diumenge, 21 de novembre del 2021

Diccionario de voces aragonesas. Introducción filológico-histórica, Gerónimo Borao, I.

Diccionario
de voces aragonesas.

Precedido de una
Introducción
filológico-histórica,
por
D. Gerónimo Borao,
Catedrático
de Literatura en la Universidad de Zaragoza.

Zaragoza.
Imprenta
y librería de Calisto Ariño.


1859.

DVA, diccionario, voces, aragonesas, Gerónimo Borao, kindle

(Editor:
Ramón Guimerá Lorente. Ortografía actualizada en parte, ejemplo,
lisongeo : lisonjeo; espuesto: expuesto; mas : más; lenguage:
lenguaje; solo : sólo, solamente; testo: texto; también en textos
citados a : a, a: a; e : e; o : o; etc etc)


Exmo. Sr. D. Jerónimo Borao y Clemente. Alumno, insigne maestro, celoso rector de esta escuela y director general de instrucción pública. La Universidad, á propuesta de los claustros de las facultades, acordó honrar la memoria de este eminente literato y poeta colocando su retrato en el Paraninfo




Advertencia
del autor.





Decidido
amigo de la instrucción primaria a quien me lisonjeo de haber
prestado más de un útil servicio, he tomado parte tal cual vez en
los periódicos que le están dedicados en España. Hícelo una vez,
en 1856, para tratar ligeramente de los
diminutivos
y principalmente del terminado en
ico;
y aplazando el examen de otras maneras aragonesas de decir para
algunos artículos próximos, logré encariñarme a tal punto con la
materia, y fueron extendiéndose de tal suerte mis estudios, que al
cabo produjeron el
Diccionario
aragonés
y la Introducción
sintética que hoy someto al juicio del público y recomiendo a su
indulgencia.


Parecióme
muy difícil, al principio, la originalidad, ya por el gran número
de voces aragonesas que en calidad de tales definía con su
acostumbrado acierto la Academia, ya por las nuevas que incluía en
su
Ensayo de un Diccionario
aragonés-castellano
(Zaragoza Imp.
real. 1836, 67 páginas 8.°) el distinguido abogado entonces, hoy
dignísimo magistrado D.
Mariano Peralta, cuya larga residencia en el
alto Aragón le permitía dejar muy poco asunto a sus sucesores, a
pesar de la modestia con que tituló su muy apreciable trabajo que yo
he respetado con extremo; pero observando las disculpables omisiones
de ambos diccionarios, decidime a mejorarlos en cuanto
,
pudiese sobre la base inevitable que ellos me ofrecían.

Ensayo de un Diccionario aragonés-castellano (Zaragoza Imp. real. 1836, 67 páginas 8.°)



Si
lo ha conseguido o no mi diligencia, el público es quien ha de
resolverlo, teniendo en cuenta la variedad de estudios, así
lingüísticos como científicos y forenses, que mi obra ha exigido,
la paciente expectación que ha requerido, como quiera que se ha
apelado al pueblo mismo para sorprenderle su lenguaje; y, en fin, el
crecido número de vocablos nuevos que he conseguido allegar cuando
parecía casi agotada la materia, aunque advirtiendo que, sobre las
voces que hayan podido escapar a mi cuidado, se echarán de menos
algunas puramente locales, suprimidas de propósito por separarse en
cierto modo del habla común aragonesa.


La
Academia, si no hay error en el cómputo que he practicado, incluye
quinientas sesenta y una
voces como provinciales de Aragón y
ochenta
y una
como provinciales en general
pero seguramente de uso aragonés (
aragonès
en el original
): Peralta unas
quinientas nuevas sobre las doscientas aragonesas, cuarenta y cinco
provinciales y ciento cuarenta y dos castellanas que toma de la
Academia: el DICCIONARIO que ofrezco ahora al público contiene,
sobre las 784 de la Academia y las 500 de Peralta, 1675 nuevas, que
constituyen un total de 2959 voces, esto es, 2175 más que la
Academia y 2072 más que el Vocabulario de Peralta.


Ampliadas,
concordadas y modificadas a veces las definiciones de ambos
diccionarios, he creído del caso sin embargo conservar la propiedad,
o digamos, pertenencia de cada palabra para mejor conocimiento del
lector; y a este fin he designado con una c las voces castellanas que
Peralta (indudablemente con buenos fundamentos) incluyó como
aragonesas en su Ensayo, con una p las provinciales, con una a las
aragonesas de la Academia, con una d las exclusivas de Peralta, y con
una n las que en su totalidad me pertenecen. Esto he preferido, para
cargo y descargo de mi responsabilidad, y no las indicaciones
gramaticales que doy por conocidas, y que no me parecen propias de un
trabajo especial como este, sobre el cual ha de suponerse el
conocimiento de otros diccionarios.





INTRODUCCIÓN.


I.


Extendida
la dominación romana por toda la
península
española
, muy pronto se difundió
entre nosotros su cultura, entonces poderosa, e inevitablemente
hubimos de recibir los vencidos el
idioma
del Lacio
; que siempre fue la lengua
el vehículo y el símbolo de la civilización. Mas cuando ya era
usual hasta en el pueblo el latín de aquellos tiempos, sobrevino una
irrupción no menos enérgica, que, si no pudo desarraigar de pronto
ni las costumbres ni el habla romana, todavía imprimió un semblante
nuevo al idioma, híbrido conjunto de voces
latinas
y maneras
godas,
que por ventura ha prevalecido hasta el presente, puesto que
modificado por las muchas avenidas extranjeras que sucesivamente
contribuyeron a enriquecer a aquel sin par idioma, en que habían de
causar admiración a la Europa los Cervantes, Calderones y Quevedos.


Nuevas
zozobras, nuevo espanto, nueva y más fundamental reforma que otra
alguna vino a amenazarnos con la invasión árabe, a la cual justo es
decir que debemos la mayor parte de nuestra adelantada ilustración
en los siglos medios, así como el desarrollo de todas las cualidades
caballerescas que constituyeron un día nuestro carácter, y que
todavía se conservan; aunque muy atenuadas, entre nosotros, como se
conserva el aire de familia, o como se distingue el tipo especial en
el rostro de cada nación y aun de cada territorio.


De
la misma manera que el idioma latino, el cual por su difusión vino a
llamarse, a poco de la invasión árabe, la lengua de los cristianos,
esto es, la lengua nacional, la lengua en que estaba escrita la
legislación o el Forum Judicum; de la misma manera, decimos, se
generalizó entre nosotros el árabe, al cual (como dice el sabio
Marina) hubieron de trasladarse hasta los libros santos, que ni aun
los sacerdotes entendían, siendo cierto que en el siglo IX no había
sino uno para cada mil que comprendiese el idioma latino, cuando el
caldeo
era en muchos puntos de España del todo familiar. (1)


No
en todos sin embargo. Los alentados españoles que, lejos de someter
su cerviz al yugo musulmán, fueron a refugiarse en lo más arriscado
de las montañas para preparar desde allí la más obstinada y
vencedora defensa que han presenciado los tiempos, salvaron con
nuestra nacionalidad nuestro lenguaje. Y no fueron sólo las
invencibles huestes de
Pelayo
las que conservaron el depósito del idioma: también los aragoneses,
reunidos en las asperezas pirenaicas bajo la conducta de
Garci-Gimenez (2),
preservaron el latín gótico
de la destrucción completa que le hubiera cabido si, como en las
ciudades florecientes y aun en comarcas enteras de España, llegara a
hacerse general el idioma de los árabes.


Cuál
fuera aquel tosco lenguaje, o qué grado de perfección alcanzara, no
es fácil decidirlo; pero convienen los doctos en algunos puntos que
nosotros agruparemos brevemente. Parece que los godos no fueron
poderosos a imponer ni aun a conservar su idioma propio, y tomaron
por el contrario la lengua latina aunque en el estado mísero en que
ya se hallaba, como que ya venía decayendo desde su mismo siglo de
oro. (3) Las pérdidas que diariamente sufría el idioma del Lacio
permitían que se infiltrase sin obstáculo tal cual influencia
gótica, y de ese mutuo decaimiento, favorecido después por
elementos arábigos, rabínicos y francos, resultó una verdadera e
informe fusión, en que sin embargo prevaleció el elemento latino
(4);
por donde los idiomas de él engendrados se llamaron
romanos o
romances,
ocasionando entre otros el
castellano,
que bajo este aspecto bien pudo haber nacido en el siglo VIII, si
puede llamarse idioma nuevo el que debió de hablarse en aquella
época, de lo cual disentimos nosotros francamente, por más que lo
hayan sostenido, pero sin documentos ni razones de algún peso, los
eruditos Aldrete, Terreros y Andrés (5).


De
todas suertes y aunque fuese idioma vulgar, y aun cortesano al decir
de Terreros, no le vemos hasta el siglo XII como lenguaje escrito, y
por consiguiente no podemos deducir de él sino lo que de este se
desprende. Cónstanos, sí, de su existencia, como quiera que la
demuestran las mejores inducciones filológicas, la declaran los
mismos documentos latinos que repetidas veces se refieren al idioma
que llaman
vulgar
(o
rústico
como D.
Alonso el Batallador),
y sobre todo la argüirían con su misma perfección relativa los
primeros monumentos verdaderamente castellanos.
Pero antes de
fijar la época a que estos se refieren, conviene anticipar dos
observaciones diplomáticas, a saber, la falibilidad de muchos
documentos en orden a su lenguaje y fecha, y la abundancia de
documentos latinos y absoluta carencia de castellanos hasta los
tiempos críticos a que nosotros referimos el uso del castellano
escrito.


En
cuanto a la primera de estas dos ideas, diremos que ha habido muchas
piezas, latinas en su origen pero vertidas más o menos pronto al
castellano, lo cual puede inducir a fácil error por la aparente
conformidad pero verdadera disonancia entre la fecha y el idioma, de
lo cual (entre muchísimas) pueden ser ejemplo los fueros de
Sepúlveda y de Arguedas, 1076 y 1092: hay también privilegios,
cuyas confirmaciones se conocen pero no sus instituciones, habiéndose
redactado aquellas en idioma castellano, sobre original latino: ha
habido también privilegios y fueros que sucesivamente se han
copiado, y modernizado a cada copia, considerándose vigente la
última de estas, entre la cual y la fecha, que es de suyo
inalterable, resultaba un desacuerdo filológico no siempre
preceptible (perceptible):
ha habido, en fin, alteraciones interesadas y por consiguiente
lingüísticas en algunos pasajes, lo cual ya denunció. D.
Alonso
el Sabio
en aquellas palabras «aun
aquellos libros raien et escribien lo que les semejaba a pró de
ellos e a danno de los pueblos.»


El
segundo extremo se comprueba con los muchos fueros municipales
redactados en idioma latino durante el siglo XI,, y aun con los muy
numerosos que se otorgaron en el mismo idioma por toda la primera
mitad del siglo XII, como lo demuestran, sin salir de los reinos de
Aragón y Navarra, los de Alonso el Batallador de 1117, 1122, 1124 y
1129 concedidos a Tudela, Sangüesa, Cabanillas, San Cerni y otros
pueblos, y lo que es más, los concedidos por Sancho el Sabio de
Navarra desde 1150 a 1193, cuyo rey (ni ningún otro que sepamos) no
se sirvió del castellano sino en el fuero de Arguedas año de 1171.


Resulta,
pues, que los primeros documentos castellanos corresponden al siglo
XII, pues aunque se habla de documentos de 950, (6) de una escritura
de 1066, (7) de una anécdota de 1095, (8) de un privilegio de 1101,
(9) y de algún otro documento a ese tenor, la verdad es que el
primero que cita Marina es de 1140, el primero de que habla Gayangos
de 1145, el primero que vio Sarmiento de 1150, el primero que parece
que han disfrutado Risco y Ticknor de 1155 (10), el primero que
menciona Yanguas de 1171, y el primero que copia Berganza de 1173;
advirtiendo nosotros de paso que ni en el
archivo
de Comptos de Navarra
ni en el de la
Corona de Aragón
no existe ningún documento anterior a aquellas fechas. También
debemos exponer respecto al P. Merino que ni alcanzó otra cosa que
lo exhibido en sus Antigüedades por Fr. Francisco Berganza, ni
anduvo a nuestro parecer muy cuerdo en la calificación de un romance
del Cid que aquel encontró en el monasterio de Cardeña y que
estotro supuso anterior en algunos años a Berceo y en un siglo a D.
Alonso el Sabio, siendo así que su estructura revela muy posteriores
tiempos, y que Berganza, a quien se debe su hallazgo, no se atrevió
a fijarle antigüedad, limitándose a coronar su obra con esos (que
dice él) versos antiguos.
Los monumentos primitivos de que
hablamos, suponen realmente lo que ya hemos dicho, la existencia de
un idioma vulgar, el cual hemos de confesar que todavía se revela en
documentos muy anteriores. El erudito D.
Tomás
Muñoz
incluye tres latinos en su
apreciabilísima
Colección de fueros
y Cartas-pueblas
, que,
correspondientes a los años 804, 824 y 857 contienen las voces
carrera, carnicerias, calciata, foz, defesis, ganato, omes de villa,
pradum, porquerum, tempore verani, ille como artículo y no como
pronombre, y otras indicaciones análogas de lo que había de ser,
andando el tiempo, el
idioma español
(11). Lafuente, en el tomo III de su Historia de España, cita, para
prueba de esto mismo, la escritura de fundación del monasterio de
Obona, 780, en que se hallan las palabras vacas, tocino, mula, rio y
peña; una donación de
Alfonso el
Católico
que comprende duas
campanas de ferro y tres casullas de syrgo; y un documento de Orduño
I con las voces verano, iberno, ganado, carnicerias, caballo etc.
Briz Martínez, en su Historia de S. Juan de la Peña lib. II cap.
XXXVIII, inserta a la letra el testamento de
Ramiro
I de Aragón
, 1061, en el cual se
leen estas palabras:
“de meas autem armas qui ad varones, et
caualleros pertinent, sellas de argento, et frenos et brunias, et
espatas, et adarcas, et gelmos, et testinias, et cinctorios, et
sporas, et cauallos, et mulos, et equas et vacas et oues dimitto ad
Sanctium...
et vassos de auro et de argento, et de girca, et cristalo, et macano,
et meos vestitos, et acitaras, et collectras, et almucellas en
seruitium de mea mensa, totum vadat cum corpore meo ad
Sanctum
Joannem
... et illos vassos quos
Sanctius filius meus comparauerit
et redemerit; peso per peso de plata, aut de Cazeni, illos prendat...
et in castellos de fronteras de
Mauros
qui sunt pro facere;” cuyo contenido, aunque su traducción tiene
harta dificultad por algunos términos incógnitos, romancea de este
modo Briz Martínez: «Otro si ordeno que mis armas pertenecientes a
varones y caualleros, como son sillas y frenos de plata, espadas,
adargas, yelmos, cauallos, mulos, yeguas, vacas y ovejas, todo sea y
lo herede mi hijo D. Sancho... que todos mis bienes muebles; como son
vasos de oro y de plata, de alabastro, de cristal y de macano, mis
vestidos y acitaras o camas colectos y almuzas con todo el seruicio
de mi mesa, todo se lleue y entregue, juntamente con mi cuerpo, al
monasterio de S. Juan...
que todos los vasos que mi hijo quisiere redimir y comprar, aquellos
redima peso por peso por otra tanta plata o cazeno... (y todo se dé)
para obras de castillos que están en las fronteras de moros y no
acabados de concluir. (12)


En
los primeros tiempos documentales no es mucho que se advierta esto
mismo con toda la claridad posible, y así en una escritura de 1157 a
favor del
monasterio de Beruela
(
Veruela)
se lee: «nullus homo sit ausus casas uestras uel grangias uel
cabanas... violente intrare;) en la de fundación del
monasterio
de Aza
«do etiam præfato
monasterio... centum caphices (caices vulgo dicimus) quincuaginta
tritici; en el fuero de Valformoso 1189 se dice de tribus arriba y
mulierem putam; en el de Santander non vendat a detal. Los documentos
aragoneses ofrecen igual comprobación y dan además a entender desde
su cuna su total identidad con la formación del castellano, y así
en una escritura de 1152 (Biblioteca Salazar) se dan «500 solidos et
III kauallos... et illas kassas que forunt de sennior Ennego Sanz...
et CCC solidos et una mula;) en otra de 1155, que también hemos
visto original, se lee «et recipiant eum sano et infirmo et donant
illos fratres in caritate ad sua mulier de
D. Julian que ad suos
filios XX morabetinos, per tale que illos no clamen magis de ista
hereditate... et fuit factum hoc donatiuum in presentia de magister
D. Freol;» en otra de 1162 «Hec est carta de una vinéa quam
comparauit Petro Tizon magist. de Nouellis... pagato pretio et
aliala
en otra de 1173 «dono uobis fidanzas de saluetate affuer de terra...
alibala
paccata;» en otra de 1202 «Hec est carta de compara quam
comparauerunt, fratres milicie Templi Salomonis,» en otra de 1223
«suos domos videlicet et corrallos de coelo usque in abissum.)


Obsérvase
al golpe que los primeros documentos, supuesto el desarrollo del
embrión llamado romance, durante tres siglos a lo menos, nada tienen
todavía de perfectos; y a la verdad, sobre sus frases totalmente
latinas que eran de rúbrica entre los notarios de aquel tiempo como
en los de hoy mismo, hay documentos, no ya de los primeros sino del
siglo XIII, que son mezclados de latín y romance; y aun los que se
llaman castellanos o escritos en el idioma vulgar, tienen el corte
que va a verse, y son tales que permiten hacer fácilmente, no la
operación que hemos ahora practicado, sino la contraria de
entresacar las voces y giros latinos de entre el vulgar informe que
les es predominante. En una donación hecha a favor del monasterio de
Cardeña, se lee al fin: «Quiquier que de nostro linage o de otra
cualquier aqueste nostro fecho et aquesta nostra donacion quisiere
quebrantar, toda o parte de ella, primeramientre aya la ira de Dios,
et con Iudas el traidor, et con Datan, et Abiron que vivos la terra
los sorbió, en Enferno sea atormentado. Amen. Et sobre esto peche al
Rey de la terra mille mrs. et al Monesterio et al Hospital
sobredichos la heredad doblada.» En otra escritura relativa al mismo
Monasterio, y la más antigua que en él se conservaba, año 1180, se
dice:
«E judgo Don Lop: que ninguno de los non fuesse pescar en
aquellas defessas menos del otro que fuese en la villa y
qualquequiere que fuesse pescar, que diesse las cinco partes al
abbat, y las tres a los Infanzones. Hoc judicium fuit datum in era
MCCXVIII
regnante rege Allefonso
cum uxore sua
Alionore.»
En otra de 1193 se lee «Notum sit presentibus et sciant posteri:
quia ego Guisabel Garciaz fija de Garci-Ruiz catando pro de mi ánima
hi entendiendo que sea a servicio de Dios, do et otorgo a vos Don
Martin siervo de Dios et abbat del monasterio de Sant Pedro de
Cardeña, et al conviento del mismo logar in perpetuum las mis casas
propias que yo hé en Burgos.» (13)


Y
para que se vea todavía más clara la lucha latente entre los
idiomas latino y castellano, para que se vea cuán laborioso fue
aquel parto de donde había de resultar que la lengua latina diese a
luz dos idiomas gemelos que se denominan neo-latinos, véase el
siguiente trozo castellano del fuero de Cáceres, en 1229, en donde
predominan a su turno ambos idiomas: «Mulier que viduetatem voluerit
tenere accipiat unam casam (latín) con XII cabriadas et una tierra
de dos caffices sembradura (castellano) ubicumque voluerit (latín)...
et una bestia asnar et
una mora o un
moro
(castellano).. et hoc accipiat
de aver dambos (latín y castellano;) y el siguiente latino de
Tafalla, confirmado en 1157 en 1235 y en 1355: «Si duo homines
habuerint pleito inter se et se alzarent ad regem, ambos pasen Aragon
si ad ambos placuit, et si non placuerit uno non debet eum seguir
usque rex passe Aragon.»


De
intento nos hemos detenido en dar a conocer la antigüedad y lenguaje
de los primeros documentos castellanos, para que se vea que ha de
renunciarse a citar ejemplos anteriores al siglo XI, y para que
resulte conocida la estructura del primitivo lenguaje español, con
el cual podrá ya contrastarse el que se usó en los documentos
públicos del
reino de Aragón
de que más tarde hablaremos. Por ahora adelantaremos que Aragón
ostentó a veces cierta superioridad sobre Castilla en la esfera
política, en la legal y aun en la lingüística, verdad que ya
confesó el profundo Marina en su notabilísimo Ensayo, exponiendo
«cuánto influyeron los usos y costumbres de Aragón y Navarra en
los de Castilla.) (14) Sancho el Mayor dio en efecto a ese reino
algunas
leyes navarro-aragonesas:
se sabe de los castellanos, que iban a
Jaca
a estudiar aquellos célebres
fueros
para trasladarlos a su país: también es notorio que el matrimonio
de los clérigos, así como la famosa ley sálica e igualmente la
representación en Cortes del brazo de las Universidades, fueron
importados de Aragón en Castilla; y en cuanto al lenguaje, como que
hubo, sobre todas estas, las mismas causas determinantes, no puede
dudarse que se habló en Aragón un idioma del todo conforme cuando
no más rico que el castellano, (15) pudiendo asegurarse, como
después veremos, que, sobre ser un error filológico, es muy
gratuita la suposición de que los aragoneses usasen el romance
lemosín
hasta que recibieron el castellano al advenimiento de D.
Fernando
de Antequera
a quien, con
más razones de conveniencia que de justicia
,
declaró
monarca de Aragón
el
Parlamento de Caspe.


Lo
que sí hubo es un comercio recíproco de voces y giros entre
aragoneses
y
catalanes,
luego de unirse ambos
estados,
aceptándose en Aragón algunos vocablos, algunas desinencias, y
sobre todo una gran parte de la
literatura
catalana o provenzal
, que en cierto
modo eran
un solo idioma
y
una misma poesía,
desde que los
Berengueres
poseyeron la
Provenza
y exaltaron su cultura. Mas no sólo no había entonces desdoro en
este género de imitaciones, como quiera que a ellas se ha debido en
todas partes la formación de los idiomas; no sólo no era vergonzoso
entonces, como ahora lo sería, el admitir voces extrañas, sobre
todo cuando el idioma era en todas partes informe, balbuciente,
necesitado e inconstituido, sino que el
idioma
lemosín o provenzal
era a la sazón
el instrumento de la más bella poesía, y extendía su influencia,
no ya sólo a la
corona de Aragón,
pero aun a la Francia toda, y, lo que es más, a la misma Italia, sin
que por eso pretendamos, como algunos, que el Petrarca nos imitase o
nos copiase.


El
idioma lemosín, que algunos, con poca verosimilitud, suponen nacido
del francés antiguo combinado con el lenguaje que llevaron a la
Provenza los españoles allí refugiados a la invasión árabe; ese
idioma que otros suponen (coetáneo del catalán) formado en el siglo
X por el borgoñés y el latín corrupto, modificado por la casa
aragonesa en el siglo XII, decaído y transfigurado en el XIII; no
hay duda que se difundió por casi toda la corona aragonesa casi al
mismo tiempo en que nacía verdaderamente el castellano, viniendo a
formar en cierto modo los
dialectos o
romances catalán y valenciano
;
entre los cuales y el
provenzal y
lemosín
, de quienes dice D. Tomás
Antonio Sánchez
que fueron una sola
lengua, establecen algunas diferencias los filólogos, pero
conviniendo generalmente en que
el
lemosín puro fue modificado por el catalán
,
cuyo nombre tomó en la corona de Aragón, en que
el
valenciano procede del catalán
, y
ambos del lemosín,
habiéndose
castellanizado
el primero y
afrancesado
el segundo andando el tiempo, y en que
el
catalán tuvo cierto aire castellano

(sin duda influido por Aragón) que le diferenciaba lo bastante del
lemosín puro,
el cual procedía del
latín
y el
francés primitivo.
Ese idioma, y más bien que él su gusto y poesía, pasaron
rápidamente los Pirineos desde que, en el decurso de pocos años,
los Berengueres reinaron en Provenza y Aragón, a la primera mitad
del siglo XII; fueron también llevados a
Sicilia
por Federico
y a Nápoles por Carlos
de Anjou
(16), y después influyeron
hasta en la
poesía castellana
durante el siglo XIII con
Alfonso XI,
si bien esta modificó a su vez el genio provenzal desde la
coronación de
D. Fernando el de Antequera.


Algunos
reyes de Aragón, prescindiendo de que sus conquistas sobre las
Baleares, Sicilia y Nápoles, y aun sus empresas, primero sobre la
misma Valencia, después sobre el S. del Mediterráneo, unas veces
por cuenta propia, otras en combinación con Castilla, les hiciesen
más conveniente su residencia en los pueblos marítimos; preciso es
confesar que por muy otras razones tuvieron hacia Barcelona y
Valencia una predilección que negaron constantemente a Zaragoza, tal
vez porque en esta capital, cabeza natural del reino, se conservaban
más puras las libertades de Sobrarbe, que con frecuencia humillaban
a los más altivos monarcas, haciéndoles duro de soportar el freno
con que se reprimían sus demasías o sus naturales ímpetus de
mando.
Rey hubo, у a la verdad no de los que menos trabajaron en
pro de las libertades públicas, si bien después que las Cortes le
destruyeron el privilegio de la Unión, que salió hacia Cataluña,
maldiciendo la tierra de Aragón y “era esta (como dice Zurita)
general afición de los
reyes,
porque desde que sucedieron al
conde
de Barcelona
, siempre tuvieron por
su naturaleza y antiquísima patria a Cataluña, y en todo
conformaron con sus leyes y costumbres, y
la
lengua de que usaban era la catalana
,
y
della
fue toda la cortesanía de que se preciaban en aquellos tiempos.”


Los
monarcas, pues, no hay que negarlo, usaban con frecuencia en lo que a
ellos tocaba, el
idioma lemosín o
catalán
. (17) Este lenguaje
palatino
, que por imitación
hablarían también los cortesanos, como hoy se habla el francés en
algunas cortes de Europa, en donde es, para explicarnos a la moderna,
lenguaje oficial;
era el que nuestros monarcas empleaban aunque no siempre, como
escritores, como ordenadores de su casa, como príncipes y aun como
particulares; a lo cual contribuía, según ya hemos insinuado, el
vigor con que florecía la poesía provenzal y el constante apoyo que
recibió de nuestros reyes el arte de bien decir, (
gay
saber
) en el cual fueron algunos
extremados, y otros muy dignos de mención, como se prueba con los
nombres de Ramón Berenguer V, Alfonso II, Pedro II, Jaime I, Pedro
III, Pedro IV, y el infante
D. Fadrique que reinó en Sicilia.


Todavía
pudiéramos añadir que no sólo en aquello a que llegaba, para
expresarnos así, la acción privada del Rey, sino aun en las
escrituras de fundación, en algunas cartas pueblas, en libros de
cuenta y razón (18), en los procesos (19), y en los actos del reino,
se usó por algún tiempo el idioma lemosín, en prueba de lo cual
nos cita el Sr.
Torres Amat
los
fueros de D. Jaime el
Conquistador
, las proposiciones o
discursos de la Corona en la apertura de las Cortes, las ordenanzas y
otros documentos oficiales. Aquel idioma (digámoslo de paso) es el
que algunos designan con el nombre de
romance,
aunque en la
común inteligencia
sea este el verdadero idioma castellano; y es que, derivados del
latín todos los
idiomas y dialectos
neo-latinos
, en cuyo número hay que
contar al
provenzal y sus derivados,
llamáronse todos
romans o romances,
esto es
hijos del romano,
siendo más natural esta etimología que la árabe de al-romi,
enunciada aunque no apoyada por Marina.


Y
ya que hemos hablado de los fueros y del idioma en que parece haber
sido algunos redactados, no será inoportuno el indicar que mucha
parte de ellos, y desde luego los de D. Jaime I, fueron sucesivamente
traducidos del
romanz en latín,
como lo afirma el Justicia mosen Juan Giménez Cerdán en su célebre
carta a Díez d'Aux, por los famosos letrados Jiménez Pérez de
Salanova, Galacián de Tarba y Juan López de Sessé. En la colección
general que de ellos corre impresa nótase que hasta los primeros
años del siglo XV, esto es, hasta los decretados en las
Cortes
de 1414
, todos se hallan redactados
en idioma latino, (20) empezando a leerse en castellano los de las
Cortes de Maella de 1423, así como los de Alfonso III, inclusos en
los de Pedro III que los dio en 1283, pero que desde luego tienen un
lenguaje más moderno que el de su tiempo.


Volviendo
a insistir sobre la introducción del idioma provenzal, quien más
contribuyó a ella, después de los primeros condes catalanes de la
Provenza, fue D. Jaime el Conquistador, el cual, hasta donde esto es
posible, declaró lengua de corte el lemosín, que merced a varias
causas llegó a hacerse popular, aunque no, como se ha supuesto, en
todo el reino. Pero debe, sin embargo, notarse que al cabo de un
siglo decayó la pureza de la nueva habla y la nueva literatura, pues
si bien hacia el fin del siglo XIV (1390) se fundó en Barcelona, y
luego en Zaragoza, un Consistorio de la
Gaya
Ciencia
a imitación del que años
antes (1324) se había fundado en Tolosa, ya es punto bastante
averiguado en la historia de las letras y las artes, que las
Academias suelen fundarse para detener la decadencia, pero sin poder
atajarla por completo si otras causas no comunican nuevo impulso al
ingenio, de suyo libre y aventurero. También contribuyó a esa
decadencia el elemento castellano, gradualmente introducido en la
Corona de Aragón, ya por el advenimiento de Fernando I en 1414 (21),
ya por el ejemplo del marqués de Villena que a un tiempo insinuaba
el gusto aragonés en Castilla y el idioma castellano en Aragón.


De
entre los escritores que prefirieron el idioma lemosín, son muchos y
muy ilustres los que pueden citarse, pero nosotros nos contentaremos
con recordar a Alfonso II que fue el primer trovador conocido, y
floreció hasta el fin del siglo XII; Pedro II, cuyas trovas se
conservaron en una colección de ciento veinte trovadores; Jaime I,
que escribió una Crónica lemosina (22) anterior a la de Alfonso el
Sabio e impresa en 1557 y en 1848, además de otras obras, como Lo
libre de la saviesa; Pedro III, conocido como trovador; el infante D.
Pedro que en la coronación de su hermano Alfonso IV, ocurrida en
1328, lució sus dotes poéticas, siendo los cantores o juglares de
sus poemas los afamados Romaset y Novellet; Juan Francés, que
describió aquella coronación en idioma lemosín; Pedro Lastanosa
que floreció en 1318; Pedro IV, autor de una Historia de su reinado,
de un Libro de los Oficios de su casa y, según se asegura, de
algunas poesías; Juan I, conocido como poeta; Fray Juan Monzón que
floreció en la primera mitad del siglo XV; Mosen Pedro Navarro,
Rodrigo Díez, Juan Dueñas, Santa Fé у Martín García, todos
cinco
poetas lemosines
de la misma época; Juan Torres, que lo fue también y floreció
hacia el fin del siglo XV. (
ver “lo
llibre dels poetas”, de Francesch Pelay Briz, 1867, donde están
estos poemas o poesías y muchos otros autores
)


Estos,
sin otros que cita Latassa en su Biblioteca antigua, en donde por lo
demás abundan en mayor número los escritores en latín (por no
decir latinos), prueban de un modo evidente que en Aragón (23) se
hizo mucho uso del idioma lemosín para la poesía, la historia y la
legislación, y de eso mismo dan testimonio aquellas palabras del
marqués de Santillana en su famoso Proemio: “los catalanes,
valencianos, y aun algunos del reino de Aragon, fueron e son grandes
oficiales de este arte,” esto es, de la de
trovar,
llamada
gaya ciencia.
Compruébalo también la noticia que dan muchos historiadores sobre
haberse abierto en Zaragoza un
Consistorio
del gay saber
al modelo del que se
había fundado en
Barcelona
con maestros o mantenedores de
Tolosa;
y también nos lo acredita, entre otros autores de buena nota, el
diligente Zurita, el cual pinta en esta manera el reinado de Juan I,
que floreció en el siglo XIV: “y en lugar de las armas y
egercicios de guerra, que eran los ordinarios pasatiempos de los
príncipes pasados, sucedieron las trovas y poesia vulgar y el arte
de ella que llamaban la gaya ciencia, de la cual se comenzaron a
instituir escuelas públicas; y lo que en tiempos pasados habia sido
un muy honesto ejercicio, y que era alivio de los trabajos de la
guerra, en que de antiguo se señalaron en la
lengua
lemosina
muchos injenios muy
escelentes de caballeros de Rosellon y del Ampurdan que
imitaron
las trovas de los provenzales
, vino
a envilecerse en tanto grado que todos parecian juglares."


De
lo expuesto hasta aquí habrá quien pueda verosímilmente inferir, y
tampoco no le faltarán autoridades en que apoyarse, que Aragón se
sirvió hasta el siglo XIV inclusive del
idioma
latino y del provenzal
y no de
ningún otro, cuya opinión robustecen los
fueros
de Jaca escritos en lemosín
y
conservados en un
códice del
Escorial
; una Crónica manuscrita de
los reyes de Aragón escrita en
catalán
y citada en el libro de las coronaciones de Blancas; una colección
de fueros, que fue la primera compilación y se hizo en
catalán,
habiendo sido disfrutada por
Diego
Morlanes
; el homenaje rendido en
catalán a
Pedro el Grande
por
Jaime II de Mallorca,
que corre con algunas piezas latinas al fin de la
crónica
de D. Pedro el Ceremonioso
publicada
en nuestros días; y muchos otros documentos que comprobarían el uso
general de ese idioma en nuestro reino, habiéndose de contar entre
ellos algunos libros que se dicen escritos en
romance,
pero entendiéndose que son en
provenzal,
el cual se denominaba también con aquel nombre.


Mas,
aun concediendo nosotros que el
idioma
lemosín o el catalán
fueran el
lenguaje de la poesía, el de la casa real y el de cierto género de
documentos oficiales que no se redactaran en latín; nunca
deduciríamos la absoluta de que aquel fuera el idioma literario,
cuando a eso se oponen, no ya algunos escritores imparciales como
Terreros y Aldrete, sino los importantes documentos que se nos
ofrecen, siglo por siglo, desde el primero documental que es el
duodécimo; ni mucho menos incurriríamos en el manifiesto error de
suponer que aquella lengua sabia hubiera sido el idioma del pueblo
como lo afirma Viardot, a cuya autoridad ha cedido un laborioso
escritor aragonés (24), así como tampoco no podemos convenir con
Mayans para quien «la antigua lengua aragonesa se conformaba más
con la
valenciana,
o por mejor decir era
lemosina


Creemos
nosotros, muy al revés, que en Aragón hubo antes de la conquista
árabe una crisis lingüística totalmente igual a la que padeció el
resto de España; que en las montañas de
Sobrarbe
se conservó y pulió en lo posible el nuevo idioma como en las de
Asturias;
que una vez desahogados los cristianos, y pudiendo descender ya a las
llanuras, tendieron su idioma como su reconquista; que los árabes
con su tolerancia y su cultura, no menos que con sus victorias y
alianzas, hicieron triunfar sobre nuestro infantil idioma un crecido
número de palabras todavía conservadas en gran parte; que en
adelante la unión de la
corona real
aragonesa
con la condal
de Barcelona
, (coronilla)
y sobre todo la influencia que nos vino de la Provenza cuando
entraron a gobernarla los Berengueres, se dejó sentir muy
perceptiblemente en el
idioma
aragonés
, dándole un tinte lemosín
e invadiendo casi por completo la poesía, el palacio de nuestros
reyes y en algún modo las transacciones forenses; que sobre todo
esto se mantuvo bastante viva desde los siglos XIII y XIV la
comunicación entre aragoneses y castellanos protegiendo la
conservación de aquel idioma casi común, el cual no necesitó
uniformarse con la elección de un
príncipe
castellano
para el trono
aragonés
, ni menos posteriormente
con la reunión definitiva de ambas coronas; y en una palabra, que el
roce con los árabes, las reminiscencias de la época provenzal (25),
y el carácter particular del país, unido al espíritu fuertemente
provincial que todavía se deja sentir en algunas de España, han
conservado un cierto semblante al
dialecto
aragonés (si así puede llamarse)

que es el que le diferencia, aunque en poco, del habla castellana,
según que en breve procuraremos demostrarlo.


He
ahí muy en resumen la opinión que hemos formado en esa difícil
cuestión de los
orígenes del idioma
aragonés
; y para ello, si no
tuviéramos mejores y más indestructibles pruebas que pronto
aduciremos, nos apoyaríamos en las palabras mismas de Mayans, el
cual, no sólo emite su parecer de la manera muy dudosa que se ha
visto, sino aun confiesa allí mismo la antigüedad de un lenguaje
aragonés independiente de los que en adelante le afectaron; y si
después asevera la identidad del aragonés y lemosín, lo hace con
tan mala prueba, que no aduce sino el breve
catálogo
de vocablos aragoneses
declarados
por
Blancas
en sus
Coronaciones,
catálogo que sólo contiene unas doscientas, de entre las cuales, la
mitad son de purísimo
castellano
antiguo
(26) o totalmente latinas
(esto es, castellanas también), y las restantes, ya pocas en número,
son tomadas en general de documentos antiguos, los cuales no eran al
cabo el habla del pueblo, sobre que nosotros ya hemos concedido
haberse redactado con frecuencia en lenguaje
palaciano.


En
cambio de las vacilaciones con que luchó Mayans, y de la afirmación
de Terreros en cuyo concepto recibió Aragón el idioma castellano
desde los tiempos de Fernando el Magno hasta el siglo XII, hay otros
que confiesan la influencia aragonesa aun sobre el mismo idioma de
Castilla, entre los cuales nos limitaremos a citar al P. Merino. Este
diligente investigador, que no debe ser sospechoso de parcialidad,
cuando por el contrario afecta despreciar todo lo que no sea
Castilla, omite hablar de documentos aragoneses, atribuye en cierto
modo a la
Coronilla
el desmejoro de la caligrafía, y no tiene por verdaderos reyes de
España sino a los de Castilla; se ve forzado a conceder que el
Aragón tuvo sus rimas o su poesía propia (aunque no dice si
castellana) desde el siglo VIII, y a confesar que el vulgo, a quien
atribuye exclusivamente la formación del lenguaje (27), mejoró su
idioma con el trato de los aragoneses y otras gentes, e hizo culta su
lengua de suerte que ya pudo andar en las escrituras; opinión que en
nuestros días ha reproducido Monlau en su Diccionario etimológico.





También
comprobarían nuestro parecer varios escritores biografiados por
Latassa, el cual con respecto a ellos no dice, como expresamente de
otros, que escribieron en lemosín sino en
romance
vulgar
; y sobre todo, no debieron
escribir sino en aragonés, tal como él fuera, pero seguramente de
otro modo que el lemosín, los Anónimos del siglo XIV a quienes da
cabida en su Biblioteca antigua fundado en que deberían ser
aragoneses
a juzgar por el
dialecto,
observación que repite en el siglo XV hablando de fr. Bernardo Boyl,
traductor del libro intitulado Isac de Religione, cuya versión dice
que se halla escrita en lengua aragonesa, añadiendo que deduce que
el autor lo era por la calidad del idioma aragonés en que hizo la
citada versión. (28)


Los
SS. Flotats y Bofarull, editores de la Crónica del rey D. Jaime,
dicen por otra parte que la lengua lemosina es la que «estaba en tal
tiempo más en boga en la corte de Aragón, y que se hablaba en casi
todos sus dominios a excepción de la parte que correspondía al
primitivo reino de este nombre,” con lo cual manifiestan que el
lemosín estaba en boga y no más, se entiende que entre cortesanos y
poetas, y que era lengua vulgar, en Cataluña y las Baleares por
ejemplo, pero no en el Aragón anterior a Doña Petronila, esto es,
no en el Aragón verdadero.


Transportando
ahora la cuestión del terreno de las autoridades al mucho más firme
de los documentos, no es posible resistir a tanta prueba como ofrecen
los más antiguos de nuestros fueros, cuyo lenguaje, cuando no
bastaran los indicios de su verdadera fecha, pondría de manifiesto
al más incrédulo la verdad de lo que estamos sustentando.


En
la detenida Historia que publicó el abad
Briz
Martínez
sobre el monasterio de
S.
Juan de la Peña y a un mismo tiempo sobre los orígenes del reino
aragonés, ingiere con motivo de la coronación de nuestros reyes
alguna parte de las venerandas leyes de Sobrarbe en su propio
lenguaje antiguo que conviene dar a conocer: «Que oya su Missa en la
iglesia e que ofrezca porpora et dé su moneda, e que despues
comulgue. Que al levantar suba sobre su escudo, teniéndolo los ricos
oms et clamando todos tres vezes Real, Real, Real. Estonz se panda su
moneda sobre las gens entra a cien sueldos. Que por entender que
ningun otro Rey terrenal no aya poder sobre eyll, cíngase eyll mismo
su espada, que es a semblante de Cruz.»


Los
códices del fuero de Sobrarbe, que a la verdad nunca han escaseado
(29) por más que sean muy pocas las huellas que de su conocimiento
nos hayan dejado los historiadores aragoneses del siglo de oro, son
ahora bastante numerosos y sobre todo mejor estudiados, no en verdad
del público para quien permanecen inéditos, pero a lo menos de las
personas diligentes que todavía aspiran con gusto el polvo de
nuestros archivos y bibliotecas. Quien más y mejores noticias ha
producido, que nosotros sepamos, sobre aquellos preciosos restos de
la historia y la legislación, ha sido el
Sr. D.
Javier
de Quinto
en su magistral discurso o
tratado sobre el JURAMENTO POLÍTICO de nuestros reyes, y sobre todo
en su posterior obra en refutación de cierto opúsculo polémico del
Sr.
Morales Santisteban.
De entre los varios códices que cita, cuatro de ellos pertenecientes
a la
Academia de la Historia
(por cada día más rica en excelentes manuscritos), uno al Sr.
Gayangos y dos al mismo Sr. Quinto, tomaremos una cláusula en
comprobación de nuestro asunto y la presentaremos con las dos
versiones que tiene en el más antiguo códice de la Academia y en el
muy antiguo también del anotador insigne de Ticknor. «Que si por
aventura muere el que regna sin fijos de leal coniugio, que herede el
regno vel mayor dellos hermanos que fuere de leal coniugio.... et si
muere el rrey sen creaturas, ho sin hermanos de pareylla (de pareia
dice un códice de Quinto), deben levantar por rrey los rrichos omes
et los ynffanzones, cavaylleros, et el pueblo de la tierra» «Et si
por ventura muere el que regna sines fillos de leal coniugio, que
herede el regno el
maor
de los hermanos, que fuere de leal coniugio... et si muere el rey sen
creaturas, o sen hermanos de pareylla, deven levantar Rey los ricos
omes,
y et
los infanzones, cavalleros, et el pueblo de la tierra.”


Pudiéramos
reproducir a ese tenor algunos más fragmentos del fuero de Sobrarbe,
pero bastando ya a nuestro propósito, citaremos ahora la Prefacion
con que, según Pellicer apoyado por Larripa, le encabezó en el
siglo XI el rey D. Sancho Ramírez cuando dio fueros a los infanzones
de Sobrarbe «Quando Moros conquirieron a
España
sub
era DCCL
ovo
hy
grant matanza de cristianos; e estonce perdiose España de mar a mar
entro a los puertos; sino en
Caliza,
et las Asturias, et daca Alava et Vizcaya, dotra part Bastan, et la
Berrueza, et Deyerri; et en Anso, et en sobre Yaqua,
et
en
cara
en Roncal, et en Sarazaz, et en
Sobre Arbe,
et en Ainsa. Et en estas montanyas se alzaron muy pocas gentes, et
dieronse a pie, ficiendo cavalgadas; et prisieronse cavallos et
partien los bienes a los plus esforzados etc.”


Los
anteriores textos, y la noticia de que el fuero de Sobrarbe se mandó
traducir a la
lengua española
en 1071 por el mismo D. Sancho Ramírez, que floreció muy antes que
el autor del poema del Cid, uno de los primeros monumentos
castellanos y a la verdad harto informe, convencen de que el lenguaje
español era desde muy antiguo el que se usaba por los aragoneses,
(30) supuesto era el de su legislación, la cual, inclinada en los
primeros tiempos a servirse del idioma latino, sólo se trasladó al
vulgar cuando este había alcanzado cierta robustez, como sucedió a
la publicación de las
Partidas,
(
Alfonso X el sabio)
y un poco antes con la traducción del Fuero Juzgo, posterior sin
embargo a la
codificación
del
rey Sancho Ramírez.
Y por si se alegaran razones contra la autenticidad de los códices a
que nos hemos referido, esto es, por si se dudara de que el lenguaje
en que aparecen escritos correspondiese de hecho ni a la época de su
formación (que esto
tampoco no
lo pretendemos), ni a la de D. Sancho Ramírez, ni aun a las
posteriores hasta el
gran codificador
Jaime I
; por si se insistiera en la
opinión que algunos profesan de que el prefacio atribuido a D.
Sancho Ramírez es obra de
Teobaldo
de Navarra
en el año de 1237; por
si, confrontados los textos de los varios códices que existen, se
dedujera de su varia lección la imposibilidad de fijar su verdadera
importancia; por si se hiciera caudal con la respectiva modernidad
paleográfica que todos ellos tienen comparados con la época en que
decimos haberse redactado; todavía podríamos oponer a esos reparos
algunas consideraciones que nos parecen concluyentes, cuales son la
corta discrepancia que entre sí tienen los códices conocidos, según
puede inferirse del trozo que más atrás hemos copiado; la
antigüedad que trescientos y más años hace, concedieron al texto y
al habla de esos fueros cuantos autores aragoneses o extraños los
hubieron a las manos (31); la estructura de su mismo lenguaje que no
puede corresponder sino a los primitivos tiempos del idioma; las
contestes
noticias de los más graves historiadores que han usado con toda
confianza y consentido en toda la antigüedad que nosotros concedemos
al lenguaje de los fueros de Sobrarbe; y finalmente la casi
imposibilidad de que fuera otro que el español, toda vez que ni
debió ser el latín, de donde se sabe que fueron trasladados en muy
remota época y al cual por el contrario se vertieron en adelante
muchos otros fueros antiguos (32), ni menos el lemosín, cuya
influencia no era entonces ni había de ser en muchos años conocida.


Y
a la verdad en el supuesto, casi imposible de negar, de que los
aragoneses no hablasen el idioma latino en pleno siglo XII, la
discusión anterior, casi inútil bajo el aspecto polémico, debe
trasladarse a los posteriores tiempos en que, por el entronque de las
casas aragonesa y catalana
y las otras causas que ya hemos señalado, pudo modificarse el
lenguaje hispano-aragonés hasta el punto de desnaturalizarse y
extinguirse.


Pero
contra esta sospecha, que para algunos ha pasado de conjetura
inductiva a verdadera evidencia, no hay que oponer sino dos
observaciones, que, prescindiendo de las pruebas documentales en que
todavía insistiremos, resuelven a nuestro parecer de un modo
victorioso esta cuestión. La primera se funda en el hecho
indestructible de que la organización aragonesa se mantuvo
perfectamente intacta y sin que en nada la afectase la reunión de
ambas coronas; y si la estructura política no padeció influencia
alguna, siendo de suyo tan ocasionada y fácil a los cambios
repentinos, calcúlese cómo había de padecerla el idioma, que de
suyo es rebelde y lento en sus transformaciones. La segunda estriba
en el principio filológico-histórico de que el idioma no se altera
a voluntad de nadie, no se pierde ni aun con un largo número de
años, no se cambia como las dinastías por un pacto de familia ni
por la influencia de nuevas costumbres, y diremos más, ni aun al
impulso de las revoluciones por grandes que ellas sean: es preciso
que sobrevenga una transformación completa en la sociedad, una
irrupción avasalladora, una de esas grandes crisis que alteran
profundamente los imperios; y aun entonces ha de acompañar a todo
esto una especie de parálisis en los miembros todos de la sociedad
vencida y, después de todo, aun sucederá que el idioma antiguo se
irá perdiendo lentamente, que el nuevo irá triunfando por grados y
sin estrépito, que ambos, en fin, conservarán y perderán mucho de
su naturaleza.


Y
como todo eso haya estado muy distante de suceder en la época del
predominio lemosín, la verdad es que este no causó más novedad en
el lenguaje aragonés que la impresión producida en general por el
contacto o contraste frecuente de dos lenguas afines, cuyo práctico
ejemplo nos ofrecen las lenguas española y francesa, como puede
verse en el reciente y curioso diccionario de galicismos con que el
Sr. Baralt acaba de enriquecer nuestra filología.


Pasando
ahora a la prueba documental que hemos ofrecido continuar, concurren
así mismo en favor de nuestro propósito las noticias que suministra
la crónica auténtica del rey D. Jaime, en la cual, si bien los
diálogos y las contestaciones suelen reducirse al idioma lemosín en
que está escrita, pero a veces se conservan textuales según se
pronunciaron, ya en boca de un sarraceno de Peñíscola “Señor,
quereslo tu axi? e nos lo queremos e nos fiaremos en tu, e donarte
hemos lo castello en la tua fé,” ya en boca de uno de los
representantes o comisionados de Teruel «Decimusvos que vos
emprestaremos tres mil cargas de pan, e mil de trigo, e dos mil
dordio, e veinte mil carneros, e dos mil vaques: e si queredes mas,
prendet de nos.”- Sin salir de las crónicas lemosinas, la de Pedro
IV nos proporciona otro testimonio con las cartas que incluye, de las
cuales, abandonando el orden cronológico, trasladaremos un trozo
para que sirva al paso como una muestra del lenguaje de su siglo. La
carta está escrita al rey de Castilla por D. Pedro el Ceremonioso en
1356, y dice: “E sabedes bien que 
cuando
vos por vuestra cuenta nos embiastes rogar que quisiésemos prender a
nuestra mano todo lo que han en nuestros regnos et terras, non lo
quiziemos fer, porque si ellos ho vos por ellos nos demandades mas de
razon, no somos seruidos de ferlo. A las otras cosas que nos feytes
saber en vuestra carta, en que es feyta mencion de las paces que eran
entre Nos et vos, sabe Dios, qui está en meo de Nos et de vos et vee
tota la verdad, que siempre aquellas paces, las cuales entre nos y
vos son firmadas con jura et homenatge, vos habemos complidament
tenidas, assi por buena amor como por posturas. E si alguna cosa vos
feziestes saber, siempre en aquella compliemos lo que cumplir
haviamos et eramos tenidos.” A la misma época corresponde la
notable respuesta que dio a los unidos de Valencia D. Pedro de
Exerica, debiendo notarse que los jurados de aquella ciudad se le
habían dirigido en lenguaje lemosín, contestándoles él entre
otras cosas, según nos lo ha dado a conocer por vez primera el
erudito Sr. Quinto, lo siguiente: A la qual letra bien entendida vos
respondo que me semexa que es bueno que requirades al Sr. Rey e
supliquedes que vos serve fueros, e privilegios, e libertades, e
buenos usos, e que si alguna cosa ha
feitto contra aquellos, que lo
quiera tornar a estamento devido, assi como aquestas cosas se deven
demandar e requerir a Señor, mas no por manera de union.” Más
castellana es todavía la respuesta que en 1385 dio a los Jurados de
Zaragoza el rey Juan I y que ya ha citado antes que nosotros otro
laborioso escritor para combatir la idea del marqués de Mondéjar de
que el castellano fue importado en Aragón por
Fernando I: “Omes
buenos, bien creemos que habedes
sopido como en el principado de Cataluña no hay aquella abundancia de pan que seria menester."


Retrocediendo
ahora al punto de donde nos han separado las crónicas de Jaime I y Pedro IV, y sin disimular, como imparciales, las no muy graves
alteraciones que de copia en copia han podido pulir y mejorar el
fuero de Sobrarbe, emprenderemos de nuevo la documentación
castellana de Aragón, y a ese fin trasladaremos, de entre los muchos
y muy curiosos documentos que hemos estudiado en el copioso archivo
(33) de la Academia de la Historia, el siguiente que es de los
partidos por el A B C y corresponde al año 1178. «Notum sit omnibus
hominibus tam presentibus quam futuris quod ego frai Pedro dono a
Garcia de Lecadin una peza per cambi, en t. (término?) Moiana de
sobre el prado, per aquella que auie Garcia en Poio arredondo, et
abet frontaciones ex parte horiente la petza de Bernart fornero, ex
parte achilone la peza D'Urraca Alaues, ex parte meridiane la zezia,
ex parte hoccidente la peza de Ramon de 
Ponzan:
todas istas frontaciones includunt istam pezam.” Si no se concede
que esto sea español, con el dejo latino imprescindible en aquella
época y sobre todo en aquellos documentos, ha de confesarse que de
esa mezcla estaba próximo a nacer el idioma de Castilla; que estaba
ya rompiendo la envoltura de esa crisálida latina el romance vulgar
que hoy conocemos.


Aun
no corrido medio siglo, vemos otra escritura, perteneciente como la
anterior a la Biblioteca de Salazar, en la cual el idioma aparece
mucho más formado. “Esta es carta de destin que fago yo D.a Sancha
de Rueda estando en mi seso e en mi memoria. Primeramientre lexo por
mi alma el mi orto, quen sea tenuda lampada de noit e a las horas
deuant el altar de Sancta Maria de Piluet por todos tiempos.... quen
sean cantadas todos los
años
XXX misas por mi alma, e todo esto lexo-lo en poder de mi fillo D.
Martin, que él que lo cumpla en sos dias, e depues sos dias que lo
lexe a qui el querra que sea del linnage e que cumpala esto... e lexo
a mi filla D.a Toda e a D. Garcia so marido el campo de la carrera de
Tudela en paga de XVI cafices de trigo que me emprestaron, e lo al
que finen quiten mis debdas e partanlo mis fillos. Esto fue feito en
presenscia (
presen-salto-sencia)
de D.a Sancha Tarin e de D. Steuan el capellan e de otros buenos
ommes, e fueron cabezaleros D. Johan de la Tienda e D. Fortuino
Navarro.”


Después
de este bien trabajado documento, fechado en 1225, encontramos otro
muy poco más moderno, que si no nos permitimos incluir en el cuerpo
de este discurso, por parecernos en sus dimensiones desproporcionado
a nuestro objeto, tampoco no queremos omitirlo, porque muestra bien
el progreso lento del idioma y aun ofrece algún interés en su
contenido (34): pertenece también este documento a la Academia de la
Historia y procede de un Cartoral del Monasterio de Beruela, o sea
«Libro clamado la Privilegia donde estan insertos y continuados los
privilegios papales y reales y otros actos y scripturas fazientes por
el monesterio y conuento de ntra. senyora de Beruela."


Nuestras
investigaciones sobre las bibliotecas y archivos de la capital de
Aragón nos han manifestado sensiblemente la poca importancia, en
general, de estos depósitos de nuestras antigüedades. Y, en efecto:
la Biblioteca de la Universidad no contiene riqueza alguna a nuestro
objeto ni otro ms. de verdadero valor literario sino un
Cancionero
lemosín

con solo seis poesías
castellanas de
Pedro Torrella
y algún otro, y aun esas por lo modernas (siglo XV) inútiles a
nuestro objeto, cuyo Cancionero han descrito imperfecta y no muy
fielmente los anotadores de Ticknor: la del Seminario sacerdotal,
cerrada al público y a los curiosos, no conserva al parecer ni aun
el códice que poseyó de los fueros de Sobrarbe: el archivo de la
Diputación, que contuvo raras curiosidades, no guarda papeles
anteriores al siglo XV en lo que permitía ser examinado cuando
nosotros lo intentamos: el de la Catedral de la Seo tiene muy poco de
accesible y aun menos de conocido.


Pero
en el del Pilar, perfectamente organizado y registrado, sobre estar
servido con aptitud y cortesía por el Sr. D. Diego Chinestra,
después de haber visto con gusto algunas de sus numerosas escrituras
en pergamino, y con admiración el ejemplar de los Morales de S.
Gregorio mandado escribir en vitela a gran folio por el obispo Tajón,
hemos acertado a encontrar una pieza de gran valor, códice
incompleto pero estimable marcado con las indicaciones Al. 2, cap. 3,
lig. 2, sub. n.° 28. - Consta de ocho hojas en pergamino y
caracteres góticos, con las rúbricas de bermellón, buenas
márgenes, letra al parecer del siglo XIV, encabezamiento más
moderno que dice
Quaderno de libro de
fueros antiguos
, y un contenido de
cerca de veinte distintos fueros, los cuales se hallan encadenados
después de cada rúbrica con la conjuntiva
Item,
y tratan de fianzas, compra de cosa hurtada, construcción de
castillos, adulterio, homicidio, salario de los sirvientes,
prescripción, prenda, posesión, testamento, retracto, hijos
naturales, prole de los clérigos y otros puntos de interés.


No
podemos pensar otra cosa de ese códice sino que es copia de los
fueros del rey D. Jaime, tales cuales se redactaron en 1247, esto es,
en castellano, y original por consiguiente (no el ms. sino el
lenguaje) del texto latino a que en 1352 se redujeron muchos de
ellos, según aparecen en la colección cinco veces impresa de
nuestros fueros. Muévenos a esta opinión, antes que todo, la
conformidad absoluta entre el texto del códice y el latino de los
fueros impresos; y para que pueda juzgarse de ella y del códice
mismo, confrontaremos dos trozos, que son los siguientes:



DE
OME QUE TIENE E POSSEDEX POR XXX ANNOS ET UN ANNO ET UN DIA


Item.
Qualque Infanzon o otro ome que ternan alguna heredat por
XXX
annos et un ano et un dia
, passado
aquest término et algun otro ome verra querra meter mala voz en
aquella heredat, si aqel qui la posseder podrá provar que aqel qui
la demanda entrava et exiva en aquella villa ont es la heredat, aqel
qui la demanda non la puede conseguir por nenguna razon por fuero
Daragon. Enpero si el possedidor podrá monstar so actoritat por
scriptura valedora et quod ei sufficere et abundare sibi possit
segunt el fuero...



DE
PRAESCRIPTIONIBUS.


Quicumque
Infantio vel alius tenuerit aliquam hereditatem pacifice per
triginta
annos et unum diem
,
et post transactum
istum terminum
alius homo quicumque sit miserit in illam malam vocem, demandando
illam hereditaten, si ille qui possidet potequi probare sufficienter,
quod ille qui eam demandat ingrediebatur et egrediebatur in villa
illa ubi est hereditas antedicta, qui eam demandat non potest nec
debet eam consequi ratione qualicumque secundum Forum Aragonium. Si
tamen possessor poterit probare aut monstrare suam auctoritatem per
scripturam sibi valituram et quod ei sufficere possit 
secundum
forum salvo anno et die in suis casibus sicut continetur in foro anni
et diei.


DE
TOT SIRVIENT QUE DEMANDA SO SOLDADA ET EL SENNOR NEGARÁ, QUOMO DEVE
SEDER.


Item.
Tot ome servient qui será a servicio dalcum ome et demandara la
soldada qual convinie con él por el servicio quel avra feito; et el
sennor negara qel nol deve tanto quanto demanda; el sirvient jurando
sobre libro et cruz, el senor devel dar
entregament
toda su soldada. (
integrament,
íntegramente
)


DE
MERCENARIIS.
Serviens conductilius qui non completo servitio petit
a domino salarium; si dominus
tantum se debere negaverit quantum
petit, jurante servo super librum et crucem quantitatem salarii quæ
remansit, solvet ei dominus salarium remanens que quod petivit.


Otro
de nuestros fundamentos es la
grande
analogía entre el lenguaje del referido códice y el que se usaba
indubitablemente, no ya en tiempo del rey D. Jaime, sino aun por el
mismo redactor de los fueros de Huesca, el Obispo Canellas, de quien
cita un diligentísimo jurisconsulto (35) estas palabras: «donques
al rey conviene ordenar alcaldes y Iusticias, et revocar quanto a
eyll ploguiere, et poner a eyllos perdurablement, o aquillos entre
los quoalls alcaldes siempre es establido un Iusticia principal en el
Regno, el qual pues que fuere establido una vegada del
seyñor
no es acostumbrado de toyller tal Iusticia sin razon o sin gran
culpa.»


Pareciéndonos
de gran peso ambas razones, y no pudiendo suponer que sean los fueros
de dicho códice ni una inexplicable traducción sobre el texto
latino, cuando su lenguaje denota mayor antigüedad que la del tiempo
de Pérez Salanova y López de Sessé (siglo XIV), ni un Manual
trabajado por algún curioso, aunque este no dañaría a nuestro
objeto filológico; deducimos que bien pudo ser aquel el texto
primitivo de los fueros célebres de Huesca, y bajo este aspecto lo
hemos presentado como muestra del lenguaje aragonés en la primera
mitad del siglo XIII.


Al
mismo intento trasladáramos, si nuestra diligencia nos los hubiese
procurado, los muy antiguos romances aragoneses con que parece que
piensa enriquecer su monumental Historia de la Literatura española
el profundo literato D.
José Amador de los Ríos; pero sin haberlos
alcanzado, porque no hemos querido apelar a los vínculos del
comprofesorado y la amistad que con aquel nos unen, y eso por no
usurparle la primacía de examen ni privar al público de la
superioridad de su crítica; nos parece que, aunque más remotos sean
aquellos restos de nuestra antigua poesía, nunca han de serlo tanto
como el códice que acabamos de citar. Y es que, a nuestro parecer,
existió, en efecto, una antiquísima poesía popular anterior
ciertamente al Poema del Cid, y tal vez, como otros dicen (aunque
nosotros lo dudamos) historia poética de que hubo de servirse el
autor de la Crónica general de España; pero los romances escritos y
coleccionados, esto es, los que han podido llegar hasta nosotros, no
pueden ser anteriores al siglo XIV, en la forma en que aparecen
escritos, pues ni su lenguaje nos da siquiera esa antigüedad, ni aun
racionalmente pueden tenerla, si se considera que, transmitidos por
la tradición, habían de modernizarse constantemente (salvo en
alguna expresión gráfica, proverbial o inolvidable), y si se
atiende a que el primer Romancero (36) y aun algunos otros hubieron
de recoger y reducir a publicidad la misma tradición oral, que ya
sabemos cuán infiel suele ser aun en los hechos, y cuánto es
forzoso que lo sea en el lenguaje.


Dando
punto a esta digresión, en que nos detuviéramos con gusto si nos lo
consintiera la naturaleza particular de este trabajo, recordaremos al
lector la concordia,
prohijación
o
afillamiento
de D. Jaime de Aragón y D. Sancho de Navarra, documento que Zurita
incluye para dar una muestra del lenguaje de aquellos tiempos (37);
un instrumento de permuta que copia Villanueva en su Viaje literario
a las Iglesias de España y es el IX en el Apéndice del tomo 3.°
correspondiendo al año 1255 (38); y, dejando a un lado el testamento
de Jaime I, (cuyo lenguaje, por lo mismo de ser tan acabado, podría
parecer sospechoso de modernidad), el mismo Privilegio general,
especie de compendio de los antiguos mal cumplidos fueros, redactado
por las Cortes de Zaragoza (39) en 1283, otorgado y publicado a la
letra con encabezamiento y pie latinos por Pedro III, declarado como
en preguntas y respuestas por Jaime II en 1325, incluido con esa
declaración en el cuerpo forense desde 1348, comentado o explicado
de oficio por el Justicia Martín Díez Daux en sus Observancias y
costumbres, y del cual, aunque todo es interesante, copiaremos el
último artículo, que es como sigue: «Protiestan los sobreditos
richos hombres, mesnaderos, caualleros, infanciones, ciudadanos e los
otros hombres de las villas, de los villeros e toda la Universidad de
todo el Regno de Aragon, que salvo finque a ellos, e a cada uno de
ellos, e a cada una de las villas e de los villeros de Aragon toda
demanda o demandas que ellos o cualquiere dellos pueden e deuen fer,
asi en special como en general con priuilegios o con cartas de
donaciones o de cambios, o con cartas o menos de cartas, cuando a
ellos o a qualquiere dellos bien visto será que lo puedan al Señor
Rey demandar en su tiempo e en su lugar.»
En lo que hemos, sí,
de detenernos, no sólo por lo que hace a nuestro intento, pero aun
por la importancia
historial
y política de su contenido y sobre todo de su hallazgo, es en los
Privilegios de la Unión, que otorgados por Alonso III en las Cortes
de Zaragoza el año 1287 y conservados dichosamente en el antiguo
monasterio de Poblet, pasaron de él a la Biblioteca nacional y
después a la de Cortes y fueros del Congreso, habiendo entrado por
fin, va para unos seis años, en el dominio de la Academia de la
Historia.


Dichos
Privilegios existen, con otros documentos relativos al mismo asunto,
en un códice en folio menor, letra del siglo XIII, sobre papel
inconsistente y grueso con anchas márgenes escritas a trechos por
Zurita, rotulado exteriormente Escrituras de los reyes de Aragon D.
Pedro III y D. Alonso III y de las Uniones de Aragon y Valencia y


señalado
con T. CL. M. 139; habiendo venido afortunadamente en comprobación
de su siempre apreciable texto los Comentarios autógrafos de
Blancas, escritos según el primer pensamiento del autor y bajo
de
el
primitivo título In fastos de
Justiciis Aragonum Commentarius. - Porque es de advertir que, entre
el autógrafo y la edición que conocemos impresa, existen algunas
curiosas variantes, o mejor, algunas diferencias nacidas de la poca
libertad con que pudo proceder el autor a la publicación de su
trabajo; siendo uno de los pasajes suprimidos el que corre por las
márgenes del manuscrito, relativo a la fórmula del juramento de
nuestros reyes, el cual nos fue dado a conocer la vez primera por el
Sr. Lasala en su impugnación a la citada obra de Quinto (40) y fue
después aprovechado por el Sr. Foz en su Gobierno y fueros de Aragón
(1850); y siendo otro el que se refiere a los Privilegios de la
Unión, de los cuales dice en la obra impresa que se conservaban en
la biblioteca del Arzobispo (D. Fernando), pero que
él
no insiste
en exponerlos, todavez
que nuestros mayores decretaron unánimemente el que no se hiciera
más memoria de ellos, no ya como leyes del reino, non ex patrio more
atque institulis solum, sino aun como obra literaria, sed ex privatis
etiam litterarum monumentis delendam, lo cual no le retrajo sin
embargo de trasladarlos cuidadosamente a su manuscrito, comunicados
que le fueron por Zurita.


El
códice contiene todo el texto íntegro de cuantos documentos
oficiales se extendieron y cuantas diligencias se practicaron en el
asunto de tan famoso privilegio; y bajo este aspecto parece una acta,
proceso o protocolo contemporáneo, aunque sin autorización de
firma, rúbrica, sello ni signo alguno; pero con la severidad de
formas, la igualdad de lenguaje, la textualidad de documentos, el
enlace completamente curial entre cada uno de estos, y la imparcial,
fría y monótona marcha de un registro oficial, y no de una relación
literaria verificada con presencia de la documentación.


Confiándonos
a la indulgencia del lector, que no puede faltarnos cuando se trata
de darle a conocer un importantísimo códice hasta hoy inédito,
vamos a permitirnos un extracto algún tanto detenido, que ponga de
manifiesto
toda de
la tramitación de este ruidoso acontecimiento, así como el lenguaje
usado en aquella época, el cual, por pertenecer a tiempos demasiado
provenzales,
adolece de algunos resabios de este
idioma
y puede servir para dar a entender toda la influencia
catalana
sobre la
lengua de Aragón.


Ábrese
el códice con el extracto de las cortes de Tarazona en que se dijo
al rey que tratase con ellas de la guerra de Francia y demás asuntos
de Estado, a lo cual contestó desenfadadamente en 1.° de setiembre
de 1283 que entro ad aquella ora por si auia feito sus faciendas, e
que agora no hi queria ni hi auia mester lur conseillo: replicáronle


que
les confirmase sus privilegios, y les satisfizo diciendo que no era
tiempo de facer tal demanda, que ell entendia dar batailla a los
franceses, e, passado aquel feyto, que ell que faria lo que deuiese
contra ellos, y estos, entendientes et vidientes el gran periglo al
que el sobredito senyor Rey queria sponer assi (á sí) e a ellos,
vedientes e encara entendientes que todos, grandes e chicos, sedian
con crebantados corazones, e vidientes que omme
senes
fuero
e desafurado
non puede auer bon corazon de seruir aquell senyor, et considerantes
las non contables opresiones e desafforamientos que recebidos auian e
que recibien cada dia por el dito senyor rey e por sus officiales
judios e judgues dotras lenguas e naciones, e atendiendo que reyal
piadanza endrezasse e millorasse las sobreditas cosas mal feytas,
cada dia peor
auan
e uenian de mal en peior absorviendo la sague e la substancia de las
gentes, parziendo tan poco al mayor como al menor; considerantes que
fairan muy gran crueldat si piedat non auran de ssi mismos.... gracia
despiritu sancto vino sobre los nobles riccos-ommes e sobre todos los
otros auant ditos e enflamoles todos los corazons en I hora e en I
moment que todos ensemble jurasen demandassen e que mantuuiesen
fueros, costumpnes, usos, priuilegios, franquezas, libertades e
cartas de donaciones e de camios, aquellas que auian auidas con su
padre el Sr. rey don Jayme e con los otros sus antecessores e deuen
aun: e todos ensemble juráronse en la forma que seguexe. - En esta
jura se dice que el traidor a la Union sea destruido en su cuerpo y
bienes, salua la fe de senyor rey, e de todos sus dreytos, e de todas
sus regalías; que si por esta jura él procede sin juicio contra
alguno le defiendan todos; que si manda prenderlo o matarlo sin
sentencia del Justicia, los de la jura no lo tengan por rey, llamen a
su hijo
Alonso,
et el dito D.
Alfonso
con ellos ensemble encalcen e
geten
de la tierra al sobredito rey.
(gitar)


Preséntanse
en las cortes de Zaragoza varias quejas, unas de los nobles
despojados de sus derechos (en treinta capítulos entre ellos el de
las cortes anuales), otras por parte de los jurados y procuradores de
la ciudad de Zaragoza, otras por los de Huesca, Jaca, Alcañiz etc.;
y en vista de ellas el dito senyor rey con grant piedat, quiriendo
contornar su cara contra su poble e obedir las sus justas e dignas
pregarias e demandas, confirmó fueros, usos y costumbres y expidió
el Privilegio general, el cual va seguido del otorgado a Valencia
(ciudad que cuando fue ganada, se mantuvo algún tiempo a fuero de
Aragón) y de los de Ribagorza y Teruel.


Reunidos
todos en la Iglesia de S. Salvador (catedral de Zaragoza) (
la
Seo, donde se coronaban los reyes y reinas de Aragón
)
innováronse en octubre las juras hechas en Tarazona, diéronse
algunos castillos en rehenes, eligiéronse conservadores que
mantuviesen la tierra en buen estado, e hízose un ordenamiento de la
Unión que fue reformado en 8 de diciembre; después de lo cual se
mandaron al rey dos embajadas, a las cuales contestó por escrito
desde Barcelona y Lérida ofreciéndose a venir pasada la Pascua a
Zaragoza; mas, como no lo ejecutara, remitiósele una lista de
peticiones, mientras se enviaba a Roma una embajada compuesta, entre
otras personas, de dos jurisconsultos.


Después
de algunas peticiones y de la confirmación del fuero general, rogó
y mandó el rey a los unidos que concurriesen para el día de S. Juan
de 1284 a Tarazona, y, porque el rey no había cumplido con lo que
les tenía ofrecido, ni restituido las spoliaciones feytas (11),
ellos expusieron por escrito su negativa (a la cual contestó el rey)
y se reunieron en S. Salvador el 31 de enero de 1285, pasando en
marzo a Huesca y después a Zuera, en donde, por contumascia del dito
senyor rey, dio el Justicia sentencia sobre las querellas
presentadas, y esto fue a 3 de abril de 1285. Y dióla también sobre
las que en adelante se fueron presentando, que fueron muchas, ya de
ciudades ya de particulares, algunas hasta para averar infanzonías.


Murió
el rey a la sazón, mientras su hijo Alfonso se hallaba en la
conquista de Mallorca,
y habiéndose sabido que este se titulaba rey, y hacía como tal
donaciones y otras cosas, se reunieron
córtes
en Zaragoza el día de S. Valero de 1286 (ya las hubo antes en
diciembre, pero sólo trataron de contener a los ladrones y
malhechores que molestaban el reino), y acordaron decirle que viniese
a jurar a Zaragoza, y para esto enviaron mandaderos que se lo
expusieran de palabra, y non leuassen carta de criencia ni otra carta
ho escripto en que ell fuese clamado por el regno rey ni infant:
el
rey contestó que el arzobispo de Tarragona y los nobles de Cataluña
le llamaban rey en sus cartas, e pues ellos clamauan a él rey, non
semeyllaba que él se deuies clamar Rey Infant, pero ofreció jurar
en Zaragoza y lo hizo en un domingo a 15 de abril. El siguiente día,
para evitar los muytos desordenamientos de la casa del rey, e al pro
suyo e del regno catar, solicitóse la reforma de ella a lo cual
negóse el rey y se partió para Alagón. En vano fue que se le
requiriera para que volviese a Zaragoza y enmendase todos los daños
causados a los fueros y a las personas, en vano que expidieran tras
él las cortes de Zaragoza (fol. 171) los consejeros que hubieran de
seguir al rey hasta que concediera las demandas; todo lo que se
adelantó, después de dos
mandaderias
o embajadas, fue que desde Valencia citase a cortes para Huesca,
después de lo cual todavía se repitieron cuatro mandaderías (42)
una de ellas sobre las vistas que D. Alfonso había tenido fuera del
reino con el rey de Inglaterra; y, por fin, temiendo la mala voluntad
del de Aragón, enviaron embajadas para demandar alianza a la
Eglesia
de Roma
, al rey de Francia, al de
Castilla y aun a los moros (fol. 95); pero el rey se dirigió a
Tarazona en setiembre de 1287, prendió a unos, ahorcó a otros y
movió una guerra desastrosa, que por su mismo mal carácter excitó
a unos y otros a la avenencia. El Rey deputó al prior de la orden de
predicadores en el convento de Zaragoza para tratar con los unidos
que estaban convocados en el fosal de Santa María y le dio una
credencial en que decía que siempre quiso et quiere paz (e)
concordia entre sí e sos gentes sobre todas las cosas del mundo,
pero que los nobles ficieronle muytas demandas e podiéronle muytos
donos, los quales si el otorgado los ouiesse seria muyt gran danyo e
minguamiento del regno (fol 98.) Así empezaron los tratos, y los
unidos nombraron personas que pidieron enmienda de los castigos de
Tarazona y de los males de la guerra que el rey mouio á su cuelpa e
á su torto, que reclamasen la restitución de su
vispado
al de Zaragoza, el pago de atrasos a los mesnaderos y la admisión en
su consejo de las personas nombradas por la Unión, y que le hiciesen
entender, que si procedía contra alguno de la jura, de aquella ora
adelan no lo tiengan ni lo ayan por rey ni por senyor... é puedan
fer otro rey e senyor cual querran sines blasmo e sines mala fama.


Con
todo esto condescendió el rey, y entonces fue cuando otorgó el
famoso privilegio de la Unión cuyo texto es a la letra el siguiente
(fol. 101 v.
to):


«Sepan
todos que nos D. Alfonso por la gracia de Dios rey de Aragon de
Mayorchas, de Valencia, compte de Barcelona, por nos e por nuestros
sucessores que por tiempo regnaran en Aragon, damos e otorgamos a uos
nobles D. Fortunyno por aquella misma gracia
vispe
de Zaragoza
, D. Pedro Seynnor d
Ayerbe tio nuestro, D. Exeme d Urreya, D. Blasco de Alagon, D. Pedro
Jurdan de Penna seynnor de Arenoso, D. Amor Dionis, D. G. de Alcalá
de Quinto, D. Pedro Ladron de Vidaure, D. Pedro Ferriz de Sesse,
Fortun de Vergua Sr. de Penna, D. Gil de Vidaure, D. Corbaran Daunes,
D. Gabriel Dionis, Pero Ferrandez de Vergua sennyor de Pueyo, D.
Xemen Perez de Pina, D. Martin Roiz de Foces, Fortun de Vergua de
Ossera e a los otros mesnaderos, caualleros, infanzones de los
Regns
de Aragon e de Valencia e de
Ribagorza
agora ajustados en la ciudad de Zaragoza, e a los procuradores e a
toda la Universidad de la dita ciudad de Zaragoza, assi a los
clérigos como a los legos, presentes e auenidores. - Que nos ni los
nuestros sucesores que en el dito regno de Aragon por tiempo
regnaran, ni otri por mandamiento nuestro, matemos ni estemos (debe
decir
estememos),
ni matar ni
estemar
mandemos ni fagamos, ni preso o presos sobre fianza de dreyto
detengamos ni detener fagamos, agora ni en algun tiempo, (á) alguno
o algunos de uos sobreditos ricos omes, mesnaderos, caualleros,
infanzons, procuradores e universidat de la dita ciudad de Zaragoza,
asi clérigos como legos, presentes e auinideros: ni encara alguno o
algunos de los otros ricos ommes, mes., ca., inf. del regno de
Aragon, del regno de Valencia, e de Ribagorza, ni de sus sucessores,
sines de sentencia dada por la justicia de Aragon dentro en la ciudad
de Zaragoza, con conseyllo e atorgamiento de la cort d Aragon o de la
mayor partida clamada e ajustada en la dita ciudad de Zaragoza. -
Item damos e otorgamos a los ommes de las otras ciutades, villas, e
villeros, e logares de los ditos regnos de Aragon e de Ribagorza, e a
sus successores, que non sian muertos, ni estemados, ni detenidos
sobre fianza de dreyto sines sentencia dada por los justicias de
aquellos logares por que deuan seer jutgados segunt fuero, si
doncas
no será ladron o ropador manifiesto qui será trobado con fuerto e
con roparia, o traidor manifiesto. Si por auentura algun justicia o
offiicial
contra aquesto fara, sia dél feyta justicia corporal. Et a obseruar,
tener, complir e seguir el present priuilegio, e todos los sobreditos
capitoles o articlos, e cada uno dellos, e todas las cosas, e cada
una en ella e
end
cada uno dellos contenidos, e non contrauenre por nos ni por otri por
nuestro mandamiento, en todo o en partida, agora ni algun tiempo;
obligamos e ponamos en tenencia e en rahenas a uos e a los vuestros
sucessores aquestos castiellos que se siguen (son diez y siete, entre
ellos Uncastillo, Malón, Rueda, Daroca, Huesca y Morella), jus tal
condition que si nos o los nuestros sucessores que por tiempo
regnarán en Aragon faremos ho veniremos en todo o en partida contra
el dito priuilegio e contra los sobreditos capitoles o articlos e las
cosas en ellos e en cada uno dellos contenidas, que daquella hora
adelant nos e los nuestros ayamos perdudo por á todos tiempos todos
los ditos castiellos, de los quales castiellos uos e los uuestros
podades facer e fagades a todas uuestras propias voluntades assi como
de uuestra propia cosa, e dar e liurar aquellos castiellos si
querredes a otro rey e seynnor, por esto, por que si, lo que Dieus
non quiera, nos o los nuestros sucessores con(tra)uiniessemos a las
cosas sobreditas en todo o en partida, queremos e otorgamos e
expressament de certa sciencia assi la ora como agora consentimos que
daquella ora a nos ni a los sucessores ni (en) el dito Regno de
Aragon non tengades ni ayades por
Reyos
ni por seynnores en algun tiempo, ante sines algun blasmo de fe e de
leyaldat podades facer e fagades otro Rey e Seynnor qual querredes e
don querredes, e dar e liurarle los ditos castiellos e a uos mismos
en uasallos suyos, et nos ni los nuestros sucessores nunca en algun
tiempo a vos ni a los sucessores demanda ni question alguna uos en
fagam, ni facer fagamos, ni end podamos forzar, ante luego de present
por nos e por nuestros sucessores soldamos diffinidament e quanta a
vos e a uuestros sucessores de fe, de jura, de naturaleza, de
fieldat, de seynnorio, de vassallerio e de todo otro qualquiere deudo
de vassayllo o natural deue, e
y
es tenido a seynnor en qual quiera manera o razon. E todos los
sobreditos articlos o capitoles, e cada uno dellos, todas las cosas e
cada una en ellos e en el dito priuilegio contenidos, atender, e
complir, e seguir e obseruar a todos tiempos e en alguno no
contrauenir por nos e los nuestros sucessores juramos a uos por Dios
e la cruz e los sanctos euangelios delante nos puestos e corporalment
tocados. - Actum est Cesaraugusta V Kal. jan. anno domini MCCLXXX
septimo. = Signum Alfonsi dei gracia reg. Aragonum, Mayoric. et
Valenc. ac Comes Barchin. - Testes sunt Artal Rogerii Comes
Pallyariensis, P. Ferdinandi dominus de Ixar patruus predicti domini
Regis, G. de Anglaria, Br. de Podio viridi, Petrus Sesse. - Signum
Jacobi de Cabannis scriptoris da. domini Regis, et de mandato ipsius
hoc scribit, fecit et clausit loco, die et anno prefixis."


Del
otro Privilegio que también se otorgó, conforme con el anterior en
su lenguaje y en casi todo su contenido formulario, y por lo demás
extractado también en el cap. 97 del libro IV de los Anales de
Zurita, sólo copiaremos el principio porque en él se dan a conocer
las libertades que allí se consignaron «...Que daqui adelant nos e
los sucessores nuestros a todos tiempos clamemos e fagamos ajustar en
la dita ciudad de Zaragoza una uegada en cada un año en la fiesta de
todos sanctos del mes de noviembre cort general de aragoneses, e
aquellos que a la dita cort se ajustaran ayan poder de esleyr, dar et
assignar, e eslian, den e assignen conseylleros a nos e a los
nuestros sucessores, et nos e los nuestros sucessores ayamos e
recibamos por conseylleros aquellos que la dita cort, o la part della
concordant a aquesto, con los jurados o procuradores de la dita
ciudad esleyran, daran e assignarán a nos e a los nuestros
sucessores, con cuyo conseyllo nos e los nuestros succesores
gouernemos e aministremos
los regnos
de Aragon, de Valencia e de Ribagorza
...
los quales conseylleros sian camiados todos o partida de ellos quando
a la cort uisto será, o a aquella part de la cort con la qual
acordaran los procuradores o los jurados de Zaragoza. Item damos,
queremos e otorgamos a uos que nos ni los nuestros sucessores, ni
otri por nuestro mandamiento, non detengamos prisos, embargados ni
emparados sobre fianza de dreyto heredamientos ni qualesquiere otros
bienes de vos sobre ditos nobles etc. sines de sentencia dada por la
Justicia de Aragon dentro en la ciudat de Zaragoza, con conseyllo
expresso o otorgamiento de la cort de Aragon clamada e ajustada en la
dita ciudat de Zaragoza."


El
códice continúa documentando la entrega del príncipe de Salerno,
como en rehenes, mientras se hacía la de los castillos; la entrega
de estos; la obligación de los rehenes; la embajada que se dirigió
al rey (por no haber concurrido para el día de S. Matías de
1788)
(1288)
diciéndole que, si no venía para el de Ramos, aurian a demandar e
cerquar conseyllo e ajuda de
quiquiera
e en qualquiera manera que antes e meyllor trobar lo puedan... la
qual cosa si an de fazer les pesara muyto de corazon, porque non
querrian, si Deus e el Sennor rey quissies, tener ni seguir otra
carrera que la suya; las corles que celebraron los unidos en Zaragoza
en 1289 y la mandadería que de ellas resultó; el ordenamiento que
hicieron, en fuerza de no haber cumplido el rey con lo pactado,
juramentándose para entregar los castillos a otro señor o señores,
pero reservándose el derecho de volver a la obediencia del rey, si
este segunt la forma del priuilegio enmendara e complira todas las
sobreditas cosas que por él fallecidas son, et fará todo aquello
que a facer; las quejas dadas al rey en la Iglesia de San Salvador;
el juramento que prestó; los consejeros y oficiales de su casa que
le señalaron y las deliberaciones que tuvo su consejo; con lo cual,
al fol. 126, explicit liber constitutionum tocius
Regni
Aragonum et Regni Valentie et Ripacurtie

(43).


Después
de tan fuertes pruebas como hemos dado acerca de la formación y
progreso del idioma español en Aragón, principalmente en aquellos
siglos en que pudo ser dudoso lo que a nosotros se nos presenta de
todo en todo incontestable, ya no pueden tener interés los
documentos con que arrastremos lánguidamente nuestro examen hasta la
reunión de las coronas aragonesa y
castellana
.


Pudiéramos
citar una escritura en favor del monasterio de Piedra 1260, un
mandato oficial de Tarazona para cobro de décimas 1290, y otros
papeles de 1303, 1304 y 1305 que hemos visto originales; una
escritura de la misma década que se halla en el archivo del Pilar en
que se lee “do a treudo a vos D. Pedro Sessa todo el heredamiento
yermo e poblado que la dita cambra ha e auer debe por cualquiere
manera o razon en la uilla de Lompiache e en término de Rueda, y es
a saber, un casal en términos de Rueda que afruenta con la talliada
de Lompiache, e con campo de Santa Maria”; las Ordinaciones
expedidas en 1320 a favor de los Notarios del número de Zaragoza, a
cayo archivo pertenece el apreciable códice que hemos visto (44);
las Ordinaciones para la coronación de nuestros reyes que,
trasladando un códice de la mitad del siglo XIV, incluyeron los SS.
Salva y Baranda en el tomo XIV de su Colección; las cartas-pueblas
de 1360, 67 y 69 que, con otras en latín y en lemosín, publicaron
los mismos editores en el tomo XVIII; las piezas que lleva publicadas
la Academia de la Historia en su Memorial histórico; la institución
testamentaria de un beneficiado en la parroquia de S. Miguel (1352),
las treguas ajustadas en 1357 entre Pedro IV y Albohacen (45), y la
declaración sobre el
compromis
de D. Juan Fernández de Heredia (1368), cuyos documentos se hallan
en el archivo de la Audiencia de Zaragoza, escaso en general de los
anteriores al siglo XV; la nota escrita al frente de un libro
compuesto antes de 1382 por D. Juan Pérez de Mugreta y copiada por
Latassa en el tomo II de su Biblioteca antigua; las palabras que de
D. Juan I nos traslada Blancas en sus Comentarios y el discurso de la
corona pronunciado por D. Martín en 1398.


Entrado
el siglo XV, ya el punto que debatimos ofrecería toda la evidencia
imaginable, y a la verdad ni aun lo traeríamos a cuento si no fuera
por continuar la materia hasta la definitiva reunión de las coronas;
pues por lo demás, es ya muy poco lo que hacen a nuestro intento,
así la proposición y el juramento de Fernando I que se conservan
íntegros, como la hermosa carta de
Juan
II
escrita en la víspera de su
muerte a su hijo D.
Fernando el
Católico
, como la mucho más famosa
del Justicia Giménez Cerdán, como las obras del Infante D.
Enrique
de Aragón
, autor o digamos
traductor del
Isopete hystoriado,
como las del
príncipe de Viana
a quien debemos naturalizar en Aragón para nuestro objeto, como las
del poeta Pedro Torrellas y el famoso Pedro Marcuello, de cuyo
prosaico pero muy curioso poeta se conserva el ejemplar manuscrito de
un libro de devociones, todo en coplas de arte menor, que dedicó y
entregó a los
reyes católicos
en 1482 (46).


Para
terminar esta, que es la primera parte de las dos en que dividimos
nuestro trabajo, no será inútil añadir algunas líneas acerca del
reino de Navarra,
cuyas analogías con el de Aragón son bajo más de un aspecto
reparables. Los orígenes de la reconquista fueron a la verdad
idénticos en ambas comarcas, habiendo lidiado unos y otros en las
montañas, que los árabes llamaban indistintamente tierra de
Afranc,
y habiendo contribuido de consuno a la creación de la nueva
monarquía con las limitaciones que ya son de todos conocidas.
Viniendo a más claros tiempos, se sabe que
Alonso
el Batallador
dio fueros
aragoneses
a un gran número de
pueblos de Navarra, concediendo a
Tudela
el privilegio zaragozano de
Tortum
per tortum
, que consistía en la
facultad de desagraviarse cada uno a sí propio, y otorgando a la
misma villa y a todo lo que hoy es su merindad el
fuero
de Sobrarbe
, que más tarde se
convirtió en
fuero general de
Navarra
. También es cierto que
aunque este no pertenezca en su lenguaje a la época de D. Ramiro a
quien algunos refieren su confección, fue por lo menos arreglado en
castellano para los navarros en el siglo XIII, copiado para la reina
el año 1316 con los de Jaca y Estella
en
idioma de Navarra
, confirmado
repetidas veces a algunos pueblos aun en el siglo XVI, impreso muy
tarde en 1686 y 1815, con supresión de ciertas penas y pruebas
demasiado bárbaras o indecentes, y observado en mucha parte (47)
hasta nuestros días, siendo todavía frecuente en los escribanos el
extender los contratos matrimoniales
a
fuero de Sobrarbe
(48). Igualmente
se dio a algunos pueblos, pero en latín, el famosísimo de
Jaca,
concediéndose ya en
1129
a los
francos
que poblasen el
Burgo
de
San Saturnino
en
Pamplona
y todavía en 1497 a
Santisteban de
Lerín
.


Y
si a todo esto agregamos las afinidades que habían de imprimir entre

alto-aragoneses
y
navarros
sus mismas montañas al norte y su misma ribera al mediodía; sus
hermandades establecidas en los siglos XIII, XIV y XV; su casi
idéntica legislación; sus iguales condiciones e intereses durante
la reconquista; su
común origen
monárquico
, cuando no (como
aconteció también)
sus mismos
reyes
; su compañerismo en las más
notables empresas, como en las batallas de las
Navas
y
Alcoraz,
y finalmente su mutuo comercio, en que se sabe que Zaragoza surtía a
Navarra (como consta de documentos pertenecientes al siglo XIV) de
artífices, físicos, medicamentos y aun
toreadores;
fácilmente se convendrá en la perfecta conformidad de su lenguaje,
respecto del cual podrían ser comunes todas las observaciones que
llevamos hechas, debiendo añadir solamente que, a pesar de hablarse
el
vascuence
en muchos pueblos, el lenguaje oficial fue sin embargo el castellano,
sin que de aquel idioma primitivo exista un solo monumento ni en el
archivo de la Cámara de Comptos ni en el de la Diputación de
Navarra. (
El estudio del vascuence ha
adelantado mucho desde la fecha en que Borao escribe
)


Pues
bien: si se concede a este reino la analogía que de hecho tiene con
el de Aragón (49), y si partiendo de ahí son lícitas las pruebas
que de él emanen para confirmar las que llevamos expuestas, entonces
podemos asegurar que, aparte las obras poéticas del gusto e idioma
lemosín (50), en lo demás todo conduce a demostrar que Navarra
sintió la influencia aragonesa y que allí no se usaron los idiomas
latino, lemosín, francés ni vascuence, sino sólo el castellano
desde que tuvo nacimiento. Cuantos documentos hemos examinado nos han
conducido a esa misma conclusión: hemos observado que hasta la mitad
del siglo XII no hay un solo documento que no sea latino; que desde
entonces se ha usado con preferencia al latín y con exclusión de
otros el romance puro; que el fuero general de Navarra, el cual tiene
pasajes tomados a la letra del de Sobrarbe, entre ellos el prólogo y
el artículo I sobre la elección de rey, ofrece una muestra del
lenguaje ya bastante formado que se usaba en la primera mitad del
siglo XIII; que en las donaciones, privilegios y demás instrumentos
públicos hay absoluta analogía con las prácticas y el lenguaje de
Aragón hasta en las fórmulas o rúbricas curiales; que esto no se
verifica sólo en los pueblos comarcanos al reino de Aragón, como
Tudela, Cascante (51) y otros de esa merindad, sino aun en los más
avecindados al Pirineo, y por consiguiente más sometidos a la
influencia francesa o vascongada; que es finalmente en casi todos
ellos tan idéntico con el de Aragón el dialecto familiar, como que
apenas hay palabra o frase que no les sea perfectamente común,
observación que hemos hecho prácticamente recorriendo el reino de
Navarra antes y después de formar nuestro Vocabulario, pero que no
puede hacerse sobre el
Diccionario de
las palabras anticuadas que contienen los documentos de Navarra

(por D. José Yanguas 1854), en donde, si bien se hallan explicadas
cerca de mil quinientas voces, son simplemente anticuadas a nuestro
entender (esto es corrientes en los documentos de Castilla) muy cerca
de mil de ellas, siendo curiosas y dignas de estudio (algunas por su
origen francés) unas cuatrocientas, y no llegando a cuarenta (52)
las que, como
verdaderamente
aragonesas
, habíamos incluido ya
nosotros en nuestro vocabulario.


Queda
pues demostrado con la historia de Aragón, y comprobado con la de
Navarra, que en estos reinos tuvo el idioma español las mismas
vicisitudes y épocas que en Castilla, a quien venció bajo más de
un aspecto, sin que nunca hayan existido ni existan hoy mismo sino
aquellas diferencias naturales entre provincias que cultivaron
diversas relaciones, que mantuvieron entre sí por más o menos
tiempo cierto forzado aislamiento, y que en algún modo conservaron
su carácter tradicional y con él algunos resabios y modismos; pues,
como dice el anónimo autor (Juan de Valdés) del
Diálogo de las lenguas, “cada provincia
tiene sus vocablos propios y sus maneras propias de decir, y es así
que el aragonés tiene unos vocablos propios y unas propias maneras
de decir, y el andaluz tiene otros y otras...”

Parte 2

DVA, Gerónimo Borao, introducción, 2

II.


A este examen vamos a dedicar el resto de nuestra tarea,
procurando señalar la procedencia de algunas palabras, legitimando
en lo posible su uso, probando que a su invención ha precedido
instintivamente el mejor juicio, y manifestando que no son
barbarismos de gente inculta, sino a veces primores que el idioma
castellano debiera prohijar (53)
o
no haber abandonado. Entiéndase que para la for
mación
de este discurso, así como para la del Diccionario que le sigue,
hemos de servirnos, en cuanto nos sea dable, de escritores aragoneses, de anuncios e inscripciones oficiales, de avisos
impresos, de la conversación de personas cultas, y sólo en donde
todo esto no alcance, del habla común de los aragoneses. No
abultaremos, pues, el vocabulario ni la crítica con palabras de las
que frecuentemente se improvisan pero no se extienden ni se hacen
permanentes: tampoco no lo haremos con las locuciones latinas usadas
por nuestros foristas como ne pendente apellatione, artículo de
toliforciam, sentencia de lite pendente, neutram y otras, pues aunque
sabemos que la Academia incluye algunas locuciones latinas, de
antiguo castellanizadas, no le hace, y esto con su habitual
prudencia, sino cuando son del dominio general y no del tecnicismo de
una ciencia; ni tenemos por verdaderamente aragonesas, aunque de uso
particular de nuestros escritores, algunas libertades derivadas del
idioma castellano, como tierra baja para denotar cierta comarca de la
derecha del Ebro y alto Aragón para denotar la de la izquierda,
turbante en sentido del que turba, comisante por el que comisa y
adminiculado de adminicular, voces usadas por Larripa; adrezar que
dice Blancas; catedrero que consignan los
Gestis de la Universidad de Zaragoza;
consimile por semejante; reforme por reforma y tisiquez por tisis,
que hemos leído en otra parte; caminos circunstantes que también
hemos visto usado; membranáceo que dice no mal, en lugar de
membranoso, el racionero Latassa; comisarios (54), cercenadores,
lugar tenientes y otros cargos que no puede especificar el
Diccionario de la lengua y que sin embargo son corrientes en los
tratados de legislación aragonesa.


Procedemos
en este punto con tal cautela y tan desapasionadamente, que ni damos
cabida a algunas palabras (55) por el solo hecho de hallarse en
nuestros autores y no en el Diccionario de la Academia; ni incluimos
otras que son explicadas como aragonesas por algunos escritores pero
que en el Diccionario oficial figuran como castellanas, tales son
universidades, gramalla, pedreñal y otras varias; ni acrecemos mucho
nuestro Vocabulario con otras cuya definición académica no tiene el
alcance de los textos aragoneses como en aquellas hermosas palabras
de la Unión “porque non querrian, si Deus e el seynor rey
quissies, tener ni seguir otra carrera que la suya;”
ni aun
reputamos como aragonesa la palabra dosel usada en las coronaciones
de Blancas y calificada como esencialmente aragonesa por él y su
comentador el cronista Andrés, el cual para su mejor inteligencia se
refiere, bien inoportunamente por cierto, al Tesoro de Covarrubias y
al Comento del Polifemo, escrito por García Coronel, cuyos autores
no le dejan muy airoso con sus declaraciones.


Lo
mismo hemos practicado con algunas palabras puramente
lemosinas
o catalanas

como mateix, res, tantost, apres, nueyt, muyto, destrenyer (acosar),
los adverbios en ment o mientre, y con mucha más razón cercar por
buscar que usa el Códice de los Privilegios de la Unión, y
environar por cercar que dijo el rey D. Martín en la famosa oración
con que abrió las cortes de 1398. Hemos también omitido algunos de
los muchos tributos o pechas que en documentos latinos aparecen, pero
que no creemos del todo aragoneses, como plantáticum que se pagaba
por echar el ancla, plateaticum por pasar las plazas, porcagium por
los cerdos, salinaticum por la sal, portulaticum y tavitáticum por
las naves, etc.; y también algunos de los oficios de la casa real,
como subbotellerius, subfornarius, sobrecoch (jefe de la cocina)
(
Koch,
alemán “koj”: cocinero; inglés cook “kuk”
)
y otros varios, si bien con esta ocasión enumeraremos los que se
hallan discernidos en las
Ordinaciones
de la Real casa de Aragón
,
compiladas por
Pedro
IV

en
idioma
lemosín

el año 1344, (
están
en historia-aragon.blogspot.com , son parte de la colección de los
Bofarull
)
traducidas al castellano en 1562 por el
protonotario
(protonario
en el original; prothonotari en un texto del Ceremonioso:
https://historia-aragon.blogspot.com/2019/12/offici-sagelladors-scrivania.html
)


D. Miguel Climente de orden del príncipe D. Carlos y dadas a la
estampa en Zaragoza año de 1853 por D. Manuel Lasala, cuyos oficios
(que decíamos) son, dejando a un lado los de uso y nombre más
conocidos, los de botilleros mayores y comunes, aguador de la
botilleria, panaderos mayores y comunes, escuderos trinchantes,
argentarios o ayudantes de cocina, menucier o repartidor, escuderos
que traen los manjares, comprador, cazadores o perreros,
sobreacemilero y sotacemilero, tañedores, escuderos y ayudantes de
cámara, guarda de las tiendas, costurera y su ayudante, especiero,
barrendero y lavador de la plata, hombres del oficio del alguacil
(jusmetidos a él para aprender criminosos), mensajeros de vara o
vergueros, escalentador de la cera para los sellos pendientes,
selladores de la escribanía, promovedores, enderezadores de la
conciencia, sotaporteros; servidor de la limosna
(almoyna)
y escribano de ración que era a manera de contador o tenedor de
libros.


Con
igual economía hemos obrado al examinar el
Índice
donde se declaran algunos vocablos aragoneses antiguos
,
el cual, aunque trabajado por el insigne
Blancas;
si bien contiene doscientas nueve voces, pero trae muy pocas
rigurosamente aragonesas; y aun por eso no hemos incluido de entre
ellas sino diez, habiendo despreciado las que nos han parecido
castellanas antiguas, que son las más, y habiendo renunciado no sin
pena a algunas otras que no dejan de tener semblante aragonés, como
son aconsegüexca alcance, bellos ricos, boticayx bofetada, camisot
alba, caxo mejilla, desconexenza ingratitud, esguart cuenta,
guarda-corps sayo, las oras entonces, lunense apártense (
luny,
lluny, alunyar, allunyar; chap. llun
),
meyancera medianía, ont por esto, pertesca parta o tome, pertaña
toma, rengas riendas, sines sin, vaxiellos vasos, umplie llenó, izca
salga (
ixca, ixir, eixir; exitus).


Esa
misma parsimonia, pero mucho más fundada, nos ha guiado en cuanto a
las palabras castellanas que
Ducange
define en su
Glosario
(56), apoyado en documentos aragoneses, cuales son, entre otras,
acémila, albarda, alodial, arada, armador, azcona, bandosidad,
cabezalero, cahiz, corredor, escombrar, espera, fincar, jurista,
malatia, maleta, mayoral, mezclarse, parral, pérdida, perdidoso,
quilate, quitación, rastro, realengo, renegado, saca, salva,
sesmero, sobreseimiento, soldada, sollo, tapial, taza, timbre,
tornadizo y trepado (57). Y si contra este nuestro sistema de
conceder a Castilla cuanto la Academia le atribuye (sea cual fuere el
verdadero origen de las voces), damos cabida a las ciento o algunas
más académicas que Peralta incluye en su Ensayo de un Diccionario
aragonés castellano, es, no tanto por ser ellas de más uso, si ya
no de procedencia aragonesa, cuanto por respetar, como base de
nuestro Vocabulario, el primer trabajo que se hizo en ese género;
mas, así y todo, las señalamos, para descargo de nuestra
responsabilidad literaria, con una letra particular que las distinga,
y esto nos permite marcar asimismo las que como aragonesas o
provinciales incluye la Academia y las que se deben exclusivamente a
nuestra tal cual diligencia.


Pero
no hacemos tanto, antes las excluimos por completo, con muchas de las
voces que en sus respectivas obras de historia natural escribieron
dos insignes botánicos,
Bernardo
Cienfuegos
en los primeros años del
siglo XVII y D.
Ignacio de Asso
(zaragozano) en los últimos del XVIII. Este, sobre todo, a quien se
deben muy curiosos y eruditos tratados sobre las producciones, las
ciencias, las leyes, la economía política y aun la literatura de
Aragón, tuvo la advertencia de consignar, lo mismo en su
Synopsis
stirpium indigenarum Aragoniae

(1779), que en su
Introductio ad
Oryctographiam et zoologiam Aragoniæ

(1784), las voces puramente aragonesas con que se designaban y
todavía se designan en el
país
(que recorrió herborizando y estudiando su suelo y los animales que
le pueblan) los objetos sometidos a su descripción. En consecuencia
de su plan, calificó unas veces con la palabra vernaculé o
provincial de Aragón, otras con la más expresiva de nostratibus,
las palabras que tenía por exclusivamente aragonesas,
distinguiéndolas de todas las restantes con la anteposición de la
palabra hispanis; y por si pudiera dudarse de que designaba con
aquellos antepuestos los vocablos aragoneses, él mismo lo declara,
ora en el prólogo diciendo Adjunxi etiam vernacula provintiæ nostræ
nomina, ora en el índice que titula Nomina hispánica et
vernacula
Aragoniæ.

Y decimos todo esto,
porque parece después muy extraño que persona tan competente en
todo aquello que emprendía, calificara de aragonesas palabras que
pasan por castellanas, como asnallo, balsamina, cadillo, camomila,
cebadilla, ginesta (
plantagenet;
parecida a la aliaga, argilaga
),
margarita, regaliz (
regalíssia),
sosa, tuca, anadón, andario, becada, calandria, chorlito, dogo,
gavilán, lechuza (
chuta, ólipa),
pajarel, perdiguero, picaraza (
garsa
en Beceite
), polla de agua (focha),
pulgón
(puó),
saboga, tordo (
tord o tort en
Beceite; tordus
), triguero, verderol
y otras.
Colocónos (nos colocó)
esto en la difícil alternativa, o de aceptar por aragonesas bajo la
fé de quien, puesto que filólogo, al cabo no se distinguió como
etimologista, palabras que no sólo la Academia pero aun los
hablistas castellanos han considerado de uso general entre los
españoles (
también chófer, y no es
castellana, a ver si adivinas de dónde viene; o aspirina
);
o de desairar, sinó, el voto calificado de un literato dedicado con
ardor a las ciencias naturales y conocedor por sí mismo de los
nombres con que la ciencia y el vulgo designan cada cual los objetos
de la naturaleza. Pero nuestra imparcial elección ha estado en favor
del habla común española, no sólo por el mayor crédito que nos
merecen las muchas y buenas autoridades que contradicen la absoluta
de Asso, sino por otra consideración que, favorable como lo es a
Aragón, no podemos excusarnos de aducirla.


De
esas voces, hoy todas castellanas, supuesto el admitirlas como tales
la Academia, las hay, como balsamina, cadillo, calandria, cebadilla,
chorlito, dogo, gavilán, ginesta, perdiguero, pulgón, regaliz,
saboga y sosa, que ya se hallaban incluidas en la edición príncipe
del Diccionario publicada en 1726 por aquella corporación literaria,
y no se concibe cómo pudo desentenderse de esta autoridad el
naturalista de Asso: pero hay otras, y a la fé muy bellas, como
andario, asnallo, camomila, margarita, pajel,


picaraza,
polla de agua, tordo, tuca y verderol, que no tenían cabida en
aquella edición (58), que en Aragón eran ya muy usuales, y que hoy
han pasado al fondo común de la Academia, sin que de nuestra parte
quepa contra esto reclamación alguna,
(
como
pasan casi todas las palabras aragonesas, mallorquinas, valencianas
al DCVB y las consideran catalanas. Sólo hace falta revisar un poco
Lou tresor dóu Felibrige para ver su procedencia occitana
)
como quiera que todos los idiomas viven de esos cambios mutuos,
principalmente cuando la lengua de una nación prevalece (como su
política)
sobre los dialectos (
o lenguas
documentadas
) de las provincias que
vienen a constituirla.


Pero
hay que considerar como aragonesas algunas palabras que, si bien
incluidas como castellanas en el Diccionario general de la lengua, no
puede negarse que son de uso constante, popular, y, por decirlo así,
privilegiado en Aragón, mientras lo tienen muy raro o ninguno fuera
de él, pudiendo asegurarse desde ahora que, pasado algún tiempo, y
cuando ya la Academia forme la convicción en que nosotros nos
hallamos, habrá de conservarlas en su Diccionario con el carácter
exclusivo de provinciales de Aragón (59). Aquí, en efecto, se dice
suplicaciones por barquillos como en el Desden con el desden; no
marra por no falla como en las farsas de Lucas Fernández; aturar,
como en Berceo «Abrán con el diablo siempre a aturar, y como en
Lorenzo de Segura «Anda cuemo ruda que no quiere aturar,» amanta,
amprar, arguello, arramblar, caño, malmeter, masar, paridera,
punchar, rematado, vencejo, y otras varias (60) que se usan
frecuentemente entre nosotros, y de las cuales y otras ya notó
Capmany
que algunas, como aturar, cal, dita, malmeter, ostal y pudor, eran a
un tiempo de Cataluña y de Castilla.


De
entre las palabras verdaderamente aragonesas aunque de apariencia
castellana, de entre las palabras que, a cambio de otras citadas y
consentidas como castellanas, tenemos que revindicar como nuestras y
sólo nuestras, citaremos más detenidamente, por ser de las más
vulgares en nuestro pueblo llano y sólo en él, la famosa expresión
impersonal
no me cal
(no te cal, no le cal) en significación de no me importa, no me
conviene, no me es menester, no me cumple, no tengo que etc., cuya
frase, que no traen ni Covarrubias, ni la Academia en su Diccionario
grande, ni el jesuita Terreros, ni Rosal en su Diccionario
manuscrito, se halla autorizada en nuestros días como castellana por
la Academia de la lengua, pero usada como aragonesa por sólo
nuestros labriegos. (
Yo soy filólogo
de literatura inglesa y la uso en mi pueblo, Beceite
)
- En el poema del Cid hablando este de los Infantes sus yernos dice
Curiellos quiquier ca dellos poco min' cal, y más atrás Si el rey
me lo quisiere tomar, a mi non minchal: en el Poema de Alejandro se
lee non te cal ca se vencires non te menguarán vasallos, y en otra
parte Mas quequier que él diga a mi poco me cala: en las poesías
atribuidas (61) a D. Alonso el Sabio también encontramos


E
si vos veis este fuego


non
vos otras cosas calen;


en
el Laberinto de Juan de Mena


Mas
al presente hablar no me cale;


Verdad
lo permite, temor lo devieda;


en
las poesías de A. Alvárez Villasandino:


Ya
non me cal


pensar
en al; (
chap. ya no me cal pensá en
datra cosa
)


en
las farsas o cuasi-comedias de Lucas Fernández n' os cale desemular;
y, lo que es mucho más notable, en las epístolas del obispo
Guevara, predicador de Carlos I, «no le cale vivir en Italia el que
no tiene privanza de rey para se defender.»





Pero
aunque las autoridades que llevamos citadas han podido influir en la
Academia para la admisión de esa voz, que sin embargo no vemos
incluida en el gran Diccionario de autoridades de aquella
corporación, ni tampoco en el de Terreros publicado en 1786, debemos
advertir que quienes la han conservado sin interrupción son los
aragoneses, desde que (a nuestro parecer) la tomaron de los
provenzales,
en cuya poesía se halla usada repetidas veces, así como la tienen
el idioma
italiano
en calere, el francés antiguo en chaloir, el catalan en
caldrér,
y, aun forzando un poco la analogía, el latín en calescere,
agitarse, moverse, pudiéndose decir no me mueve, no me agita, no me
domina, no me da cuidado, no me importa. Del uso lemosín no puede
dudarse al leer en una canción de Pedro III no m' calgra no me sería
necesario, y en un poema anterior (62) perteneciente a los primeros
años del siglo XIII y publicado y traducido recientemente por
Fauriel


Per
Dieu, n’ Ugs, ditz lo coms, nons clametx que nous cal.


Por
Dios, D. Hugo, dijo el Conde, no os quejéis, que no os conviene.


y
más adelante al verso 4844


A
la meridiana quel soleilhs pren lombral


el
baro de la vila estan á no men cal.


esto
es “al mediodía, cuando el sol penetra en todo sombrío y los
defensores de la ciudad están descuidados”, o “no están sobre
las armas,” como viene a decir Fauriel, o “están en un no me
importa,” si fuera posible traducir así aquella expresión que de
todos modos indica el abandono.


Y
finalmente, verso 4913


Mas
non aia Belcaires temensa que nolh cal.
que Fauriel traduce “Mais
que Beaucaire n'ait plus de crainte; il n'en doit pas avoir" y
que en castellano se puede expresar diciendo “Pero no tema
Beaucaire, pues no debe, pues no le corresponde, pues no tiene
motivo, pues no tiene por qué.”


Haciendo
punto en esta digresión, ya demasiado extensa pero no inútil a
nuestro propósito, y anudando el pensamiento de donde ha partido,
tócanos manifestar que, señaladas las palabras usadas por autores
aragoneses mas no por eso aragonesas, e indicadas también las que a
toda luz son de Aragón aunque todavía calificadas como castellanas;
pudieran añadirse ciertas otras generalmente usadas en Aragón y
que, a pesar de serlo en Castilla por escritores de nota, no tienen
cabida como castellanas en el Diccionario de la lengua; tales son
haldeta que usa Moratín en aquel verso de sus
Navés
de Cortés.


de
azul y negro las haldetas de ante;


esmangamazos,
que, sin el prepuesto privativo, leemos en aquellos versos del
Cancionero de Baena


A
ty mangamazo syo otra tonsura.


por
mi serà dada muy gran penitencia;


(págs.
447 y 481.)
laminero, que tanto divierte a los castellanos cuando
lo oyen a algún aragonés y que, sin embargo, no sólo es muy
natural derivado de lamer, y muy parecido a lamistero y lamiscado,
sino que se ve usado en el arcipreste de Hita,


La
golosina tienes goloso laminero;
a placer, que vemos en aquel
romance


en
corte del rey Alfonso


Bernardo
a placer vivía;


pintar,
que usan nuestros pastores por tallar, aunque justo es decir que la
Academia lo hace sinónimo de escribir, explicando bien ambas
versiones aquellos versos encantadores de Gil Polo


mas
serate cosa triste


ver
tu nombre allí pintado (señalado en mil robles)


…..


no
creo yo que te asombre


tanto
el verte allí pintada etc.;


mueso,
o bocado, (
mos; mossegá)
que derivado de morsus (de donde después almuerzo) (
amorsá,
almorsá
) se halla como provincial
de Aragón y, no obstante, lo encontramos en el Poema del Cid.


Nol'
pueden facer comer un mueso de pan,


y
en el de Alejandro aunque con varia lección, y en los poetas del
Cancionero de Baena


E
luego será del todo vengado


el
mueso podrido que dió el escorpion
….


Mas
freno sin mueso é chapa


vos
daria aun emprestado;


peñora
(
pignorare)
y caritatero que explican Berganza y Merino, dando a pennora el
significado de multa y prenda, y a caritas el de refección de bebida
tras la colación y lección espiritual; tastar, (
taste
inglés: probar
) que si bien se
halla en sentido de tocar, derivado de tactus, también tiene en
Berceo el de probar o morder en aquel verso


Que
de meior boccado non podriedes tastar;
macelo, cuyo derivado
macelario no incluye la Academia pero sí en sus vocabularios los
eruditos PP. Berganza y Merino; vencejo, de vinculum, (
vencill,
bensill, etc; para atar una garba de paja, alfalfa
)
que, aunque admitido por la Academia en significación de
ligadura,
sobre todo para atar las
haces
(
feix, feixos)
de las mieses, lo declara
D. Tomás Antonio Sánchez privativo de
Aragón al explicar el verso de Berceo


Alzáronlo
de tierra con un duro venceio;


cútio,
que en Aragón significa constante, diario, no interrumpido, conforme
con su elimología quotidie, quotidianus, y que la Academia escribe y
explica de otro modo, poniendo
cutío,
trabajo material, y omitiendo absolutamente en su Diccionario el
adjetivo cutiano (quotidiano) (
cotidiano)
que leemos en el poema de Alejandro


Un
pasarïello que echaba un grant grito


andaba
cutiano redor de la tienda fito


y
en Berceo


facie
Dios por los omes miraclos cutiano


y
en el célebre Villasandino


Pues
memento mey cutiano disanto.


de,
partícula expletiva que se usa en la frase me dijo
de
antes su parecer, y en otras parecidas, y que también usan nuestros
clásicos como Cervantes, “tan bien barbado y tan sano como
de
antes,“ y el obispo Guevara “y sus pueblos quedaron como de antes
perdidos.“


Añadiríamos
a estas algunas otras palabras y frases que, siendo muy familiares en
Aragón, y no teniendo nada de exóticas ni nuevas, están excluidas,
no obstante, del Diccionario de la Academia, por donde oficialmente
resultan no ser castellanas, mientras son positivamente, ya que no
aragonesas, de uso aragonés; pero atribuyendo este silencio, no a
decisión magistral sino a descuido inevitable de aquel sabio cuerpo
literario, no adicionaremos el anterior catálogo ni aun con las dos
que por ahora nos ocurren. Es la una llevar la corriente, frase que
hemos oído a castellanos puros y que usa el Duque de Rivas (poeta
cordobés) en el romance último de su Moro Expósito


“,
le acaricia, le lleva la corriente”


La
otra es la voz medicina que no se define por la Academia sino como
“ciencia de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano,”
y que en sentido de medicamento (63) es en Aragón vulgarísima, se
usa mucho por los facultativos y se lee con frecuencia en las
Ordinaciones del Hospital de Zaragoza 1656, siendo además común a
la
lengua italiana
y al
dialecto catalán,
pero que no puede formar parte de nuestro Diccionario cuando la vemos
usada en todos los más distinguidos escritores castellanos, desde
Cervantes a Espronceda, desde Quevedo hasta el poeta popular Trueba,
y lo mismo en fr. Luis de Granada que dice sin los tormentos de los
médicos y las medicinas, en Mexía
como
el buen medico sus medicinas
, en
Guevara y lo poco que las medicinas le han aprovechado, en Rhúa que
sana la herida con medicinas lenitivas.


Pasando
ahora a uno de los más notables grupos en que pueden dividirse las
palabras aragonesas, digamos en honor suyo que este pueblo ha
conservado un gran número de las que constituyeron el habla antigua
castellana, siendo ya consideradas como arcaísmos fuera de uso
algunas y no pocas, que
acá
nos son del todo familiares, y que en parte componen el más usual
vocabulario de la gente inculta, cuyos modismos excitan hasta cierto
punto la compasión de quien los oye, ignorándose, aun por nosotros
mismos, que así hablaron los padres del común idioma castellano.


Sería,
en efecto, un trabajo muy curioso el de reunir las voces,
incorrectísimas hoy, de las clases últimas del pueblo, y observar
su perfecta identidad, no ya con las que se emplearon en los siglos
primeros del habla, sino aun con muchas de los escritores que
florecieron en el siglo XVI (64). Llegarían esas semejanzas hasta el
punto de ser fácil componer todo un discurso, y aun todo un libro,
con palabras tomadas del antiguo castellano, que sin embargo serían
exactamente las que usa con predilección el pueblo aragonés; bien
que muchas de ellas no dejan de ser comunes con el ya bárbaro
dialecto que todavía conserva el estado llano en toda España. Sean
ejemplo de esta observación, sin que por eso abultemos con ellas
nuestro Diccionario, las palabras niervo; omecida, gomitar,
buticario, reconvinió, *prolvengan, filicidad, tuviendo,
entreviniendo, abellota, quisiendo, *previdencia, risistir, pidir,
dicir, recebir, vieda (veda), siguidilla, ambrolla, crocodilo,
(latino puro) virificar, ogepción, asasinar, etc. Séanlo también
mesmo, trujo (65), agora, escuro, enantes, dende, que los poetas
dicen con frecuencia. Séanlo igualmente estentinos, malmeter y
rancar, que usa Juan Lorenzo de Segura; emparar que se lee en Berceo;
bulra, estoria, estruir y mandurria que emplea el arcipreste de Hita
; churizo (66), (
choricer en Alcañiz,
jueves lardero y chorizo
) previlegio
y rétulo, que nos dice Covarrubias; rabaño y aspárrago que
conforman más con la etimología hebrea y latina; pedricado, que
dice el rabí D. Santob; cantacio, estentino y otras muchas que se
ven en el Cancionero de Baena; empués, que dice Marcuello (pero
también Berceo); agüelo y cudicia Aldrete; acontentar el autor del
Diálogo de las lenguas; inconvinientes, encorporar y muchas otras
Zurita; riguridad Tirso de Molina; mesmamente el P. Isla.


Pero
estas palabras no son otra cosa, aunque saludadas con el nombre de
barbarismos, sino ligeras desviaciones
enfónicas
de otras verdaderamente castellanas: las hay que siendo notadas en
Castilla como arcaísmos, son en Aragón bastante corrientes, y de
ellas citaremos (aunque no hagamos uso de todas en el Diccionario)
abejera, aconsolar, afigir, afirmar, almuestas, aplegar, apoticario,
árcaz, asin, asisia, asumir, azarolla, bahurrero, batifulla,
batimiento, bogeta, buco, cadillo, calendata, cablieva, canso,
capacear, casada, cocote, coda, espedo, fajo, fendilla, ferial,
fosal, interese, marzapán, mayordombría, mida, mueso, nano,
ostaleros, otri, pasturar, peñorar, pigre, tardano, tributación
etc.; de cuyo catálogo, que pudiéramos no sin dificultad
engrandecer, se deduce lo que ya hemos indicado, es a saber, la
religiosidad con que el pueblo ha guardado la antigua manera de
hablar, haciendo en él la ignorancia las veces del respeto.


No
son menos recomendables, pues son igualmente puras y perfectamente
conformes con la índole o genio del idioma, las palabras compuestas
que ostenta el aragonés.
No hay para qué decir la belleza y el
número que de los compuestos resulta; ni la facilidad con que la
lengua española los admite, merced a sus terminaciones vocales y a
la buena proporción en que entran estas letras; ni la condensación
que producen, economizando circumloquios y partículas; ni el uso que
de ellos hicieron las lenguas antiguas, principalmente la griega:
todo es demasiado conocido para necesitar
esplanarlo,
y mucho menos aquí en donde por otra parte no tiene su principal
asiento. Pues bien: de estas composiciones que deben tomarse, sino es
en las ciencias, del fondo que ofrece el propio idioma (según lo
insinuó Mayans con acierto, tomando cabalmente por ejemplo una voz
aragonesa) hay algunas, entre las muchas que a cada


paso
inventa la conversación, como aguacibera, aguallevado, aguatiello,
ajoarriero, ajolio, alicáncano, alicortado, antecoger, antípoca,
apañacuencos, arquimesa, arrancasiega, babazorro, botinflado,
cabecequia,
carasol, casamuda, cazamoscas, contrayerba, entrecavar, escondecucas,
gallipuente (
gallipont, gallipons),
habarroz, hurtadineros, malbusca, matacabra, matacan, miramar,
paniquesa, rabiojo, sobrebueno, sobrecielo, tragacantos,
zabacequias.





Y
si de los compuestos pasamos a los derivados, que son una parte tan
principal, y por ventura la más numerosa de los idiomas, ¿cuántos
no encontraremos en Aragón, cuya mayor parte debieran adoptarse por
la Academia? Permítasenos ofrecer de ellos una muestra, la cual,
contribuyendo a esclarecer este punto, dejará también probado que
en la conservación tenaz de sus modos de hablar, generalmente
proceden los aragoneses con una lógica instintiva, muy ajena de la
especie de extrañeza depresiva con que son saludados sus
provincialismos. Véanse, sino, las palabras aceitero, adinerar,
afascalar, agramar, aguachinar, agüera, ahojar, aladrada, alaica,
anzoleto, añero, apabilado, apenar, aquebrazarse, arrancadero,
arrobero, asolarse, azutero (
azud,
assut
), bajero, boalage, bolsear,
brazal, cabecero, cabezudo, cabreo, calorina, callizo, canalera,
cantal, capolado, capucete, casera, comprero, collete, cresarse,
crujida, cuaternado, culturar, cunar, chorrada, defenecer, dentera,
desbravar, descodar, desgana, encerrona, engafetar, enzurizar,
esbafar, escorchón, escorredero, estribera, frontinazo, galgueado,
helera, huevatero, jetazo, juguesca, lavacio, manifacero, mañanada,
maseta, matacía, mitadenco, molada, ocheno, oleaza, parejo,
pastenco, peduco, picoleta, plantero, pulgarillas, racimar, repaso,
saquera, simoso, sondormir, sudadero, tardada, ternasco, vendería,
volandero.


Hay
otras muchas palabras que difieren muy poco de las correspondientes
castellanas, resultado necesario de la varia eufonía de las
provincias, a veces de la mayor o menor fidelidad etimológica, y no
pocas del simple decurso de los tiempos, que refinan o adulteran,
pero no para todos, el idioma. Vocablos hay que varían la
terminación, como abejero por abejaruco, ancheza por anchura,
apuñadar por apuñear (
puño,
puñada; puñetazo
), azanoriate por
zanahoria, balsete por balsilla, blanquero por blanqueador, capaza
(
capazo)
por capacho, cargadal por cargazón, corrinche por corrincho,
chaparrazo por chaparrón, dalla por dalle
(guadaña),
exigidero por exigible, friolenco por friolento (
friolero,
friolera
), perera por peral,
pescatero por pescadero, picor por picazón, rocador por rocadero.
Unos se han sincopado en Aragón, como abrío por averío,
albada
por
alborada,
(
auba
Mallorca, alba
) cartuario por
cartulario, censalista por censualista, cobar por cobijar, chapear
por chapotear, mida por medida, zanguilón por zangarullón: otros,
al contrario, se han alargado por
epéntesis,
como alirón por alón, bienza por binza, cadiera por cadira,
carracla por carraca, empedrear por empedrar, hilarza por hilaza,
jarapotear por jaropear, marrega por marga, panso por paso, valentor
por valor. Unos suprimen por
aféresis
la sílaba inicial, como caparra por alcaparra (
también
garrapata
), dula por adula, jada por
azada, jambrar por enjambrar, pedrada por apedreada, zafrán por
azafrán (
safrá; saffron):
otros la toman por prótesis, como amerar por merar, asesteadero por
sesteadero, atrazar por trazar. Unos pierden la final por
apócope,
como alum, brócul, caparrós, espinai, por alumbre, bróculi,
(brócoli) caparrosa y espinaca: otros la toman, como rondalla por
ronda. Algunos duplican una letra, como acerolla, sarrampión, por
acerola, sarampión: otros son anagramáticos, como amorgonar y
arraclan, (
arraclau, arreclau)
por amugronar y alacrán: otros obedecen más al origen latino, como
bufonería, calonia, concello, curto, gramen por buhonería, caloña,
concejo, corto, grama (
lo gram en
Beceite
): otros padecen la leve
alteración que algunos gramáticos llaman
antítesis,
(metátesis)
como sucede en achacarse, albellón, alcorzar, almadia, anganillas,
aradro, bofo, boteja, cogullada, ensundia, furrufalla, garufo,
gayata, jijallo, lezna, mandurria, panolla,
(mazorca)
restrojera, rujiada, tamborinazo y vendema,
cuyas
equivalencias castellanas no es necesario enumerar

(
para la gente poco versada es
necesario
). Otros, finalmente, se
distinguen por su sílaba inicial es, que en Aragón suele preceder
como privativa en lugar del antepuesto des, y aun aumentarse a la voz
castellana, como se ve en esbafar, escañarse, escrismar, esgarrar,
espatarrarse, estral, estrévedes (67) y esvarar, bien que la lengua
castellana es también abundante en esas voces, la mayor parte
anticuadas (y esto prueba nuevamente en favor de Aragón lo que a la
página 71 llevamos dicho) como escañar, esfogar, esfriar,
espabilar, espalmar, espavorido, espedirse, espejar, espeluzar,
esperezarse, espolvorear, esposado y estajo.


También
son de citar, y merecerían una interesante explicación individual,
algunas palabras y modismos, que, sin separarse del idioma común,
tienen valor nuevo en Aragón, por estar tomadas graciosamente en
sentido figurado o translaticio, cuya manera de hablar es uno de los
más altos primores de una lengua. Notaremos como ejemplo,
acantalear, ajustarse, albarrano, andaderas, anieblado, armarse
fandango, asnillo, bandearse, barbaridad, brazo de S. Valero (68),
caballón, cárcavo, carmenar, crujida, chaparrudo, echar la
barredera (69), echar la ley, encabezado, encanarse, dar carrete,
florecer la almendrera, garras, gorrino, guitón, gusanera, herejía
(
heregia),
indignarse la llaga, julepe, jusepico, lucero, lucidario, macerar,
mazada, morir a loseta, mostacilla, nazareno, pinganetas, salida de
pavana, tiorba y otras.
A este grupo corresponden igualmente la
palabra tocino en que los aragoneses toman la parte por el todo; las
palabras azulejo, elástico, y esponjado, que toman pie de la
cualidad sobresaliente del objeto para darle nombre; también
talegazo y titada, cuya analogía con costalada y monería no deja de
ser curiosa; igualmente bigardo, que aplicándose primeramente a unos
frailes de la orden de S. Francisco condenados por herejes en
Alemania e Italia, se extendió después a los de mala vida,
concluyendo por significar en Aragón el mancebo de grandes medros y
de buena apariencia para el trabajo pero que hace vida inútil y
ociosa; y finalmente las antonomásticas florín que así se llamó
por ser usual en Florencia, según Merino; frederical, con motivo del
manto que usaron algunos Fadriques de Sicilia, según la explicación
de Blancas; con D. Antón te topes, a guisa de maldición, en
recuerdo de D. Antonio de Luna que asesinó al arzobispo de Zaragoza
en los disturbios promovidos por el conde de Urgel; más listo que
Cardona, con alusión al vizconde de ese título que, aterrado por el
miedo cuando su grande amigo el infante D. Fernando fue mandado matar
en 1363 por el rey su hermano, huyó precipitadamente desde Castellón
a Cardona pasando el Ebro, por Amposta; ya se murió el rey D. Juan,
frase proverbial alusiva al pródigo D. Juan II y dirigida contra los
ambiciosos de mercedes; que viene Vargas, expresión con que se
asusta a los niños desde la jornada funesta en que aquel mandó
prender y decapitar a Lanuza de orden de Felipe II; zaforas, voz
moderna, suponemos que ocasionada por el longista Zaforas en cuya
casa se dice que sirvió como criado el famoso Cabarrús; piculín,
en recuerdo de un famoso volteador de aquel nombre que, procedente de
Castellón de la Plana, trabajó en Zaragoza muy a gusto de todos
desde 1803 a. 1815, según Casamayor (70), bien así como en Castilla
ejecutó sus habilidades en el siglo XVI el italiano Buratin, de
donde tomaron ese nombre los volatines en general, según lo hemos
leído en algún trabajo etimológico y aun nos parece recordar que
en alguna comedia de Lope, por más que en el Diccionario de la
Academia no hayamos hallado esa palabra.


Viniendo
ahora a las etimologías, por demás está que repitamos lo que ya
hemos indicado en este punto, ocioso es que digamos de nuevo lo que
por otra parte de todos es sabido: las lenguas se forman por aluvión
y por derivación, de lo cual nace su división en familias, el
parentesco estrecho que a muchas liga entre sí, la riqueza misma que
ostentan, como se ve en la griega con la acumulación de sus
dialectos, en la latina con su imitación griega, en las germánicas
y neolatinas con la asimilación de sus afines y con el contacto de
los pueblos conquistados y conquistadores, aliados y enemigos. Pero
si es un gran mérito filial, como lo es a nuestros ojos, la
conservación cariñosa de las raíces o voces matrices, supuesta la
necesaria y aun oportuna reforma de la sintaxis, en Aragón hay por
qué envanecerse en este punto, pues son muchas las voces
provinciales que derivan inmediatamente del idioma del Lacio (71).


Unas
han conservado toda su estructura latina, como lumen-domus,
articulata, calendata, portata, testificata, exhibita, cancelata,
extracta, intramarino, ultramarino, cisterno, forideclinatorio,
paciscente, y bonavero que, aunque tiene por su terminación aire
español, procede de la frase antigua Bona vero quæ demandantur sunt
hæc, y expresa hoy como entonces la lista de los bienes a que se
refiere la demanda.
Otras son idénticas, o no han variado sino
la desinencia o la ortografía, como ápoca, apoticario, ordio,
cicures, brisa, ligona, uva, lucidario, sansa, comanda, excrex,
convenido, pigre y motilar. Otras, aunque un poco más desemejantes,
conservan muy visible su procedencia, como cuaderna, adimplemento, la
Seo, coda, falenciales, oleaza, túberas, fiemo (
fem;
humus; estiércol
), macelo,
farinetas (
farina : harina),
batifulla, fabear, zaborra y fabolines. Otras, en fin, aunque no de
tan incuestionable etimología, la tienen bastante lógica, y desde
luego mucho menos violenta de lo que suelen buscarla muchos
etimólogos, a quienes, por lo mismo de no poseer nosotros su caudal,
no
los imitaremos
ciertamente en
disiparlo: tales son geta, gitar y jetar, de getare (y no de jacere,
como otros suponen) (
gitar : acostar
sí es de jacere; gitar : expulsar, echar; foragitar
);
besque de viscus (
pasta de muérdago
viscosa, pegajosa, para atrapar pájaros
);
fajo (y aun fascal) de fax, origen de haz, (
fasces;
feix
) hacinar etc.; huebra derivado
de opera, que debió pasar por opra, obra y uebra, acabando por
recibir entre nosotros un sentido genérico o trópico; aturar que
Rosal (72) deriva de obturare; emberar acaso de ver, primavera, por
empezar a colorear entonces algunas frutas, como se dice
agostar
al marchitarse de las plantas (
agosto);
exárico de exaro; concieto, de conceptus deseo concebido; muñido de
monere, avisar, citar, obligar a comparecer; vellutero, de vellus,
lana (
vellut : terciopelo);
trincar, de trincare, silvar, beber, dar muestras de
recocijo;
encante de in cantu; amosta, de amba manu hausta, según Monlau;
tastar de tactus; mueso, de morsus; vencejo de vinculus; rufo, tal
vez de rufus, rubio (
rubeo : rojo);
teruelo acaso de textula, tejuela con que en lo antiguo se votaba;
caritatero, probablemente de charitas, a juzgar por el objeto de
aquel cargo que suponemos equivalente al de limosnero; baste, quizá
de bastaga, transporte, o de basterna, litera; calamonar, no muy
extraño a calamenthum yerba; bando, que puede provenir de pando,
siendo tan conformes las dos letras labiales en que se diferencian
ambas voces; luquete, a luce como dice Rosal, aunque esa palabra no
la incluye la Academia como aragonesa sino como castellana.


Otra
de las más copiosas fuentes de donde el idioma español ha tomado un
gran número de palabras, es la lengua árabe que, correspondiendo a
una civilización muy adelantada sobre todas las de Europa, hubo de
forzarnos a admitir, con sus raros conocimientos en las ciencias y
artes, las voces que servían a desarrollarlos. No se habló en
Aragón aquel idioma como en otras provincias, y es que tampoco no
fue tan larga la dominación árabe, reconquistada Zaragoza en 1188 y
Valencia (por D. Jaime) en 1238; pero fuélo todavía lo bastante
para imprimirnos su influencia; y sobre todo nos impusieron los
árabes en adelante, aun después de sometidos, ese suave yugo que,
por lo mismo de no ser impuesto a la violencia sino en el seno de la
paz, es, no sólo más duradero, pero aun tan honroso a los
conquistados como a los conquistadores. Todavía subsisten, sobre
todo en Valencia, pero también en Aragón y aun en Navarra, y claro
es que en muchos otros puntos de España aun sin contar la Andalucía,
prácticas agrícolas, costumbres indelebles, restos, del traje
calles y barrios, y principalmente muchos vocablos de la lengua árabe
con que la nuestra ha venido a enriquecerse.


Sobre
las voces que son generales a toda España, y que Marina enumera
cuidadosamente hasta formar un catálogo de cerca de mil quinientas,
si bien algunas de origen griego u oriental pero siempre transmitidas
a nosotros por los árabes, tiene Aragón otras propias de las cuales
citaremos ajada, ajadón, alamín, alberge, albarán, alcohol,
alfarda, algorín, almenara, almud, almudí, amelgar, antibo (de
anteba, hincharse), arcaz, arguello, arna, aturar (73), badal,
bailío, barreño, bocal, boto, bucarán, eraje, gaya, gafete, jauto,
jebe, jeto, jimenzar, lapo, márfega, márraga, mossen, rafalla,
rafe, sirga y zafrán; a las cuales no dudamos en agregar las
investigadas a ruego nuestro por un competente amigo nuestro (74), de
entre los cuales son incuestionablemente árabes, según sus informes
razonados, alguaza, alquinio, antosta, badina, bahurrero, cabidar,
capleta, charada, fardacho, fizón, maigar, tabarda, tría, zaborra y
zalear; muy verosímiles alfarrazar,
alacet,
arcén, buega, cija, libón, y liza, y algún tanto dudosas abollón,
*aribol, batueco, bistreta, boira, caramullo, cibiaca, cocón,
cospillo, cudujón, fejudo, fres, güellas, jasco, lillas, pardina y
pocho.
(
En el glosario etimológico
de las palabras españolas de origen oriental, de Leopoldo De Eguilaz
y Yanguas he encontrado algo: Baden,
badina.
La zanja que dejan hecha las corrientes de las aguas. Charca. De *
bátin, "rebajado, hundido (suelo terreno) en Kaz. "the low
or depressed tract of land, of the plain, where water rests and
stagnates" en Lane. Alix. (badina, badines, a Beseit, la badina
negra al Parrissal). //
ALACET.
Voz aragonesa que significa
fundamento
de un edificio
. Borao.
Es la arábiga
alist
o
alicet,
que, entre otras acepciones, tiene la de fundamento en Kazimirski.
Tráela R. Martín bajo la forma *ar
alast
o
alacet,
según la pronunciación vulgar, aunque con significado distinto.
Acaso alacet no sea más que la contracción de *ar alisését, pl.
de alisés, fundamentum en R. Martín, la
base
o
cimiento
de un edificio.
)


En
cuanto a la influencia
provenzal,
(
ver Lou tresor dóu Felibrige,
Mistral
) con decir que se sintió
más o menos aun en Castilla, no puede sorprender que en Aragón
fuese extraordinaria, y lo admirable es, pero no menos cierto, que
aquí no resultase un
dialecto como
el catalán o valenciano
, y que
alcanzara a conservarse el idioma español, nacido como en Castilla
pero independientemente de Castilla, y perfeccionado lentamente no
sin alguna intervención castellana, pero desde luego con más y
mejores aunque no muy aprovechados elementos. Haciendo fondo común
de las voces puramente
lemosinas
y de las
catalanas,
tenemos, principalmente de estas, un buen número, siéndonos
perfectamente comunes amosta, baga, banova, barral, botiga, braga,
bresca, corcar, embafar, empentar, escalfeta, escalibar esclafar,
esgarrifarse, falca, fuina, gallofa, garba, garraspa, ginjol, gosar,
greuge, madrilla, mas, máscara, porguesas, pudor, purna, quera, a
ran, sirga, taca, tastar, tongada, trena, trucar, veguero, veta, y,
según puede verse en Raynouard (75), adobar, aturar, borda, getar,
rosigar, tetar y alguna otra; así como también son comunes al
aragonés y al catalán, aunque aquel les ha dado desinencia o
pronunciación castellanas, ajordar, calage, calibo, fitero, guito,
manifacero, masobero, tinelo, trespontin etc. y lo son también, o
por su raíz o por su semejanza, argadillo, cuquera, espenjador,
fosqueta, garrampa, milocha y alguna otra.


Algunas
de estas palabras pertenecen también a los otros idiomas
neo-latinos, no siendo fácil decidir si fueron elaboradas a un mismo
tiempo, ni en caso contrario de qué parte estuvo la precedencia;
pero de todos modos es lo cierto que tastar, por ejemplo, es común a
los idiomas aragonés, catalán, francés e italiano, (
e
inglés, taste
) que botiga, y gingol
(
jíngol, gínjol),
traspontín y aun falordia lo son a los tres primeros, que fuina,
muir, taca y aun escalfeta lo son al aragonés, al catalán y al
italiano. En cuanto a las semejanzas del aragonés con el francés o
el italiano pueden citarse, respecto a este, gratar, chemecar,
falaguera (de follegiare), y aun badal y picota; y respecto a aquel
acoplar, aguaitar (de guetter), alberge, argent, (
Ag,
argentum, plata
) becardon,
chapelete, empachar, esparvel (de épervier) (
esparver,
esparvé
), fuina, guipar (de gûepe
abispa), manchar, mazonero, niquitoso (de nique mueca), planzón,
pocha, pochada y algunas otras como gallón que la Academia escribe
gasón tal vez por aproximarla al gazón francés, y mascarar que,
desusado hoy por ellos más no por nosotros, usó sin embargo
Rabelais en “Gargantúa) se mascaroyt le nez.”


Expuesto
ya, si bien concisamente y sin extendernos a observaciones,
panegíricas, lo más preciso de saber para la inteligencia del
habla
aragonesa
en lo tocante a su
historia, su etimología, su propiedad y aun sus ventajas,
seguramente que completaría en gran parte nuestro trabajo la
exposición de los modismos, frases o refranes peculiares de Aragón;
pero nos ha retraído de esta idea, no sólo la dificultad de
llevarla a cabo con algún acierto, sino la consideración de que
aquellas maneras usuales de decir no alteran en nada el idioma
castellano, ni difieren (sino es en los pueblos del Somontano (76))
de la sintaxis común, ni marcan ninguna genialidad aragonesa, ni son
otra cosa que combinaciones de las sin número que permite un idioma,
y que todos los días crea el gusto o la improvisación individual.
Ni las construcciones
poderse asumir
a bolsa de caballero y llevar mujeres a ganancia
,
que usan nuestros fueros, tienen nada de repugnante con el idioma
castellano; ni ofrecen originalidad de alguna monta las frases campar
por sus respetos, no le hace por no importa, conducir por Ebro vez de
vez de conducir por el Ebro, jugar a pelota (
creo
que en Navarra y País Vasco se usa también
)
por a la pelota, parar fuerte por mantenerse sano, vagar te puede por
ancho te viene, hacer duelo por dar lástima, (
sobre
todo en la comida: me hace duelo dejármelo: me fa dol dixámeu; no
te cale : no te cal : explicado más arriba
)
el Juan y la Isabel por Juan e Isabel (77), (
el
artículo delante del nombre propio se usa en toda España, pese a lo
que diga la gramática; la Yoli, la Jeni, el Jonatan, etc
)
sin parar por al momento, tal cual por al punto y otras como estas;
ni tampoco los decires familiares o proverbiales pan de mi alforja,
hasta las pulgas toman tabaco, a sopas hechas, ir atrás como el
soguero, peor que Geta, más malo que Piván, más feo que Tito, peor
que Fierrabrás (Fier-à-bras) (
Fierabrás),
más célebre que Barceló por la mar (con alusión al famoso marino
mallorquín del siglo pasado), sabe más que Briján (Bricán
nigromante o hechicero, como Merlín, según Milá), tiene más que
Zaporta (cuya esplendidez se conserva en Zaragoza en el palacio
monumental de su nombre que después se llamó de la Infanta por
haberlo habitado la esposa del infante D. Luis), con la faldeta
remangada, priétate la frente, para cuestas arriba quiero mi mulo,
como los perros en misa, el que a su enemigo plañe en sus manos
muere, más vale sudar que estornudar, más caro que el salmón de
Alagón, que se pasa el asado, serio como bragueta de ciego, viejo
como las bragas de fr. Pedro, sabido como el chiste de Saputo (78),
qué trenzadera o qué alpargata lleva (embriaguez o (borrachera),
donde Cristo dio las tres voces (en paraje extraviado), irse por
Val-de-Gurriana (desviarse del camino natural aunque sea en la
conversación, en el juego etc.), costar un sentido, ya viene
Martinico (para decir a los niños que les entra el sueño), más
duro que el pie de Cristo, llamar a Cachano con dos tejas (querer un
imposible, apelar a quien no puede socorrernos) y otros de ese
carácter ; ni encontraríamos cosa alguna reparable sino en muy
contadas locuciones que en cierto modo alteran el idioma y se
presentan en él como verdaderos
solecismos,
según lo vemos en ir viaje o estar viaje por ir de viaje o estar de
viaje, se lo dé V. por déselo V., es
tu
que no llueve usado por la gente vulgar en forma interrogativa en vez
de ¿cuánto va que no llueve?, lo qué? por qué?,
en
puesto de
y en igual de por en vez
de (
locus : lugar, puesto, lloch,
lloc, loc, loch; en lloch de, en lloc de, en puesto de, en ves de
),
hasta
de
ahora por hasta ahora, con otras que pudieran añadirse y que
nosotros omitimos rebuscar.


En
lo que sí queremos detenernos algún tanto es en el gracioso
diminutivo en ico,
que consideramos más bien como un modismo que como una palabra, y
que, si bien es manera de hablar muy castellana y aún no considerada
como arcaísmo por el Diccionario de la lengua, pero es desusada y
aun ridícula entre los castellanos, al paso que muy general en todas
las clases sociales de Aragón y de Navarra (
y
Murcia
).
Y decimos que muy
general, porque hemos de confesar que un gran número de palabras de
las que hemos citado como aragonesas, y por ventura las más
interesantes, como cal, aturar, amprar y muchísimas otras, ya no se
conservan sino entre las clases ínfimas del pueblo; que también
acá
(
acá se conserva más en Sudamérica,
en España ven p'acá, p'aquí
) ha
cundido entre las personas cultas el desdén hacia nuestras bellezas
provinciales; pero el diminutivo de que hablamos es universal, y ya
no depende de la educación sino del nacimiento.


El
idioma español, rico en los diminutivos cual ningún otro, y desde
luego muchísimo más que el hebreo, el árabe, el griego y aun el
latín y el italiano, como que reúne más de treinta diversas
terminaciones (79), habiendo palabra que permite ella sola doce
desinencias,
claro es que no aplica todas esas variantes o aumentos de final a
todas las palabras, antes se conforma con lo que cada una permite
(80); mas en medio de ser esto cierto, las en
ico,
en
illo
y en
ito
son terminaciones generales que se aplican indistintamente a casi
todos los nombres, habiendo entre ellas una verdadera
sinonimia.





Pero
el
diminutivo en ico
tiene dos ventajas incontestables, el uso preferente que de él
hicieron los padres de la lengua, y su significación especial e
intrínsecamente distinta de los de otras terminaciones. En los
escritores de nuestros orígenes, sobre cuyos sencillos versos parece
que vagaba, como una fresca brisa sobre las plantas silvestres, el
ambiente de la naturalidad, era el diminutivo en ico el que dominaba
en la expresión de los afectos o las apreciaciones, y por eso es tan
general en la poesía popular y en la familiar de posteriores
tiempos. ¡Qué bien dicho está en una farsa de Lucas Fernéndez


¡Oh,
pastorcico serrano!


¿viste,
hermano,


un
caballero pasar?


y
en un romance sobre el moro Calainos


Bien
vengáis, el francesico


de
Francia la natural?


¡Cuán
propio es de la poesía de Castillejo, último trovador de los amores
y la sátira, paladín de la poesía nacional contra los
petrarquistas, contra los luteranos como él decía, cuán propios
son de aquella poesía fácil y sentida aquellos versos, ya
pertenecientes a una época muy adelantada, en que se pinta con
gracia inimitable a un vizcaíno borracho
metamorfoseado
en mosquito
tuvo con esto a la par


una
risica donosa,


las
piernas se le mudaron


en
unas zanquitas chicas,


los
brazos en dos alicas,


dos
cornecicos por cejas!


¡Qué
bien sienta en Rodrigo de Cota o Juan de Mena, o quien quiera que
escribiese la primitiva Celestina (que nosotros no hemos de desatar
nuestras dudas como el editor de Barcelona que atribuyó a aquellos
dos tan admirable obra); qué bien sienta aquella aglomeración
graciosa de diminutivos «Nezuelo, loquito, angelico, perlica,
simplecico, lobitos en tal gestico, llégate acá putico etc.»! ¡Qué
encanto hay en aquellas deleitables fontecicas de filosofía, que nos
dice Fernando de Rojas! (
autor de la
Celestina
)
¡Qué espontaneidad
tan amorosa en Fr. Luis de Granada el pollico que nace luego se pone
debajo de las alas de la gallina... y lo mismo hace el corderico; en
Mendoza las mañanicas del verano a refrescar y almorzar; en Santa
Teresa al primer airecico de persecución se pierden estas
florecicas; en Guevara lo demás que callandico me pedistes en la
oreja etc.; en Ávila cuando aconseja conservar esta centellica del
celestial fuego; en Lope para quien la constelación de S. Telmo era
una estrellica como un diamante! (81) ¡Qué difíciles son de
enmendar aquellas tajadicas subtiles de carne de membrillo con que se
atendía a la voracidad plebeya de Sancho el Gobernador, aquellos
zapaticos para sus hijos que echaba de menos su mujer, y, entre
muchos pasajes de la GITANILLA DE MADRID, aquel «Preciosica, canta
el romance que aquí va porque es muy bueno”! y ¡cuán superior es
en la misma novela aquel cabo de romance (82) «Gitanica que de
hermosa te pueden dar parabienes» sobre el que le sigue «Hermosita,
hermosita, la de las manos de plata!» ¡Qué tono de familiaridad en
aquella carta de Caballero de la Tenaza «Ahora es, y aun no acabo de
santiguarme de la nota del billetico de esta mañana!" (83) Y
viniendo todavía más a nuestros tiempos, cuando la lengua y la
poesía tocaban el último grado de la perfección, el principio ya
de su inminente decadencia, léanse nuestros grandes poetas
dramáticos y líricos, y veremos que, cuando el asunto les consiente
cierta familiaridad, prefieren el ico para denotarla más fielmente,
como en los versos de Calderón


La
ropilla ancha de espaldas,


derribadica
de hombros,



y redondica de falda;


como
en Moreto, en quien todavía resulta más terminantemente nuestro
aserto cuando entre sus personajes de TRAMPA ADELANTE pone a Jusepico
y Manuelico pajes,


a
la manera de Quevedo que llama Pablicos al héroe de su novela el
Buscón (84).


Tan
admitido era entre los más serios escritores aquel diminutivo, que
en el testamento (verdadero o falso) del Brocense, el cual inserta e
impugna con su exquisito natural buen juicio el Sr. marqués de
Morante en la excelente vida de aquel humanista publicada como
apéndice al tomo V de su Catálogo, hay una cláusula que dice
«Item, Mando a Antonita mi nieta el mi lignum crucis con su
cristalico у las seis esmeraldas de que está cercado»; y, lo que
es más reparable, Covarrubias, cuyo lenguaje didáctico parece que
había de excluir todo diminutivo, dice al explicar (bien
ridículamente por cierto) la etimología del gavilán «cuasi
cavilan por la astucia y sutileza con que hace presa en las
avecicas,» cuya frase le copia y prohija la Academia en la primera y
más completa impresión de su Diccionario (85).


Y
para que se vea con otro género de prueba la importancia que tuvo
ese diminutivo, obsérvese que hay palabras
de
que
no ha quedado, según la
Academia, sino el diminutivo en ico, por ejemplo bolsico, calecico,
doselico, farandulica, sonetico, fuellecico y zamarrico, a las cuales
pueden añadirse las locuciones y refranes veranico de S. Martín,
mañanicas de abril buenas son de dormir, Romero ahíto saca zatico
etc.: hay algunas que no admiten otro que él, como Perico, borrico,
gemidicos y lloramicos; (
ploramiques,
els pluramicas catalanistas
) otras
que han venido a determinar una nueva significación perdiendo
absolutamente la diminutiva, como acerico, pellico, velico,
villancico, farolico, (en sentido de yerba), frailecico (en el doble
de ave y pieza del torno de la seda), besicos de monja (en el de
planta), (
teticas o tetillas de
monja, el dulce o pasta, o algo delicioso; mamelleta de monja
)
palmadica (en el de baile), y tal vez espacico sinónimo de aciago en
los antiguos escritores. (
despacico
conmigo, que tiro de chirla y te echo las tripas en un canasto. José
Mota, de un lugar de La Mancha
)


La
segunda ventaja que abona el uso del diminutivo en ico es su
particular significación, (
decimos
ahora significado
) pues aunque
parecen sinónimos los en ico, illo e ito, que la Academia agrupa
concediendo la elección al buen gusto del escritor, es lo cierto que
el diminutivo aragonés (permítasenos esta frase) tiene dos
diferencias con aquellos otros, una que podemos llaman gramatical y
otra moral, una que se resuelve como todas las cuestiones de
sinónimos, otra que tiene relación con el carácter del país en
que principalmente se conserva generalizado aquel diminutivo. La
diferencia gramatical, a la verdad no muy marcada desde que la
supresión del diminutivo en ico ha refundido en los otros su
verdadero significado, consiste en que la terminación en illo tiende
visiblemente al desprecio, al achicamiento voluntario de un objeto,
por ejemplo, chiquillo, capitancillo; la en ito tiene algunas veces
carácter depresivo y no pocas denota cierta repugnante hipocresía,
como se observa por ejemplo en las frases ¡ tiene una risita! ¡la
mosquita muerta!; la en ico demuestra cariño o predilección, siendo
a lo menos un aditamento inofensivo, como nos lo declara
prácticamente el ejemplo que llevamos citado de la CELESTINA, en el
cual se ve que prepondera aquella expresiva terminación para la
alabanza, angelico, perlica, simplecica, gestico, y se reservan otras
para lo que puede indicar detracción, como nezuelo, loquito y
lobitos. En cuanto a la diferencia moral, estriba en que el
diminutivo en ico representa el lenguaje de la familiaridad, de la
conversación, de la intimidad, y por decirlo así, de la buena fé,
fuera del cual apunta en cierta manera el estudio, el disimulo, la
desconfianza, la reserva, la falta de espontaneidad.


Hemos
expuesto, sucintamente algunas veces, y otras con mayor difusión,
los caracteres esenciales del idioma aragonés, mal apreciado en
general, tan poco estudiado aún por los mismos aragoneses, pero tan
digno de un examen todavía más lato que el que le hemos consagrado.
Las fuentes de donde procede, que son las más puras; la respetuosa
conservación de voces latinas, y sobre todo de españolas antiguas;
la asimilación que se ha procurado parca y atinadamente con las
arábigas y lemosinas; la suma de sus palabras técnicas, compuestas,
derivadas y aun
onomatópicas,
en todo conformes con el carácter de la lengua española; la
expresión genial, candorosa y fácil que distingue a muchos de sus
vocablos y a no pocos de sus modismos; todo contribuye a darle un
conjunto inexplicable de belleza que, si no se ha beneficiado todo lo
posible, consiste en que la sumisión aragonesa y la tiranía
castellana puede decirse que han concurrido a eliminar de la
literatura los elementos más útiles del idioma aragonés, que viene
a ser una
variante
cuando no un complemento del
impropiamente
llamado castellano
.


De
las ventajas que a este mismo lleva, algo es lo que ya tenemos
indicado, pero todavía podemos añadir tal cual observación que se
compadece muy bien con nuestro objeto. Hay palabras, como ababol,
que, no desmereciendo en suavidad de sus respectivas castellanas,
obedecen más a su etimología: hay otras, como abortín, que
conforman mejor con el genio de la lengua, si bien ya sabemos que por
uno de los muchos secretos de la española los diminutivos tienen a
veces desinencia aumentativa (a la hebrea y griega) como sucede en
anadón y liebratón, verdadera antítesis de otros, como tordella
que es aumentativo: hay otras, como remoldar, que son más concretas,
pues en ese mismo ejemplo vemos que Castilla hace sinónimos a
remoldar y podar, mientras en Aragón lo uno se refiere a los árboles
y lo otro a las vides (
esporgá,
expurgar, pera los abres; podá la viña, desullá, etc.
):
hay otras, como cortada y huevatera, muy superiores a sus análogas
corte y huevera, que en castellano son ambiguas y confusas por sus
diversas significaciones: otras que tienen más conformidad con la
lengua madre, como uva, que responde en Cicerón y en Fedro, como
entre los aragoneses, a la idea castellana de racimo, que en Columela
todavía expresa el que forman de sus propios cuerpos las abejas, y
que en Virgilio tiene la más general significación de cepa o vid,
fert uva racemos: hay otras sutilísimas, como respetudo y gobernudo,
que denotan, no ya la idea despectiva propia de esa terminación,
sino una especie de falsa importancia, pues respetudo quiere decir el
que inspira cierto infundado respeto, no por lo que es en sí, sino
por su edad, su figura y su entonación oraculosa; y gobernudo, no el
que es realmente metódico y ordenado, sino el que bulle mucho y
parece estar en todo, aunque positivamente no tenga tanto gobierno
como agilidad y movimiento: hay otras dotadas de gran propiedad y de
muy buenas condiciones eufónicas, como agüera, alud, asnada, brisa,
caloyo, eraje, jugadero, mejana, lloradera, redolino, ternasco (86) y
vulturino: hay otras de excelente composición, como aguacibera,
aguallevado, ajo-arriero, ajolio (
all
y oli, allioli; alium oleum
),
alicortado, botinflado, cabecequia, malbusca, matacabra y matacán,
que no puede rehusar ningún gramático: hay otras perfectamente
significativas y en igual grado concisas y aun irreemplazables, como
los verbos alfarrazar, amprar, antecojer, atreudar, bolsear,
ceprenar, chemecar, entrecavar, favear, malvar y otras que son de
composición castellana con cierta libertad francesa.


A
todas las cuales, que de suyo no tienen equivalencia en castellano,
hay que añadir, porque tampoco no la tienen exacta, las palabras
alfarda, almenara, amelgar, amosta, antípoca, antor, apercazar,
apuradamente, atrazo, axobar, bimardo, borroso, boto, brazal,
cabecero, capacear, capleta, *cenero, cerpa, convenido, correntía,
crujida, cudujón, chorrada, emberar, empeltre, encabezado, fádiga,
hablada, lorza, mantornar, mañanada, marraga, masobero, modoso,
oleaza, panicero, picotear, racimo, rafe, ruello, saso, tardada,
taste, teruelo, terrón, tinglado, vellutero, venora, zaborra y
zancochar, todas o casi todas las cuales, y otras que aquí no
citamos ni definimos para prueba, como quiera que lo están en
nuestro Diccionario, debieran adoptarse como propias en el idioma
español, e igualmente las que se citan en la ENCICLOPEDIA ESPAÑOLA
(87), artículo de España lingüística, en cuya obra, que no debe
parecer sospechosa de provincialismo, se defiende resueltamente al
idioma aragonés y se inculpa gravemente a los castellanos por el
exclusivismo con que proceden en materias de lenguaje, prefiriendo en
muchos casos ostentar su pobreza más bien que adoptar de los
dialectos españoles aquello en que estos les superan.


Hemos
terminado con eso la tarea que nos habíamos impuesto, a la cual
vamos a dar cima con una sola observación. Puesto que se ha perdido
literariamente, aun en las márgenes del Ebro, el habla aragonesa;
puesto que lejos de perfeccionarse ni aun conservarse estos
dialectos, amenazan confundirse poco a poco en el idioma general;
bueno fuera que la lengua conquistadora utilizara en beneficio común
esos restos lingüísticos que de otro modo han de perderse, y
entonces, ya que el vocabulario aragonés ni se conservara sino en
libros como este u otros de mejor desempeño, ni sirviera sino como
una curiosidad filológica; contribuiría por lo menos a enriquecer
el acerbo común de la sin par lengua española, y, a cambio de
tantas glorias abdicadas en favor de la unidad ibérica, conservaría
el Aragón la de haber mejorado con su
hermoso
dialecto
el habla rica de Cervantes.

Curta biografía de Braulio Foz.

BRAULIO FOZ. Va estudiá los primés estudis a Calanda, y al 1807 apareix matriculat a la Universidat de Huesca. Allí, com mols atres compañs,...