dimecres, 19 de juny del 2019

El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922


Proseguixc en més cosetes.


Francisco Martínez y Martínez; El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922





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Francisco Martínez y Martínez, El folklore valenciano en el Don Quijote, 1922












EL FOLKLORE
VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE
POR
FRANCISCO MARTÍNEZ Y
MARTÍNEZ
DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA

VALENCIA
MCMXXII





EL FOLKLORE VALENCIANO EN EL DON QUIJOTE  POR  FRANCISCO MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ  DE LA COMISIÓN DE FOLKLORE DEL CENTRO DE CULTURA  VALENCIA  MCMXXII





Tirada de 107 Ejemplares
ejemplar número 28.

DEDICADO AL
Sr. D. Eduardo de Oliver-Copons
Junio de 1922.













A don Rodolfo Schevill, Profesor en la Universidad de California (Bertkeley), erudito escritor cervántico, que con
el polígrafo Bonilla, honra de España, tan acertadamente está
anotando las obras del Príncipe de los ingenios castellanos el señor
Miguel de Cervantes Saavedra, por si le puede servir para sus
trabajos lo que he podido agenciar tocante al juramento del Cura del
cuento, el que mostró deseos de conocer.

Muy honrado su
amigo y devoto.
Francisco Martínez.

EL POR QUÉ DE ESTE
FOLLETO.

/ Nota de Ramón Guimerá Lorente: ortografía
actualizada en parte. /


Como los escritos que se publican
en la prensa diaria, si bien suelen ser los más leídos, también
son los que menos se guardan, ya que por la índole de la publicación
son los impresos más falaces, desapareciendo a la ocasión de miles
de necesidades las grandes hojas que a despique de su magnitud
resultan más livianas que las propias secas de los árboles cuando
son arrebatadas por el cierzo al llegar la época de
desnudarse aquéllos, ocurriendo que al siguiente día de la
publicación ya es viejo el papel, y a las pocas semanas una rareza
bibliográfica, casi más difícil de alcanzar que un incunable, si
bien no obtengan el precio de éste, teniendo que recurrir, a
reverter el artículo impreso, a las cuartillas manuscritas si es uno
de interés y se le escapó o no llegó a conocer en el momento de
ser alumbrado, al que le interesa, cosa que ocurre con frecuencia.
Este caso se está dando al presente, en que hay personas interesadas
en conocer un muy curioso artículo para los cervantistas, que el
joven y laureado poeta nuestro amigo el publicista Puig Espert,
haciéndonos grande honor publicó en la prensa valenciana a
nosotros dirigido, en el que como se verá da cuenta de un antiguo
cuento de esta tierra, que sirvió para que Cervantes, con la
galanura que le caracteriza, pusiese en el capítulo primero de la
segunda parte
del Don Quijote, en boca del Barbero,
el juramento del Cura de la su mula la andariega,
pasaje que hasta ahora ningún comentarista del singular libro de
caballerías había acertado a descifrar.
Con este motivo daremos
a conocer nuevas variantes del repetido romance que conocimos después
de publicada la carta en que acusábamos recibo del dicho artículo,
carta que, en su reproducción, tendremos que dividirla para colocar
en el correspondiente sitio los nuevos datos adquiridos, con lo que
damos algo de novedad al folleto.
No creemos haber apurado la
materia por lo que dirigimos el ruego a todo lector de que si conoce
alguna variante del curioso cuento o romance, o bien fuese éste
entero, es decir, toda la narración en verso, como es muy posible
haya existido, nos la comunique, con la seguridad de que su nombre se
hará constar y no tendrá fin nuestro agradecimiento.

CERVANTES
Y VALENCIA (1)

A mi distinguido amigo don
Francisco
Martínez y Martínez.

«Lejos de nuestro ánimo pretender
con estas líneas sentar plaza de erudito. Únicamente muévenos al
escribirlas, nuestro acendrado amor a la patria valenciana, no
desmentido nunca y probado en cien ocasiones. Y así, este artículo
va enderezado a demostrar una vez más la ya numerosa serie de
concomitancias que existen entre Valencia y Cervantes,
tratando de un punto, oscuro según el eminente folklorista don
Francisco Rodríguez Marín, al que le pedimos mil perdones
por este tan grande atrevimiento nuestro. Además, nunca nos
hubiésemos lanzado a mal pergeñar estas cuartillas, sin que las
precediese la supraescrita dedicatoria a don Francisco Martínez y
Martínez, nuestro cervantista amigo, bajo cuya advocación las
ponemos, y al cual imploramos también benevolencia, si justamente
provocamos sus iras al invadir un campo tan especialmente suyo.
»Con
estas palabras, y con la confesión de que únicamente a la
casualidad se debe el descubrimiento, quede nuestro orgullo
aquietado, si tal vez nos acometiese algún pensamiento de vanidad.

»Y vamos al asunto.

(1) Las Provincias.- Jueves 24 de
Marzo de 1921.

»Cien veces hemos pasado largas horas leyendo
nuestro «Quijote», anotado por don Juan Antonio Pellicer, y
siempre tuvimos emociones nuevas, únicamente comparables con las
sentidas la primera vez que leímos el monumento de caballerías
valenciano de Martorell y Galba; pero jamás
experimentamos sentimiento tan hondo de orgullo patrio como hace unos
días, al pasar nuestra mirada por el primer capítulo de la segunda
parte del Divino Loco. Allí se hace referencia a un romance
que el señor Rodríguez Marín desconoce, y que nosotros, con
toda la modestia sea dicha, conocemos.
»El capítulo trata, como
es sabido, «De lo que el Cura y el Barbero pasaron con
Don Quixote cerca de su enfermedad». El primero, queriendo
averiguar qué tal andaba el caballero de salud y juicio, le hace
sabedor «que el Turco baxaba con una poderosa armada, y que no se
sabía su designio, ni a dónde había de descargar tan gran nublado,
y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta
en ella toda la Cristiandad, y Su Majestad había hecho proveer las
costas de Nápoles y Sicilia, y la isla de Malta». A lo que don
Quijote respondió: «Si se tomara mi consejo, aconsejarale yo
(al rey) que usara de una prevención, de la qual su Magestad
la hora de agora debe estar muy ageno de pensar en ella». Y
al preguntarle de qué medio se valdría para conjurar el peligro del
Turco, y así quedar mejor convencidos de su renacida locura, y luego
de contestar don Quijote que no lo quería decir, para que no
«amaneciese mañana en los oídos de los señores Consejeros» y
otro se llevase de su trabajo el premio, dijo el barbero:
«Doy
la palabra para aquí y para delante de Dios de no decir lo que vuesa
merced dixere a Rey, ni a Roque, ni a hombre terrenal:
juramento que aprendí del romance del Cura, que en el prefacio avisó
al Rey del ladrón que le había robado las cien doblas y la su mula
la andariega>>.

»En el «Quijote» comentado por don
Diego Clemencín, Madrid 1835, dice en la página 7 de la referida
segunda parte:

«DEL ROMANCE DEL CURA

>>Sería,
como se ha dicho también del entremés de la Perendanga en
las notas del prólogo, alguno de los innumerables que se han perdido
sin que quede memoria ni rastro de ellos, y se cantaban vulgarmente
en tiempo de Cervantes, Allí estaría la expresión proverbial ni
Rey ni Roque
, que probablemente tuvo su origen en el juego del
ajedrez, donde el Rei es la pieza principal, y el Roque
o la Roca o Torre una de las principales. Usase
dicha expresión para excluir todo género de personas, aun las de
mayor consideración, como son las piezas del Rei y del Roque en el
ajedrez.»
»Y en el V tomo, página 30, de la edición con notas
de don Francisco Rodríguez Marín. - «La Lectura», Madrid, 1912,
escribe este erudito cervantista:
«14. La frase ni rey ni
roque
, que equivale a nadie, dicho con encarecimiento,
está tomada del juego del ajedrez: de las dos piezas que tienen esos
nombres, bien que al roque se le llama ahora torre. Así
hacen mal los que, como Cortejón, escriben roque con
mayúscula, cual si se tratara del nombre del santo que tiene el
perro a los pies y es abogado contra la peste.»
«17. Ninguno de
los anotadores del «Quijote» dio con este romance. Yo tampoco, y
justo es decirlo y no pasar de largo disimuladamente, como si el tal
romance fuera cosa que por harto sabida, pudiera dejarse en
silencio.»
«Los señores Clemencín y Rodríguez Marín
coinciden en sus apreciaciones en lo esencial, acerca de la primera
parte de la contestación del barbero, esto es, la explicación de
las palabras dixere a Rey ni a Roque (con mayúscula el uno y
sin ella el otro); pero en lo tocante al romance del Cura,
ninguno de los dos anotadores puede aventurar nada, siendo más
sincero que Clemencín don Francisco, al confesar de plano que lo
desconoce.
«Permítanos, pues, nuestro admirable folklorista,
que del espíritu de él le hagamos conocedor.
>>La esencia
del romance, a que sin duda se refería el Barbero, era, según
nuestro parecer modestísimo, un cuento de nuestra querida tierra
que, aunque por la tradición salvado del olvido, ha llegado a
nuestros días, no con toda su prístina pureza, mas lo bastante
completo para servirnos de argumento poderoso. Cervantes,
dadas sus íntimas relaciones con Valencia, pudo conocerlo en
toda su integridad, quizás todo en romance, y hacer de él mención
en su obra.
»Se titula el cuento «El jurament del Retor»,
y es como lo transcribo seguidamente, sin quitar ni poner tilde y con
todas las inexactitudes que pueda contener.
»Erase que era hace
muchos años, un Cura de almas del pueblo de Riola (provincia
de Valencia), que regresaba a su parroquia, cabalgando a mujeriegas
en guapa mula, después de cobrar los arriendos de las fincas que su
iglesia poseía.
«Mediaba la tarde, cuando en un recodo del
camino le asaltaron cuatro ladrones, los cuales, quieras o no
quieras, le hicieron apear de su cavalgadura, robándole el dinero
cobrado y la «andariega», alejándose después, no sin antes
hacerle jurar «por Dios y por su corona» que de lo sucedido no
había de dar cuenta «ni a home ni a dona.»
»Anda que andarás
y sumido en el mayor de los desconsuelos, llegó por fin el buen Cura
a su parroquia.
»Era fiesta al día siguiente: la fiesta mayor
del lugar.
»En los bancos del presbiterio de la iglesia, todo el
Cabildo Municipal, presidido por el alcalde. La única nave del
templo, llena de feligreses.
»Al salir el Cura de la sacristía
para ir a celebrar el Santo Sacrificio, columbró debajo del púlpito
a los cuatro que le desvalijaron, y al instante le sugirió una idea
feliz.
»Dió comienzo la misa, y al Prefacio, en vez de las
palabras de ritual, entonó lo siguiente, que transcribimos en idioma valenciano para que no pierda lo más mínimo del sabor popular:


«Venint de Tarrós (1)
i anant a Riola
me robaren
quaranta onces
i una mula molt bona.
Me feren jurar
per
Deu i ma corona
que no heu diria jamai
a ningún home ni
dona.
A vos heu dic, Pare Etern,
que no sou home ni dona:

els quatre que me robaren
son els que están baix la trona.


»Y con la presente poesía, o lo que sea, pues de esta guisa
tan destartalada ha llegado a nosotros, entonada con música del
Prefacio, da fin al cuento que, según nosotros, conoció Cervantes e
hizo de él una ligera referencia en su «Quijote», aludiendo a su
primitiva forma romancesca.
«Desearíamos que esta nuestra
opinión modestísima, pero levantada sobre un recio pedestal como es
el de la tradición, llegase a convencer al eximio investigador de la
«sabiduría popular», D. Francisco Rodríguez Marín, pues ello nos
sería grato, no tanto por nuestra satisfacción personal, como por
servir en algo con este aportamiento a los trabajos de nuestro
buen amigo, el Sr. Martínez y Martínez, en orden a las relaciones
de Cervantes con nuestra querida patria valenciana.

(1)
Desconocemos la existencia de este pueblo o partida. Quizás
antiguamente tuviese realidad.

F. PUIG-ESPERT.»


DE
CUÁNDO CERVANTES DEBIÓ (1)
APRENDER EL CUENTO
O ROMANCE DEL
JURAMENTO DEL CURA.
(1) Las Provincias. - Miércoles 25 de Mayo
de 1921.

Sr. D. Francisco Puig-Espert.

«Mi amigo muy
distinguido: Su artículo inserto en Las Provincias del 24 de Marzo,
titulado «Cervantes y Valencia», a mí dirigido, he estimado
sobremanera, por lo que me honra y por la aclaración y comentario a
una frase del «Don Quijote» que los maestros en cervantismo solo
atisbaron, pero sin que tuviesen la fortuna de dar en el clavo, cosa
no extraña, ya que el cuento es valenciano, y, por tanto,
desconocido para los castellanos; pero usted, que reúne distintos
aspectos en el concierto literario, inspirado poeta valenciano, ameno
prosista castellano, erudito, investigador, y, sobre todo, con una
gran dosis de observación y mayor amor al trabajo, cosas estas
últimas que nuestro enervador ambiente no deja que abunde entre el
elemento joven, y aún hace mezquinear un tanto en el maduro, lo ha
atisbado muy bien.
»El resultado del trabajo de la tarea del
folklorista, poco comprendida por la generalidad entre nosotros, lo
ha obtenido usted, ya que, al recoger un cuento popular de nuestra
tierra, le ha dado explicación de las frases socarronas del
rapabarbas del lugar de la Mancha, de cuyo nombre no se quiso
acordar Cervantes, cuando aquél, con el muy simpático cura,
sacerdote de ecuanimidad
admirable, le quieren tomar al
zarandeado caballero de la Triste Figura el pulso moral de su
averiada mollera, y se encuentran con que Alonso Quijano el
Bueno
continúa siendo Don Quijote de la Mancha; indudablemente
conocía nuestro cuento el tal de Saavedra, y a él aludió por boca
del Barbero, cuando éste daba palabra de no revelar el secreto de lo
que oyere ni a Rey ni a Roque, ni a hombre terrenal; juramento que
aprendí del romance del Cura, que en el Prefacio avisó al Rey del
ladrón que le había robado las doblas y la mula la andariega (1);
ahora bien, que con variantes, cosa no extraña, ya que en la
actualidad yo le conozco con alguna también, aunque insignificante,
como
ocurre en algún pueblo de la provincia de Castellón, según
adelante veremos. He podido observar en mi rebusca folklórica que el
pueblo tiene tendencia a hacer suyos los cuentos que llegan a él,
por lo que sin duda los adapta a sus localidades y aun al carácter
de sus gentes, y hasta las instituciones que le son más familiares y
potestades más conocidas son transformadas; así vemos que lo que en
siglos anteriores fué el Rey en la Ribera de Valencia, de seguro es
el alcalde y regidores; en la Plana subsiste aquél; en cambio, en la
Marina de Alicante nombran con el genérico de la Justicia; en estos
países son tres los bandoleros, a los que atisba baix de
la trona
el ladino sacerdote al volverse a decir Dominus vobiscum
durante la misa; esto apuntamos para que no choque la variante del
Rey
por otras autoridades, cosa nada extraña al cabo de tres
siglos; a mayor abundamiento, cuando desde que lo oyó contar
Cervantes hasta que lo escribió, transcurrieron muchos años y más
acaecimientos, en su mayoría desdichados, de esos que contristan el
ánimo y apenan la vida, haciendo a ésta carga pesada, o, por lo
menos, poco estimable.

(1) Segunda parte del «Ingenioso
Caballero Don Quijote de la Mancha», por Miguel de Cervantes
Saavedra, autor de su primera parte... En Bruselas, 1616, página 4.


»Este vuestro bien forjado artículo leí en Altea,
siendo un recreo más de los allí gozados: al regreso a esta ciudad,
admirada por Cervantes, al tratar de colocarlo en su correspondiente
sitio en la enciclopedia cervanto-valenciana, me encontré con
lo que yo no guardaba memoria, con lo que había olvidado, de tal
modo, que me vino de nuevas (esta pícara memoria me hace unas
jugarretas a lo mejor), con un artículo que mi buen amigo el
malogrado D. J. Luis Martín Mengod publicó en Diario de
Valencia
el 26 de Julio de 1915, en el que dice: «Siempre que
leo la gran obra de Cervantes, fijo mi atención en una frase que me
recuerda un cuento valenciano que aprendí en mi niñez, y que
no he olvidado nunca. La referencia es precisa y terminante.
Cervantes conocía el
cuento, aunque no en nuestra lengua,
sino en castellano, y no en prosa, sino en verso, porque bien
claro dice que se trata de un romance.» Relata el cuento
después, diciendo que «...A un cura le robaron, en el trayecto de
Valencia a Catarroja, la mula en que caminaba y cien
duros que llevaba en los bolsillos, amenazándole el ladrón con
grandes males si decía a cualquier hombre o mujer el
delito que
había cometido.» A poco, el sacerdote, celebrando misa ante el Rey,
en Valencia, al llegar al Orate frates ve al ladrón, de pie,
debajo del púlpito, y al prefacio, en vez de las pertinentes
palabras, canta:

«Anant de Valencia a Catarrocha,
me
furtaren sent duros
y una mula rocha:
me
digueren que no ho diguera
a ningún home ni a ninguna dona.
y
agarren al lladre,
que está baix la trona

«Termina
el curioso artículo invitando a que si hubiese alguna persona que
íntegro lo conociera, lo publicase, llamamiento que no se hizo en
vano, ya que en el número del indicado periódico del día 29 del
supradicho mes y año se publicó una carta, firmada por Un
villarrealense
, en la que se repite el cuento de referencia, con
la variante de que el dinero son cien doblones (lo que es más
valenciano que los duros
), y los ladrones tres, siendo lo cantado
en la solemnidad del prefacio algo diferente del anterior; dice así:


«Un día, anant de camí,
de Valencia a Catarrocha,
me
furtaren sent doblóns
y una mula molt bona.
»Me
feren churar per Deu,
posant la ma en la corona,
que
no ho había de dir
a ningún home ni dona.
»A vos.
Pare Etern, ho dich,
que no sou home ni dona,
pera qu'
els feu agarrar,
que son els de baix de la trona.»

A
esta carta seguía otra de D. Manuel Bellido Rubert, en la que
escribe: «El romance es así:
>>Verum dignum et justum
est...

»Al pasar per Catarrocha
me ixqueren sinch
lladres,
me furtaren sent doblóns
y una mula molt
bona que portaba.
»Me feren churar per Deu,
posant la ma en
la corona,
que no eu tenía que dir
a ningún home ni dona.

»Vos ho dich a vos, Pare Etern,
que no sou home ni dona;
¡agarreu a eixos lladres,
qu' están baix de la trona!...»


<<Y a continuación dice: «Yo lo aprendí en dialecto castellonense, y cambiada la población de Catarrocha por
la de
Malet, de esta provincia....» menos mal, que confiesa
la traición hecha al cuento de su
país.
»En el mío,
los dineros son
cien florines (1), y solo recuerdan los
últimos versos del prefacio, que dicen:


A vos, Pare Etern,

que no sou home ni dona,
vos dich, que 'ls lladres
que m'
han robat,

son els tres qu' están
baix de la trona.»

»Y
ya, puesto que he transcrito las cuatro versiones que se acaban de
ver, copiaré la de usted, que, a
fuer de verídico, he de
decir que no es de las que menos me gustan, por el mucho sabor que
tiene. Decía en su artículo así:


«Venint de Tarrós,

anant a Riola,
me rebaren quaranta onses
y una
mula molt bona.

Me feren jurar
per Deu i ma corona
que no
heu diría jamai

a ningún home ni dona.
A vos heu dic, Pare
Etern,

que no sou home ni dona:
els quatre que me robaren

son els que están baix la trona.»

(1) El florinet
es una monedita de oro cuyo valor era el de
catorce reales
valencianos
, o sean veintiocho sueldos, actualmente cinco
pesetas veinticinco céntimos.

»Como muy bien
afirma usted, ningún comentarista de la magna obra de Cervantes
conocía el repetido romance valenciano, ya que, mientras no nos
prueben lo contrario, afirmaremos que jamás existió en castellano,
y paladinamente, y con su natural gracejo, el Patriarca de los
cervantistas,
D. Francisco Rodríguez Marín, en su primera
edición del «Don Quijote», confiesa el desconocimiento del cuento;
pero vino la segunda, en el año 1916, con variaciones de la parte
externa, crecimiento de notas y aumento de comentarios, y ya
transcribió nuestro buen amigo y maestro escuetamente el mentado
artículo de
Martín Mengod, que le remitió, según dice, un
fraile francisco, lo que ha poco hemos podido comprobar, en la
repetida segunda edición, que es una de las muchas que, por
desgracia, no enriquecen nuestra colección; suponemos que al
publicar la tercera edición del «Don Quijote» nuestro D.
Francisco, acompañado esta vez por el notable dibujante
Ricardo
Marín
, que por cierto tiene algún dibujo asaz chocante por
ciertos descuidos, o mejor
impremeditaciones, supongo habrá
reproducido el cuento insertado en Diario de Valencia. Es edición
ésta de la que sólo han podido percanzar ejemplares potentados y
magnates, por su precio fabuloso para un libro moderno, así que solo
le conocemos de vista, por haber figurado en la exposición que en
ésta nuestra ciudad se hizo por la feria del año 18, de los dibujos
originales del dicho señor Marín.

»Pero todo esto, mi
trabajador amigo Puig, en concepto mío, no hace desmerecer un ápice
su trabajo, ya que usted, al dar la explicación al pasaje del primer
capítulo de la
incomensurable segunda parte del «Ingenioso
Hidalgo de Cervantes», lo hacía por su propia y espontánea
observación, desconociendo, bien me consta, lo publicado sobre la
materia, así que su descubrimiento por tal puede pasar, a mayor
abundamiento, habiéndolo presentado de tan
galano modo.»
Al
llegar a este punto de nuestra carta, no podemos continuar sin
transcribir las nuevas variantes o versiones que conocemos del
repetido cuento: es una la que nos proporcionó espontáneamente
nuestro buen amigo el investigador y escritor
D. José Rodrigo
Pertegás
, que la oyó en su niñez a un maestro de primeras
letras en esta ciudad de Valencia llamado D.
Timoteo Corella,
natural de la
Vall de Almonacid (Castellón de la Plana),
que había vivido en pueblos de la provincia de
Alicante; dice
así:


«Anant de Elda a Novelda
me ixqueren
unos
lladrones
me furtaren els diners
y una burreta
senyores.

»Me feren jurar per Deu
no hu digues a home ni a
dona

a vos he hu dich Pare Etern
que no sou home ni dona.

»Li digau a Toni Ten
que agarre a eixos dos lladres
que
hi ha ahi baix de la tròna.» /
la tilde parece estar justo
perpendicular, ni ò ni ó
/

A mitad del mes de Diciembre
del próximo pasado año, nos dirigimos al simpático amigo el
Catedrático de la Universidad de Barcelona
Dr. Carreras y Artau,
fundador del
Arxiu d' Etnografía i Folklore de Catalunya, en
demanda de noticias referentes al cuento que nos viene ocupando y
recibimos la
siguienre nota:

«Una vegada diu qu'era
un
Retor que celebrava l'Ofici de Pascua, y la majordona
no s'havía recordat de preguntarli abans com volía'l
cabrit
per dinar y com que passava l'hora de
còurel, ella que se'n
va a la
Iglesia ab lo cabrit a les mans. Lo
Senyor
Rector ell que al Dominus vobiscum se la vèu, y
pensantse desseguida'l
perqué hi anava, aixís que va a
ser a cantar
lo Prefaci hi va dir ab lo mateix tò,
que poca gent se'n va adonar, diu:


» - Dona nostra, dona
nostra

vos que del cabrit feu mostra
mitx rustit
y mitx bullit
cap y peus a la cassola...
per
Christum Dominum nostrum - .


>>Y vet'aqui que
allavores la majordana, sabent com havia de fer
lo cabrit, se'n va tornar tota cofoya (1). (Recullit a
Esparraguera).

»Hi ha una altra rondalla, que's podría
dir variant
d'aqvesta, en la que un Rector, á qui havian
robat la mula fentli jurar que no ho diría á cap home ni á cap
dona, un diumenge que mentres
deya l'Ofici va veure'ls lladres
sota la trona, 'ls
descubreis, sense fallar á la promesa,
cantant per Prefaci:


» - Anant jo de camí - vers
Vall-
Prahona
Los lladres me van robar - la mula roja,
y
me feren jurar -
sus ma corona
que no ho podía dir
- á cap home ni á cap dona.

Y a Vos Pare Etern vos ho
dich - putx no sou home ni dona:
agafeu-los, Joan
Blanch - que s'estan sota la trona,

y, per que'ls coneguen
millor - porten camisola groga. /
com los llassos de los
pancatalanistes
/
Per Christum Dominum nostrum.
(Massanet de Cabrenys). »

Tenemos noticia de otra imitación en un
convento de regulares franciscos, pero como al darnos la noticia se
nos dijo que con anterioridad se le había contado la anécdota a
nuestro amigo el Patriarca de los cervantistas D.
Francisco
Rodríguez Marín
, el que pensaba aprovecharla, hacemos mutis
para que él sea el que la dé a conocer a los aficionados al
folklore y a las cosas
cervánticas, ya que en ambos estudios
es maestro consumado.


«(1) (Pau Bertran y Bros:
Rondallistica, rondalla n.°23 «Lo Cabrit de Pàscua».

(Vol.
dels Jochs Florals de 1888, págs. 252-255 de Barcelona.)

Fon
publicada desprès en la tirada apart que's feu d'aqvest treball.
(Barcelona, Estampa de la
Renaixensa, 1888, un fascicle de 106
págs. in 4.°.)

La del «Cabrit de Pasqva» es troba també en
<El Rondallari
Catalá d'En Pau Bertran y Bros»,
publicat per
R. Miqvel y Planas, 1909. Pág. 306. >


Ahora, lector, reanudaremos la interrumpida epístola que
decía así:


«Y vamos con el epígrafe que rotula esta
carta, con lo que intentaremos demostrar que el tal de Saavedra
conocía el
romance en nuestra lengua, pues aparte de no
existir en castellano
, le era la armoniosa parla valenciana
familiar.

»De seguro que muchos se dirán: ¿Cómo Cervantes, de
nación castellano, conocía el
cuento valenciano y la lengua
valenciana
? Voy a mostrar mi pensamiento, pero advirtiendo antes
que fundándome en hechos ciertos, atestiguados por documentos
antiguos y fehacientes, he de abrir un ventanillo /
lo finestró
de José Miguel Gracia Zapater, catalanista de La Codoñera
/ a
la imaginación y dejar que ésta vuele, aunque no soy poeta, y se
retrotraiga a la
décima-sexta centuria, y después de haber
terminado la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los
presentes, ni esperan ver los venideros, como llama a la de Lepanto
el que cobró en ella las heridas que toda la vida fueron su orgullo,
por las que tuvo que ser llevado al Hospital de Mesina, en donde se
curaban todos los heridos de aquella facción prodigiosa, y
entrándonos por aquél ver los amigos
de quienes se podía
acompañar el
Manco de la batalla naval.

»Documentalmente
probado
, se sabe que el capitán Diego de Urbina formó su
compañía en
Valencia, a la cual pertenecieron los hermanos
Rodrigo y Miguel de Cervantes, que, naturalmente, no sólo en
el camino de
Valencia a Vinaroz, donde embarcaron el
domingo de la Trinidad del año
1571, en la galera
«
Capitana», del Comendador Mayor de Castilla, para
Italia, sino durante la travesía, y después, en el vagar por tierra
firme, fueron los de
Saavedra compañeros de los valencianos,
y no podían menos de ser también amigos, ya que el constante trato
en una navegación, y la camaradería por pueblos, en hosterías, y
tal vez en aventuras propias de la soldadesca de aquellos tiempos,
no
sólo
aproxima a los individuos, si que estrecha las
amistades; así, pues, no dudo en asegurar el que el
valenciano
Juan Bautista Villanueva, aparte de otros soldados de la
compañía de
Urbina, camarada de Miguel de Cervantes,
fué además su amigo, lazo que indudablemente se estrechó en el
Hospital de Mesina, en el que los dos ingresaron, después de
la
batalla de Lepanto, a curarse de las heridas que se
granjearon en aquella
función, defendiendo cada uno su puesto
en la galera «
Marquesa», de Juan Andrés Doria, que
formaba parte de la escuadra del
veneciano general
Agustín Barbarico, nave ésta que fué muy combatida, hasta
el extremo que los
turcos mataron más de cuarenta hombres de
su dotación, cayendo herido
Miguel de Cervantes de un
arcabuzazo en la mano izquierda, estando defendiendo el
esquife, y el Villanueva, de una flecha, en la espalda,
junto a la
proa, punto que defendió durante toda la gran
batería
con un arcabuz; y qué cosa más natural, que, si
durante el
período álgido de la calentura no, en la larga
convalecencia se buscasen los dos camaradas, ya que las mismas
desgracias tanto
aunan, y se entretuviesen en mutuas
confidencias, en contarse las cosas de sus familias, las particulares
de sus casas, las tradiciones de sus pueblos; en estos momentos oigo
/
. hay un punto aquí / yo, al Villanueva, hablando en
valenciano
, narrar cosas de esta tierra para entretener el tedio,
y entre ellas, el
cuento o romance
del cura de la
mula
de pas molt acaminadora
y los ladrones. Y no le extrañe al buen
amigo el que en
lengua valenciana le hablase el de esta tierra
al de
Alcalá, ya que ésta le era bien conocida, como
adelante los años demostró, para lo que tenía sus motivos, el más
poderoso la constante comunicación con sus camaradas de la compañía
mentada,

perteneciente al tercio del valenciano D.
Miguel de Moncada
, compuesta casi en su totalidad por
valencianos, en la que permanecieron los dos camaradas hasta
que fué reformada, amén del privilegiado talento del futuro autor
del «
Don Quijote», que le hacía fácil todas las cosas, a
más el gran espíritu observador de que gozó, que no dejaba que
se le escapase detalle, avalorado con la buena costumbre de recoger y
leer lodo papel escrito que se le ponía por delante.

»Por
cierto que, como en otra ocasión manifestamos, los dos soldados se
separaron en momento bien triste para el de Saavedra, y fué en el
desgraciado en que la escuadra de
galeotas de Amante Mami
se apoderó de la galera «El Sol», en la que los dos hermanos,
Rodrigo y Miguel, venían, y fueron hechos esclavos, y al
revés, el
Juan Bautista Villanueva, que con los otros había
embarcado en
Nápoles para España, aportó en ésta,
por haber llegado a tiempo, el socorro a la galera, de la que, sin
duda, el
valenciano no había sido transbordado, como los dos
Cervantes.

»Y como para dar gracias por su delicadeza
en honrarme con la dedicatoria de su bonito artículo y oportuna
aclaración a un pasaje del «Don Quijote», es ya demasiado larga
esta epístola, corto el hilo, pues a mí, en estos achaques
cervanto-
valencianos me ocurre lo que a Sancho con los
refranes, que se le enzarzan como las cerezas, que en tirando
de una, allá van
les atres en pomell, que es más bonito y
propio que
en sarta. Pero no finalizaré sin decirle que estoy
encantado de que usted haya entrado en el
campo cervántico (y
con tan buen pie), en el que mucho queda por hacer aún, y que para
mí es grande honor el poder formar escuela, siquiera sea por el
displicente derecho de los años; así, pues, mi joven amigo, no le
coarte el temor a provocar mis iras, pues ha producido sentimientos
contrarios, acrecentando el añejo afecto que le profesaba su muy
amigo

F. MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ.

Mayo de 1921.





ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS XIII DÍAS DEL  MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE  LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS  DESAMPARADOS, PATRONA DE LA INSIGNE  CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-  BLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DEL  HIJO DE FRANCISCO VIVES  MORA, CALLE DE  HERNÁN CORTÉS,  NÚMERO 8   L. + D.





ACABÓSE DE IMPRIMIR ESTE FOLLETO A LOS
XIII DÍAS DEL
MES DE MAYO DEL AÑO MCMXXII, VISPERA DE
LA
FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS
DESAMPARADOS, PATRONA DE LA
INSIGNE
CIUDAD DE VALENCIA, EN EL ESTA-
BLECIMIENTO
TIPOGRÁFICO DEL
HIJO DE FRANCISCO VIVES
MORA, CALLE DE

HERNÁN CORTÉS,
NÚMERO 8

L. + D.







OBRAS DEL AUTOR. Más en http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527

Homenage al
Compte de Lumiares. Obra de
tèrra
saguntina (barro saguntino). Agotada.

Còses
de la meua
tèrra (La Marina). Primera
tanda.

Discurs en l'acte lliterari-musical
celebrat el día XIX de Febrer del any MCMXIV en la
Acadèmia
Valencianista.

Las joyas de Isabel la Católica no sirvieron para
el descubrimiento de América. Segunda edición.

Martín Juan
de Galba
; coautor de Tirant lo Blanch.
Melchor Valenciano de Mendiolaza, jurado de Valencia, procurador de
Miguel de Cervantes Saavedra, Bartolomé y Lupercio
Leonardo de Argensola
, y general de la Duquesa de
Villa-Hermosa
. Notas biográficas.
San Francisco, Cervantes y
Valencia. Discurso leído en el acto literario-musical en honor de
Miguel de Cervantes, por la V. O. T. Franciscana el 24 de Noviembre
de 1916.

Algo de Bibliografía Valenciano-Vicentista.

Còses de la meua tèrra
(La Marina). Segona tanda.

Don Guillén
de Castro
no pudo ser el falso Alonso Fernández de
Avellaneda
.

BIBLIOTECA CERVANTINA DE AUTORES VALENCIANOS.


El Curioso impertinente. Comedia en tres jornadas y en verso
de D.
Guillén de Castro.  https://es.wikipedia.org/wiki/El_curioso_impertinente
Falla del Tros-Alt: Don Quijote y Sancho Panza.
La última aventura de Don
Quijote. Falla de la calle de Ruzafa. 


http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/catalogo_imagenes/impresion.cmd?path=1007174&posicion=69&destino=..%2Fcatalogo_imagenes%2Fgrupo.cmd%3Fposicion%3D69%26path%3D1007174%26presentacion%3Dpagina%26idBusqueda%3D1527Juan Antonio Mayans y
Siscar y Juan Antonio Pellicer y Saforcada; Cartas Cervantinas.
En Joseph Bodríay Roig. De Don Quixot a Cervantes, Goig.





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