Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris rosa. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris rosa. Mostrar tots els missatges

dimarts, 2 d’agost del 2022

Birolay de Madona Sancta María. Monserrate.

CARTA LIV. (Viaje literario a las iglesias de España, tomo 7)

Viaje a Monserrate

Mi querido hermano: El monte de Monserrate, sito en el confín de las diócesis de Vique y Barcelona y de la jurisdicción de la primera, es uno de los objetos que llama la atención de naturales y extranjeros, y admira aun a los acostumbrados a ver rarezas y maravillas de la naturaleza. No hay pincel ni pluma que pueda explicar las perspectivas que ofrece al que se interna en él. Grupos continuos de cilindros y conos de varios tamaños, unidos con más o menos estrechez, dejando en su unión las grietas suficientes para que la naturaleza los adorne, y digamos los borde con sus verdes producciones, que ofrecen una labor vistosísima. Es singular la magnitud de uno de estos conos que digo que se eleva solo en la cresta de la montaña, y llaman el Cavall Bernat, cuya descripción hace una historia MS. en hexámetros, por un monje llamado Fr. Antonio Brenach en estos versos:

Ad iactum apparet cautes miranda sagittae 

Cautibus ab reliquis scopulisque, per altum 

Aëra consurgens, ulnisque erecta trecentis.

Las ermitas están como enriscadas en lo alto del monte, y algunas encajadas entre cono y cono. Es muy extraño que no quede memoria de este lugar en los geógrafos antiguos, siendo como es tan oportuno para denominar si importaba una comarca. Algunos historiadores de poca cuenta dicen que se llamó Monte Estorcil. Los notarios y escritores del tiempo medio le llamaron Mons-serratus y Mons-obseratus. En alusión al primer nombre tomó el monasterio por armas un monte a quien corta una sierra.

La vista mejor del monasterio es desde la ermita que llaman de S. Miguel, que es antigua, y ya hay de ella memoria en el año 1042, en una donación que le hizo el obispo de Barcelona Guislaberto, de la cual se hablará en lo de aquella iglesia. En otras donaciones de los años 1059 y 1062 se supone habitaban en esta ermita los monjes Trasvar y Guarín. Puede darse por bien empleado todo el trabajo de subir dos horas por una cuesta muy agria desde el lugar llamado Collvató, por gozar de perspectiva tan graciosa. Éntrase en el monasterio por un claustrito viejo, obra del cardenal Juliano de la Rovere, después Julio II, que era abad comendatario de Monserrat. He visto los capítulos de la obra que en su nombre pactó el prior y monasterio con los arquitectos Mestre Jaime Alfonso y Mestre Pere Baset, ciudadanos de Barcelona. Fue esto en 1476. Consérvase bastante bien esta fábrica con las armas del cardenal, y en el día está llena de presentallas. Subsiste en uno de sus lienzos la portada de la iglesia antigua que se extendía muy poco de poniente a levante. Créese que un arco por donde se entra a la obra nueva sea el lugar donde estuvo la imagen de nuestra Señora. Así lo dice allí la siguiente inscripción: Philippo tertio Hispaniarum rege catholico praesente, Deiparae Virginis imago hinc in templum novum translata fuit V. Idus Iulii anno MDXCIX, cum hic septingentis undecim annis miraculis claruisset. 

Esta antigüedad supone la que comúnmente se le atribuye desde el siglo IX, y la que en globo consta del privilegio del conde Wifredo, dado el año 888 a favor de Ripoll, al cual entre otras cosas concede locum quem nominant Monte-serrato ecclesias, quae sunt in acumine ipsius montis vel ad inferiora eius. La misma posesión confirmó el año siguiente 919 (¿siguiente a 888? 889) el obispo de Vique Jorge en la escritura que he visto aquí original, fecha VIII. Cal. Aprilis anno XXVII quod Karolus rex regnandi sumpsit exordium. Más terminantes son otras dos confirmaciones a la misma casa, una del conde Suñer de Barcelona anno IV. post obitum Caroli regis, y otra del rey Lotario año 982, en las cuales se expresa que se da a Ripoll el Monte Serrato con las iglesias Sanctae Mariae, S. Aciscli, S. Petri, et S. Martini. Estas dos últimas estaban donde ahora es el lugar de Monistrol. La de San Acisclo está separada del monasterio como un tiro de fusil hacia levante: su fábrica es vieja, y hasta estos últimos siglos hubo en ella hospital para peregrinos enfermos. La de Santa María es la que decimos, aunque ni rastro queda del edificio primitivo. Los cimientos de la iglesia actual se pusieron en tiempo del rey D. Fernando el Católico, de quien he visto una carta original, fecha en Medina del Campo a 14 de Marzo de 1489, en que exhorta al abad y monasterio a la empresa de la obra, que cesó a los diez años por las urgencias del estado, y el rey en carta de 1499 cedió a favor del monasterio todos los enseres de aquella fábrica, destinada solamente para habitación de monjes. Mas andando el tiempo el abad Fr. Bartolomé Garriga se aprovechó de lo comenzado para la iglesia, y en 1561 con deliberación de la comunidad aplicó a la fábrica el producto del jubileo que Pío IV había concedido por diez años a los que visitasen este santuario en el día de la Natividad de nuestra Señora. La resolución capitular y las constituciones para el buen gobierno de la fábrica he visto en el archivo. Tardose en concluir hasta el 1592, en el que Domingo de sexagésima a 2 de Febrero la consagró el obispo de Vique Pedro Jaime, con asistencia de Jaime Cassador (cazador), obispo de Gerona, Andrés Capilla de Urgel, y Francisco Robuster y Sala de Elna, y Fr. Plácido de Salinas, abad de este monasterio. Hallose presente el virrey de Cataluña Pedro Galcerán, marqués de Navarrés. Existe en el archivo la escritura fecha en el mismo día. Éntrase a la iglesia por un patio cuadrado. En la portada no he hallado las estatuas que Pons indica en su viaje, aunque están labradas para colocarse. La nave de la iglesia es espaciosa y muy proporcionada; su latitud no incluyendo las capillas, es de 76 palmos catalanes, y su longitud total es de 286 palmos. Tiene seis capillas por lado, y sobre ellas otras tantas, descontadas las del coro, con altares y buena porción de pinturas que se trajeron de Roma en el tiempo del abad Fr. Manuel de Espinosa. En las bajas las hay también, y entre ellas es notable el S. Lorenzo que está en el altar dedicado a este santo. A Pons le pareció de Ribalta, y yo le tengo por tan suyo como el S. Vicente que hay en el salón de dominicos de Valencia. En la capilla de S. Ildefonso hay un cuadro grande del Descendimiento que aquí atribuyen a Rubens; este profesor pintó muchos descendimientos, como Cerezo concepciones y Orrente carneros, y no digo más. También tiene su mérito por la novedad la capilla de la comunión, cuyo altar está colocado dentro de otra capilla que forma un cuerpo dórico con columnas de madera y bases de piedra. La longitud de la iglesia queda cortada en la capilla quinta por una verja de hierro bien labrada hacia el año 1608, por precio de 14 mil ducados, cuya cornisa viene con la primera de las capillas; y como estas están también cerradas con verjas de madera, forman un todo proporcionado, presentándose esta primera pieza como un salón de 184 palmos de longitud. Tengo por averiguado que el origen de semejantes divisiones en los templos debe atribuirse a la costumbre de las vigilias de los fieles, las cuales pasaban en lo llano de ellos, quitado así todo peligro de robos y otros desacatos. Algunas memorias quedan de las vigilias de los peregrinos en este santuario, de lo cual hablaré después. En el recinto cuadrado entre la reja y el presbiterio hay 73 lámparas de plata puestas en alto y muy pegadas entre sí y a las paredes colaterales y a la misma reja: en esta última las sostiene un arco de hierro de tres o cuatro dedos de espesor, cuyo radio es lo ancho de la iglesia, y tan rebajado que apenas se eleva sobre su centro dos palmos. Hízolo un devoto aragonés, según me dijeron. En la sacristía y piezas contiguas está guardado el tesoro que llaman y con razón, por la multitud y preciosidad de alhajas y joyas de gran valor, que más son para vistas que para referidas. Es poca su antigüedad, que no excede a lo que creo a los reyes católicos. Hay siete bustitos de emperadores romanos en mármol y en marfil: seis camafeos de las sibilas Samia, Hellespóntica, Líbica, Eritrea, Frigia y Egipcia. Hay de cristal de roca todo el servicio de un altar, que dicen fue del papa Urbano VIII. Guárdanse allí varios pectorales de obispos, entre ellos el del Ven. Palafox. También vi y tuve en mi mano una espada, cuyo puño está sembrado de flores de lis; dicen que es la que dejó S. Ignacio de Loyola cuando comenzó aquí la carrera de su vocación. En el mismo lugar donde se ofreció en servicio de la Virgen queda la inscripción siguiente: B. Ignatius à Loyola hic multa prece fletuque Deo se Virginique devovit: hic tamquam armis spiritalibus sacco se muniens pernoctavit; hinc ad societatem Iesu fundandam prodiit anno M.DXXII. = Fr. Laurentius Nieto Abbas dicavit ann. 1603. = De aquí debió derivar la costumbre de venir acá los novicios jesuitas de la provincia Tarraconense, como para comenzar la carrera donde la comenzó su santo patriarca, y a esto alude la fórmula con que el abad de este monasterio los despachaba a sus casas, que era la siguiente: “Nos Fr. N. N. Dei gratia humilis abbas regii monasterii B. Mariae de Monteserrato ordinis D. P. N. Benedicti de observantia praesentis Cataloniae principatus, sacrista ac bibliotecarius maior suae regiae maiestatis in regnis et corona Aragonum &c. attestamur per praesentes, et fidem facimus dilectos in Christo Fratres N. N. supra, vel retro scriptos ad Nos dictumque nostrum regium monasterium peregrinationis causâ, ex iniuncto obedientiae praecepto de speciali instituto devenisse, retro scriptasque litteras presentasse, debitamque obedientiam praestasse, atque à nobis paternâ charitate, ut mos est, susceptos esse, et ad noviciatus nostri domum remisisse, ut ibi à reverendo patre magistro novitiorum salutarem admonitionem et disciplinam circa Dei praecepta observanda audirent; omnibusque impletis, ad sacrae poenitentiae, eucharistiaeque sacramenta recipienda accesisse, et ad Terraconensem suae religionis domum remeasse. In quorum fidem facio &c.” 

La sillería del coro es obra del escultor Cristóbal de Salamanca, el cual labró dos sillas por muestra, y en su vista se lucieron las capitulaciones con el monasterio y su abad Fr. Felipe de Santiago a 8 de Mayo de 1578. Estipulose en ellas el precio de cada silla a noventa y cinco ducados, corriendo de cuenta del maestro todo su coste, y aprontando el convento la madera de roble para su construcción. Trabajolas todas en el lugar de Monistrol, no sé si en los cinco años que había ofrecido. Adórnanlas muy buenos relieves de la pasión de Cristo y otros asuntos sagrados. Junto al coro está el aula capitular nueva con el altar y techo artesonado que sirvieron en la sala antigua llamada de la Colación, de la que quedan vestigios de buen gusto. 

La biblioteca es buena en lo material y formal. En un cuarto de ella reservado hallé las curiosidades siguientes: Un misal propio de la iglesia de Tortosa MS. en el siglo XIII, como se ve examinando su calendario; donde es notable que mentando a S. Rufo, sólo dice de él Ruphi martyris; y en el cuerpo del misal nada hay de este santo, siendo así que contiene todas las fiestas principales de la iglesia de Tortosa. Porque veas con cuanta razón dije en mi viaje a aquella iglesia, que en los primeros siglos de su restauración nunca se tuvo a S. Rufo por su primer obispo. En la Dom. II. post Pentecost. facimus, dice, festum sanctarum reliquiarum; y en la oración, sanctorum tuorum, quorum reliquiae in praesenti requiescunt ecclesia.

Otro MS. intitulado: Comensa lo libre de les nativitats compilat de la medulla dels actors de veritat per mans de Bertomeu Tresbens, al Rey en Pere Darago Terç (Pedro III de Aragón). Es decir, obra de fines del siglo XIII. Es un tratado de astrología.

Otro MS. del siglo XV tiene este título: “Comienza el tratado llamado Invincionario, dirigido al muy reverendo é magnífico Señor Don Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, primado de las Españas, por un su devoto siervo Alfonso de Toledo, bachiller en decretos, vezino de la cibdat de Cuenca, patria de dicho Señor. E el tratado es así llamado, conviene a saber, Invincionario, porque en él se fallaran los primeros inventores de las cosas, así temporales, como espirituales &c." El códice llega hasta el último capítulo que es del Maestro de las sentencias; pero no está completo, y falta el final, en que acaso se notaría fijamente el año en que se escribió. A mí no me queda duda en lo que dice Bayer en la Bibl Vet. de Nicolás Antonio, tom. II, pág. 304, que es anterior a Polidoro Virgilio. 

De Pedro Juan Núñez hay varios fragmentos de exposiciones de Cicerón, y también versiones al lemosín de algunas de sus cartas, hechas en Barcelona, año 1585.

“Libro llamado camino de perfección, hecho por un devoto monje de nuestra Señora de Monserrat, del orden del bienaventurado San Benito." = El autor es Fr. Antonio Alfaig. Consta de 30 capítulos, de excelente lenguaje del siglo XVI. 

De otro monje de esta casa llamado Fr. Bernardo de Hontiveros hay una traducción del libro de amicitia de Cicerón. 

Historia del concilio de Trento en su tercera convocación por el papa Pío IV, escrita por D. Pedro González de Mendoza, obispo de Salamanca. Dícese en el códice que fue copiada por el licenciado Diego de Colmenares el año 1642 del mismo original de su autor, que se guarda en la Cartuja del Paular. En esta copia va al principio la vida del mismo obispo. Bien hubiera querido copiar todo este libro; mas ni lo sufrió la multitud de objetos a que tengo que atender con pocas manos, ni la escasez de auxilios de que puedo disponer en esta expedición para servirme de las ajenas.

Hay otro misal MS. hacia el año 1408, según consta de la tabla de cómputo. Al principio vi esta nota: Aquest missal es dels hermitans de Muntserrat. Mas principalment es dat et fet per la cella de sancta Creu per honor del Senyor quins ha salvat. Algo se ha tomado de él para nuestros ritos. Ahora sólo copiaré una Prosa pro defunctis, para que veas la libertad que cada iglesia y aun monasterio tenía en esto. 

Lux eterna beatorum 

Animabus defunctorum 

Luceat, ut in eternum 

Requiescant in pace. Amen.

Sancte Deus, tu sanctorum 

Miserere miserorum, 

Ut cum sanctis in eternum R. I. P. A.

Sancta virgo virginum, 

Ora semper Dominum, 

Ut defuncti in eternum R. I. P. A.

Sancti quoque spiritus, 

Exorate coelitus, 

Ut vobiscum in eternum R. I. P. A.

Patriarchae cum prophetis 

Oro Deo suplicetis 

Pro defunctis, ut in coelis R. I. P. A.

Apostoli Iesu Christi, 

Hiis solutis loco Christi 

Obtinete ut in coelis R. I. P. A.

Martyrum exercitus, 

Expugnate penitus 

Horum hostes, ut in coelis R. I. P. A. 

Confessores, precibus 

Et vestris virtutibus 

Subvenite, ut in coelis R. I. P. A.

Sanctae prorsus virgines, 

Transcendentes homines, 

Vestrâ prece in eternum R I. P. A.

Omnes sancti pariter 

Supplicate iugiter, 

Ut hii simul et in coelis R. I. P. A. 

Amen, amen dicimus, 

Vota sanctis fundimus: 

Christi passionibus R. I. P. A. 

En la pieza por donde se entra a la biblioteca está colocado un buen cuadro grande del juicio final, cuyo autor o copiante, porque copia parece en algunos lugares, podrá ser el indicado en las letras que se ven escritas en el costado de un sepulcro, y son P. ADL. enlazadas las tres últimas al modo de los monogramas: al otro lado del mismo sepulcro está pintado el año 1578. 

El camarín de nuestra Señora consta de tres piezas pequeñas llenas de cuadritos casi todos de gran mérito, entre los cuales sobresale un S. Pedro de Alcántara, un S. Francisco de Asís y algunos de la Virgen con el niño por el gusto de Rafael. La imagen es venerable por su antigüedad; el color moreno de rostro (moreneta) y manos téngolo por obra del que la encarnó; a lo menos es constante e indubitable que ni el humo de las lámparas que están apartadas más de 30 palmos, ni el incienso la pudieron ennegrecer, como dijo Pons; efecto que igualmente debían experimentar los vestidos y nicho y cuanto hay alrededor. La celebridad y fama de este santuario no es menester que la diga yo. Son innumerables las memorias de los reyes, cardenales y obispos que lo han visitado en todos tiempos, y de las procesiones de penitencia de los cleros vecinos, especialmente de Barcelona, que acudían a él en las calamidades públicas. En el siglo XIII mandó el rey D. Jaime I que los peregrinos se trajesen viandas para sustentarse mientras estuviesen acá, porque lo contrario sería carga insoportable para el monasterio. Del siglo XIV queda en el archivo un códice que contiene varios tratados curiosos, y entre ellos hay esta nota: Quia interdum peregrini, quando vigilant (velan, vigilia) in ecclesia B. Mariae de Monteserrato, volunt cantare et trepudiare, et etiam in platea de die, et ibi non debeant nisi honestas ac devotas cantilenas cantare; idcirco superius ac inferius aliquae sunt scriptae. Et de hoc uti debent honeste et parce, ne perturbent perseverantes in orationibus et devotis contemplationibus, in quibus omnes vigilantes insistere debent pariter, et devote vacare. Pónense igualmente y con canto las canciones latinas y lemosinas que debían cantar durante las vigilias. De las últimas pondré la muestra siguiente:

Birolay de Madona Sancta María.

Rosa plasent, soleyl de resplendor, 

Stela lusent, yohel de sanct amor, 

Topazis cast, diamant de vigor, 

Rubis millor, carboncle relusent.

Lir transcendent, sobran tot altre flor, 

Alba jausent, claredat senes fuscor, 

En tot contrast ausits li pecador; 

A gran maror est port de salvament:

Aygla capdal, volant pus altament, 

Cambre reyal del gran Omnipotent, 

Perfaytament auyats mont devot xant, 

Per tots pyant siatsnos defendent:

Sacrat portal del Temple permanent, 

Dot virginal, virtut sobreccellent, 

Quel occident quins va tots iorns gaytant, 

No puxe tant quens face vos absent. 


Traducción literal del Birolay sin guardar la rima. 


Rosa agradable, sol de resplandor, 

Estrella brillante, joyel de santo amor, 

Topacio casto, diamante de valor, 

Rubí mejor, carbunclo rutilante.

Lirio oloroso que excede a toda flor, 

Alba naciente, claridad sin obscuridad,

En cualquier contraste ayuda al pecador,

En gran tempestad eres puerto de salvamento.

Águila caudal, de vuelo muy remontado, 

Cámara real del gran Omnipotente, 

Perfectamente oye mi devoto canto, 

Por todos rogando sednos defensora.

Puerta sagrada del templo permanente, 

Dote virginal, virtud sobreexcelente, 

Que el occidente que cada día nos amaga, 

No pueda tanto que de vos nos ausente. 


A este tenor hay otras muchas coplas devotas y varias fórmulas de los sermones y exhortaciones que se hacían a los romeros. Hoy persevera el concurso, pero sin aquel orden y piedad. De modo que se hace notable la devoción con que el día 8 de Septiembre vienen los franceses comarcanos a cumplir en nombre de las villas los votos que hicieron los comunes; porque luego que descubren el monasterio se arrodillan y entonan el Ave maris stella, y así entran en procesión y asisten a la fiesta de nuestra Señora con devoción y compostura, sin mezclarse en ninguna de las disoluciones de otros concurrentes. El archivo de este monasterio está bien arreglado: lo registre a mi satisfacción, merced a la franqueza con que me trataron el P. prior y presidente (ya que se hallaba ausente el Sr. abad), y el P. Fr. Millán Hermosilla archivero, quien suplió con ventajas las que yo esperaba lograr con la pericia del P. M. Fr. Benito Ribas que también se hallaba ausente. Tomé algunas noticias acerca de la historia de la casa, y muchas más sin comparación de las tocantes a otras iglesias y monasterios. Este es el gran fruto de los viajes, y por cierto el más sabroso: hallar en un punto cosas que pertenecen a otros en que no se pensaba, y con que se ilustran sus antiguallas. Hay allí algunos martirologios, entre ellos uno Ripollense del siglo XI, donde lo más importante es el necrologio. Allí mismo vi los capítulos de concordia que hizo este monasterio con el impresor Juan Luxaver a 7 de Enero de 1499, obligándose él a imprimir varios breviarios y rituales y otros libros eclesiásticos, como efectivamente se imprimieron para repartir por toda la congregación. De esta oficina portátil salió el año siguiente el Exercitatorium vitae spiritualis del abad Fr. García de Cisneros, libro célebre y buscado por muchos motivos. Rarísimo es también el libro de las colaciones del abad Isaac, traducido al castellano por Fr. Bernardo Boil, monje y ermitaño de Monserrate. Hay de él aquí un ejemplar muy bien conservado, impreso apud S. Cucufatum vallis Aretanae XXIX. Novembris anno Domini M.CCCC.LXXXIX. en 4.° Habló de este libro el P. Méndez en su Tipografía española del siglo XV. Yo no puedo persuadirme que el lugar de esta edición sea el San Cucufat (Cugat) del Vallés; ya por no quedar en aquel monasterio memoria alguna de haber habido allí imprenta, con ser así que se conservan exactas apuntaciones de aquel tiempo, ya principalmente por no convenirle la palabra Vallis Aretanae, que cierto nunca se llamó así el Vallés en lengua alguna. ¿Y quién sabe si sería algún San Cucufat del Val de Aran? Dejemos conjeturas; lo cierto es que este traductor fue hombre de reputación en tiempo de los reyes católicos, quienes le destinaron a la América en calidad de nuncio apostólico, dándole facultad de escogerse doce compañeros sacerdotes, los cuales no consta quienes fuesen. 

Después se dice que volvió y fue abad de Cuxá, y le ocuparon en otros negocios graves. Muchos materiales tengo recogidos de acá y de acullá, hasta de la isla de Mallorca, para escribir la historia de este célebre personaje, de quien algunos escritores han hecho tres, y cuyos hechos han confundido de una manera increíble, atribuyendo a los sobrinos lo que es del tío, y al contrario: y haciendo catalanes a los que no son sino valencianos. En suma este punto biográfico merece una disertación separada.

Ya quedó dicho arriba que desde el siglo X se hizo donación al monasterio de Ripoll de la iglesia de nuestra Señora. Mas de haber habitado en ella monjes no hay memoria hasta el siglo siguiente, en que suena como una de las obediencias sujetas a aquella casa, cuyo abad nombraba aquí un prior para su gobierno. Así permaneció hasta el 1410, en que con autoridad de Benedicto XIII (Luna) salió de aquella dependencia y se erigió en abadía, la cual obtuvo el primero Fr. Marcos de Villalba. Uniose después a la congregación de Valladolid en 1493. Entonces y siempre estuvo sujeto el monasterio al obispo de Vique, de cuya jurisdicción era y es todo el monte; y esto habrás observado en varias cosas que se dijeron en el episcopologio de aquella iglesia, y lo verás todavía más claramente en lo que me queda que decir en el correo inmediato. Había resuelto poner aquí el catálogo de sus priores y abades, que me ha proporcionado el citado P. Hermosilla; pero está tan diferente del que publicó Flórez (tom. XXVIII), que sería menester detenerme a dar las pruebas de su discordancia. Así que quede esto para la historia completa del monasterio, que se está preparando con actividad, y me aseguran que muy en breve se publicará. A Dios. 

dissabte, 11 de desembre del 2021

Adiós, Cordera. Clarín.

Adiós, Cordera.

Leopoldo Alas, Clarín.

(Lo texto del llibre de Clarín no sirá igual que este)

¡Ne eren tres, sempre los tres!: Rosa, Pinín y la Cordera.



¡Ne
eren tres, sempre los tres!: Rosa, Pinín y la Cordera.


Lo prat
(el prao) Somonte ere un retall triangulá de vellut verd
estés, com un penjoll, costa aball per la lloma. Un dels seus ánguls
o racóns, lo inferió o de mes aball, lo despuntabe lo camí de
ferro de Oviedo a Gijón. Un poste del telégrafo, plantat allí com
a pendó de conquista, en les seues tassetes blanques y los seus
arams paralelos, a la dreta y esquerra o zurda, representabe pera
Rosa y Pinín lo ample món desconegut, misteriós, temible o
acollonán, eternamen ignorat. Pinín, después de pensássu mol,
cuan a forsa de vore díes y díes lo poste tranquil, inofensiu,
campechano, en ganes, sense cap duda, de aclimatás a la aldea y
paréixes tot lo possible a un abre sec, va aná atrevinse en ell, va portá la confiansa al extrem de abrassás al barró y pujá
hasta prop dels arams.
Pero may arribabe a tocá la porcelana de
dal, que li recordabe les tassetes que habíe vist a la rectoral de
Puao. Al vores tan prop del misteri sagrat li acometíe un pánic de
respecte, y se dixabe rellissá depressa hasta entropessá en lo
césped.
Rosa,
menos audás, pero mes enamorada de lo desconegut, se contentabe en 
arrimá
la orella al poste del telégrafo, y minuts, y hasta cuarts de hora,
sels passabe 
escoltán
los formidables rumós metálics que lo ven arrencabe a les fibres
del pi sec en contacte en lo aram. Aquelles vibrassións, a vegades
intenses com les del diapassón, que aplicat al oít pareix que cremo
en lo seu vertiginós pols, eren pera Rosa los papés que passaben,
les cartes que se escribíen per los fils, lo lenguaje incomprensible
que lo ignorat parlabe en lo ignorat; ella no teníe cap curiosidat
pera entendre lo que los de allá, tan lluñ, los díen als de l'atra
punta del món. ¿Y qué li importabe o fotíe? Se interessabe sol
pe'l soroll per lo soroll mateix, pe'l seu timbre y lo seu misteri.

La Cordera, mol mes formal que los seus compañs, verdat es que
relativamen, de edat tamé mol mes madura, se absteníe de tota
comunicassió en lo món sivilisat, y mirabe de lluñ lo poste del
telégrafo com lo que ere pera ella efectivamen, una cosa morta,
inútil, que no li servíe sisquera pera rascás. Ere una vaca que
habíe vixcut mol. Assentada hores y hores, pos, experta en pastures,
sabíe aprofitá lo tems, meditabe mes que rumiabe, gosabe del plaé
de viure en pas, deball del sel gris y tranquil de la seua terreta,
com qui alimente l'alma, que tamé ne tenen los brutos; y si no fore
profanassió, podríe dis que los pensaméns de la vaca matrona,
plena de experiensia, habíen de paréixes tot lo possible a les mes
sossegades y doctrinals odes de Horacio.


Assistíe
als jocs dels pastorets encarregats de llindala, com una agüela. Si
puguere, sonreiríe al pensá que Rosa y Pinín teníen per missió
al prat cuidá de que ella, la Cordera, no se extralimitare, no se
ficare per la vía del ferrocarril ni saltare a la heredat veína
(Zaornín per ejemple, que es de un atra novela del mateix autó).

¡Qué habíe de saltá ribassos ni margens! ¡Qué se habíe de
ficá per la vía!


Pasturá
de cuan en cuan, no mol, cada día menos, pero en atensió, sense
pedre lo tems en eixecá lo cap per curiosidat tonta, trián sense
dudá los millós mossets, y después assentá los cuartos trasseros
en delissia, a rumiá la vida, a gosá lo delit y delissies del no
patí; tot lo demés eren aventures perilloses. Ya no sen enrecordabe
de cuan li habíe picat la mosca.


"Lo xatu (lo bou), los brincos alocats per los prats abán... ¡tot alló
parabe tan lluñ!"


Aquella
pas sól se habíe estorbat los díes de proba de la inaugurassió
del


ferrocarril.
La primera vegada que la Cordera va vore passá lo tren se va
abalotá, se va torná loca. Va saltá la valla de lo mes alt del
Somonte, va corre per los prats llindáns, y lo terror li va durá
mols díes; renovanse, mes o menos violentamen, cada vegada que la
máquina assomabe per la trinchera veína. Poc a poc se va aná
acostumán al estrépit inofensiu. Cuan se va convense de que ere un
perill que passabe, una catástrofe que 
amenassabe
sense fe mal, va reduí les seues precaussións a ficás a cuatre
potes y a mirá de frente, en lo cap eixecat, al formidable monstruo;
mes abán no fée mes que 
mirál,
sense alsás, en antipatía y desconfiansa; va acabá no mirán al tren.

A Pinín y Rosa la novedat del ferrocarril los va produí
impressións mes agradables y persisténs. Si al prinsipi o
escomensamén ere una alegría loca, algo mesclada de 
temó
superstissiosa, una exitassió ñirviosa, que los fée cridá y fé
gestos y pantomimes descabellades, después va sé un recreo
passífic, suave, renovat varies vegades al día. Va tardá mol en
gastás aquella emossió de contemplá la marcha vertiginosa,
acompañada del ven, de la gran serpota de ferro, que portabe a dins
tan soroll y tantes castes de gens desconegudes, extrañes,
forasteres.


Pero lo
telégrafo, lo ferrocarril, tot aixó ere lo de menos: un acsidén
passajero que se 
aufegabe
al mar de soledat que rodejabe lo prat Somonte. Desde allí no se
veíe 
cap
vivienda humana; allí no arribaben sorolls del món mes que al passá
lo tren.


Matíns
sense fi, deball dels rayos del sol, a vegades entre lo sumbá dels
insectes, la 
vaca y
los chiquets esperaben la proximidat del michdía pera torná a casa. 
Y después, tardes eternes, de dolsa tristesa silensiosa, al
mateix prat, hasta arribá 
la nit,
en lo lucero de la vesprá com a testigo mut a la altura. Rodaben los
núgols 
allá
dal, caíen les sombres dels abres y de les peñes a la lloma y al
pas de bestiá, 
se gitaben los muixóns, escomensaben a brillá
alguns estrels a lo mes 
oscur
del sel blau, y Pinín y Rosa, los chiquets bessóns, los fills de
Antón de Chinta, tintada l'alma de la dolsa serenidat ensomiadora de
la solemne y seria naturalesa, callaben hores y hores, después dels
seus jocs, may massa estrepitosos, assentats prop de la Cordera, que
acompañabe lo augusto silensio de tarde en tarde en un blang
tintineo de modorra esquella.


An este
silensio, an esta calma inactiva, ñabíen amors. Se volíen los dos
germáns com dos mitats de una fruita verda, chunits o ajuntats per
la mateixa vida, en escasa consiensia de lo que en ells ere diferén,
de lo que los separabe; volíen Pinín y Rosa a la Cordera, la vaca
agüela, gran, esgroguida, en un cap com una cuna. La Cordera li
recordaríe a un poeta la zavala del Ramayana, la vaca santa; la
amplitut de les seues formes, la solemne serenidat dels seus pausats
y nobles moviméns, aire y contornos de ídolo destronat, caigut,
contén en la seua sort, mes satisfeta de sé vaca verdadera que deu
fals. La Cordera, hasta aon es possible adiviná estes coses, pot dis
que tamé volíe als bessóns encarregats de apassentala, pasturala.


Ere poc
expresiva; pero la passiensia en que los tolerabe cuan jugán ella
los servíe de cuixí, de amagatall, de montura, y pera datres coses
que ideabe la fantassía dels pastorets, demostrabe tássitamen lo
afecte del animal passífic y pensatiu.


Als
tems difíssils, Pinín y Rosa habíen fet per la Cordera los
impossibles de solisitut y convoyamén. No sempre Antón de Chinta
habíe tingut lo prat Somonte. Este regalo ere una cosa relativamen
nova. Añs atrás la Cordera teníe que eixí a la gramática, aixó
es, a pasturá com podíe, a la bona ventura dels camíns y sendes de
les esquilades y pobres pastures del comú, que tan teníen de vía
pública com de pastures. Pinín y Rosa, en tals díes de penuria, la
guiaben als millós tossalets, als puestets mes tranquils y menos
esquilmats, y la liberaben de les mil injuries a les que están
exposades les pobres reses que tenen que buscá lo alimén pels azars
de un camí.


Als
díes de fam (fame, com diuen allá dal), al corral, cuan lo fenás
escassejabe y lo “narvaso” o sostre pera ensostrá lo llit calén
de la vaca tamé faltabe, a Rosa y a Pinín los debíe la Cordera mil
industries que li suavisaben aquella miseria. ¡Y qué podem di dels
tems heroics de la cría y lo assormá, cuan se entablabe la lucha
nessessaria entre lo 
alimén
y regalo de la nassió y lo interés dels Chintos, que consistíe en
robá de les mamelles de la pobre mare tota la lleit que no fore
absolutamen indispensable pera que lo ternero acampare! Rosa y Pinín,
an este conflicte, sempre estaben de part de la Cordera, y en cuan
ñabíe una ocasió, de amagatontes, soltaben lo ressental mamón, lo
vedellet, que, ensegat y abalotat, tossán contra tot, corríe a
buscá lo amparo de la mare, que lo albergabe daball del seu ventre,
girán lo cap agraída y solísita, dién, a la seua manera:


- Dixéu als chiquets y als ternerets que vinguen a mí.


Estos
recuerdos, estos llassos son dels que no se olviden. Ham de afegí a
tot aixó que la Cor
dera
teníe la milló pasta de vaca patidora del món. Cuan se veíe
emparellada daball del jou en consevol compañera, fiel a la gamella,
sabíe sometre la seua voluntat a la ajena, y hores y hores se la
veíe en la servís belcada, lo cap torsut, en incómoda postura,
velán de peu mentres la parella de la chunta dormíe an terra.


Antón
de Chinta va compendre que habíe naixcut pera pobre cuan va paupá
la impossibilidat de cumplí aquell somni dorat seu de tindre un
corral propi en dos chuntes per lo menos. Va arribá, grassies a mil
estalvis a aforraméns, que eren mars de suó y purgatoris de
privassións, a la primera vaca, la Cordera. Y no va passá de ahí:
antes de pugué comprá la segona o segunda, se va vore obligat, pera
pagali atrasos al amo, lo amo de les finques que arrendabe, a portá
al mercat aquell tros de les seues entrañes, la Cordera. L'amor de
sons fills. Chinta se habíe mort als dos añs de tindre la Cordera a
casa. Lo corral y lo llit del matrimoni estaben paret per mich,
dienli paret a unes rames de castañé y de cañes de panís. La mare
Chinta, mussa de la economía de aquella casa misserable, se habíe
mort mirán a la vaca per un boquete de la destrossada tapieta de
rames, siñalanla com a salvassió de la familia.
"Cuideula,
es lo vostre sustento", pareixíen di los ulls de la pobra
moribunda, que 
se va
morí espanada de fam y de treball. Lo amor dels bessóns se habíe 
consentrat
en la Cordera; la faldeta, que té lo seu cariño espessial, que lo
pare no 
pot
reemplassá, estabe al caló de la vaca, al corral, y allá al
Somonte.


Tot
aixó u compreníe Antón a la seua manera, confusamen. De la venta
nessessaria 
no se
teníe que di ni chut als chiquets. Un dissapte de juliol, al fés de
día, de mal 
humor,
Antón va empendre lo camí de Gijón, conduín a la Cordera dabán
d'ell, 
sense datre atavío que lo collá de la esquella. Pinín y
Rosa dormíen. Datres díes habíe de despertals a surriacades. Lo
pare los va dixá tranquils. Al eixecás se van trobá sense la
Cordera. "Sense duda, lo papa la ha portat al xatu." No los
cabíe datra conjetura.


Pinín
y Rosa opinaben que la vaca hi anabe de mala gana; creíen ells que
no volíe mes fills, pos tots los acababe perdén pronte, sense sabé
cóm ni cuán.


Al
tardet, Antón y la Cordera entraben per la corralada en mala cara,
cansats y polsosos. Lo pare no va doná explicassións, pero los
fills van adiviná lo perill.


No la
habíe venut perque dingú habíe volgut arribá al preu que an ell
se li habíe ficat al cap. Ere una animalada: un sofisma del cariño.
Demanabe mol per la vaca pera que dingú se atreviguere a
emportássela. Los que se habíen arrimat a intentá fortuna van colá
pronte renegán de aquell hombre que mirabe en ulls de rencor y
dessafío al que gosabe insistí en arrimás al preu fixat al que ell
se encaparrabe.
Hasta lo radé momén del mercat va está Antón
de Chinta al Humedal, donanli plasso a la fatalidat. "No se dirá
- pensabe - que yo no vull vendre: son ells que no me paguen lo que
val la Cordera." Y, al remat, suspirán, si no satisfet, en sert
consol, va empendre lo camí de tornada per la carretera de Candás,
entre lo guirigay y soroll de gorrinos y terneros, 
bueys y
vaques, que los aldeáns de moltes parroquies de la roglada conduíen
en 
mes o
menos faena, segons la antigüedat de les relassións entre amos y 
besties.


Al
Natahoyo, al cruse de dos camíns, encara va está exposat lo de
Chinta a 
quedás
sense la Cordera: un veí de Carrión que'l habíe estat rondán tot
lo día 
oferinli
pocs duros menos dels que demanabe, li va fotre lo radé ataque, algo 
engatinat..
Lo de Carrión pujabe, pujabe, luchán entre la codissia y lo
capricho de emportás la vaca. Antón, com una roca. Van arribá a
tindre les mans entrellassades, parats al mich de la carretera,
interrumpín lo pas ... al remat la codissia va pugué mes; 
lo
pico dels sincuanta los va separá com un abisme; se van soltá les
mans, y cadaú va tirá per lo seu camí; Antón, per una senda que,
entre madreselvas que encara no floríen y 
romigueres
o garraberes en flo, lo va portá hasta casa seua.

Desde aquell
día que van adiviná lo perill, Pinín y Rosa no van tartí. A mija
semana se va personá lo mayordomo al corral de Antón. Ere un atre
aldeá de la mateixa parroquia, de males pusses, cruel en los
arrendadós atrasats. Antón, que no admitíe renecs, se va ficá
blang dabán de les amenasses de desahucio. Lo amo ya no se esperabe
mes.
Bueno, vendríe la vaca a vil preu, per una berena. Teníe
que pagá o quedás al carré.


Lo
dissapte siguién, Pinín va acompañá hasta lo Humedal a son pare.
Lo chiquet mirabe en horror als contratistes de carn, tratáns, que
eren los tiranos del mercat.
La Cordera va sé comprada a preu
just per un rematán de Castilla. Se li va siñalá la pell y va
torná al seu corral de Puao, ya venuda, de un atre, tañín
tristemen la esquella.
Detrás caminaben Antón de Chinta,
pensatiu, y Pinín, en los ulls com a puñs.
Rosa, al sabé la
venta, se va abrassá al cap de la Cordera, que lo inclinabe a les
carissies com al jou.


"¡Sen
anabe la agüeleta!", pensabe en l'alma destrossada Antón.


"¡Ella
sirá una bestia, pero sons fills no teníen datra mare ni datra
yaya!"


Aquells
díes, a la verdura del Somonte, lo silensio ere fúnebre. La
Cordera, que ignorabe la seua sort, descansabe y pasturabe com
sempre, sub specie aeternitatis, com descansaríe y minjaríe un
minut abans de que la brutal massolada la derribare morta.
Pero
Rosa y Pinín estaben desolats, estesos damún de la herba. Miraben
en rencor los trens que passaben, los arams del telégrafo.
Aquell
món los ere desconegut, tan lluñ de ells per un costat, y per
l'atre lo que los portabe la seua Cordera. Lo divendres, al tardet,
va sé la despedida. Va vindre un encarregat del rematán de Castilla
a buscá la res. Va pagá, van beure un trago Antón y lo comisionat,
y se va traure la Cordera cap a la quintana. Antón habíe apurat la
botella; estabe exaltat; lo pes dels dinés a la burchaca l'animabe
tamé. Parlabe mol, alababe les exelensies de la vaca. L'atre
sonreíe, perque les alabanses de Antón eren impertinéns. ¿Que
donabe la res tans y tans cantes de lleit? ¿Que ere noble al jou,
forta a la cárrega? ¿Y qué, si al cap de pocs díes habíe de está
feta chulles y datres pesses suculentes?
Antón no se volíe
imaginá aixó; se la figurabe viva, traballán, servín a un atre
llauradó, olvidada de ell y de sons fills, pero viva, felís ...
Pinín y Rosa, assentats damún del mun de pallús, record
sentimental pera nells de la Cordera y dels seus propis afáns, units
per les mans, miraben al enemic en ulls de espán. Al instán supremo
se van aviá damún de la seua amiga; besets, abrassades: va ñabé
de tot. No podíen separás de ella.
Antón, agotada de repén la
exitassió del vi, va caure com a un marasmo; va crusá los brassos,
y va entrá al corral oscur. Los fills van seguí un bon tros per la
senda, de alts setos, lo trist grupet del indiferén comisionat y la
Cordera, que caminabe de mala gana en un desconegut y an aquelles
hores. Al remat, se van tindre que separá.
Antón, malhumorat,
cridabe desde casa:


- ¡Bah,
bah, chiquets, prou de singlots y gemecs! - Aixina cridabe de lluñ
lo pare, 
en la
veu enterbolida per les llágrimes.


Caíe
la nit; per la senda oscura, que féen casi negra los alts setos,
formán casi una bóveda, se va pedre lo bulto de la Cordera, que
pareixíe negra de lluñ. Después no va quedá de ella mes que lo
tintineo pausat de la esquella, desaparegut a la distansia, entre los
chirrits melancólics de infinites chicharres.


-
¡Adiós, Cordera! - cridabe Rosa desfeta en plos -. ¡Adiós,
Cordera de la meua alma!


-
¡Adiós, Cordera! - repetíe Pinín, no mes sereno.


- Adiós
- va contestá al final, al seu modo, la esquella, perdense lo seu
lamén trist, 
ressignat,
entre los demés sonidos de aquella nit de juliol a la aldea -.


En son
demá, mol pronte, a la hora de sempre, Pinín y Rosa van aná al
prat Somonte. Aquella soledat no los habíe paregut may trista;
aquell día, lo Somonte sense la Cordera pareixíe lo desert.


De
repén va chulá la locomotora, va apareixe lo fum, y después los
vagons.
A un furgó tancat, en unes estretes finestres altes o
respiraderos, van atiná los germáns bessóns caps de vaques que,
pasmades, miraben per aquells tragallums.


-
¡Adiós, Cordera! - va cridá Rosa, adivinán allí a la seua amiga,
a la yaya vaca.


-
¡Adiós, Cordera! - va bramá Pinín en la mateixa fé, enseñanli
los puñs al tren, que 
volabe
camí de Castiella. Y, plorán, repetíe lo rapaz, mes enterat que
san germana de les picardíes del món:


- La
porten al matadero ... carn de vaca. Pera minjá los siñós, los
indianos.


-
¡Adiós, Cordera! - ¡Adiós, Cordera!


Y Rosa
y Pinín miraben en rencor la vía, lo telégrafo, los símbols de
aquell món enemic que los arrebatabe, que los devorabe a la seua
compaña de tantes soledats, de tantes ternures silensioses, pera
satisfé la gula, pera convertila en manjars de rics golafres...
-
¡Adiós, Cordera! ¡Adiós, Cordera! -


Van
passá mols añs. Pinín se va fé mosso y sel va emportá lo rey
pera luchá a la guerra 
carlista.
Antón de Chinta ere cassero de un
cacique dels vensuts; no va ñabé
influensia pera
declará inútil a Pinín que, per sé, ere com un
roble.


Y una
tarde trista de octubre, Rosa, al prat Somonte, sola, esperabe lo pas
del 
tren
correu de Gijón, que se emportabe los seus unics amors, son germá.

Va chulá allá lluñ la máquina, va apareixe lo tren a la
trinchera, va passá com un rellámpec. Rosa, casi a les rodes, va
pugué vore un instán a un coche de tersera (com los que fée aná
Antonio Machado pera tot viache), una caterva de caps de pobres
quintos que cridaben, gesticulaben, saludán als abres, a la terreta,
als cams, a tota la patria familiar, la menuda, que dixaben pera aná
a morí a luches entre germáns, fratrissides, de la patria gran, al
servissi de un rey y de unes idees que no coneixíen.
Pinín, en
mich cos fora de una ventanilla o finestreta, va estendre los brassos
a san germana; casi se van tocá. Y Rosa va pugué escoltá entre lo
estrépit de les rodes y lo sarabastall dels reclutes la veu
diferenta de son germá, que gañolabe exclamán, com inspirat per un
record de doló lluñá:


-
¡Adiós, Rosa! ... ¡Adiós, Cordera! - ¡Adiós, Pinín! ¡Pinín
de la meua alma! ...


Allá
anabe, com l'atra, com la vaca agüela. Sel emportabe lo món. Carn
de vaca pera los golafres, pera los indianos: carn de la seua alma,
carn de cañó pera les grilladures del món, pera les ambissións dels atres."


Entre
confusió de doló y de idees, pensabe aixina la pobre germana veén
lo tren 
pedres
allá lluñ, chulán trist, en chulits que repercutíen los castañés,
les vegues y los roquissals...


¡Qué
sola se quedabe! Ara sí, ara sí que ere un desert lo prat Somonte.


-
¡Adiós, Pinín! ¡Adiós, Cordera! -


En quín
odio mirabe Rosa la vía mascarada de fullí; en quína ira los arams
del telégrafo. ¡Oh!. Be fée la Cordera en no arrimás. Alló ere
lo món, lo desconegut, que se u emportabe tot. Y sense pensáu, Rosa
va apoyá lo cap damún del tocho enclavat com un pendó a la punta
del Somonte. Lo ven cantabe a les entrañes del pi sec la seua cansó
metálica. Ara ya u compreníe Rosa. Ere una cansó de llágrimes, de
abandono, de soledat, de mort. A les vibrassións rápides, com a
queixits, creíe escoltá, mol lluñana, la veu que gañolabe per la
vía abán:


-
¡Adiós, Rosa! ¡Adiós, Cordera! -


Auf Wiedersehen, Cordera!

Anales de Cataluña, Narciso Feliu de la Peña y Farell (Index)

(Nota del editor : Se corrige parcialmente la ortografía en castellano.)  Imagen: Biblioteca de Catalunya. Llibres Pere Borrás: MCMXIX: D. V...