el hospital cobrase estos diezmos antes que el rey y cualquier otra persona; de cuya gracia se dio posesión a Fr. Bernardo, prior de S. Vicente, por el abad y monasterio de S. Victorián. Dotóle además con 600 marcos de plata anuales, y más adelante le dio la villa de Castellón de la Plana y el Señorío del castillo de Montornés, con la obligación de que el prior gastase en servicio de su hospital 6500 sueldos cada un año. 

La distancia de esta casa de la de San Victorián pudo ocasionar alguna relajación en los monjes, y acaso por esta causa, u otras que ignoramos, se vio precisado el mismo rey a procurar la reforma de su establecimiento, haciendo donación de todo a la orden de nuestra Señora de la Merced. La escritura, fecha en Zaragoza a 30 de Septiembre de 1255, existe en el convento de Santo Domingo de Valencia, y de ella es la copia que publicó el Maestro Ribera en su Centuria I. p. 172. Reclamando este hecho el despojado monasterio de S. Victorián, volvió a recobrar la posesión de dicha casa por sentencia dada en 1259. Más adelante vino a ser del monasterio de Poblet en esta manera. Había mandado el rey D. Jayme I que a este monasterio se diese la villa de Piera en recompensa de otros cinco lugares que de él había recibido. Cumplió su voluntad el rey Don Alonso III, con la condición de recobrar esta villa, si pareciese oportuno, dándole en cambio otros lugares. Verificóse esto hacia los años 1286, cediendo a Poblet en recompensa de Piera la casa y priorato de S. Vicente. La resistencia que sobre esto hicieron los de S. Victorián, paró al cabo en la concordia que trae Briz (ibid.), donde se podrán ver las indemnizaciones que se dieron a S. Victorián. Desde esta época, que fue el año 1289, quedó la iglesia y casa de S. Vicente por el monasterio de Poblet. En el día ya no se ejercita en ella la hospitalidad desde que se agregaron al hospital general las rentas de los particulares; y así desde el año 1512 hasta nuestros días paga la casa de S. Vicente de la Roqueta al hospital general cincuenta libras cada año, aunque reducidas al tres por ciento, en memoria y prueba evidente de la obligación que en esta parte tenían los poseedores de aquella casa.

Esto por lo tocante a la iglesia antigua de S. Vicente mártir. En cuanto a los lugares que santificó con su martirio este célebre confesor de la fe, el más insigne en aquella ciudad es el actual convento de religiosas de santa Tecla, o porque allí estuvo el palacio del presidente Daciano, como escribió Jordán (Hist. de la prov. de Aragón de la orden de S. Agustín, tom. 2. pág. 292.), o por haber sido el tribunal de justicia, como creen otros. Lo cierto es que pocos años ha se conservaba entera la escalera por donde subieron los dos compañeros S. Valero y S. Vicente a oír la sentencia del tirano, y la sala también donde se pronunció. Pero siendo intendente de aquella ciudad el caballero Pineda, habiéndose hecho en el convento la nueva fábrica en la parte que cae a la calle de Ribelles, se mudó a esta el torno que estaba en el lienzo opuesto, y para aprovechar su terreno se derribó la escalera, de la cual sólo quedan ocho escalones, los cuales adornan las religiosas con flores y luces el día del santo Mártir. Consérvase también dentro de la iglesia el calabozo en que Daciano le mandó encerrar en el centro de una torre, del cual habla la tercera antífona de laudes del breviario de la iglesia de Valencia, impreso en 1533: hinc horrendo carceris clausus ergastulo Dei athleta, Angelorum venerando fovebatur obsequio, et mulcebatur alloquio, todo conforme a lo que consta de las actas y del himno de Prudencio. Hay en él una estatua de mármol que representa al Santo sentado y con cadena al cuello, la cual con todos los demás adornos costeó el arzobispo D. Fr. Isidoro Aliaga. En esta iglesia hace estación la procesión general, que ya estaba en uso en el siglo XIV, como consta del Manual de Consejos de dicha ciudad del año 1343 señalado con el número 4. fol. 284. Otra cárcel del Santo se conserva junto a la catedral en ia casa que llaman del chantre o capiscol, y fue la primera en que le depositaron, como dijo S. Vicente Ferrer en el sermón de este mártir, y se lee en las lecciones de su oficio, que imprimió en Valencia Juan Alberto en 1589. Esta cárcel se halla en el día debajo del pavimento; llámanla el horno por su figura, que en todo representa un horno de los del día. En tiempo del Santo estuvo al piso de la calle y casa, como lo indica la columna de piedra que está delante de la boca del horno, y arranca del pavimento más bajo. En las inmediaciones se han hallado también cocinas y otros departamentos subterráneos que comprueban lo mismo. En la plaza que llamaban de la higuera, que ahora es el sitio del convento de santa Tecla, padeció S. Vicente todos sus martirios. Beuter, Escolano y otros suponen que el Santo fue arrastrado por la calle que ahora dicen de campaneros a la casa del chantre, y que en memoria de esto el rey D. Jayme I, conquistada la ciudad, mandó enlosar con losas azules todo este tránsito, y el vulgo añade que estas mismas losas sirvieron después para pavimento de la catedral. La verdad es que el piso de esta iglesia es obra del arquitecto Pedro Compte, hecha en el año 1486. Lo demás es incierto y sin fundamento, Baste de noticias pertenecientes a S. Vicente mártir. 

Y pues me queda tiempo, añadiré la descripción de un códice pontifical MS. en pergamino en 4.°, incompleto, que guarda esta santa iglesia de Segorbe en su archivo. Creo que sea extranjero, y acaso romano, porque al principio de algunos títulos añade: secundum usum rom. ecclesiae, y también por la uniformidad que guarda con el pontifical moderno, aunque añade y quita algunas cosas. Pone también sobre cada materia algunas decretales y cánones de varios concilios; entre los cuales hay muchos de los toledanos. Acerca de su antigüedad, examinados algunos puntos y ritos que prescribe, digo que es cuando menos del siglo XIII. Primeramente porque antes de la consagración del obispo pone todavía el escrutinio llamado serotino, que se hacía en el atrio de la iglesia, sábado por la tarde, víspera del día destinado a la consagración; en el cual se manda, como ya vimos en el hallado en Valencia, que el arcediano de la iglesia, que eligió a su pastor, le presente al consagrante &c. Es notorio que este examen cesó cuando tuvieron fin las elecciones de los cabildos por las reservas apostólicas; y así en un pontifical romano impreso en 1503, que vi en la colegial de Gandía, se dice que se omite la rúbrica de este examen como cosa superflua, puesto que los obispos o eran elegidos o confirmados por el papa. La época de estas reservas en España es de mediados del siglo XIV, y en Italia de mucho antes. Suponiendo pues este códice ambas prácticas, la elección del clero y el examen serotino, debemos darle la antigüedad que dije. Otra prueba de esto más decisiva es, que entre las preguntas que debe hacer el obispo en el sínodo diocesano para averiguar la conducta de sus ovejas, la señalada con el número 54 dice así: Est aliquis qui non communicet vel tribus temporibus in anno, id est, in Pascha, Pentecosten, et natale Domini &c.? 

Aquí se ve la práctica de la comunión eclesiástica en los tres tiempos del año: ley que sólo rigió hasta el concilio Lateranense IV en 1215, en el cual se estableció el nuevo precepto de la comunicón sólo en la Pascua; por donde se convence ser este códice anterior a aquella época, no habiendo causa para suponer que obligasen a más de lo establecido por dicho concilio. Le tengo por romano, porque además de lo expuesto en el rito de consagraciones y exámenes &c., donde los códices españoles introducen preguntas y respuestas en boca del metropolitano, este libro las pone en boca del domnus apostolicus. He copiado de él algunas curiosidades y variantes: tal es un himno que debía cantarse durante la consagración del altar en alabanza de la Jerusalén celestial, en el cual se aplica a cada una de las piedras de que se componen las puertas, un orden de bienaventurados. Llama muchas veces camputa al báculo episcopal, en vez de cambuta (p : b) o cambuca o gambutta, que se hallan frecuentemente en los escritores eclesiásticos posteriores al siglo VI (a). 

A Dios. Segorbe &c.

Anales de Cataluña, Narciso Feliu de la Peña y Farell (Index)

(Nota del editor : Se corrige parcialmente la ortografía en castellano.)  Imagen: Biblioteca de Catalunya. Llibres Pere Borrás: MCMXIX: D. V...