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dimecres, 28 de desembre del 2022

LIV. Memorial de las reliquias que están puestas en los relicarios de la santa iglesia de Roda.

LIV. 

Memorial de las reliquias que están puestas en los relicarios de la santa iglesia de Roda. (Vid. pág. 167.) 

Primo: en los brazos de plata hay en el uno la canilla de San Valero, Obispo de Zaragoza, y en el otro hay una canilla del brazo de San Ramón, Obispo de Roda y Barbastro. 

Relicario de San Vicente Mártir.

En este relicario hay en el rosón una parte del casco de la cabeza, y en el canutillo de arriba hay sangre del glorioso Santo. En el año 1636, hallándose et Illmo. Sr. D. Pedro Serra en Roda, y tuviendo de sus manos el relicario, quitó la tapa del canutillo y con un punzón tocó la sangre, y al mismo instante se tiñó el punzón de ella, como si saliera de las venas. Admirados del milagro el señor Obispo y canónigos mandaron que Antonio Gironza testificara acto de tan grande prodigio

Relicario de San Lorenzo Mártir.

En este relicario hay en el rosón de en medio una parte del casco de la cabeza del Santo, y a la otra parte del rosón hay reliquias de los gloriosos Santos San Pedro Apóstol, San Andrés Apóstol, San Orencio, San Justo y Pastor, San Cosme y San Damián. En el canutillo de arriba hay del vestido de la Virgen, cilicio de San Juan Bautista y reliquia de San Agustín. 

Relicario de San Agustín.

En este relicario hay un pedazo del casco de la cabeza del Santo. En el rosón del medio, en el de la mano derecha, hay reliquia de San Valero, y en el de la mano izquierda hay reliquia de San Ramón, y en el canutillo de arriba hay de los cinco panes que Cristo dividió en el desierto, y reliquias de San Sebastián y de San Antolín. 

Relicario de San Lizerio, Obispo de Tarba.

En este relicario hay en el rosón de medio las varillas del Santo. En el canutillo de arriba hay reliquia de San Orencio, padre de San Lorenzo, de San Pedro de Arbués Mártir, canónigo de la Seo de Zaragoza, y de la Santa Madre Teresa de Jesús.

En el relicario de San Cornelio Papa y Mártir hay una parte de la cabeza del Santo.

En el relicario de San Exuperio hay un pedazo de la cabeza del Santo, y reliquia de San Lorenzo Mártir.

dimarts, 19 de juliol del 2022

CARTA XLVIII. Noticia de algunos ritos antiguos de la iglesia de Vique. Reliquias. Luciano y Marciano

CARTA XLVIII. 

Noticia de algunos ritos antiguos de la iglesia de Vique. Sus reliquias. Si los SS. MM. Luciano y Marciano nacieron y fueron martirizados en Vique. Inscripción romana inédita. 

Mi querido hermano: Mientras voy preparando otras cartas más serias y detenidas, hoy quiero contarte una porción de cosillas sueltas, y no por eso inútiles; que por algo se dijo lo de las candelillas y del cirio pascual. Y lo primero que me ocurre es que el gobierno hizo muy bien en no acceder a tu propuesta, cuando para escribir la historia de los ritos pedías que las iglesias y monasterios enviasen a Madrid sus códices rituales. Porque muy cierto es que la historia de los ritos no está sólo en esos códices. Y ahora lo vas a ver con lo poco que apuntaré aquí de las actas capitulares de esta iglesia, como una muestra de lo mucho que tengo recogido. Esos libros se comenzaron a escribir a fines del siglo XIII, en virtud de la constitución que para ello hizo con su Capítulo el obispo D. Raimundo Anglesola. Mandose en ella que el libro donde se escribiesen fuese llamado liber vitae, y así se usa hoy día. Es de notar que en todo el siglo XIV y parte del siguiente contaba siempre el obispo con el Capítulo para establecer, reformar o quitar ritos: y que con este objeto entre otros asistía el prelado al Capítulo general de Pentecostés, que es cuando se entendía en esas cosas. 

Diré algunas de estas ordinaciones.

En 1311 se mandó cantar el himno Veni creator, en la tercia de Pentecostés y su octava. En 1319 mandaron quod evangelium vel epístola in missa maiori, quae  celebrabitur in maiori altari sedis no nostrae, ulterius non cantetur. Evangelium tamen, quod cantatur in matutinis in festivitatibus Natalis et Epiphaniae Domini, cantetur more solito. Epistolam vero, quae in festo Sancti Stephani in missa populari cantari consuevit, de cetero prohibemus cantari. Más adelante en 1324 concedieron que se cantase el evangelio en las principales fiestas del año; pero con licencia del obispo, y en su ausencia del precentor. Esta prohibición de cantar el evangelio y epístola en la misa mayor, no quiere decir que se mandase rezar; lo cual no cabe donde con tanta pompa se procuraba solemnizar aquel acto. Prohibieron pues primero y después permitieron en las fiestas principales que se cantasen con nota de música, a la manera que se cantaban los dos evangelios de la genealogía de Cristo, que eran parte del oficio en los maitines de Navidad y de la Epifanía, como lo son y como se cantan hoy día en mi orden por el diácono en música de primer tono, en la cual también los conservan escritos los libros de esta y otras iglesias. La epístola, cuyo canto del todo se prohibió en la misa popular o digamos matutinal del día de S. Esteban (porque ya se sabe que había dos misas en los días clásicos) era una paráfrasis en verso y lengua vulgar de la epístola latina de aquel día; de la cual hallé un ejemplar en la colegiata de Ager (cod. n. 2563) y va copiada (a: Apend. n. IX.), no sólo porque veas lo que ello era, sino por lo estimable que te debe ser esta pieza de poesía, que yo juzgo ser del siglo XIII cuando menos. Esta misa popular se decía aquí en una capilla que había debajo de los claustros, cuyo piso estaba antes muy levantado. 

En 1322 establecieron el toque de campana al anochecer, para que todos rezasen de rodillas una Ave María pro salute ac pace animorum et corporum, ac fertilitate, et conservatione fructuum terrae. La oración nocturna que llamamos de ánimas, se intimaba aquí al pueblo, no con toque de campana, sino a voz de pregón; y esto aún en 1648, como consta en el archivo de la ciudad. En 1330 se resolvió hacer procesión solemne del Corpus. Cinco años después hay constitución de que nadie sin licencia del tesorero pueda ser enterrado in Galiera, delante de la puerta de S. Juan, una de las laterales del templo. Galiera es lo mismo que Galilea: nombre que daban al pórtico o atrio construido delante de las puertas de las iglesias, que antes de ese tiempo solía servir de cementerio para los reyes y grandes personajes y los individuos del clero, permitiéndose solamente a los obispos enterrarse dentro de los templos. El que ahora se escandaliza de que a nadie se permita enterrar en ellos, ¿qué dirá cuando vea tan celoso a este capítulo en el siglo XIV para impedir la sepultura aun en la parte exterior? ¡Ojalá llegue a restablecerse del todo, como ha comenzado ya la antigua disciplina en este punto! En 1344 se mandó que al tiempo de comenzar el Praephatio en la misa mayor de cada día, se hiciesen ocho o diez toques de campana ad convocandum fideles ad videndum corpus Christi. Esto vemos aún hoy practicado en muchas partes. En 1463 a 5 de Abril Francisco Terrades, beneficiado de esta iglesia, instituyó que doce presbíteros vestidos ad modum apostolorum, qui solent indui in repraesentationibus sanctorum in die corporis Christi, asistiesen al monumento todo el Jueves Santo, cantando salmos usque in crastinum hora communicandi. No es esta la memoria más antigua de la solemnidad usada en los monumentos o como decimos sagrarios: en la iglesia de Ager la hay ya de ello en el siglo XII. Todo esto es de las actas capitulares. 

Pues de las consuetas pudiera decir otras muchas cosas curiosas; pero dejándolas para su lugar, apuntaré algunas que todavía se usan. Tal es la costumbre de elevar una cortina negra detrás de la mesa del altar mayor poco antes de alzar la hostia, para que el pueblo la vea con más comodidad. Es esto casi general en este país, y en algunas iglesias es muy reciente su abolición. Tal hay que además cierra con cortinas los lados del altar, al tiempo que se empieza el canon, quitando con esto al celebrante toda ocasión de distraerse. Úsase también aquí decir la Nona inmediatamente antes de Vísperas, a excepción de los días de vigilia. Más rara y casi sin por qué parece la costumbre de cantarse en voz baja por los sochantres el introito de las misas con su v., empezando en voz alta desde el Gloria Patri; y esto en todos los dobles por grande que sea la solemnidad, cuando en los semidobles y ferias se canta todo en voz alta. 

Lo mismo sucede en el v. de Completas: Converte nos &c. Sobre esto hay mayores curiosidades que observar en las consuetas de la iglesia de Gerona.

El obispo Ramón de Bellera en el sínodo que celebró a 5 de Mayo de 1358, mandó que la Eucaristía se reservase in sacrario in loco eminenti, prohibiendo que se depositase, como se usaba, en arcas que solían servir de asiento, con no pequeña irreverencia de los santos misterios. Conforme a esto en la iglesia de S. Jorge de Altariba (Altarriba), hoy sufragánea de S. Pedro de Santa Fe, diócesis de Solsona, en la pared lateral a la parte del evangelio, cerca del altar mayor, se halla un agujero cuadrado, o sea armario cavado entre dos piedras sillares, elevado ocho palmos sobre el pavimento, y con vestigios de frontizas para estar cerrado. Sobre él se lee: Hic est panis vivus, y debajo: qui de coelo descendit. Las letras son del siglo XIV, según me asegura. D. Francisco Mirambell, cura de Prats de Llusanés, de quien es la noticia de esta antigualla, que él por sí mismo examinó. 

Curiosa es también una rúbrica que se halla en el ritual de esta iglesia, impreso en 1508, sobre el modo con que el sacerdote debe saludar a los enfermos cuando les administra el viático. Dice así: “Lo curat deu tenir esment en aço; ço es, en lo saludar que deu fer al malalt. Car si lo malalt es prevere, deu dir: Mossseny (mon segnieur, mi señor, monseñor), nostre Senyor Deu sie ab vos. Axi mateix, si es jurista, deu dir: Mosseny. Si es lech (lego), deu dir: Seny, nostre senyor Deu sie ab vos. Si sera massip (maçip; mancipatus) o jove que no haia muller, deu saber lo nom propi (la r de proprio se perdió hace mucho) de fons, com ha nom, e pot dir lo nom propi (lo mismo con la r de proprio), ço es: N. nostre Senyor Deu sie ab vos; o pot dir sis vol: Mon frare, o mon fill, nostre Senyor &c. Si sera dona maridada, de quina condicio vulla que sia, encara que sia muller de noble, o baro, o cavaller, o gentilhome, no li deu dir Senyora per res; car daria desonor (daría deshonor; donaria deshonor) al cors precios de Jesu Christ, que es aquí (aquí sin tilde). Mas deu dir, sia quis vulla, o de gran ma o de baxa: Madona, nostre senyor Deu sie ab vos. Si sera nina (N. E. aún se usa en Mallorca; nena, niña, chiqueta, chicoteta; nin : nen : nene : niño : chiquet : chicotet), que no haia marit, pot dir: Ma filla, nostre Senyor &c. Item si lo pacient sera fadri o nina petits, pus sien de edat de combreguar (combregar : comulgar), lo curat nos deu tuaiar (sic) en les interrogacions dels articles; ans los deu honrar, axi com si era persona gran e ordenada." Al despedirse el cura del enfermo, le decía: Ara, nostre Senyor Deu sie ab vos, e ab mi, e bon prou vos faça. La simple lectura de esta rúbrica da margen a algunas observaciones que omito, y voy a probar si podré traducir esto en castellano, conservando la propiedad de ciertas palabras lemosinas: “El párroco (dice) debe poner cuidado en la manera y palabras con que saluda al enfermo. Porque si el enfermo es presbítero, debe decir: Mi señor, nuestro Señor Dios sea con vos. Asimismo si fuere jurista, debe decir: Mi señor. Si es lego debe decir: Señor, nuestro  Señor &c. Si fuere mancebo (a) o joven soltero, debe averiguar su nombre propio, y llamarle con él, diciendo: N. nuestro Señor &c.; o si quisiere podrá decir: Hermano mío, hijo mío, nuestro Señor &c. Si fuere mujer casada, de cualquiera condición que sea, aunque sea mujer de noble, o barón, o caballero, o gentilhombre, en ninguna manera la debe llamar señora; porque con ello deshonraría al precioso cuerpo de Jesucristo que allí está. Mas debe decir, sea quien fuere, o de alta clase o baja: Buena mujer (b), nuestro Señor &c. 

(a) Llamo mancebo a lo que la rúbrica masip (massipmaçip); nombre que se daba antiguamente a los siervos; y así decían mancipia ecclesiarum a los que tenían las iglesias. Luego se dio este nombre a todos los sirvientes; y aún hoy los que lo son de las parroquias de Valencia, son así llamados. De aquí pudo ser que se aplicase a todos los mozos o jóvenes, que por su edad están expeditos y en estado de servir, y a los solteros (emancipados). 

(b) Madona en lemosín contrapuesto a senyora, denota inferioridad. Ateniéndonos a la letra, debiera traducirse: mi mujer. Mas esto no cabe. Parece que en castellano no puede dársele otro equivalente más propio que el de buena mujer; a lo menos yo no le hallo otro.  

Si fuese joven soltera, puede decir: Hija mía, nuestro &c. Item si el doliente fuese garzón o niña de corta edad, con tal que la tengan para comulgar, no debe detenerse el párroco en preguntarles los artículos; antes bien debe honrarles como a una persona adulta y bien criada.” Al despedirse el cura del enfermo, le decía: Ahora bien, nuestro Señor Dios sea con vos, y conmigo, y buen provecho os haga. Y ahora nosotros vamos a otra cosa. Notorias son y muy multiplicadas las leyes eclesiásticas sobre la asistencia de los fieles a la misa parroquial, donde oigan la voz de su pastor. Muchas veces repiten este mandato los sínodos de esta iglesia; y acaso de aquí nace la observancia puntual de él en las parroquias rurales de este obispado. Lo he visto entre otras en la de Gurb, inmediata a esta ciudad, que como otras del país se compone de muchas casas de labradores (pagesos) separadas una de otra a grandes distancias, quedando solas en medio del campo la iglesia, y las casas del cura y del médico. En ella no se permite tocar la campana a misa privada, si hay alguna, sino solamente a las dos misas parroquiales que para comodidad de los vecinos se dicen en los días festivos, una a la salida del sol, y otra a las once del día. En ambas está en uso la oblación de pan o dinero, entregándolo los fieles al sacerdote al tiempo del ofertorio, y llevando en las manos velas encendidas. Tras esto acuden al pie del altar todos los no casados, de cualquiera edad que sean. Si alguna cosa representa el mutuo amor de pastor y de ovejas, es esta que digo. Allí él les pregunta el catecismo vulgar, corrigiendo al que yerra, explicando los misterios, y viniendo a parar en alguna reflexión moral análoga al evangelio del día: todo con la llaneza y sencillez propia de aquel acto, y con gran fruto de los ancianos, que con la frecuencia de oír no olvidan lo que una vez aprendieron. Los padres por otra parte se estimulan a la enseñanza privada de sus hijos, por no verles afrentados en público. En este ejercicio vi santamente ocupado a nuestro sabio teólogo D. Emeterio Martí. Por ello y por la pureza de costumbres propia de la vida del campo, son muy estimables estas parroquias; cuyos vecinos, aunque ricos y de grandes conveniencias, cual puede tenerlas un gran señor, no dejan la sencillez del trato que heredaron de sus mayores. La ley de los mayorazgos común a todas las familias de Cataluña hace subsistir estas casas que digo, contando muchas de ellas 700 y más años de antigüedad, sin haber aumentado ni disminuido sus posesiones en lo más mínimo. Objeto es este digno de las reflexiones de un político juicioso. 

Dejemos esto y volvamos a nuestro canto llano. Quiero decirte algo de las reliquias más insignes que hay en esta iglesia catedral; las cuales por la mayor parte se hallan colocadas en el trasagrario, dentro de dos armarios. Otra porción hay suelta, que con motivo de haberse trasladado la residencia al convento de los padres dominicos en los 22 años que duró la nueva fábrica, no tienen todavía asiento fijo, señaladamente las cajitas de las reliquias menores que en cada uño de los altares antiguos se habían depositado al tiempo de su consagración. En primer lugar es memorable un gran lignum Crucis, que consta de dos trozos cruzados por el medio, ambos de un dedo de espesor: el vertical tiene más de un palmo catalán, y el travesaño poco menos. Esta insigne reliquia dicen aquí que fue probada per ignem: cosa nada increíble, y que me consta haberse practicado aun en el siglo XVI, con otro que guardan los PP. Jerónimos de Valebron (Vall d'Hebrón), diócesis de Barcelona, y con otras reliquias. = Hay una gran toalla, cuya medida no pude tomar por hallarse muy doblada y encajada en su nicho, como lo están casi todas las demás reliquias; pero es de lienzo blanco, y se dice haber servido para envolver el cuerpo de S. Lorenzo después de su martirio. Al mismo 

santo alude un letrero en piedra mármol, que se guarda en la sacristía, del cual sólo quedan estas palabras: 

… QVO FVIT PO... 

...VS ELEVATV... 

...VS (signo como un 7, et) ASSAT ... 

El carácter parece a primera vista del tiempo de los romanos; pero el travesaño que hay en la parte superior de la A y el et, hacen ver que esta piedra se escribió en los tiempos bajos; aunque no por eso debe despreciarse.

En una redomita pequeña se lee: De lacte imaginis Beatae Mariae, quae est in partibus Ultramarinis, sin declarar cual sea la imagen a que alude.

Consérvase también la mano izquierda sin el dedo pulgar de S. Juan el Limosnero, y una sarta de cuentas con cruz, o sea rosario de dicho santo. He visto la auténtica en griego y en latín que firmó de su mano Gregorio patriarca de Constantinopla en Roma a 18 de Junio de 1456, cuando adquirió esta reliquia Cosme de Monserrat, confesor del papa Calixto III, y después obispo de esta iglesia. Junto con ella dice que se le entregó el pie izquierdo de S. Esteban Musiator, martirizado por los Iconoclastas. 

De ambas reliquias dice esa auténtica: “Quae quidem manus Constantinopoli in monasterio ad honorem B. Virginis Mariae condito, aliter ob conditricis nomen Keramarthas cognominato, venerabatur. Pes autem in monasterio alio quondam B. Virginis et S. Iohannis Prodromi, ob conditorem Lipsi apellato, reconditus erat." 

En seguida refiere como en la destrucción de Constantinopla robó estas reliquias un turco, y por medio de su suegro cristiano, que se llamaba Manilopus, las vendió al monje Pachomio; este a dos sacerdotes de Corcyra, estos a un monje llamado Nilo, el cual habiendo recibido de dicho Cosme de Monserrat una gruesa limosna para rescate de un hijo suyo, le entregó agradecido estas alhajas. No se halla aquí el pie de S. Esteban; acaso lo regalaría D. Cosme a la iglesia de Tarragona, donde obtenía entonces el arcedianato de S. Lorenzo. La mano se conserva con su piel y muy firme en su contextura, aunque ya denegrida. No es menos estimable el pie derecho de Santa Escolástica, hermana de S. Benito, que también se venera aquí, aunque recortado su dedo pulgar: consérvase de buen color y está muy entero. Tiene culto muy particular, y la Santa es patrona menos principal de la iglesia, donde se le hace fiesta muy solemne instituida por el obispo Pedro Jaime a fines del siglo XVI. Mucho antes de esto existía ya aquí esta reliquia, es a saber, en 1475, cuando a 10 de Febrero Bernardo de Riera, arcediano y vicario general del obispo Guillem Ramón de Moncada, mandó que por esta razón se celebrase la solemnidad de dicha Santa con rito de IX lecciones. Además de estas reliquias hay una costilla de S. Cipriano: un hueso de S. Lázaro y parte de su sudario: una tela grande de seda encarnada, en que fue envuelto el cuerpo de Santa Lucía M.: varios huesos de los MM. de Zaragoza: parte del cráneo de Santa Rufina M., y del cilicio de S. Celestino P. y M.: de la estola y pelos de la barba de S. Pedro Ap., y madera de su cátedra; huesos de S. Longinos: piel de S. Bartolomé: parte de la túnica, cíngulo y carne de S. Gregorio patriarca de Constantinopla; y otras innumerables, sobre cuya autenticidad sigo mi acostumbrado silencio. Lo que no debe extrañarse es que tantas y tan insignes sean, atendida la multitud de viajes que los prelados y otros individuos de esta iglesia hicieron a Roma y aun a Palestina, de donde no es regular que volviesen sin traer consigo alguno de estos tesoros. Sábese también que muchas de estas y otras reliquias que omito, fueron regaladas a esta catedral día 5 de Junio de 1475 por Simeón de Sala, ciudadano de Barcelona, el cual las poseía como testamentario del príncipe D. Carlos de Viana, y que agradecido el Capítulo instituyó un aniversario perpetuo por el alma de ese bienhechor, el cual debía celebrarse día 7 de Enero, que era la fiesta de S. Simeón. De otro instrumento consta que el citado príncipe poseía estas reliquias, parte de sus progenitores los reyes de Navarra, y parte por donación del papa Calixto III cuando estuvo en Roma. Tampoco es extraño que no se hallen las auténticas de todas ellas, considerados los rebatos frecuentes que han dado a este país las armas francesas. (N. E. Y las armas catalanas, en la guerra contra Juan II de Aragón.)

Sobre la ara del altar mayor de la catedral hay una arca de plata, y dentro de ella otra de madera, en la cual están depositadas las reliquias de S. Justo C., de quien habló el P. M. Flórez (pág. 227). Las he visto con el favor de los Sres. comisionados y del canónigo tesorero Don Agustín Barat. Existen todas las canillas de brazos, piernas y muslos, que son de buen tamaño, y casi todos los otros huesos del cuerpo: la cabeza está dividida en varios trozos. Venerábanse ya en 1448, en que día 11 de Noviembre el estado eclesiástico y secular de la ciudad resolvieron que en adelante se hiciese fiesta anual día 28 de Mayo a S. Justo C., cors Sant de la Seu, por haberles preservado de varios terremotos, que por entonces afligieron este país, señaladamente del que a 24 del Mayo anterior había arruinado el monasterio e iglesia del Estany. No sé si estaba entonces venerado el altar particular. Uno sé que se construyó de nuevo casi un siglo después por el canónigo prepósito Francisco Vivet, el cual consagró en 1538 a 26 de Mayo el obispo Juan Tormo, depositando en él en ese acto las reliquias siguientes: scilicet, de capite, et costis SS. Luciani et Marciani, de ossibus sanctorum massae Caesaraug. et de cute pedis Sanctae Scholasticae: concedió además un año de indulgencia por aquella vez, y para el aniversario de aquella consagración 40 días (a). 

(a) Por la buena diligencia del canónigo D. Jaime Ripoll he logrado copia de los himnos que se decían en la fiesta de este santo; los cuales el P. M. Flórez dijo que habían perecido, y ahora se han hallado en un breviario propio de esta iglesia, impreso en 1557. V. apend. n. X.

Dentro del mismo templo, y en capilla dedicada a su nombre, se venera el cuerpo del obispo S. Bernardo Calvó, de quien y de su culto se dirá en el episcopologio. Consérvase toda su anatomía, a excepción de una canilla regalada al monasterio de Santas Cruces, donde fue monje y abad. Está en una rica urna de plata, colocada dentro de un elevado casilicio de cristales, que se presenta con gracia al que mira desde el cuerpo de la iglesia. La capilla se labró con magnificencia notable de piedras jaspes sillares, no sólo en las paredes, sino en los arcos también. Adórnanla ocho cuadros, que representan algunos pasajes de su vida; y no son de mal gusto, sino que están retocados. Construyose esta capilla estando todavía en pie el templo antiguo; y no parece sino que en ella quisieron dejar el modelo que debía seguirse en la fábrica del nuevo, como así se ha verificado. Del fundador enterrado en el plano de ella da razón la inscripción que allí hay: D. O. M. = Iohannes Rexach, Onuphrii F., civis et canonicus Ausetanus, virtute ac pietate conspicuus, hoc sacellum B. Bernardo episcopo D. F. I.; hoc tumulum sibi et suis P. C., Christum ac S. Petrum Apostolum ex asse haeredes faciens. Obiit VII. Idus Augusti anno Domini M.D.C.XXXII. Más abajo entre los trofeos de la muerte se lee: meta laborum.

Muy conocidos son también los SS. MM Luciano y Marciano, cuyas reliquias están aquí en la iglesia llamada antes de S. Saturnino, y ahora de la Piedad. El P. M. Flórez no contradijo la opinión recibida aquí comúnmente, de haber estos santos nacido y padecido martirio en esta ciudad. Antes mostró dar algún crédito a los tres argumentos en que se apoya esa tradición; los cuales son muy débiles para el caso. 1.° Un misal impreso en 1547, dice: Deus, qui nobis BB. MM. tuorum Luciani et Marciani pretiosa pignora concessisti; pero esto solamente prueba que sus reliquias están aquí, y aun indica que vinieron de otra parte. 2.° El Flos SS. en lemosín que se guarda en el archivo de esta iglesia, y dice de estos santos que eran de la ciutat de Vich. Mas esta obra está escrita a principios del siglo XIV, como se demuestra por su letra y lenguaje, y porque pone la vida de S. Luis obispo de Tolosa, y no la segunda traslación de Santa Eulalia de Barcelona, y por otras señales: extiende también las vidas de los santos sin crítica, dando el principal lugar a los milagros, y así merece poca fe histórica. 3.° El obispo Berenguer Çaguardia en la pastoral que publicó en 1326, e irá copiada en su lugar, dice de nuestros santos: qui in civitate praedicta (Vique) fuerunt palmâ martyrii decorati. Pero claro está que el prelado, deseoso de excitar la devoción y liberalidad de los fieles para la obra del claustro de la catedral, no reparó en escribir lo que podía entonces ser generalmente creído, sin que por eso fuese cierto; como seguramente no lo era, sino una equivocación manifiesta, lo que añade allí mismo que la iglesia de Vique había obtenido por espacio de 392 años el honor de metropolitana Tarraconense. A estos tres argumentos puede añadirse el testimonio de un breviario que existe en el archivo de la casa de ayuntamiento, impreso según parece a fines del siglo XV; el cual en las lecciones propias de estos santos claramente los llama cives Vicenses. Mas ¿qué valen estos documentos modernos contra la antigüedad de todos los martirologios que los ponen martirizados en Nicomedia o en África? Así lo dicen aún los escritos para uso de esta iglesia antes del siglo XIII; todos los cuales añaden al margen de letra reciente: quorum corpora iacent in villa Vici, in capella S. Saturnini: y sólo uno, que ya es de ese siglo, ingiere esas palabras en el texto. Y aun ese escribe al margen la invención de los cuerpos de los santos al día 1.° de Abril. Nada dicen estos códices de que Vique sea la patria o el lugar del martirio. Este mismo silencio guardan los misales, con ser así que en ellos, como en los martirologios, se hallan actas y fiestas de otros santos reconocidos por propios de este país. De modo que antes del siglo XII, no sólo no se supo acá que nacieron y murieron dichos santos en esta ciudad, sino que ni aun tenían fiesta particular dedicada a su nombre. Todo esto comenzó a decirse y creerse mucho después del hallazgo de los cuerpos santos, el cual se supone acaecido en el año 1050, como refiere el citado Flos SS., de quien lo copió Domenec, y de este Flórez. No quiero detenerme más en este negocio, mayormente siéndoles tan difícil a los hijos de esta ciudad probar que dichos santos mártires sean sus paisanos. 

Sus preciosas reliquias fueron trasladadas de una arca antigua de madera a otra nueva de plata que costeó el ciudadano Andrés Barat, día 24 de Mayo de 1342. 

Estaba ausente el obispo Galcerán Çacosta, y con su autoridad y la del Capítulo hicieron esta traslación los canónigos Pedro de Surrigueres, Berenguer Colomer, y Pedro Juan de Avenco; los cuales, como consta de la acta auténtica que he visto, 

hallaron muchos huesos intactos, y cenizas de otros, que despedían olor muy suave, y una toalla de seda. En la nueva arca cupieron solamente los huesos, y las cenizas se colocaron aparte en un saco. Determinose entonces que en el día de su fiesta, en el de Navidad y en el Viernes Santo pudiese abrirse el arca para fomentar la devoción de los fieles, y aun que se sacasen las reliquias en procesión en las rogativas pro pluvia

Así se practicaba en 1433, en que el obispo Jorge de Ornos a 5 de Octubre mandó que en los deanatos de esta diócesis se celebrase la fiesta de los santos como de precepto, y para merecer su protección se hiciesen procesiones pro pluvia anualmente en el martes después de la Ascensión. Otra traslación se hizo más adelante en 1664 a la arca de plata actual, que será como de dos cuartas y media de longitud, y una o poco más de altura. La he registrado a mi satisfacción. Hay en ella una pequeña porción de huesos, en los cuales se cebó la voracidad del tiempo o del fuego. Juntamente se conserva una como toalla blanca, parte bordada y parte tejida de sedas de varios colores, al modo de lo que decimos paño de hombros. En otra arquilla más pequeña se guardan separadamente una porción de carbones, y unas concretaciones como de sangre y tierra denegridas con el humo, del cual también hay vestigios en otro lienzo semejante al que dije. Ambas arcas están en el altar mayor de la iglesia de la Piedad, antes de San Saturnino, en un tabernáculo de buen gusto. Entrando en dicha iglesia se halla en la primera capilla de la mano derecha una cavidad, donde se venera la antigua arca de piedra, en la cual según la tradición fueron milagrosamente halladas las santas reliquias. Mas si el hallazgo acaeció en 1050 como dicen, otra debía ser el arca; porque esta de que hablo es conocidamente del gusto gótico del siglo XIV, y en uno de sus relieves está representado el papa con su tiara ceñida de tres coronas, cosa que todos saben cuan moderna es. Nada de lo dicho impide la sólida devoción de los fieles para con los santos mártires, así como no estorba la decidida protección con que son socorridos por ellos. Pero ciertamente es sensible que la piedad ande mezclada con la mentira, siendo como es su natural enemiga.

Voy a concluir con la copia de una inscripción romana, grabada en un mármol blanco de dos palmos catalanes de altura y dos y medio de latitud. Fue hallada en Prats del Rey, corregimiento de Cervera, y hoy está colocada en la pared de la casa del cura. 

El citado D. Francisco Mirambell acaba de enviarme el adjunto dibujo de ella. Dice así sin quitar ni poner:

C.ANNIVS.CF.GAL. 

PROCVLVS 

SIBI ET PORCIAE RES

TITVTAE VXORI OPT 

ET SVIS

H M H.N.S. 

Se acaba el papel. A Dios. 

dimecres, 8 de juny del 2022

Carta XXVIII, 28, real cartuja de Val de Cristo, fundación, San Martín, reliquias, pinturas, Antonio Bou

CARTA XXVIII.

Real Cartuxa de Val de Cristo junto a Segorbe: su fundación, iglesia antigua de San Martín, reliquias y pinturas: memorias del maestro Antonio Bou: descripción de una antigua carta hidrográfica plana: opúsculos del V. P. D. Bonifacio Ferrer. 

Mi querido hermano: Gran deseo muestras de saber si se halla en la Real Cartuxa de Val de Cristo el precioso tratado de Schismate Pisano que escribió el V. P. D. Bonifacio Ferrer, y publicó Martene, aunque con distinto epígrafe, copiándole, como él dice, del códice que en su tiempo existía en este monasterio (a). 

(a) Bonifacii Ferrerii quondam majois Carthusiae Prioris, tractatus pro defensione Benedicti XIII editus ex MS. codice Carthusiae Vallis Jesuchristi. Marten. Thes. nov. anecdot. t. II. col. 1435.

El testimonio de este y otros escritores, y el haber vivido tantos años, y muerto finalmente en esta casa D. Bonifacio, y el afecto con que estos religiosos miran las cosas de aquel célebre hermano y General suyo, digo que todo esto me hacía confiar que se hallase aquí ese opúsculo, y que tendría el gusto de cotejar con él el impreso. Mas de las diligencias que se practicaron, no se sacó otro fruto que convencerme del extravío de este códice. Al paso hallé algunas otras curiosidades de que voy a darte noticia. Este monasterio reconoce por fundadores al rey. D. Pedro IV de Aragón y a su hijo D. Martín. Existe la donación del primero, fecha en 1386 (b: Véase el apéndice n. II.), en que aprobando la determinación de su hijo, que entonces era señor de Segorbe, instituye, funda y dota el monasterio, el cual, dice, queremos que desde ahora se llame del Valle de Jesucristo, en memoria de aquel valle santísimo de Josafat, en que firmemente creemos que aparecerá Jesucristo sobre una nube blanca con grande acompañamiento de Ángeles y Santos en el día del juicio; para que en premio de las obras buenas que hicimos hasta aquí con la gracia de Dios, y haremos en adelante, seamos colocados con los Santos a la diestra. Completó el infante siendo ya rey esta fundación; aún se conservan las celditas que habitaron aquellos primeros monjes, y donde el fundador con su familia vivía retirado algunas temporadas. El claustro mayor es grande y bien construido; en su luna está según costumbre el cementerio de los religiosos; en él hay varias cruces que indican el sitio donde fueron sepultados algunos varones insignes: tiene entre ellas distinguido lugar la de la sepultura de dicho P. D. Bonifacio. Se conserva todavía en buen estado la primitiva iglesia con la advocación de San Martín, consagrada el año 1401 por el arzobispo de Tarragona D. Íñigo Valterra y los obispos D. Hugo de Lupia y Bages de Valencia y D. Francisco Regner de Segorbe; a cuya función se halló también el cardenal Pedro Serra, obispo de Catania, y creo que otros prelados. En el nicho principal del retablo mayor está ahora una imagen pequeña de María Santísima, que dicen ser la que se encontró en el santuario de la Cueva santa a principios del siglo XVI; de lo cual acaso me resolveré a hablar otro día. A los dos lados de la puerta principal hay dos arquillas sepulcrales de madera en lugar elevado: en la una se lee: Hic jacet nobilis vir Ludovicus Corneyl (Luis Cornel, Cornell): y en la otra: Nobilis miles Dalmatius de Cervelione. (Cervilione, Dalmacio de Cervelló)
De la iglesia nueva y sus pinturas habló Pons (Tom. IV Carta VII. n. 43.): en su sacristía examiné despacio todas las reliquias. Diré de las más insignes, que son las siguientes: una porción de cenizas de los Niños Inocentes: una piedra del pesebre de Belén: otra del lugar donde oró Jesús al Padre, y un trozo de la columna donde fue azotado: tierra rociada con la leche de María Santísima, y uno de sus cabellos: un cilicio de S: Luis Bertrán: once cabezas de las once mil Vírgenes: los cuerpos de S. Máximo, S. Cándido y S. Fortunato Mártires: hueso y parte de una costilla de S. Mauricio: un pedazo de túnica y cordón de S. Francisco de Asís: un pedazo de la vara de Aaron de tres dedos, otro de la de Moyses de cinco dedos (ambas colgando de un relicario de palmo y medio de alto, que fue del uso del rey D. Martín, y a lo que parece anterior al siglo XIV): tres trozos de las varas de los Jueces o Seniores de Israel, dos de dos palmos y medio, y uno de tres y medio (estas no tienen auténtica, pero se conservan en el armario por tradición): un lignum crucis, que sirvió de pectoral al rey D. Martín: el altar portátil de este príncipe, y en una de sus puertas entre otras reliquias un pedacito del vestido que puso Herodes a nuestro Salvador. 

Conservan en la misma sacristía un cáliz que dio a los monjes Benedicto XIII (Luna); tiene de elevación poco más de un palmo; el cráter, que es de figura cónica, tiene ocho dedos de diámetro, y seis de profundidad: la patena es de un palmo de diámetro, con una pequeña cavidad en medio, menos que la de Onteniente, de que hemos hablado. 

En la entrada del claustro, frente a la celda prioral, hay un pequeño oratorio con un altar precioso por sus pinturas, que son de Joanes: el cuerpo principal tiene pintado en el centro a S. Sebastián asaeteado, los colaterales son S. Vicente Ferrer y San Bruno: en el pedestal está nuestro Señor Jesucristo difunto en los brazos de su santísima Madre antes de ser sepultado: los colaterales son S. Roque y la Magdalena. Excede a estas pinturas la del remate del altar, composición digna de Rafael, en que Santa Ana y María Santísima sosteniendo al Niño Jesús en sus brazos, estan leyendo las palabras que él les señala con el dedo escritas en un libro, y son estas: quodcumque petieritis Patrem in nomine meo.... En la capilla del Santísimo Cristo, en el claustro nuevo, copié la siguiente inscripción, por pertenecer a la memoria de un literato del siglo XV, cuyo nombre es notable en la historia eclesiástica de Valencia, y cuyos huesos descansan en el claustro mayor de esta Cartuxa. Dice así: Celebrantes in hoc altari tenentur orare pro spectabili, ac prudentissimo viro magistro Antonio Bou, sacrae theologiae dignissimo professore, canonico Valentino, vicario etiam generali, nec non paenitentiario Domini PP. Calixti Tertii, et pro parentibus suis. Qui venerabilis vir praesentem dotavit capellam, sepultusque in cimiterio claustri obdormivit in Domino XXV die Novembris anno Domini MCCCCLXI, cujus anima requiescat in pace. Amen. Como es tan escasa la noticia que da Ximeno de este teólogo, he rogado al L. Ribelles que me comunique las ciertas que puedan ilustrar más su vida; y me escribe la carta que al fin insertaré a la letra. Entre las cosas notables de este monasterio, la más útil a la literatura nacional es una carta hidrográfica plana que se conserva en el archivo. Aunque no es dádiva del rey D. Martín, como aquí creen (que cierto no pudo serlo, habiendo fallecido este rey dos o tres años antes que se hiciese esta carta), es muy estimable por ser la primera que se conoce de este género en Europa. D. Juan Andrés en su obra Origen....de la literatura (Tom. VI. lib. III. cap. 2.) atribuye la invención de las cartas náuticas planas al infante D. Henrique de Portugal, y a los desvelos y pericia de una academia de náuticos que juntó en Sagres, pueblo entonces pequeño del Algarbe en el cabo de S. Vicente, donde había fijado su domicilio el año 1415. De suerte que debe contarse como posterior a esta época la invención de las cartas hidrográficas planas, en que se pintasen los grados de longitud paralelos entre sí, como hasta entonces se hubiesen pintado con la correspondiente oblicuidad hacia los polos; cosa que ocasionaba errores y desgracias a los navegantes. Pues esta que se halla en Val de Cristo es anterior a aquella época, como consta por la inscripción que tiene con letras de oro de carácter monacal, que descubre al mismo tiempo su autor. Dice así: 

MECIA DE VILA DESTES ME FECIT

…..

IN ANO MCCCCXIII. (Encima de la M y las C hay 5 circulitos) 

Acaso sería mallorquín el autor, y pudo llamarse Maciá, que es Matías; pero no puedo averiguar si el apellido es de algún lugar que se llame Destes (D'Estés). Como quiera, el pergamino es entero, de cinco palmos de largo y cuatro de ancho: comprende todo lo descubierto hasta aquel tiempo; es a saber, las costas de Europa y las de África hasta la Guinea, y los confines del Asia. Por el occidente las Canarias e Islas de Cabo Verde. Las costas de España están más demarcadas que las otras. Pinta también en su lugar algunas constelaciones celestes, y en cada reino el escudo de sus armas, y en los de África y Asia sus reyes, con una noticia histórica sucinta de su poderío, costumbres &c. Por ejemplo pinta al Preste Juan con mitra dorada, y bajo dice en lemosín lo siguiente. (a: En castellano dice así: “El Preste Juan por la gracia de Dios firme en la fe de Jesucristo, así por persuasión como por los muchos milagros obrados en aquella tierra por el Señor Santo Tomás Apóstol, cuyo sepulcro se venera aún en nuestros días. Tiene tanto poder este príncipe, que ninguno de acá pudiera hacerle guerra; defiéndenle también un desierto de salvajes y otras montañas que cierran su frontera, llenas de muchas y diversas fieras." Samuel Bochart (Phaleg lib. IV. cap. XXVI. § VI.) juzga que este fue nombre de un solo rey, que lo fue de los turcos y de los tártaros y de otros pueblos del Asia en el siglo XII llamado en lengua pérsica *** Padeshe Prestigiani, que quiere decir Rey Apostólico, y conocido comúnmente con el nombre de Unch-Chan III. Unch en la lengua siríaca es abreviatura de Iouhannan: Chan significa Rey o Emperador. Los historiadores siros (sirios) le llaman Iouhannan Malca, esto es, Juan Rey, los árabes Almalec Ioahanna. Como este rey en varios documentos latinos es llamado Presbyter Joannes (Vinc. Belovac. l. XXIX. cap. LXIX. Otho Frig. lib. VII. cap. III. Asseman. Bibl. Orient. t. III. p. II. pág. 490.) tomaron de aquí ocasión algunos para creer que este príncipe era juntamente sacerdote, y otros para asegurar que lo fueron antiguamente todos los reyes de los abisinos (abisinios). Mas como esta opinión se funda sólo en el nombre de aquel príncipe, conjetu ran otros que se llamó Presbyter para mostrar el aprecio que hacía de la religión cristiana que profesaba y de sus ministros, aunque era nestoriano: o que le llamaron así por adulación aquellos herejes. No hay necesidad de estos recursos, constando, como dice Golio (in Sever. Sulpic. Sacr. hist. lib. I. cap. LXXXVIII.), que en la lengua pérsica *** Praestar Chan significa mancipiorum rex, siendo más natural que se llamase rey de los esclavos de que abundaba su imperio, que sacerdote, cuyas funciones no consta que hubiese ejercido. La opinión de que se dio título de Preste Juan a todos los reyes de los abisinios, por ser sacerdotes, se funda en lo que dice el armenio Abuselah en su Crónica: Todos los reyes de Etiopía son sacerdotes, y celebran en altares la liturgia: y durante su reinado no dan la muerte a nadie por sí mismos: si alguno contraviene a esto, pierde el derecho de la liturgia, quedando derogadas las leyes que anteriormente hubiese establecido; a cuya relación añade gran peso el asenso de Renaudot en su Historia Patriarcharum Alexandrinorum p. 223, donde trata largamente esta materia con ocasión del título Rex *Yunami, dado a Elkera, Rey de Nubia, cristiano jacobita. Sobre cuyo pasaje, y lo que añadió más adelante pág. 338, merecen leerse las observaciones de Asseman en el lugar citado pág. 488 y sig.) 

“Peste Joan (a) per la gracia de Deu ferm en la fe de Jhs. Xt., e per instigasio, e per molts miragles aqui fets per mon senyer S. Tomas Apostol: al dia de vuy es honrada la sua sepultura; e sapiats que el a tan gran poder que negu deci no li poria tenir camp, sino que el enbargen desert de salvages que i es, e altres montanies que li son entorn de la sua frontera, en que stan moltes e divers bisties feres.” En la descripción de la Albania dice las siguientes palabras pertenecientes a la noticia de los perros albaneses (a). “En aquest desert ha axi grans cans, e forts de cors, e de cor, e axi forts com a toros; e fan batala ab los leones, els maten; e lo libre de Aleexandri diu quem li fo tarames (tramés) I. ca albanes (albanés), e fo mes en batala ab I. leo, e ab I. porch (b) sechalt, et ab un alefant (elefant), e en mens de tems ho... acytot vensut, e ay tan be se ven denit com de día.”

(a) “En este desierto hay perros tan grandes, tan membrudos, valientes y fuertes como toros, los cuales luchan con los leones y los matan: y el libro de Alexandro cuenta que le fue enviado a aquel príncipe un perro albanés, y luchó con un león y un jabalí y un elefante, y en breve tiempo los venció; y ven de noche tanto como de día.”

(b) En el antiguo lemosín se llamaba jabalí porc sechlat o senchlat (senglar), de singularis, como si dijera, solo o solitario, a diferencia de los cerdos domesticados o caseros, y de los que van en piaras. Los latinos llamaron al jabalí singularis a imitación de los griegos, que le llamaban *gr por la misma alusión; de donde nació haber entendido algunos del jabalí aquellas palabras del salmo LXXIX. v. 14: et singularis ferus depastus est eam, sobre lo cual merecen leerse las observaciones de Samuel Bochart en su Hierotoicon lib. III. cap. XXIX. Otros creen que sechlat, así como otras voces semejantes adoptadas en otros idiomas, viene de la teutónica zacken o zancken (curvos, uncinatus) por alusión a la figura de las navajas o colmillos del jabalí, de lo cual trata Wachter Gloss. Germ. v. Zinke. 

Tomó el autor esta noticia de Plinio (a: V. Plin. Hist. Natur. lib. VIII. ), Estrabón, Aristóteles y otros naturalistas antiguos. He copiado estas palabras para muestra de su crítica, y principalmente de su lenguaje; que en las innumerables descripciones de que abunda, siempre es lemosín. Más abajo de las islas de Cabo Verde pinta la embocadura de un río que llama del oro, al cual en los mapas modernos no puede corresponder otro que el llamado Gambia. Pudieron muy bien los antiguos llamarle del oro por las arenas de este metal que debía arrastrar su corriente de lo interior de la provincia, como se lee de otros ríos de América. Frente a la embocadura de dicho río pinta un barco con dos timones con la proa hacia África, y bajo de él estas palabras, que se leen con alguna dificultad... lo uxer de Iacym Farrer per anar al riu de lor al iorn de S. Lorens, qui es a X de agost, y fo lo any MCCCXLVI. 

Una o dos palabras del principio están enteramente borradas, mas debe ser ixque o parti (ixqué o partí); y así dirá en castellano: Partió el bajel de Jayme (pone Iacym o Iacme, Jacme, Iavmes?) Farrer para ir al río del oro el día de S. Lorenzo, que es a 10 de agosto; y fue el año 1346. No es tan considerable la noticia de la expedición de este catalán o mallorquín, como la sospecha de que el mismo sea aquel Jayme de Mallorca, de quien escribe el citado Andrés que era presidente y jefe de la academia que dije de los Algarbes en 1415, cuando ya muy entrado en edad pudo poseer perfectamente la náutica con la larga experiencia y los viajes que había emprendido sesenta y nueve años antes. Omito otras noticias de menor entidad que da de sí este precioso monumento, el cual debe ser reputado como el primero de su clase, que yo sepa, que nos conserva la antigüedad. Otra carta de estas hidrográficas planas me acuerdo haber visto en la biblioteca del monasterio de S. Miguel de los Reyes muy maltratada; cabalmente en un agujero que se le hizo al parecer para colgarla en la pared, estaba escrito el año en que se formó. Mas por la semejanza en el todo de ella con esta de la Cartuxa, conjeturo ser obra del mismo tiempo: aun las inscripciones, que casi todas son lemosinas, parecen de la misma mano: muestras del esmero de nuestros marinos en los siglos XIV y XV. Volvamos a las cosas del V. P. D. Bonifacio; he hallado aquí cuatro opúsculos suyos inéditos (a: V. Apéndice n. III). Debí al P. D. Judas Tadeo Otero la adjunta copia de ellos, que son los siguientes. 

1. Quare Cartusienses non comedant carnes.

2. De miraculis, et Sanctis in Cartusiam.

3. De approbatione, et confirmatione Cartusiae. 

4. De caeremoniis in Cartusiam.

He oído que algunos atribuyen los tres primeros tratados a J. Gerson, canciller de París, aludiendo sin duda a los que con el mismo título se hallan entre sus obras (Tom. 2. part. V. col. 711. sig. ed. Antuerp. 1706). Mas cotejados estos opúsculos con los de Gerson, hallo que el primero de los MS. es enteramente distinto del impreso, y sólo conviene en el título. El de Gerson es indubitablemente suyo, escrito en el año 1401, como se prueba en la gersoniana: con graves razones y autoridades vindica en él la abstinencia de carnes en la orden de los catuxos (cartujos). El dei P. D. Bonifacio prueba lo mismo por dos milagros, y llena escasamente una décima parte del primero. Así que estos escritores compusieron cada uno su tratado sin usurpar cosa del otro. 

No sucede así en los dos siguientes: porque se advierte grande uniformidad en el estilo y en los pensamientos, a pesar de la diferencia en la extensión de los tratados, en lo cual exceden en mucho los del P. D Bonifacio a los de Gerson. Por donde aparece que el uno de ellos se aprovechó del trabajo del otro. Y que esto hiciese Gerson extractando lo que trabajó D. Bonifacio, lo persuade el exordio del opúsculo 3.° de approbatione et confirmatione Cartusiae, donde dice el autor de este MS. que se hallaba ocupado en los negocios del próximo capítulo general; lo cual de ningún modo conviene al Canciller de París. En el mismo exordio dice que envía el tratado de Caeremoniis, que es el 4.°, el cual es sin disputa del P. D. Bonifacio: luego también lo es el 3.° Añádese a esto el parecer de Teophilo Raynaudo, el cual en el tratado que intituló Trinitas Patriarcharum, hablando de S. Bruno, a quien llama * (no se lee bien) sty*ta mystic*s, en el punt. XI núm. 17, después de referir los privilegios concedidos por los sumos pontífices a la orden de los cartujos, dice: Audisti quot pontifices cartusiense institutum exornaverunt, et privilegiis amplissimis communicaverunt. Quis crederet futuros qui effuvirent ordinem cartusianum non esse a sede apostolica approbatum ita ut opus fuerit Bonifacio Ferrerio, S. Vincenti germano (hermano), lucubratione quadam, Gersoni falso adscripta, iam insulsitatem depellere * Pues del opúsculo 2.° de sanctis et miraculis in Cartusiam, dice allí mismo (Punct. X. § 2. n. 2.) Extat de eodem argumento (cur infrequentia sint apud cartusianos miracula) opusculum Bonifacii Ferrerii, germani S. Vincentii, perperam adscriptum Gersoni, ejusque secundae parti insertam. Lo mismo aseguran de los opúsculos Sutor (de vita cartusianam, lib. 2. cap. 6.), Madariaga (vida de San Bruno part. 2. c. 24. §. I.), Tritemio, Possevino y otros. Y si a esto se añade que D. Bonifacio murió doce años antes que Gerson, y que ya desde el 1410 se retiró a su Cartuja de Portaceli en el reino de Valencia, y que en 1424 se hallaban estos opúsculos atribuidos a él, entre los MSS. de auqel monasterio, como consta por el índice que formó entonces el prior D. Pedro Ferrer; no queda duda de que son obra suya, sino que Gerson, como tan amante de la orden de los cartujos, debió ocupar algunos ratos en extractar estos opúsculos, y estos extractos hallados después entre sus papeles pasaron por obra suya original: y no hay más; ni yo diré más por ahora de este ilustre varón, esperando ocasión de volver a hablar de él, si verifico una excursión que estoy meditando a la real Cartuja de Portaceli.

A Dios. Segorbe &c.

Carta del P. Lr. Fr. Bartolomé Ribelles al P. Fr. Jayme Villanueva.

M. R. P. Voy a desempeñar el encargo que V. me hizo de buscar algunas noticias pertenecientes al maestro Antonio Bou, cuya inscripción sepulcral vimos en la Cartuja de Val de Cristo el día 7 de mayo del presente año. No menciona este recuerdo la patria del maestro Bou, ni Ximeno al año 1468 (en que le coloca por equivocación) hace mención de ella; aunque en el índice por patrias puesto al fin del tomo 2.° de su Biblioteca, le reconoce por natural de Sueca, o por decirlo como se debe, de Zueca o Zucha (a). Esto mismo asegura un escritor coetáneo, capellán del rey D. Alonso V, al f. 98 del diario que dejó escrito de su mano, y se conserva original en la bilioteca de este convento; cuyas palabras copiaré más adelante. Si como nos consta la patria de este grande hombre, supiéramos la edad de que murió, podríamos conjeturar con menos incertidumbre el lugar de sus estudios; pero sin embargo del silencio que observo en todas las memorias acerca de esto, me atreveré a decir que estudiaría en Valencia, o en el estudio general erigido a persuasión de S. Vicente Ferrer el año 1411, o en las escuelas particulares, o en las del cabildo, que había en esta ciudad antes de la erección del estudio general (b)... 

(a) El M. Fr. Francisco Diago en el tomo 1.° de Apuntaciones MSS. que se conserva original en la biblioteca de este conventol, al f. 222 dice: “Este pueblo no se llamaba antiguamente Zuecha, sino Zucha. Y así lo he visto en un auto de venta de unos campos del término de Ouxama a Jayme del Boorn (Born), vecino de Zucha, hecha por Guillén (Guillem) Marques (o Marqués), estando en Zucha IX. kal. Nov. an. 1296, y el auto he visto en el archivo de Zueca (Sueca). Y allí he visto otro del año 1324, en que aún se le daba el nombre de Zucha.”      

(b) Sobre este y otros puntos que se tocan en esta carta acerca de las escuelas antiguas de Valencia, véase el tomo 2 de este viaje, carta XV.

Condecorado con el grado de maestro obtuvo una cátedra de teología, según dice la inscripción; y si es cierto lo que añade Ximeno, que fue la de la catedral de Valencia, deberemos decir que la inscripción no guarda orden cronológico en sus títulos y ascensos. No me atreviera a producirme con expresiones de tanta confianza, si no hallara en uno de los muchos fragmentos que poseo del erudito P. Fr. Josef Texidor, que el maestro Bou tomó posesión del canonicato de la seo de Valencia en 12 de junio del 1430. Constándonos pues por otra parte, que desde el año 1345 en que fue instituida esta cátedra en la seo de Valencia, hasta el de 1443, la regentaron solamente religiosos de nuestra sagrada orden, y que en este último año se hizo la constitución de que en adelante fuesen seculares los eclesiásticos que la obtuviesen; creo que podré asegurar que el maestro Bou fue canónigo de Valencia antes que profesor de teología en su catedral. No he podido hasta ahora averiguar quien fuese el primer catedrático secular que obtuvo esta lección de la seo de Valencia; pero el singular mérito del canónigo Bou, y la grande reputación que adquirió por aquellos tiempos, me inducen a sospechar, que quizá sería el primero que se coronaría con esta gloria.

El capellán del rey D. Alonso V no nos le presenta como canónigo hasta el año 1457 en que habla de él por primera vez. Supone en primer lugar, y refiere el recibo de una carta, que Calixto III escribió el año 1456 al cabildo eclesiástico de Valencia, participándole que la mayor parte de la cristiandad le había enviado embajadores y regalos, y que Valencia, que había sido el principio de su bien, no se había cuidado de ello; por cuya razón les suplicaba, que por parte del cabildo y clero le enviasen un embajador, para que él pudiese hacer a favor de la seo de Valencia aquello que deseaba. En vista de esta carta el año 1457 fue electo por el cabildo y clero de Valencia el reverendo maestro Antonio Bou, canónigo y vicario de S. Pedro, para que fuese con la embajada a Calixto III de parte del cabildo y clero de Valencia. “En lany de 1457 (dice el Diario MS. fol. 98.) per los honorables canonges, e capitol de la seu, e per tot lo clero fonch helet (elet) lo reverent mestre Anthoni Bou, natural del loch de Zuequa, et canonge de la dita seu, e vicari de Sent Pere per missatger al dit Sant Pare papa Calixti.” 

Partió de esta ciudad domingo a 27 de Octubre de 1457, para embarcarse en Denia, llevando en regalo para su santidad un jarro y un par de vinajeras de cristal, guarnecido todo de oro, cuyo valor pasaba de mil florines. Desempeñó felizmente su embajada; y el día 17 de abril del año 1458 llegó a Valencia cargado de gracias y reliquias, que Calixto III enviaba de regalo a su esposa la catedral de Valencia. Salió a recibirle la gente más distinguida de la ciudad, y antes de entrar en esta, se presentó en el palacio del real a la reina Doña María; y después pasó a visitar a las hermanas y sobrinas de Calixto III, que habitaban en el palacio episcopal. No quiso nuestro embajador fiar a otro la publicación de las gracias y reliquias que traía de Roma: él por sí mismo quiso enterar de ellas a los valencianos, pronunciando un discurso en la catedral el día 30 de abril del mismo año, y explicando en primer lugar la indulgencia plenaria o jubileo, que había concedido su santidad a la virgen María de la seo de Valencia para aquel año, y para todos los demás en que la fiesta de la Asunción se celebrase en sábado, desde las primeras vísperas de esta hasta las segundas vísperas de la festividad de S. Luis obispo, con tal que diesen de limosna cada uno de los que le quisiesen ganar diez sueldos de moneda corriente para la fábrica de la seo. Todo esto es del citado diario. Parece que el cabildo no fue el primero que pidió a su santidad esta gracia; pues los jurados de Valencia en 14 de mayo de 1455 habían escrito ya a Manuel Suau, su embajador en Roma, para que la solicitase (a: V. tom. *21 carta XVII ) 

A más (además) de la bula del jubileo trajo también de Roma el canónigo Bou un precioso regalo de reliquias, del cual habla el capellán del rey D. Alonso V en su diario MS. Pero por cuanto el P. M. Fr. Francisco Diago en el tomo 2. MS. de sus apuntaciones habla con más extensión, produciré aquí sus palabras, que son las siguientes. “El papa Calixto III en 8 de los idus de Marzo del año de la Encarnación de 1457 envía desde Roma a la seo de Valencia treinta y nueve reliquias muy principales (dejando aparte un relicario con muchas otras), y entre ellas de la columna (coluna) en que Cristo fue azotado; de la mirra que le ofrecieron los Magos; de su pesebre; del velo de nuestra Señora; de S. Pablo, S. Andrés, S. Esteban, S. Lorenzo, S. Calixto P. y M., flecha de S. Sebastián, S. Cipriano, S. Dionisio Areopagita, Santa Marta, Santa Bárbara, Santa Catalina mártir, S. Cosme y Damián, Abdón y Senén, y de Santo Tomás Cantuariense. Y la atendencia que pone es: Sanè recesentes, quòd ecclesia Valentina, nostra dudum sponsa charissima, nunc verp filia praedilecta, inter caeteras partium illarum cathedrales ecclesias in non modicam veneratione habetur, ac insignis, ac famosa reputatur: quòdque ex illam non mediocres recepimus honores; et propterea illam in nostrae mentis visceribus amplectentes, ac eam nostram solitam liberalitate sacris donativis decorare volentes ad laudem, gloriam et honorem Dei, et gloriosae Virginis Mariae, sub cujus titulo ipsa dedicata existit, ac majorem sanctorum, ac sanctarum, necnon fidelium eorundem ad dictam ecclesiam devotionem augendam, infrascriptas reliquias de hac *almam urbe ad eamdem ecclesiam decernimus destinandas.”

El docto Juan Bautista Ballester, arcediano de Murviedro, en su Catálogo de las vidas de todos los obispos y arzobispos de Valencia, pág. 558, asegura que el maestro Antonio Bou, canónigo de Valencia, tomó posesión de la mitra por el cardenal D. Rodrigo de Borja, sobrino de Calixto III, en quien este la había proveído. Pero me inclino más a lo que escribe el P. Texidor, pág. 324 de su episcopologio de Valencia MS., a saber: “Que el cardenal D. Rodrigo de Borja, en 1.° de julio del año 1458, otorgó su poder a Juan Llansol, canónigo y vicario capitular de la iglesia de esta ciudad, quien tomó la posesión con escritura ante Juan Esteve, escribano del cabildo, en 21 de dicho mes de julio.”

Sigue la inscripción acordándonos que el canónigo Bou fue vicario general o provisor, con cuyo título no le hallo condecorado en ninguna de las muchas memorias históricas que disfruto. Tengo por cierto que no lo fue, siendo obispo de Valencia el cardenal D. Rodrigo de Borja, pues habiendo tomado este posesión de la mitra el día 21 de julio de 1458, en 21 de octubre del mismo año era su provisor D. Guillén Caldes, doctor en ambos derechos, y como tal hizo la declaración de la bula del jubileo (a). (a: Esta declaración y otros documentos pertenecientes a la bula y al jubileo se hallarán en el tomo 11. pág. 230. sig.)

Sólo pues pudo ser vicario general del papa Calixto III, obispo al mismo tiempo de Valencia. Así parece manifestarlo el contexto de la inscripción, que dice: Vicario etiam generali, necnon paenitenciario domini nostri papae Calixti tertii. Cuyas palabras parecen hacer este sentido: el maestro Antonio Bou fue vicario general, y también penitenciario de nuestro señor el papa Calixto III. Siendo esto así, falta todavía señalar la época de su vicariato general: en cuya decisión, advirtiendo por una parte un sumo silencio en las memorias antiguas, y considerando por otra que no era regular que el cabildo y clero de Valencia enviasen por embajador a Calixto III al vicario general que él tuviese puesto a la frente de los asuntos eclesiásticos de esta diócesis, me inclino a creer que su santidad le nombraría provisor cuando le trató en Roma con motivo de su embajada, y que regentaría dicho oficio desde su entrada en Valencia hasta la vacante, que luego se verificó. Obtuvo también el canónico Bou la dignidad de penitenciario del papa Calixto III, según nos lo asegura la inscripción, la cual es la única memoria que nos conserva este título. Puede entenderse por él que su santidad le nombró penitenciario suyo, o bien para toda la cristiandad, o bien para que lo fuese determinadamente en Valencia, dándole las facultades necesarias para absolver de los casos reservados a su santidad. El diario del capellán del rey D. Alonso V, aunque no le describe condecorado con estos dos últimos oficios, le atribuye otro que no se halla en la inscripción, llamándole vicario de S. Pedro en las palabras que copié arriba; añadiendo que ejercía este oficio cuando el cabildo y el clero de Valencia le eligieron para ir con la embajada a Calixto III. Esta noticia nos descubre que esta parroquia mayor de Valencia tuvo en algún tiempo por vicarios a los canónigos de la catedral. Se encarga estrechamente en la inscripción a los sacerdotes que celebren en aquella capilla, que tengan presente en sus oraciones y sacrificios a este insigne bienhechor, que la dotó, y a sus difuntos padres. He dado una ojeada a todos mis papeles por ver si podría dar alguna razón de quienes fueron estos; pero nada he podido rastrear; y sólo podré decir que los del apellido de Bou obtuvieron los primeros puestos, y regentaron los más honrosos oficios en esta ciudad y reino por los tiempos en que floreció nuestro insigne canónigo. Diré algo de ello en particular. 

En las cortes que el rey D. Alonso V celebró en Valencia por septiembre de 1419, se halló presente entre los nobles Grao o Gueraldo Bou (Gerau) (Diago Apuntaciones MSS. tomo I. fol. 200.)

Convocando la reina Doña María para las cortes de Trayguera (Traiguera), que debían celebrarse en 18 de abril de 1421, escribió a todos los nobles de esta ciudad y reino, y entre otros a Geraldo Bou, con fecha de Tortosa a 18 de marzo del mismo año (Diago ibid. fol. 202.)

Pedro Bou, ciudadano de Valencia, era uno de los diputados del reino el año 1424, y como tal prestó con los demás al rey D. Alonso V diez mil florines, obligánsoles el rey las rentas de la Baronía de Corbera. Concluyóse esto en el real de Valencia en 11 de abril de 1424 (Diago ibid. fol. 59.).

En el convite que el rey D. Alonso V hizo en el real de Valencia al infante de Portugal, hurtó no sé quién una copa de plata; y el rey mandó hacer diligencias para hallar al ladrón y castigarlo. Y aun desde Zaragoza, en 8 de marzo del año siguiente 1429, escribió a Pedro Bou, lugarteniente de gobernador del reino de Valencia sobre lo mismo  (Diago ibid. fol. 211.).

El capellán del rey D. Alonso V al fol. 112 de su diario MS. dice de Pedro Bou lo siguiente: “Diumenge a 18 del dit mes de Febrer (de 1459) la noble ciutat de Valentia feu molt grans, e belles juntes, e foren 5. taulages, ço es Pere Bou per los ciutadans... Los tres portaven paraments de seda morats, e los dos de seda blava ab senyals reals, e corones ab grans divises; ço es Pere Bou portava en la cimera lo Deu d'amor ab huna fletxa e sageta &c.” “En lo dit any (1461) Valencia feu misatger al senyor rey que era a Zaragoza: e foren misatges Don Luys Cruelles (Cruilles, Cruylles), e en Guillem Masquo (Mascó), jurats de Valencia, Micer Jaume Garcia, Micer Pere Amalrich, advocats de la ciutat, e en Franchs Zaera (Çaera), racional de Valencia, e en Pere Bou &c.” (Diario fol. 133. col. 4.)

La familia de Bou había también dado ya por aquellos tiempos nombre a una calle de Valencia, que hasta nuestros tiempos se llama de en Bou (d'Embou), como se ve en el pregón que se hizo en Valencia para publicar la procesión de acción de gracias por la exaltación al pontificado de Calixto III, para cuya carrera se señala entre otras lo carrer de en Bou. Esto por lo que respeta (respecta) a su familia; por lo tocante a su muerte “otorgó (dice el P. Texidor) su testamento el maestro Bou ante Juan Esteve, notario y secretario del cabildo, en 14 de mayo de 1461; y habiendo muerto en 25 de noviembre de dicho año, fue llevado su cadáver a darle sepultura al monasterio de Val de Cristo como él lo había mandado.” Concuerda esto con la inscripción, que solamente nos refiere el día y año de su muerte y el lugar de su entierro, sin mencionar los motivos de haber sido allí enterrado. Según esto, pues, moriría en Valencia el maestro Bou; y sería llevado su cadáver a la Cartuja de Val de Cristo, cumplendo los albaceas su disposición testamentaria, en la que se incluiría también la dotación de la capilla del crucifijo, de que habla la inscripción, no menos que la manda de hacer de nuevo el rejado y el retablo de la capilla de S. Pedro de la catedral, que refiere el Diario por estas palabras: “Dijous 9 de Agost (any 1470) vigilia de Sant Lorens fonch mes lo rexat de ferre en la capella de Sant Pere de la seu, e lo retaule pera la dita capella; lo qual retaule, e rexat fonch pagat dels bens de mestre Anthoni Bou, canonge de la dita seu, e vicari de Sant Pere. Era natural de Zuequa.”

Era regular que este insigne valenciano escribiese algunos comentarios del maestro de las sentencias para dictarlos desde la cátedra que obtuvo en la seo de Valencia; pero es de creer también que perecieron, cuando no los produce Ximeno, que supone existentes en la biblioteca de la catedral de Valencia dos tomos de sermones suyos MSS. Estas son las noticias que he podido recoger para ilustrar la memoria del maestro Antonio Bou...

Dios guarde a V. muchos años. Valencia 11 de junio de 1803. = Fr. Bartolomé Ribelles, cronista de la ciudad y reyno de Valencia.

dilluns, 6 de juny del 2022

Tomo 4, CARTA XXVII. cárcel, San Vicente mártir,

CARTA XXVII. 

Cárcel de S. Vicente mártir en Segorbe. Carta del Obispo D. Juan Bautista Pérez al Prior de los padres dominicos de Castres en Francia, sobre el paradero de las reliquias de este Santo: iglesia antigua y hospital de S. Vicente en Valencia: cárceles y lugares de su martirio: pontifical antiguo que se conserva en esta iglesia de Segorbe. 

Mi querido hermano: Hay en esta ciudad en una casa de la calle que llaman del Mercado, un oratorio donde se cree haber estado como en depósito S. Vicente mártir cuando le conducían desde Zaragoza a Valencia. Ciertamente si se considera la situación de Segorbe en el camino recto de una a otra capital, parece esta tradición harto verosímil. Mas no lo es tanto, si atendemos a lo distante de esta época, habiendo mediado cuatro siglos de dominación mahometana, y también a que esta casa está fuera de los muros antiguos de la ciudad, donde aun cuando estuviera edificada, no es regular que depositaran, aun de tránsito, a un preso de tanta consideración; quiero decir, a un confesor de la fe, que con tanto esfuerzo se opuso a la impiedad de los edictos imperiales. He procurado también reconocer la pared y los agujeros donde dicen haber estado las argollas y las cadenas, y hallo que es tapia de poca consistencia. No es mi ánimo despojar a esta ciudad de la gloria de haber sido ennoblecida con la presencia de tan ilustre Mártir. Por lo mismo quisiera haber hallado alguna noticia de esto entre las exquisitas apuntaciones del señor Pérez; mas no la hay en medio de la gran diligencia que puso aquel docto prelado en apurar las actas de su martirio, y señaladamente el paradero de sus santas reliquias. Copiaré aquí una carta suya dirigida al prior del convento de mi orden de Castres, diócesis de Albi, en que le pide copia de la relación que escribió el monje Ammonio (a: Este opúsculo de Aimonio le publicamos en el Apénd. n. I. de un cod. de la santa iglesia de Barcelona.) sobre la traslación del cuerpo del Santo a aquella casa; cuya sentencia prefiere a la del Cabo de S. Vicente y Lisboa. La carta está en uno de sus volúmenes, que son actas de los santos españoles, y dice así: Admodum Rdo. Domino Priori monasterii ordinis Praedicatorum oppidi Castri in dioecesi Albiensi, ubi Sancti Vincentii martyris corpus requiescit: Joannes Baptista Perez, Episcopus Segobricen. salutem. 

“Noli mirari, pater religiosissime, quod ignotus tibi homo, et tantis terrarum spatiis disjunctus, beneficium a te petere ausim; charitas enim Christi absentes etiam copulat, et in ejus obsequium quoquo versus facilem sternit viam. De tuam vero benignitate, et pietate dubitare non possum, quin cum tantae religioni, et ecclesiae beati Vincentii praepositus sis, ejus quoque martyris gloriam ubique vigere, et quam latissimè patere cupias. Patria mihi est Valentia, urbs Hispaniae citerioris clarissima, in qua olim Divus Vincentius levita hispanus tempore Diocletiani imperatoris sub Datiano praeside nobile subiit martyrium. Nunc autem, Deo sic volente, praepositus sum ecclesiae Segobricensi, quae unius diei itinere ab eadem urbe Valentiam abest. Itaque cum ecclesiasticae historiae cognoscendae causam martyrum Hispanorum res gestas studiosè legerim, fateor, vel amore patriae, vel meam erga D. Vincentium reverentiam ductus, libentissimè legi quaecumque de hoc clarissimo martyre litteris mandata reperi. Sed de ejus corporis translatione dubiam apud nostrates quaestionem esse animadverti, nec satis hactenus explicatam. Nam omnes quidem fatentur eo tempore, quo Hispania penè tota a sarracenis fuit occupata, delatum fuisse a christianis corpus S. Vincentii ex urbe Valentiam in alias terras; sed de loci tamen nomine litigant. Quidam enim tradunt sacrum corpus nostri Vincentii anno Christi octingentesimo quinquagesimo quinto ab Audaldo monacho, et altero ejus socio translatum, in monasterium nomine Castrum, tunc ordinis Benedictini, dioecesis Albiensis. Quam narrationem summatim continet Aimoinus antiquus gallorum historicus libro 5. cap. 20., et breviaria item Valentina praedicant. Quin et ego ipse ante triginta annos incidi in libellum veteris impressionis Ammonii monachi de hujusmodi translatione, cujus exemplum, vel impressum, vel manuscriptum non dubito apud vos esse, cum hujus sancti corpus tunc ad vos delatum habeatis. Sigebertus autem historicus anno 970 ait: corpus Sancti Vincentii levitae martyris, quod olim a duobus monachis ex Hispaniam in urbem Italiae Capuam (Capua) perlatum fuerat, et ex Capuam Cordunum, tandem a Corduno translatum in urbem *Metense operam Theodorici Metensis episcopi, hoc ipso anno 970; nisi forte alius, Vincentius martyr hispanus hic sit, nam *constat ejusdem nominis plures fuisse. *Aliam vero ex nostratibus, in primis autem *lusitani, contendunt nostri Vincentii corpus anno fere 760 ex urbe Valentiam relatum in  promontorium Hispaniae sacrum, quod vergit ad occidentem, et ibi anno 1173 ab Alphonso rege Lusitaniae repertum, translatum esse in urbem Olisiponem, ubi dicunt hodie religiosè coli. Id probant non modò ex suis historiis, sed testimonio etiam, antiqui historici Rasis sarraceni. Quin etiam Robertus Abbas montis, qui ante quingentos annos scripsit, in additionibus ad Sigebertum, anno 1184, cum utramque opinionem, et Ammonii, et lusitanorum retulisset, neutram ausus est definire. Auget verò magis hujusmodi dubitationem quod apud Laurentium Surium legitur in vitam Sancti Domnoli episcopi Cenomanensis, qui vixit circa annum 570 (interfuit enim secundae synodo Turonensi) caput Sancti Vincentii martyris ab eodem Domnolo positum fuisse in ecclesiam urbis Cenomanensis, quae nunc vulgo Lemain dicitur, quod de nostro Vincentio dictum intelligit Caesar Baronius in martyrologio; et praeterea quod Caesaraugustae in Hispaniam ejusdem Sancti Vincentii bracchium religiosè ostendunt. 

Ego quidem multis causis, quas commemorare longum esset, adducor ut credam corpus nostri martyris Valentini apud vos potius esse. Id ut apud nostrates confirmare possim, te, pater religiosissime, obsecro, ut si forte eum libellum Ammonii, vel historiolam translationis beati Vincentii apud vos habetis, quae vix erit trium foliorum, non ex breviariis, sed ex lectionariis longioribus fideliter describi, et ad me mitti vestra paternitas curet. Faciet in eo non mihi modò, sed ipsi sancto martyri rem, ut spero, gratissimam. Nam in ejus gloriam libellum ipsum, ne iterum pereat, typis mandari cupio. Poterit autem suam ad me epistolam dirigere in Hispaniam in urbes vobis proximas, vel Barcinonem, vel Urgellum ad reverendissimos dominos episcopos Barcinonensem, vel Urgellensem; vel si maluerit, in curiam Philippi Hispaniarum regis catholici ad Petrum Franquesa, regium secretarium; inde enim ad me certò perferetur. Deus optimus maximus paternitatem vestram diu servet sibi incolumem. Segobricae die 20 Januarii 1594.”

Hasta aquí el señor Pérez, cuya carta es regular que despierte en ti el deseo que mostrabas otro tiempo de saber lo que pertenece a la iglesia antigua de S. Vicente mártir de Valencia, su renovación y destino en los tiempos de la conquista; item a las cárceles que santificó en aquella ciudad. Mis ocupaciones no me han permitido hasta ahora satisfacer tus deseos: ni aun hoy lo pudiera sin distraerme mucho de lo principal, a no tener a mano copia de lo que sobre estos artículos dejó escrito el P. Fr. Josef Texidor en sus Observaciones sobre las antigüedades de Valencia (Lib. IV y V). 

Su trabajo aliviará el mío en esta parte, contentándome con hacer un extracto de su larga narración. Dice pues este escritor que la iglesia a que fue trasladado el cuerpo de S. Vicente mártir desde el lugar donde le había depositado la piadosa mujer llamada Jónica, fue construida extramuros de la ciudad de Valencia. Así consta expresamente de las actas de su martirio (a), que publicaron Bolando, Ruinart y el Maestro Flórez (Tomo VIII de la España sagrada pág. 231.) 

(a) Cessante perfidorum crudelitate, ac fidelium crescente devotione, beatissimus martyr ad sepulturae honorificentiam inde levatus, dignam cum reverentiam deportatur, et sub sacro altari extramuros ejusdem civitatis Valentiae ad quietem reponitur. (Act. mart. S. Vincentii in fine.) De esta iglesia debe entenderse lo que dice A. Prudencio en el himno V. (Passio S. Vinc. M.) Sed mox, subactis hostibus, Jam pace justis redditam, Altar quietem debitam Praestat beatis ossibus. Y el Corratense (Vit. et Pass. B. Vinc.) Cessante autem persequutione, ad basilicam est translatum, et ibi honorificè est sepultum. 

Contra este testimonio tan decisivo nada vale el dicho del Doctor Agustín Sales, que en su Historia del santo sepulcro afirma que aquel santo cuerpo fue depositado en la iglesia de este nombre dentro de la ciudad. Prudencio y Adón Vienense, sobre que apoya Sales su dicho, nada dicen que le favorezca; sólo refieren sencillamente que el cuerpo fue depositado en una basílica. Adón señala el tiempo de su construcción, que fue cessante perfidorum crudelitate, et fidelium crescente devotione, lo cual se debió a Constantino Magno en el siglo IV. Es regular que esta antiquísima iglesia experimentase la misma suerte que las demás de España en la terrible persecución de Abderramen (Abderramán) en el siglo VIII. Los cristianos salvaron de su furor las reliquias de nuestro santo, conduciéndolas al promontorio o cabo de S. Vicente, como escribe Flórez. En Valencia prevaleció por algun tiempo la opinión de que fueron llevadas a Castres, pueblo de Francia, en la diócesis de Albi. A lo menos en el archivo de esta ciudad (Tomo V de Cartas) se conserva la que escribieron los Jurados a Clemente VII, fecha a 14 de Mayo de 1394, pidiendo alguna reliquia de este insigne mártir, cujus corpus venerandum, dicen, a praefatam urbe olim subtractum, nunc apud monasterium Fratrum Praedicatorum civitatis Castren. de Albages, Tolosanae provinciae (Toulouse), requiescit.

Debieron reedificar luego los cristianos la iglesia destruida; puesto que en el año 1172, cuando el rey D. Alfonso II de Aragón entró con su ejército por el reino de Valencia, una de las condiciones que asentó con el rey moro Mahomat Aben Lop, fue que quedase por el conquistador dicha iglesia con todos sus diezmos y derechos, el cual luego hizo donación de ella a Dodón, abad del monasterio de S. Juan de la Peña, como puede verse en la historia de Briz lib. I. cap. 57. Continuó este monasterio en la posesión de dicha iglesia hasta el año 1232, en que el rey D. Jayme I hallándose en Monzón la dio al abad Don Arnaldo y a su monasterio de S. Victorián, como consta de la real carta, fecha a 19 de Marzo de aquel año, la cual existe copiada en un libro en pergamino del archivo del priorato y casa de S. Vicente de la Roqueta. Durante el sitio de Valencia celebró en esta iglesia la primera misa el obispo de Segorbe D. Ximeno, como ya insinué en las cartas anteriores (Carta XIX. t. III. pág. 44.).

Conquistada la ciudad, reedificó el dicho rey la iglesia y monasterio en el mismo sitio que la antigua, y en frente de ella construyó un hospital, al cual dotó con el castillo y villa de Quart, y con la alquería llamada Ladera, cerca de Valencia, y con el diezmo de toda la renta real de la sal y pescado de la albufera, queriendo que el hospital cobrase estos diezmos antes que el rey y cualquier otra persona; de cuya gracia se dio posesión a Fr. Bernardo, prior de S. Vicente, por el abad y monasterio de S. Victorián. Dotóle además con 600 marcos de plata anuales, y más adelante le dio la villa de Castellón de la Plana y el Señorío del castillo de Montornés, con la obligación de que el prior gastase en servicio de su hospital 6500 sueldos cada un año. 

La distancia de esta casa de la de San Victorián pudo ocasionar alguna relajación en los monjes, y acaso por esta causa, u otras que ignoramos, se vio precisado el mismo rey a procurar la reforma de su establecimiento, haciendo donación de todo a la orden de nuestra Señora de la Merced. La escritura, fecha en Zaragoza a 30 de Septiembre de 1255, existe en el convento de Santo Domingo de Valencia, y de ella es la copia que publicó el Maestro Ribera en su Centuria I. p. 172. Reclamando este hecho el despojado monasterio de S. Victorián, volvió a recobrar la posesión de dicha casa por sentencia dada en 1259. Más adelante vino a ser del monasterio de Poblet en esta manera. Había mandado el rey D. Jayme I que a este monasterio se diese la villa de Piera en recompensa de otros cinco lugares que de él había recibido. Cumplió su voluntad el rey Don Alonso III, con la condición de recobrar esta villa, si pareciese oportuno, dándole en cambio otros lugares. Verificóse esto hacia los años 1286, cediendo a Poblet en recompensa de Piera la casa y priorato de S. Vicente. La resistencia que sobre esto hicieron los de S. Victorián, paró al cabo en la concordia que trae Briz (ibid.), donde se podrán ver las indemnizaciones que se dieron a S. Victorián. Desde esta época, que fue el año 1289, quedó la iglesia y casa de S. Vicente por el monasterio de Poblet. En el día ya no se ejercita en ella la hospitalidad desde que se agregaron al hospital general las rentas de los particulares; y así desde el año 1512 hasta nuestros días paga la casa de S. Vicente de la Roqueta al hospital general cincuenta libras cada año, aunque reducidas al tres por ciento, en memoria y prueba evidente de la obligación que en esta parte tenían los poseedores de aquella casa.

Esto por lo tocante a la iglesia antigua de S. Vicente mártir. En cuanto a los lugares que santificó con su martirio este célebre confesor de la fe, el más insigne en aquella ciudad es el actual convento de religiosas de santa Tecla, o porque allí estuvo el palacio del presidente Daciano, como escribió Jordán (Hist. de la prov. de Aragón de la orden de S. Agustín, tom. 2. pág. 292.), o por haber sido el tribunal de justicia, como creen otros. Lo cierto es que pocos años ha se conservaba entera la escalera por donde subieron los dos compañeros S. Valero y S. Vicente a oír la sentencia del tirano, y la sala también donde se pronunció. Pero siendo intendente de aquella ciudad el caballero Pineda, habiéndose hecho en el convento la nueva fábrica en la parte que cae a la calle de Ribelles, se mudó a esta el torno que estaba en el lienzo opuesto, y para aprovechar su terreno se derribó la escalera, de la cual sólo quedan ocho escalones, los cuales adornan las religiosas con flores y luces el día del santo Mártir. Consérvase también dentro de la iglesia el calabozo en que Daciano le mandó encerrar en el centro de una torre, del cual habla la tercera antífona de laudes del breviario de la iglesia de Valencia, impreso en 1533: hinc horrendo carceris clausus ergastulo Dei athleta, Angelorum venerando fovebatur obsequio, et mulcebatur alloquio, todo conforme a lo que consta de las actas y del himno de Prudencio. Hay en él una estatua de mármol que representa al Santo sentado y con cadena al cuello, la cual con todos los demás adornos costeó el arzobispo D. Fr. Isidoro Aliaga. En esta iglesia hace estación la procesión general, que ya estaba en uso en el siglo XIV, como consta del Manual de Consejos de dicha ciudad del año 1343 señalado con el número 4. fol. 284. Otra cárcel del Santo se conserva junto a la catedral en ia casa que llaman del chantre o capiscol, y fue la primera en que le depositaron, como dijo S. Vicente Ferrer en el sermón de este mártir, y se lee en las lecciones de su oficio, que imprimió en Valencia Juan Alberto en 1589. Esta cárcel se halla en el día debajo del pavimento; llámanla el horno por su figura, que en todo representa un horno de los del día. En tiempo del Santo estuvo al piso de la calle y casa, como lo indica la columna de piedra que está delante de la boca del horno, y arranca del pavimento más bajo. En las inmediaciones se han hallado también cocinas y otros departamentos subterráneos que comprueban lo mismo. En la plaza que llamaban de la higuera, que ahora es el sitio del convento de santa Tecla, padeció S. Vicente todos sus martirios. Beuter, Escolano y otros suponen que el Santo fue arrastrado por la calle que ahora dicen de campaneros a la casa del chantre, y que en memoria de esto el rey D. Jayme I, conquistada la ciudad, mandó enlosar con losas azules todo este tránsito, y el vulgo añade que estas mismas losas sirvieron después para pavimento de la catedral. La verdad es que el piso de esta iglesia es obra del arquitecto Pedro Compte, hecha en el año 1486. Lo demás es incierto y sin fundamento, Baste de noticias pertenecientes a S. Vicente mártir. 

Y pues me queda tiempo, añadiré la descripción de un códice pontifical MS. en pergamino en 4.°, incompleto, que guarda esta santa iglesia de Segorbe en su archivo. Creo que sea extranjero, y acaso romano, porque al principio de algunos títulos añade: secundum usum rom. ecclesiae, y también por la uniformidad que guarda con el pontifical moderno, aunque añade y quita algunas cosas. Pone también sobre cada materia algunas decretales y cánones de varios concilios; entre los cuales hay muchos de los toledanos. Acerca de su antigüedad, examinados algunos puntos y ritos que prescribe, digo que es cuando menos del siglo XIII. Primeramente porque antes de la consagración del obispo pone todavía el escrutinio llamado serotino, que se hacía en el atrio de la iglesia, sábado por la tarde, víspera del día destinado a la consagración; en el cual se manda, como ya vimos en el hallado en Valencia, que el arcediano de la iglesia, que eligió a su pastor, le presente al consagrante &c. Es notorio que este examen cesó cuando tuvieron fin las elecciones de los cabildos por las reservas apostólicas; y así en un pontifical romano impreso en 1503, que vi en la colegial de Gandía, se dice que se omite la rúbrica de este examen como cosa superflua, puesto que los obispos o eran elegidos o confirmados por el papa. La época de estas reservas en España es de mediados del siglo XIV, y en Italia de mucho antes. Suponiendo pues este códice ambas prácticas, la elección del clero y el examen serotino, debemos darle la antigüedad que dije. Otra prueba de esto más decisiva es, que entre las preguntas que debe hacer el obispo en el sínodo diocesano para averiguar la conducta de sus ovejas, la señalada con el número 54 dice así: Est aliquis qui non communicet vel tribus temporibus in anno, id est, in Pascha, Pentecosten, et natale Domini &c.? 

Aquí se ve la práctica de la comunión eclesiástica en los tres tiempos del año: ley que sólo rigió hasta el concilio Lateranense IV en 1215, en el cual se estableció el nuevo precepto de la comunicón sólo en la Pascua; por donde se convence ser este códice anterior a aquella época, no habiendo causa para suponer que obligasen a más de lo establecido por dicho concilio. Le tengo por romano, porque además de lo expuesto en el rito de consagraciones y exámenes &c., donde los códices españoles introducen preguntas y respuestas en boca del metropolitano, este libro las pone en boca del domnus apostolicus. He copiado de él algunas curiosidades y variantes: tal es un himno que debía cantarse durante la consagración del altar en alabanza de la Jerusalén celestial, en el cual se aplica a cada una de las piedras de que se componen las puertas, un orden de bienaventurados. Llama muchas veces camputa al báculo episcopal, en vez de cambuta (p : b) o cambuca o gambutta, que se hallan frecuentemente en los escritores eclesiásticos posteriores al siglo VI (a). 

A Dios. Segorbe &c.

dimarts, 24 de maig del 2022

CARTA XIV. De algunas preciosas reliquias de Valencia.

CARTA XIV. 

De algunas preciosas reliquias de Valencia. 


Mi querido hermano: Ya dije otra vez que los afanes inseparables de esta vida laboriosa suelen templarse con ciertas satisfacciones y consuelos inesperados que los premian cumplidamente, y aun los hacen olvidar. Tal es el que experimenté al ver con mis ojos algunas preciosas reliquias que se conservan en varias iglesias de esta ciudad. Materia agradable para quien ama la religión, y nada ajena de mi propósito; en todo caso no hablaré sino de las reliquias que pueden llamarse litúrgicas por su conexión con el objeto de mi viaje, y no de todas, sino de las más singulares, que llaman la atención y merecen especial memoria. Entre ellas, la primera es el cáliz que se conserva en la metropolitana, en el cual se cree haber consagrado el Salvador en su última cena. No es fácil señalar el modo con que fue trasladada esta santa reliquia de Jerusalén a Roma, desde donde se cree haberla enviado a España el glorioso mártir S. Lorenzo. Lo que consta es que (1) del monasterio de S. Juan de la Peña fue llevado este cáliz al palacio de los reyes de Aragón en Zaragoza; y de allí le trajo a Valencia don Alfonso V, y le dio a esta iglesia en 1437. Aun para los más severos críticos que ponen en duda la verdad de esta tradición, es este antiquísimo cáliz un monumento muy respetable de los primeros tiempos de la Iglesia. Por no errar en su descripción he querido más bien enviar una copia exacta, (insertar imagen del cáliz) que a mi presencia, y con el favor que debí al canónigo don Joseph Roa, dibujó el P. lr. fr. Carlos Hernández, de mi orden, (dominico) joven a quien por los trabajos que tiene emprendidos, espero deberán alguna perfección en España las bellas artes. La materia de este vaso se cree vulgarmente ser ágata cornerina oriental. El sabio italiano don Attilio Zuccagni, director del gabinete de historia natural de Florencia, y médico del rey de Etruria, en el reciente tránsito de SS. MM. católicas por esta ciudad, a instancia mía, le examinó atentamente, y juzgó ser un ónix verdadero. Mas yo no hallo en sus vetas (pone betas) la figura de uña, que, según los naturalistas, es el carácter de aquella piedra. Las de esta copa bajan casi perpendicularmente desde el borde, formando como unas aguas, o claros y oscuros que sólo se perciben bien mirándolas contra la luz. 

Carlos Hernández, cáliz, Cristo, última cena, catedral de Valencia


Por espacio de muchos años se depositó en este cáliz el cuerpo del Señor el día de jueves santo, hasta que en el año 1744, cayéndosele de las manos sobre los corporales al canónigo don Vicente Frigola al tiempo de sacarle de la arquilla donde está custodiado, se dividió la copa en tres trozos, y aunque después se unieron perfectamente, desde entonces no se sirven ya de él para este destino. A esta santa reliquia hace esta iglesia fiesta anual, instituida, siendo arzobispo el beato Juan de Ribera, por don Honorato Figuerola, canónigo de esta catedral, en el testamento que otorgó a 31 de Agosto de 1607. El mismo labró a sus expensas la rica custodia de plata, donde es conducida la santa reliquia en procesión, poco menos solemne que la del Corpus, a la cual y a sermón se reduce toda su fiesta. 

El oficio todo es del día en que se celebra, el cual desde su institución hasta el año 1650 fue el 14 de Septiembre, que entonces era colendo. Mas el arzobispo don fr. Pedro de Urbina la trasladó al día de S. Mateo, a excepción de los años en que la Exaltación de la Cruz cayese en domingo; y así se observa. Otras y preciosísimas reliquias guarda esta iglesia, cuyo catálogo publicó don Pascual Esclapés en sus memorias de Valencia, Con todo, no quiero omitir el religioso aparato con que se muestran una por una al pueblo en la tarde de la feria II de Resurrección. (2) Tomándolas en las manos el canónigo capitular las va presentando al pueblo, y (3) al mismo tiempo lee un sacerdote unos versos antiguos en lemosín, de que voy a dar alguna muestra. Al mostrar la reliquia de los dos dedos de la mano izquierda de S. Lucas dice: 

“Devots christians, en lo present reliquiari ha dos dits de sanct Lluc Evangeliste de la ma esquerre, que trametè à esta esglesia la reyna doña Margarita, muller del rey don Martí, haventhi bona devoció, digau axi:” 

De vostra ma dos dits esquerros toquen 

Lo nostre cor, volentvos imetar, 

Beneyt sanct Lluc, vullaunos impetrar 

Quels angels sancts en l'alt cel nos colloquen. 

Después se dice el himno y antífona correspondiente, y lo mismo se observa en las demás respectivamente. 

De la mirra. 

"Devots christians... ha de la mirra que oferiren los tres reys quant adoraren lo infant Jesus, donada per lo papa Calixte III, haventhi bona devoció, digau axi:” 

Puix reverim la mirra consagrada 

Que pels tres reys, Jesus oferta us fon 

Feu que tingam en aquest fragil mon 

De greus peccats la vida preservada. 


De la leche de María Santísima. 


De sancta llet ab que Jesus nodrireu, 

Verge sens par, vostres mamelles sanctes, 

Feu que nodrits los que devots la miren 

Sien per vos, puix gracies ne feu tantes. 


(4) De la camisita de Jesús. 


Mare de Deu, perqui fon prim cosida 

La reverent camisa del Senyor 

Feunos estar cosits en vostre amor 

Perque vejam aquell que la vestida. (la : la ha)


Del cáliz. 


O calzer sanct, devots ab reverencia 

Te reverim, puix en tu lo Senyor 

Ha consagrat la sanch que ja licor 

De notres (nostres) crims purga la pestilencia. 


De los santos corporales: 


"Devots christians, aquestos sons los sagrats corporals, que cremantse (en un poble de Arago nomenat Ayñon) tota una esglesia, miraculosament foren conservats ilesos de mig del foch, que nos cremaren, haventhi bona devoció digau axi:”

O corporals conservats per miracle 

Del foch cremant, per Jesus infinit 

Daunos esforç perquel mal espirit 

Creme james nostre sanct tabernacle. 


A este modo se muestran todas las demás reliquias. Concluido esto se dice el v. Reliquias tuas, Deus, adoramus in terris, alleluia, alleluia. R. Ut per eas salvemur in caelis. Oratio. Deus qui hunc diem nobis celeberrimum contulisti, in quo mirabiles tuas reliquias, et beate Virginis matris tuae Mariae, et sanctorum tuorum nos venerari concendis in terris: quaesumus ut pro tua 

misericordia majestatem tuam perenniter contemplemur in caelis. 

No es fácil averiguar el año en que comenzó esta práctica, que a primera vista parece antigua. Yo creo que cuando mucho es de fines del siglo XV, porque en uno de los códices de este tiempo se lee en el oficio del viernes santo, que adorada la santa cruz y depositada en el sagrario, se muestren al pueblo la santa espina y las reliquias. Esta rúbrica se halla suprimida de mano reciente, y ya no hay rastro de ella en los códices posteriores. Así que, es verosímil que en los principios del siglo XVI se trasladase esta ceremonia a día más desocupado. Por otra parte, estos versos saben más al siglo XVI, que a las poesías y al lenguaje de los anteriores. Se me olvidaba decir algo de (5) una muela de extraordinaria magnitud, tenida por de san Cristóbal, que guardaba entre sus reliquias esta iglesia, en cuya manifestación al pueblo se leían estas palabras: 


Cristofol gran en virtuts y persona 

E martyr sanct, del qual hui lo quexal 

Tots contemplam, pregam à Deu eternal 

Que del infern la pena nons confona. 

Hymn. Martyr Dei &c. 

(insertar imagen colmillo, muela, quexal, quixal)

colmillo, muela, quexal, quixal, San Cristóbal


Buscando yo esta muela en el relicario de la catedral para comprobar lo que de su tamaño dice Luis Vives, no la he podido hallar, y me aseguran que la recogió en los últimos tiempos de su pontificado el difunto arzobispo don Francisco Fabián y Fuero. No extrañaría yo que correspondiese al colmillo, que como reliquia del mismo santo mártir conserva este mi convento de Predicadores, cuyo dibujo envío hecho exactamente por el natural, de mano del citado P. Hernández, con las cuatro vistas necesarias para formar juicio de su convexidad, de la profundidad de sus raíces, y del estado en que le dejaron los que por devoción han limado y aun desgajado de él algunas partecillas. Es blanco, algo ennegrecido en la raíz, y como tostado en lo liso de la parte convexa. Y ya que este santo mártir nos llevó al convento de santo Domingo, daré noticia de un vaso antiguo que vi en su relicario.

vaso antiguo , relicario, atlante, cuerno

Es cavado en un cuerno de rinoceronte de forma prolongada, sostenido de un atlante de plata, tal como lo representa la copia que envío, dibujada también por el P. Hernández. Parece haber servido para usos profanos, por la opinión de que el cuerno de esta bestia es contra veneno. Ciertamente la desnudez del atlante y la mitología que en ello se contiene, no deja lugar para creer que fuese, como algunos piensan, uno de los cálices ministeriales, o bien alguna de las amulas o tazas en que se ofrecía el vino para el sacrificio, y de donde se dejaba caer en el cáliz por medio del colatorium. Y así a mi parecer hay equivocación en tenerle con las sagradas reliquias, bien que sea alhaja digna de conservarse. Hay aquí también reliquias de santa Enchina, san Hempronio, san Laverino, nombres que no hallo en el martirologio; a no ser que este último sea san Lauriano, obispo de Sevilla, y mártir. La misma duda tengo en orden al verdadero nombre de (6) santa Anglina v. y m., cuyo cuerpo, depositado en una arquilla, se halló por los años 1588 en el hueco de una pared del capítulo de este convento, como refiere el maestro fr. Vicente Justiniano Antist, dominico, al fin de los opúsculos de S. Vicente Ferrer, y otras obrillas que publicó en un tomito en 8.° el año 1591. Reza esta comunidad de dicha santa día 22 de Octubre, inmediato al de santa Úrsula, de quien se cree fue compañera, y una de las once mil que, como dicen, la siguieron en el martirio. También se venera el cuerpo de S. Jorge Mártir en una arca, que por su escultura e inscripción parece del siglo XV. Baronio en las notas al martirologio habla de muchas reliquias de este santo: y por otra parte son tantas las que hay suyas en sólo este reino, sin que conste que se hayan sacado de dicha arca, que yo más bien creo ser este pequeño cuerpo formado de huesos de varios santos; y cuando sea de S. Jorge, sin escrúpulo se puede afirmar que no es del célebre mártir nicomediense, de cuyo cuerpo depositado en la Palestina, aun en el siglo XIII, son muy contadas las reliquias que se esparcieron por el occidente (a: V. acta ss. die 23 April.). Hablo conjeturando, porque no fue posible abrir el arca. Prolijamente examiné todas las preciosidades de este relicario por si la casualidad me presentaba entre las reliquias del ilustre hijo de esta casa S. Vicente Ferrer algún trozo de sus manuscritos. Más feliz ha sido en esta parte el colegio de Corpus Christi, fundado por el beato Juan de Ribera, donde se guarda un volumen de sermones latinos escrito de mano de dicho santo; los cuales se publicaron en la edición que se hizo en esta ciudad el año 1692 en cinco tomos en 4.° Ojalá tomaran para sí este ejemplo otros cuerpos, que gloriándose justamente de poseer monumentos preciosos de la literatura eclesiástica, esterilizan esta gloria por no hacer común el tesoro de donde procede. Llega a tal punto la equivocación en esta materia, que hay cuerpo que abiertamente pospone el interés propio, y la utilidad pública y el crédito que resultaría a los autores de ciertas obras inéditas, a la honrilla mal entendida de ser él solo su poseedor. Será menos apreciable si se publica, y perderá la casa esta gloria... Dijéronse estas palabras a un sujeto, que tratando de publicar un libro, deseaba verificar una cita de cierto códice que nadie disfrutaba, ni aun el que lo poseía: en esto no podemos negar que han sido más francos y liberales que nosotros los extranjeros: por cuya causa, siendo tal vez nosotros más ricos, no es extraño que la avaricia y mezquindad literaria nos haya hecho parecer pobres.

Tornando pues a mi canto llano, digo, que el códice de este colegio contiene los sermones que el santo escribió de su mano, predicados por los años 1410 hasta el 1414, en que le dejó en Morella, villa de este reino, en casa de un tal Gavaldá, cuyos descendientes le regalaron al beato patriarca Ribera. De él se infiere lo primero, que S. Vicente Ferrer escribió gran parte de sus sermones en la lengua latina, aunque los predicase en lemosín: lo segundo, que su estilo es muy semejante, y aun el mismo que el de los sermones que se suponen copiados y traducidos al latín por sus discípulos. En aquel tiempo era casi general la corrupción de la lengua latina, tolerábase el uso de los barbarismos, latinizando cada cual a su arbitrio muchas voces y frases de su propia lengua. Esto hizo S. Vicente en la suya, escribiendo por ejemplo: sicut bladum exit per saccum foradatum subtus; y aun injiriendo palabras lemosinas puras: v. gr. varons, bona gent, truchimant, exarop, y otras tales que se copiaron de este códice, y se hallan en la citada edición con la interpretación latina al canto: lo tercero, que por esta razón y por la uniformidad de este MS. con los demás sermones latinos impresos con el nombre de dicho santo, se puede juzgar que son suyos todos ellos, porque aunque no los escribiera todos de su mano, y predicara de repente muchos de ellos, pudieron muy bien los oyentes con la facilidad de escribir, o apuntando después las ordituras, conservar gran parte de sus sermones. 

Indagando yo alguna vez por qué causa suelen tenerse por apócrifos estos sermones latinos de S. Vicente, hallo que no se alega otra sino la barbarie y poca cultura del lenguaje latino. Esto les hace dudar de su autenticidad; y aun sé de alguno que con un cierto aire de burla, solía recitar largos trozos de ellos, escogiendo los menos limados. Nace esto de no conocer los vicios literarios de los tiempos y de los países, los cuales, no oponiéndose a la santidad, son compatibles con el celo de los varones apostólicos, que tienen necesidad de hacerse en cierto modo pequeños con los pequeños, y llanos y fáciles con los rudos para salvar los fines de su misión. San Vicente, obligado a predicar a la gente de su siglo ignorantísima y generalmente bárbara, echó mano de símiles llanos y sencillos, y a veces de expresiones vulgares cuando no hallaba otras inteligibles a los más rudos, las cuales parecen bajas a los literatos que ahora las leen, y entonces por salir de un pecho abrasado en celo, contribuyeron maravillosamente a la conversión de los pobrecitos que las oían. Negar por esto solo que sean obra de S. Vicente estos sermones, téngolo por tan desacertado como negar que sean de los malos oradores que conocemos las oraciones churriguerescas que andan impresas en su nombre. No pongo a los de S. Vicente en esta clase; antes los juzgo diametralmente 

opuestos, pues en ellos sólo respira la sencillez y libertad y voz del tronido apostólico, mientras en estotros no se ve sino hinchazón y violencia continua de las palabras de la Escritura, y caramillos de un ingenio vano, que se predica a sí mismo con daño también de las almas, y ruina del arte y de la lengua española. Sin embargo, ingenuamente confieso que me suenan mejor esos sermones en la lengua lemosina en que el santo los predicó, la cual se hablaba entonces correctamente, y me parecen conservar más la unción de aquel espíritu. Cinco volúmenes de ellos en lemosín conserva esta catedral, escritos hacia los tiempos en que floreció S. Vicente. Para muestra envío copia de uno de ellos, que es el de la Exaltación de la santa Cruz, por lo mismo que se halla impreso en la colección latina. Coteja uno con otro, verás como nada tiene este sermón que desdiga de su autor, y que los intérpretes se tomaron alguna libertad en variar los textos, extendiendo algunas especies, y alterando otras. En resolución yo juzgo que la mayor parte de los sermones impresos con el nombre de S. Vicente Ferrer, son obra suya legítima; porque así como en este colegio, así también se han conservado otros originales en los archivos de algunas iglesias y comunidades religiosas. No dudo que hay algunos interpolados por sus oyentes o discípulos, en cuyas sentencias y palabras todavía resalta el buen espíritu de su autor, de las cuales decía el maestro Antist (a: Vida de S. Vicente Ferrer (part. I. cap. 7)), que aun muertas, mueven extrañamente. Muy útil sería una nueva edición de estos sermones, en que estuviesen separados los legítimos de los interpolados o sospechosos. Alguna luz daría para este discernimiento la colección de sermones en latín, que se halla en la misma catedral con este título: sermones dominicales, recollecti, per magistrum Vincentium Ferrarii de bona memoria, per totum annum: códice anterior a la canonización del santo, como lo prueban estas palabras y su carácter. Vamos a otra cosa. 

Escolano (lib. V. col. 986) habla de unas antiquísimas crismeras, o vasos de bautizar, como existentes en su tiempo en la iglesia parroquial de S. Juan del Hospital, convento antiguo de la orden de Malta. Aunque no fuesen sino vasos de óleo para la extremaunción, que es lo más cierto, la circunstancia de ser acaso las más antiguas de esta ciudad, y anteriores a su conquista, llamó mi atención para examinarlos. Debí al actual teniente prior que los buscase con gran diligencia, y sin otro fruto que la bien fundada sospecha de que se deshicieron para forjar otros. Con esta ocasión me presentó él mismo una cruz de plata, que contiene un pedazo de lignum crucis (leña, madera de la cruz): obra sin duda del siglo XIII, como se echa de ver por estas letras grabadas en la caña o vara, que aparecen deterioradas, y con algunas interrupciones. Hic sunt... in ista cruce ex ligno Domini, ex tranco (sin duda cráneo) S. Andreae... Domini nostri Jesu Christi, et ex ossi.... S. Ambrosii, et ex lapide sepulchri Domini, et ex sepulchro sanctae Mariae Matris... Registré allí también en el hueco de la pared de una gran capilla un trozo de la columna, donde dicen haber sido azotada santa Bárbara. Es de piedra, a lo que parece, ordinaria, alta como dos palmos y medio, sobre la cual hay un pilón donde solían poner agua, la cual, bañando la superficie de la columna, se daba después a los enfermos. En otro lugar más elevado se ve un sepulcro, donde dicen estar los huesos de la emperatriz de Grecia Constanza, hija del emperador de Constantinopla Federico; la cual cuando vino a esta ciudad pidiendo auxilio a su sobrina doña Constanza, mujer del infante don Pedro, el que sucedió a don Jayme I de Aragón, trajo consigo esta reliquia, y en el testamento que otorgó en 1306 la legó a dicha iglesia. En un altar lateral de la misma capilla se halla cubierto con un mal lienzo un precioso casilicio de jaspes y otras piezas exquisitas. Tendrá como tres palmos de altura, y en su nicho se hallan dos huesos cruzados, con este rótulo S. Jocundi. S. Concordiae. 

Fuera del recinto de esta iglesia se ven vestigios de otra que fue la del tiempo de la conquista. En una de sus capillitas se venera una imagen de María Santísima con el título del milagro. El pueblo da esta invocación a la del hospital de pobres sacerdotes, que a buena cuenta es de nuestra Señora de la Seo. En el misal impreso en 1509 he hallado una misa sanctae Mariae sub titulo miraculi, aludiendo sin duda a esta invocación, la cual no sé de 

donde pudo nacer. Igual incertidumbre tengo en orden a otra misa sanctae Mariae de pace, que hay en el mismo misal; acaso corresponderá a la imagen que con este título se venera en la parroquial de santa Catarina.

Con estas curiosidades alivié un tanto la pena de no haber hallado las crismeras. Acabó de restablecer mi sosiego el haber recibido el mismo día la copia del oficio que se rezaba antiguamente en Alicante en la fiesta de la santa Faz. La historia de esta imagen escrita por el padre Joseph Fabiani, e impresa en Murcia el año de 1763, impugnada después sólidamente por el doctor Agustín Sales, se reduce a que de (7) aquellas tres faces (caras), que dicen haber dejado el Salvador estampadas en el lienzo de la Verónica, la una fue llevada a Roma, y la otra a Jaén. La tercera que se quedó en Jerusalén, andando el tiempo vino también a parar a Roma, de donde la sacaron los venecianos hacia la mitad del siglo XV para libertarse de la peste que padecían. Y viendo el buen efecto que causó la presencia de esta sagrada reliquia, se negaron a su restitución, hasta que a instancias del papa la devolvieron al mismo cardenal que la había conducido a Venecia. No dicen quien fuese este; pero sí que antes de llegar a Roma, sabedor de la muerte del papa, se quedó con la santa faz, la cual regaló poco después a un Mosen Pedro Mena, electo cura de la parroquial del lugar de S. Juan, en la huerta de Alicante, en pago de lo bien que le había servido. Cierto que por grandes que fuesen estos servicios, no dejará de parecer paga muy crecida la posesión de una alhaja tan preciosa. Añaden que esta traslación se hizo poco antes del año 1489, en el cual se verificó la famosa procesión de rogativa de que tantas maravillas se cuentan; y entre otras, que en el lugar donde después en 1518 se fundó el convento de religiosas franciscas, el peso extraordinario de aquel sagrado lienzo, y la lágrima que se le vio destilar, obligó a detenerse el numeroso pueblo que la acompañaba. A este prodigio y otros que siguieron se atribuye el origen de la fiesta que se celebra a 17 de Marzo. El oficio antiguo, dice Fabiani, le compuso el P. fr. Benito de Valencia, de la orden de S. Francisco, o sea fr. Francisco Bendicho, como suponen las 

lecciones de él, cuya copia incluyo. El cual con la fiesta fue aprobado por el papa Clemente VII el año 1525 por el vivae vocis oráculo, dado al cardenal diácono Hércules de Rangonibus. Estas son las palabras que cita Fabiani, 

como sacadas del breve apostólico original: quod possint celebrare festum vultus Salvatoris nostri sub ritu duplicis majoris 17 die Martii; et quod si in dominica venerit, fiat de festo, et dominica transferatur ad secundam feriam; et quod dicant officium proprium de dicto festo. Esto hay de la fiesta.

(8) El hallar esta historia tan desnuda de fundamentos, y el ver que tiene contra sí tantas dudas en sus principales puntos, me hace creer que esta imagen (9) sea más bien una de las muchas copias que se veneran en la cristiandad, sacadas de la que existe en S. Pedro de Roma. El Señor nos dé espíritu de verdadera devoción para separar con las luces de la Iglesia lo cierto de lo incierto (10), y no exponer las verdades de nuestra sagrada 

religión a las burlas y sátiras de sus enemigos. Hubo tiempos de ignorancia, en que no conociéndose la íntima concordia de la verdad y de la piedad, por un celo mal entendido, se fingieron cosas que ha tenido que aclararlas después el celo ilustrado y según ciencia, que es el verdadero. En esto mismo que estamos hablando de las reliquias, me ocurre ahora el uso que de ellas hacían algunos pueblos de Aragón a fines del siglo XVI, y principios del XVII, sacándolas a las orillas de los ríos, o sumergiendo las imágenes de los santos en los pozos para alcanzar por su intercesión la lluvia en tiempo de sequía. El concilio celebrado en Zaragoza en 1615, pidió a varios teólogos su parecer sobre si debía tolerarse o no semejante rito. En la biblioteca de este mi convento he visto original el parecer que dio el ven. fr. Gerónimo Bautista de Lanuza, aprobando esta práctica con ciertas restricciones. Muy de otra manera pensaba el doctor Gabriel Sora, que tres años después fue electo obispo de Albarracín, el cual en su parecer, que existe allí mismo, declara este culto por supersticioso. De los dos enviaré luego copia, porque a más de su erudición, contienen algunas noticias de las practicas eclesiásticas de aquel tiempo. Mucho me he alargado hoy; pero he querido no llevarme a Segorbe, adonde pasaré de aquí a pocos días, el cuidado de conservar en la 

memoria estas especies sueltas que la fatigan por su inconexión, y acaso a ti por lo mismo te cansarán menos.

Dios te guarde muchos años. Valencia 12 de Febrero de 1803. 


NOTAS Y OBSERVACIONES. 

(1) Del monasterio de S. Juan de la Peña fue llevado este cáliz &c. 

Esta preciosa alhaja depositada en el monasterio de S. Juan de la Peña, como suponen varios historiadores de Aragón, por los obispos de Huesca cuando invadieron los bárbaros aquella ciudad, adonde se cree haberla enviado desde Roma S. Lorenzo M., el año 1399 fue trasladada por el rey don Martín a la capilla de su real palacio de Zaragoza, llamado Aljafería, donde estuvo todo el reinado de don Fernando I, llamado el Honesto, y parte del de su hijo don Alfonso el V, el cual a su vuelta de Nápoles, estando en Valencia el año 1424, y habiendo hecho traer a su palacio las reliquias de la real capilla de Zaragoza, una de las cuales era este precioso cáliz, antes de partirse para Castilla, con motivo de la prisión de su hermano, las dejó depositadas en la sacristía de la catedral, como consta del instrumento que se extendió a este fin en 11 de Abril del mismo año, y existe en el libro notal del año 1419, en 1427, que se conserva en el archivo de las casas consistoriales. En 18 de Marzo de 1437 resolvió el rey don Alonso hacer donación a esta santa iglesia de las reliquias que en ella había depositado, en cuyo instrumento se lee que una de ellas era el cáliz en que consagró Christo el jueves de la cena. Abrióse el cofre donde estaban guardadas estas reliquias, en el reinado de don Fernando II el Católico, a 5 de Septiembre de 1506, con cuyo motivo se hizo nuevo inventario de todas ellas, que existe en el libro manual de consejos y provisiones del dicho año 1506, en 1508, y en él se describe el cáliz, diciendo tener dos asas de oro, y el pie del color del mismo cáliz, el cual está guarnecido al rededor de oro con dos balaxos (balajos) y dos esmeraldas, y el pie con treinta y ocho perlas. Los fundamentos en que se apoyan las conjeturas sobre la traslación de este cáliz de Jerusalén a Roma, y de Roma a Huesca, pueden verse en la disertación que acerca de esto escribió don Agustín Sales, impresa en Valencia el año 1736. 

(2) Tomándolas en la mano el canónigo capitular. La Iglesia inspirando por todos los medios a los fieles la debida veneración a las sagradas reliquias, ha procurado que se les manifiesten siempre por manos de sus mismos pastores, de eclesiásticos constituidos en dignidad. De los sumos pontífices y cardenales de la santa Romana Iglesia y otros prelados de la cristiandad, que por su mano mostraron al pueblo varias reliquias, dio Pedro Moreto un largo catálogo (diss. de ritu ostension. sacr. reliq. cap. 30. 31. 33). En la iglesia vaticana los canónigos manifiestan las reliquias a la veneración pública, y aun el maestro de ceremonias Cándido Cassina añade sus diarios MSS. ad ann. 1709), que solos ellos pueden subir al relicario. En las constituciones MSS. de la iglesia de santa María Transtiberim, hechas por el cardenal Altaempsio (cap. 4) se lee también: reliquiae populo ostendantur per aliquem praelatum, et illo deficiente, per canonicum. El IV concilio provincial de Milán en el decreto sobre la manifestación de las reliquias dice: à sacerdote qui post episcopum in illa ecclesia digniorem sacerdotalem locum obtinet, nisi aliquando episcopus ipse id munus sibi obeundum censuerit, exponantur, et recondantur. La cual práctica se sigue constantemente en Burgos (Salazar martyrolog. 9 de Abril t. II. pág. 552), y en otras iglesias de España. El fijarse esta ceremonia el día segundo de la pascua tuvo origen de la basílica constantiniana, donde, como dice Ciampino, feriam secundam paschatis populo in statione affluenti visendae exponebantur (reliquiae) in triginta octo tabernaculis (de aedif. Constantin. página 74). 

En este mismo día se mostraban también al pueblo en Roma y en Constantinopla las insignes reliquias de la santa cruz (Gretser. de cruce lib. I. c. 74), en Bezanzon el sudario de Cristo (Chifflet de lint. Christi sepulchr. cap. XI.), y en Nuremberg el sagrado clavo (Curt. de clavis Dom. cap. VIII.), y otras preciosas reliquias en el antiquísimo templo de S. Esteban de Bolonia (Trombelli de cultu ss. diss. VIII. c. 23 §. 13). 

Tal vez esta práctica de tantas iglesias dio ocasión al IV concilio de Milán (p. I. tit. de sacr. reliq.) a que señalase la pascua de Resurrección entre las grandes solemnidades a que limitó la pública manifestación de las reliquias. 

Tampoco es reciente la práctica de mostrarse estas sagradas reliquias desde el púlpito o de algún otro lugar elevado, como se hizo con la sangre de S. Esteban, de la cual dice un antiguo escritor (auctor. lib. de mirac. S. Steph. qui Evodio trib. cap. II.): cùm ad ecclesiam perduxissent, atque supra pulpitum elevassent. Y más abajo (cap. III.): cùm... super cathedram velatam essent reliquiae constitutae. Desde el púlpito de la iglesia vaticana mostró al pueblo el papa Gregorio IX las cabezas de S. Pedro y S. Pablo (Raspon, descript. eccl. later. lib. IV, c. 19). Los monjes de Corbie mostraron también las reliquias de S. Adalardo ascendentes gradus pulpiti (Mabill. acta ss. Benedict. p. I. p. 370). Otro tanto se lee haber hecho el cardenal Ursino con las reliquias halladas en la iglesia de Benevento (acta concil. II. prov. Benev. an. 1698 p. 47). Pudiéramos alegar ejemplos de otras iglesias por donde ha venido a ser casi general esta costumbre en Italia: pluribus modo Italiae urbibus, dice Pedro Moreto (de ritu ostension. sacrar. reliq. cap. XXVII. p. 55)...  usus viget è pulpitis reliquias monstrandi. Romae monstratas vidi è pulpito die sanctorum Philippi et Jacobi in basilicam XII apostolorum. 

(Nota del editor: Ver en El Decamerón la jornada sexta, novela décima

Fray Cipolla, cebolla, quiere mostrar al pueblo, aldeanos, la pluma del ángel Gabriel, que es una pluma de un papagayo; le dan el cambiazo con carbón, y dice que son las brasas del fuego donde asaron a san Lorenzo. Más reliquias, en chapurriau: Primeramen me va amostrá lo dit del Espíritu San, tan sansé y sano com may u va está abans, y lo tupé del serafín que se li va apareixe a San Francisco, y una de les ungles dels querubíns, y una de les costelles del Verbum, y los vestits de la santa fé católica, y algúns dels rayos de la estrella que sels va apareixe als tres Reys Magos o Reixos, de Oriente o de lleván, y una botelleta en la suó de San Miquial cuan va luchá en lo dimoni, y la mandíbula de San Lázaro y atres. Y com yo libremen li vach entregá les faldes de Montemoreno en llengua vulgar, y algúns capítuls del Caprezio que mol tems habíe estat buscán, ell me va doná alguna santa reliquia, com van sé una de les dens de la santa creu, y una botelleta en una mica del soroll de les campanes del templo de Salomón, y la pluma que tos día del arcángel Gabriel, y un dels socs de San Gherardo de Villamagna, que li vach doná, no fa mol, a Florencia, a Gherardo de los Bonsi, que li té una grandíssima devossió; y me va doná los calius als que va sé rostit lo benaventurat mártir San Lorenzo; y totes estes relíquies les vach portá aquí, y totes les ting.

Y es verdat que lo meu abad may ha dixat que les amostrara mentres no se sertifico si són verdaderes o no, pero ara que per algúns milagres fets per nelles y per cartes ressibides del patriarca se ha assegurat que són verdaderes, me ha consedit la lissénsia per a que to les amostra; pero yo, en temó de confiáles an algú atre, sempre les porto en mí. Sert es que porto la pluma del arcángel Gabriel, per a que no se faigue malbé, a una arqueta, y los calius als que va sé sucarrat San Llorens a un atra, y com les arques se assemellen tan, ya m´ha passat alguna vegada que hay pres la que no ere, y ara me ha tornat a passá; y creén que había portat la arqueta aon está la ploma, hay portat aquella aon están los calius. Lo que no reputo com a errada, sino que me pareix que ha sigut la voluntat de Deu, y que ell mateix me ha ficat la arqueta de los calius a les mans, fénme enrecordá que la festa de San Lorenzo es de aquí a dos díes; y per naixó, volén Deu que yo, al mostrátos los calius en los que lo van rostí, ensenga a les vostres almes la devossió que an ell li hau de tíndre, y aixina en ves de la pluma me va fé pendre los beneits calius bañats en la sang y aigua del cos de aquell santíssim mártir. Y per naixó, fills meus, traéutos les capuches y arriméutos aquí devotamen a vórels. Pero primé vull que sapigáu que consevol que toco estos calius y fa la siñal de la creu pot viure segú tot lo añ de que no li cremará lo foc que nol toco. Y después de dí aixó, cantán un laude de San Llorens, va obrí la arqueta y va amostrá lo carbó, y después de que un rato la estúpida multitut haguere mirat en reverén admirassió, en mol soroll de peus tots se van arrimá a fray Sebeta, y donán almoynes mes grans de lo que acostumáen, tots li rogáen que los tocare en los calius. Per naixó, fray Sebeta, agarrán aquell carbó en les mans, damún de les camisotes blanques y faldes y datra roba, y als vels de les dones va escomensá a fé les creus mes grans que li cabíen, afirmán que tot lo caliu que se gastáe fén aquelles creus tornáe a apareixe después a la arqueta, com ell habíe vist moltes vegades. Y de tal guisa, en bon profit seu, habén crusat a tots los aldeáns, per aquella rápida invensió se va burlá de aquells que, traénli la pluma, habíen volgut enfótressen de ell. Estos, están al sermó y habén vist lo extraordinari remey que habíe trobat, y cóm se les habíe arreglat y en quines paraules, sen habíen enrit tan que pensáen que sels engancharíen les barres; y después de anássen tots, anán cap an ell, en molta festa li van contá lo que habíen fet, y después li van torná la pluma, que al añ siguién li va valdre tan com aquell día li habíen valgut los calius. Giovanni Boccaccio, siglo XIV)

(3) Al mismo tiempo lee un sacerdote &c. De esta práctica de ir señalando en alta voz cada una de las reliquias que se proponen a la veneración pública, tenemos un antiquísimo ejemplo en la iglesia de Jerusalén, cuyo obispo al mostrar al pueblo la santa cruz, decía: ecce inventus qui fuerat absconditus salutis thesaurus: ecce signaculum in quo signati sumus: ecce crux per quam cogniti sumus crucifixo. 

Por el II sínodo de Benevento (n. 24.) consta que uno de los obispos que asistieron a él, vestido de pontifical, al tiempo de mostrar las reliquias al pueblo, iba leyendo su catálogo altà et intelligibile voce. En Aix la Chappelle se anuncian también las reliquias al pueblo por boca de un personaje (Petr. Beeckius in Aquisgrán. cap. IX.), de cuya dignidad dice Moreto: illum esse censerem presbyterum aut saltem ecclesiasticum virum superpellicio amictum voce praestantem. Romae utique ita observatur. Neque ministerium illud dignitate insigni homini inconveniens (de ritu ost. reliq. cap. LVII). Al presbítero que publica las reliquias en Nuremberg, llama vocalissimum Pirckeimero (historic. cap. VIII.), que era sin duda algún sochantre, como se practica en Civitella. 

Del uso de la lengua vulgar en la manifestación de las reliquias dice Moreto: idiomate utuntur denuntiationis ministri quod ab omnibus vel ferme omnibus percipi valeat. Hinc frequentiùs vulgare est (loc. laud. cap. LVII). 

En la iglesia de S. Juan de Letrán se hace esta ceremonia anualmente el día de pascua en italiano y en latín. El entonar en esta ocasión himnos o motetes o antífonas, y hacer otras demostraciones públicas de alegría, es rito confirmado con ejemplos de la antigüedad eclesiástica (Moret. ib. c. LVIII.), y aprobado y prescrito por san Carlos Borromeo en el IV concilio provincial de Milán, donde se manda que al tiempo de exponerse las reliquias a la pública veneración: hymnus vel de apostolis, vel de martyribus, vel de confessoribus, vel de virginibus canatur, prout sunt sancti sanctorumque reliquiae quae exponuntur; tum antiphonae et alia ejusmodi ad rem accommodata; ultimoque loco oratio de sanctis illis: si verò sanctus sanctave est, cujus proprius hymnus, antiphona, oratiove, extat, illa canatur, 

(4) De la camisita de Jesús. Sentencia es común, aun entre los más severos críticos, que la santísima Virgen empleó sus benditas manos en labrar esta clase de ropas a su santísimo Hijo Jesús. Conforme a lo cual decía Juan Bautista Mantuano:

Cùm primùm dulces infans proferre loquelas

Coepit, et adversis vestigia figere plantis;

Mater ei tunicas habiles ordita novumque

Vestis opus, niveo puerum velavit amictu.

Del paradero de una de estas sagradas reliquias dice Juan Jac. Chiffletio (de lint. sepulchral. Christi cap. VI. pág. 32): inconsutilem enim tunicam Filii, operam mirabili texuisse creditur; necnon lineam ejus adhuc pueri subuculam consuisse, quae è crassiore lino facta Romae servatur in aede sacra sancti Joannis Lateranensis. 

Otros vestigios quedan de las labores de manos de esta especie en que se ocupaba la santísima Virgen, como consta del testimonio de Nicéforo (lib. XIV. c. 2), y del venerable Beda (lib. de locis sanctis c. V). Tal vez pertenece a esta clase el manto o capa del niño Jesús, que se conservaba desde el siglo XII en el monasterio de Argenteuil (Saussaii panoplia sacerdot. append. de cappam pueri Jesu) a la cual reliquia llama Baudrand túnica inconsútil, diciendo que por ella vino a ser famoso aquel pueblo: Christi veste inconsutili celebre (Baudr. nov. lexic. geogr. v. Argentolium).

Otra igual reliquia se conserva en Tréveris, la cual los anales de Brouver llaman unas veces tunica inconsutilis, y otras sacrata Domini vestis. Parece haberse comenzado a exponer a la pública veneración el día 3 de Mayo del año 1512 (Brouver. annal. Trevir. lib. IX. n. 48. tom II. pág. 329): también consta haberse mostrado en Enero del año 1594 a Ernesto, archiduque de Austria, en un viaje que hizo a aquella ciudad: XV Januarii Christi Domini tunica inconsutilis archiduci caeterisque proceribus in aede summa extra ordinem exhibita (id. ib. lib. XXII. t. 2. pág. 427). 

(5) Una muela de extraordinaria magnitud tenida por de S. Cristóbal. Escolano (hist. de vul. lib. V. c. 3) fundado en la legitimidad de esta muela de S. Cristóbal, conservada en el relicario de Valencia, pretende probar contra Baronio haber sido aquel santo mártir verdadero gigante. Dice lo primero, que aquella muela fue dádiva de los reyes de Aragón, añadiendo, que los reyes de ordinario reciben las reliquias de los sumos pontífices y de grandes prelados. Lo segundo, que en la villa de Estrada o Coria, en Castilla, muestran otra muela como la nuestra, con nombre también de S. Cristóbal. Lo tercero, que en la aprobación de la santa muela, uno de los príncipes extranjeros que acompañaban a los reyes Felipe III y doña Margarita en su viaje a Valencia, refirió que en cierta ciudad que declaró había visto la mitad del casco de S. Cristóbal tan espantoso, que podían caber en ella tres celemines de trigo. Lo cuarto, que no pudiéndose negar que esta muela fue de cabeza humana, sin fundamento se asegura que fue de otra y no de la de san Cristóbal. Lo quinto, que acaso S. Cristóbal y los demás gigantes no nacieron con el número de muelas, dientes y clavos que nacemos todos, sino con aquellos que bastan para gastar la comida, y para no hacer una cabeza desigual y disforme; esto es, con una de aquellas muelas en cada quixada (quijada), y quando mucho, dos por banda. Lo sexto, que el negar esto, es contradecir a la común pintura con que generalmente pintaban al santo en toda España con figura de gigante.

Estas conjeturas han dado ocasión a que se crean auténticas otras semejantes reliquias de S. Cristóbal que se conservan en España. De algunas que se veneraban en Toledo, supone Tamayo con la autoridad del falso cronicón de Juliano, que fueron llevadas a aquella iglesia poco después del martirio del santo, y que el año 828 fueron trasladadas a Valencia (V. Nicol. Ant. cens. de hist. fabul. l. XII. c. 10. §. 8) Tal vez creyó ser de este número el diente que se guarda en el convento de Predicadores de aquella ciudad y la muela perdida, la cual vio Luis Vives entre las reliquias de la iglesia metropolitana: molarem dentem pugno majorem, quem dicebant esse illius. Bivar en sus comentarios al falso cronicón de Máximo dice que en la iglesia catedral de Astorga vio el año 1631 una parte de la mandíbula de S. Cristóbal, que pesaba trece libras de a diez y seis onzas. Gil González Dávila (teatro ecles. t. I. p. 20) dice que en Santiago de Galicia se venera un brazo de S. Cristóbal, del cual asegura Molina (descripción de Galicia fol. 5. 6) ser de extraña magnitud. Tamayo, con testimonio de Gil González Dávila (t. II. fol. 441), dice que en la iglesia de Coria se conserva un colmillo (dens columellaris) de san Cristóbal, proporcionado al brazo de Compostela. Otro diente grande de S. Cristóbal se halla en Milán en un antiguo templo de este santo mártir, el cual permitió S. Carlos Borromeo que se expusiese a la veneración pública (J. A. Castellion. p. I. saec. 2. fascic. IX. pág. 232. seq.). Bernardo Breydenbach en su peregrinación a Jerusalén (p. I.), hablando de las reliquias de Venecia, pone entre ellas os quoddam magnum S. Christophori. De esta ciudad son casi todas las reliquias de S. Cristóbal, que envió al real monasterio de S. Lorenzo Guzmán de Silva, embajador de Felipe II. El mismo Breydenbach hace memoria de un grande alfanje de S. Cristóbal (ap. Theophil. Rayn. symbol. anton. §. I. n. 3). 

Melchor Incoffer (in mantissam ad opus pro epistolam Deiparae not. 76), por testimonio de un obispo de Bosnia, refiere que tomada Constantinopla por los Turcos, se trajo a occidente con una escritura pública (o auténtica) del patriarca Genadio un pie de S. Cristóbal, y la pierna entera hasta la rodilla con su carne y piel, todo de extraordinaria magnitud. Acaso pudo conservarse esta reliquia en la capilla donde se celebraba su fiesta en Constantinopla, como consta de los menologios de los griegos (menaea IX Mai p. 86). De otros dientes y huesos muy grandes de S. Cristóbal que se conservan en varias catedrales y monasterios de Europa, traen un largo catálogo los sabios editores de las actas de los santos el día 25 de Junio (comm. praev. §. II. III.), asegurando (§. V. n. 53. 54.) que de nada de esto puede colegirse la estatura gigantesca de S. Cristóbal, mientras no se aleguen a favor de ella otros documentos, y que las razones de Serario a favor de la opinión contraria sólo prueban que no es imposible, siendo cierto que ha habido gigantes. No es ajeno de nuestro propósito advertir con esta ocasión la antigüedad del culto de S. Cristóbal en España. En el oficio muzárabe tiene oficio y misa. San Eulogio hace memoria de la iglesia y monasterio antiquísimo que había ya en su tiempo en Córdoba dedicado a S. Cristóbal. El rey de León don Ramiro II, hacia los años 934, entre otros monasterios fundó el de san Cristóbal a la ribera del río Cea, cerca de Duero  Mariana l. VIII. c. 5, Mabillon annal. ord. S. Bened. t. III. p. 509). 

Escolano (p. I. lib. V. c. 10. col. 959) dice que por consejo de S. Vicente Ferrer fue expuesta en Valencia en varios lugares la imagen de S. Cristóbal; “aconsejados, dice, los regidores por S. Vicente Ferrer del remedio que debían tomar para defenderse de una pestilencia que corría, mandaron asentar en muchas esquinas de calles y plazas de Valencia la imagen del santo, sustentando el niño Jesús en proporción de gigante: avisados por él que bastaba para cerrar y tomar los pasos a que no entrase el mal.”

Estos y otros documentos hicieron decir a Baronio: frequens erat ac religiosus in Hispaniis Christophori martyris cultus.

(6) Santa Anglina virgen y mártir... de quien se cree fue compañera (de santa Úrsula), y una de las once mil que la siguieron en el martirio. A la relación del hallazgo de este santo cuerpo, publicada por Antist y Marieta, deben añadirse las juiciosas reflexiones con que Nicolás Antonio (cens. de hist. fabul. lib. VI. c. 4, § 2 y 3) desvanece la ficción de los supuestos Luitprando y Juliano, donde se, insertó el nombre de esta santa virgen y mártir, añadiendo que fue una de las compañeras de santa Úrsula.

La facilidad del que forjó estos cronicones fabulosos poco tiempo después de haberse descubierto el cuerpo de santa Anglina, se demuestra por las razones que tienen algunos sabios y piadosos católicos para poner en duda no la existencia de santa Úrsula, sino la historia de su martirio en toda su extensión, esto es, la agregación de las once mil compañeras, las idas y venidas de toda esta multitud de doncellas de Londres a Colonia, a Roma, a Basilea, y otra vez a Roma y a Colonia, como se refiere en sus actas. Nadie tiene esto por imposible, sino por inverosímil, mayormente cuando unos hechos tan señalados no se prueban con documentos antiguos y auténticos. El primero que desconfía de la autenticidad de estas actas es el cardenal Baronio: “accidit, dice (in not. martyrol. rom. ad 21 Octobr.), ut deperditam veram germanamque earum virginum historiam, quisquis (ut libuit) sive quae suo ingenio commentatus fuerit, sive quae ab aliis levi quodam vulgi rumore acceperat, scripturae monumentis commendarit, non sine magno veritatis detrimento, cum gravissimam historiam commentitiam penè reddiderint.” En los anales (ad ann. 383. n. 4) añade que a excepción de lo que sobre esto dejó escrito Geofredo, obispo de S. Asaph, en el reino de Inglaterra, todo lo añadido por los demás está lleno de ficciones y fábulas: reliqua quae edita habentur acta, plurimis constant cuique prudenti refecta esse figmentis. Este juicio de Baronio se funda en la misma variedad y aun oposición de los escritores de este martirio, de la cual resulta una multitud de contradicciones, que desdice de la simplicidad de las actas legítimas de otros mártires. Sigiberto en su cronicón (ad ann. 453) dice que santa Úrsula y las once mil vírgenes padecieron el año 453. Pedro de Natalibus (in catal. lib. IX. c. 87.) anticipa su martirio al año 450. Baronio (loc. laud.) la fija en el año 383. Sigeberto (cron. ad ann. 453. c. 21 Octobr.) supone que santa Úrsula era hija única de Nothus, noble príncipe de la Gran Bretaña, al cual el antiguo autor de las actas de estas santas (tract. de reb. britann. in bibliot. 

vatic. n. 944.) llama Deonotus: y el obispo Geofredo Dionocus, rey de Cornwallis (Cornwall). Pedro de Natalibus asegura que era hija única de Maurus, rey de Escocia: Geofredo, que fue dada por esposa a Commano: Pedro de Natalibus a Ethereo, hijo del rey de Inglaterra. Surio, refiriéndose al antiguo escritor de sus actas, conviene en muchas cosas con Sigeberto, en otras se diferencia de Geofredo y Pedro de Natalibus, y en otras añade especies que no trae ninguno de estos tres escritores. Baronio da más crédito a Geofredo que a los otros. Mas como supone en sus anales que en la historia que escribió Geofredo de la Gran Bretaña mezcló varias fábulas: multa de aliis auctor habet fabulosa, quae veris non nihil fidei detrahunt: y que por lo mismo debe leerse con suma discreción: magno delectu liber illi legendus est: parece regular que ponga en este número las actas de que tratamos. Sin embargo, es casi general la opinión de que hubo una santa Úrsula virgen y mártir, y aun se cree que España conserva su cabeza en el monasterio de Valvanera, como consta del catálogo de las reliquias de aquella casa, publicado por Bravo en su historia; de lo cual hablan también Tamayo (a 8 de Septiembre p. 115), y Nicolás Antonio (censura de hist. fabul. lib. VI. c. 4 §. 3, p. 322). Mas que esta santa hubiese tenido once mil compañeras en la corona, quisieran Baronio y otros piadosos críticos que se dijese con más sólido fundamento. Es digno de atención que la santa Iglesia nunca haya fijado este número de las compañeras de santa Úrsula. El martirologio romano dice: Ursulae et sociarum ejus: lo mismo se repite en la oración del oficio. Esto es general aun en los misales y breviarios anteriores a S. Pío V. Sólo el martirologio de Wandelderto se extiende al número de mil: millia mactavit... Tratando algunos doctos católicos de apurar el origen de esta persuasión popular, se han dividido en varias conjeturas. Algunos hallan que pudo haber dimanado de la equivocada inteligencia de algunos martirologios antiguos, donde se lee S. Ursul. et XI. M. V. Santa Úrsula y once mártires y vírgenes. Pues siendo fácil haber dado a la M valor de mil, pudo leerse santa Úrsula y once mil vírgenes. 

Otros juzgan que no fueron las compañeras de santa Úrsula sino una sola llamada Undecimila, de cuyo nombre creen haberse formado los dos vocablos: undecim millia; de suerte, que hallando en algunos martirologios 

MSS. SS. VRSVLA. ET. VNDECIMILLA V. M., esto es: sanctae Ursulae et Undecimilla virgines martyres, creyeron que undecimilla con la V y la M siguientes denotaba el número de once mil compañeras de santa Úrsula. 

De esta opinión fue el padre Sirmondo, y maestro de Valois (valesian. p. 48, seq.), adoptándola y dándola por segura, da en rostro a los doctores de la Sorbona que no hubiesen tenido presente esta manifiesta equivocación o ficción, cuando eligieron a santa Úrsula y las once mil vírgenes por patronas tutelares de su iglesia (V. Thiers des superst. t. II. p. 2. lib. 3. c. 7. § 10 seq.). España está llena de reliquias de las once mil vírgenes. En las iglesias de Jaén y de Baeza, y en la parroquia de santa Cruz de Baeza, dice Vilches, que se veneran diez cabezas de estas santas vírgenes. Supone este escritor que santa Úrsula y muchas otras de sus compañeras son oriundas de Baeza (Vilches ss. y santuarios del obispado de Jaén y Baeza p. I. c. 28. p. 66). 

Don Martín de Ximena (anales eclesiásticos de Jaén pág. 161), haciendo un catálogo de las reliquias que se veneran en aquella catedral, dice al fin: “sin estas hay otras muchas reliquias, de las cuales son la más principal la cabeza de una de las once mil vírgenes, de la cual santa se reza en la misma iglesia con oficio doble a 21 de Octubre con conmemoración de S. Hilarión abad y de santa Úrsula y sus compañeras.” Y en la p. 163 dice que en el convento de S. Francisco de aquella ciudad, fundado en el siglo XIV, se venera otra cabeza de una de las once mil vírgenes. 

En S. Lorenzo el real entre las reliquias dadas a Guzmán de Silva, embajador de España en Venecia el año 1574 por el reverendo Jacobo Marino, rector de la iglesia parroquial de santa Eufemia en la Judeca de Venecia, se halla parte de hueso de una de las once mil vírgenes de una pulgada. También dio al dicho Guzmán de Silva el reverendo fr. Daniel Venetus, prior del monasterio de santa María de los siervos de Venecia: una parte de la cabeza de una de las once mil vírgenes es un casco de tres dedos de largo y dos de ancho. El reverendo Cipriano Tramesino, de la iglesia parroquial de S. Agustín: parte de hueso de santa Úrsula y sus compañeras, son cuatro huesos todos juntos como una nuez. El M. Adrián de Padua, del convento de S. Juan y S. Pablo de la orden de santo Domingo: tres huesos de las compañeras de santa Úrsula de varios tamaños. Y últimamente se trajo a este monasterio con el cuerpo de la reina doña María, primera mujer de Felipe II, una cabeza de una de la compañía de las once mil vírgenes (catálogo MS. de las reliquias de S. Lorenzo el Real). 

(7) Aquellas tres faces que dicen haber dejado el Salvador estampadas en el lienzo de la Verónica. Hacia la mitad del siglo XV comenzó a extenderse la opinión de que una mujer de Jerusalén, llamada Verónica, presentó un lienzo o pañuelo a nuestro Señor Jesucristo, en el cual, enjugándose el sudor, dejó estampado su sagrado rostro. Añadieron que esta mujer tenía su casa en aquella ciudad, distante quinientos y treinta pasos de la de Pilato (Poncio Pilatos). Esto dice Bernardo Breydenbach en su viaje a la tierra santa del año 1483, e impreso dos años después en Maguncia (Mainz). Sus palabras son estas: procedentes per viam illam longam, per quam et Christus de domo Pilati usque ad crucifixionis locum ductus est, ad subscripta ex ordine devenimus loca. Item, ad domum sanctae Veronicae quoe ad passus quingentos et quinquaginta distat à domo Pilati, ubi Christus ejus peplo imaginem faciei suae impressit, quae hodie Romae habetur.

Sobre la palabra del obispo Metodio, citado por Mariano Escoto (in cron. ad an. 39), dice Baronio (ad an. 34. n. 138), que esta mujer se llamaba Berenice, o Verónica, Berenice quae et Veronica dicta habetur. Si el Metodio citado por Escoto fuera el santo obispo de Tiro y mártir, que floreció en el tercer siglo de la Iglesia, y no Metodio el patriarca de Constantinopla, que floreció en el IX, sería gravísimo este testimonio a favor de la existencia de esta santa mujer; supuesto que a Metodio el monje de Constantinopla, no pudo referirse Escoto, que le precedió cerca de dos siglos. 

San Antonino (I. p. cron. tit. VI. c. 25 §. 2) Añade que esta mujer era amiga íntima de la santísima Virgen: que casó con S. Amador, que fueron ambos primero a Roma, y de allí a las Galias con S. Marcial, y que muerto su marido siguió Verónica a S. Marcial en el territorio de Bordeaux, (Burdeos) donde permaneció. Martialis venit cum beato Petro apostolo Romam, et per eum missus fuit in Galliam habens in comitatu Amatorem et conjugem ejus Veronicam, quae familiaris et praecordialis amica fuit Virginis Mariae. Sanctus verò Amator in rupe, quae modo Amatoris dicitur, solitariam vitam egit, ibique obiit. Veronica autem sanctum Martialem praedicantem secuta est in territorio Burdegalensi, ibique consenuit. 

Felipe de Bergamo (in supplem. chron. lib. 8. ad ann. 32.) dice: Veronica mulier hierosolymitana Christi discipula matrona siquidem sanctitate ac pudicitia insignita his temporibus à Tiberio Caesare per Volusianum necessarium suum virum strenuum à Hierosolyma cum sudario Christi Romam accersitur. Detinebatur quippe idem Caesar magno infirmitatis morbo, qui cum primum mulierem sanctam suscepisset, et Christi imaginem contigisset, ab omni infirmitate curatus est. Ob quod miraculum ipsa Veronica ab ipso Caesare magno in pretio deinceps habita est. Ibidem enim usque ad mortem cum Petro et Paulo apostolis atque Clemente pontifice ecclesiam Dei constituens, perseveravit. Haec ipsa est quam Dominus à sanguinis fluxu fatigatam, ut sacra evangelii habet historia, vestimenti ejus fimbriam tangendo, sanaverat, atque etiam passionis ejus tempore, eadem imagine, vultus sui in signum amoris donata fuit. Ipsa autem imago panniculo sic impressa Clementi pontifici et successoribus ejus ab eadem ex testamento declarata, nunc usque ibidem in beati Petri templo à Christi fidelibus magna cum religione revisitur. 

El año 1685 se imprimió en París una vida de santa Verónica, en la cual se da por seguro: 1.° que vivió mucho tiempo con Jesucristo y su santísima Madre: lo 2.° que se llamaba Berenice o Verenice, mas que el uso ha introducido la voz Verónica, y en algunos lugares la de Vénica o Venisa: 

3.° que casó con S. Amador doméstico de la santísima Virgen y de S. Joseph: 4.° que nuestro Señor la curó del flujo de sangre: 5.° que cuando iba al calvario con la cruz acuestas salió de su casa, que estaba al paso, y viéndole bañado en sudor y cubierto de sangre; se quitó el velo blanco de la cabeza, y se lo presentó para limpiarle el rostro, y que en él dejó esculpida el Señor una perfecta imagen de su rostro, y se lo devolvió para dejarle esta muestra de su amor: 6.° que recibió el Espíritu Santo con los apóstoles el día de Pentecostés: 7.° que después se fue a Marsella con S. Amador, S. Lázaro y santa Marta, de donde pasó a Roma hacia el fin del imperio de Tiberio: 

8.° que dejó en testamento el santo sudario del rostro del Salvador a S. Clemente: 9.° que por último murió en Roma en Febrero del primer año del pontificado de S. Clemente.

Todo esto que se dice sin documentos antiguos ha dado ocasión a que se arraigue la opinión de que hubo tal mujer llamada Verónica, cuya fiesta se ha celebrado mucho tiempo en algunas iglesias el martes de carnaval, a lo que aparece, con el santo fin de oponer a las máscaras de este día la imagen del Salvador bañada en sangre, y estampada en un lienzo por el mismo Señor cuando iba a dar la vida por nuestra salud.

Otras iglesias fijaron la fiesta de la Verónica en el día 4 de Febrero, en el cual recogió God. Henschenio casi todos los monumentos que existen sobre su historia, a excepción del MS. del vaticano. No se sabe qué escrito es el de Juan Raynoldo sobre la Verónica, citado por Casaubon, ni si es impugnación o defensa de la tradición popular (Tillem. sur J. C. not. 33). Juzga Tillemont que Verónica pudo ser el mismo nombre Berenice, común entonces entre los judíos, sobre lo cual merecen leerse las observaciones de Franc. Quaremio,(elucidar. terrae sanctae lib. IV. peregrin. 6. c. 14. §. 4. seq.) Bzovio (annal. eccles. an. 1216. n. 15 y 16), y Ducange (gloss. V. Verónica.) 

Lo que hay en esto de probable es que Verónica es palabra derivada por trasposición y por síncope de Vera iconica, o Vera icona; siendo cierto, como notan Vosio y otros buenos latinos, que en la baja latinidad icona o iconica es lo mismo que imagen: de suerte que no debe aplicarse la voz verónica a una mujer (cuya existencia no consta), sino a una imagen del Salvador esculpida en un lienzo. En prueba de esto cita Mabillon en su viaje de Italia a Pedro de Mailli, que floreció en el siglo XII, en el pontificado de Alexandro III, y romano, canónigo de S. Pedro de Roma, que escribió ha casi seiscientos años, cuyas palabras son: sudarium Christi quod vocatur Veronica &. oratorium sanctae Dei genitricis virginis Mariae quod vocatur Veronica ubi sine dubio est sudarium Christi, in quo antepasionem suam sanctissimam faciem, ut a majoribus nostris accepimus, extersit, quando sudor ejus factus est sicut guttae sanguinis decurrentis in terram. (Mabill. itiner. ital. t. I. p. 88). 

Por estas palabras se echa de ver que en aquellos tiempos se creía haber sido estampada esta imagen del Señor en el huerto, y no en la calle de la Amargura, como después se ha dicho.

Esto mismo confirma Pedro Diácono, bibliotecario de Monte Casino, en el siglo XII, el cual en su itinerario de la Tierra santa dice: sudarium cum quo Christus faciem suam extersit, quod ab aliis Veronica dicitur, tempore Tiberii Caesaris Romam delatum est (ap. Mabill. itiner. italic.) 

La ocasión de esta traslación de la imagen de Cristo a Roma en tiempo de Tiberio la cuenta Metodio, citado por Escoto, diciendo que este emperador gravemente enfermo de lepra, oídas las maravillas que obraba el Salvador, le envió legados rogándole viniese a curarle. Mas como a su llegada a Palestina hubiese ya muerto y resucitado, entendiendo que una mujer conservaba su retrato, llevándola consigo a Roma, la presentaron al emperador, el cual con la presencia de la santa imagen recobró la salud (Scot. ad an. 39.)

Molano dice que Tomás Stapleton le contó haber leído en la biblioteca vaticana una antiquísima historia de esta traslación de la imagen de Cristo a Roma en tiempo de Tiberio César: del cual códice habla también Baronio en sus anales, y es el MS. que dijimos no haber visto Henschenio. Tal vez le vieron Sigeberto, que floreció en el tiempo de Escoto, y Constantino Porfirogénito, anterior a entrambos más de un siglo, los cuales cuentan esta historia casi en los mismos términos (V. Honor. à sancta Maria animadv. in reg. et us, crit. lib. IV. diss. 8. art. I). Como quiera es antiquísimo en Roma. 

Agustino Patriarca en la descripción de la llegada de Federico III a Roma en tiempo de Paulo II dice: re divinam peractam pontifex cum imperatore et omni pompam ad Salvatoris nostri faciem adorandam in sudario expressam, quam Veronicam appellant processit. El mismo nombre se daba a la imagen del Señor en Roma en los tiempos de Inocencio III, Inocencio IV y Nicolao IV. Entre las misas votivas del misal de Maguncia de 1493 hay una con este título: de sancta Veronica, seu vultu Domini, En el de París: de sancta Veronica Christi Domini, sive facie Jesu patientis.

En el misal antiquísimo de la iglesia de Jaén se lee otra misa semejante con una secuencia muy devota alusiva al santo rostro del Salvador, que copiaremos en su lugar. En el procesional de la misma iglesia de París, entre varias conmemoraciones de la corona del Salvador, del sepulcro &c. hay una con este título: de sancto vultu Lucensi, item et de S. Domini Veronicam, cuya antífona y versículo alude al rostro del Salvador, y más claramente la oración: concede quaesumus, omnipotens et misericors Deus, ut qui filii tui Domini nostri Jesu Christi faciem propter peccata nostra in passione deformatum &c. En el gradual de la misma iglesia de París entre las misas votivas: missa de sancta Veronica Domini, seu de vultu Christi patientis quae celebratur feria tertia quinquagesimae.

En la iglesia de S. Eustaquio de París, donde se celebraba la fiesta de la santa Verónica a 9 de Septiembre, todo el oficio era de nuestro Señor Jesucristo, padeciendo en su sagrado rostro, y nada de la santa mujer que se supone. Don Martín de Ximena en los anales eclesiásticos de Jaén p. 160 dice lo siguiente: "Hay en esta santa iglesia muchas reliquias de santos. La principal de todas y que de tiempo inmemorial se guarda en ella... es la santa Verónica, que es uno de los retratos que nuestro Señor y redentor Jesucristo en el día de su sacratísima pasión, yendo con la cruz acuestas por la calle de la Amargura... dejó impresos de su sacratísimo rostro en un lienzo que le ofreció la piadosa y santa mujer Verónica.”

Donde se ve como a pesar de la verdadera significación que se daba vulgarmente en aquella tierra a la palabra verónica, denotando con ella el sagrado retrato del Salvador, todavía se había introducido en ella la opinión de que este retrato se estampó en un lienzo ofrecido al Señor por la mujer llamada Verónica. Esto se confirma por una oración del antiguo misal de Jaén, dirigida a Dios por intercesión de esta santa, que dice así:

Deus qui nobis signatis vultus tui memoriale tuum ad instantiam beatae Veronicae imaginem tuam sudario impressam relinquere voluisti: praesta quaesumus per sanctam crucem et gloriosam passionem tuam, ut qui te heic 

in speculo et aenigmate veneramur in terris, desiderabilem ac veram faciem laeti ac securi videre mereamur in caelis. Qui vivis &c.

Esta opinión se extendió a varias iglesias aun de fuera de España: en el misal ambrosiano de 1560 se lee también misa de santa Verónica, donde hay las siguientes oraciones:

Praesta nobis, quaesumus misericors Deus, ut qui beatae Veronicae festivitatem devotis obsequiis celebramus, ejus intercessionibus per tuam clementiam adjuvemur, et de praesentis saeculi fluctibus liberemur. Per &c. 

Da quaesumus, sancte Pater, ut beatae Veronicae, quae in conspectu majestatis tuae existit gloriosa, suis orationibus nos per fidem integram, et sanctae vitae munditiem gratos tibi reddat et devotos. Per &c.

En otros misales, como en el de los cartujos de 1669, se lee en la fiesta de santa Verónica la misa Cognovi: la oración: Exaudi nos, Deus salutaris noster, ut sicut de beatae Veronicae festivitate gaudemus &.c. La epístola: Mulierem fortem. El evangelio, del milagro obrado por el Señor con la mujer que padecía flujo de sangre; por donde se colige haberse creído lo que tenía asegurado Felipe de Bérgamo, que esta fue la mujer llamada Verónica que le dio el lienzo cuando iba a ser crucificado (V. Thiers superst. p. II. lib. 4 c. 6. pág. 437. seq.) 

(8) El hallarse esta historia tan desnuda de fundamentos en sus principales puntos. No hay documentos que den por averiguado este milagroso suceso de la Verónica, y así algunos dudan de esta historia y aun de la existencia de esta santa mujer. 

“De veritate tamen ejusdem historiae non quidem quod attinet ad sudarium, sed quod spectat ad piam illam feminam Veronicam nonnulli dubitare coeperunt tum quia tota retro antiquitate Veronicae nomen ignotum est, et primi qui historiam vulgarunt saeculo duodecimo non Veronicam, sed Venicem aut Veronicem aut Berenicem appellant, tum quia licet Veronicae tamquam piae et sanctae feminae nomen reperiatur in martyrologio galesinii non reperitur tamen in martyrologio romano correcto et ampliato per cardinalem Baronium. Bollandani idcirco ab ea, quam comprobare tentaverant sententia, in subsequentibus libris recedendi animum praesetulerunt, uti videri potest t. VII, mensis Maii p. 358. n. 26. Cumque ipsum sudarium Veronicae nomine fuerit appellatum a Nicolao IV...  et 

complures praeterea pontífices, Clementem videlicet VI, VII, VIII et Gregorium XIII aliosque sacrosanctum sudarium apellantes Veronicam referat Jacobus Grimaldus... ex his nonnulli in eam devenerunt sententiam, verosimile admodum esse, quod Vera Icon exigua litterarum transportatione facta sit Veronica.”

(Benedict. XIV. de serv. Dei beatif. et canoniz. l. IV. p. II. c. 30. n. 12). 

Dudan de la existencia de esta piadosa mujer Tillemont, Serry (exercit. 53. núm. 4): Thiers (superst. loc. laud.): Papebrochio (mens. Mai. t. VII. p. 356 n. 126, et in responsione ad P. Sebastianum à S. Paulo art. I. §. 4. n. 7. seq., et art. XI, §. 2. n. II), que cita también en su favor a Lucas Holstenio: Mabillon (iter. italic. p. 86. 87): Foggini (en la defensa de lo que enseñó contra las actas de S. Rómulo pág. 66). Fúndanse 1.° en la variedad de los nombres dados a esta mujer: en el silencio que guardan en orden a ella Eusebio, Sócrates, Sozomeno, Teodoreto y otros historiadores de los primeros siglos de la Iglesia: en el testimonio de los que dicen que esta imagen se esculpió estando el Salvador en el huerto, y no en el camino del calvario: en que la iglesia de S. Pedro del vaticano, que hubiera sido la primera en hacer fiesta a esta santa mujer, no hace memoria de ella en sus martirologios ni en ninguno de sus oficios. Atque hujus quidem basilicae exemplum, dice Trombelli (de cultu ss. dissert. IX. CXXXV. §. 2): opponi debet exemplis ecclesiarum illarum quae in divinis officiis, mulieris hujus Veronicae dicta meminerunt et preces illi ac sequentias recitant: en que el mismo Baronio (ad ann. 34. §. 113) pareció inclinarse a la existencia de la Verónica, no injirió su nombre en el martirologio publicado por el de la iglesia romana, no obstante que se hallaba ya en el martirologio de Galesinio. Y aunque es cierto, dice Trombelli (ib. §. 3), que Urbano VIII inclinó a la existencia de esta pía mujer en la inscripción que puso en la capilla del santo sudario; fue esta una opinión suya privada, que no ha tendo influjo en esta controversia, ni sus sucesores la han tenido por suficiente para que de la Verónica se haga oficio o memoria en la iglesia vaticana. Y así es que a pesar de este hecho impugnó Papebrochio a Henschenio teniendo por fingida la historia de la Verónica, y otros católicos la impugnan. Mas no porque estos hechos sean inverosímiles o menos probables, debe calificarse de necia la opinión popular que los da por ciertos, diciendo S. Agustín: quòd in hominum doctorum litteris invenitur, famaque vulgatum est, nec stulte dici putandum est, etiam si verum non est. Donde se ve la gran distancia que hay de los católicos que impugnan esta opinión, a Calvino y otros herejes que se burlan de ella. El culto de esta santa imagen no se termina en ella sino en Jesucristo, a quien representa. Y así es tiempo perdido el que gastó Galleo en persuadir que los católicos nos encomendamos a las mismas imágenes de Cristo, fundado en aquella deprecación a la santa Verónica: salve sancta facies nostri redemptoris, in qua inter species divini splendoris, impressa panniculo nivei candoris. Salve vultus Domini imago beata. Nos deduc ad propria ò felix figura (Gallaeus not. in Lact. de orig. error. lib. II. c. 2. op. Lact. pág. mihi 144). La miseria de esta razón puede colegirse por lo que añade: item hoc modo adorant crucem: “ave crux spes unica: auge piis justitiam, reisque dona veniam,” reproduciendo las calumnias de sus mayores, que condenan como absoluto el culto relativo de la santa cruz, que se termina a Cristo clavado en ella, y representado por ella.

El llamar novedad estas expresiones es ignorancia de la historia eclesiástica. Las palabras ò crux, ave spes unica son de un himno antiquísimo de Teodulfo o de Fortunato: las demás de esta prosa son tomadas de S. Efrén, de S. Ambrosio, de S. Atanasio y de otros PP., como lo demostró Tomás Waldense a los wiclefitas (th. waldens t. III. tit. 20. c. 159) mostrándoles elogios de la santa cruz todavía más fuertes que los que cantamos en el oficio eclesiástico. Aun los elogios indiscretos de la cruz o de algunas cosas piadosas por católicos menos cautos merecen indulgencia por la piedad de donde nacieron. Los protestantes y los impíos andan a caza de esta indiscreción o simplicidad para convertirla en odio de la misma religión. Puede aplicárseles lo de S. Agustín a los maniqueos: imperitia nonnulorum catholicorum venatio haereticorum et impiorum (S. Aug. lib. XIV. contra Faust.) Conforme a lo cual decía el sabio Gretsero: multa pio et recto animo olim dicta et scripta sunt, cum morum major esset candor et simplicitas, quae hoc saeculo criticis et sannionibus abundante, nemo vel diceret vel litteris mandaret (Gretsero de S. cruce lib. I. cap. 61. pág. 189). 

(9) Sea más bien una de las muchas copias... de la que existe en S. Pedro de Roma. En suposición de haber alguna imagen de Cristo milagrosamente formada al tiempo de su pasión, lo es la venerada en Roma en la Iglesia de S. Pedro: sive Veronica, dice Benedicto XIV, fuerit pia femina quae sudarium facie Domini admovit, sive Veronica unum atque idem sit cum ipso sudario; certum est sudarium ipsum insignissimam esse reliquiam, et multis ab hinc saeculis cultum in ecclesiam vaticanam obtinuisse (de serv. Dei beat. et canon. lib. IV. p. 2. cap. 30. n. 12.) Por los monumentos que publicó Jacobo Grimaldi en 1612 consta que a principios del siglo VIII el papa Juan VII colocó esta Verónica en una magnífica capilla, edificada para este fin en la antigua iglesia de S. Pedro; de lo cual habla también Pedro Mailli, que floreció en el siglo XII, y escribió la historia de la iglesia de S. Pedro: debe corregirse la equivocación de Honorato a S. María, que creyó haber hablado de esta imagen Anastasio el bibliotecario (in Stephan. III); pues alude allí a la otra que está junto a S. Juan de Letrán, como advierte Benedicto XIV (de serv. Dei beat. et canoniz. lib. IV. p. 2. c. 30). Por un martirologio MS. del Vaticano (VIII. cal. Decembr.) consta también la dedicación de esta capilla a fines del siglo VIII: consecratio altaris sancti sudarii, la cual dice el mismo Anastasio haber enriquecido con ricos dones León III a principios del siglo IX. Entonces se llamaba ya imago Salvatoris.

Esta imagen fue llevada en procesión por el papa Esteban III a pie descalzo en las rogativas públicas, que hacia la mitad del siglo VIII hizo el clero y pueblo romano, amenazado de las atrocidades de Aiustulfo, rey de los longobardos. De Celestino II, que fue papa a mediados del siglo XII, dice Benedicto, canónigo de S. Pedro, que un día al año después de decir misa en aquella iglesia iba a ofrecer incienso a esta capilla: postea vadit ad sudarium Christi quod vocatur Veronica. Inocencio III hace memoria de la procesión de rogativa que se hacía todos los años el domingo primero después de la Epifanía, en que se llevaba esta imagen del Salvador desde la iglesia de S. Pedro hasta el hospital de sancti Spiritus (Innoc. III serm. in dom. I post Epiph.), la cual rogativa llama antiquísima Honorio III en varias cartas, escritas al dicho hospital el año 1222. Además de este día, ya en el siglo XIV, en el pontificado de Urbano V, se exponía esta imagen a la veneración pública los cuatro últimos días de la semana santa, y en la fiesta de la ascensión. La cual práctica duró hasta Paulo V, el cual habiendo dispuesto su traslación a la nueva basílica vaticana, mandó que no se mostrase al público sino el viernes santo.

Por último, Urbano VIII colocó con suma decencia el sagrado rostro en un nuevo altar que construyó, y en él una imagen de la Verónica con esta inscripción: 

Salvatoris imaginem Veronicae sudario exceptam 

Ut loci majestas decenter 

Custodiret Urbanus VIII. Pont. Max. &c. 

Estos y otros muchos monumentos recogió Grimaldi, por donde consta cuan antigua es la veneración que tienen en Roma a esta santa imagen. Tal vez a esto se refiere el misal ambrosiano, por el cual prueba Bzovio que era venerada esta imagen antes del siglo VII. A esta imagen refiere también Honorato a S. María el oficio de la Verónica, que se halla el día 27 de Noviembre en varias iglesias de España, especialmente en un breviario antiguo del convento de santa María de Gracia de Alicante.

Esta imagen es distinta de la antiquísima venerada en la iglesia de Edesa hasta el siglo X, en que fue trasladada a Constantinopla. De la de Roma sacaron varias copias, llamadas también Verónicas. Tal es la que Jacobo Pantaleón Trecense, que después fue papa con el nombre de Urbano IV, estando en Roma el año 1249, envió al monasterio de religiosas cistercienses de Montrevil con una elegante carta y una inscripción, que ha dado motivo a varias conjeturas de Mabillon, Harduino y otros críticos. Acaso es copia de ella también la que se venera en la santa iglesia de Jaén, que allí se cree llevada por S. Eufrasio, uno de los siete obispos consagrados por los apóstoles. Esta copia es muy parecida a la de Montrevil, del cual dio un dibujo Honorato a S. María. Sucede con esta imagen lo que de otras de esta clase dice Gretsero, que son veneradas como originales. Para hacer más verosímil esta opinión, así Claudio Clemente en su tabla cronológica, como el doctor Juan Acuña de Adarve (de las efigies de nuestro Redentor non manufactas disc. 37. 6. 3), el obispo don Sancho, Dávila y Ximena en los anales de Jaén, fundados con el testimonio de Julián Pérez, aseguran que eran tres los sudarios en que se esculpió el sagrado rostro del Salvador: que uno de ellos se quedó en Jerusalén, y de los dos que llevó a Roma la Verónica trajo uno S. Eufrasio a España, con el cual se quedaron los tiranos que martirizaron a este santo obispo, hasta el último rey moro de Jaén, que con la ciudad y estado perdió aquel tesoro. Durante la dominación de los moros, dice Francisco Ruiz Puerta, que fue guardada esta imagen por los cristianos mozárabes que allí vivían, y que ganada la ciudad, la sacó de allí el santo rey don Fernando para traerla en sus conquistas; lo que escribe también Lucio Marineo Sículo en el libro 5. Muerto el santo rey, a poco tiempo de ganada Sevilla, el obispo de Jaén don Nicolás de Biedma, que había sido arcediano de Écija en la iglesia de Sevilla, favorecido del papa Clemente el competidor de Urbano VI en tiempo del cisma, pudo restituir esta imagen a su antigua morada. 

(10) Y no es exponer las verdades de nuestra sagrada religión a las burlas y sátiras de sus enemigos.

1. Calvino impugna este hecho de la Verónica fundado en el silencio de los evangelistas: quinam fieri potuit ut si in linteum occurrentis Veronicae Christus faciem suam tanto miraculo impressit, evangelistae rei tam 

mirificae, et cum primis digna quae fidedignis testibus posteritati commendaretur, nullam mentionem fecerunt?

2. Agrava el argumento diciendo, que habiendo referido cosas menores y de menor importancia, no era regular que hubiesen omitido tan esclarecido suceso: cum evangelistae multa minoris momenti... diligenter litteris consignarint; utique factum tam illustre et memorabile non praeteriissent. 

3. Añade todavía que el silencio de este hecho, siendo cierto, sería reprehensible: alioqui merito ipse Spiritus Sanctus oblivionis et oscitantiae accusari posset.

4. Tanto más cuanto callando este encuentro de la Verónica con el Salvador, cuenta el evangelio la compañía que le hicieron otras mujeres por el mismo camino hasta la cruz: evangelistae nominant mulieres quae Christum ad crucem comitatae sunt: de Veronica altum est ubique silentium.

5. Por último, que no se lee haber hecho Cristo igual merced a las otras mujeres, que con tan viva fe le acompañaron hasta el calvario: aliis mulieribus quae tanta fide et charitate flentes, Christum ad supplicium crucis euntem prosecutae sunt, nullum ejusmodi miraculum contigisse legitur. A ratione ergo alienissimum est id quod de Veronica vetus traditio et persuasio habet. 

Los herejes por lo común, como no templan la crítica con la religión, fácilmente dan en el extremo de la impiedad, aun cuando impugnan opiniones infundadas o poco sólidas. Esto le sucede a Calvino, el cual afectando amor a la verdad, se desentendió de la piedad, y tuvo por razonable esta impugnación ajena de toda razón y aun de todo buen sentido.

Porque en cuanto a lo primero nada tiene de extraño, que aun cuando fuese cierto este hecho de la Verónica, le hubiesen pasado en silencio los evangelistas, constando por uno de ellos, que es S. Juan, haber obrado el Salvador otras mayores maravillas que no quedaron escritas, y bastan para llenar de libros el mundo. En cuanto a lo segundo no sabemos nosotros en la economía y orden y fines de Dios cuales cosas son menores, y cuales mayores. No es mayor para Dios lo más maravilloso, sino lo más útil a sus designios. En lo tercero dijo una blasfemia. Porque constando que calló el Espíritu Santo varios hechos de Cristo, cuya noticia nunca pudo ser ni llamarse inútil, sería cierto que fue reprehensible callándolas.

En lo cuarto toma cuentas al autor de la Escritura, porque escribió unos hechos, y no otros.

En lo quinto pone tasa a los dones de Dios, haciéndose escudriñador de los corazones, y midiendo el mayor mérito y valor de los afectos del ánimo por las señales exteriores.

Otra vereda toman los buenos católicos que impugnan por las reglas de la piedad este hecho de la Verónica. No dicen que sea falso porque le callan los evangelistas, ni menos los juzgan reprehensibles por haberle callado siendo cierto; sino porque al silencio de los evangelistas se agrega el de toda la antigüedad eclesiástica, saben que lo que no consta de la Escritura y de la tradición, está sujeto a las controversias de los críticos, de suerte que aquella opinión será más digna de seguirse que tenga a su favor más grados de probabilidad histórica. 

Anales de Cataluña, Narciso Feliu de la Peña y Farell (Index)

(Nota del editor : Se corrige parcialmente la ortografía en castellano.)  Imagen: Biblioteca de Catalunya. Llibres Pere Borrás: MCMXIX: D. V...