D. JOAQUÍN LORENZO VILLANUEVA.1807.
Presbítero, natural de la ciudad de S. Felipe, antes Játiva, donde nació por los años de 1754, estudió filosofía en la universidad de Valencia, bajo la enseñanza del célebre Dr. D. Juan Bautista Muñoz, entonces catedrático de dicha facultad (del que hablamos en el año 1799). Graduóse de teología, fue capellán de honor del Ilmo. Sr. D. Felipe Bertrán, capellán y predicador de su majestad, rector de los hospitales general, y del de la pasión de Madrid. Le agració el rey con una capellanía doctoral en la real capilla de la Encarnación, de donde lo promovió a un canonicato en la catedral de Cuenca, condecorándole con la cruz de la real y distinguida orden de Carlos III; fue calificador del santo oficio de la inquisición. Actualmente reside en Londres. Son muchas las obras que tiene publicadas, pero no pudiendo él referirlas todas, citaremos las que han llegado a nuestra noticia, ignorando quizá algunas por hallarse su autor en país distante y extranjero. Escribió:
1. Oficio de semana santa traducido al castellano con notas. Madrid, por D. Benito Cano, 1784 y 1785. Valencia, por Benito Monfort, 1790: todas en 8.° Siendo muchísimas las reimpresiones que se han hecho en toda la península.
2. Poema de san Próspero contra los ingratos, traducido en verso castellano, e ilustrado con notas para la mejor inteligencia de este piadoso y sublime escrito. Madrid, por Sancha, 1783 y 1791, en 8.° mayor.
De este poema dijo la gaceta de Madrid, año 1791, página 592. “Esta obra que en amenidad y gusto es comparable con las mejores de la antigüedad eclesiástica, es un compendio sublime, exacto y muy nervioso de la doctrina de S. Agustín acerca de la divina gracia contra los argumentos de sus enemigos. Va al frente de la versión el texto latino fielmente corregido por muchas ediciones antiguas y modernas, y notadas al pie las lecciones variantes, y algunos lugares de los poetas antiguos a que el autor alude. En las notas se declaran varios puntos históricos y teológicos, que se tratan en el poema, explican los lugares oscuros, y sus frecuentes alusiones a la sagrada escritura y santos padres. Es obra útil para los que desean unir el estudio de la religión con el de las buenas letras.”
3. De la obligación de decir misa con circunspección y pausa. Madrid, imprenta real, 1788, en 8.° mayor: y en 1803, también en 8.° mayor.
4. De la reverencia con que se debe asistir a la misa, y de las faltas que en esto se cometen. Madrid, imprenta real, 1791, en 8.° mayor.
5. De la lección de la sagrada escritura en lenguas vulgares, con tres apéndices en que se publican varios documentos tocantes a la historia de la lección de las Biblias vulgares en España. Valencia, por D. Benito Monfort, 1791, en folio. La gaceta de Madrid de 1791, página 518, al publicar este libro dice: “Esta obra es una apología de las últimas leyes eclesiásticas que restituían al pueblo el uso de las Biblias vulgares, contra los miedos y razones frívolas de los preocupados a favor de la costumbre contraria. En ella se manifiesta históricamente el espíritu y la práctica de la santa iglesia acerca de la lección de la escritura en lenguas entendidas del pueblo, y se responde a los argumentos de algunos escritores antiguos y modernos que tenían por irrevocables las leyes en que por respeto a las calamidades de los tiempos se prohibió el uso de estas versiones. Así en su obra como en los tres apéndices que la acompañan se publican muchos documentos pertenecientes a la historia de la lección de los libros sagrados en España, testimonios de muchos y graves autores nuestros acerca de esto, varios fragmentos inéditos de Biblias lemosinas (se refieren a la lengua valenciana, aunque Joaquín Lorenzo Villanueva también usa el término lemosín. Se encuentra en el texto del libro de 1791: “Biblia Valenciana traducida por el P. D. Bonifacio Ferrer” y hay fragmentos copiados inéditos), y una completa noticia, copias y extractos de los documentos también inéditos que pertenecen a la traducción castellana de una gran parte de la escritura, que por encargo de D. Luis Guzmán, maestre de Calatrava, trabajó el judío Rabí Moisés Arragel (R. Moyses) en el reinado de D. Juan el II, y juntamente varias muestras así de esta versión como de las notas con que fue ilustrada.”
6. Año cristiano de España, que comprende el martirologio de cada día, la noticia de las festividades y las vidas de los santos de que reza la iglesia de España, las misas traducidas al castellano, con una explicación literal y moral de las epístolas y evangelios, hecha de manera que pueda servir de lección ordinaria al pueblo, y de auxilio a los curas párrocos y demás predicadores. Madrid, imprenta real, 1791 a 1799, en 8.° mayor, trece tomos.
7. Dominicas, ferias y fiestas movibles del año cristiano. Madrid, imprenta real.
En esta obra da una ordenada noticia histórica del a Narbonao eclesiástico y de los misterios que en él se celebran, de su espíritu, y también de las ceremonias que observa la iglesia católica.
8. Novena del beato Nicolás Factor. Madrid, 1792, en 8.°
9. Catecismo del estado según los principios de la religión. Madrid, imprenta real, 1793, en 8.° mayor.
10. Cartas eclesiásticas. Madrid, 1794, en 8.° mayor.
11. Cartas de un presbítero español sobre la carta del ciudadano Gregoire, obispo de Blois, al Sr. arzobispo de Burgos, inquisidor general de España. Las publica D. Lorenzo Astengo. Madrid, por Cano, 1798, en 8.° mayor. Se hicieron dos ediciones en este mismo año.
12. El Kempis de los literatos. Madrid, 1807, en 8.° mayor.
D. JUAN TOMÁS BOIL. 1807.
Natural de la ciudad de Valencia, fue bautizado en la parroquia del Salvador; estudió filosofía y teología en esta universidad, en donde recibió los grados de maestro en artes y doctor teólogo; fue colegial en el real de Corpus Christi; obtuvo un beneficio en la cal de Valencia, y la capellanía mayor de la casa y hospital de nuestra señora del Milagro; el Sr. le nombró delegado en la visita y administración de las casas de S. Gregorio, y visitador general de su arzobispado, empleo que desempeñó a satisfacción de su prelado; murió en dicha casa y hospital del Milagro de una edad muy avanzada a 30 de agosto de 1807. Siendo el primer beneficiado de la catedral y de esta ciudad que se enterró en el nuevo cementerio, que bendijo en 7 de junio de dicho año el Exmo. e Ilmo. Sr. D. Joaquín Company, arzobispo de Valencia, y para memoria diré que el día 8 de dicho mes por la mañana enterraron a Vicente Gimeno, maestro carpintero, parroquia de S. Esteban, y por la tarde a una religiosa de la obediencia del convento de santa Ana: estos dos fueron los primeros a quienes se dio sepultura eclesiásatica en el referido cementerio. Escribió nuestro Boil y publicó:
1. Oración fúnebre, que en los anuales sufragios por los soldados que murieron por la patria celebró la santa Iglesia metropolitana de Valencia en 16 de noviembre de 1769. Valencia, por José Esteban Dolz, dicho año, en 4.°
2. Oración que en la tarde del 17 de agosto de 1770, cuarta del novenario, que en gloria de María santísima celebra la capilla de nuestra señora del Milagro. Valencia, por Salvador Faulí, dicho año, en 4.°
4. Oración gratulatoria que en 13 de abril de 1771, segundo día del triduo que celebró la casa del hospital de nuestra señora del Milagro de la ciudad de Valencia, con motivo de haberse cumplido el primer siglo de la canonización de S. Luis Bertrán. Valencia, por Salvador Faulí, el mismo año, en 4.°
4. Sermón a la dedicación de la iglesia catedral de Valencia, celebrada en 13 de octubre de 1771. Valencia, por Salvador Faulí, en 4.°
5. Oración panegírica a S. Luis Bertrán en la casa del Milagro, y hospital de sacerdotes, día 20 de octubre de 1772. Valencia, por el referido Faulí, dicho año, en 4.°
6. Sermón predicado al tribunal de la inquisición de Valencia en el convento de santa Ana día 1.° de abril de 1772. Valencia, por el dicho, en 4.°
7. La muerte de la muerta. Oración fúnebre en las exequias de la venerable madre sor María de los Ángeles (natural de Valencia), religiosa recoleta franciscana de Ruzafa, dijo día 11 de septiembre de 1790. Valencia, por Benito Monfort, en el referido año, en 4.°
8. Oración en la fiesta de Jesús nazareno, en el convento de Trinitatios descalzos de Valencia. Valencia, por Faulí, 1773, en 4.°
D. AGUSTÍN MIRA Y BARRACHINA. 1807.
Natural de la villa de Alcoy, donde nació por los años de 1754, estudió filosofía que empezó en 1769 y la teología en la universidad de Valencia, en la que se graduó de esta facultad, siendo después de cuatro oposiciones nombrado catedrático de filosofía en la misma; fue también familiar del Exmo. Sr. arzobispo Fr. Joaquín Company, cuando este prelado era de Zaragoza; pero habiendo obtenido una capellanía en la parroquial de los santos Juanes de Valencia, pasó a residirla hasta el año 1803, en que tomó posesión del curato de Benigánim, donde permaneció; y habiendo venido a Valencia, falleció en ella a 11 de abril de 1807; está enterrado en la parroquial de S. Esteban. Escribió:
1. De viribus centricis inter se conferendis dissertatio nova ac facili methodo concinnata. Accedit Appendix in qua designatur atque determinatur differentia velocitatis qua corpora in aere libere descendant. Valentiae, 1785, en 4.°
2. Retórica, sin nombre de autor. Murcia, por la viuda de Felipe Teruel, en 8.°, sin año.
FR. JOAQUÍN LLANSOL. 1807.
Religioso recoleto del orden de S. Francisco, hijo del lugar de Mislata, y del convento de la corona de Valencia, en donde después de sus estudios tuvo los empleos de lector, guardián y difinidor; fue examinador sinodal del arzobispado de Valencia, y hermano del venerable Silvestre Llansola (Llansol), del que hemos hablado en el año 1788. Imitador de sus virtudes, tuvo una vida ejemplarísima; siendo muy devoto de la virgen de los Desamparados, y se debió a su solicitud el hermoso simulacro que con esta invocación se venera en el convento de la corona, en el cual, y en víspera del día de nuestra señora de Desamparados 9 de mayo de 1807 falleció, de resultas de una pulmonía a las nueve de la noche. Escribió:
1. Sermón del beato Juan de Ribera, patriarca de Antioquía, arzobispo y virrey de Valencia, que en el día 18 de septiembre de 1797 dijo en el convento de santa Ursola. Valencia, por los hermanos de Orga, 1798, en 4.°
2. Sermón fúnebre en las solemnes exequias de la venerable sor María de santa Clara, religiosa clarisa del convento de nuestra señora de los Ángeles del lugar de Ruzafa, predicado en dicho, día 21 de febrero de 1805. Valencia, por Benito Monfort, en 4.°
D. CRISTÓBAL TALENS DE LA RIVA. 1807.
Natural de la ciudad de Valencia, donde nació en 26 de febrero de 1754, fueron sus padres D. Leonardo y doña María Matoses; estudió la filosofía y ambos derechos en esta universidad; y recibió el grado de cánones en ella, y el de leyes en la de Gandía. En el año 1775 se recibió de abogado en el supremo consejo de Castilla, y se incorporó en el colegio de Madrid; fue individuo jubilado de la real academia de jurisprudencia práctica establecida en los reales estudios de S. Isidro de la Corte, y socio de número de la real económica de Valencia: ejerció la abogacía en Madrid hasta marzo de 1780, de donde pasó a servir la vara de alcalde mayor en varias villas de las Andalucías, y en 1799 la de la ciudad de Gandía, en 1807 lo era de Arcos. Ha compuesto y publicado las obras siguientes.
1. Reflexiones sobre las órdenes religiosas, o consejos de conciencia a un personaje que los ha pedido, traducidas del francés. Madrid, por Benito Cano, 1792, en 8.°
2. Discurso sobre el uso de la señal de la santa Cruz. Córdoba, por Juan Rodríguez de la Torre, 1795, en 8.°: es traducción del francés.
3. Medios y arbitrios de más pronta y fácil realización para la minoración, ocupación y socorro de los mendigos, conforme al estado actual y a las circunstancias particulares de Valencia y otras ciudades de su reino. Memoria premiada por la real sociedad económica de Valencia, año 1801, impresa en las actas de dicho año, en la página 189.
4. Diálogo o catecismo con doce pequeños discursos para instruir a la juventud en las virtudes cristianas y sociales. Valencia, por Francisco Burguete, 1802, en 8.°
5. Discursos de la historia de Fleuri, traducidos del francés. Manuscrito.
6. Ensayo sobre una ley para el gobierno de los pósitos públicos. Manuscrito. Véase el artículo de la real sociedad económica, donde se mencionan otros escritos que dirigió a la misma.
D. TOMÁS VILLANOVA Y ENTRAIGUES (ENTRAIGÜES). 1807.
Natural de la ciudad de Valencia, fue bautizado en la parroquia de S. Salvador día 24 de noviembre de 1769, empezó el estudio de la filosofía en esta universidad en 1784, siguió después el de la medicina, obteniendo al fin de ambos cursos los respectivos grados de bachiller; pasó la práctica con los doctores D. Pedro Barrachina, y D. Tomás Villanova su padre, catedráticos perpetuos, aquel de prima, y este antes de Hipócrates, y a la sazón de química y botánica, revalidándose en seguida en la subdelegación del real tribunal del protomedicato establecida en esta ciudad.
Hizo oposición a la plaza de disector anatómico (que obtuvo) desempeñando el acto, tanto en la práctica, como en la solución a las dificutades que le fueron propuestas. Con este motivo presentó aquel día en el teatro anatómico, como muestra de su aplicación, un pequeño Gabinete de Historia natural zoológica, trabajado por su mano con la correspondiente nomenclatura según el sistema de Linneo, y además de esto, varios ojos de vidrio, y en particular uno compuesto de diferentes piezas que representaban las túnicas y humores del ojo humano, del cual los catedráticos de medicina y mecánica se valieron después para sus lecciones sobre la estructura de aquel maravilloso órgano; puso también de manifiesto diferentes piezas anatómicas de musculatura, y vísceras inyectadas, y otras conservadas en espíritu de vino (aguardiente), y algunas imitadas de cera, en especial un corazón con todas sus ramificaciones de arterias y venas, fijado sobre una tabla, el cual porque se suscitó la duda de si era natural, tuvo a bien el romperle en medio del auditorio para manifestar que era efectivamente de cera. En los dos años que obtuvo la plaza de disector labró varias piezas anatómicas de todo género para que sirviesen de modelo a los estudiantes, y en vista de este trabajo, la universidad premió sus tareas aumentándole el salario. Agradecido Villanova pensó en dejar a la biblioteca de la misma una memoria de su gratitud, trabajando una estatua anatómica de cera de la magnitud natural, en que representando la fábula de Prometeo, se manifestaban las tres cavidades del cuerpo humano con la mayor propiedad, todas las vísceras más principales anatomizadas, las ramificaciones de las arterias y de las venas, el sistema nervioso, los vasos linfáticos y lácteos, con otras muchas particularidades que completaban una obra digna de la mayor atención. Este trabajo fue tan bien recibido de la universidad, que después de la aprobación de los inteligentes, comisionó el claustro al vice-rector, y a D. Gaspar Pérez, que después fue pavordre, y entonces catedrático perpetuo de astronomía, para darle las gracias, e inquirir el premio que le sería grato por dicha dádiva; a lo que respondió, que su fin no había sido otro que manifestar su gratitud y amor a la fuente donde había bebido, y que se contentaría sólo con una señal del aprecio con que le honraba, admitiendo cualquiera obra de anatomía, en la que se expresase por mano del escribano de la muy ilustre universidad este motivo, y en efecto se determinó que se regalasen las tablas anatómicas de Cowper. Se aplicó también el Dr. Villanova a la inteligencia de la lengua griega, estudiándola dos años con el catedrático de este idioma el P. Joaquín Catalá, acudiendo a otras academias particulares para perfeccionarse más en el estudio de este idioma, logrando en un acto público en el teatro verterlo en latín de repente, explicando tanto gramatical como médicamente las obras de Hipócrates escritas en griego puro, mereciendo la aprobación de todos los censores, y ser honrado con la candidatura de lengua griega. En julio de 1795 la real academia médico-práctica de Barcelona le nombró por uno de sus miembros, y en 29 de marzo de 1798, el serenísimo señor infante gran duque de Parma, le honró con el título de comisionado del gabinete de historia natural de su hijo el serenísimo Sr. infante D. Luis, con la facultad de poder usar de un distintivo que le calificase. Su alteza real el príncipe de Parma en 1800 se dignó oír sus lecciones prácticas de historia natural que merecieron la aprobación, y en nombre suyo le dio las gracias su secretario: y en 7 de diciembre de 1802, en atención a los servicios que tenía contraídos en las colecciones para el real gabinete de su majestad etrusca, se dignó concederle una pensión; y el director del real gabinete de historia natural de su majestad el rey de Dinamarca en 1804 le envió las gracias a nombre de su rey por la colección de aves que remitió al mismo.
En 17 de septiembre de 1807, la real sociedad económica de la ciudad de Valencia le nombró individuo suyo en la clase de socio de mérito por las ciencias naturales, y la real academia de las ciencias de Madrid le ha recibido como académico en la misma clase. Deseando obtener el grado mayor de medicina en la universidad de Valencia, y teniendo todos los requisitos para ello, mediante el examen y ejercicios literarios se le confirmó. En el día tiene el honor de ser médico de cámara honorario de su majestad, y el de profesor de zoología del real museo de ciencias naturales de Madrid. Tiene el honor de haber presentado al rey nuestro señor una obra intitulada:
1. Ornitología general, escrita por el mismo en tres tomos en folio manuscritos, la que se halla en la biblioteca de cámara de su majestad.
El plan en compendio de esta obra lo expuso en un impreso que he visto y copiaré, ya que no se ha dado aquella a la prensa, dice así:
Plan en compendio de la obra general de ornitología presentada a su Majestad por su autor el Dr. D. Tomás Villanova.
Reúne desde un principio lo vistoso y deleitable con lo interesante e instructivo. Porque sin este objeto muchos talentos no suscribirían a estas tareas literarias. Una sola línea contiene frecuentemente verdades, cuya observación ha sido una obra larga y penosa de muchos años. Sigue el sistema de Linneo, aunque corregido y aumentado. Los progresos que han hecho las ciencias naturales en estos últimos tiempos, y el fin que se propuso conseguir el autor de abrazar todos los nuevos descubrimientos, le obligaron a corregir, variar y aumentar el sistema de Linneo, sin que por esto intentara deprimir el justo aprecio a que es acreedor este incomparable naturalista.
Ochenta y una láminas patentizan los caracteres, e ilustran las teorías. La ignorancia o mala inteligencia de la verdadera significación de las voces ha dado lugar a una multitud de disputas, que se han hecho interminables con notable perjuicio de las ciencias. Las láminas, pues, determinan con precisión su verdadero significado.
El nombre propio de las aves es castellano. La falta de protección que tuvieron las ciencias naturales en los pasados siglos produjo por mucho tiempo en los ánimos de los españoles una tal apatía e inacción, que llegaron hasta casi olvidar aquellas voces que con tanta propiedad usaron sus sabios antecesores. Esto ha dado motivo para que algunos de nuestros escritores, no pudiéndose explicar en las nuevas doctrinas de los modernos, hayan usado de cierto lenguaje, que nada favorece a la delicadeza y majestad de nuestro precioso idioma. Si estas ciencias, que tanto bien han acarreado a las naciones cultas, lograsen fomento y protección, el idioma castellano, que a ninguno otro cede en expresión y en grandeza, se prestaría fácilmente hasta poder abrazar con la mayor propiedad todos estos ramos científicos de la historia natural. Una completa recolección de los nombres propios de las aves conocidas ya por nuestros antepasados, junto con la nomenclatura de muchas de las especies conocidas y denominadas por nuestros españoles en la nueva América, donde parece que la naturaleza haya depositado el mayor número y las más bellas aves del universo, caracteriza en parte la utilidad de la presente obra.
Los caracteres que determinan la especie pueden estar de manifiesto en la ave empalletada, y puesta entre los cristales, sin que esto se oponga a que tenga una aptitud tan natural como graciosa. Si las colecciones ornitológicas hubiesen sido formadas bajo estos principios, este hermoso ramo de la historia natural no experimentaría en el día tan notables atrasos. El examen científico hecho por el autor de esta obra, de muchas aves empalletadas en la mayor parte de los gabinetes de la Europa, le ha sido inútil e infructuoso.
Una clara y sucinta descripción de cada especie en particular reúne el común parecer de los ornitólogos: fija las nuevas observaciones hechas por el autor, y facilita sobremanera el conocimiento práctico de las aves. La nimiedad con que algunos autores han querido describir las especies; la multitud de sus descripciones suministradas por manos extranjeras e imperitas; la falta de advertencia en la consideración del clima y de la estación del año en que se han examinado, y el ningún conocimiento de la edad del ave examinada, ocasionaron contradicciones que han inducido a error y confusión los autores más clásicos de este ramo de historia natural; pero con todo el común parecer de los más sabios y juiciosos ornitólogos siempre ha sido considerado en la formación de esta obra con el mayor respeto y veneración.
2. Índice de las aves que forman la colección competa de las especies propias de la Albufera, disecadas a clasificadas por D. Tomás Villanova. Impreso en 4.° Actas y Memorias de la sociedad económica de Valencia del año 1807.
D. ANTONIO VALCÁRCEL PÍO DE SABOYA Y MOURA. 1808.
Conde de Lumiares, natural de la ciudad de Alicante, honor de la nobleza de España, pues con su ilustración dio a entender que las armas y los títulos, se avienen bien con las letras; debió a una desgracia su afición a la literatura: porque habiéndole hecho detener sus padres por ciertas travesuras cuando joven en el castillo de su patria, al tiempo que también lo estaba el marqués de Valdeflores (D. Luis José Velázquez), y conociendo su talento, procuró estimularlo a la lectura, rogándole se aprovechara de aquel infortunio, a cuyo efecto le fue poniendo buenos autores en sus manos, y constituyéndole su maestro. El estudio a que más lo aficionó fue al de la numismática, al de las lenguas y antigüedades. Salió tan amante de la lectura, que hubo día que empleó en ella quince horas. No contento con esto el Sr. Velázquez, le facilitó la correspondencia con varios sabios y aficionados al estudio de las medallas. Con estos auxilios, y bajo su dirección, empezó a formar un museo, que llegó a constar de doce mil medallas, número que apenas habrá habido otro aficionado particular que haya llegado a reunir. Fue nuestro Lumiares individuo de la real academia de la historia de Madrid, de la geógrafo-histórica de Valladolid, de la de ciencias y artes de Padua, de la real academia de S. Carlos de Valencia, grande de España, barón romano, noble veneto, príncipe del sacro romano imperio, con otras muchas condecoraciones. Últimamente con motivo de la invasión francesa del año 1808 fue nombrado por la junta suprema de la ciudad de Valencia para vocal de la central de gobierno de todo el reino; pero luego que tomó posesión de tan distinguido empleo, murió en Aranjuez a 14 de noviembre de 1808. Publicó las obras siguientes:
1. Medallas de las colonias, municipios y pueblos antiguos de España, hasta hoy no publicadas. Valencia, por José y Tomás de Orga, 1773, en 4.° mayor, con láminas.
Son apreciables las doctas explicaciones con que ilustra las veinte y seis medallas de que consta este escrito.
2. Barros saguntinos. Disertación sobre estos monumentos antiguos, con varias inscripciones inéditas de Sagunto (hoy Murviedro en el reino de Valencia), recogidos, y explicados y representados en láminas. Valencia, por los mismos, 1779, en 8.°
3. Lucentum, hoy la ciudad de Alicante en el reino de Valencia. Relación de las inscripciones, estatuas, medallas, ídolos, lucernas, barros y demás monumentos antiguos hallados entre sus ruinas. Representados en láminas y explicados. Valencia, en la misma imprenta, 1780, en 4.°
Hizo el conde de Lumiares a su costa algunas excavaciones cerca de Alicante, donde estaba persuadido era el sitio de la antigua Lucentum, encontró muchísimos monumentos que lo acreditaban, cuya relación remitió a un su amigo residente en Italia, la que se insertó en las efemérides literarias de Roma en julio de 1779, y después se publicó en Valencia, poniendo primero la descripción geográfica de los senos sucronense e ilicitano (Elche), en el cual estaba Lucentum, la del sitio en donde se hallaron los monumentos de que se trata, y la explicación de los más notables.
4. El sueño silosófico sobre las vieji-modistas, por D. Luis Ameracel. Valencia, por los mismos, 1780, en 8.° Es una sátira contra las viejas petimetras.
5. Carta que escribe el Exmo. Sr. D. Antonio.... a D. F. X. R. (D. Francisco Xavier Rovira) sobre los monumentos antiguos descubiertos últimamente en el barrio de santa Lucía en la ciudad de Cartagena. Valencia, por Orga, 1781, en 4.°
Se trata en ella de las sepulturas de los romanos, y se añaden observaciones para ilustrar las antigüedades de Cartagena.
6. Noticia del phoca, becerro marino que salió en la playa de la villa de Cullera día 13 de mayo de 1782, y existe disecado en el gabinete de historia natural del Exmo. Sr. conde de Lumiares, naturaleza y propiedades de este cetáceo, con la estampa que representa su figura y dimensiones. Valencia, por Orga, 1782, en 4.°
7. Carta crítica de D. Álvaro Gil de la sierpe al autor de la obra intitulada Atlante español, en la que para ilustración pública del reino de Valencia se advierte una pequeña arte de las fábulas, equivocaciones, citas falsas, errores geográficos, históricos y cronológicos, omisiones de pueblos, edificios, fábricas y producciones naturales, y varias contradicciones que se hallan en los tomos VIII, IX y X. Se vindica a Gaspar Escolano de los testimonios que se le imputan en dicha obra, y se añaden los pueblos, sus poseedores, vecindario y otras noticias interesantes que se omite en la descripción general geográfica, cronológica e histórica de este reino. Valencia, por dicho Orga, en 8.°
Cuando toda la nación conoce la falsedad de las noticias sacadas del Beroso por el P. Annio, o Nagni, y de los cronicones publicados por el P. Higuera, cuando el consejo en la reimpresión de algunas obras del siglo pasado disponía que se advirtiese al público los lugares en que se hacía uso de ellos (así se mandó en la reimpresión de la historia de Murcia por Cascales), y finalmente cuando la academia de la historia estaba trabajando un diccionario geográfico de España, y en expurgar esta parte de nuestra historia de las fábulas que han mezclado en ella los impostores, y los que los han seguido o por ignorancia o por malicia, en este tiempo se publicó el Atlante español o descripción general geográfica, cronológica e histórica de todo el reino de España... ¿Quién no había de creer que para una obra de esta clase no hubiera precedido un trabajo de muchos años, para recoger los materiales que indispensablemente necesitaba, con un diligente cuidado en coordinarlos de modo que correspondiera al título y su importancia? Nada pues de esto se hizo. El miserable autor del Atlante español, apenas hizo otro que refundir a Méndez Silva, Estrada y otros autores destituidos absolutamente de crítica, y que procuraron acreditarse adulando a los pueblos con vanas etimologías de sus hombres, y con ridículas fábulas acerca de sus fundaciones y antigüedad. Nuestro autor que ha muchos años recogiendo documentos para escribir la historia del reino de Valencia, no pudo llevar con indiferencia esta superchería, y así publicó en un mismo año, primero una Carta satírica precedida del siguiente epígrafe:
8. Víctor D. Juan de Alarcón
y el Fraile de la Mercé,
por ensuciar la paré,
y no por otra razón.
Carta gratulatoria de un cosmopolita al autor de la obra intitulada: Atlante español, etc. etc. etc. Valencia, por Salvador Faulí, 1787, en 8.° Y después la Carta crítica citada en el número anterior, en la cual prueba todo lo ofrecido en el título.
9. Inscripciones de Cartago Nova, hoy Cartagena en el reino de Murcia, ilustradas por el Exmo. etc. Madrid, por D. Antonio Sancha, 1796, en 4.°
10. Noticia de la inscripción puesta sobre la puerta nueva del muelle de la ciudad de Alicante, manuscrita. Es una crítica de aquella inscripción colocada en el año 1776, que es sumamente bárbara.
11. Ilustración a las inscripciones y estatuas antiguas que se hallaron en la villa de Almazarrón, reino de Murcia, en el año 1776, manuscrita.
12. Carta que el conde de Lumiares escribió a los reverendos padres mohedanos, autores de la historia literaria de España, sobre un texto mal entendido que se halla en el libro III de la obra de Estrabón: lo escribió en 1786, manuscrito.
Este pasaje está en el tomo 2.° página 277 de la historia literaria de España, en donde dicen los mohedanos: “También sobresalía Denia entre las demás ciudades griegas, por el fano que había en su templo de Diana, situado en el promontorio Ferrario, hoy cabo Martín. Verosímilmente servía su torre para avisar de noche con su luz a los navegantes de la cercanía de la costa, y del lugar donde se hallaban, y de día era atalaya para registrar las naves que surcaban por el Mediterráneo.”
Nuestro Lumiares estaba trabajando por aquel tiempo una obra sobre la ciudad de Denia, intitulada Dianium, con cuyo motivo había leído muy bien a los autores que tratan de ella; y advirtiendo que los padres mohedanos citaban a Estrabón, les escribió esta carta impugnándolos con moderación, y probando con el texto a que se referían que lo habían entendido mal.
13. Observaciones sobre la antigua situación de la colonia Illici, 1778, manuscrito. (Gregorio Mayans Siscar publicó también Illici, Élig, Elche)
Prueba en ellas que Illici no estuvo en el sitio en que hoy está Elche, como ni en el de la Alcudia, según afirman muchos, sino en la orilla del mar, a media legua del río Segura, en la falda del montecillo Molar.
14. Carta al Sr. D. Juan Antonio Mayans y Siscar, canónigo de la santa iglesia metropolitana de Valencia, dándole noticia de los descubrimientos hechos en la Alcudia, inmediata a la villa de Elche, con notas a la relación que se publicó en la gaceta de Madrid, 1776, manuscrito.
Ciertos caballeros de Elche con algunos que se tenían por eruditos hicieron algunas excavaciones en la Alcudia, media legua de aquella villa, y publicaron haber encontrado varias antigüedades muy recomendables, y que manifestaban haber existido allí alguna grande población, que sin duda quisieron decir sería Elche. Esta relación se puso en la gaceta de Madrid, y en una de Holanda. Lumiares que conoció luego el engaño, pronto lo registró todo personalmente, e hizo ver no eran más que ruinas de una casa de campo lo que llamaron baño, un traascolador para el mosto, cuando se hacá vino: y las pinturas al fresco un friso de almagra y ocre &c; y para que aquellas noticias publicadas en la gaceta no corrieran por más tiempo, con riesgo de inducir a error a los que se ejercitan en el estudio de las antigüedades, envió el Sr. conde sus observaciones a la real academia de la historia.
15. Noticia del pavimento mosaico que existe en la villa de Murviedro, reino de Valencia, dirigida al erudito Sr. D. J. S., literato romano, por el Exmo. Sr. conde de Lumiares, manuscrita.
Se trata del descubrimiento de este precioso vestigio de la antigüedad romana; y se prueba que aquel pavimento no fue de algún templo, sino de un panteón.
16. Dianium, o bien sea la ciudad de Denia, manuscrito que quedó en algunos borradores.
17. Reglas para copiar con exactitud las inscripciones antiguas P. E. C. D. L. Vale
, por José y Tomás de Orga, 1787, en folio. Acompaña una carta, en la que incluye otra del Exmo. conde de Floridablanca, exhortando a los pueblos se sirvan copiar las inscripciones que haya en sus distritos. Es papel curioso.
D. JUAN BAUTISTA ANTEQUERA Y RAMADA. 1808.
Presbítero, nació en la villa de Benaguacil en 1749: fueron sus padres Mariano Antequera y Francisca Ramada. Estudió la filosofía y teología en la universidad de Valencia, graduándose de doctor de esta última facultad en Gandía en 1769. En 1770 se le confirió la primera clerical tonsura, menores, y el subdiaconado; en 1772 se ordenó de diácono, y últimamente, habiéndose trasladado a Roma, fue ordenado allí de presbítero en 1776. Vuelto a Valencia, obtuvo una de las capellanías del hospital general de esta ciudad, la que sirvió hasta el mes de enero del año 1787, que fue nombrado penitenciario de la real iglesia de nuestra señora del Buensuceso en la corte, y en 6 del mismo cura castrense de la iglesia parroquial de S. Millán de Madrid.
Vuelto a su patria Benaguacil, y siendo beneficiado de su iglesia, le alcanzó la muerte por los años de 1808. Escribió.
1. Poesías insertas en los Diarios de Valencia, bajo las iniciales de J. B. A. Impresas en Valencia, imprenta del Diario 1800, en un tomo en 4.° separado. Poe ellas, y otros muchos manuscritos que corren sueltos, se ve su numen, gracejo y facilidad en la poesía, en especial para lo jocoso y extravagante.
2. También escribió su viaje a Roma con estilo divertido, que quedó manuscrito.
FR. AGUSTÍN ARQUES Y JOVER. 1808.
Religioso de nuestra señora de la Merced, nació en la villa de Concentaina en 30 de abril de 1734, recibió el agua del bautismo día 2 de mayo en la parroquia mayor de santa María, tomó el hábito en el convento de santa Lucía de Elche en 19 de noviembre de 1750 de mano del padre maestro fray Vicente Muñoz, provincial; estudió artes en Valencia, y teología en Elche. Acabados sus estudios leyó de ambas facultades con mucho crédito; se dedicó también con particular empeño al estudio de la historia, y logró un gran conocimiento en la eclesiástica y profana, y no contento con examinar lo que dicen los autores, pasó a registrar con incansable anhelo los archivos, protocolos antiguos de escribanos, y cuantos documentos podía haber a la mano. La religión premió su mérito con distinguidas condecoraciones, y honoríficos encargos, a saber, de regente de estudios, presentado y maestro de número en sagrada teología, comendador del convento de Segorbe, cuyo cargo renunció, visitador y comisario provincial de Orán. En 1778 le destinó al convento de Madrid, para el arreglo del archivo de la secretaría general de la misma; en el capítulo provincial de 1784 le nombró Coronista de la provincia de Valencia; en el de Orihuela de 1790 por elector general celebrado en el Puig en 1794 por elector general segunda vez, con honores, gajes y emolumentos de padre de provincia; en el de Toledo por socio general; y continuando en este destino, murió en el convento de Valencia en 14 de junio de 1808. Escribió. 1. Las glorias de María. Obra del ilustrísimo Ligorio, que tradujo del italiano, en 4.° dos tomos: el primero en Valencia, por José Esteban y Cervera: el segundo en Madrid por Blas Román, ambos en 1779, reimpreso en Valencia, por Benito Monfort, 1790, siempre en 4.° Al principio hay de nuestro autor una noticia histórica de la imagen de nuestra señora del Milagro de Concentaina.
2. Breve historia de nuestra señora del Milagro de Concentaina: trata de su origen, pintada por S. Lucas, y venerada en Jerusalén más de cuatro siglos; trasladada a Constantinopla, de donde fue traída a Roma, y de ella a Concentaina. Madrid, por Alonso Cano, 1805, en 4.°
3. Escritores de la religión mercenaria, manuscrito en folio, lo empezó a escribir por encargo de su orden.
4. Selva de materias predicables e instructivas para dar los ejercicios a los sacerdotes, primera y segunda parte, obra del dicho Ligorio, y traducida del italiano: un tomo en 4.° mayor.
5. Del conocimiento de Jesucristo considerado en sus misterios, y en lo que es por relación a Dios su Padre, por relación a las criaturas en general, a los hombres en particular, y a los bienaventurados en el Cielo, traducido en el año 1776 del francés, con una disertación sobre si es permitido leer el Evangelio en lengua vulgar: un tomo en 4.° manuscrito. (Sobre las Escrituras en lengua vulgar, léase a Joaquín Lorenzo Villanueva)
6. Ensayo de exhortaciones para los diferentes grados de enfermos, de las cuales pueden servirse útilmente los confesores y los fieles para auxiliarles: escritas en francés por el Sr. Blanchard, presbítero, traducido en 1776, en 4.° manuscrito.
7. Extracto de los capítulos generales del real y militar orden de nuestra señora de la Merced, celebrados desde el año 1587 hasta 1782 inclusive, donde se notan todos los que han concurrido, los electores etc.: un tomo en folio manuscrito, incluye varios instrumentos.
8. Extracto de los capítulos provinciales celebrados en Valencia, del real y militar orden de nuestra señora de la Merced, desde el año 1603 en que se separó de la de Aragón. Se notan todos los vocales que han asistido a ellos, los provinciales, prelados y demás electos, actas y asuntos tratados en su difinitorio etc.: un tomo en folio manuscrito.
9. Vida del Ilmo. Sr. D. Fr. Diego Chamochín de Ribera, maestro general que fue del real orden de nuestra señora de la Merced y obispo de Barbastro en el reino de Aragón: un tomo en folio manuscrito, que escribió a petición del reverendo P. Fr. Lamberto de Zaragoza, capuchino, el año 1785.
10. Registro del archivo del convento de la Merced de Toledo, y extracto de instrumentos, informaciones y profesiones etc.: un tomo en folio manuscrito.
11. Colección de instrumentos para la historia general de la Merced, fundaciones etc.: un tomo en folio manuscrito.
12. Carta apologética en defensa del estado religioso del Ilmo. Sr. D. Fr. Diego de Muros, obispo de Tuy y de Ciudad-Rodrigo, del orden de nuestra señora de la Merced, contra lo que escribió el P. Flores en su España Sagrada, tomo veinte y dos, al fin de la parte primera de la iglesia de Tuy: dirigida al reverendísimo padre fray Manuel Rico, continuador de la referida obra, fecha 28 de febrero de 1787, y carta del P. Fr. Francisco Méndez de 22 de marzo del mismo año, en que ofrece enmendar la vida del Sr. Muros en la reimpresión, en 4.° manuscrito.
13. Carta apologética en defensa de la inscripción que contiene una lápida situada en el arco o pasadizo del convento de la Merced de Barcelona, equivocadamente publicada por el abate Masdeu en el tomo nueve de su historia de España, en 4.° manuscrito, con una multitud de instrumentos que califican la inscripción verdadera, y el año de la fundación de la religión de la Merced, que fue en 1218.
14. Fragmentos y noticias para la vida de D. Fr. Sancho de Aragón, arzobispo de Toledo y religioso de la Merced, sacados del archivo de la iglesia de Toledo y otros, en 4.° manuscrito.
15. Notas varias de la Merced, o materiales para la historia de la provincia de Valencia y sus conventos para la historia general: tres tomos en 4.° manuscritos.
16. Archivo general en la mano, o compendio de todos los instrumentos manuscritos y papeles que contiene el archivo general de la Merced, situado en Madrid: tres tomos en 4.° manuscritos.
17. Informaciones del convento de Madrid, o extracto de las informaciones de los religiosos que han tomado el hábito en el convento de la Merced calzada de Madrid, desde su fundación hasta el presente, con índice etc.: un tomo en 4.° manuscrito.
18. Notas sobre algunos puntos de la historia del P. Juan de Mariana, especialmente por lo pertenecientes a la religión de la Merced, en folio manuscrito, y lo escribió en 1786: se halla citado por D. Vicente Noguera en las notas al P. Mariana, y tenía copia de él D. Manuel Monfort, impresor.
19. Vida del Ilmo. Sr. D. Fr. Gerónimo Rodríguez de Valderas, obispo de Badajoz y Jaén, del orden de la Merced, escrito en 1786, con otros.
20. Varios tratados para la historia de la Merced, manuscritos: este y el anterior juntos en un tomo en 4.°
21. Extracto del archivo del Exmo. marqués de la Romana, en folio manuscrito.
22. Casa de Maza de Lizana: se trata de muchísimas familias reales, tituladas y nobles, con quienes estuvo enlazada: dos tomos en folio manuscritos.
23. Casa de Caro Maza de Lizana, marqués de la Romana, y familias con quien ha enlazado: un tomo en folio manuscrito.
24. Casa de Ortiz de Almodóvar, y familias con quienes ha enlazado, hoy condes de Almodóvar: un tomo en folio manuscrito.
25. Registro del archivo del convento de S. Francisco de Concentaina, y varios tratados para la historia de dicha villa, patronatos y genealogías, en folio manuscrito.
26. Notas varias y extracto de los notarios, archivos, y otros papeles e instrumentos de la villa de Concentaina, con el principio de la historia de dicha villa y materiales para concluirla: seis tomos en 4.° manuscritos.
27 Disertación o informe a petición del rector y clero de santa María de Concentaina, sobre el verdadero patronato de la virgen del Milagro, y de S. Hipólito mártir, patronos principales de dicha villa, en folio manuscrito.
28. Carta apologética por el estado regular contra el papel intitulado: Discurso cristiano y político, en que manifiesta lo perjudicial que es al estado la actual multitud de sermones, que escribió D. Francisco Irigoyen, cura del lugar de Arganda, arzobispado de Toledo: un tomo en folio manuscrito.
29. Epítome de la vida de S. Hipólito mártir, patrón principal de Concentaina, en 4.° manuscrito.
Hay otros varios informes y papeles repartidos entre diferentes sujetos.
FR. FRANCISCO BREVA. 1808.
Natural de la ciudad de Valencia, nació día 7 de mayo, año 1752, fue bautizado en la parroquial de S. Esteban, y pila en que recibió el agua del bautismo S. Vicente Ferrer. Después de los primeros rudimentos vistió el hábito de S. Agustín en el convento de su patria, siguió la carrera de los estudios empezando el curso de filosofía en 1766, y concluido defendió públicamente conclusiones de toda la física con general aplauso, y con el mismo después de terminado el curso de teología en 1773, defendió otras de esta facultad, dejando admirados a cuantos concurrieron a ellas, el ver un joven de veinte y un años con tanto saber y lucimiento. En la edad de veinte y dos años obtuvo la lectoría de filosofía, en seguida la de teología, y sin perjuicio de esta lectura, emprendió la carrera de la universidad literaria de Valencia, en la que en 1781 se graduó de doctor teólogo, siendo su presidente en el acto de conclusiones el padre maestro fray Facundo Sidro Vilaroig (del que hablaremos en su lugar): estudió por dos años continuos el griego y hebreo, sosteniendo en 25 de marzo de 1792 en el teatro de la escuela el difícil acto de esta lengua, para obtener la candidatura prescrita en el plan de estudios de dicha universidad, del cual habla el Diario de Valencia de 4 de abril del mismo año. Estudió también el árabe, en que logró instruirse. En 16 de junio de 1793 sostuvo el otro de lengua griega, quedando aprobados ambos actos, por lo que recibió en 3 de julio de dicho año la borla de candidato en las dos lenguas, de todo lo cual habla el Diario de Valencia del 16 de agosto de aquel año.
Fue catedrático temporal de teología moral de dicha universidad; y últimamente, después de hecha una lúcida oposición, logró la cátedra de disciplina eclesiástica, y en seguida la perpetua de curso de teología en 1795. En su religión fue maestro y difinidor general. Murió en el convento de S. Agustín de Valencia en el mes de septiembre de 1808. Escribió:
1. Sermón de S. Juan de Sahagún, vulgo Facundo. Díjole en el capítulo provincial de agustinos calzados, en la iglesia de S. Agustín de Valencia a 11 de mayo de 1802. Valencia, por José de Orga, dicho año, en 4.°
2. Diálogos de los muertos, en que se procura inspirar horror al vicio y saludables máximas de virtud. Valencia, por dicho Orga, 1803, en 8.° Contiene treinta diálogos.
3. Sermón de santo Tomás de Aquino en el convento de predicadores de Valencia, díjole día 7 de marzo de 1804. Valencia, por dicho, y año, en 4.°
4. Exposición del santo Evangelio, que comprende los seis primeros capítulos de S. Mateo. Valencia, por dicho Orga, 1807: un tomo en 8.° Quedando a punto de imprimir los dos restantes manuscritos en dicho convento.
D. JOSÉ MIRALLES Y GUMIEL. 1808.
Marqués de las Torres de Carruz, natural de la villa de Elche, regidor del ayuntamiento de la ciudad de Valencia; fue catedrático de Instituta en su universidad, y después oidor de su real audiencia, hasta que por su avanzada edad se jubiló en 1802. Murió en Elche a 31 de octubre de 1808. Escribió.
1. Oración exhortatoria, que en la abertura del tribunal el día 2 de enero de 1801 dijo, haciendo las veces de regente, por ausencia de su propietario. Valencia, por D. Benito Monfort, dicho año, en 4.°
2. Discurso sobre lo útil y aun necesario que se cree ser a los campos de la huerta de esta ciudad el estiércol y polvo que se saca de sus calles, y perjudicial a la salud pública que permanezca en ellas. Lo publica la real sociedad de amigos del país de Valencia. Valencia, por D. Benito Monfort, 1788, en 4.°
Trabajó el autor esta obra por encargo de la sociedad de amigos del país de esta ciudad. Después de hablar en este escrito de la necesidad que tiene la huerta de Valencia de todo género de estiércol, estimación de sus campos por la producción de sus tierras, subsistencia y conservación de los cosecheros, e interés de los propietarios; trata de la inutilidad que a estos resulta por el beneficio del polvo y estiércol de las calles de Valencia, así para aumento de las cosechas, como por el interés y provecho de los colonos; hace ver que siendo una de las primeras cosechas la del cáñamo, ha hecho ver la experiencia que el barrido de las calles es el mejor abono para aquellos, porque comunicando a los campos cierta materia sutil, untosa y disoluble, que es la más propia y activa para la nutrición del cáñamo, ayuda infinito para tenerlos buenos, y a que se críen con lozanía, teniendo con ello muy buenas cosechas. Contiene además muchas curiosidades dignas de que las lean los amantes de la agricultura.
FR. BASILIO TOMÁS ROSELL. 1808.
Religioso agustino, nació en Castellón de la Plana en 14 de junio de 1731, fueron sus padres José y María Clara Viciano; estudió en la universidad de Valencia artes y teología, graduándose de esta facultad y después del moral siguió la carrera de curatos haciendo algunas oposiciones, pero renunciando al siglo, vistió el hábito de S. Agustín en el convento de Valencia, en cuya religión obtuvo los honores de presidente varias veces, y prior del convento de S. Aguas Vivas, cuyo retiro le procuró el mismo para vivir según el rigor de las leyes y práctica de vida común. Murió en el convento de S. Agustín de Valencia en junio de 1807. Escribió:
1. El Monacato o tardes monásticas, en que hablándose en general de las obligaciones y costumbres de los monjes, se desciende en particular a las de los agustinianos. Valencia, por Salvador Faulí, 1787, en 4.°
2. Disertación sobre la antigüedad y continuación no interrumpida de la orden de S. Agustín, y sobre el verdadero lugar en que fue fundado el monasterio servitano o setavitano. Valencia, por Salvador Faulí, 1804, en 4.° En la librería del real convento de Aguas Vivas se conservan manuscritas de letra de este autor las obras siguientes.
3. Traducción de los cuatro libros de doctrina cristiana de S. Agustín, según la edición de los padres de S. Mauro, con las notas de estos y otras del traductor.
Esta obra estaba para publicarse, pero se sobreseyó en las diligencias por haberse impreso otra versión de la misma en Madrid.
4. Orden de erudición, escrito por S. Agustín para los jóvenes, y traducido por Fr. B. T. R. Esta obra está en el libro segundo de ordine del mismo S. Agustín, desde el capítulo 9 hasta el fin del libro.
5. Vida de S. Antonio, escrita por S. Atanasio, y traducida sobre el original griego. Consta de treinta y tres capítulos.
6. Vida de S. Hilarión, escrita por S. Gerónimo. Consta de diez y ocho capítulos.
7. Vida de S. Pacomio, abad de Tábana, escrita por un autor griego, y traducida al latín por Dionisio el pequeño. A estas tres versiones precede su respectivo prólogo del traductor.
8. La Escala Santa, o gradas para subir al cielo, compuesta por S. Juan Climaco, abad del monte Suay, traducida del griego al francés, y de este al español.
9. Un tomo de tardes monásticas distinto de las impresas. Contiene once tardes.
10. Un cuaderno de setenta y seis páginas en 4.°, contiene veinte dudas, y sus resoluciones sobre la vida común.
11. Exposición del cantar de los cantares, incompleto, sólo abraza los dos primeros capítulos.
Sempere y Guarinós en el tomo quinto de su Biblioteca hace mención de este autor, y de su hermano D. Antonio Rosell, del que hablaremos en su lugar.
P. ANTONIO EXIMENO. 1808.
Jesuita, nació en Valencia en 26 de septiembre de 1729, en el siguiente día fue bautizado en la parroquial de S. Pedro apóstol de dicha ciudad, con los nombres de José, Antonio, Pedro, Vicente; sus padres fueron Vicente Eximeno y María Francisca Pujades (1: En el tomo XIX, que es el primero del suplemento al diccionario universal, histórico-crítico y bibliográfico, escrito en francés por una sociedad de literatos, impreso en París, 1812, hablando de nuestro Eximeno, dice que es hijo de Barbastro en el reino de Aragón, que nació en 1732, y coloca su muerte año 1798)
aprendió las humanidades en las escuelas de la universidad, a cargo entonces de los padres jesuitas, siendo su maestro de retórica y poesía el célebre padre Tomás Serrano, del que trata Ximeno al año 1748, y yo en su lugar; bajo la dirección de tal preceptor hizo rápidos progresos, dando evidentes pruebas de su instrucción en la lengua latina e igualmente de su numen poético, como lo manifestó en el certamen celebrado en el colegio de S. Pablo día 25 de julio de 1745, del que después se imprimió una relación a nombre de D. Joaquín Castelví, hecha por dicho P. Serrano; en ella se leen las diferentes poesías latinas y castellanas que compuso nuestro Eximeno, causando tal admiración a los concurrentes, que a muchos de ellos pareció ser imposible el desempeño de cuanto veían; entre estos fue uno el Dr. D. Nicolás Morera, que murió canónigo doctoral de la metropolitana de esta ciudad; y queriendo comprobar en su presencia si lo prometido se hacía sin fraude alguno, convidó a su casa los certantes, dándoles asuntos para que compusieran, y a Eximeno como más sobresaliente le dio dos muy diferentes, y quedó sobre manera admirado y sorprendido al ver que dictaba de repente a dos escribientes versos latinos de diferentes especies, ejecutándolo también otros condiscípulos, quedando desengañados y prorrumpiendo en elogios al método de enseñanza del P. Serrano, y del numen y facilidad de nuestro Eximeno: cuyo suceso con los versos compuestos en esta ocasión se publicó al fin del referido certamen, y también en una relación separada del mismo. Inclinado a la religión de la compañía, solicitó ser admitido en ella, y atendidas sus sobresalientes prendas, se le vistió la sotana en 15 de octubre de 1745; concluida con lucimiento su carrera, fue nombrado maestro de retórica y poesía de los estudios de la universidad de Valencia, y también del seminario de nobles de S. Pablo, en cuyo destino descubrió los muchos quilates de su talento e instrucción, mereciendo grandes elogios las oraciones latinas que dijo en el teatro de dicha universidad en los años 1756 y 1757 en la apertura de los estudios, y de las cuales la única que hay impresa se publicó por acuerdo y a expensas del ayuntamiento; lograron igualmente grande aprecio los sermones que predicó en diferentes iglesias; y del mismo modo el buen método de su enseñanza, que acreditó en un certamen que dispuso, y en que demostraron sus discípulos la mucha instrucción que bajo la dirección de tal maestro habían adquirido en la lengua latina y poesía.
Dio también el P. Eximeno muchas pruebas de su numen poético en la tragedia que compuso para el certamen, y en los versos o dísticos que existen, aunque ya muy deteriorados, sobre la puerta de la botica del hospital general de Valencia, alusivos a estar allí embebido en las medicinas el depósito de la salud, y exterminio de toda enfermedad; y ya que no se pueda lograr una entera colección de sus metros (cosa que sería del mayor aprecio), copiaremos al menos los insinuados dísticos:
Pallida mors ingressa istos quatere ipsa Pennates
Hac conversa oculos palluit illa magis
Heus, inquit, quot tela mihi mortesque parantur?
Sic ait; et trepidans, qua data porta fugit:
Ergo qui misere languent haec tecta subisti,
Edoctus possis unde valere, vale.
Otro dístico de semejante estilo fijó en el techo de la misma botica, que manifiesta bien el espíritu del que lo hizo.
Mille agitant morbi, mille ulcera, mille dolores,
Una domus causas mille salutis habet.
Se le destinó después a la enseñanza de las matemáticas en dicho seminario de nobles, y los adelantamientos que hizo en esta nobilísima ciencia le proporcionaron tal concepto, que los sabios alemanes imprimieron en Viena sus observaciones sobre el paso de Venus por el disco solar, junto con los de otros insignes matemáticos.
Deseoso el Sr. D. Carlos III de ilustrar con buenos maestros el colegio que fundaba en el alcázar de Segovia, para instrucción de los cadetes del real cuerpo de artillería, nombró a Eximeno para catedrático de matemáticas en el año 1764, elección que sintió sobremanera un rival de las glorias de Valencia y del instituto del agraciado, dando a conocer su genio pueril y frívolo componiendo el siguiente epigrama:
In jesuetani artis tormentariae professorem
Filius Ignatii tradit praecepta tonandi:
Tela placent nato, quae nocuere Patri.
Como si la herida de S. Ignacio no le hubiera ennoblecido por habérsele ocasionado en defensa de la patria, y dado motivo para llegar a tan alto grado de santidad, y no fuese ocupación propia de un religioso jesuita enseñar las matemáticas, para que con su auxilio pudiera triunfar la patria y la religión en el caso de ser invadida por sus enemigos.
La elección de Carlos III no pudo ser más acertada, el colegio adquirió desde luego una gran fama, Eximeno sacó excelentes discípulos, contándose entre ellos el teniente general D. Tomás Morla, cuya instrucción es bien notoria, como lo manifiestan las varias obras que ha publicado. Ocupado en este ejercicio sobrevino la expulsión de los jesuitas, hubo de marchar Eximeno, y establecido en Roma, su extraordinario talento, erudición universal y diferentes obras que publicó, le merecieron la estimación de los más ilustres profesores de las letras, y que los Arcades le admitiesen en su academia con el nombre de Aristógenes Megareo. En 1798, en virtud de real orden volvió a esta ciudad, y al seno de su familia, teniendo el consuelo de ver y tratar a dos hermanos suyos que le quedaban, edificó a todos con su modestia y aplicación literaria; admirando también el que sin embargo de su avanzada edad estuviera en disposición de publicar un libro sobre el carácter de Maquiavelo, del que después daremos razón: en 1801 volvió cediendo a la obediencia a Italia, bien que muy agradecido a la nueva prueba que le dio D. Carlos IV del aprecio que hacía de su grande mérito, mandando que se le satisfaciera todo el sueldo que disfrutaba cuando ejercía el cargo de primer catedrático de matemáticas del colegio de Segovia. Y permaneciendo en Roma, murió en 9 de junio de 1808. Eximeno ha merecido muchos elogios de los eruditos, el Ilmo. Sr. D. Francisco Cerdá y Rico, en el discurso de Hispanis purioris latinitatis cultoribus dice: Sed tacitus preterire non posunt Ant. Eximenum vulgatis aliquot orationibus, dum Valentiae in Collegio S. J. bonas litteras profiteretur, non minus disseras quam eruditis illustrem. El traductor en su carta al P. Mamachi le proclama por varón eruditísimo, excelente orador, filósofo profundo e insigne teólogo. El célebre P. Andrés en su obra del origen, progresos y estado actual de toda la literatura, tomo primero de la traducción, capítulo 8, página 504, le reconoce por muy versado en la matemática y en la música para conocer íntimamente la naturaleza de la una y de la otra, y muy sincero filósofo por decir libremente su opinión sobre la una y la otra. D. Raimundo Diosdado Caballero, en su Bibl. Scrip. S. J. supplementa describe con mucho elogio su vida y escritos; y también la sociedad de sabios en el tomo diez y nueve del diccionario universal, impreso en París 1812, equivocándose en decir que era natural de Barbastro, y que siendo de corta edad se fue a Salamanca para estudiar las matemáticas (pues no salió de Valencia hasta tomar la sotana de jesuita), le alaba en gran manera. Escribió:
1. De sinceritate sacrae doctrinae. Oratio habita in Academia Valentina XV kalend. Nov. ann. 1757. Ab Ant. Eximeni, sacerdote soc. Jesu Valentino Rhetorices professore edita in lucem ex decreto et impensis Valentini Senatus. Valentiae, apud Benedictum Monfort, 1757, en 4.°
2. Certamen literario, en el cual el seminario de nobles de S. Ignacio de la compañía de Jesús, con los alumnos de las escuelas que la muy ilustre ciudad de Valencia instituyó en dicho seminario, ponen a la vista de su muy ilustre patrona el acierto que tuvo en su institución. Le dedica a la misma nobilísima ciudad el P. Antonio Eximeno, maestro de retórica y poesía en dichas escuelas. Valencia, por dicho Monfort, 1758, en 4.°
3. Observatio transitus veneris per discum solarem facta in Regia specula una cum Christiano Regner. Impresa con las observaciones de Eximen y otros en Viena de Austria en 1761.
4. Sermón que en la fiesta que se celebró en la parroquial iglesia de santa Catarina mártir de esta ciudad, en el año 1762, día 26 de noviembre, a los veinte y cuatro cuerpos de mártires dijo. Valencia, por dicho, 1763, en 4.°
5. Sermón que en la fiesta que celebró la Esclavitud de Jesús nazareno en el convento de la Trinidad descalza de Valencia, colocando a su patrona la Concepción de María en el altar de Jesús nazareno, día 4 de abril de 1763. Valencia, por dicho y año referido, en 4.°
6. Oración que en la abertura de la real academia de caballeros cadetes del cuerpo de artillería nuevamente establecida por su majestad en el real alcázar de Segovia dijo::: en 16 de mayo de 1764. Madrid, por Eliseo Sánchez, dicho año, en 4.° mayor.
En ella demuestra la necesidad de estudiar el arte de la guerra por principios. Para esto propone por pruebas varios ejemplos de casos en que la práctica y la experiencia más constante y autorizada ha tenido que ceder al cálculo y a la teoría. Confesemos, continúa nuestro Eximeno, que cuando se ensalza la práctica para abatir la teórica, se habla de mala fe. Bajo de la voz práctica se escuda nuestra ignorancia, y cortamos con ella el nudo del estudio a que se nos quiere obligar; pero de esta ignorancia se sigue tal vez que en los lances, aun contra nuestra intención, somos traidores al Reyque nos mantiene y nos honra, poniendo en nuestras manos la fuerza de su imperio, la justicia de sus derechos, la felicidad de la Nación. Digo y repito que la experiencia y la práctica son las madres de las ciencias y de las artes; pero la práctica sin ciencia ha sido siempre el mayor obstáculo para el progreso de ellas:::
7. Cuatro respuestas muy graciosas a los autores de las efemérides de Roma del año 1774, que impugnaron su obra sobre la música, impresas sin nombre de autor ni lugar de impresión, en 4.°
8. Vaticinium calcantis ode. Empieza: Qua fons beatis sedibus, se halla en Poesíe degli Academici oculti etc. impresas en Roma, por Juan Zempel, en 1777, en 4.°
9. De l'origine e della regole della musica, colla storia del suo progreso, decadenza, é rinovazione, opera di Don Ant. Eximeno fra i Pastori Arcadi Aristosseno Megareo, dedicata all'augusta Real Principesa María Antonia Balburga di Babiera (Baviera, Bayern) Elettrice Vedova di Sassonia (Saxsen, Sajonia), fra le Pastorelle Arcadi Ermelinda Talea. Roma, 1774, nella stampería di Michel Angelo Barbiellini, en 4.° mayor. Esta obra, dice el autor, es útil a los profesores jóvenes, que aún conservan el entendimiento flexible a la razón; pero ¿qué no dirán, añade, aquellos maestrazos de contrapunto, en quienes con la edad se han envejecido las preocupaciones, y que hablando misteriosamente del arte de la música, se hacen respetar como oráculos precisamente, porque no se comprende lo que dicen? el mejor partido que estos pueden tomar es no leer esta obra, de la cual no sacarán otro fruto que inquietarse inútilmente. Por lo que mira a la teoría, hablo con los filósofos, y por lo que toca a la práctica, con los jóvenes amantes de la música. Así se explica nuestro autor, que habiendo sido en España profesor de artillería, y en ella había persuadido la necesidad de las matemáticas para el arte de la guerra; en Italia, donde tanto florecen, y que debe considerarse el país de los encantos de la música, concibió el designio de demostrar la inutilidad de ellas para la misma, e impugnando las ideas de los griegos, y teorías de Tartini, Euler, Romeau y D'Alembert, inventó un nuevo sistema fundado, no sobre cifras, figuras ni raciocinios matemáticos, sino sólo sobre la observación de la naturaleza, de la cual dedujo las reglas de la música, y la hizo volver a entrar en la verdadera filosofía. Esta obra tuvo varias contradicciones por parte de los que envejecidos en la observancia de los sistemas antiguos, no llegaban a conocer la poderosa fuerza de las razones que alegaba; y no solamente los italianos sentidos de que un español quisiera enseñarles nuevas reglas sobre un arte en que tanto creían haber adelantado procuraron impugnarla, sino que también quiso hacerlo un maestro de capilla de Alicante, publicando un tomito con el título de: Impugnación del origen y reglas de la música escritas por el abate Eximeno. Murcia, Juan Vicente Teruel, 1802, en 4.° El maestro de capilla lo era D. Agustín Iranzo y Herrero. Pero los eruditos de diferentes partes de Europa se empeñaron en celebrar este grande proyecto, extender por todas partes el extraordinario mérito del autor, y sinó véanse las noticias literarias de Florencia de 1774, donde dice: que la Italia, y las naciones extranjeras, le serán tan obligadas, como lo son a los que introdujeron la filosofía moderna; y el Monthly review, o revista mensual de Londres, al anunciarle, empieza de esta suerte: “Esta es una producción de primera clase, respecto al verdadero gusto, vasta erudición y filosóficas discusiones.” Formó tal concepto de esta obra un sujeto tan hábil como lo era D. Francisco Antonio Gutiérrez, capellán de su majestad, y maestro de capilla de las religiosas de la Encarnación de Madrid, que la tradujo e imprimió para ilustrar a los profesores de música, confesando que más había aprendido con la lectura de esta obra, que con los muchos años que había empleado en el estudio de esta ciencia. Dicha traducción se imprimió en Madrid, en la imprenta real, 1796, en tres tomos en 8.° mayor con veinte estampas y diez viñetas alegóricas. El mismo Gutiérrez tradujo al castellano la obra antes insinuada en el número, e imprimió con este título: Duda de D. Antonio Eximeno sobre el ensayo fundamental práctico de contrapunto del muy reverendo fray Juan Bautista Martini, traducida del italiano. Madrid, en 8.° mayor.
Este tomo sirve de continuación o tomo cuarto de la obra anterior, pues dice Eximeno que es muy del caso para ilustrar y confirmar cuanto dice en la referida obra, en orden a la inutilidad del canto fermo, para aprender las verdaderas reglas de armonía, y sobre la falsedad de las antiguas reglas del contrapunto.
10. Dubbio sopra il Saggio di contropunto del P. Martini. Roma, en 8.°
Era el célebre P. Martini reputado en Italia por el Dios de la música, consultándole de todas partes como a oráculo; pero nuestro Eximeno, que como gran filósofo no se dejaba arrastrar de las opiniones vulgares, ofreció al Dios de la música el incienso de esta obrita, que incomodó tanto a Martini, que le costó una enfermedad. Los discípulos y partidarios de dicho padre suscitaron contra Eximeno una fiera persecución, escribiéndole varias cartas llenas de improperios, al mismo tiempo que los periódicos de Milán y Florencia le llamaban el Newton de la música, y en Londres autor original.
11. 11.° Lettera del Sig. Abate D. Ant. Eximeno al R. P. M. Fr. Tomasso María Mamacchi, sopra l'opinione del Signor Abate D. Gioviani Andres intorno alla letteratura ecclesiastica de secoli barbari. Mantova, 1783, en 8.°
Había remitido nuestro autor al abate Pezzuti, principal redator de las Efemérides literarias de Roma, el extracto de la obra del origen, progresos y estado actual de toda la literatura, para que la insertara en su Diario, según había hecho con algún otro. Publicado que fue, advirtió que se le habían truncado y variado algunos pasajes acerca de la literatura eclesiástica de los siglos bárbaros, y que lejos de expresarse en él la verdadera opinión sobre el estad miserable de la literatura de aquellos tiempos, se había desfigurado su pintura. Reconvenido el abate Pezzuti, respondió que aquellas enmiendas se habían hecho por mano superior; y suponiendo Eximeno que esta sería la del P. Mamacchi, como maestro del Sacro Palacio y Censor, le escribió esta carta, en la que le hace cargo de la libertad que se había tomado, y vindica la opinión del Sr. abate Andrés. Esta obra tradujo al castellano el Sr. D. Francisco Xavier Borrull, discípulo del autor, y se imprimió en Madrid por D. Antonio Sancha, 1784, en 4.°
12. Ant. Eximeni Presbyteri Valentini, de studiis philosophicis et mathematicis instituendis ad Virum Clarissimum, suique amicissimum Johan Andream liber unus. Madrid, imprenta real, 1789, en 8.°
13. Ant. Eximeni Institutiones philosophicae, et mathematicae. Madrid, imprenta real, 1796. Dos tomos en 8.°, impreso de orden y a expensas de su majestad. Envió el tomo que seguía a estos por mar, y cayó el barco en manos de un corsario; y aunque después de mucho tiempo y diligencias pudo recobrarse el escrito, las circunstancias del tiempo impidieron su impresión.
14. Sermón de honras del Rey D. Carlos III de España, predicado en Roma.
15. El espíritu de Maquiavelo; esto es, reflexiones de D. Antonio Eximeno sobre el elogio de Nicolás Maquiavelo, dicho en la academia florentina por Juan Bautista Bandelli en el año 1794, traducidas del italiano al castellano, corregidas e ilustradas con un prólogo y dos disertaciones: la una sobre el valor militar en defensa de la religión cristiana; la otra sobre la versión de Aristóteles, de que se sirvió santo Tomás para comentar los libros de política: dedicado a D. Juan Bautista Muñoz, cosmógrafo mayor de las Indias, y discípulo de Eximeno. Valencia, por Benito Monfort, 1799, en 8.° mayor.
16. Apología de Miguel de Cervantes sobre los yerros que se le han notado en el Quijote. Madrid, imprenta de la administración del real arbitrio, 1806, en 8.° mayor; a no ser esta obra la anotada como manuscrito al número 20.
17. Tragedia de Amán, que se representó en un certamen en san Pablo de Valencia en 1758, manuscrita.
18. Un intermedio chistoso con el título de Apolo medallista, representado en dicho certamen, contra los excesos que cometen algunos en la explicación de las medallas, manuscrito.
19. Investigaciones músicas de D. Lazarillo Viscardi, cinco tomos en 8.° manuscritos.
20. Apología de la historia de D. Quijote de la Mancha sobre algunos errores que le atribuía D. Vicente de los Ríos en la vida que publicó Cervantes, manuscrito.
21. El lazarillo de la música, o sea una severa crítica de ella: el original manuscrito de esta bra lo posee el Sr. Puig, del consejo y cámara de su majestad, y es obra diversa de la impresa, y producción de nuestro Eximeno.
En el libro de fiestas celebradas en Valencia al tercer siglo de la canonización de S. Vicente Ferrer, a página 142 se hallan doce sonetos de nuestro autor, compuestos a los doce venerables hijos de pila de S. Vicente.
El diccionario universal, histórico &c de que antes he hablado, en el artículo de Eximeno, a la página citada, atribuye dos obras más a nuestro autor, las que dudo sean de él; la primera es: historia militar española. Segovia, 1769, en 4.°; la otra: Manual del artillero, 1772, en 8.°
VICENTE VIÑES. 1808.
Natural de la ciudad de Valencia, maestro del arte mayor de la seda, muy inteligente en su facultad, y por ello en 1778 fue creado socio de mérito, y justicia de la real sociedad de amigos del país de dicha ciudad, y también vocal perpetuo de la real junta de comercio y agricultura de la misma: fue muy amante de los adelantamientos de su facultad, hasta ofrecer premios a los que imitasen algunos tejidos forasteros, como se lee en el Diario de 20 de diciembre de 1791. Falleció en Valencia a 16 de enero de 1808, dejando la siguiente obra a punto de dar a la prensa con todas las aprobaciones.
1. Diálogo instructivo para la enseñanza e ilustración de jóvenes por principios en el arte de fabricar toda clase de tejidos de sedas, en 4.° manuscrito.
D. BALTASAR MARÍA ALEMANY. 1808.
Natural de la ciudad de Valencia, bautizado en la parroquial de S. Pedro, e hijo de D. José, abogado consistorial de dicha ciudad, y doña Rosalea Gisbert, hija de D. José Gisbert y Sanchis, abogado que fue también consistorial de dicha ciudad; después de los estudios de filosofía y leyes, se graduó de licenciado en esta facultad; fue muy inclinado a las letras, y hubiera sido muy útil a la república literaria si no hubiera perdido la vista en la flor de su edad; sin embargo se hacía leer, y aun dictaba algunas producciones suyas; pro la muerte que se lo llevó aún siendo joven, nos privó de este literato. Murió por el año 1808 en la parroquia de S. Juan. Escribió:
1. El padre cruel, novela. Córdoba, 1804, en 8.°
2. Las bodas del rey de Granada, novela. Córdoba, 1804, en 8.° Son traducidas del francés.
2. El Demofonte. = Dido abandonada, ambas en verso endecasílabo. Son óperas traducidas del Metastasio.
4. El Sífar.
5. El sacrificio de Abrahan, traducción del mismo Metastasio.
6. La Betulia libertada, en romance endecasílabo.
Piezas originales.
7. La muerte de D. Juan de Austria, pieza de estado trágica.
8. El triunfo de la razón, pieza alegórico-moral en tres actos, que se representó en la enseñanza de S. Nicolás de Valencia.
9. Examen poético, se representó en la misma.
10. La noche feliz, o nacimiento del Hijo de Dios.
11. El calvario, o las siete palabras, melodrama.
12. La conversión de la Magdalena, unipersonal.
13. La muerte de Lautero.
14. Tiene además infinitas cantilenas e idilios insertos en el Correo de Valencia y Diario de las misma.
D. RAMÓN CAMPOS. 1808.
Nació en la villa de Burriana, de donde siendo aún muy niño se trasladó con sus padres a la de Nules, motivo porque creyeron algunos era natural de esta villa; poco después su tío, llamado D. José Pérez, dignidad de arcediano de Chinchilla en la catedral de Murcia, se lo llevó a aquella ciudad, haciendo sus estudios en el colegio de S. Fulgencio de la misma, de donde salió tan aprovechado, que entre otros muchos opositores, siendo uno de ellos el Ilmo. Sr. D. Antonio Posadas Rubín de Celis, obtuvo la cátedra de teología, y este la de cánones, contando ambos sólo la edad de diez y siete a diez y ocho años; y dedicándose después nuestro Campos con predilección a la física, hizo oposición a la cátedra de esta ciencia en los reales estudios de S. Isidro de Madrid. En un encuentro con los franceses en el primer año de la guerra de independencia murió en la Mancha, cerca de Belmonte, en 1808. Escribió:
1. Sistema de lógica. Madrid, 1790, en 8.°
El objeto de esta obra es ordenar en un sistema sencillo todas las funciones del entendimiento en busca de la verdad, y reducir a las menos y más claras palabras cuanto pertenece a la verdadera lógica.
2. La economía reducida a principios exactos, claros y sencillos. Madrid, imprenta de D. Benito Cano, 1797, en 8.°
3. El Don de la palabra en orden a las lenguas y al ejercicio del pensamiento, o teórica de los principios y efectos de todos los idiomas posibles. Madrid, por Gómez Fuentenegro, 1804, en 8.°
P. JOAQUÍN DEMPERE. 1808.
Natural de Alcalá de Chisbert, reino de Valencia, religioso gerónimo, vistió el hábito en el real monasterio de S. Miguel de los Reyes, en el que fue prior, visitador general de Castilla, y en el capítulo general celebrado en el real monasterio de S. Bartolomé de Lupiana, fue elegido general de su orden. Murió en la Valle del Duque en martes, tercer día de carnestolendas (carnaval) 1.° de marzo de 1808. Escribió:
1. Razón del tiempo y noticia individual de las Pascuas de todos los años de la Era Cristiana, desde su principio hasta el siglo XXIX, en tres tablas que manifiestan año por año.... Valencia, oficina de Miguel Esteban y Cervera, 1806, en 4.°
D. ANTONIO SUÁREZ. 1808.
Natural de la ciudad de Valencia, se dedicó desde su juventud al estudio de la escultura con tal aplicación, que en 6 de noviembre de 1776, siendo cuatro los opositores, en la edad de veinte y ocho años fue agraciado con el primer premio de dicha facultad por la real academia de las nobles artes de S. Carlos de Valencia; pero cuando se esperaba continuase en esta arte, con motivo de su casamiento con una hija de platero, dejó aquel, y se hizo maestro de este colegio; pero siempre entregado a buscar antigüedades se dedicó a ellas, comunicándole algunas al Exmo. Sr. Príncipe Pío, conde de Lumiares: copió cuantas lápidas se hallaban en Valencia, Murviedro y otras partes; juntó un buen monetario, que por falta de medios lo vendió a un americano; tenía una librería regular con muy buenos libros y varios manuscritos, que en su muerte, acaecida después de una larga enfermedad a mediados del año 1808, se desaparecieron. Escribió:
1. Adiciones a la obra: Resumen histórico de la fundación y antigüedades de Valencia. Valencia, por José Esteban, 1805, en 4.° Tienen mucho mérito por las noticias que encierra.
2. Disertación sobre una inscripción romana hallada en Valencia, junto al Almodín, en 4.°: manuscrito que tuve en mi poder, y regalé a D. José Ortiz, deán de Játiva, que en su Carta sobre el mismo asunto la cita.
D. MARTÍN BELDA. 1809.
Presbítero de la congregación de S. Felipe Neri, nació en Bocairente a 1.° de enero de 1734, estudió la filosofía en la universidad de Valencia, bajo la enseñanza del Dr. D. José Rausell, catedrático de esta facultad; logró una beca de colegial en el de Corpus Christi, fundación del beato Ribera; se graduó en dicha universidad de doctor en teología, y después de presbítero se retiró a la congregación, donde permaneció hasta su muerte, acaecida en esta ciudad día 21 de abril de 1809. Escribió:
1. Carta edificante: breve y sucinta relación de la vida cristiana y preciosa muerte de Vicenta Ascensio, donzella, que murió en 7 de mayo de 1801. Valencia, hubo diferentes impresiones en dicho año, en 8.°
2. Compendio de la vida del beato Ribera. Valencia, por José de Orga, 1802, en 8.°
3. Vida de la beata Catalina Tomás, natural de Mallorca, en 4.° manuscrita.
Esta obra es compendio de la que se publicó en folio poco después de la muerte de la beata, en cuyo trabajo tiró el autor a cortar mucho del follaje que viste los hechos (de) la sierva del señor. Es un tomo en 4.° de volumen regular, y existe original en poder de D. Mateo Borja, beneficiado de la parroquial de S. Esteban. Su autor trataba de publicarla, y para este fin tiene dicho original una breve aprobación del maestro Hurtado, agustino de Valencia.
D. CRISTÓBAL FABREGAT. 1809.
Profesor de medicina, hijo del lugar de Benasal (Benassal), obispado de Tortosa, reino de Valencia, estudió en esta universidad, donde se graduó de doctor en medicina, haciendo varias oposiciones a sus cátedras; fue médico muy acreditado, de una conducta irreprensible, y apreciado por su honradez y saber; murió (como todos sus pacientes) en 23 de diciembre de 1809, y está enterrado en la parroquia de S. Esteban. Escribió:
1. Discurso médico-práctico de socorrer y revocar a sus sentidos, los ahogados, ahorcados, helados y sofocados por el tufo del carbón, de la cal, de las velas de sebo y de otras exhalaciones perniciosas, ilustrado con historias verdaderas de autores gravísimos. Valencia, por Francisco Burguete, 1775, en 4.° Después más aumentado con un Apéndice médico-moral, sobre la necesidad y obligación de bautizar los fetos abortivos que aparecen muertos, y de hacer la operación cesárea: todo por el mismo autor. En Valencia, por dicho Burguete, 1776, en 8.°
2. Disertación médico-chirúrgica, en que se demuestra con observaciones fieles la virtud portentosa del extracto de cicuta, que se cría en el reino de Valencia, para la curación de úlceras cancerosas, gota serena, scirros, parótidas... Valencia, por Francisco Burguete, 1786, en 4.° (más conocida como veneno pero con propiedades curativas según la dosis, supongo)
D. PASCUAL VELASCO. 1809.
Hijo de la ciudad de Valencia, nació día 8 de junio de 1740, fueron sus padres Pascual y Francisca Martínez, de ejercicio platero, en cuya arte obtuvo también el magisterio; pero teniendo grande inclinación a poseer las lenguas vivas se aplicó con tal tesón, que además de la latina, supo con perfección la italiana, francesa y medianamente la inglesa, con cuyo motivo habiendo vacado el empleo de traductor de lenguas del Consulado, se le confirió: este mismo destino obtuvo por la ciudad de Valencia, con el título de fondeador o intérprete de lenguas: el tribunal de marina lo eligió para igual encargo, empleos que ejerció hasta su muerte, ocurrida día 8 de octubre de 1809, y fue enterrado en la catedral. Publicó:
1. La hora santamente empleada delante del santísimo sacramento, o sea devotos afectos hacia el santísimo, que pueden servir aun de preparación y acción de gracias a la comunión, publicados por un religioso capuchino de la provincia de Brescia, y traducidos al castellano. Valencia, por Salvador Faulí, 1797, en 8.°
2. Relación de la solemne beatificación del venerable siervo de Dios Juan de Ribera, patriarca de Antioquía, arzobispo y virrey de Valencia, celebrada en la basílica Vaticana día 18 de septiembre de 1796, traducido del italiano. Valencia, por los hermanos de Orga, 1796, en 4.°
3. Historia de Buonaparte (Bonaparte) desde su nacimiento hasta la paz de Luneville, traducido del francés. Valencia, por Salvador Faulí, 1804, en 8.°
4. Memorias del marqués de Pombal, alias Carbalho, primer ministro de José I de Portugal, traducido del francés, manuscrito, en cuatro tomos.
5. El paraíso perdido de Milton, (paradise lost, original en inglés de John) traducido del francés al español en prosa y verso, manuscrito.
FR. JOSÉ DE RAFELBUÑOL. 1809.
Natural del referido lugar, en las inmediaciones de Valencia, donde nació en 1728; fueron sus padres José Aparici y Rosaura Cabotá (cabezada, cabezazo), pusiéronle el nombre de José, que conservó en la religión de menores capuchinos, cuyo hábito vistió en 9 de mayo de 1744; después de sus estudios fue lector de teología, y era tal su espíritu religioso, que casi toda su vida la pasó en ser maestro de novicios; de este empleo lo sacó la obediencia para provincial, pero concluido este cargo volvió a su antiguo ejercicio, que desempeñó hasta su muerte, acaecida en el convento de la Magdalena en 1809. Escribió:
1. Corona de María santísima, con el dulcísimo renombre de pastora divina de las almas, con otras oraciones que suelen cantar sus devotos. Murcia, por Felipe Teruel, 1785, en 8.°
2. Afectos devotos, que para mover a la devoción del santo Viacrucis y dolores de María santísima compuso un religioso capuchino de la provincia de Valencia. Murcia, por dicho impresor, sin año, pero fue el de 1787, en 16.°
3. Instrucción sencilla y práctica de un novicio capuchino, para que en el camino espiritual haga con seguridad y suavidad las jornadas de la perfección. Valencia, por José y Tomás de Orga, 1783 y 1795, siempre en 8.°
D. JOSÉ VICENTE IBARRA. 1809.
Presbítero, natural de la ciudad de Valencia, hijo de José y María Francisca Navarro, estudió filosofía y teología en la universidad de su patria, donde se graduó de esta última facultad; después de sus estudios obtuvo el curato del lugar de San Juanet, de allí pasó a Real de Gandía, y últimamente a vicario mayor de S. Pedro en la catedral de Valencia, en cuyo destino le alcanzó la muerte en lunes 24 de julio de 1809. Manifestó su instrucción haciendo algunas oposicioines a canonicatos, en las que acreditó su excesiva memoria y gran saber; fue presidente de la academia pública de teología dogmática y moral del real seminario sacerdotal y conciliar de la inmaculada concepción y santo Tomás de Villanueva de Valencia, y uno de los más celosos y laboriosos individuos de la real sociedad económica, especialmente para el fomento de la industria popular en las clases pobres de esta ciudad. Publicó:
1. Oración en la fiesta del descendimiento y sepultura de Jesús, fiesta que se celebra todos los años en viernes santo a expensas del rey en la parroquial del Salvador de Valencia, predicado en el año 1792. Valencia, imprenta del Diario, 1794, en 4.°
2. Policía parroquial, formación y gobierno del Quinque Libri y práctica del libro de bautismos. Opúsculo primero. Valencia, por Miguel Esteban, 1801, en 4.°
D. FEDERICO SANCHIZ. 1809.
Nació el día 2 de marzo de 1744 en la villa de Antella, reino de Valencia, y habiendo seguido los estudios hasta la jurisprudencia, recibió el grado de doctor, y fue abogado; obtuvo después el empleo de tesorero del hospital general de esta ciudad, donde murió el día 18 de febrero de 1809. Escribió:
1. Disertación sobre el utilísimo fruto del arroz y su cosecha. Valencia, imprenta de Francisco Burguete, 1809, en 4.°
P. EUSEBIO CAÑAS. 1809.
Jesuita, nació en la villa de Ademuz, encomienda de Montesa, reino de Valencia, estudió las primeras letras en Segorbe, y vistió la sotana de la compañía de Jesús; pero expatriado con todos los suyos, fijó su residencia en Bolonia; vuelto a España, estuvo en Segorbe en casa de un sobrino suyo canónigo de aquella iglesia, hasta que por nueva orden volvió a salir, y murió en Italia por los años 1809. Escribió:
1. Ormisinda: tragedia escrita en italiano por D. Manuel Lassala, y traducida en verso por nuestro Cañas, que pone por epígrafe el de Phedro, lib. 4 fab. 1. que tradujo:
Como otro asunto mayor
al presente no me ocupa,
queriendo evitar el ocio
me divierto con la pluma.
2. El Pigmalión, del Sr. Juan Jaime Rousseau, traducido del francés en italiano por el Sr. abate D. Manuel Lassala, y ahora al español por un amigo suyo, con todas las escenas líricas propias de dicho Sr. abate en verso de arte mayor.
3. Partida de Eneas, escena lírica, escrita en italiano por D. Manuel Lassala, traducida en español por un amigo suyo en verso mayor.
4. Dido abandonada, escena lírica de D. Manuel Lassala, traducida en español por un amigo suyo en verso de arte mayor.
5. El misántropo, escena lírica del mismo autor, y traducida por el mismo en verso de arte mayor.
Todas estas piezas vertidas por nuestro Cañas, en un tomo en 4.° manuscrito, original tengo en mi poder.
D. TOMÁS VALERIOLA. 1809.
Natural de la ciudad de Valencia, nació por los años de 1735, caballero profeso del hábito de Santiago, dueño de los lugares de Masalfasar y Ayacort; fue muy aficionado a la lectura de buenos libros, juntando una buena colección de ellos. Estudió la filosofía y cánones en la universidad de su patria, recibiendo en el año 1767 en la misma el grado de doctor de esta última facultad; fue individuo de número de la real sociedad económica, y en ella desempeñó varios destinos y comisiones importantes. Murió en 3 de enero de 1809.
Publicó con las iniciales de D. T. V. R. R. D. C. y P., esto es, D. Tomás Valeriola, Riambau, Ruiz de Corella y Proxita, la obra siguiente:
1. Idea general de la policía, o tratado de policía, sacado de los mejores autores que han escrito sobre este objeto. Diez cuadernos impresos en Valencia, el primero por Benito Monfort, y los restantes por José de Orga, desde 1798 hasta 1805, en 8.° Es una obra instructiva, extractada la mayor parte de los libros franceses que hablan der esta materia, y en ella se encuentra el establecimiento de la policía, funciones, prerrogativas de sus magistrados, leyes y fueros de Valencia, pragmáticas y decretos del reino que la pertenecen.
D. MIGUEL SERRANO BELEZAR. 1809.
Abogado del colegio de Valencia, en donde nació, estudió la filosofía y jurisprudencia en su universidad, graduándose de esta última facultad; ejerció la abogacía en dicha ciudad, hasta que fue nombrado por su majestad para una vara de alcalde mayor de Balaguer, y habiendo logrado la jubilación, y retirádose a su patria, murió en ella a mediados de septiembre de 1809. Escribió:
1. Dos cartas instructivas a un discípulo suyo en respuesta de la que este le escribió. Demuéstrase cómo debe hacerse la elección de estado, que a los padres les es justo aconsejar, pero no obligar ni violentar a sus hijos. Valencia, por José Esteban y Cervera, cuadernos en 4.°
2. Asamblea literaria, dispuesta en cuatro oraciones, sobre el verdadero carácter de la abogacía, demostrada por los conocimientos necesarios para su desempeño con solidez y decoro. Valencia, por José Esteban, 1776, en 4.°
3. Declamaciones y sentimientos que hicieron los gatos de Madrid, en el concejo o junta general que celebraron la noche del 12 de abril de este año, con motivo de haberse publicado en la gaceta de 3 de los mismos la oración en que se intenta persuadir, que es menor mal sufrir ratones que tener gatos en nuestras casas. Madrid, imprenta de la gaceta, 1779, en 8.° Este escrito va pseudonónimo (con pseudónimo), y a nombre supuesto de D. Nicolás Monleón de la Pedrera, a su amigo D. Federico Eslaba, vecino de la ciudad de Valencia; pero fue como respuesta al papel de D. Mariano Madramany: véase el artículo de este.
4. Cantos épicos en que la religión católica consuela a España por la pérdida de sus dos infantes los serenísimos señores D. Carlos Clemente y D. Carlos Eusebio: la anuncia el feliz embarazo de la serenísima princesa de Asturias doña María Luisa de Borbón, y la felicita por el no esperado nacimiento de los serenísimos infantes D. Carlos y D. Felipe, acaecido entre ocho y once de la mañana del viernes 5 de septiembre de 1783. Valencia, por Francisco Burguete, dicho año en 4.°
5. Discurso político-legal sobre la erección de los diputados y personeros del común de los pueblos de España, sus elecciones y facultades para instrucción de los mismos, de las justicias, regidores, escribanos de ayuntamiento y otros, con un copioso tratado peculiar del tribunal del repeso o almotacén (mustassaf), manejo de los propios y arbitrios, y las tarifas de los vendible por menor. Valencia, por Francisco Burguete, 1783, y 1790, siempre en 4.°
6. Aclamaciones del pueblo valenciano, con el plausible motivo de la celebridad y fiestas al felicísimo parto de la princesa nuestra señora de los reales infantes Carlos y Felipe. Valencia, por Benito Monfort, 1784, en 4.°
7. Descubrimiento de los países imaginarios por unos españoles andaluces: noticia de su gobierno con la historia de la población, decadencia, restauración de su república y erección en monarquía, cuatro tomos en 8.°, de los cuales sólo el primero se imprimió en Valencia por José Esteban, 1785. Es obra original, aunque se supone traducida.
8. Valencia regocijada por las beatificaciones de los venerables siervos de Dios fray Pedro Nicolás Factor y fray Gasar de Bono: relación de las fiestas que se hicieron en esta ciudad con tan plausible motivo en 1787, con veinte y seis notas críticas sobre varias antigüedades de ellas destructivas de algunos errores. Valencia, por José Esteban y Cervera, 1788, en 8.°
9. Reflexiones contra la preocupación que intenta infundir al público de Valencia el dómine Lucas en su corrección fraterna. Salió firmada por dicho Serrano con fecha de Valencia y agosto 23 de 1790. En la imprenta del Diario, un pliego en 4.° con un mapa del reino.
10. Descripción topográfica de la Albufera, o famoso lago que se halla en las inmediaciones de la ciudad de Valencia; noticia de sus producciones, aves y pescados que en él se crían etc. Se halla impreso a la página doce del Memorial Literario del mes de septiembre de 1788.
11. Ilustración a la obra de Escolano de la historia de Valencia, de la que quedaron manuscritos algunos cuadernos.
FR. ANTONIO CARDONA Y GENOVÉS. 1809.
Natural de la ciudad de Valencia, hijo de la parroquia de santo Tomás, donde fue bautizado en viernes 22 de julio de 1763, fueron sus padres Juan Cardona y Luisa Genovés, estudió la gramática en las aulas del cabildo, que con este título se enseñaba a los pajes de los canónigos y a algunas otras personas decentes, en los altos de enfrente la puerta principal de nuestra señora de Desamparados, subiéndose a dichas aulas por una ancha escalera que tenía su puerta en el segundo arco de la plaza, y se quitó en el año 1828; fue discípulo del Dr. D. Salvador Alairac, natural de Geldo, diócesis de Segorbe, sujeto de mi mayor veneración por haber sido maestro mío, y de una acreditada conducta y honradez. Recibió el P. Cardona el hábito del Carmen calzado en el convento de esta ciudad, donde después de sus estudios, leyó artes y teología, obteniendo en la religión los grados de maestro y doctor en teología; fue prior del Carmen y vicario provincial de esta provincia. La naturaleza había dotado a este benemérito escritor de grandes prendas personales; era de carácter suave, moderado y siempre igual; brillando en su rostro el candor de la inocencia, su corazón jamás conoció la malicia; de sus labios salían las palabras puras, como que emanaban del interior sano y recto; sus razones breves y sencillas, pero nerviosas. El amor de la patria se explicaba en él con una prontitud siempre dispuesta para hacer bien, y esta le arrancó de la quietud del claustro para engolfarle en el tropel de los negocios públicos, porque con motivo de la invasión francesa, y en el justo grito de la nación en defensa de nuestro soberano el Sr. D. Fernando VII; Valencia, que sin contradicción fue la primera ciudad que declaró guerra al usurpador, para acelerar un armamento general del reino creó una junta de gobierno y defensa, que a nombre de nuestro rey dirigiera esta provincia, y procurara medios de salvarla, y atendiera a todo cuanto fuese necesario para su defensa, para vocal de esta fue elegido nuestro Cardona, como a uno de los priores de los cuatro conventos principales de Valencia, y viendo su sinceridad y honradez lo nombraron también para las juntas eclesiástica y de la real hacienda. Atendiendo a su probidad y celo por el bien común, le ordenó la patria pasar a Sevilla en una estación calurosa y casi mortal para su temperamento sanguíneo y exuberante, obedeció y cumplió su misión; a su vuelta dio cuenta de ella a la junta, y casi desde la misma descendió al sepulcro, pues parece que Dios quiso premiar su celo llevándoselo para sí, evitándole con ello los trabajos que algunos de sus compañeros padecieron (1) poco después de la entrada de los franceses en esta ciudad. Día 30 de agosto de 1809, después de recibidos los sacramentos, falleció en su convento, siendo aún prior de él. Sus obras:
1. Elogio que en la solemnidad del cíngulo de santo Tomás, celebrada por su angélica milicia en el real convento de Dominicos de la ciudad de Valencia, pronunció en marzo de 1802. Valencia, por Salvador Faulí, en 4.°
2. Oración fúnebre en el magnífico y piadoso funeral que la suprema junta de gobierno del reino de Valencia celebró en la santa iglesia metropolitana día 16 de septiembre de 1808, por los difuntos del ejército valenciano. Valencia, por Esteban y Hermanos, en 4.°
(1): Los padres Rubert, mercenario, y Gérica, capuchino, fueron fusilados en Murviedro por mandato del general francés, en odio de la justa causa que defendieron, y de haber sido vocales de otra junta, que el pueblo en medio de sus angustias eligió.
FR. MANUEL MARTÍN. 1809.
Religioso dominico, nació en Castellón de la Plana en 1736, vistió el hábito en el convento de predicadores de Valencia, donde hizo sus estudios y carrera literaria, logrando en la religión los honores de presentado en teología y el de maestro; fue rector del colegio de Tortosa, y revisor general de libros. Murió en el convento de santo Domingo de Valencia en 14 de julio de 1810. Escribió:
1. Carlos el sabio. Elogio fúnebre en las exequias que celebró a la memoria del rey D. Carlos III la insigne villa de Castellón de la Plana, día 8 de junio de 1789, en su iglesia principal. Barcelona, por Bernardo Pla, en 4.°
2. Oración en la solemne bendición del oratorio público, erigido en honor de la santísima virgen y S. Nicolás obispo, en las aulas de gramática que edificó a sus expensas el Ilmo. Sr. obispo D. José Climent en la villa de Castellón de la Plana, su patria, día 6 de diciembre de 1791. Valencia, por D. Benito Monfort, 1792, en 4.°
Precede a este sermón un largo prólogo, en que recopila algunas noticias de los varones ilustres de dicha villa de Castellón, continuando y aumentando el manuscrito que dejó José Llorens de Clavell.
3. Valencia engrandida y cèlebre en tot lo mon per S. Vicent. Sermò de S. Vicent Ferrer , que en la festa que li fan los chics del seu carrer en la Iglesia del Convent del gran Pare Sant Agustí, dia segon de Pascua del Espirit Sant, predicà en 1784. Valencia, per Benet Monfort, 1784, en 4.°
4. Carta del sacristán de Tirigs a su paisano Feliu Bonamich, en que se convence contra un moderno escritor, que el insigne pintor Francisco Ribalta fue valenciano y natural de Castellón de la Plana. Valencia, por D. Benito Monfort, 1806, en 4.°
Sobre lo ocurrido en este asunto puede leerse el artículo en que hablo de D. Diego Vich, al año 1657, tomo 1°, página 254.
P. FR. VICENTE CASTRILLO. 1810.
Religioso mínimo, nació en Valencia, y fue bautizado en la parroquial de santa Catalina mártir de dicha ciudad en 1.° de abril de 1731: se llamaron sus padres Antonio Castrillo e Ignacia Rives: después del estudio de la gramática latina, llamándole Dios para el estado religioso, vistió el hábito en el convento de S. Sebastián, extramueros de esta ciudad, del orden de S. Francisco de Paula; hecha su profesión, y concluidos los estudios, fue lector y corrector en el referido convento, logrando tanta opinión de sabio, que obtuvo por tres veces el cargo de provincial; luego lo eligió su religión para que desempeñase el empleo de colega general, con cuyo motivo estuvo en Roma seis ños, en donde fue nombrado secretario general el año 1788; vino a Barcelona al capítulo general, y quedó elegido corrector general de todo el orden de los mínimos; gozando este empleo se restituyó a esta ciudad, y pasó a Madrid, y otra vez a Roma: en esta capital del orbe cristiano, el Pontífice entonces reinante Pío VI, le nombró visitador apostólico de toda la Calabria; vuelto a Roma permaneció activando la causa de la beatificación del beato Juan de Ribera, por haber sido nombrado postulador de ella, y logró ver colocado en los altares a este siervo de Dios y arzobispo de Valencia: al cabo de doce años por la invasión en aquella Corte de las tropas francesas dejó la Italia, y se restituyó a Valencia, a disfrutar del clima y suelo patrio: en esta ciudad permaneció hasta su muerte, sucedida 16 de octubre de 1810. Escribió:
1. Vita del B. Giovanni de Ribera, patriarca di Antiochia, Arcivescovo di Valenza, Vice-Ree Capitano Generale di tutte il suo Regno, publicata nel di Lui solemne triduo celebrato in Roma, nella Chiesa di S. Andrea delle fratte de PP. Minimi dal Rmo. P. Vincenzo Castrillo, Ex-Generale actuale di tuto l'Ordine de Minimi e postulatore della causa del Beato. Roma, 1797, nella stamperia Salomoni, en 4.° mayor.
Se hicieron en este año dos impresiones, la primera la dedicó el autor al Pontífice Pío VI, y la segunda al Sr. Azara.
REAL ACADEMIA DE S. CARLOS. 1810.
Ocupados nuestros historiadores en publicarlas gloriosas acciones políticas y militares del invicto conquistador de este reino, las de sus inmediatos sucesores, y de los valencianos que con su valor o consejos habían contribuido a ellas, no se aplicaron a la averiguación de los que se habían dedicado a ilustrarlo en la profesión de las nobles artes, y así quedábamos hasta estos últimos tiempos sin noticia de algunos de estos insignes varones que florecieron en los siglos trece y catorce, y de los medios que se adoptaron para sus adelantamientos; pero el Sr. Borrull, no perdonando medio ni fatiga para descubrir lo que hace honor a la patria, nos dice en la nota 20, página 69 del Discurso sobre la constitución que dio el Sr. D. Jaime I al reino de Valencia: “Mas no puedo permitir que quede sepultado en el olvido un ilustre pintor valenciano, cuyo mérito publicó la patria, manifestándole su gratitud. Todo lo refiere mosen Francisco Joan en la obra (rarísima que poseo) titulada: Llibre de noticies de la ciutat de Valencia, diciendo en el año de 1409: sabent lo Concell com Mestre Marsal, pintor, era detengut de gran pobrea, é de malaltia, y era molt lohat de ses obres è doctrina donada a molts de sa art, otorga en tant com al Concell plaes, è no pus lo dit Mestre Marsal hagues son estaje è habitaciò en les cambres sobranes al pes de la farina de la dita Ciutat, les cuals cambres son daquell alberch, que era stat comprat del honor: En Guillem Ramon Català. Véase, pues, en el siglo catorce una escuela de pintura en Valencia, y un profesor muy celebrado por su ciencia.” Y parece que no puede dudarse que algunos de sus discípulos siguiesen el digno ejemplo que les había dado este su celebrado maestro. Así sucedió en el siglo diez y seis, en que a más de los arquitectos y escultores bien conocidos por sus obras, un Vicente Joan de Joanes, un Cristóbal Zariñena y un Francisco Ribalta, al mismo paso que adquirían un nombre inmortal en la excelencia de sus pinceles, procuraban formar con su doctrina insignes alumnos que mantuviesen, como en efecto mantuvieron, el honor de sus respectivas escuelas. No contentos con esto, aspiraron en el siglo siguiente a establecer una enseñanza pública; y aunque D. Felipe IV no accedió a sus instancias, formaron después varias academias de pintura; una menciona, como que concurrió a ella D. José García Hidalgo, que después fue pintor de cámara del Sr. D. Felipe V, y él mismo lo dice en el prólogo instructivo de la obra (1: escribió su obra en el reinado de Carlos II) que publicó de principios de dibujo con varios preceptos en octavas: estas son sus palabras: “En esta ciudad (Valencia) vivían al presente un Gerónimo Espinosa, Pablo Pontons, un Esteban Marco y Miguel Marco su hijo, sin otros muchos que omito, y había algunos que empezaban de valiente espíritu valencianos y castellanos; y entre estos honrándome con la antonomasia de mi nación me llamaron el castellano.” Formaron después en el convento de santo Domingo dos academias, una de valencianos y otra de forasteros, aquella la dirigía un padre mudo llamado Fr. Antonio Fenollet, que murió en 13 de septiembre de 1700, tratándose en ellas de lo que principalmente podía contribuir a la perfección de la pintura. Otra academia mantuvo en su casa por muchos años nuestro Juan Conchillos Falcó; y Palomino, tomo tercero, página 484, hablando de Senén Vila, hace mención de otras. La tuvo también posteriormente en su casa D. Antonio Richarte. Por desgracia faltaron algunos buenos profesores, y por el capricho de otros se introdujeron así en Valencia como en los otros reinos de la península muchas monstruosidades, con lo cual perdieron su antiguo esplendor todas las nobles artes; mas bajo los auspicios de D. Fernando VI empezaron a recobrarlo, habiéndose declarado protector suyo con la erección de la academia de san Fernando: en vista de cuyo fausto suceso se inflamaron en el deseo de proporcionar igual dicha a Valencia sus profesores D. Ignacio Vergara de escultura y D. José Vergara de pintura; y acudiendo a los regidores D. Francisco Castillo (condecorado después con el título de marqués de Jura-Real) y D. Francisco Navarro, lograron que les concediera el ayuntamiento para el ejercicio de su proyecto algunas salas vacantes de la universidad literaria: y se declarase patrono suyo formada una especie de academia titulándola de santa Bárbara, por si con ello podían captar la benevolencia y protección de la augusta consorte del monarca: nombrados directores, y establecidas las reglas que parecieron convenientes para su gobierno, se hizo la apertura en 7 de enero de 1753, con mucha solemnidad, universal aplauso y concurrencia del ayuntamiento, gran número de personas distinguidas y de setenta alumnos; y fue tanto el patriotismo de los profesores, que no sólo cargaban con el trabajo de la enseñanza, sino también con los gastos de su manutención, de que les libertó desde luego la liberalidad del intendente corregidor D. Pedro Rebollar, y del Ilmo. Sr. arzobispo D. Andrés Mayoral; los cuales y muchos otros caballeros favorecieron por varios medios a este establecimiento. Y viendo los grandes beneficios que proporcionaba, se animaron sus profesores, patrocinados por el Exmo. Sr. Capitán General, Ilmo. arzobispo, intendente corregidor y ayuntamiento a implorar del benéfico corazón de D. Carlos III, que se dignara honrarlo con su Real aprobación; y con cédula de 25 de enero de 1765 tuvo a bien declarar ser de su agrado la fundación de este estudio público, mandando también formar una junta para arreglar los estudios acomodados al país; y en 14 de febrero de 1768 se sirvió aprobarlos, y erigir dicho estudio en academia real con el título de S. Carlos. Se aumentó el número de los alumnos, y aumentándose con ello los gastos de la academia, su esclarecido fundador en 24 de octubre de 1778 duplicó la dotación que tenía de treinta mil reales de vellón, y dispuso para la más completa instrucción de los susodichos, que se dotara una plaza de teniente de director de arquitectura con el cargo de enseñar las matemáticas, otra de teniente de director de grabado, y otra de director del estudio de flores y ornatos acomodados a los tejidos de seda (que tanto ha contribuido a la excelencia de sus fábricas), y que para fomentar más su aplicación de tres en tres años se ofrezcan premios a los que mejor desempeñen los asuntos que se propongan. Han correspondido a los benéficos deseos del ínclito fundador los esfuerzos de la academia; pues ha producido muchos profesores, cuyas obras serán un perpetuo testimonio de su gran mérito, y lo han reconocido así la academia de S. Fernando, como en los apartados países de Rusia la imperial academia de las artes de S. Petersburgo enviándoles los diplomas de individuos suyos: varios estudios, alguna academia de la península y la de Méjico lográndolos por sus directores: y los monarcas elevándolos a la distinguida clase de su cámara, según consta por las actas de esta academia. Y en fin no puedo omitir otro especial mérito que contrajo el celo de sus individuos en tiempo de las revoluciones, como fue impedir en el año de 1812, que la rapacidad francesa, que se apoderó de esta ciudad, cargase, según lo hacía en otras partes, con las excelentes pinturas que hay en los conventos, pues lisonjeando al mariscal Suchet con el proyecto de formar una galería de pinturas que se distinguiría con su nombre, consiguieron reunirlas en la academia y casas de sus profesores, conservarlas, y volverlas después a sus comunidades. Y lo mismo sucedió en 1821, proponiendo el académico de honor el Sr. Borrull, que para impedir su extracción, asegurar su larga vida, servir para los mayores adelantamientos de sus alumnos, y honor de la patria, se trasladasen a la academia las pinturas de los conventos que se suprimían; y enterado el gobierno dio orden para que se ejecutase, como así se hizo; y con ello se recogieron también los veinte y cuatro retratos de valencianos, ilustres en santidad, armas y letras, que desde el siglo diez y siete se conservaban en el monasterio de la Murta: y el mismo académico compuso, que quedando de este la propiedad, permanecieran dichos retratos por vía de depósito en la academia, donde una multitud de forasteros, que no irían al monasterio, podrán verlos, y celebrarán a Valencia, como fecunda madre de hijos tan esclarecidos.
Las producciones literarias que este real cuerpo ha publicado son las siguientes:
1. ´Noticia hisorica de los principios, progresos y erección de la real academia de las nobles artes... Relación de los premios que distribuyó en la junta pública, celebrada en 18 de agosto de 1773. Valencia, por D. Benito Monfort, dicho año, en folio. En ella se inserta la oración que en alabanza de las artes pronunció el Sr. D. Antonio Portillo, académico de honor y canónigo de esta santa metropolitana iglesia, que falleció en 11 de enero de 1780, la que por ser de tanto mérito es apreciada por los eruditos.
2. Continuación de la noticia histórica... y relación de los premios que distribuyó en las juntas públicas de 6 de noviembre de 1776, y 26 del mismo mes de 1780. Valencia, por el mismo Monfort, 1781, en folio. Se incluye en esta la oración que dijo D. Pedro Joaquín de Murcia, dignidad de la catedral de Cuenca, que murió en 10 de mayo de 1800; también se insertan una égloga del P. Fr. Luis Ballester, entonces por la segunda vez prior del convento de S. Onofre de padres dominicos, de quien hablaremos al año 1817: Silva de D. Antonio Pallás, del que daremos (dimos) razón en 1780, con otros varios poetas.
3. Continuación de la noticia histórica (como antes), y relación de los premios que distribuyó día 2 de septiembre, y en la junta pública de 1.° de noviembre de 1783. Valencia, por el referido, 1784, en folio. Se incluye la oración que dijo el Sr. D. Vicente Noguera Ramón: el mérito de ella podrá verse en su artículo, a Antonio Palláso 1797.
4. Continuación... y relación de los premios que se distribuyeron en 9 de octubre de 1786. Valencia, por dicho Monfort, 1787, en folio. Se inserta la oración que pronunció el padre maestro fray Melchor Magí, del orden de la Merced (véase su artículo año 1803), y una oda del Exmo. Sr. D. José de la Cerda y Marín, conde de Contamina.
5. Con el mismo título se publicó la distribución de premios de 24 de julio 1789, y se imprimió por el referido Monfort, dicho año, en folio. Se encuentra en la página 5 una medalla grabada, copia de la que se batió en hueco para demostrar la alegría que tuvo la real academia por la beatificación del beato Nicolás Factor, por haber este manejado el pincel; juntamente se imprimió anónimo un romance heroico. La oración en alabanza de las nobles artes la dijo el P. Andrés de Valdigna, religioso capuchino. Véase su artículo al año 1805.
6. Continuación... como los anteriores premios de 6 de agosto de 1792. Valencia, por Monfort, dicho año, en folio.
Dijo la oración D. Antonio Roca, canónigo de la catedral de Valencia (véase año 1823), y se insertan varias poesías de D. Francisco Bahamonde, y del antes nombrado conde de Contamina.
7. Continuación... y relación de premios distribuidos en 6 de noviembre de 1795. Valencia, por Monfort, 1796, en folio. En la página 23 se lee la oración que remitió D. Pedro de Silva, y se insertan las poesías de D. Pedro Pichó (véase el año 1819), y de D. Francisco Bahamonde.
8. Continuación... y relación de los premios de 16 de diciembre de 1798. Valencia, por dicho Monfort, 1799, en folio. La oración es (página 27) de D. Nicolás Rodríguez Laso, inquisidor fiscal de la inquisición de Valencia. Se insertan poesías del conde de Contamina, de D. Pedro Pichó, y de D. Francisco Bahamonde; y juntamente hay exhortación en verso a los jóvenes artistas, compuesto por nuestro valenciano D. Joaquín Martínez, director de arquitectura, sabio así en su facultad como en otras muchas ciencias, que murió en Cádiz, siendo vocal en las extraordinarias del año 1813.
9. Continuación... y noticia de los premios del día 12 de noviembre de 1801. Valencia, por Monfort, 1802, en folio. Se insertan la oración que leyó el Exmo. Sr. D. Joaquín de la Cerda y Marín, poesías de D. Pedro Pichó y Rius; de D. Francisco Bahamonde, y de D. Esteban Chaix.
10. Continuación... y noticia de los premios distribuidos en 4 de noviembre de 1804. Valencia, por el referido Monfort, 1805, en folio. Incluye la oración del Sr. D. José Ortiz y Sanz, deán de S. Felipe (véase año 1822), y poesías de D. Pedro Pichó, que intituló: Valencia, a las nobles artes: de D. Domingo Baquer, y un discurso pronunciado por D. Francisco Llacer, premiado. Hasta aquí es la noticia de las piezas impresas que publicó la real academia de S. Carlos. Las que siguen quedaron sin imprimir, y son:
11. Relación de los premios que se distribuyeron en 4 de noviembre de 1807: pronunció la oración retórica el padre maestro fray Facundo Sidro Vilarroig, del orden de S. Agustín (véase año 1816). Sin embargo de los disturbios que ocasionó la guerra de la independencia continuó esta real corporación en repartir premios generales,como lo hizo en 13 de diciembre de 1810, en cuya función recitó la oración, en alabanza de las nobles artes, D. Vicente Vergara, abogado de los reales consejos, y del colegio de esta ciudad, secretario de dicha real academia de S. Carlos, y de la real sociedad de amigos del país, e hijo de D. José Vergara, del que hablamos en el año 1799. En este acto se recitaron varias poesías de D. Domingo Baquer, de D. Lorenzo Isern, abogado de este colegio, y de otros. La falta de medios, y las vicisitudes de los tiempos, ha impedido continuar en tan útil y loable objeto; pero confiamos proseguirá esta real academia su gloriosa marcha, inmediatamente que se halle con los medios necesarios para ello.
FR. LUIS CEREZO Y MATRES. 1811.
Religioso agustino, hijo de la parroquial de S. Martín de esta ciudad, en donde fue bautizado día 8 de agosto de 1768, después de haber estudiado la gramática en las aulas de la universidad, vistió el hábito de S. Agustín en el real convento de Valencia, donde al verificar la profesión, fue prohijado al de nuestra señora del Socorro. Concluido el curso de filosofía en Castellón de la Plana, trasladado a esta ciudad, emprendió la carrera de teología en su universidad literaria, bajo la enseñanza del Sr. pavordre D. Francisco Martínez, mereciendo al fin del curso que el ilustre claustro de la facultad le adjudicase unánimemente el doctorado de teología, por premio de su distinguido mérito y sobresaliente aplicación entre sus muchos coopositores. Dotado de un talento luminoso, y una penetración no vulgar, reunía en sí el don de una memoria tan feliz, que en menos de una hora aprendía la lección del autor, que solía ser de cinco páginas en 4.°; y sobre estar por lo común sembrada de varias citas de la Escritura y santos padres, jamás se equivocó en ninguna, ni abrió el libro para recordarla. Su catedrático parece se complacía de oírle, pues eran raros los días en que no se la preguntase. Hizo varias oposiciones a las cátedras de su orden, donde obtuvo finalmente la lectura de filosofía y teología, sin que le hiciese falta este dictado exterior, para que aun sin él fuese reconocido como religioso de gran mérito, cuyo dictamen, aunque fuese singular, solía preferir a los demás teólogos y moralistas el Ilmo. Sr. Salinas, obispo de Tortosa, que morando en la villa de Castellón de la Plana, mientras estuvo el P. Cerezo en aquel convento le convocaba a sus consultas. Honróle con muy particular aprecio el Emmo. Sr. Patriarca Cardenal Cebrián, siendo obispo de Orihuela, en cuyo glorioso Pontificado desempeñaba nuestro autor sus lecturas en aquella ciudad, donde erigida en aquella época una junta de observación y defensa, se encargó al P. Cerezo la secretaría de dicha corporación, destino que desempeñó cumplidamente con satisfacción universal, pues parecía ser apto para todo. En efecto, predicaba frecuentemente y bien, tañía el órgano supliendo en varios conventos las ausencias de los organistas, sabía perfectamente el canto llano, y compuso varias antífonas y oficios enteros; no carecía de los conocimientos del figurado, como lo acreditó en una misa de réquiem que trabajó, y se cantaba a cuatro voces; escribía con primor imitando letras de cualquiera fundición, copiando griego con tanta ligereza y actitud como el castellano y el latín. Si los estragos de la guerra del año 1812 no hubiesen alcanzado a la biblioteca del real convento de S. Agustín de esta ciudad, se anotaría allí la destreza del P. Cerezo en la copia de la liturgia de S. Basilio, sacada con toda fidelidad de las que poseía el Ilmo. Sr. Bayer, y otra del viaje que dicho literato hizo a las Andalucías, caligráficamente hecha por nuestro autor, con todas las curiosidades de sus inscripciones, lápidas y fragmentos de la antigüedad, que el P. Cerezo dibujó con todos sus boseles, estrías, follajes y volutas. Murió víctima de la caridad en la epidemia de Orihuela. Nunca quiso abandonar la ciudad, por más que se lo persuadieron sus amigos. A los principios de la costelacion empleaba todo el día en los enfermos, cuidando de salir al campo a pasar la noche: pero luego después creciendo la necesidad de los infelices, venció el celo y caridad de nuestro autor al cuidado de su conservación, y pasaba los días y las noches administrando los sacramentos, y consolando y sirviendo a los infelices contagiados hasta perder su vida como ellos y con ellos. Dejó impresas las siguientes obras:
1. Elogio fúnebre, que en las exequias en honor de la soberana junta central de España y sus Indias y conde de Floridablanca D. José Moñino, celebró la junta de gobierno de Orihuela en la catedral día 24 de enero de 1809. Murcia, por Juan Vicente Teruel.
2. Catecismo mahometano. Escribiólo el autor con este título, juntando con amenidad la solidez de su doctrina y el gracejo que le era natural, para hacer ver que muchas de las máximas con que se pretendía iniciar a los españoles, estaban en contradicción con la ley de Jesucristo. Murcia, por Teruel, en 8.°
3. El ateísmo bajo el nombre de pacto social, propuesto como idea para la constitución española: impugnación escrita por Fr. Luis Cerezo, agustino calzado. Valencia, por Brusola, en 1811, en 4.°
Esta obrita toda llena de erudición y fuego, así que llegó a manos de algunos vocales de las Cortes de aquella época, fue mirada con tanto aprecio, que fue necesario reimprimirla. Tenemos a la vista la segunda edición por Brusola en 1814, también en 4.°: compréndese en noventa y siete páginas.
4. En los Diarios de Valencia se encuentran algunas piezas de este autor, todas sabias, algunas anónimas, y otras con las iniciales de su nombre y apellido.
DR. D. PEDRO JUAN NOGUERA Y CLIMENT. 1811.
Hijo de D. Vicente Antonio Noguera y Ramón, de quien hablamos en el año 1797, nació en Valencia en 1.° de septiembre de 1762. Después de haber estudiado las humanidades griegas y latinas, principió la filosofía en el año 1775, dedicándose al derecho civil, obtuvo el grado de bachiller en 23 de mayo de 1780, y el de doctor en 22 del mismo mes del año siguiente; estudió también el derecho canónico, del cual recibió posteriormente la borla doctoral. En 26 de abril de 1785 juró y tomó posesión de una secretaría del tribunal de la inquisición de esta ciudad con ejercicio y entrada en el secreto. Siguió su carrera haciendo diferentes oposiciones a las cátedras de derecho civil y canónico, regentando y sustituyendo muchas de ellas y algunas pavordrías: fue el primer catedrático de derecho natural y de gentes, con arreglo al plan de 22 de diciembre de 1786, que entonces regía en la escuela; y como tal en 1789, y en consecuencia de la circular del ministro entonces conde de Floridablanca poco antes expedida, sobre la obediencia que en conciencia se debe a las leyes penales, imprimió una disertación latina en obsequio de sus discípulos, aprobada antes por los claustros de leyes y cánones de la universidad literaria, y de la que hablaremos después. Dio también escogidas muestras de su inteligencia en el idioma griego; y por ascenso de D. Carlos Cipriano Marín a una pavordría de cánones, le reemplazó en 11 de febrero de 1795 en la cátedra perpetua de dicha facultad que quedó vacante; y por muerte del mismo Marín le sucedió igualmente en su pavordría, por nombramiento de la muy ilustre junta de patronato de la escuela de 3 de agosto del siguiente año, la que mientras tuvo salud desempeñó con aprovechamiento de sus discípulos. Pero habiéndole sobrevenido varios achaques en sus últimos años, murió en la villa de la Ollería en 16 de octubre de 1811, y se sepultó en su iglesia parroquial. Escribió:
1. Petro Joanni Noguera et Climent in Valent. Acad. Jur. nat. et gent. antecessoris de Legum Civilium efficacia atque interna obligandi vi ad illustrationem § IV. Cap. VIII. lib. II. Instit. Jur. nat. et gent. Joann. Bapt. Almici exercitatio in usum auditorum adornata. Valentiae, apud Benedictum Monfort, anno M.DCC.LXXXVIIII, en 4.°
Presidió unas conclusiones de derecho natural y público, tanto general como particular de España, que él mismo había extendido en lengua latina, y se publicaron con el siguiente título:
2. D. Josephus Elias de Vallejo et Alcedo, philos. et J. C. bacc. publicae concertationi offert propositiones de Jure naturali ac publico tam universali quem particulari Hispano ex optimis scriptoribus decerptas à D. Petro Joanne Noguera et Climent, J. V. D. Ind. nat. et gent. antecess. in Valentina Academ... Valentiae, ex parelo Josephi et Thomae de Orga, 1790, en 4.°
3. Asimismo compuso una Disertación latina sobre los reinos patrimoniales, modos legítimos de adquirirlos y derechos que pertenecen a los mismos. Se presentó al claustro de leyes y cánones para su examen y aprobación, que obtenida por unanimidad de votos, se depositó un ejemplar de ella en la biblioteca de la universidad en la parte perteneciente a manuscritos, y en el estante particular que había formado para los trabajos científicos que produjesen los profesores de su corporación, a consecuencia de un artículo del plan que entonces regía, que les animaba a ello.
Este ejemplar pereció juntamente con todo lo que existía en dicha biblioteca en la guerra de la independencia. Su discípulo antes citado D. José Vallejo, que le veía componer esta disertación en el año 1790, pudo conseguir del cariño que le tenía el que le permitiese sacar una copia del borrador que conservaba en su poder, cuya copia guardó con sumo cuidado, hasta que ausente de los dominios de España, se desapareció de su librería, conservando sólo vestigios de las notas que acompañaban dicha disertación, por la casualidad de estar separadas de ella.
D. JUAN CRISÓSTOMO PIQUER. 1811.
Presbítero, natural de la ciudad de Valencia, hijo del célebre Dr. D. Andrés Piquer (lo meche de Fórnols), médico de cámara de su majestad, del que habla Ximeno, tomo 2, página 301, estudió en la universidad de su patria, y se graduó de doctor de teología; pasó a la corte, donde fue capellán de su majestad en el real monasterio de la visitación de santa María de Madrid, religiosas salesas: murió en la referida villa en 1811. Escribió:
1. Oficio parvo de nuestra señora, puesto en paráfrasis castellana. Madrid, por D. Antonio Sancha, 1784, en 8.° En esta traducción ocultó su nombre, que después manifestó, aunque no como traductor, sino como a editor, aumentándole con el de: puesto en paráfrasis castellana. Se publicó en Madrid, imprenta real, 1786, en 8.° En la página 169 está la explicación de los salmos del oficio de nuestra señora, según los comentarios de Calmet. Se han seguido varias reimpresiones hasta el número de siete, siendo la última que he visto en Madrid, imprenta de D. Miguel de Burgos, 1819, en 8.°
2. Oficio y misa de difuntos, puesto en castellano por el Dr. etc. Madrid, por dicho Burgos, 1819, en 8.°
3. Obras póstumas del Dr. D. Andrés Piquer, médico de su majestad. Madrid, por D. Joaquín de Ibarra, 1785, en 4.° mayor.
4. Historia de la vida de nuestro señor Jesucristo, que escribió en francés Mr. Nicolas Le Tourneux, y la publica en castellano. Valencia, por José y Tomás de Orga, en 4.° dos tomos en uno.
D. FRANCISCO LLANSOL. 1811.
Natural de la villa de Alcira, nació por los años de 1750, fueron sus padres Francisco y Teresa Vázquez, estudió la filosofía y medicina en la universidad de Valencia, y se graduó de doctor de medicina en la de Gandía; después de su reválida fue nombrado médico primario de la villa de Alcira, donde ejerció su facultad con tanto crédito, que la real academia de medicina práctica de Barcelona lo eligió por su socio. Murió en dicha villa por los años de 1811. Escribió:
1. Carta a D. Antonio Hernández, médico titular de la villa de Benigánim, sobre el sistema de Guillermo Cullen, en orden a la causa próxima de la calentura, y su impugnación por el Dr. Juan Brown. Valencia, por José de Orga, 1802. en 4.°
(Sobre las calenturas véase al Dr. Andrés Piquer, https://archive.org/details/b30497383)
2. Carta al Dr. D. Tiburcio Escamador, médico browniano, vecino de Imaginaria, al Dr. D. Toribio Serio, médico antiguo hipocrático, titular de la villa de Realidad. Madrid, imprenta de la administración del real arbitrio de beneficencia, 1803, en 8.°
3. Discurso sobre la incertidumbre y perjuicios del sistema del Dr. Juan Brown, con una breve respuesta a las reflexiones de D. Juan Bautista Llopis. Valencia, oficina del diario, 1803, en 4.°
4. Plan del nuevo colegio médico-browniano, que se establece en una cofradía de ciegos. Carta de D. Neófilo Miranda a D. Hipólito Gutiérrez, dándole cuenta de este proyecto. Valencia, por D. Benito Monfort, 1804, en 4.°
Este breve tratado es una agradable y fina sátira contra el sistema browniano, y en ella manifiesta el autor los enormes absurdos, tanto teóricos como prácticos a que conduce.
5. Ampliación a la nota de la página 25 del plan del nuevo colegio médico-browniano. Valencia, 1805, en 4.°
6. Observación singular de los hijos de Teresa Navarro, vecina de Alcira. Esta disertación ocupa trece llanas, y se halla en el tomo segundo de las décadas médico-quirúrgicas, folio 69.
D. JOSÉ IZQUIERDO. 1811.
Nació en el pueblo de Arañuel en este arzobispado de Valencia, de muy piadosos y honrados padres, que desde luego le inclinaron a la carrera de las letras: estudió la gramática en la ciudad de Segorbe, y a continuación la filosofía en esta universidad de Valencia, y teología moral en una de las academias públicas, donde entonces se enseñaba esta ciencia. Hizo oposiciones a curatos que le fueron aprobadas, y en su virtud se le dio la colación del curato de la iglesia de Llaurí, que es del patronato de la ilustre casa de sus barones. Obtuvo y regentó su curato cuatro años, a contentamiento y con edificación de sus feligreses, los que quedaron por la mayor parte afligidos, cuando vieron que su párroco, deseoso de la mayor perfección y retiro, vistió el hábito de canónigo reglar de S. Agustín en el convento de S. Antonio Abad, extramuros de Valencia. Renunció finalmente su curato en debida forma para verificar su religiosa profesión. Fue sacerdote virtuoso y ejemplar, infatigable en el confesonario, y siendo joven en el púlpito. Su conducta verdaderamente religiosa le concilió el respeto, no sólo de sus compañeros de instituto, si que también de los demás. Su delicadeza de conciencia no le dejó admitir la presidencia de la comunidad, cargo subalterno que daba su prelado titulado comendador, para que ejercitase la prelacía en ausencias y enfermedades del principal. El amor a su profesión le hizo sentir vivamente la extinción de su orden, que se verificó en mayo de 1791, y se notificó a la comunidad en la noche del 22 por el gobernador eclesiástico, asociado del Sr. regente de esta real audiencia. En su virtud quedó con los demás sacerdotes, que no pasaban de cinco, reducido a la clase de presbítero secular, viviendo de una moderada pensión que el gobierno asignó a dichos sacerdotes, y como otros tantos legos. Se les tuvo la consideración de dejarlos morir en la misma casa, si admitían habitación en ella. Sólo el comendador la dejó trasladándose a casa de dos hermanos eclesiásticos muy deudos suyos. D. José Izquierdo se mantuvo en su propio cuarto, y le alcanzaron en él los religiosos dominicos cuando se trasladaron a dicho convento, dejando el de S. Onofre en 1.° de octubre de 1804. Le asistieron en su última enfermedad, y le hicieron caritativamente los oficios funerales verificado su fallecimiento, que sucedió en 22 de mayo de 1811, a los veinte de la extinción de su orden. Esta extinción, aunque sensible, no debió causar novedad a D. José Izquierdo, pues la venerable sor Vicenta Rita Aguilar la había anunciado como cierta, si no hacían revivir la práctica de hospitalarios de los enfermos de fuego sacro de S. Antón, que era el objeto de su instituto. Como este benemérito sacerdote fue muchos años el director de dicha venerable, escribió:
1. Vida de la venerable sor Vicenta Rita Aguilar, religiosa agustina de S. Julián de Valencia. Un tomo en 4.° de trescientas cincuenta y tres hojas. El autor legó este libro al maestro Hurtado, en cuya librería le hemos visto.
D. ANTONIO PASCUAL Y GARCÍA DE ALMUNIA. 1811.
Natural de Valencia, estudió en esta universidad la filosofía y jurisprudencia, graduándose de maestro en artes y de doctor en ambos derechos, varón muy instruido y amante de las letras, por lo que juntó una copiosa librería; fue regidor en la clase de nobles de esta ciudad, y murió en 11 de febrero de 1811. Escribió:
1. Oratio de optima ratione philosophiae doncedae habita à D. Petro Pasqual García de Almunia in Valentino Lyceo dia 3. mensis Julii anni 1763 ad philosophicas theses propugnaturus esset ab obtinendam philosophiae Lauream. Valentiae Edetanorum, apud Benedictum Monfort, en 4.°
2. Vida, martirio y traslación de los gloriosos mártires S. Abdón y Senén, abogados de los labradores, contra la piedra y tempestades. Valencia, por Benito Monfort, 1779, en 8.° Es lástima que este autor no haya procurado la conservación de innumerables apuntamientos y manuscritos que tenía recogidos, y eran el fruto de sus tareas, tanto en su propia biblioteca, como en el archivo del Exmo. ayuntamiento, porque estas curiosidades y memorias de una corporación que tiene a su cargo tantos ramos, como se acumulan sobre el regimiento de esta ciudad, cuando no sirven de guía a todas las operaciones que ocurren, presentan cuando menos el prospecto de lo que en otros lances se ejecutó, y facilitan el obrar con procedencia y acierto.
D. JOSÉ CHAIX. 1811.
Hijo de la ciudad de S. Felipe, antes Játiva, y hermano menor de D. Esteban, del que hablaremos en 1813, fue vicedirector del real cuerpo de ingenieros cosmógrafos de estado, y comisario de guerra honorario, comisario y profesor de los estudios de la inspección general de caminos. Murió en su patria el año 1811. Escribió:
1. Instrucciones del cálculo diferencial e integral, con sus aplicaciones a las matemáticas puras y mixtas. Madrid, imprenta real, 1802, tomo primero: contiene este tomo el cálculo diferencial, y sus aplicaciones. El análisis de esta obra está a páginas 158 del número 14, y tomo segundo del memorial literario.
2. Memoria sobre un nuevo método general para transformar en series las funciones transcendentes, precedido de otro método particular para las funciones logarítmicas y exponenciales. Madrid, imprenta real, 1807, en 8.° mayor. En el tomo cuarto de Anales de ciencias naturales, mes de julio de 1801, número once, hay de nuestro autor: observaciones astronómicas, desde 1.° de noviembre hasta 21 de diciembre de 1800, y otras en el número doce.
FR. TOMÁS PIAMONTE. 1812.
Religioso franciscano descalzo en S. Juan de la Ribera, hijo de Valencia, fue predicador misionero, lector de teología y ex-definidor en esta provincia de S. Juan Bautista. Murió en Valencia en 1812, estando ocupada por los franceses. Escribió:
1. Los siete dolores de María santísima nuestra señora, ponderados en siete pláticas para el septenario doloroso. Valencia, por Francisco Burguete, 1802, y por Salvador Faulí, 1807, ambas en 8.°
FR. FRANCISCO GUIJARRO. 1812.
Religioso dominico, nació en Villafranqueza, villa del reino de Valencia, en el año 1736; tomó el hábito en el convento de santo Domingo de esta ciudad; fue lector de filosofía, y maestro de estudiantes en el colegio de padres dominicos de Tortosa; y elegido para lector de teología, no pudo proseguir por falta de salud, continuando siempre enfermizo hasta su muerte, sucedida en el hospital general de Valencia en 1812, recién entrados los franceses en dicha ciudad. Escribió:
1. Buen uso de la teología moral, dividido en cuatro tomos en 4.° Valencia, por D. Benito Monfort, 1791 y 1794.
2. Diseños evangélicos para las dominicas y misterios del señor. Valencia, por dicho. Dos tomos en 4.°
3. Manual para entender y hablar el castellano. Valencia, por el mismo, 1796.
4. Doctrina cristiana dogmática y eclesiástica para ordenandos y ordenados de sacerdote, y destinados a la cura de almas. Valencia, por José Orga, 1801, en 8.°
5. Carta pastoral del Sr. Valero, reducida a diálogo entre un párroco y sus feligreses. Valencia, por Miguel Esteban, 1803, en 8.°
D. ESTEBAN CHAIX. 1813.
Natural de la ciudad de S. Felipe (antes Játiva), en donde era regidor, y socio numerario de la real de Valencia, manifestó su ingenio tanto para la poesía, como en las ciencias naturales. Murió en su patria, a fines del año 1813. Escribió:
1. Silva, página 35. Oda al arte de escribir, página 45, se hallan en la abertura del nuevo establecimiento de estudios de la ciudad de S. Felipe, impresa en Valencia, por D. Benito Monfort, 1799.
2. Memoria premiada, que contiene una noticia de las lagunas y terrenos pantanosos de este reino, los medios para su desecación, con reflexiones sobre las ventajas que resultarán (verificada aquella) a la salud pública, ganados y agricultura: operaciones prácticas para desaguar las lagunas de Ayora y de Salinas. Está inserta en el libro de las actas y junta pública de la real sociedad de Valencia de 1801; impresa por Monfort, 1802: en la misma, a página 142, se halla.
3. Oda a la paz, y a la página 140 otra oda del mismo Chaix.
4. Silva en elogio de las nobles artes, se halla en el cuaderno de actas de la real academia de S. Carlos de 12 de noviembre de 1801, página 70.
Véase el artículo de la real sociedad económica, donde se hallan otros escritos de este autor, que se conservan en su archivo.
FR. MANUEL PAREJO Y CAMPOS. 1813.
Del orden de S. Francisco de la regular observancia, hijo de la ciudad de Valencia, y convento de esta ciudad, en donde fue lector de filosofía, murió por los años de 1813. Escribió: 1. La nobleza cristiana: panegírico de S. Francisco de Borja, que en el día 10 de octubre de 1800 predicó en la iglesia colegial de Gandía. Valencia, por José Esteban, en 4.°
2. Oración en la solemne fiesta de acción de gracias, celebrada por los individuos de la real fábrica de paños de Alcoy, por haber el señor por intercesión del arcángel S. Miguel preservado a esta villa del contagio que padeció la Andalucía, y libertado a sus hijos que estaban en aquel reino (no sé si dijo el arcángel: a los andaluces que les jodan, salvemos a los valencianos). Valencia, por dicho Esteban, 1802, en 4.°
D. MANUEL ALCAIDE Y GIL. 1813.
Valenciano, doctor teólogo por la universidad de Valencia, capellán del número de la real armada, examinador sinodal de los obispados de Santander y Cádiz (que están cerca), pasó a Méjico el año 1810, a una comisión patriótica importante de la regencia (que entonces a nombre de nuestro rey D. Fernando VII gobernaba), y allí publicó:
1. Oración en la solemne acción de gracias que se celebra anualmente en la última noche del año en el sagrario de la santa iglesia metropolitana de Méjico, impresa en dicha ciudad por Jáuregui, 1812, en 4.°
2. Elogio fúnebre de los militares españoles y americanos muertos en la defensa de la religión y de la patria, pronunciado en la metropolitana de Méjico, impreso allí por Arispe, 1813, en 4.°
D. TOMÁS RICORD. 1813.
Natural de la ciudad de Valencia, estudió la filosofía y teología en esta universidad, donde recibió la borla doctoral; se dedicó a los cánones y lenguas griega y hebrea; en 1776 hizo oposición a la cátedra de esta, y logró un beneficio en esta catedral; fue socio de número de la de amigos del país, en la que fue secretario. Murió día 9 de febrero de 1813. Escribió:
1. Noticia de varias y diferentes producciones del reino de Valencia, como también de sus fábricas y artefactos, según el esto que tenían en el año 1791, sacada de los correos mercantiles de España y sus Indias, con varias tablas sinópticas, que por acuerdo de la real sociedad de amigos del país de Valencia ha formado D. Tomás etc. Valencia, por D. Benito Monfort, 1793, en 4.°
2. Elogio académico del Ilmo. Sr. D. Félix Rico, obispo de Teruel, impreso en las actas de la referida sociedad de 11 de diciembre de 1799, página 154.
3. Extracto de las actas de la real sociedad de amigos del país de Valencia, que comprende desde 1787 hasta 13 de noviembre de 1791. Valencia, por D. Benito Monfort, 1792, en 4.°
FR. ANTONIO MARTÍNEZ. 1813.
Hermano del P. Vicente, del que hablaremos al año 1820, nació en Benisa, y recibió el hábito de francisco observante; era un religioso ejemplar, dotado de una suma humildad y pobreza de espíritu; murió en Valencia, año 1813, estando ocupada la ciudad por las tropas francesas. Escribió:
1. Filoteo y Engracia. Conversaciones familiares filosófico-morales de la elevación del alma a Dios por el conocimiento de las criaturas: obra escrita en latín por el cardenal Belarmino, y dispuesta en forma de diálogos para su más fácil inteligencia. Valencia, por José de Orga, 1808, en 8.°
D. FRANCISCO SURIA. 1813.
Natural de las Casas de Bárcena, cerca de Valencia, en la que ejerció el arte de la imprenta, siendo discípulo de Agustín Laborda; pasó después a Madrid, logrando una colocación en la renta de lotería, hasta que en 1803 obtuvo su retiro volviéndose a Valencia. Murió en Ruzafa, en mayo de 1813. Escribió:
1. Tratado en el cual se explica un modo muy fácil para coger y conservar los ruiseñores, impreso en Madrid, en 8.°; y allí mismo, en la de Aznar, 1800, también en 8.°, añadiendo el modo de criar los de nido; y también una instrucción del método de criar los canarios, enfermedades que padecen, y remedios para curarlas, con cuatro láminas.
EXMO. E ILMO. SR. D. FR. JOAQUÍN COMPANY Y SOLER. 1813.
Nació de familia noble en Penáguila, villa de este reino, en 3 de enero de 1732, fueron sus padres D. Vicente Company, médico de profesión, y doña Rita Soler.
Dedicado desde su más tierna edad a las letras, hizo los más rápidos progresos, y habiendo abrazado el estado religioso en la regular observancia de S. Francisco, vistió el hábito en el real convento de Valencia día 14 de enero de 1737 (1);
(1: el autor del diccionario histórico portátil de las órdenes religiosas padeció grande equivocación cuando en la nota de la página 477, tomo segundo, lo hace hijo de la provincia de Andalucía)
después de hechos los votos edificó a sus hermanos por su conducta y piedad, haciendo al mismo tiempo grandes progresos en los estudios, y concluidos, obtuvo por oposición en la edad de veinte y tres años la cátedra de artes, siendo desde entonces su vida una serie continua de ascensos y de gloria en que brilló constantemente así en la prosperidad como en las adversidades; de esta pasó a leer la de teología moral y escolástica, que consiguió también en concurso de opositores; finalizado el curso fue elegido sucesivamente guardián, definidor de provincia y ministro provincial, terminando este cargo antes de los cincuenta años de su edad, promoviéndole después la religión a definidor general de su orden. En este tiempo la Santidad de Pío VI (vaya pájaro) beatificó al V. P. Fr. Nicolás Factor, hijo de esta ciudad y provincia de Valencia. No se puede exagerar el grande celo que manifestó el padre Company en procurar la mayor gloria del beato escribiendo su vida para promover su devoción. Hallábase la provincia de S. Francisco de Valencia muy agobiada por no poder ocurrir a los inmensos gastos que se ofrecían en la corte de Roma. Llegó a su noticia ser tradición constante en el convento de santa María de Jesús, en donde descansan las cenizas del beato, que la ciudad y reino habían ofrecido y señalado diez y seis mil libras valencianas para cuando esta se verificase, era preciso buscar los documentos justificativos para este fin, y después de muchas diligencias se encontró la escritura original en la secretaría de las Generalidades y estamentos que existe en la aduana real; en su vista, después de varias representaciones hechas al Sr. D. Carlos III, se dignó este soberano, sabida la legitimidad de esta promesa, mandar al intendente de la provincia pagase la expresada cantidad en subsidio de la beatificación; supo también que para cuando llegase este caso, desde muy antiguo se decía que debía construirse un camino recto desde el pórtico del convento de Jesús hasta los muros de la ciudad, y el P. Company, vencidas grandes dificultades, consiguió se efectuase.
Su gobierno fue en la religión semejante a su carácter, quieto, pacífico y benigno, ganándose la voluntad de cuantos le trataban, por lo que en la promoción al obispado de Tortosa del P. Fr. Agustín Salinas, eligió la orden en 16 de diciembre del año 1789 en S. Francisco de Valencia vicecomisario general de la familia ultramontana, según los estatutos generales que regían, a nuestro Company, elección que confirmó el Pontífice Pío VI con el título de comisario general, y en el fallecimiento del ministro general de toda la orden Fr. Pascual de Varez, que murió en el convento de Araceli de Roma en 5 de junio de 1791, después de haber gobernado la religión veinte y tres años y quince días, esto es, desde que fue elegido en el capítulo general celebrado en el convento de esta ciudad: el mismo Pontífice por su breve especial dado en S. Pedro de Roma en 15 de mayo de 1792, se dignó promover al P. Company al generalato de toda la orden, instituyendo y nombrando igualmente todos los demás empleos principales de ambas familias. En 1797 el Sr. D. Carlos IV le nombró para el arzobispado de Zaragoza, preconizóle el Sumo Pontífice Pío VI en el consistorio que tuvo a 18 de diciembre del mismo año, consagrándose en Madrid día 4 de marzo de 1798. Por este tiempo se observaban en Roma ciertas efervescencias políticas, que amenazaban algunas turbulencias populares, lo que presentido, y deseando con ansia muchos padres graves de Italia la continuación de generalato en el Ilmo. Company, avisaron a este procurase suspender la elección de nuevo ministro general de la orden, que debía hacerse en la vigilia de Pentecostés del referido año. En efecto, a súplicas del Sr. D. Carlos IV, el mismo Pontífice por su Breve dado en Sena en 29 de marzo, prorrogó la elección, y la de los demás empleos de la religión: Ad nostrum et Sanctae Sedis beneplacitum. Dispensando igualmente al Ilmo. Sr. Company el que gobernase toda la orden juntamente con el arzobispado. En 1800 el mismo monarca lo nombró para la silla de Valencia, y en 2 de agosto lo confirmó la Santidad de Pío VII, tomando posesión de esta mitra en su nombre el canónigo de esta iglesia D. Antonio Roca, día 7 de noviembre de dicho año: terminando el generalato víspera de Pentecostés 14 de mayo de 1806, habiendo siempre gobernado pacíficamente toda la religión por espacio de catorce años. Hizo su entrada pública en esta ciudad, dirigiéndose desde el convento de santa María de Jesús por la puerta de S. Vicente a su iglesia y palacio, domingo 23 de noviembre del referido año. Viéndose este prelado ya de asiento en su silla, desde luego emprendió la gran fábrica de la enfermería del convento de S. Francisco de Valencia, que hizo en el lugar y al lado de una pequeña iglesia que tenían (y aún conserva su nombre) los genoveses habitantes en esta ciudad, dándoles en recompensa el convento e iglesia que está junto al hospital general, que fue de los camilos, conservando sólo esta con el título de S. Carlos; y sobre la referida fábrica de la enfermería edificó un nuevo noviciado, de que había gran necesidad. Cuando el Sr. D. Carlos IV con su real familia y corte pasó y se detuvo en Valencia, entrando en esta ciudad por la tarde del día 25 de 1802, y permaneció en ella desde noviembre hasta el 13 del inmediato mes, el Ilmo. Sr. Company se esmeró en obsequiar a sus majestades y altezas, como era debido a tan gran monarca; y el rey dándose por bien servido, y satisfecho de tan finos y cordiales obsequios, se dignó condecorarle con la gran cruz de Carlos III, haciendo con tan poderoso motivo grandes limosnas a muchas iglesias de su arzobispado, porque todos los damascos, tapicerías y otras finas telas que sirvieron de adorno a su palacio mientras la casa real estuvo en Valencia, mandó hacer casullas, dalmáticas y capas pluviales, repartiéndolo según la necesidad de las iglesias. Los establecimientos piadosos recibían continuamente sus auxilios, la librería del convento de S. Francisco de esta ciudad, la capilla del beato Nicolás Factor, la iglesia de Penáguila, y los preciosos ternos remitidos a la colegial de Gandía, y a los santos lugares de Jerusalén, son dádivas de su munificencia y obra de su celo pastoral; y las condonas de sus débitos a los arrendadores de diezmos, la cesión de considerables créditos a los colegios de las escuelas pías de Valencia y Gandía, son un testimonio de su caridad y amor a las letras. Las crecidas limosnas con que favoreció esta ciudad cuando estaba afligida y amenazada de un hambre general (eso antes de entrar los franceses), escribiendo a Roma, y encargando a fines de 1804 se le enviasen mil cahices de trigo para los pobres de su mitra, y logró por medi de D. Juan Naugeant no sólo estos, sino mil rubios de trigo (1: cada rubio de trigo romano pesa seiscientas cuarenta libras de doce onzas cada una; de modo que el rubio de Roma equivale casi a un cahiz y medio de Valencia), que salió en febrero de 1805 de Civita Vechia (ciudad vieja), y llegaron para consuelo y remedio de los pobres con toda felicidad, y con los que sustentó a más de mil de estos dándoles de comer y pan en los conventos de S. Francisco y Corona, donde se les repartía la comida todos los días a presencia de un capellán familiar suyo, cosa que duró muchísimo tiempo; y aún entrado el año 1808, que con motivo de la guerra de independencia menoscabadas sus rentas no podía sufrir tanto gasto, no tuvo corazón para ver la miseria de muchas de sus ovejas, y así continuó dándoles dos reales diarios y el pan, durando más de un año esta grandiosa caridad, que fue la causa de que justamente se le apellidara digno sucesor de santo Tomás de Villanueva, y con justa razón padre de los pobres, a quienes como hemos visto socorrió copiosamente en todas necesidades, pues a todas horas de día o noche estaba expedita la entrada en su palacio: jamás negó ni aun retardó dar audiencia a cuantos la pedían, y su dulzura y caridad dejó consolados aun a los mismos a quienes negó las pretensiones, o que tuvo necesidad de reprender o de castigar. En medio de tantos honores fue siempre humilde, suave de condición y pobre más allá de lo que puede imaginarse. Amado de los Pontífices Pío VI y VII, y de los monarcas de España, consultando en los negocios más graves y arduos; y admitido a lo más íntimo de sus confianzas, ni se engrió jamás, ni pidió gracia que no se dirigiera al bien general de la religión, y del estado, o al alivio y recompensa del mérito particular de alguno de sus súbditos. En las tribulaciones que sufrieron los dos Sumos Pontífices, los consoló y auxilió al través de imponderables dificultades: como amante de sus reyes y de la prosperidad pública, dio pruebas tan relevantes, que no podrá oscurecer la rivalidad. Noticioso la Santidad de Pío VII del afecto que el Sr. D. Carlos IV había mostrado a nuestro Company, y de las prendas que caracterizaban a este digno prelado, tuvo los más vivos deseos de elevarlo a la púrpura cardenalicia, esperando solamente una insinuación del rey para llevarlo a efecto; en fin en 15 de marzo de 1808, el correo que este día salió de Madrid, llevó el real despacho en que suplicaba a su santidad lo elevase a esta dignidad. El Exmo. Sr. D. Antonio Vargas y Laguna, ministro plenipotenciario de su majestad católica en aquella corte, pasó puntalmente al Santo Padre el correspondiente oficio con las súplicas del rey de España, de lo que su Beatitud se alegró sobremanera, prometiendo hacer esta promoción en el primer consistorio; las turbulencias ocurridas le privaron de este honor, y fueron causa no tuviese efecto esta determinación. Mas para complemento de la gloria de nuestro arzobispo, sólo le faltaba el ser probado con la tribulación, y esto se verificó en los últimos años de su vida. Los sucesos de 1808 causaron en su ánimo la sensación, que en el de los españoles más amantes de su monarca, de su religión y de la independencia de su país, y abrieron un nuevo campo para que brillase su saber y sus virtudes. Nombrado vicepresidente de la junta superior de gobierno de este reino, admitió tan importante cargo sin desatender por ello los demás. Si incautos y seducidos algunos de sus diocesanos pretendieron atentar contra los que creían desleales, nuestro Company se interpuso, fue oída su voz, y calmó el tumulto. Si hombres inmorales quisieron cubrir de sangre este suelo, y empañar el alto concepto de sus naturales, nuestro prelado arrostró peligros, se trasladó a la ciudadela, reprendió a los asesinos, y expuso su vida por libertar la de los franceses custodiados en aquella fortaleza; y aunque del todo no lo consiguió, a lo menos pudo salvar a Valencia del deshonor que había de resultarla. Si el mariscal Moncey invadió esta capital, y la atacó proponiéndose asaltarla, nuestro Company se presenta a la inmediación de la muralla en lo más recio del combate, exhorta a la poca tropa y mucho paisanaje a la defensa de su religión y derechos de su soberano el Sr. D. Fernando VII, anima a los débiles, consuela a los heridos, socorre a los necesitados, y ni un momento abandona la causa pública, ni separa su suerte de la de su grey, con lo que triunfó gloriosamente de enemigo tan formidable. Estos sucesos, el grave peso de los negocios, las calamidades públicas, y los achaques propios de una edad avanzada, exigían algún descanso y mudanza de aires. Con este objeto se trasladó a Moncada, desde donde se vio precisado el pasar a Gandía, con motivo de la nueva invasión del reino por las tropas francesas al mando del general Suchet (le gustaba l'arrós en suquet), que logró por último hacerse dueño de esta ciudad, y de casi todo el reino. Con la noticia de suceso tan lamentable llegaron al Sr. Company las de ocurrencias posteriores a la ocupación, y los clamores del pueblo y clero por el regreso de su pastor. Presas las comunidades religiosas, fusilados algunos de sus individuos (como hicieron los secuaces de Luis Companys, de ERC) vejado el clero y profanados los templos, atropellado cuanto conocen de más sagrado la religión y la sociedad, nada había que no estimulase ni impidiese a este prelado el trasladarse a punto libre de la dominación extranjera, y a ello le inducían sus familiares, que tenían dispuesto el barco para conducirle a Mallorca (en donde ya había otros obispos refugiados), el coche a la puerta, ya todo prevenido para la marcha; pero este pastor a punto de subir en él con las lágrimas en los ojos dijo: Dios sabe mi interior; vuelvo a mi iglesia para hacer el bien posible a ella, a los eclesiásticos y a mis feligreses: este celo por la religión y amor a sus diocesanos le llenaron de una santa fortaleza, y en vez de sustraerse a las vejaciones y amarguras que le esperaban, las abrazó impávido, unió su suerte a la de sus ovejas, y ofreció a la religión, al clero y pueblo el sacrificio de su reposo, salud y aun de su vida. Regresó a esta capital, escoltado de tropas francesas, que lo esperaban en la encomienda de Silla, y el clero, cabildo, ayuntamiento y pueblo lo recibieron procesionalmente, y celebraron su venida con el mayor júbilo, y como un gran bien que en aquellas circunstancias podían esperar: fue su paradero y morada hasta su fallecimiento el palacio (de la) inquisición, por hallarse el arzobispal destruido de resultas del incendio y bombardeo que sufrió esta ciudad. El suceso justificó estas esperanzas, y acaecimientos notables confirmaron el acierto de la determinación, y evidenciaron que el rasgo más heroico, el servicio más importante al Estado, a la religión y a la diócesis, fue el que hizo este prelado negándose a abandonarla, y presentándose con santa fortaleza a recibir los tiros de los perseguidores, para libertar de ellos al rebaño que el señor le había encomendado. El prelado Company habló al ya mariscal francés, y a los generales de mayor influencia, intercedió por el pueblo, y por el clero, y el ardor de su celo suavizó la dureza de los conquistadores, que llenos de admiración le ofrecieron testimonios auténticos de aprecio y de respeto. Se abrieron los templos, se restableció el culto divino, ejercieron los sacerdotes libremente su ministerio, se proveyó mediante concurso público, conforme a derecho y a las sinodales del arzobispado, de párrocos a las iglesias que los habían perdido, se mandaron pagar los diezmos, se atendió a la reparación de los templos, empleó gran número de pobres jornaleros (sin embargo de la decadencia de sus rentas) en la reedificación del palacio arzobispal struido, y nuestro arzobispo sacó en favor de la iglesia cuanto alivio podía imaginarse en tan cruel tribulación, que nunca se hubiera logrado sin verificarse su venida: siendo de admirar, que en tan críticas circunstancias, cuantas órdenes dio el gobierno francés relativas al Estado eclesiástico, todas las recibió este por el conducto de su prelado. Su mediación salvó la vida a muchísimos condenados a perderla: no pocos desterrados volvieron a sus hogares ofreciéndose él mismo en garantía; y hasta los acusados de conspiración contra los conquistadores obtuvieron el perdón del mariscal francés, gracias debidas a las súplicas y lágrimas de nuestro prelado. Pero estos triunfos siempre le eran costoso, y a la par de ellos sufría vejaciones y pedidos que no podía soportar; su salud decaía, y el término de su gloriosa carrera se acercaba. En tal estado supo que se había establecido una logia pública bajo la protección de los franceses, habló, suplicó, conmovió el corazón del mariscal, y consiguió el triunfo a que aspiraba. La logia fue cerrada, y la prohibición de abrir otras en lo sucesivo fue acordada al mismo tiempo. Este fue el último paso de la vida de tan digno prelado, que tantos trabajos acabaron con su salud, y sintiéndose gravemente enfermo en 5 de febrero de 1813, declararon los facultativos ser pulmonía con bastante peligro, disponiendo se le administrase el Viático, como así se hizo, aunque de oculto, después del medio día; y habiéndose dado inmediatamente parte al cabildo eclesiástico, este, concluidos los oficios, pasó acompañado del clero en rogativa cantando la letanía a la capilla de nuestra señora de Desamparados, haciendo de Preste el canónigo D. Juan Gascó: hechas las preces volvió a la catedral, quedando la virgen descubierta todos los días hasta las primeras oraciones, siendo numeroso el concurso de gentes que continuamente frecuentaba este santuario, y el del Crsto del Salvador que también estaba de manifiesto, implorando todos por la salud de su prelado. En 6 de febrero se hicieron rogativas en la catedral con asistencia de la entonces llamada municipalidad, se cantó la misa propia al efecto, oficiando el canónigo D. Tomás Naudín, quedó nuestro señor patente, y por la tarde acudieron a la iglesia mayor los cleros en rogativa, siguiendo en hacerla estos en sus respectivas iglesias. Día 8 por la noche, agravándosele el mal, recibió la extremaunción, que salió así como el Viático de la parroquial de S. Lorenzo, manteniéndose siempre en su cabal conocimiento hasta poco antes de morir, y en la noche del día 13 de febrero de 1813 entregó su alma a Dios, dejando a todas sus ovejas llenas de amargura por haber perdido tan ilustre prelado. Domingo de septuagésima, día 14, en el que se hizo la procesión de la bula de cruzada, no habiéndose efectuado en su día por asedio y turbulencias de esta ciudad, tocó a vacante la catedral, y en seguida a difunto, siguiendo las iglesias restantes. En una de las salas del dicho palacio inquisición, enlutadas sus paredes, se puso el cuerpo vestido de pontifical en el féretro de los canónigos, con cinco altares, donde continuamente se decía misa, y así permaneció hasta su entierro. El clero y pueblo lamentaron su pérdida, y los mismos conquistadores dieron pruebas del respeto y admiración que le merecían sus virtudes, disponiendo el entierro con todos los honores militares, verificándolo del modo siguiente. Martes 16, al cuarto día de su muerte, sacaron de palacio el cadáver, precedido de un piquete de caballería de varios coraceros franceses, y acompañado de treinta y seis niños de las casas de S. Vicente y Misericordia, las hachas encendidas; de todos los cleros con cruz y luces, del cabildo y beneficiados de la metropolitana; los curas de las parroquias; pavordres con el claustro entero de la universidad literaria; la cofradía de nuestra señora del Milagro, el tribunal de Policía con sus dependientes, la real audiencia, y municipalidad, otros cuerpos y tribunales, cerrando la procesión y comitiva otro piquete de úsares (húsares) de caballería: el cadáver puesto en medio de las filas del acompañamiento, iba en un féretro cubierto del rico y grandioso paño, que en el colegio del beato patriarca sirve para el entierro día de viernes santo, llevaban las cuatro borlas de él dos generales y dos comisarios franceses, y a su lado cuatro canónigos como en ademán de sostener el féretro; a su rededor iba el secretario de su excelencia y canónigo D. Luis Lassala (1) de manteo y bonete, los demás familiares de sobrepellices con las insignias pontificales; los criados con la librea correspondiente, y mucha oficialidad y tropa con gasa negra al brazo, y guantes blancos que se les regalaron en palacio.
(1: murió este prebendado día 15 de junio de 1828, con sentimiento universal por las muchas prendas que le adornaban; era sobrino del abate D. Manuel Lassala, y dejó en esta catedral la memoria de un busto de plata de santo Tomás de Villanueva, labrado en esta ciudad, con el lema siguiente: en obsequio del Santo, el Canónigo Lassala, año 1818. Belmont fecit. El cual tiene colocada en el pecho la cabeza del santo, que la sacaron de otro busto más antiguo primorosamente construido, también de plata, que con otros del mismo metal se pasaron a Mallorca para apartarlos de la vista de los franceses cuando invadieron esta ciudad, y que fueron deshechos, conservándose de ellos sólo las reliquias de los santos. En 27 de septiembre de dicho año, propio para la fiesta del santo, se hizo la procesión acostumbrada, llevando al convento del Socorro el arca de sus reliquias, que se custodiaban en la catedral y altar de su invocación desde la invasión francesa, y a la vuelta en su lugar se trajo el cabildo el busto nuevo.)
En la procesión y carrera la metropolitana y clero cantaban el miserere, alternando la música de la catedral con las marciales de la guarnición y cívica, y al pasar por las plazas de S. Lorenzo, S. Bartolomé y se la Seo, los piquetes apostados de la guarnición hicieron sus correspondientes descargas, a las que correspondía la ciudadela con la artillería, hasta que entró el cadáver en la metropolitana por la puerta de los apóstoles. Concluidos los oficios, fue el cadáver depositado y colocado en un sepulcro en la capilla de la purísima concepción, sobre el cual en una lápida está grabada la siguiente inscripción.
SVB LAPIDE IN SPE RESVRRECTIONIS QVIESCIT
EXCELLENT. ILLUSTR. ET REVEREND
D. D. FR. JOACHIMVS COMPANY ET SOLER VALENTINVS
EQVESTRIS ORDINIS CAROLI III MAGNO STEMMATE ORNATVS
IN VALENTINO SODALITIO INTER S. FRANCISCI FILIOS COOPTATVS
HVMILITATE CLARVIT
ATQVE LITTERIS DEDITVS ET DISCENS. EAS ET DOCENS
SINGVLARIS INGENII ET DOCTRINAE FAMAM EST ADEPTVS
PAVPERTATE MODESTIA BENIGNITATE ZELO
ORDINIS GVBERNACVLVM SVAVISSIME TENVIT
ATQVE BONORVM PLAVSV
GRADATIM AD MINISTERIVM VSQVE GENERALE PERVENIT
CAESARAVGVSTANAS PRIMVM DEIN. VALENTINAS INFVLAS
SVMMA VIGILANTIA COMITATE BENEFICENTIA ET LARGITATE ORNAVIT
IN SVBLEVANDIS MISERIS INGENIOSVS
PRVDENTIA IN REBVS ET TEMPORIBVS DIFFICILLIMIS INSIGNIS
INGENIII SAGACITATE MIRABILIS
LENIS SEMPER VINDICTAE NESCIVS
BONVS PASTOR
VALENTIA DIRA. OBSIDIONE A. GALLIS. CAPTA
AMORE GREGIS
LIBERA SERVITVTE GANDIA REDVX PRO GREGE ANIMAM POSVIT
MANSVETVDINE HOSTES VICIT
ET AB IMMINENTI EXITIO
CLERVM CIVES POPVLVM INCOLVMES SERVAVIT
ROMANI PONTIFICIS CVLTOR EXIMIVS
AMBOBVS PIIS VI ET VII IN DELITIIS HABITVS
REGIBVS SPECTABILIS
POPVLIS BENEFICICENTISSIMVS
POSTERIS OMNIVM PASTORALIVM VIRTVTVM
ADMIRANDA RELIQVIT EXEMPLA
GREGI VERO VNIVERSO INGENS SVI DESIDERIVM ET AMOREM
NATVS PENAGVLAE III JANVARII M.DCC.XXXII
OBIIT VALENTIAE XIII FEBRVARII M.DCC.XIII.
La sociedad económica de amigos del país de este reino recibió a este prelado en la clase de socio numerario, alistándose desde el momento que vino arzobispo a esta ciudad, la que lo eligió por su director, cuyo empleo desempeñó durante su vida, asistiendo con puntualidad a muchas de sus juntas. También la real academia de las nobles artes de S. Carlos lo nombró académico honorario de ella. Escribió:
1. Oración panegírica de S. Luis rey de Francia, en la fiesta que celebró la nación francesa en la iglesia de religiosas capuchinas de la ciudad de Alicante en 25 de agosto de 1769. Valencia, por José Esteban Dolz, dicho año, en 4.°
2. Vida del beato Nicolás Factor. Valencia, por José de Orga, 1787, en 4.°
3. Un número muy considerable de cartas pastorales, dirigidas a sus súbditos de la orden de S. Francisco, a los curas y clero de este arzobispado, y a sus diocesanos. Ellas forman un cuerpo de doctrina muy completo, pues apenas hay asunto que pueda ofrecerse a un prelado durante el gobierno de más de doce años, y en tiempos difíciles de guerras, hambre, contagios, sequías, convulsiones, cautividad de monarcas y de Sumos Pontífices, de que no traten con maestría, santa unción, y con un estilo que pone su contenido al alcance de todos para coger mejor el fruto de su lectura; ojalá tuviéramos una colección reunida de todas ellas.
D. MARCOS ANTONIO ORELLANA. 1813.
Nació en Valencia día 24 de abril de 1731, fueron sus padres D. Ignacio Orellana, y Josefa María Mocholí; estudió en la universidad de Valencia la filosofía y leyes, graduándose de esta facultad en la universidad de Gandía, y se aprobó de abogado en la real audiencia de Valencia, de donde pasó a Cádiz y a Madrid, se domicilió e incorporó en su colegio de abogados; pero negándose a comparecer en el foro, regresó a su patria, prefiriendo más los estudios amenos de las humanidades. La academia de la lengua latina matritense le nombró por su individuo, lo mismo la de los Fuertes de Roma (de la que se preció serlo por componerse de poetas, y de la que fue el célebre Metastasio), que le envió el título de académico de mérito en 1784: también la real academia de S. Fernando le nombró académico de honor en 1799, y murió casi privado de la vista de edad de ochenta y dos años en 10 de mayo de 1813. Escribió:
1. Noticia histórico-cronológica de los principales sucesos acontecidos en la ciudad y reino de Valencia en el año 1779: publícala Pedro Arcos Lozano. Tarragona, 1779, por Pedro Canones, en 4.° Es papel de pocas hojas, y lo hizo su autor para estimular al público la empresa de un diario, como en efecto, en 1.° de julio de 1789 empezó a publicarse en esta ciudad, siendo el empresario D. Pascual Marín, y para ello colocó en su casa una imprenta, haciendo al pueblo este grande obsequio.
2. Disertación o carta satisfactoria, en respuesta de la publicada por D. Damián Morón y Rama, persuadiendo que es menos mal sufrir ratones que tener gatos, convéncese todo lo contrario, que siendo los ratones en dada útiles, y en todo perniciosos, los gatos por el contrario son útiles y muy necesarios. Valencia, por José Esteban y Cervera, 1779, en 4.° Esta disertación salió pseudonónima, bajo el nombre de D. Martín Anselmo de Orive, tomando en las tres voces la primera sílaba de sus nombres y apellido; contiene varias notas de historia natural así de los gatos como de los ratones, con lo cual respondió a D. Mariano Madramany, que fue el que había escrito la primera carta, y ocultando su nombre en anagrama de Damia &c. Después de publicada esta disertación, vi en poder de dicho Orellana una adición manuscrita en que corroboraba con otros más fundamentos la defensa de los gatos, al mismo paso que corregía dos yerros de la disertación, siendo el uno haber atribuido a santa Gertrudis la magna la protección contra los ratones, y el otro era suponer haya tanta dotación en la catedral de Valencia para alimento de los gatos.
3. De propitio Coeli Valentini climate, et soli mirifica ubertate, atque de ejusdem incolarum industria. Valentiae (pone Valenitae), ex officina Salvatoris Faulí, 1789, en 4.° No descubrió su nombre, pero lo embebió en una cifra con un hexámetro que lo indica.
4. Thomae Serrani de Civitatibus antiquae Hispaniae feriendae monetae jure usus. Valencia, por Benito Monfort, 1785, en 4.°
Esta obra que en un endecasílabo publicó su maestro el P. Serrano en Bolonia 1781, con notas, y al fin las correcciones de erratas cuanto a los grados de longitud y latitud de cada ciudad, debemos a Orellana el habérnosla hecho aquí familiar en mejor edición, y notadas las verdaderas distancias de longitud y latitud en el propio sitio que corresponden, y aunque no suena su nombre, es cierto que costeó su impresión.
5. Catálogo y descripciò dels pardals de la Albufera de Valencia, anónimo. Valencia, 1795, en 4.°
6. Valencia antigua y moderna. Los nombres antiguos y modernos de las calles y plazas de Valencia, en dos tomos, y uno de documentos en folio manuscritos: obra varia por la diversidad de asuntos, aunque carece de crítica, y para en el día en poder de D. Miguel Mendoza, del que hablaremos.
7. Adachis proverbials. Un tomo en folio manuscrito. (como el adages de Carlos Ros, pero con ch de ché)
8. Principio, progresos y estado anual de la devoción al corazón de Jesús, y al fin un corolario de la devoción al corazón de María, en 4.° manuscrito.
9. Tratado histórico-apologético por las mujeres emparedadas de Valencia, manuscrito. 10. Métricas y sencillas expresiones, que para el día 1.° de novie
de 1783, en que publicó las actas de su último trienio la real academia de S. Carlos, se insinuó congratulándose en su obsequio dicho Orellana. Valencia, por D. Manuel Peleguer, 1784, en folio.
11. Historia lúdrica (lúdica), o tratado de los juegos antiguos y modernos, y otras diversiones usadas en varias partes, particularmente en la ciudad y reino de Valencia: obra filológica, en 4.° manuscrita, para en poder del referido Mendoza.
Es obra curiosa, por tratar de los juegos pueriles, vulgares y comunes, de los dados, de los naipes, y últimamente de los laberintos, y que incluye mucha erudición de la antigüedad.
12. Catálogo dels peixos ques crien y peixquen en lo mar de Valencia, en 4.° manuscrito. Al principio hay unos epigramas latinos del mismo autor.
13. Vidas de los pintores, escultores, arquitectos y grabadores valencianos. Un tomo en folio manuscrito.
14. Tratado de monedas de España, y que han corrido en la Corona de Aragón, especialmente en Valencia, en 4.° manuscrito.
15. Compendio de las vidas de los varones en santidad y letras presbíteros de la congregación de S. Felipe Neri de Valencia, sacado de la obra escrita en portugués por D. José Manuel de Silva: va añadida la vida del P. José Nebot, en 4.° manuscrito.
16. El escudo verdadero antiguo de Valencia el Dragón, manuscrito.
D. JOSÉ JAUDENES. 1813.
Valenciano, intendente del ejército y reino de Mallorca, de cuya sociedad fue individuo, y también de la de Valencia, pasó a Madrid, y murió por los años 1813. Escribió aunque anónimas las obras siguientes.
1. Memoria premiada por la real sociedad mallorquina, y leída en 9 de diciembre de 1798, en que se proponen los medios prácticos de aumentar y rectificar la cría de ganados, lanar, cabrío, vacuno y de cerda; de modo que el de Mallorca baste para el consumo, sin necesidad de hacerle venir de fuera, y sin perjudicar los demás ramos de nuestra agricultura. Problema que propuso la misma sociedad. Mote de la carpeta: Gratum opus Agricolis. En Valencia, imprenta de José de Orga, 1798, en 4.° Se presentó sin nombre de autor.
2. Memoria sobre las ventajas de la agricultura de Mallorca, la preferencia de protección que merece, las trabas que sufre y los auxilios de que necesita, premiada por la real sociedad económica de la misma isla, y leída en junta pública de 9 de diciembre de 1797. Mote de la carpeta: Rura quoque oblectant animos, studiumque colendi: Quaelibet huic curae cedere cura potest. Ovid. lib. 1 de remed. am. Valencia, imprenta del referido, 1798, en 4.° Se presentó sin nombre de autor.
D. ANTONIO PASCUAL PUJALTE. 1813.
Nació en la villa de Aspe, reino de Valencia, estudió en esta universidad las leyes, y fue recibido de abogado: al presente vive retirado en su patria. Publicó:
Elogio fúnebre de los valencianos que murieron en el ataque que hizo a esta ciudad el mariscal Moncey en la tarde del 28 de junio de 1808. Cádiz, 1809, en 8.° más aumentado, en Valencia, por José Ferrer de Orga, 1813, en 8.° con notas.
D. GASPAR ZABALA Y ZAMORA. 1813.
Natural de la ciudad de Denia, habitó en la Corte, donde se dedicó enteramente a la poesía, publicó varias piezas teatrales, que siendo muchas, sólo anotaremos las que han llegado a nuestra noticia. Murió en Madrid por los años 1813. Escribió:
Descripción de las fiestas que celebró al nacimiento de los serenísimos infantes gemelos, en romance heroico. Madrid, por D. Joaquín Ibarra, 1784. Un cuaderno en 4.°
Las víctimas del amor, Ana y Sindham. Comedia en tres actos. Madrid, y Barcelona.
La mayor piedad de Leopoldo el Grande. Comedia en tres actos. Madrid, en 4.°
Por amparar la virtud olvidar su mismo amor, o la hidalguía de una inglesa. Comedia. Madrid, en 4.°
El día de campo. Drama en un acto, en 4.°
La Tamara, o el poder del beneficio. Comedia en tres actos, en 4.°
La toma de Hay, por Josué. Drama sacro en dos actos. Madrid, 1801.
El imperio de las costumbres. Comedia en prosa en cuatro actos, sacada de la tragedia que con el mismo título escribió en francés Mr. Le Miere, en 8.°
El amor constante. Drama en un acto. Valladolid, imprenta de Pablo Muñoz, en 8.°
El perfecto amigo. Comedia en verso en dos actos, en 4.°
Alejandro en la Sogddiana. Comedia en tres actos.
Novelas nuevas de Florián, traducidas libremente e ilustradas con notas... Madrid, 1799: son cuatro novelas: Valladolid y Barcelona, en 8.° y 12.°
Aragón restaurado por el valor de sus hijos. Comedia en tres actos, en 4.°
El buen y mal amigo. Comedia en tres actos. Madrid, 1801.
El premio de la humanidad. Comedia en tres actos.
La Justina. Comedia en tres actos.
Por ser leal y ser noble, dar puñal contra su sangre. La toma de Milán. Comedia.
Las besugueras. Sainete. Madrid: en 4.°
La destrucción de Sagunto. Comedia: Madrid: en 4.°
El triunfo del amor y de la amistad: Jenwal y Faustina. Comedia original en tres actos. Madrid, por Gómez, 1804.
La Eumenia o la madrileña: teatro moral. Madrid, imprenta real, 1805. Es obra original, en la que el autor ha sabido expresar los sentimientos y el lenguaje de los lugareños cercanos a Madrid.
El confidente casual. Comedia en verso en tres actos.
Las fábulas de Florián, traducidas. Madrid: en 8.°
El amor dichoso. Melodrama en dos actos, en 4.°
El amor constante, o la holandesa. Comedia en 4.°
El Adriano en Siria. Comedia en tres actos.
Semiramis. Tragedia en un acto.
D. VICENTE ALFONSO LORENTE. 1815.
Nació en la villa de Jarafuel, gobernación de Cofrentes, reino y arzobispado de Valencia, en 22 de enero de 1758; estudió en esta universidad filosofía y leyes, que abandonó después de dos años para seguir la carrera de medicina, que concluyó en 1781, obteniendo los grados de bachiller, y el mayor de esta facultad, aprobándose de médico en 1783 por el real protomedicato. Se dedicó enteramente a la botánica, y adquirió un conocimiento superior en este ramo, haciendo varias oposiciones a las cátedras de esta ciencia, logrando en el año 1789 ser nombrado según real resolución por uno de los treinta comisionados o correspondientes del real jardín botánico de Madrid, por lo respective al reino de Valencia, y en 1795 del de Cartagena. Hizo una colección de más de doscientas semillas para Rusia, por encargo del caballero intendente de esta ciudad, denominadas todas por el sistema de Linneo, y mereció el título de médico de los reales ejércitos expedido en el año 1793, y que el Dr. D. Casimiro Gómez de Ortega en su Curso elemental de botánica alabase a Lorente, tratándole de profesor inteligente, por haber corregido y perfeccionado varios géneros con suma diligencia y acierto; y para perpetuar su memoria le dedicó un género de planta, que tituló Lorentea atropurpurea, la que siendo oriunda del reino mejicano, vegeta con fuerza y lozanía en el nuestro. Su aplicación descubrió en los contornos de esta ciudad un árbol que por no conocido estaba enteramente abandonado, procuró pues propagarle mediante los renuevos que pudo desgajar de él, y se llamaba Betula alnus Linn., esto es, el abedul aliso, cuya madera es casi perdurable en el agua: la corteza con el leño más arrimado a ella se usa para teñir los lienzos de color amarillo rojo; teniendo además muchos y especiales usos tanto en la medicina como en las artes, y de los cuales tratan largamente Ray, *Du hamel, Quer, y otros varios autores.
Regentó nuestro Lorente por más de siete años la cátedra de botánica en la universidad de Valencia, hasta que últimamente pasó a la Corte, donde hizo oposición a la perpetua de esta facultad, que provisto en ella desempeñó en esta ciudad hasta su muerte, acaecida en 1813. Escribió:
1. Nova generum polygamiae clasificatio. Valencia, por José Esteban y Cervera, 1786, en 4.°
En esta obra hace ver el autor las dificultades que ocurren al indagar los géneros de la clase Poligamia por el método de Linneo, y da otro más fácil y seguro para determinar sin embarazo sus géneros y especies, aunque no se tengan a mano los dos o tres individuos que suelen constituir cada especie.
2. Reconvenciones al autor de la carta apologética sobre su explicación de la yerba llamada Pentaphilon en un examen de botánica. Valencia, por José Esteban y Cervera, 1788, en 8.°
3. Cartas dirigidas a D. Agustín Juan y Poveda, catedrático director del real jardín botánico de Cartagena, sobre las observaciones botánicas que ha publicado D. Antonio José Cavanilles. Valencia, por el mismo impresor, 1797 y 1798: son dos cartas en 4.°
4. En el diario de Valencia del lunes 31 de diciembre de 1798 hay una relación que hizo a la real sociedad de Londres, al Sr. Warson, sobre el beneficio y provecho que podría resultar de una planta conocida con el dictado de Guisantes de tierra, (cacahuete, pea : guisante: peanut; Erdnuss alemán?) y denominada con otros varios nombres por los botánicos, cuya relación publicó nuestro Lorente.
5. Descargos del Dr. D. Vicente Alfonso Lorente, a los cargos que le hizo D. Juan Sánchez Cisneros etc. sobre la observación del fruto de piñapera; fecha en Valencia 4 de octubre de 1803, en 4.° sin lugar de impresión.
6. Disertación sobre el sistema de Linneo, que en el jardín botánico de Madrid dijo a los censores nombrados por el rey para obtener la cátedra de botánica de la universidad de Valencia el día 13 de mayo de 1805. Valencia, por D. Benito Monfort, 1806, en 4.° Esta misma imprimió también en latín.
7. Relación del cultivo de la indigofera tinctoria, y de la extracción del añil, impresa entre las Memorias de la real sociedad económica de Valencia del año 1807, en 4.°
D. VICENTE BLASCO Y GARCÍA. 1813.
Del hábito de Montesa, nació en Torrella, junto a S. Felipe, arzobispado de Valencia, en 13 de marzo de 1735. Después de haber estudiado, como Luis Vives, la gramática latina con un preceptor poco instruido, empezó la filosofía en esta universidad el año 1749, bajo la dirección de D. Joaquín Segarra, canónigo después de esta metropolitana. Fue el más aventajado de sus condiscípulos: defendió súmulas en el primer año, y obtuvo en el tercero los grados de bachiller y de maestro en artes. Noticioso frey D. José Ramírez, prior de Montesa, de su distinguido mérito, lo buscó para que hiciera oposición a aquellas plazas; y agraciado por su majestad con una de ellas, profesó en 16 de noviembre de 1753. Convencido de que las humanidades son la basa (o base) y el fundamento del verdadero y sólido saber, se dedicó enteramente a la lectura y al retiro, renunciando hasta las honestas recreaciones que se permiten en los colegios, y ocupando todo el tiempo en los clásicos del siglo de Augusto, y en los célebres españoles de nuestro siglo de oro, sin olvidar el estudio de la teología, que era su obligación principal. Lo que adelantó en aquellos años, lo manifiestan claramente la pureza y propiedad con que hablaba el latín y el castellano, y las conclusiones para el grado de doctor en teología, que defendió en 1760, cuya dedicatoria se dignó admitir el Sr. D. Carlos III, y mandar al Exmo. Sr. D. Manuel de Sada y Antillón, capitán general de este reino, que asistiera al acto de ellas, y las presidiera en su real nombre. Cuya función fue de las más lucidas que ha habido en esta escuela, y la describió muy circunstanciadamente D. Agustín Sales, cronista de la ciudad, en un manuscrito intitulado: Funciones literarias de los años 1599, 1760, tenidas en la universidad con asistencia de las majestades por sí mismas, o en su real nombre; del cual manuscrito la copió el Sr. Blasco en el memorial de méritos que imprimió para la cátedra de filosofía. Conseguidos los grados de bachiller y doctor en teología, fue nombrado a propuesta del claustro académico público de esta facultad, que tenía entonces el título de catedrático extraordinario; cuyo cargo, así como el de las sustituciones de varias cátedras, desempeñó con aprovechamiento de los estudiantes. Cuidó de la edición de las obras poéticas del maestro León, publicada en esta ciudad en 1761; y destituido de todo auxilio, y en el corto tiempo que dan los impresores, corrigió sólo con la fuerza de su ingenio más de ciento y cincuenta yerros, sin contar distinciones, apuntaciones, interrogaciones, que estorbaban no poco el sentido, y eran innumerables (1).
Obtuvo en 1763 la cátedra de filosofía, habiéndose ejercitado antes en varias academias públicas que mantuvo a los discípulos de D. Carlos Beneito, después pavordre; de D. Andrés Sanchís, y de D. Marcos Rodrigo, y presidido más de sesenta actos públicos de varias conclusiones. Había abandonado para perfeccionarse en su estudio los autores acreditados entonces en toda España, que aunque se gloriaban vanamente con el nombre de aristotélicos, eran en realidad adulteradores de la doctrina del que llamaban su maestro (2),
(1) Hablando de esta edición el maestro Antolín Merino en el prólogo de la impresión publicada en Madrid en 1816, dice: “Hizo mucho seguramente el corrector valenciano, y aun se puede asegurar que con los auxilios que se han hallado después, hubiera dado con gran pureza las poesías de Fr. Luis, tomando esta empresa con más tiempo del que le dieron entonces los impresores. Sin embargo la edición hecha en Valencia en 1761 era muy superior a la de Quevedo.”
(2) ¿Quid dicitis Aristotelem vos disputando victuros? Ne iuretis ipsi, ego id pro vobis deierabo, et quidem persancte. Nam quas artes vos modo exsomniastis, quas nugas, et quidem ex illius, ut putatis dogmatibus, ipse, si revivisceret, non intelligeret, ac ne suos quidem libros, ut vos explicatis... Si vestra ista est dialectica, dialecticam Aristoteles ignoravit; si philosophia, philosophiam. Lud. Vives de causis *corruptar. art. lib. 1. cap. 7.
cuyas obras originales ni leían ni podían entender; y dedicádose a la lectura de los filósofos antiguos, y a la de los modernos, que con tanto ardor y tesón, como provecho de las letras, derribaron el coloso del Peripato, ridiculizaron la insignificante jerigonza de palabras con que se suplía la falta de ideas claras, y perfeccionaron el estudio de esta ciencia en todos sus ramos, principalmente en la física. Había hecho conocer también estas obras a los jóvenes de más talento y aplicación, entre otros Muñoz y Cavanilles, a quienes instruía privadamente, dirigiéndolos por el verdadero camino, para que fuesen algún día gloria de esta escuela y honor de la nación. Y aunque estaba bien persuadido de la inutilidad de la filosofía peripatética, y no podía adoptarla en la enseñanza sin hacer traición a su conciencia, y desatender al aprovechamiento de sus discípulos; veía también por otra parte que el declararse protector decidido de la moderna, encresparía los ánimos, encendería las pasiones, y excitaría una persecución tan obstinada como suelen serlo las de los literatos: persecución que lejos de acelerar, retardaría los progresos de las letras. Y en esta dura alternativa juzgó que la prudencia exigía elegir un camino medio, cual era suprimir muchas cuestiones inútiles, explicar en pocas palabras otras de puro nombre, e introducir tal cual rayo de luz, que sin deslumbrar los ánimos, los dispusiera para recibirla de llano por medio de sus discípulos. Y aunque previó que no le faltarían sin embargo enemigos y detractores, resolvió anteponer los progresos de las letras al menoscabo que podía experimentar en su fama y en sus intereses. Léanse las cláusulas puestas al pie, copiadas de lo primero que dictó a sus discípulos, y del proemio para las conclusiones del grado de maestro en artes, que lo consiguieron diez siete, y se conocerá por ellas así la entereza de su carácter, que conservó hasta los últimos momentos de su vida, como la pureza y claridad de su estilo (1).
(1) Ego mentem omnem, curam, diligentiam ponam ut de philosophia benemerear, multurumque expectationi et conscientiae meae satisfaciam. In omnibus utilitati vestrae consulam. Multi a me novi generis aliquid expectant. Equidem fateor in ea me esse sententia, ut putem multo utilius quam in schola tractari posse Philosophiam... Quocirca multa inutilia recidam, multa cognitione dignissima, omnique labore contendam ut de iis, quae disputaturus sum, solide, noviter, et expedite disputem: ubique breviter, et vel in obscuris clare. Intelligo quam sit haec ardua res et operosa, viribusque meis impar: introspicienda enim mihi est vetus omnis et recentior philosophia; ut de perficiendo negotio paene animo concidam. Sed nimirum viam sternimus ingeniis ad magna surgentibus, quam si liberius dehine excurrerint, tum a me non solum vestrae, sed publicae etiam utilitati satis superque consultum existimabo. Et quamquam persuasum nobis est obtrectatores non defuturos (habet enim hoc veritas simul atque in publicum apparet ut odiosa et inimica sit multis) tamen isti aleae caput ultro obiectamus, neque patrocinium respicimus. Decernaturque potius in nos, traducamur, vexemur, quam non litterarum publica fraus, quarum nobis est honor propiis utilitatibus antiquior, etiam nostro aliquo vel famae, vel fortunae dispendio redimatur.
Y en el proemio de dichas conclusiones: Noveram virorum eruditorum et ingenuitate praestantium de nonnullis scholasticis querelas quod magnum studium multamque operam ponerent in res obscuras et difficiles, easdemque non necessarias: quod nimio altercandi studio ab Aristotele atque scholae principibus longissime discesserint: quodque utilia multa tam levibus quaestiunculis et argumentationibus miscuerint, ut inania prorsus et contemuenda videantur. Quas ego querelas ut iustissimas et ab amore veritatis expressas arbitror; ita quam primum philosophiae Cathedram conscendi, facere non potui, nec vero debui, quin vitiis istis quae teneras mentes corrumpunt, pro virili parte me opponerem, et remedium adferrem. Non ego is sum, qui rem adeo operosam et arduam a me uno perfectam esse putem. Sed nostrum obolum contulimus, et certe viam stravimus ingeniis ad magna surgentibus, quibus schola nostra abundat. Dicam quid praestiterim. Multa, quae non mihi solum, sed viris etiam doctissimis inutilia videbantur, recidi. Id quod theses nostrae satis indicant, in quibus non abnuimus aliqua adhuc occurrere a posteris recidenda. Quae vero a nobis disputata sunt, noviter tractavimus... Brevitatem et perspicuitatem ubique pro mediocritate mea sequutus sum... Altercandi libidinem, ut logomachiarum officinam, et veritatis scopulum ac pestem odi, atque in primis cavi, ne in eam auditores mei tot quotidianis disputationibus inciderent. Quod vitium dici non potest quantum damnum teneris mentibus adferat. Adsuescunt enim pueri numquam tacere, fortiter adseverare quidquid in buccam, numquam vel apertae rationi cedere. Adsuescunt subtilitates, distinctiunculas, offucias quaerere, quibus manifestam veritatem eludere possint, et tenebris circumfundere. Adsuescunt sine attentione loqui, sibique eruditi et sapientes videri, si cum contentione, cum confidentia obloquantur, tametsi nihil intelligant. ¿Quid est, si non haec, maxima mentium pernicies est?... Libertatem illam modestam et viro ingenuo dignam, qua quis paratus est a quoquam discere, auditoribus meis saepissime inculcavi, praedicans, tum me beatum futurum, quam eos illi progressus in litteris fecerint, ut me monerent, si quod mihi forte erratum in dictatis exciderit... Ita curriculum philosophiae instituimus, eredimusque rem nos gratam viris doctis fecisse, et auditoribus nostris utilissimam.
Concluido el curso de filosofía, volvió a entender en la impresión del Bulario de Montesa, que le había encargado el consejo de órdenes en 1761, por las muchas ocupaciones de frey D. José Ramírez en la obra del colegio, convento e iglesia de la misma orden. Y cuando ya estaba impresa una buena parte, y dispuesto lo restante para la prensa, acudió a dicho consejo el lugarteniente general marqués de Angulo, incomodado en realidad, porque no eran de su gusto las notas que se añadían a las Bulas, aunque aparentaba estarlo por la tardanza en la publicación del Bulario, a la cual por medios indirectos, él mismo había contribuido. Satisfizo a sus quejas el Sr. Blasco en papel dirigido en 10 de enero de 1768 a D. Francisco Lastiri, en el cual manifiesta además lo que había trabajado en el desempeño de su comisión (1).
(1). Las muchas ocupaciones, dice en dicho papel, del doctor frey don José Ramírez fueron causa de que ya no entendiese en lo tocante al Bulario; y yo solo sin escribiente, ni ayuda de alguno me apliqué desde luego a copiar las Bulas, que no estaban copiadas, y a cotejarlas todas puntualmente con sus originales. Y advirtiendo en ellas algunos lugares, que podían ilustrarse con instrumentos, que se hallan en el archivo, o con lo que refieren los autores, y que ilustrados aquellos lugares, ponían en claro muchos hechos de la orden, o descubrían los engaños que algunos han padecido , iba anotando todo esto, y poniéndolo al pie de las Bulas. Seguía yo entonces en la universidad de Valencia las oposiciones a cátedras de filosofía. Y porque este estudio era causa de que fuese lentamente el Bulario, determiné dejarlas al tiempo mismo de hacerlas, y las dejé en el año 1762. Pero algunos regidores patronos de aquella escuela, y otros deseosísimos del adelantamiento de las letras, haciéndome el favor de pensar que yo podía contribuir a sus deseos, me exhortaron mucho a que continuase las oposiciones, y aun rogaron al prior del convento que me lo mandase. El prior y otros de la comunidad, creyendo que redundaba en honor de la orden que yo regentase la cátedra, me hicieron volver a los estudios de la filosofía y a las oposiciones. Y volvió a proceder lentamente el reconocimiento de las Bulas e impresión de ellas. Sin embargo se imprimió en aquel tiempo todo lo que está impreso. Hice la oposición en el año 1763, y me confirieron la cátedra. Público es el trabajo de la cátedra de filosofía en aquella universidad. Tres horas por mañana y tres por tarde dictando, explicando, oyendo lecciones (liciones), soltando argumentos. Además repasos privados, y el trabajo de escribir el curso. Por lo cual hasta el año 1767 me fue imposible trabajar en el Bulario. Este tiempo es de quien habla el lugarteniente, cuando dice que en más de cuatro años no se ha dado original para la prensa. Pudiera haber manifestado (pues lo sabía por relación mía) que en el tiempo que tuve el año pasado, di concluido todo el trabajo; y omitir la exageración, que hace, de la tardanza que habrá en la impresión, si se permiten las notas a las Bulas. Estuviera el Bulario entero con las ilustraciones impreso ya al presente, si el lugarteniente no hubiera intimidado al impresor con sus reparos. De las notas el mismo lugarteniente confiesa que es trabajo útil y loable. Pero repara en que van al pie de las Bulas, y no en cuerpo separado. No atino qué motivo podrá tener para querer que vayan separadas, siendo esto contra lo que acostumbran los literatos en las mejores ediciones, (nota del editor: en muchos casos, las notas al pie son más largas que el texto, incluso se extienden varias páginas; a mí no me gustan) y contra el buen gusto de los lectores, que desean ver de un golpe de vista el lugar y su ilustración. Finalmente el consejo determinará si la orden de su majestad para que se impriman las Bulas, Privilegios Reales y otros instrumentos hasta para imprimirse mis notas, que no son sino instrumentos, o extractos de ellos, con algunas autoridades de autores clásicos. Yo así lo creía, y quizás también el lugarteniente, pues en tanto tiempo no reparó en lo que repara ahora que iba a concluirse la impresión. Pero en todo estoy prontísimo a seguir lo que el consejo determinare.
Mi ánimo es dividir la obra en tres tomos, y que el primero contenga las Bulas, el segundo los privilegios reales, y el tercero varios instrumentos de la orden y de los templarios: ilustrándolos con observaciones en cuanto alcance mi lectura.
Remito a V. S. el ejemplar de las Bulas que se han impreso; y si pareciere al consejo, entregaré también las que restan a quien se sirva señalar para que examine mi trabajo.
Obligáronle estas quejas a pasar a la corte, en donde se hallaba entonces el Sr. Bayer con el destino de preceptor de los serenísimos señores infantes; el cual como le había tratado personalmente, y conocía a fondo su literatura, prudencia y ejemplar conducta, juzgó que no podía echar mano de otro sujeto más a propósito para que le ayudase en tan espinoso y difícil encargo. Y el Sr. D. Carlos III, que tenía bien presente su mérito, le confió en 9 de abril de 1768 la instrucción del serenísimo señor infante D. Francisco Xavier. Dedicó a este augusto discípulo los nombres de cristo del maestro fray Luis de León, reimpresos en esta ciudad en casa de Monfort en 1770, añadiendo al fin el nombre de Cordero, y al principio un largo prefacio sobre la lectura de los buenos libros, no menos apreciable por el lenguaje casto, puro, armonioso, fluido, y sin galicismos ni en las palabras, ni en las frases, ni en la contextura de los periodos, como por la literatura, juicio, moderación y sana doctrina que por todas partes rebosa. Estaba dotado el Sr. infante de buen talento, mucha memoria, gran docilidad, y un extraordinario deseo de aprender, especialmente la historia, que debiera ser quizá el principal estudio de las personas reales: era en suma joven de grandes esperanzas, como se manifiesta en la dedicatoria, cuyo verdadero autor enemigo en todas ocasiones de adular y exagerar, dibujó su retrato arreglándose enteramente a la verdad. Pero las viruelas, de que fue víctima, dejaron fallidas aquellas esperanzas, y tuvo el Sr. Blasco el gran desconsuelo de quedar privado de un discípulo, que tanto hubiera honrado su magisterio. Y habiendo pedido permiso para restituirse a su convento, en vez de concedérselo el Sr. D. Carlos III, le encargó, satisfecho de su celo y pericia, que ayudase al Sr. Bayer en la enseñanza del serenísimo señor infante D. Gabriel. Ganóse enteramente el afecto de su nuevo discípulo, que le profesó hasta la muerte una verdadera amistad, mostrándosele siempre agradecido por los trabajos que había empleado en su instrucción, y por lo que había contribuido a la célebre traducción e impresión del Salustio. El Sr. D. Carlos III, que nunca dejaba sin premio los servicios de sus vasallos, quiso premiar los del Sr. Blasco, nombrándolo para un canonicato en esta iglesia en 3 de octubre de 1780. Resistióse el provisor a dar la colación al canónigo D. Joaquín Segarra, apoderado suyo, porque faltaba el Breve de habilitación o dispensa, sin cuyo requisito creía que los Freiles de Montesa no podían obtener prebendas. Lo cual dio ocasión a un expediente ruidoso; y visto el informe del provisor, dos representaciones del arzobispo, y un largo y sólido papel del Sr. Blasco, y oído el fiscal, y lo que expuso la cámara, se expidió en 20 de mayo de 1781 una real sobrecédula, en que se declara atentada y violenta la suspensión del real despacho de 3 de octubre de 1780, y que no era necesaria la dispensación apostólica, y se manda que el provisor proceda inmediatamente a dar la colación canónica, con recudimiento de frutos desde el día en que D. Joaquín Segarra presentó el despacho. Hecha saber al provisor en 6 de junio, contestó que la obedecía como buen vasallo, y dio la colación en el propio día al referido canónico Segarra, que tomó luego la posesión en 13 del mismo. Posteriormente en 29 de mayo de 1797 se expidió real cédula, haciendo igual declaración respecto de los Freiles de Santiago, Calatava y Alcántara.
Puesto en posesión del canonicato, acudió al rey por medio del serenísimo señor infante D. Gabriel, para que se sirviera concederle el retiro a fin de poder residirlo. Tuvo a bien su majestad acceder a esta solicitud en 24 de junio de 1781, añadiendo “que en atención al celo, aplicación y esmero con que había desempeñado tan honroso encargo, quería su majestad se le manifestase en su real nombre la satisfacción que le merecía por el importante servicio de la instrucción y enseñanza de su alteza, que su majestad le había confiado; y en prueba de ello mandaba se le continuaran los honores, ventajas y preeminencias que hasta entonces había gozado, como tal maestro, inclusa la gracia del coche por cuenta de su majestad, y los sueldos que su alteza le había contribuido, y quería conservarle para muestra de su estimación y gratitud; y que por lo mismo había oído su majestad con la mayor satisfacción y agrado la referida súplica de su alteza, llenándole de ternura y complacencia la generosidad y aprecio que le merecía el expresado maestro.”
Mientras estuvo en la corte le encargó el rey varias comisiones en negocios graves y difíciles, que desempeñó con el mayor celo e inteligencia; entre otras el arreglo de los reales estudios de S. Isidro, y el método de estudios para los carmelitas descalzos, publicado a nombre de su general en 1781, que prueba la vasta literatura, el maduro juicio, el gusto fino, y la moderación de su autor. Cotejó con antiguos manuscritos, y enriqueció con prólogos, varias notas e ilustraciones las crónicas del Sr. D. Juan II, y de los señores reyes católicos don Fernando y doña Isabel, que publicó en Valencia Monfort en los años 1779, y 1780. Emprendió además una versión castellana del catecismo de S. Pío V, que tenía muy adelantada, y pensaba concluirla en Valencia, y trabajar también unas instituciones de teología, y un tratado de fide, y reimprimir la perfecta casada del maestro León, con un prólogo sobre la obligación que tiene el pueblo de aplicarse al estudio de la religión, sobre las cosas que deben saber todos los fieles, y el género de libros que han de escribirse para su instrucción. Pero ocupado enteramente en la formación y establecimiento del nuevo plan de estudios, de que se hablará después, ni pudo llevar a cabo estas empresas, ni continuar la edición de la historia de España del P. Mariana, que había empezado con D. Vicente Noguera a instancias de Monfort, a quien la inesperada muerte de D. Domingo Morico había dejado comprometido con el público. Así es que cuidó sólo de la corrección y variantes del primer tomo, puso muchas notas al libro tercero, y trabajó el prefacio, en el cual manifiesta las razones que había tenido para preferir la edición de 1608 a las de 1617 y 1623. En 14 de enero de 1784 fue nombrado rector de esta universidad, y enterado a fondo de su estado por exámenes extraordinarios de los estudiantes, acudió a su majestad en 13 de septiembre del mismo, manifestando “que aunque en ella se trabajaba con incesante aplicación, y se hacían progresos en las ciencias, pudiera adelantarse más la enseñanza pública, variando el método antiguo que se seguía, y ordenándolo según las luces del tiempo. El que representa, añade, ha observado en aquella escuela vivísimos deseos de saber y adelantar, y se promete grandes adelantamientos con sólo dos cosas que se establezcan. La primera es mejorar el método, así en las horas de enseñanza, en el orden de las materias y autores por quienes se enseñen, como en las oposiciones a las cátedras, y requisitos para ser admitidos a las oposiciones. La segunda aumentar la dotación de las cátedras de modo que con ella puedan subsistir moderadamente los maestros, y señalar algunos premios para los que hayan trabajado y se hayan distinguido. Para hacer este arreglo es necesario algún tiempo: mas el que representa, por estar instruido en le manejo de aquella universidad, y en lo que conviene a sus estudios, se ofrece a hacerlo con la brevedad posible, si fuere del agrado de V. M., abrazando en el nuevo método todas las lenguas y facultades que allí se enseñan, juntamente con los requisitos para ser admitidos a las oposiciones de las cátedras, y con la distribución equitativa de los caudales de la universidad.” Propone además como muy urgente que la teología, que se enseñaba por materias sueltas, inconexas y manuscritas, se redujera a cursos, y se enseñase por impresos. Su majestad tuvo a bien en 15 de octubre siguiente mandar que se variara interinamente el método de teología, y que ordenara el nuevo plan de estudios. Ordenólo en efecto, y examinado con la mayor detención y escrupulosidad por una junta que nombró el rey, presidida por el Sr. inquisidor general, y compuesta entre otros del Sr. Pérez Bayer, del P. Risco y del P. Benito de S. Pedro, fue aprobado por su majestad, y mandado observar en 20 de marzo de 1787. Ya en 5 de diciembre del año anterior, estando próximo a concluir el rectorado, había merecido que su majestad satisfecho del celo con que lo desempeñaba, le nombrase rector perpetuo; y había conseguido también que se restituyera a la ciudad el patronato de la universidad, que estaba suspenso desde el año 1774. Es increíble el empeño que tomó el Sr. Blasco en esta restitución, haciendo presente ya el derecho de la ciudad por haber fundado la escuela, costeado y conservado el edificio, y pagado exclusivamente los salarios de las cátedras; ya también las ventajas que resultarían al público, y a los progresos de las letras, por asegurarse por este medio hasta cierto punto la buena elección de maestros. Porque aquí son conocidos los sujetos que pueden aspirar a cátedras, y se descubre desde que empiezan los estudios su talento, su aptitud, su aplicación, su juicio, su conducta y su carácter. Empleándolos en sustituciones y regencias, manifiestan su afición a la enseñanza, su destreza en desempeñarla dignamente, su celo por el aprovechamiento de los estudiantes, su genio pacífico, y las demás calidades de que debe estar adornado un buen catedrático. Y por lo mismo es muy difícil que, procediendo de buena fe, se yerre en la elección, y recaiga o en sujetos alborotados, aunque instruidos, o en otros superficiales y pedantes, que quieren suplir la falta de verdadero mérito literario con la exterior y vana apariencia de opiniones, que tal vez no tienen, y que aunque las tengan, ni las entienden, ni saben defenderlas; dispuestos siempre a variar de conducta, según lo exijan las circunstancias y sus particulares intereses.
Por el sobredicho plan se consignaron a la universidad, que antes no tenía renta alguna, veinte mil pesos anuales, doce mil de pensión sobre la mitra, y ocho mil sobre los propios de la ciudad; y se dotaron decentemente las cátedras. La enseñanza de las facultades mayores, que se hacía por materias sueltas, se arregló por cursos, y según los adelantamientos de las ciencias. Se concedieron premios a los estudiantes y a los catedráticos para estimular la aplicación de unos y otros. Se prescribió la enseñanza de clínica, la primera que se conoció en España. Se perfeccionó el estudio de las lenguas hebrea y griega. Se amplió el de las matemáticas, y el de anatomía; se introdujo la enseñanza de la teología moral, de las leyes de España, y de la historia del derecho romano: se añadió otra cátedra de griego a la que antes había, y se fundaron las de árabe, de historia literaria, de mecánica y física experimental, de astronomía, de química, de botánica y de derecho natural y de gentes, que se refundió después en filosofía moral: se establecieron un demostrador químico, un disector anatómico, un diarista para anotar las observaciones meteorológicas, y corregir las historias de las enfermedades trabajadas por los estudiantes de clínica, un maquinista para la conservación y manejo de las máquinas, un bibliotecario mayor y dos segundos: se aumentaron las horas de enseñanza, se disminuyó el número de feriados, y se prescribieron ejercicios rigurosos para los grados. Se convirtieron en perpuetuas las cátedras de curso de filosofía, y se redujeron a tres, con el fin de destruir enteramente los restos que quedaban de los partidos antiguos de tomistas y antitomistas: porque estaba bien persuadido el Sr. Blasco, que lejos de fomentar estos partidos, como se ha creído equivocadamente, el progreso de las letras, servían sólo para desunir los ánimos, exaltar las pasiones, excitar la envidia, y avivar el espíritu de persecución; y eran por lo mismo una fuente inagotable de disturbios, de aceptación de personas y de injusticias: cosas todas que ahuyentan las musas, amigas siempre de la unión y de la paz. Se aseguró finalmente la elección de buenos maestros, sin los cuales de nada sirven los más bien concertados e ilustrados planes de enseñanza, estableciendo como requisito esencial para oponerse a las cátedras una especie de grado llamado candidatura, que no se conseguía sino después de haber dado pruebas auténticas, y nada equívocas de verdadera y sólida instrucción, así en las lenguas orientales, como en los varios ramos de las respectivas facultades, y merecido la aprobación de una disertación latina, que trabajaba el candidando en el tiempo, y sobre el punto que más le acomodaba, y quedaba depositada en la biblioteca (si no se volvía a encender en otra guerra). Pero como para ser buen catedrático no basta la instrucción, sino que es necesario además saber enseñar, tener afición a la enseñanza, y celo por el aprovechamiento de los discípulos; se fundaron en todas facultades cátedras temporales, que a más de servir para los repasos, eran como el noviciado de las perpetuas, y descubrían quien era a propósito para que se le pudiera fiar con toda seguridad el penoso y difícil encargo de maestro.
Esta era la suma del plan. El cual como prescribía largos y nuevos estudios, y una instrucción fundamental y sólida, tuvo por contrarios, como era regular atendida la miseria humana, a los que habían adquirido sin aquellos estudios una fama de literatos que ya no podían conservar, y a los que contentándose con un barniz superficial de ciencia, al paso que huían el trabajo, aspiraban a los honores y premios debidos a los que trabajan. Opusiéronse a su establecimiento, ponderando principalmente la injusticia que se hacía a los antiguos opositores: injusticia que bien analizada, se reducía únicamente a obligarles a que diesen pruebas de saber aquello mismo que pretendían enseñar, y lo que no puede ignorar un profesor público, si ha de desempeñar dignamente y con decoro tan honroso encargo. Esta oposición, que duró muchos años, ocupó enteramente al Sr. Blasco, y le precisó a expender en varios viajes a la corte caudales de mucha consideración. Pero su calma, su sufrimiento, su tesón, y su incansable constancia le hicieron triunfar de todo; y tuvo el placer de ver establecido el plan en todas sus partes; enriquecida la universidad, que antes no tenía un solo libro, con la copiosa y apreciable biblioteca del Sr. Bayer; concluida la grande obra para colocarla; construido un laboratorio químico, y un observatorio astronómico interino; adquiridas muchas y preciosas máquinas e instrumentos para la enseñanza de física experimental, de astronomía, y de anatomía; impresos por cuenta de la universidad los libros para la enseñanza; plantificado a costa de indecibles trabajos el jardín botánico, que por la extensión de su terreno y benignidad de este cielo, en donde se aclimatan plantas de todos países (incluso de los países catalanes), podía ser el más rico de Europa; y elevada esta escuela a un grado de esplendor y gloria, que la hacían objeto de una laudable emulación para las de España, y de justa admiración para las extranjeras. Quedaron aprobados por su majestad los planos de teatro anatómico, de laboratorio químico, y de observatorio astronómico: obras de mucha comodidad y lujo, que no pudieron verificarse, porque las necesidades del estado absumieron todos los fondos.
Sería muy largo referir los bienes que además de los dichos procuró a la universidad en medio de grandes contradicciones. Indicaremos brevemente que obtuvo una real orden para que los estudiantes formasen cuerpo separado en las quintas: con lo cual ni se desatendía el servicio del rey, ni se interrumpía la enseñanza. Y así se practicó en todo el tiempo de su rectorado. Añadiremos que habiéndose establecido a fines del año 1795 la enseñanza de clínica en Madrid, obligando a todos los medicinantes de España a que asistieran a ella, se expidió a petición suya una real orden en 25 de septiembre de 1796 para que subsistiese la cátedra de clínica de esta universidad, y valiesen para la reválida sus matrículas, con tal que se formara un plan de enseñanza arreglado a la de Madrid en cuanto lo permitiesen las circunstancias: plan que redactó el Sr. Blasco oyendo al claustro de medicina, y fue aprobado en 30 de agosto de 1797 (1). Ni omitiremos que para cortar las disputas y pleitos, que se habían suscitado, sobre el privilegio de ganar las distribuciones manuales sin asistir al coro los catedráticos empleados en la enseñanza, consiguió que la ciudad como patrona pidiese un Breve en 13 de agosto de 1796, que expidió la santidad de Pío VI en 14 de marzo de 1797 (2). Y finalmente que habiendo venido a esta ciudad sus majestades con toda la real familia en 1802, y esmerándose en su obsequio todas las corporaciones, contribuyó a que la universidad los obsequiara también, levantando en la frontera del colegio de santo Tomás una magnífica galería, donde estuviesen los estudiantes bajo la dirección de los catedráticos, colgada de preciosos damascos, en cuyo centro se colocó un excelente cuadro, que representaba toda la real familia, y a la universidad implorando la protección del rey. El cual se dignó después aceptarlo, y conceder los honores de pintor de cámara a su autor D. Vicente López. Describiólo en versos castellanos D. Francisco Bahamonde; y compuso el Sr. Blasco una elegía latina, llena de estro poético en la composición, y de una dulzura en los versos comparable con la de Tíbulo. La añadimos al pie, porque merece conservarse (3).
(1) De esta continuación de la cátedra de clínica, y no de su primer establecimiento, que como se ha dicho por el plan de 1787, debe entenderse lo que dice el Dr. D. José Chicoy, catedrático de clínica, en la página 5 del discurso, que leyó en 6 de enero de 1827 con motivo de la colocación del retrato de nuestro augusto soberano en el aula de clínica, a saber, “que creado en Madrid y Salamanca el instituto de clínica, mandó el augusto padre de nuestro amado soberano se estableciese igualmente en esta universidad, y que la misma formase las ordenanzas para su gobierno, las que se aprobaron por real cédula expedida en S. Ildefonso en 30 de agosto de 1797.”
Aunque tampoco es cierto que en esa época estuviera ya creado en Salamanca el estudio de clínica, que se introdujo después cuando se estableció en ella la facultad reunida.
(2) Había concedido Sexto V aquel privilegio al rector y a los pavordres en 1585, y lo había extendido Benedicto XIV en 10 de marzo de 1756 a todos los catedráticos con cláusulas tan generales, que se creyeron comprendidos los sustitutos de las cátedras. Pero después del plan de 1787, por el cual se establecieron otras cátedras perpetuas y muchas temporales, se fundaron tres plazas para la biblioteca, y se concedió un cierto premio a los que mantuviesen academia o repasos con aprobación del claustro; se movieron varias disputas sobre el referido privilegio. Se disputó primero si debían gozarlo los sustitutos, después si los catedráticos temporales, y últimamente si los perpetuos de nueva fundación. Pendiente el pleito, y oído por la real cámara el informe del muy reverendo arzobispo, y el dictamen fiscal, se pidió aquel Breve, por el cual se extiende el privilegio de Benedicto XIV al vicerector, a los catedráticos perpetuos o temporales de teología, cánones, leyes, medicina, filosofía, matemáticas, astronomía, física experimental, filosofía moral, historia y de cualesquiera lenguas, a sus sustitutos, a los graduados que tengan academias, a los bibliotecarios, y a otros cualesquiera profesores que en cualquier tiempo fuesen nombrados para otras cualesquiera cátedras u oficios, que acaso se erigiesen de nuevo en lo sucesivo.
(3) ELEGÍA.
Frugifer effusus per amoenos Turia campos,
Dum fovet, ac tostos adiuvat agricolas;
Dum placide serpens laetis immurmurat herbis,
El florum et frugum dum genus omne parat:
Fulgorem insolitum sub noctem vidit in urbe,
Altaque mox crebis ignibus astra peti.
¿Quis Deus, inquit, adest? ¿Quis nostris sedibus hospes
Successit tanto dignus honore? ¿Quid hoc?
Serida Nympharum pulcherrima, Serida festos
Docta agitare dies, ore dar haec roseo.
Laudo equidem quod te agricolis et fertilis agri
Intentum curis deliciisque Deum
Gaudia nostra latent. Nunc quae sint accipe. Mitis
Pax optata diu, quae fugiebat, adest.
Iam licet impavidi pelagas tranare Columbi,
Et posito merces ferre referre metu.
Seriades alacri percurrunt pectine telas,
Fervidiusque suum rusticus urget opus.
Pace Ceres laeta est: laeta est quoque pace Minerva.
Aeternum valeant tristia bella ducum.
Dum nox pax hilarat, surgunt nova gaudia. Virgo
Sicelida ex alto sanguine Borbonidum,
Insignia forma, quam morum candor adanget,
(Gratior in casto pectore forma nitet)
Est nuptum data FERNANDO, quo in Principe nostra
Spem patria ingentem praesidiumque locat.
Ille animo, quum sera dies ad regna vocabit,
Egregios factis vincere versat avos.
Interea tacita meditatur mente parentum
Virtutes, et quid sceptra regenda petant.
Ac decus antiquum generoso servat in ore,
Nec nisi se dignis detinet in studiis.
Sufficerent isthaec ad publica gaudis, verum
Caussa est praeterea maxima laetitiae.
Rex, Regina parens, Princeps cum conjuge, Proles
Regia, Rex, frigidis quem colit Arnus aquis,
Advenere urbem, populique fidelia corda
Adspectu beant adloquioque suo.
Exsultat Dominis devota Valentia, et offert
Gratum festivis obsequiis animum.
Laetitia plausuque fremunt plateaeque viaeque,
Ludit et inventis ingeniosus amor.
Qua Rex ingreditur, sunt ornamenta per urbem
Qualia Caesaribus Roma suis posuit,
Quum fera praeclaros ageret post bella triumphos,
Et ferrent vinctos brachia capta duces.
Nox ruit: ingeminant plausus, varioque locatis
Ordine luminibus, nox inimica fugit.
Ignibus innumeris et versicoloribus aethra
Repletur: credas adfore coelicolas.
Vix centum linguis descripseris omnia: tot sunt
Eximium et felix queis micat ingenium.
Omnibus at vero sapiens academicus ordo
Exposita palmam pracripuit tabula.
LopezI pictoris opus surgentis ad artis
Vltima. Duc invenem, dia Minerva, manu.
Illa Bahamondi versu est laudata poetae,
Quem primos inter ponere Musa iubet.
Tu perge agricolae duros lenire labores
Frustibus, et foetum reddere porge solum.
Nam Jove tantum irato urbanos visere muros
Invitusque soles, utilis usque tuis.
Has postquam laetas effudit Serida voces,
Talia divinus Turia verba refert.
Mirabar quid avarus agros liquisset arator,
Quid studiosa domum villica, pastor oves.
Nempe benignus adest et servantissimus aequi
CAROLUS, ac nostros gaudet adire focos.
Quin et adest tanti coniux dignisima Regis;
Quin et spes patriae Regia progenies.
Sentio quam merito nunc rusticus advolet urbem.
Nil jam nil mirum nemo quod arva colat.
Pergite festivis frontem velare coronis:
Postulat id Regi debitus urbis amor.
Pergite concordi venerari pectore Regem:
Nam mala corrumpunt jurgia raris opes.
Pasamos en silencio las varias honras que le dispensaron sus majestades mientras permanecieron en esta ciudad, manifestando con ellas el singular aprecio que hacían de su persona. El cual se manifestó más claramente en 1807, en que reducida a dos años por el plan general de enseñanza la duración del rectorado, y quitado el patronato a la ciudad, mereció que el Sr. D. Carlos IV hiciese una excepción de regla nombrándolo rector perpetuo, y mandando por sus buenos informes, que continuase la ciudad proveyendo las cátedras. Por manera que se restituyó en su tiempo dos veces el patronato, que después se ha perdido en otro rectorado.
Ni se limitaron sus trabajos a la restauración y fomento de las letras, y al mayor lustre y decoro de la universidad y de la ciudad, sino que se extendieron también a que la nación saliese victoriosa de la gloriosa lid en que se hallaba comprometida por la infame alevosía de un aliado pérfido, que después de haber ocupado so color de amistad las plazas fuertes, se había apoderado de todas las personas reales (lástima no haberlas pasado a cuchillo por dejarle entrar), y dejado a los pueblos en una triste orfandad, y en la dolorosa alternativa de doblar la cerviz al yugo extranjero, o de pasar por todos los horrores de la anarquía. Para cuyo fin después de haber procurado que la universidad llenara superabundantemente el cupo para los ejércitos, formó de los que quedaban un batallón de artilleros, que instruyéndose sin abandonar los estudios en el manejo del cañón, pudiesen en su caso cooperar a la defensa de la ciudad, como así lo practicaron, y fueron por esta razón conducidos a Francia prisioneros de guerra. Admitió, animado de los mismos principios, los encargos de vocal de la junta eclesiástica y de la de instrucción pública, con que lo honró la junta central a fines del año 1809; y no pudiendo por sus muchos años y achaques viajar por tierra, se embarcó por primera vez a los setenta y cuatro años de edad, en el corazón de un invierno crudo, y después de haber sufrido dos borrascas, aportó a Málaga, de donde por haber penetrado los franceses en Andalucía, y ocupado a Sevilla, regresó a Valencia. Elegido aquí vocal y presidente de la junta de observación y defensa a principios del año 1811, permaneció en la ciudad desempeñando este destino hasta que se acercó a las murallas el ejército francés. Restituido a ella después de ocupada por los enemigos, manifestó que los trabajos y calamidades públicas y privadas ni habían entibiado su celo por las letras, ni disminuido la entereza de su carácter. Siendo buena prueba de lo primero el haber libertado de las manos rapaces de la soldadesca las reliquias de las bibliotecas de los conventos; que se depositaron en la universidad, y se restituyeron después a sus dueños; y el haber ordenado, para que no sufriesen los estudiantes atraso en sus carreras, que continuasen los catedráticos la enseñanza en sus casas particulares, ya que no podían en la universidad, por haber quedado arruinado en gran parte el edificio por el bombeo (y la biblioteca hecha chamusquina).
Y de los segundo, el haberse resistido abiertamente a dar la colación de una pavordría, que proveyó el mariscal Suchet, sin observar los estatutos de la escuela y las Bulas de los Papas. Le hace mucho honor, y prueba además su aplicación y deseos de saber y adelantar, el haber empezado en medio de tantas ocupaciones a los cincuenta y dos años el estudio de la lengua griega, no desdeñándose de asistir al aula con los estudiantes, y de aprender como ellos las lecciones; y a los cincuenta y ocho el de la lengua hebrea, que le enseñó D. Francisco Orchell (1-f). A las cuales se dedicó con tanto tesón, que consiguió poseerlas, y para no olvidarlas destinaba todos los días un rato; que regularmente era antes de recogerse después de media noche, y lo empleaba en leer algunos capítulos de la Biblia por los textos originales griego y hebreo. Las continuas tareas literarias, el ímprobo trabajo nunca interrumpido, el ver inutilizado en gran parte el edificio de la universidad, y ocupado lo restante por soldados franceses, incendiada su biblioteca, allanado y notablemente deteriorado el jardín botánico, aherrojado el reino y sujeto al pesadísimo e insoportable (tanto como el autor de este libro, Dios qué pesadilla) yugo de Napoleón; todo fue parte para que debilitándose poco a poco su salud, quebrantada ya por algunos achaques habituales, contrajese al fin una larga indisposición, que le cortó al cabo de ocho meses los días de su vida en 16 de abril de 1813, a las seis y media de la tarde. Fue dotado de un talento sublime, de un espíritu penetrante, de un juicio atinadísimo, de singular modestia, de mucha cordura y afabilidad, de un corazón tierno, de un alma pura y casta. Fue grave en su trato, decoroso en sus modales, sencillo en su porte, parco en las palabras, algo tardo como Virgilio en producirse, profundo meditador, detenido en resolver, tenaz en sus resoluciones, compasivo, limosnero, enemigo de profusiones, así en la mesa, como en el trato de su persona, aficionado al retiro y trabajo, sin conocer ni juegos ni tertulias ni vistas; buscador y promovedor de todos los estudiosos de cualquier clase que fuesen, sin más partido que el de patrocinar a los que tenían verdadero mérito; protector decidido de la literatura, y restaurador de ella en esta escuela. El grande favor que tuvo siempre con los reyes y ministros, lo empleó únicamente en beneficio del público, sin haber solicitado nunca cosa alguna, ni para sí, porque no conocía la ambición, ni para los suyos. Expendió sus rentas eclesiásticas (1) en limosnas, en promover las letras, en libros y en pinturas, de que era muy conocedor, y había formado una apreciabilísima colección de originales de pintores clásicos, nacionales y extranjeros. Dio en vida dos cuadros a la academia de S. Carlos, a la iglesia del Salvador un Calvario de Orrente, que está en la capilla de la Comunión, y a la catedral un Señor a la columna de Alonso Cano, y una Virgen de Sasoferrato, colocados en los altares al lado de la epístola de las capillas de la Purísima, y de S. Miguel, y varios otros; y además un Crucifijo de marfil, obra acabadísima, que se cree haber pertenecido a S. Francisco de Sales; y le dejó en muerte entre otras pinturas un buen Pastor, de lo más concluido y perfecto del insigne valenciano Joanes. Había ofrecido antes toda su colección para que sirviese de adorno a la magnífica sacristía, que se pensó hacer en tiempo del Sr. Fuero: pensamiento grandioso, que quedó sólo en proyecto. Su copiosa y selecta biblioteca la legó a la universidad. Con su muerte perdió la orden de Montesa un individuo que la honraba, el cabildo un prebendado que lo ennoblecía, la universidad su mayor apoyo, Valencia uno de sus más ilustres hijos, los reyes un servidor fiel, la nación un promovedor del bien público, y la iglesia un sacerdote ejemplar. Lloraron todos los buenos la pérdida de un varón tan distinguido, cuya memoria se conservará siempre, mientras conserven los hombres amor a la virtud y a las letras.
Illum aget penna metuente solvi
Fama superstes (2).
(1) En su testamento autorizado por D. Antonio Vicente Moliner en 18 de marzo de 1813, dice: “declaro en exoneración de mi conciencia, que los bienes sitios y raíces que poseo, los tengo adquiridos, no de las rentas de mi canonicato, y sí de los sueldos que he disfrutado, como maestro de los serenísimos señores infantes de España, y de los demás empleos que he obtenido.
(2) Horat. Od. 2. lib. 2. v. 7.
(Aquí inserto la nota al pie 1-f sobre Francisco Orchell)
Nació en esta ciudad en 25 de septiembre de 1762, en cuya universidad comenzó la filosofía en octubre de 1774, y continuó después las facultades de teología y de ambos derechos, y consiguió los grados de maestro en artes, y de doctor en teología, y el de bachiller en cánones y leyes. En el año 1782 y siguientes hizo varias oposiciones a las cátedras de filosofía, y se dedicó también al estudio de las lenguas orientales hebrea y griega. En el año 1784 tuvo ya un ejercicio público de griego que dedicó a este Exmo. ayuntamiento como patrono de la universidad, y este le honró asistiendo a él en cuerpo, y con todo ceremonial. En octubre de 1787 sostuvo el primer ejercicio para la candidatura de hebreo, que consistía en la repentina traducción y explicación de tres piques en todo el texto hebreo del antiguo testamento, y solución a las dificultades que proponían los censores, todo por espacio de dos horas. En enero de 1788 tuvo el segundo ejercicio también de dos horas, satisfaciendo a las dificultades que se le propusieron sobre el cuaderno de antigüedades hebreas que presentó impreso. Fuéronle aprobados uno y otro ejercicio, como también la disertación que trabajó para complemento de su candidatura, cuya borla recibió en noviembre siguiente, y fue la primera que se confirió después de establecido por el nuevo plan este grado de candidatos. En enero del citado año 1787 comenzó a regentar la cátedra de lengua hebra, y hechos los ejercicios de oposición, que eran iguales a los de la candidatura, se le confirió en propiedad en abril de 1794. Para estas oposiciones trabajó e imprimió un cuaderno de antigüedades hebreas, distribuyéndolas según los seis órdenes o títulos del código llamado Mischnd, y añadiendo algunas interpretaciones de doctos rabinos, tanto anteriores como posteriores al verdadero Mesías N. S. J. C. En el prólogo da una noticia crítica de gran parte de unos y otros y de sus obras. Explica el origen del código Mischnd, y de las dos Ghemarus, esto es, jerosolimitana y babilónica, cada una de las cuales suele ir colocada como apéndice y comentario del código Mischnd, que sirve de texto, y resultan así dos diferentes así dos diferentes Talmudes, es a saber, jerosolimitano y babilónico; y del mérito de cada uno de estos forma un crítico y atinado juicio. Tomó (según dice en la página 8) este nuevo método para exponer las antigüedades hebreas, porque siendo dos las fuentes de ellas, es a saber, la ley escrita y la tradición, y habiendo tratado ya de las que se derivan inmediatamente de la primera para conseguir la borla de candidato: le parecía oportuno explicar en este cuaderno las que traen su origen de la tradición, y están recopiladas en el citado código Mischnd: mas siempre con el objeto de que sirviesen para dar mayor luz a las que se hallan esparcidas en los libros de uno y otro testamento, en los que varios pasajes apenas pueden entenderse sin tales auxilios. Con este objeto recorre los seis órdenes o títulos de la Mischnd, colocando en sus lugares oportunos algunos textos de los libros sagrados, cuyas alusiones reciben claridad y fácil interpretación con el conocimiento de la disciplina y ritos establecidos por la tradición. Pudieran citarse varios trozos de este cuaderno en prueba de lo dicho: mas sirva por todos la explicación de los ritos y ceremonias de la Pascua, que presenta a la página 23, número 14 y siguientes. Concurrió en 1799 a las oposiciones de la cátedra de lengua hebrea de los estudios reales de Madrid, y colocado por todos los censores el único en primer lugar, le nombró para ella el Sr. D. Carlos IV en diciembre del mismo año, y tomó posesión en enero siguiente. A los conocimientos de los idiomas hebreo y griego añadió los del caldeo, siriaco, rabínico y arábigo, que estudió por sí solo, y todos los hacía servir como de auxiliares del hebreo, que era de su obligación, y formaba sus delicias. Infatigable en la enseñanza, tenía varias academias particulares además de las horas de su cátedra, y propagó este estudio entre una gran muchedumbre de discípulos, de manera que cuando fue trasladado a la de Madrid, de entre los muchos que instruyó, podían escogerse más de cuarenta, capaces de enseñar el hebreo con honor y brillantes en cualquiera universidad así de España como fuera de ella., Sostuvieron varios de ellos el ejercicio de repentina traducción y explicación de tres piques sobre todo el texto hebreo, a saber D. José Zorraquín, D. Juan Bautista Fabregat, cura de S. Bartolomé, D. Sebastián Velázquez, D. Simón de Rojas Clemente: los candidatos de teología D. Salvador Gómez, D. Joaquín Ortolá y D. Manuel Ortells, pavordres después los dos primeros, y magistral de la iglesia de Tortosa el tercero, el maestro fray Francisco Breva, D. Francisco Xavier Romeu, fray José Perís, catedrático después de griego, y el maestro fray José Vidal: los candidatos de hebreo D. Narciso Cros y D. Buenaventura Besols, padres del oratorio de S. Felipe Neri, D. Custodio Buenaventura Crespo, relator de la sala primera de lo civil de esta audiencia, y D. Vicente Dauder, catedrático después de árabe: y los candidatos de hebreo y de teología D. mariano Liñán, D. Miguel Moncho, catedrático después de hebreo, y D. Miguel Sanchís, colegial entonces de santo Tomás.
Fueron asimismo discípulos suyos, aunque no aspiraron a la borla de candidatos, D. Carlos Primo, D. Francisco Esteller, D. José Durá y D. Manuel Lombart, catedráticos temporales de teología; D. José Mateu, D. Vicente Canet y D. Agustín Mira, catedráticos temporales de filosofía, D. Pedro Morata; D. Gregorio Morata, D. Fernando Gómez, catedrático después de matemáticas, D. Juan Gascó, cura de S. Bartolomé, y después canónigo magistral de esta iglesia, D. Juan Bautista Pérez Caballero, que le sucedió en dicha canongía, D. Antonio Ariño, penitenciario de la misma, D. Juan Oliet, prenitenciario de la colegiata de S. Felipe, D. Bernardo Reyes, canónigo de la de Gandía, D. José Vicente Ibarra, cura de S. Pedro, D. Francisco Alabán (o Alabau), de S. Esteban, D. Francisco Ortoneda, de S. Salvador, D. José Parra, de la villa de Moxente, D. Gregorio Gisbert, D. Ramón Sanahuja, D. Pedro Juan Franco, D. Agustín Ferre (Ferré), los montesianos D. Pascual Fita, D. Blas Martínez, D. Vicente Sales, D. Alonso Carrascosa y D. Tomás Adell, el sacerdote francés D. Bernardo Mandoul, natural de la diócesis de Carcasona, y provisor de aquel obispado, los padres lectores Fr. José Soler, Fr. Miguel Martí, y Fr. José Montaner; agustinos, Fr. Juan Bautista Payá, y Fr. Pedro Pascual Galindo, del orden de nuestra señora de la Merced, con muchos otros que fuera difícil enumerar, ocupando algunos de ellos un distinguido lugar en esta biblioteca. Porque a la verdad es increíble el ardor y entusiasmo con que en aquella época se cultivaban todo género de ciencias y estudios en esta escuela, y los rápidos progresos que se observaban por todas partes.
En julio de 1793 se presentaron seis de sus discípulos a un ejercicio público de lengua hebrea con un cuaderno filológico que trabajó e imprimió su maestro, relativo a la antigüedad de la puntuación, o método de expresar los signos vocales, constantemente observado en el texto original del antiguo testamento. Establece con pulso y juicio una media época entre las extremadas opiniones con que unos suponían a Moisés autor de todo el sistema de los puntos vocales, mientras que otros se esforzaban en rebajar la época de una tan sabia y finamente combinada invención a siglos muy posteriores y no muy ilustrados en la literatura hebrea; sin faltar quien tuviese por autores de ella a los rabinos del siglo undécimo de la Era Cristiana. Ofrecían además estos discípulos traducir y explicar de repente cualquiera texto o capítulo que se les presentase, o que saliese por suerte en los libros del Pentateuco, y en los Salmos que designaban para prueba de su instrucción; y el más perito de ellos, que era el Dr. D. Juan Bautista Fabregat, colegial entonces de Santo Tomás, ofrecía lo mismo en todos los libros del original hebreo del antiguo testamento. Estaban dedicadas estas conclusiones al Exmo. Sr. duque de la Roca, capitán general de Valencia, quien se dignó asistir y presidir el ejercicio con todo el aparato y magnificencia que era de etiqueta, y fue recibido por el claustro general con la debida pompa y ceremonia. S. E. manifestó su admiración al ver tantos progresos de literatura en el corto tiempo que regía el nuevo plan de estudios en esta escuela. Colocado en la cátedra de los reales estudios de Madrid, continuó con igual celo en la propgación de este ramo de literatura sagrada, instruyendo, como lo había hecho en Valencia, a un gran número de discípulos por un método filosófico propio suyo, en que a juicio de los literatos se adelanta un paso pequeño sobre cuanto los filólogos alemanes trabajaron en todo el siglo pasado sobre este particular. Dio un bosquejo de su sistema en la disertación o cuaderno que trabajó e imprimió para el ejercicio público, que sostuvo en dichos estudios, su discípulo D. Juan Arrieta y Bravo en julio de 1807; ejercicio y cuaderno que se dignó admitir bajo su auspicio el Sr. rey D. Carlos IV, y cuya dedicatoria estaba en ambos idiomas hebreo y español. Tenemos a la vista un ejemplar del citado cuaderno y disertación. Se ofrecía para prueba del ejercicio la repentina traducción y explicación de cualquiera texto o capítulo que se pidiese, o saliese por suerte en todos los cuatro tomos o partes en que los hebreos tienen distribuido el original del antiguo testamento, y con la circunstancia, de que en la primera parte que es el Pentateuco, y en la segunda que consta de los libros de Josué y Jueces, y los cuatro de los Reyes, y los hebreos llaman Profetas primeros, se haría la lectura y versión sobre un ejemplar que no tuviese vocales ni puntuación alguna; mas supliéndolas todas, y añadiendo la razón de las que correspondiesen a cada palabra, según el sistema con que está puntuado el texto original: y en las otras dos partes, que son la de los últimos Profetas, y la llamada Escritos Sagrados, se daría la versión sobre un ejemplar puntuado; mas dando la razón filosófica no solamente de las vocales, forma y peculiar energía de cada palabra, sino también de la acentuación que ocurriese, según el sistema restablecido por los filólogos modernos. No consistía en esto el total mérito del ejercicio: era mayor el que tenía la disertación que acompañaba, y que trabajó con el objeto (según dice en la página 2 y 3) “de remover dos impedimentos que más pueden retardar el cultivo de este estudio, e influir en el desaliento de los aplicados. El primero la opinión casi común, aunque muy falsa, de que el método necesario para estudiar este idioma, igual en todo al que comúnmente se usa en la enseñanza del latino, ya no es para la edad del juicio y de la reflexión, y que era necesario volver a la pueril, para superar los escollos y dificultades de los rudimentos. El segundo la precipitación con que algunos, sin tener el más leve conocimiento de las riquezas que por este camino pueden adquirirse, se atreven a decidir que los frutos no corresponden al trabajo: esto es, que las utilidades que pueda producir el estudio de la lengua hebrea, ni son de la entidad que publican sus apasionados, ni tan dependientes de su conocimiento que no puedan también adquirirse con la lectura de varias obras que corren en otras lenguas. Para desvanecer pues estas dos preocupaciones, procuraremos en este ejercicio dar algunas pruebas de lo errados que van los que así opinan. En la primera sección, recorriendo los rudimentos de la lengua hebrea, manifestaremos que la filosofía que incluye aun en sus más leves usos y principios, es tan propia de los talentos formados, como desproporcionada para la edad pueril. Y en la segunda procuraremos probar con algunos ejemplos del texto hebreo, que los conocimientos de este idioma no solamente son utilísimos, sino a las veces absolutamente necesarios para la perfecta interpretación de varios pasajes; cuya importancia dan a entender bien los protestantes modernos, que con tesón y mala fe se valen de la ventaja que creen llevarnos en los idiomas orientales, para dar torcidas interpretaciones al texto original, que únicamente reciben por auténtico, y combatir hasta por este medio los dogmas sagrados de la iglesia. Esta sola reflexión debe atentar a los católicos a que emprendan el restablecimiento de estos estudios, aprovechándose de las nuevas luces, que sobre ellos han adquirido los protestantes. Así emplearemos para la defensa de la religión los mismos medios de que se valen sus enemigos para impugnarla.” Y así lo practicó exactamente en dicha segunda sección, en que propone para muestra más de diez y seis textos, cuya interpretación da conforme a sus originales en defensa de varios dogmas católicos ya contra los rabinos, ya contra los protestantes, estrechando a cada uno y rebatiendo sus errores por sus mismos métodos, y usando de sus particulares doctrinas y conocimientos filológicos. La primera sección produce con sola su lectura, un cierto interés por la novedad que se halla en la sencillísima doctrina que se pone por primer fundamento de todos los idiomas, y particularmente del hebreo, es a saber (página 6 y 7): “Que la voz humana es un verdadero sonido, y produciéndose este por el movimiento primario del cuerpo que los físicos llaman sonoro, comunicado luego este movimiento al aire, que puede decirse el conductor o vehículo del sonido, es consiguiente que ambas circunstancias concurran a la formación de la voz. Con efecto, los movimientos de los órganos de la locución son los primarios u originarios del sonido de la voz, y esto significan los caracteres que llamamos consonantes. La comunicación de estos movimientos al aire, o el aire movido por el impulso que le comunican los órganos de la locución, propaga la voz, y esto es lo que significan las vocales, que los hebreos expresan con la puntuación... Sin embargo, aunque la teoría que hemos insinuado, nos parece una demostración física de la voz del hombre, común a todos los idiomas, no nos atrevemos a proponerla sino como hipótesis, sujetándola al juicio de los literatos. A la luz de este principio se explica, por qué causa ninguna vocal puede carecer de su propia consonante que la preceda, ni puede consonante alguna movida carecer de su propio aire vocal, bien sea rápido o detenido: y se entiende también la común división de las consonantes en cinco clases, según los cinco principales órganos que dan principio a la locución... El aire vocal conductor del sonido, impelido por las consonantes puede salir sin detenerse en la boca, o haciendo en ella alguna detención: de lo segundo resultan las que llamamos vocales verdaderas o detenidas, y son las únicas que han conservado entre sus caracteres los idiomas posteriores: de lo primero resulta el scheva hebreo, general y preciso en todas las lenguas, porque es el aire por medio del cual se hace sensible la pronunciación de aquellas consonantes, que carecen de vocal propia; aunque la mayor parte de las lenguas no lo expresan en la escritura. De la falta de estas nociones provino la errada idea que tenían los antiguos gramáticos en orden a la naturaleza y pronunciación del scheva, y la falsa, oscura e inexacta doctrina que daban sobre su división en quiescente y movible, pronunciando a este como vocal e, y dando otras reglas no menos ridículas. Así como las vocales detenidas con respecto al tiempo, esto es, a su mayor o menor pausa, son largas o breves; así con respecto al lugar de su detención tienen varios sonidos: los más usados son cinco, gutural, palatino (paladar, palatal) y labial, es saber, a, i, u, con dos medios, que son el de la e entre gutural y palatino, y el de la o entre gutural y labial.” Sentados así los principios de su hipótesis, va resultando una larga serie de corolarios, que a manera de método matemático sirven sucesivamente de bases unos a otros, a cuyo mutuo enlace nadie atreve a resistirse luego que oye su explicación. Lo cual no solamente produce claridad y facilidad en un estudio, que antes parecía intrincado, confuso y arbitrario, sino que ameniza la aridez de los rudimentos, y atrae a los talentos aplicados a ir descubriendo una conexión sucesiva de verdades, donde no se creía encontrar sino escollos y dificultades. Mucho habían filosofado sobre esta materia los filólogos alemanes del siglo pasado, según se ve por la obra titulada: introductio grammatico-critica in linguam hebraicam, que escribió Juan Simonis en 1752, donde cita y analiza todos los autores que habían filosofado hasta entonces sobre algún punto, aunque sea de la menor importancia; mas a ninguno de ellos le había venido a la imaginación un sistema tan bien coordinado y constantemente observado en los libros sagrados, aunque escritos en siglos tan distantes unos de otros, como el que resulta de la feliz invención de la hipótesis física de la locución humana aplicada a la lengua hebrea, que ha descubierto este profesor, y de que nos dio un epítome en la sección primera de su cuaderno. Sabemos que sobre estos mismos fundamentos está trabajando una gramática hebrea filosófica, de que tiene ya escrita la mayor parte. Gran lástima fuera que no la concluyese y publicase; porque facilitaría mucho este utilísimo estudio, sería muy apreciada de los sabios extranjeros, y haría un grande honor a nuestra nación, y a esta universidad literaria.
No fueron de sola expectativa y apariencia las aserciones y promesas de este profesor, ni sus pruebas quedaron meramente en el papel. Diólas también públicas en la práctica, de que su método filosófico para enseñar la lengua hebrea es tan propio de los talentos de ilustración y juicio, como desproporcionado para la edad pueril. Entre los muchos discípulos que formó en Valencia, la mayor parte habían concluido sus estudios y recibido el grado de doctor en teología, y muchos de ellos eran ya catedráticos de esta sagrada ciencia, o de filosofía. Los discípulos que instruyó en Madrid, casi todos eran sacerdotes, o sujetos de mayor edad y de mucha literatura. Al sabio y eruditísimo D. Tomás José González Carvajal, siendo director de aquellos estudios, su vehemente pasión a toda sólida literatura le atraía diariamente a oír las explicaciones filosóficas de este profesor, sin embargo de que por sí mismo y por su ardiente deseo de saber, se había adquirido algunos conocimientos de este idioma, aunque por un método del todo contrario. Fueron también discípulos suyos los doctores D. Martín de Terrazas, doctoral de la Encarnación en Madrid, D. Manuel Domingo Perea y Arangoiti, canónigo de Toledo; D. Miguel Tosta, dignidad de tesorero en Sigüenza, D. Isidoro Francés Cabañas, canónigo de S. Isidro de Madrid, D. Antonio Puigblanch, que luego fue catedrático de esta lengua en la universidad de Alcalá, D. Pedro Lechaur, presbítero, D. Manuel María Tofiño, clérigo reglar de S. Cayetano en Madrid, D. Fernando Falcón, racionero de Canarias y fiscal general eclesiástico en aquel obispado, D. Antonio López de Córdoba, actual secretario de la embajada española en Constantinopla, Mr. Francisco Lavallée, médico del ejército francés, D. Gil Alberto de Acha, que por los años 1813, 14 y 15 regentaba la cátedra de su maestro en sus ausencias y enfermedades; y los presbíteros D. Mariano García Hidalgo, individuo de la real biblioteca de Madrid, y D. Manuel Díaz Fernández, instruidos también en el griego y en el árabe, además de muchos otros que no es fácil enumerar. En junio de 1821 presentó a ejercicios públicos en los estudios reales de Madrid al Dr. D. Pedro Sáinz de baranda, presbítero, y a D. Joaquín Suaña y Tabares; y en 1822 a D. Miguel Orive y Argaiz, y a D. Bernardo Arbizu y Riezu, todos discípulos suyos, los cuales ofrecían traducir de repente cualquiera texto o capítulo del Pentateuco; y leyó además cada uno su particular disertación filológica, es a saber: el primero sobre la filosofía que se descubre en la misma irregularidad de cierta clase de raíces hebreas imperfectas; el segundo sobre la genuina antigüedad de los puntos vocales hebreos; el tercero sobre la del idioma hebreo contra la exagerada que le atribuyen los rabinos; y el último sobre la riqueza y hermosura de este idioma contra el infundado y maligno capricho con que los incrédulos intentan desacreditarlo, imputándole los defectos de escasez, rudeza y falta de exactitud y energía. Respondieron además las dificultades que se les objetaron sobre varias conclusiones bíblicas. Debiéndose observar que a D. Miguel Orive le bastaron solo cinco meses de estudio para ponerse en el grado de instrucción que exigía este ejercicio. Continuó segundo año en el hebreo, y tradujo toda la Biblia con maestría y profundidad. Dedicóse luego al griego y al árabe; y puede asegurarse que si continúa el estudio de las lenguas orientales, podrá competir con los más célebres políglotas alemanes. En el año 1823 reasumieron de real orden los padres jesuitas la pública enseñanza de los estudios reales o colegio imperial de Madrid, y el P. Pedro Cordón, provincial del instituto en España, no teniendo súbdito alguno a propósito para la cátedra de hebreo, encargó su desempeño al Dr. orchell, que en aquel curso instruyó a muchos jóvenes, y entre ellos a cuatro jesuitas, es a saber: a los padres Casto Fernández, Juan Artigas, Hilario Céspedes, y Celedonio Unanue, que desde entonces quedaron encargados de esta enseñanza; y si continúan con aplicación, bajo el sistema y método con que les instruyó su maestro, serán unos dignos profesores. En el año de 1825, último que empleén tan útil enseñanza, tuvo el honor y satisfacción de instruir al más sublime discípulo de toda su vida. Tal fue el entonces Exmo. Sr. Nuncio de su Santidad en Madrid, D. Santiago Giustiniani, ahora eminentísimo cardenal de la santa romana iglesia, y obispo de Imola. Este eruditísimo literato, a quien pagan tributo todas las ciencias, aun las exactas y naturales, y también las bellas artes, y hasta las llamadas liberales, le oyó hablar un día por casualidad sobre la filosofía en que se funda el santo idioma, y con su gran juicio y viva penetración conoció al momento el mérito y fondo del sistema, cuyos primeros fundamentos acababa de oír. Enardecido con el ansia de saber siempre por bellos principios, resolvió dedicarse, a pesar de las muchas y muy serias ocupaciones de su legación, y se dedicó desde luego a estudiar la lengua hebrea, agregando sus conocimientos a los de la griega, que aprendió muy bien en su juventud. Era más de mediado febrero de dicho año, cuando conoció por primera vez el alfabeto hebreo, y con su constante aplicación y fino talento penetró todo el sistema, y superó en solos seis meses todas las dificultades; y esto que eran meramente cuatro días cuando más, los que ocupaba cada semana en las conferencias con su maestro. Así es que en agosto siguiente, después de haber recorrido el Génesis, se ocupaba ya en ir traduciendo los Salmos, cuyas bellezas conocía y admiraba con sumo placer. De muy pocos se podrán contar unos progresos tan rápidos en la edad de cincuenta y cinco años en que a la sazón se hallaba este eminentísimo literato.
Tuvo el Sr. Rey D. Carlos IV exactas noticias de la instrucción y vastos conocimientos de este profesor, y en noviembre de 1804 le confió el delicado encargo de revisor real de libros de la corte. Finalmente le nombró para el arcedianato mayor de la santa iglesia de Tortosa, cuya posesión tomó en enero de 1808.
Fue enterrado en el cementerio general, en el nicho número 69 (como el que tenemos en Beceite mi familia), que es el cuarto de la segunda tramada a la derecha, en el tránsito desde la puerta principal al descubierto. El pavordre D. Mariano Liñán le puso el siguiente epitafio:
D. O. M.
VINCENTIO BLASCO ET GARCIA
MONTESIANI ORDINIS PRESBYTERO
CANONICO VALENTINO
FILIORVM CAROLI III PRAECEPTORI
MORVM INTEGRITATE
ET OMNIGENA QVA SACRA QVA PROFANA ERVDITIONE
CONSPICVO
QVI
LINGUAS GRAECAM ET HEBRAICAM
QVINQVAGENARIO MAIOR
PLVRIMIS LICET NEGOTIIS DISTENTVS DISTRACTVS QVE
DIDICIT
ACADEMIAM VALENTINAM
AD MORTEM VSQVE XXX AN. SPATIO REXIT
NOVA QVE STVDIORVM METHODO ORDINATA
PLITIORIBVS LITTERIS DISCIPLINIS QVE SEVERIORIBVS
INCREDIBILI CONSTANTIA MAGNIS IMPENSIS INGENTI LABORE
INSTAVRATIS
SELECTA SVA BIBLIOTHECA MORIENS
LOCVPLETAVIT
DE RELIGIONE DE PATRIA DE RE PVBLICA LITTERARIA
OPTIME MERITVS
OBIIT BONIS OMNIBVS ILLACHRIMANTIBVS
SEXTO DECIMO KAL. MAII. AN. M.DCCC.XIII
NATVS III IDVS MARTII AN. M.DCC.XXXV
MARIANVS LIÑAN PRAEPOSITVS VALENTINUS
DEVOTISSIMVS CLIENS
PATRONO SVO BENE MERENTI P. ET S.P.F.C.
Sus obras son las ya indicadas, y el epitafio del Sr. Bayer, y la elegía a su muerte, de que se habló en su artículo.
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